jueves, 30 de diciembre de 2021

 

Morata, tierra de olivares y de aceite (VII)

Cómo era tradicionalmente el cultivo y recolección de las plantaciones de olivos

De los rudimentarios arados romanos a los tractores; de los destrales y las hachas a las potentes motosierras; de las mantas de cáñamo a las modernas cosechadoras. Los olivares siguen siendo los mismos que hace siglos, pero su cultivo, su poda o escamujo y la recolección de las aceitunas nada tiene que ver hoy con lo que sucedía hasta hace sólo unas décadas. Ahora, cuando nos encontramos en plena temporada de olivas, hacemos un viaje hacia el pasado para ver cómo nuestros antepasados explotaban, cuidaban y recolectaban sus olivares centenarios.



La documentación del Catastro de Ensenada nos permite acercarnos a algunas de las labores que los morateños afrontaban cada año para cuidar, cultivar y recolectar sus olivos. Sabemos, por esta documentación, que los jornaleros y mozos de mulas que se dedicaban a estas labores podían cobrar unos cinco reales diarios por sus trabajos en el olivar, jornales que se dedicaban tanto a las labores de arado y cultivo del terreno como a la poda o escamujo, mullido y calzado de las plantas.

Para estos trabajos del olivar el concurso de las mulas era imprescindible cuando se trataba de levantar el terreno y, por supuesto, de transportar la cosecha desde los olivares a las almazaras. Sabemos que en esos años de mediados del siglo XVIII se contabilizaban en Morata 100 labradores propietarios, 135 jornaleros y 50 mozos de labranza. Todos ellos durante varias épocas del año dedicaban su trabajo al olivar, labor en la que se ayudaban de una cabaña de 135 mulas y machos y 227 borricas y borricos. Esta cabaña mular y asnal para el cultivo de los olivares iba desde las doce mulas que se dedicaban a la labor de la hacienda de la casa de labranza del convento de Dominicos del Rosario hasta el par de mulas con que contaba la mayoría de labradores propietarios para el cultivo de su hacienda, como se expresaba literalmente en las declaraciones catastrales de cada vecino de la villa.

Pero no siempre era posible que las labores de cultivo de los olivares se realizaran con la imprescindible ayuda de las yuntas de mulas. Ya hemos comentado como en determinadas parcelas y en zonas muy concretas del término de Morata -Valdegato, Poyales…- el propio terreno obligaba a echar pie a tierra y a utilizar el azadón para labrar esas olivas plantadas en terrazas de piedra que servían para sujetar el terreno. Eran esas parcelas que en la documentación catastral se decía, literalmente, que están entre cerros salpicadas y no se labran a arado sino a azadón.

Para ayudarnos también a comprender como eran estas labores en el olivar en épocas pasadas nada mejor que acudir, de nuevo, a José Hidalgo Tablada y a la bibliografía especializada del siglo XIX existente sobre el olivar.

Para quien fuera alcalde de Morata, el olivar debía mantenerse limpio de malas hierbas y sobre las labores de arado señalaba que debían ser de dos a cuatro rejas al año y nunca deben llegar a las raíces de los árboles. Además, aconsejaba cavar someramente los pies de olivo en primavera y, meses después, se arrima tierra a los troncos, recalzándolos en verano.

En el trabajo que ya hemos citado titulado Memoria sobre el estado de la agricultura en la provincia de Madrid y mejoras convenientes para su desarrollo, también se hace una relación de las labores del olivar en la zona del partido judicial de Chinchón. Estos textos, elaborados en base a las declaraciones de los propios agricultores de la época, son una buena referencia para conocer cómo eran esos trabajos en el olivar que, en el texto que citamos, se explicaban así:

(…) Los cultivos anuales más generales son tres labores de arado, que dan desde abril a todo mayo, con una sola cava de pies. Es ciertamente un cultivo poco esmerado, economizando siempre para que el mezquino producto compense los gastos. Donde el olivar tiene verdadera importancia, por sus rendimientos posibles, la primera labor debe darse en febrero, casi simultáneamente de hacer la limpia o monda (…), lo mismo en olivares viejos que nuevos. Entonces es también la ocasión de cavar los pies, dejando abiertos alcorques para aprovechar las lluvias de fin de invierno y primavera. Cuando el calor de esta última estación desenvuelve la vegetación espontánea del suelo, procede practicar una segunda labor, que puede hacerse con extirpador, efectuando nueva cava de pies, desvaretando al mismo tiempo y limpiarlo de chupones: es la labor de abril, con la cual se deshacen los alcorques. En mayo o principios de junio puede haber necesidad de una segunda vuelta de extirpador, y en agosto debe finalizarse el laboreo con una reja de arado, cavando por última vez los pies, limpiándolos de varetas o renuevos, y dejando allanado todo el sitio que cubre la copa del árbol, para hacer suelo adecuado á la recolección (…). Si hacemos caso a este texto, trabajo no les faltaba a quienes cultivaban los olivares.

Los trabajos de poda en el olivar

En la relación de las labores propias del olivar y su cultivo no podemos dejar de referirnos a la poda o, mejor expresado, el escamujo, término con el que se conocen los trabajos de renovar el ramaje del olivo, eliminando la leña vieja y favoreciendo la aparición de nuevos brotes que sustenten futuras producciones. Hidalgo Tablada, como buen conocedor de la aceituna cornicabra, tan característica de Morata, se refería así a las labores de poda en esta variedad:

El olivo cornicabra necesita un cuidado especial para la poda, exige frecuentes limpias y es preferible cultivar bien y abonar para que el fruto cuaje, que cortar leña para que la savia acuda al fruto, como erradamente se hace.

En términos generales, Hidalgo enumeraba como objetivos de la poda o escamujo:

Dar a los árboles la forma más conveniente según las circunstancias.

Regularizar su vigor inclinando la savia a que concurra al desarrollo del fruto en proporción con la madera.

Entretener el vigor del árbol y prolongar su existencia sin que deje de producir fruto.

Remediar los accidentes o enfermedades que exigen cortes más o menos importantes.

Por último, Hidalgo Tablada recuerda la importancia de contar con unas buenas herramientas -destrales, hachas y serruchos engrasados para evitar recalentamientos en la madera-, con las que efectuar el trabajo de la poda o escamujo y para evitar así malos cortes y desgarramientos del árbol o las ramas, que en su opinión, tanto perjudican a la planta y a la producción del olivar.

El cultivo y la recolección del olivar no cambiaron mucho en Morata durante décadas y décadas. Los arados tirados por yuntas de mulas, la poda con herramientas manuales, el azadón y el destral para limpiar los troncos y eliminar los chupones fueron habituales hasta no hace muchos años. Hasta hace poco también se aprovechaban todos los restos de poda y no sólo la leña más gruesa, para cocinar y alimentar las chimeneas, sino también los ramones, muy utilizados en los hogares y en hornos de panaderías. En una relación que hace uno de los apoderados de la casa de Altamira en Morata, Pablo Martínez Toledano, podemos ver como informa sobre estas labores y trabajos en los olivares propiedad del titular del señorío en el año 1839:

(…) Remití a V.I los estados mensuales de abril y mayo y junio por los cuales podrá enterarse (…) de que tengo hechas las labores en los olivares y así mismo de que se ha vendido el aceite claro de yema y remolido con la mayor estimación posible (…). Morata, 28 de julio de 1839.

En las semanas posteriores, el administrador comunica otras labores realizadas en los olivares:

  • Abril, 1839:

Por 81 huebras empleadas en labrar los olivares en los meses de febrero y marzo de este año a 20 reales cada una 1.620 reales.

  • Mayo de 1839:

Por sesenta y nueve huebras empleadas en la segunda vuelta de arado que se dio en este mes en 18 reales cada una, 1.242 reales.

  • Junio de 1839:

Quinientos y cincuenta haces de ramas que produjo la labor de escamujo* vendidos a 12 cuartos cada uno importan 776 reales, 16 maravedíes.

Por 60 peones empleados en la mulla de los olivares a razón de 6 reales cada uno, 360 reales.

En una última comunicación de ese año, Pablo Martínez, adelanta las previsiones para la siguiente cosecha y la necesidad de renovar el material para la misma:

(…) se hace indispensable prevenir para la recolección y elaboración de la cosecha de aceitunas dos docenas de costales y mantas de cáñamo que medirán unas 102 varas [de superficie], a cuatro reales son 408 reales; cuatro docenas de capachos [para la prensa] a cuatro reales cada uno y ascienden 192 reales, dos pellejos, cuyo coste será cuarenta reales; una docena de varas que a 3 reales son 36 reales, y una pala y una espuerta que serán 8 reales (…).

Morata, 20 de octubre de 1839

Pablo Martínez Toledano.

Familia Miranzo Jiménez, de olivas en el paraje de Las Cabezas, finales de la década de los  40 (Foto autor desconocido)
 

Los trabajos de recolección del olivar

El trabajo de recolección del olivar siempre ha sido una labor en la que, habitualmente, se implicaba toda la familia, incluidos niños y, por supuesto, mujeres. En el caso de las explotaciones de tipo familiar, esta participación de todos los miembros ayudaba a que fueran mayores los beneficios del olivar, tanto en ingresos en metálico como en la transformación de la cosecha en aceite para el consumo familiar.

Este modo de explotación y de recolección de las haciendas olivareras más modestas poco tenían que ver con quienes cultivaban mayor número de plantas. En estos casos, era inevitable acudir a los jornaleros, e incluso a trabajadores llegados desde fuera de la localidad, para afrontar una cosecha que en los años de más producción podía extenderse en algunas campañas hasta bien entrado el mes de marzo.

Contamos con algunas crónicas de periódicos y publicaciones especializadas que nos han dejado constancia de cómo eran estas campañas, de su inició y terminación, así como de la calidad de las aceitunas recolectadas.

Una de estas publicaciones, Crónica de vinos y cereales, periódico agrícola y mercantil, editado inicialmente en Zaragoza y posteriormente en Madrid entre 1892 y 1911, llegó a contar con un corresponsal en Morata, que firmaba M.G.G., y que informaba sobre la marcha de las cosechas agrícolas pero, sobre todo de las de la vid, el olivo y el cereal.

En una de sus primeras crónicas desde Morata, el 17 de enero de 1894, el corresponsal informaba que (…) estamos recogiendo la aceituna, pero es tan poca la que haybque de quince molinos [sic] se abrirán solo tres, costándonos el recogerla casi tanto como vale. Pérdida que nos arruinará a propietarios y braceros pues era nuestro sostén para este tiempo tan crudo y malo. (M.G.G.).

Al año siguiente la situación no había mejorado:

(…) Se acabó de recolectar la aceituna, pero con un tiempo tan malo, que ni ha lucido a propietarios ni jornaleros la buena cosecha que de este fruto hemos tenido (…).

La apelación al mal tiempo y a las malas condiciones de recogida del fruto fueron muy habituales en las crónicas del corresponsal morateño, que en el año 1898, 27 de julio, se quejaba de que la aceituna estaba ya muy mermada (…) y se cae del árbol atacada por un gusano que la taladra; así es que habiéndose presentado cosecha grande, será pequeña si no se corta la enfermedad (…).

En otras de sus crónicas sucontenido era bastante más optimista y el 18 de marzo de 1908 informaba que (…) la cosecha de aceituna ha sido bastante buena, pues se han cogido en esta localidad unas 44.000 fanegas, de las cuales se han vendido 24.000 a los precios de 20 a 24 reales (…).

A partir de la siguiente campaña, un nuevo corresponsal informó sobre las condiciones de las cosechas agrícolas en Morata, identificado como G. de C. A finales de 1908, 30 de diciembre, informaba que la campaña ya se había iniciado y (…) y se está cogiendo la aceituna del suelo que está dañada. Hay muy poca y es de malas condiciones, así es que rendirá poco aceite y de inferior calidad. (G. de C.). La recolección de las aceitunas del suelo, a las que se refiere en su información el corresponsal, fue siempre una tarea de mujeres y niños y aunque estas olivas dañadas rendían menos y proporcionaban un aceite de inferior calidad, como se refiere en la crónica, nunca dejaban de recolectarse para intentar así mejorar los ingresos familiares.

Trabajo distinto era el de recolectar las aceitunas que permanecían en las olivas, labor más propia de hombres y, también de niños, encargados estos, como palillleros, de las ramas del interior de las plantas. La recolección de estas aceitunas más sanas podía realizarse a mano, a ordeño, o bien valiéndose de tendales y mantas de cáñamo para recoger el fruto derribado con las varas de álamo negro utilizadas en esta tarea. Lo más habitual siempre fue, hasta la llegada de las modernas cosechadoras, esta última opción. Sin embargo, Hidalgo Tablada, al que tantas veces hemos acudido, no era partidario del vareo delolivo y aconsejaba que en la recolección no se lastime el árbol para que suelte el fruto (…). Y añadía:

(…) Nosotros aconsejamos se evite dar palos a los olivos y que en ningún caso se efectúe en los plantíos nuevos, en los que no pocas veces vemos la gente armada de varas que tienen que inclinar para moler a palos los arbolillos, que cualquiera llega con sus mano a sus copas (…).

Como alternativa, Hidalgo planteaba la recolección a mano, opción que, según aseguraba, costaba un real o real y medio más por fanega, aunque a la larga, afirmaba, resultaba rentable porque permitía mejores cosechas en campañas posteriores.

Pese a estas recomendaciones, el sistema del vareo fue y siguió siendo el más utilizado en Morata y en los pueblos de la comarca. En una publicación de finales de siglo Elaboración del aceite de olivas, obra de D. Pequeño, se informaba sobre el precio que se pagaba, en la provincia de Málaga, a quienes trabajaban a destajo en la cosecha del olivar, a tres reales por fanega colmada de 16 celemines. Mientras, en la misma publicación se afirmaba:

(…) En Morata de Tajuña (Madrid) se paga a las cogedoras a razón de dos y medio reales por fanega colmada de 12 celemines sin contar el jornal de los vareadores (…).

En definitiva todos estos trabajos y, sobre todo y especialmente la cosecha, tenían como destino final las almazaras de Morata donde se elaboraba el aceite y sobre las que trataremos en próximas entregas del blog.



*En estos textos del siglo XVIII, XIX y décadas siguientes es frecuente la aparición de términos muy concretos referidos al olivar, una planta, que al contrario del resto de árboles no se poda sino que se escamuja. Otras expresiones son también propias y en algunos casos exclusivas del olivar y de sus tareas y cultivo: escamochar, hacer la monda, cavar los pies -mullir- o limpiar los chupones.



Fuentes y bibliografía:

  • Hacienda real y mundo campesino con Felipe II. Las perpetuaciones de tierras baldías en Madrid. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid-Consejería de Agricultura. Madrid, 1990.

  • Tratado del cultivo del olivo en España y modo de mejorarlo. Hidalgo Tablada, José de. Librería de la señora viuda e hijos de don José Cuesta. Madrid, 1870.

Agricultura general que trata de la labranza del campo (…). Herrera, Alonso de. Edición José de Urrutia. Madrid, 1790.

  • Toledo en época de frontera. Ladero Quesada, Miguel Ángel. Universidad Complutense de Madrid. Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, nº 3, 1984.

  • Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid. Estudio introductorio. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.

  • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio de la. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999. (Transcripción de las respuestas de Morata al interrogatorio).

  • Relaciones Topográficas de los pueblos de España, lo más interesante de ellas. Ortega Rubio, Juan. Sociedad Española de Artes Gráficas. Madrid, 1918.

  • La vida rural castellana en tiempos de Felipe II. Salomon, Noël. Ariel Historia. Madrid, 1982.

  • Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales de Morata de Tajuña. H 408 y  H. 410.

  • Riqueza y propiedad en la Castilla del Antiguo Régimen. (La provincia de Toledo del siglo XVIII). Donézar Díez de Ulzurrún, Javier M. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Madrid, 1997.

  • Toledo 1751. Según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada (Introducción). Donézar Díez de Ulzurrún, Javier M. Centro de Gestión Catastral y Cooperación Tributaria. Ayuntamiento de Toledo. Tabapress. Madrid, 1990.

  • Biblioteca Nacional (ms 4.508).

  • Ordenanzas municipales y gremiales de España en la documentación del Archivo Histórico Nacional. Cadeñanos Bardeci, Inocencio. Cuadernos de Historia del Derecho. Ediciones Complutense. Madrid, 2017.

  • La productividad de los factores en la agricultura española (1752-1935). Bringas Gutiérrez, Miguel Ángel. Universidad de Cantabria 1998.

  • Memoria sobre el estado de la Agricultura en la provincia de Madrid y mejoras convenientes para su desarrollo. Abela y Sainz de Andino, Eduardo. Imprenta, Estereotipia y Galvanoplastia de Aribau. nSucesores de Rivadeneyra. Madrid, 1876.

  • Contestación al interrogatorio sobre cultivo de olivo, vid y agrios e industrias derivadas. Ortiz Cañavate, Fernando. Establecimiento tipográfico de M. Minuesa. Madrid, 1881.

  • Desarrollo local en el municipio de Morata de Tajuña. Dochao, Andrés, Santillana, Myriam, Díez, Alberto. Abril, 1990.

  • Madrid, virgen extra. Ciencia y experimentación para la calidad del aceite. Bienes Allas, Ramón; Cabello Sáenz de Santa María, Félix, de Lorenzo Carretero, Cristina; Palancar Olmo, Margarita; Pérez Jiménez, María Ángeles, Pons Romero, Juan Ramón; Vergara García, Gregorio. Imidra. Comunidad de Madrid. Madrid, 2011,

  • Hacia un modelo europeo de extensión rural agroecológica. Praxis participativas para la transición agroecológica. Un estudio de caso en Morata de Tajuña, Madrid. López García, Daniel. Universidad Internacional de Andalucía. Edición electrónica, 2012.

  • Archivo Histórico Nacional, Sección Nobleza. BAENA, C.354, D.453-464.

  • Elaboración del aceite de olivas. D. Pequeño. Imprenta de la Sociedad Geográfica. Madrid, 1879.



jueves, 23 de diciembre de 2021

Morata, tierra de olivares y de aceite (VI)

La aceituna cornicabra es la variedad que predomina en el olivar morateño.

José Hidalgo Tablada, pionero en los estudios de agronomía y alcalde de Morata, escribió sobre esta variedad, su reproducción y enfermedades

Si la pasada semana veíamos como la superficie de cultivo del olivar se ha incrementado a lo largo de la historia en el término municipal de Morata, la entrada del blog de esta semana la dedicaremos a la aceituna cornicabra, la variedad presente en la práctica totalidad de los olivares morateños. Además, analizaremos los métodos de plantación y las enfermedades y plagas que afectan al olivar, siguiendo los trabajos de un pionero de las investigaciones agronómicas en España, José Hidalgo Tablada.


Cornezuelo, cabrilla, rostrata, rapunier (en Francia) … distintas denominaciones para identificar a la variedad de aceituna más habitual en el centro de España, en la Comunidad de Madrid y en la comarca de las Vegas, la aceituna que, además, es la que da su identidad a los olivares y al aceite de Morata, la aceituna cornicabra.

Dejemos que sea uno de los primeros especialistas en la enseñanza de la agricultura que impartieron magisterio en España y vayamos a los trabajos de investigación de José Hidalgo Tablada, un auténtico especialista en el cultivo del olivar y de la vid durante el siglo XIX , para conocer las características de la aceituna cornicabra.

Hidalgo Tablada, militar en su juventud, y especialista en la enseñanza agrícola en su madurez y periodista y divulgador de las técnicas agrícolas más avanzadas durante la segunda mitad del siglo XIX. Además de alcalde* de Morata en dos periodos y juez de la villa, fue autor de Tratado del cultivo del olivo en España y modo de mejorarlo, un libro pionero en su tiempo y que aún hoy, más de 150 años después de su primera edición, se ha reeditado en una edición facsímil**. En este libro de Hidalgo Tablada encontramos una descripción perfecta del olivo de la variedad cornicabra y de sus frutos:

(…) Árbol es el de más dimensiones que se conoce, la mayor parte de los que se distinguen por su gran tamaño en la especie olivo, pertenecen a esta variedad. Sus ramas son rectas, fuertes y las secundarias y terciarias propenden a inclinarse al suelo al que llegan los ramos y ramillos, si se cuida el árbol, formando entre el tronco y las haldas un hueco espacioso. Sus ramas tienen la corteza verde pardusco, el tronco en la inserción de las ramas en él, presentan diferentes capas de corteza despegada (…).

Sobre las hojas de los olivos cornicabra y sus frutos señala Hidalgo Tablada:

(…) Hojas, las del olivo cornicabra son de la forma y dimensiones, ordinariamente, que indica la figura [de tamaño medio y forma elíptico-lanceolada], en su parte inferior es color blanco claro y la superior verde oscuro, lisa y con fibras bien marcadas (…). El fruto tiene de alto 28 milímetros y de diámetro 19. Su peso por término medio es 5 gramos y 2 decigramos; color negro colorado, carne adherente al hueso, que pesa 1 gramo 2 decigramos y de consiguiente la pulpa tiene 4 gramos. Es la aceituna que da mejor aceite de las tardías, pero en las tempranas la mayor parte son mejores. Se emplea para aceite generalmente, y también aunque poco para adobarlas (…).

Finalmente, Hidalgo nos ofrece en su libro una relación de las zonas de cultivo olivarero donde más prolifera el olivo cornicabra, una variedad que, algunos autores, señala que tiene su origen en la localidad toledana de Morar de Toledo:

(…) Localidad: se cultiva en toda España, y principalmente en la región central, en que los olivares están poblados de esta variedad. En la región septentrional, en las riberas del Ebro, la llaman acebuche, y se ven árboles de dimensiones colosales, que no maduran el fruto porque no se limpian, y estando muy estrechos, la sombra impide que el sol obre cual se necesita en aquella latitud; en Tudela de Navarra, más que en otro algún punto, deben tenerse presente estas observaciones. Vive en toda clase de tierras, pero en las fértiles y ventiladas, con abundantes labores y abonos, lleva en abundancia (…).

En uno de los capítulos de su libro Hidalgo, que además de experto agrónomo también era un cultivador de olivos y vid en el término morateño, hace una referencia directa a la variedad cornicabra en Morata y describe un ejemplar de este tipo de olivo para describir su sistema de raíces:

(…) ya dijimos a qué distancia y profundidad; tenemos ejemplos para conocer la marcha de las raíces del olivo; ahora añadiremos que, en 1849, arrancamos una oliva de grandes dimensiones, pero que a efecto de haberse cortado hacia muchos años las guías de las cuatro piernas que tenía, estaba muy deteriorada y no llevaba fruto. El árbol media de diámetro encima de la chopera o cepa 1 metro y 50 centímetros, de aquí nacían cuatro piernas que la menor tenía 7 metro de altura, y hasta la raíz ocho metros y 50 centímetros: era de la variedad cornicabra que es la que domina en este término de Morata (…).

El Perdigocho de la Cárcava, ejemplar de la variedad cornicabra, propiedad de Juan Luis de la Torre, que ganoó en 2015 el premio al mejor olivo monumental de la Comunidad de Madrid. Se calcula que tiene alrededor de 300 años. (Foto ABC)

Plantación y marco del olivar en Morata

Sigue siendo necesario seguir las explicaciones y los estudios especializados de José Hidalgo Tablada para conocer, siquiera en una forma resumida, qué sistemas han utilizado los agricultores morateños durante cientos de años para plantar y convertir sus parcelas en olivares de la variedad cornicabra. Hoy, por regla general, para renovar un olivar, sea cual sea la variedad, o realizar nuevas plantaciones se puede acudir a viveros para conseguir las plantas pero, hasta no hace muchos años, en Morata, cualquier agricultor conocía los métodos de reproducción de estos árboles. Hidalgo nos resume estos sistemas de plantación en su libro:

(…) Hay costumbres de localidad que establecen prácticas, que marcan la condición del clima, así como hay otras que no tienen razón de ser, que solo el empirismo las conserva y perpetúa. Decimos esto, por haber visto en Navarra multiplicar el olivo de plantones de estaca, y de igual suerte hacerlo en Andalucía, siendo así que en la región central, se hace de garrotes: siendo esos métodos lo general en las tres regiones, aunque se vean excepciones muy marcadas. La razón de hacer en las provincias andaluzas, lo que en las del Norte, nos pareció desde luego que no podía tener un fundamento sólido, y la práctica de ensayos hechos para averiguar la certeza, nos convenció de no habernos equivocado. (…) en Morata, cerca de Madrid, esto es, en el centro de la región central, tenemos multiplicados ejemplos de olivos que de ambas formas hemos plantado, dando buen resultado (…).

A la hora de plantar un olivo, los agricultores debían de tener en cuenta la calidad de las tierras y también si en la misma parcela se tenía previsto también cultivar un viñedo. En el Catastro de Ensenada, en las llamadas Respuestas Generales, se hace mención expresa a este asunto con el objetivo de que las autoridades fiscales pudieran hacerse una idea de las plantas que se podían contabilizar, aproximadamente, por fanega de tierra:

(…) A la octava pregunta declararon que (…) los olivos unos están plantados a marco real, de cuarenta pies en cuadro, y otros sin estar en toda la tierra, aunque guardada la misma distancia (…).

En su obra Hidalgo Tablada nos ofrece también una interesante aportación en torno al marco de plantación del olivar. Tal como hemos reseñado ya en más de una ocasión, en Morata, y en los pueblos vecinos, siempre constituyó un práctica muy habitual combinar en una misma parcela el olivar y el viñedo. Para estos casos, Tablada hacía la siguiente afirmación:

(…) La distancia entra cada olivo debe determinarse cuando se planta solo y cuando se efectúa con la vid, que es lo que tiene lugar en la región central y en algunos puntos de las otras, se coloca cada pie dejando de dos a cuatro cepas de intervalo. Se dejan dos cuando la vid está puesta a 3 metros 50 centímetros de distancia, de la cual resulta que los olivos se encuentran a 7 metros; también se ponen dejando tres cepas en hueco y se encuentran a 10 metros y 50 centímetros. Y cuando el hueco entre las cepas es menor, se dejan cuatro o cinco cepas entre cada dos plantas de olivos.

Poniendo el olivo solo en la tierra destinada a la plantación, la distancia que debe mediar entre cada pie se debe determinar teniendo en cuenta la altura a que se eleva la variedad que se planta y al mismo lo que conviene darle según la localidad (…).

En la práctica, estos métodos de plantación dan lugar a parcelas de olivar con más o menos plantas y más o menos espesas. Tengamos en cuenta que muchos de los olivares que hoy aún vemos en Ll Llano de Morata se plantarían muchos de ellos entre mediados y finales del siglo XIX, época en la que escribía Hidalgo Tablada, y en ellos se puede apreciar, a simple vista, estos distintos sistemas de plantación y la distancia tan variable entre planta y planta.

Enfermedades y plagas del olivar

En su Tratado del cultivo del olivo… Hidalgo Tablada hace una de las primeras aproximaciones sistemáticas que se publicaron en España sobre las enfermedades que afectaban al olivar. Desde su explotación olivarera de Morata, con la experiencia de la investigación sobre el terreno, quien fuera alcalde de la villa realiza un repaso a los que él denomina enemigos que atacan a este árbol [olivo] y los medios para eliminarlos:

(…) El aceitón, mangla, o tizne, procede según unos, de insecto; según otros, de hongos; y hay quien cree, que de la parte carbonosa de una alimentación imperfecta. Ello es, que llega a cubrir todo el árbol, sin dañar a las aceitunas que contiene, pero esterilizándolo para en adelante. Puede conjeturarse que la causa primordial es la humedad, con falta de ventilación; por consiguiente, es mejor y mas fácil precaverla, que haber de curarla. En los olivares una vez invadidos, conviene abrir zanjas para que corra el agua, no cavar ni arar la tierra, sino mas bien apretarla, para que forme tez y no se recale con las lluvias, limpiar mucho los olivos por dentro y fuera , y con buena y potente poda ventilarlos (…)..

Hidalgo Tablada también se refiere a una enfermedad muy característica y conocida del olivo, la melera:

(…) Nosotros hemos hecho por examinar atentamente el progreso de la enfermedad que nos ocupa(…); esto es, olivos en sitios secos y ventilados que tenían, y tienen hoy, la negra; verdad es que nosotros lo hemos buscado 25 años y hemos recorrido casi toda España. Además hemos tenido la suerte de vivir la mayor parte del tiempo en Morata, y tenemos en nuestra propiedad y en la de nuestros amigos y convecinos elementos y ejemplos que estudiar (…). La melera la hemos visto en sitios de regadío, en los olivares de las inmediaciones de Jaén, en Alicante, Almería, Morata, Aragón, Tudela y Corella en Navarra; y esto en grande escala: en terrenos secos y ventilados expuestos al Mediodía en Villarrubia de los Ojos, Ciudad-Real; en las inmediaciones de Logroño; y nosotros tenemos olivos que expuestos al Mediodía, terreno seco y ventilado, se le ha presentado y continúa presentándose, cuando los años secos y alta temperatura hacen que la traspiración sea excesiva (…). Para curar el olivo de la melera es necesario (…) cuando el suelo es húmedo se harán zanjas que permitan la circulación de la humedad y queden las raíces del árbol en las condiciones que le son propias. (…) se podarán y limpiarán los olivos dejándolos de modo que circule libremente el sol y la luz.

La poda y limpia de los olivos es también la recomendación que hace José Hidalgo Tablada para atajar la enfermedad que denomina kerme:

(…) La melera y el kerme, juntos y separados son los enemigos más terribles que ha tenido siempre el olivo, y la historia cuenta localidades enteras en que hubo necesidad de cortar los árboles entre dos tierras, otras en que los talaron por las cruces y estamos seguros de que no hay sitio en que no haya olivos en que no exista una y otra enfermedad, en mayor o menor escala, y juntas o separadas (…).

Citaremos también, la referencia que hace Hidalgo Tablada a una de las enfermedades más dañinas para el olivo, todavía muy frecuente en todos lo olivares de Morata y que requiere un continuo tratamiento de las plantas para su erradicación: la mosca del olivo. En su Tratado del cultivo del olivo…, Hidalgo describe al insecto que provoca la enfermedad:

(…) de cinco milímetros de largo, palpos, frente, antenas y abdomen color amarillo rojo con tres listas negras en el abdomen, alas más largas que el cuerpo y de color dorado con rayas negras. Este insecto pone sus huevecillos microscópicos sobre la aceituna apenas formada y de ellos nace un gusanillo que se desarrolla y vive haciendo galerías en la pulpa del fruto. Hemos encontrado varias veces tres y cuatro gusanos en la aceituna y está casi comida. El gusano en su completo acrecimiento se parece al de la polilla, pero difiere en tener once anillos ben lugar de doce que tiene aquel y en que las mandíbulas del de la polilla es de color claro y este negro.

La manera de atacar este insecto no es otra que recoger el fruto antes de que llegue el momento de abandonarlo para seguir su metamorfosis que si la aceituna se amontona tiene lugar, y lo mejor es molerla acto seguido.

Hidalgo Tablada completa su relación de las enfermedades que afectan al olivar con la descripción de otras patologías también frecuentes en la planta como la polilla, el barrenillo o escarabajuelo, el aspidiote y las verrugas, agallas y viruelas del olivo.



*José Hidalgo Tablada (Mountaban, 1814-Morata, 1894), nacido en Francia donde su padre permanecía preso tras la guerra de la Independencia. Militar de carrera, donde alcanzó el grado de capitán, en su madurez se dedicó a investigar las técnicas agrícolas, sobre todo en los cultivos de vid y de olivo, y el modo de mejorar el agro español, su productividad y la economía de los agricultores y jornaleros. Fundó varias revistas agrícolas y fue autor de una amplia bibliografía especializada en agricultura. Durante dos periodos, 1846-1850 y 1880-85, ejerció como alcalde de Morara y también ostentó el cargo de juez municipal. 

Biografía de José Hidalgo Tablada 


** Tratado del cultivo del olivo en España y modo de mejorarlo. Hidalgo Tablada, José de. Librería de la señora viuda e hijos de don José Cuesta. Madrid, 1870.

(Ed. Facsímil, colección medio celemín. Editorial Maxtor)



Fuentes y bibliografía:

  • Hacienda real y mundo campesino con Felipe II. Las perpetuaciones de tierras baldías en Madrid. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid-Consejería de Agricultura. Madrid, 1990.

  • Tratado del cultivo del olivo en España y modo de mejorarlo. Hidalgo Tablada, José de. Librería de la señora viuda e hijos de don José Cuesta. Madrid, 1870.

Agricultura general que trata de la labranza del campo (…). Herrera, Alonso de. Edición José de Urrutia. Madrid, 1790.

  • Toledo en época de frontera. Ladero Quesada, Miguel Ángel. Universidad Complutense de Madrid. Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, nº 3, 1984.

  • Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid. Estudio introductorio. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.

  • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio de la. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999. (Transcripción de las respuestas de Morata al interrogatorio).

  • Relaciones Topográficas de los pueblos de España, lo más interesante de ellas. Ortega Rubio, Juan. Sociedad Española de Artes Gráficas. Madrid, 1918.

  • La vida rural castellana en tiempos de Felipe II. Salomon, Noël. Ariel Historia. Madrid, 1982.

  • Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales de Morata de Tajuña. H 408 y  H. 410.

  • Riqueza y propiedad en la Castilla del Antiguo Régimen. (La provincia de Toledo del siglo XVIII). Donézar Díez de Ulzurrún, Javier M. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Madrid, 1997.

  • Toledo 1751. Según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada (Introducción). Donézar Díez de Ulzurrún, Javier M. Centro de Gestión Catastral y Cooperación Tributaria. Ayuntamiento de Toledo. Tabapress. Madrid, 1990.

  • Biblioteca Nacional (ms 4.508).

  • Ordenanzas municipales y gremiales de España en la documentación del Archivo Histórico Nacional. Cadeñanos Bardeci, Inocencio. Cuadernos de Historia del Derecho. Ediciones Complutense. Madrid, 2017.

  • La productividad de los factores en la agricultura española (1752-1935). Bringas Gutiérrez, Miguel Ángel. Universidad de Cantabria 1998.

  • Memoria sobre el estado de la Agricultura en la provincia de Madrid y mejoras convenientes para su desarrollo. Abela y Sainz de Andino, Eduardo. Imprenta, Estereotipia y Galvanoplastia de Aribau. nSucesores de Rivadeneyra. Madrid, 1876.

  • Contestación al interrogatorio sobre cultivo de olivo, vid y agrios e industrias derivadas. Ortiz Cañavate, Fernando. Establecimiento tipográfico de M. Minuesa. Madrid, 1881.

  • Desarrollo local en el municipio de Morata de Tajuña. Dochao, Andrés, Santillana, Myriam, Díez, Alberto. Abril, 1990.

  • Madrid, virgen extra. Ciencia y experimentación para la calidad del aceite. Bienes Allas, Ramón; Cabello Sáenz de Santa María, Félix, de Lorenzo Carretero, Cristina; Palancar Olmo, Margarita; Pérez Jiménez, María Ángeles, Pons Romero, Juan Ramón; Vergara García, Gregorio. Imidra. Comunidad de Madrid. Madrid, 2011,

  • Hacia un modelo europeo de extensión rural agroecológica. Praxis participativas para la transición agroecológica. Un estudio de caso en Morata de Tajuña, Madrid. López García, Daniel. Universidad Internacional de Andalucía. Edición electrónica, 2012.

  • Archivo Histórico Nacional, Sección Nobleza. BAENA, C.354, D.453-464.



viernes, 17 de diciembre de 2021

 

Morata, tierra de olivares y de aceite (V)

Datos de cultivo del olivar en Morata y en la comarca en los siglos XIX y XX y hasta la actualidad

En los dos últimos siglos el olivar, su cultivo, aumentó en Morata según todos los censos realizados a nivel provincial. Si con el Catastro de Ensenada, a mediados del siglo XVIII, se comprobó que en el secano de Morata se cultivaban alrededor de 1.200 fanegas de olivares, todas las estadísticas posteriores indican un incremento de la superficie de olivar que, además, a partir de finales del siglo XX, coincidió con la practica desaparición de otro cultivo emblemático de Morata, el viñedo. Además de los datos correspondientes a Morata, también incluimos los que afectan a la comarca de Las Vegas.


Aunque ya hemos advertido en entregas anteriores que las cifras del cultivo de olivar en Morata siempre están condicionadas por la práctica, tan habitual, de combinar en una misma parcela olivares y vides, todas las estadísticas apuntan al incremento citado que analizaremos en esta entrega del blog.

La primera de las estadísticas que hemos localizado para el siglo XIX corresponde a un estudio muy amplio en el que se analiza, a nivel nacional, la productividad del sector agrícola español durante un amplio periodo de tiempo que abarca desde 1752 -con las cifras del Catastro de Ensenada-, hasta 1935, justo antes del comienzo de la guerra civil.

De este estudio, elaborado por Miguel Ángel Bringas Gutiérrez, profesor de la Universidad de Cantabria y titulado La productividad de los factores de la agricultura española (1735-1935), nos interesa destacar dos puntos del mismo: primero, que desde el siglo XVIII, y por supuesto en el siglo XIX, el sector agrícola morateño aparecía en muchas de estas estadísticas, lo que implicaba su importancia a nivel provincial y, en algunos casos, nacional.

El otro aspecto a destacar son los datos que aporta sobre el olivar morateño en el año 1818, justo después de finalizar la guerra de la Independencia y cuando comenzaron a proliferar las estadísticas agrarias, bien con fines hacendísticos, como los denominados amillaramientos, o también con el objetivo de conocer el estado del sector terciario español. Según el dato que aporta respecto al olivar morateño en 1818, obtenido de los denominados Cuadernos Generales de la riqueza y apeos y valuaciones generales, en Morata se cultivaban en ese periodo inicial del siglo XIX 350 hectáreas de olivares, bien es cierto que en esta cifra no se especifica si corresponde a parcelas exclusivas de olivar o, por el contrario, también se incluyen aquellas parcelas en las que se combinaba el cultivo olivar-viñedo.

Conforme avanzó el siglo muchas de las estadísticas y estudios fueron impulsados por instituciones de carácter provincial que, como en el caso de la Diputación Provincial de Madrid, buscaban conocer la situación del medio rural de la provincia. Es el caso de un trabajo publicado en 1876 que buscaba precisamente analizar la agricultura madrileña a partir de los datos de cada cultivo en cada uno de los partidos judiciales en que entonces se dividía la provincia.

En la Memoria sobre el estado de la Agricultura en la provincia de Madrid y mejoras convenientes para su desarrollo, obra de Eduardo Abela, se recogen únicamente 1.603 hectáreas dedicadas al olivar en todo el partido judicial pero, según se asegura en el texto, a esta cifra, ciertamente reducida, había que añadir las plantas de oliva localizadas en las viñas que ascendían, en todo el partido judicial de Chinchón, a 160.281 olivos, que en superficie significaban otras 2.000 hectáreas. Afortunadamente, el autor del texto incluye las cifras individualizadas de Morata que, según Eduardo Abela, era el municipio del partido judicial con mayor superficie dedicada al olivar:

(…) El término municipal que mayor extensión de olivares tiene amillarados es Morata de Tajuña, el cual declara algo más de 471 hectáreas y posee también 65.724 olivos en asociación de otros cultivos, representando otras 800 hectáreas, y en total aproximado 1.271 hectáreas (…).

En la memoria también se incluyen otros datos estadísticos sobre el olivar, concretamente el valor asignado a cada olivo en cinco términos municipales de la provincia:

(…) Concluiremos dando una sucinta idea de los valores que aquí alcanza el olivar. Nuestros datos se refieren sólo a cinco términos municipales. En los de Chinchón, Colmenar de Oreja y Morata de Tajuña cada olivo vale de 40 a 80 reales y renta de 2 a 4. En Ciempozuelos estiman el valor de 30 a 70 reales, y en los mismos tipos de 2 a 4 la renta. En San Martin de la Vega señalan todavía igual renta y el valor de 20 a 60 rs. (…).

Unos años después, en 1881, el Ministerio de Fomento, responsable de la agricultura y la ganadería, realizó una amplia encuesta en la provincia de Madrid para averiguar la situación de la vid, el olivar y otras plantas industriales. Los datos se agruparon, de nuevo, por partidos judiciales pero también se ofrecieron a nivel local. Lo más interesante de este estudio, publicado con el título de Contestación al interrogatorio sobre cultivo de olivo, vid y agrios e industrias derivadas, es que muestra los datos de todas las modalidades de cultivo del olivar: olivar, olivar con otros cultivos e, incluso, olivar de secano y regadío, este último prácticamente inexistente y muy reducido.

Para Morata, los datos son los siguientes:

  • Regadío, Olivar con otros cultivos 61 hectáreas, 64 centiáreas

  • Secano, Olivar 273 hectáreas 57 áreas

  • Secano olivar con otros cultivos 1.207 hectáreas, 30 áreas.

  • Total: 1.480 hectáreas, 87 áreas.

Estos eran los datos del olivar para el resto de municipios del partido judicial, en todas sus modalidades de cultivo:

  • Aranjuez, 263 ha.

  • Arganda, 1.606 ha.

  • Belmonte, 907 ha.

  • Brea, 697 ha.

  • Carabaña, 1.118 ha.

  • Colmenar de Oreja, 4.132 ha.

  • Chinchón, 3.173 ha.

  • Estremera, 627 ha.

  • Fuentidueña, 79 ha.

  • Morata, 1.480 ha.

  • Perales de Tajuña, 3.034

  • Tielmes, 708 ha.

  • Valdaracete, 1.263 ha.

  • Valdelaguna, 637 ha.

  • Villaconejos, 434 ha.

  • Villamanrique de Tajo, 132 ha.

  • Villarejo de Salvanés, 1.566 ha.

Para hacernos una idea de la importancia del olivar en esos años en el partido judicial de Chinchón, el más destacado para este producto de la provincia e Madrid, añadiremos que en todo su territorio se cultivaban 21.864 hectáreas de olivares, lo que significaba el 19 por ciento de toda su superficie. A nivel local, destacaban Perales de Tajuña con el 62 por ciento de su superficie dedicada al olivar, Belmonte, con el 38 por ciento y Morata y Colmenar de Oreja con el 32 por ciento de su término municipal.

 Olivares en el paraje de Las Cabezas en 1956) (Fuente: https://www.madrid.org/nomecalles/)

El cultivo del olivar en el siglo XX

Para analizar la importancia del olivar en Morata, y también en otros pueblos de la comarca, en los años finales del pasado siglo y hasta los primeros años del actual, nos remitiremos a distintos estudios estadísticos elaborados por la Comunidad de Madrid y por algunas organizaciones profesionales del sector.

Hemos de señalar que la extensión del olivar en Morata en los años finales el siglo XX y los primeros del actual no ha variado mucho respecto a las 1.480 hectáreas que se cuantificaban en el año 1881 en la Contestación al interrogatorio sobre cultivo de olivo, vid y agrios e industrias derivadas. Concretamente, según un estudio sobre Desarrollo local en el municipio de Morata de Tajuña en el año 1990 se cultivaban 1.490 hectáreas de olivar, sólo 10 hectáreas más que las contabilizadas en 1.881, bien es cierto que, en ese año, la mayoría de las plantas de olivo se cultivaban en asociación con el viñedo, mientras que, ya a finales del pasado siglo, las viñas habían pasado a ser un cultivo prácticamente residual en el término municipal de Morata.

Contamos, por último, con dos estadísticas más, ambas referidas ya al presente siglo. La primera de ellas se recoge en una publicación de la Comunidad de Madrid y del Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA). En este texto, Madrid, virgen extra. Ciencia y experimentación para la calidad del aceite, con datos de 2005, pero publicado en el año 2011, se señala que en todo el territorio de la Comunidad de Madrid se cultivan unas 25.000 hectáreas de olivar localizadas, como en épocas anteriores, en las comarcas de Las Vegas, Campiña y Suroccidental. Específicamente se citan los municipios de Villarejo de Salvanés, Tielmes, Perales de Tajuña, Valdaracete, Colmenar de Oreja, Morata de Tajuña, Arganda del Rey, Carabaña, Chinchón o Campo Real como las localidades en las que se cosecha más del 50 por ciento de aceituna y del aceite producido del total regional.

En estos datos, tomados de la Dirección General de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid (2005), Morata aparece con una extensión total de 1.527 hectáreas, superficie de olivar que solo es superada en las localidades de Villarejo de Salvanés, Valdaracete, Colmenar de Oreja, Campo Real, Chinchón, Aranjuez y Arganda del Rey

Esta estadística también recoge el número de olivos por municipio y para Morata se cuantificaron 110.156 plantas, que arrojan una media de plantación de 72 plantas por hectárea.

Por último, citaremos un trabajo publicado en el año 2012 con datos recogidos en la Cámara Agraria de Arganda en 2007. En este estudio de Daniel López García, Hacia un modelo europeo de extensión rural agroecológica. Praxis participativas para la transición agroecológica. Un estudio de caso en Morata de Tajuña, Madrid, se eleva la cantidad de superficie dedicada al olivar hasta las 1.659 hectáreas, de un total de 2.340 hectáreas de cultivo distribuidas por todo el término municipal. En términos porcentuales, esas 1.659 hectáreas suponen el 71% de todas las tierras cultivadas, la cantidad más elevada de las registradas desde que se tienen datos del olivar en Morata. En este trabajo también se afirma que la producción del olivar morateño supone el 8% del total de la Comunidad de Madrid.

En la próxima semana veremos cómo se ha trabajado en estos olivares históricamente, las variedades existentes en Morata y las enfermedades que han afectado a estos olivos.


Fuentes y bibliografía:

  • Hacienda real y mundo campesino con Felipe II. Las perpetuaciones de tierras baldías en Madrid. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid-Consejería de Agricultura. Madrid, 1990.

  • Tratado del cultivo del olivo en España y modo de mejorarlo. Hidalgo Tablada, José de. Librería de la señora viuda e hijos de don José Cuesta. Madrid, 1870.

Agricultura general que trata de la labranza del campo (…). Herrera, Alonso de. Edición José de Urrutia. Madrid, 1790.

  • Toledo en época de frontera. Ladero Quesada, Miguel Ángel. Universidad Complutense de Madrid. Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, nº 3, 1984.

  • Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid. Estudio introductorio. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.

  • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio de la. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999. (Transcripción de las respuestas de Morata al interrogatorio).

  • Relaciones Topográficas de los pueblos de España, lo más interesante de ellas. Ortega Rubio, Juan. Sociedad Española de Artes Gráficas. Madrid, 1918.

  • La vida rural castellana en tiempos de Felipe II. Salomon, Noël. Ariel Historia. Madrid, 1982.

  • Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales de Morata de Tajuña. H 408 y  H. 410.

  • Riqueza y propiedad en la Castilla del Antiguo Régimen. (La provincia de Toledo del siglo XVIII). Donézar Díez de Ulzurrún, Javier M. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Madrid, 1997.

  • Toledo 1751. Según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada (Introducción). Donézar Díez de Ulzurrún, Javier M. Centro de Gestión Catastral y Cooperación Tributaria. Ayuntamiento de Toledo. Tabapress. Madrid, 1990.

  • Biblioteca Nacional (ms 4.508).

  • Ordenanzas municipales y gremiales de España en la documentación del Archivo Histórico Nacional. Cadeñanos Bardeci, Inocencio. Cuadernos de Historia del Derecho. Ediciones Complutense. Madrid, 2017.

  • La productividad de los factores en la agricultura española (1752-1935). Bringas Gutiérrez, Miguel Ángel. Universidad de Cantabria 1998.

  • Memoria sobre el estado de la Agricultura en la provincia de Madrid y mejoras convenientes para su desarrollo. Abela y Sainz de Andino, Eduardo. Imprenta, Estereotipia y Galvanoplastia de Aribau.Sucesores de Rivadeneyra. Madrid, 1876.

  • Contestación al interrogatorio sobre cultivo de olivo, vid y agrios e industrias derivadas. Ortiz Cañavate, Fernando. Establecimiento tipográfico de M. Minuesa. Madrid, 1881.

  • Desarrollo local en el municipio de Morata de Tajuña. Dochao, Andrés, Santillana, Myriam, Díez, Alberto. Abril, 1990.

  • Madrid, virgen extra. Ciencia y experimentación para la calidad del aceite. Bienes Allas, Ramón; Cabello Sáenz de Santa María, Félix, de Lorenzo Carretero, Cristina; Palancar Olmo, Margarita; Pérez Jiménez, María Ángeles, Pons Romero, Juan Ramón; Vergara García, Gregorio. Imidra. Comunidad de Madrid. Madrid, 2011,

  • Hacia un modelo europeo de extensión rural agroecológica. Praxis participativas para la transición agroecológica. Un estudio de caso en Morata de Tajuña, Madrid. López García, Daniel. Universidad Internacional de Andalucía. Edición electrónica, 2012.




 

 

 

 

 

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