miércoles, 27 de diciembre de 2017

Las uvas de Morata en las Nocheviejas madrileñas

Si hacemos caso a las viejas historias, la tradición de consumir uvas con las doce últimas campañas de la Nochevieja se forjó a partir del año 1909 en el que una buena cosecha de uvas había creado un excedente que los productores intentaron paliar fomentando su consumo en la última noche del año. Desde muchos años de esta fecha y de que esta tradición arraigara, las uvas de Morata y de otros pueblos de la provincia llegaban a los mercados de Madrid en los meses más duros del invierno, cuando era difícil encontrar fruta fresca en los mercados de la capital.

Conservar las uvas cosechadas entre septiembre y octubre en los pueblos de la comarca del Tajuña fue una costumbre a la que acudieron los cosecheros de uva para disponer de fruta fresca en los meses de invierno. Además de las manzanas y peras de invierno –peras de roma, verdedoncella,…-, conservadas en las cámaras y altillos de las casas, y de los melones colgados hasta su maduración en los meses más fríos, en muchos hogares de Morata era frecuente ver los racimos de uva colgados de cuerdas en los portales y otras dependencias domésticas.
Desde tiempo inmemorial los campesinos, acostumbrados a aprovechar al máximo sus cosechas, habían aprendido métodos de conservación para los productos que cultivaban. Antonio de Guevara, escritor que, curiosamente, tenía familiares de ascendencia morateña de apellido Ladrón de Guevara, en su célebre obra Menosprecio de corte y alabanza de Aldea ya afirmaba en el siglo XVI que (…) es privilegio de aldea, que el que tuviere algunas viñas, goce muy a su contento de ellas, lo cual parece ser verdad, en que toman muy gran recreación, en verlas plantar, verlas vinar, verlas descubrir, verlas cubrir, verlas cercar, verlas vardar, verlas regar, verlas estercolar, verlas podar, verlas sarmentar: y sobre todo en verlas vendimiar. El que mora en el aldea toma también muy gran gusto (…) en colgar uvas para el invierno, (…). Los que moran fuera del aldea, no tienen manojos que guardar, ni cepas que quemar ni uvas que colgar, ni vino que beber, ni aun arrope que gustar: y si algo de esto quiere tener, a peso de oro lo han de comprar (…).
No resulta extraño que en un pueblo como Morata, en el que en el año 1881 se cultivaban unas 1.560 hectáreas de viñedos -prácticamente un tercio del total del término municipal, que ocupa alrededor de 4.500 hectáreas-, de las que 206 ha. correspondían a viñas de regadío y el resto, hasta completar el total, a viñas plantadas en secano en las que era habitual combinar en una misma parcela olivas y cepas, la costumbre de colgar las uvas para conservarlas estuviera muy extendida, al menos, desde el siglo XIX, cuando ya existe documentación que confirma esta práctica de los agricultores morateños. (Contestación al interrogatorio sobre cultivo de cereales, olivos, vid y agrios e industrias derivadas, de Fernando Ortiz Cañabate).
La producción de estas viñas en 1881 resultaba una de las más abultadas de la provincia de Madrid, junto con las de los pueblos vecinos de Chinchón, Arganda y Colmenar de Oreja. Eduardo Abela en su libro Memoria sobre el estado de la agricultura en la provincia de Madrid y medidas convenientes para su desarrollo, aseguraba que esta producción tenía un valor por término medio nueve pesetas los cien kilogramos de uva destinados ya a verdeo o a la producción de vino. En Morata y en Chinchón, según esta obra, la producción de uva por cada cien vides ascendía a 920 kilos en tierras de 1ª clase; 690 kilos en tierras de 2ª, y 460 kilos en tierras de 3ª. En la misma obra y según el marco en el que se plantaban las viñas en Morata y en Chinchón (894 cepas por hectárea), la producción correspondiente por hectárea de primera clase ascendía a 8.225 kilos, a 5.988 en las tierras de 2ª y a 4.112 en las tierras de 3ª calidad.
Naturalmente, el mayor porcentaje de esta producción de dedicaba a la elaboración de vino pero los agricultores, con buen criterio, también destinaban una parte de esta producción a uva de mesa, un producto que tenía una excelente acogida en el que entonces era el mercado central de Madrid, situado en la plaza de la Cebada, al que llegaban los carros desde Morata y otros pueblos de la comarca.
Para conservar estas uvas destinadas al consumo de los habitantes de la capital y también, cómo no, de los propios morateños, aparte del socorrido sistema de colgarlas de las vigas de madera con las que se acondicionaban las bovedillas las techos de las casas, se utilizaban otros sistemas. José García Sanz explicaba uno de estos métodos de conservación:
Las uvas, colocadas en filas superpuestas y separadas entre sí por capas de turba ó césped, han pasado el invierno en un cuarto inhabitado y expuesto al frío.
Cuando después de varios meses se abrió la caja que las encerraba, dice se encontraron en perfecto estado de conservación, y tenían doble tamaño que cuando fueron colocadas allí.
La película hallábase fresca y sin ninguna arruga, y su gusto era agradabilísimo, según los miembros de la Sociedad de Horticultura que las probaron. El procedimiento, por lo fácil y económico, puede ser ensayado por cualquiera (…). (Novísima guía de labradores, jardineros y arboristas, o tratado práctico de agricultura y economía rural. Tomo 1).
Las uvas para colgar tipo malvasía –o malvar-y vigeriego
Según algunos de los mayores especialistas en el cultivo de la vid, las variedades más adecuadas para conservar en las casas hasta la llegada del invierno eran las conocidas como malvar, o malvasía, vigeriegos y albillo, ambas de uva blanca. Uno de estos especialistas, José Hidalgo Tablada, quien fuera alcalde de Morata en dos periodos distintos -entre los años de 1846-50 y 1880-85-, y un de los mejores expertos y teóricos del siglo XIX en el cultivo de la vid del olivo y en la elaboración de vino y aceite, definía así dos de las variedades de uva más utilizadas por los agricultores morateños para destinarlas al mercado de invierno de Madrid:
Malvasía
Esta variedad muy estimada en uva en el mercado de Madrid, adonde se lleva desde principios de septiembre hasta enero del año siguiente de la cosecha, hace veinte años no se conocía apenas en los pueblos del distrito de Chinchón. Nosotros fuimos de los primeros que plantamos una viña en 1845 y tuvimos tal acierto en la elección del terreno, que la uva que produce es la más estimada en esta localidad (Morata) hasta el punto de venderse cuatro y más reales por arroba más caro que la de su misma clase llevado de aquí (…).
En Colmenar de Oreja se hace un gran negocio con la uva malvasía, que aquí conocemos con el nombre de malvar. Se cuelgan para llevar a Madrid en otoño de treinta a cuarenta mil cargas de ocho a 10 arrobas [cada] una (…).
Uvas redondas, superficie igual, duras al partir pero agradables al mascar, dulces sin ser empalagosa, color de cera si se cortan cuando principia a madurar en primeros de septiembre, doradas según pasa el tiempo en la cepa, en la que resisten hasta muy tarde.
Vigeriegos.
Así como en los trajes varían las modas, en los alimentos suele suceder que se hagan algunas alteraciones, y de ser así, resulta que hará veinte años que la uva vigeriega o gordal como se llamaba en Morata, tenía tal aceptación en Madrid para fruta, que en tres fanegas de tierra de las de aquí, que representan una y media aranzada, hemos sacado algunos años antes de 1850, tres o cuatro mil reales, y en este tiempo había en este término una viña que solo tenía ochocientos puestos de vid, que era unas dos aranzadas, la cual hubo año que se vendía el fruto en la cepa en catorce mil reales. (Tratado del cultivo de la vid y modo de mejorarlo, de José Hidalgo Tablada).
Anuncio de vinos de Morata en la prensa madrileña de diciembre de 1904
Las uvas de Morata y comarca en la prensa de Madrid
Ya a mediados del siglo XIX en el diario El Observador del 11 de junio de 1852 aparecían referencias a las uvas de la comarca y no sólo la destinada a los lagares. La que de reservaba para su venta como uva de mesa también merecía la atención de la prensa madrileña:
De Colmenar de Oreja nos escriben con fecha 1." del corriente que ya se ha concluido la vendimia en este pueblo, la cual ha durado casi todo el mes, gozándose de un buen temporal durante la recolección. El fruto ha sido mas abundante que en los años anteriores (…) y en los pueblos inmediatos porque en todos ellos, como Chinchón, Morata, Arganda y Villarrubia se ha cogido bastante, presumiéndose que aquí solo se fabricarán mas de 250,000 arrobas de vino, el cual tiene muy buena salida para Madrid, pues todo el que habla de la última cosecha se vendió hasta el precio de 18 reales arroba. Se ha colgado también bastante uva a fin de despacharla en
Madrid por Navidad o mas adelante; pero regularmente se conservará poca para entonces, porque habiendo llovido algunos días antes de cogerla, se podrirá la mayor (…).
La calidad de las uvas de Morata y pueblos vecinos –especialmente en los años en que la meteorología había sido benigna y no había llovido antes de la vendimia, lo que garantizaba la calidad y la mejor conservación de las uvas en las casas-, no escapaba a las páginas de los periódicos de Madrid. Así se afirmaba en la crónica agrícola aparecida en El País del día 20 de octubre de 1901, cuando ya funcionaba el Ferrocarril del Tajuña en Morata:
(…) Extrañaba que pueblos tan importantes [Morata, Chinchón y Colmenar de Oreja] que con sus vinos nutren de siempre el mercado de Madrid, carecieran de ferrocarril, y que llegado el siglo XX no se viera a la locomotora surcar sus feraces campiñas productoras de renombrados aguardientes y de exquisitas uvas de cuelga, saboreadas en las mesas madrileñas durante los meses de invierno (…).
Junto a las uvas de Morata para celebrar la Nochevieja en Madrid, también el vino de nuestro pueblo era destacado en los periódicos en los días de Navidad. El 23 de diciembre de 1904, en los diarios El Liberal y La Época aparecía el siguiente suelto en el que se destacaban los caldos procedentes, entre otros municipios, de Morata:
Vinos puros garantizados
Con mucho gusto recomendamos al público los exquisitos vinos puros garantizados que expende el acreditado industrial Don Pedro del Río, que por reciente contrato con las más importantes bodegas de la Mancha, Méntrida y Morata puede venderlos en inmejorables condiciones de calidad y economía. Cuantos han probado estos exquisitos vinos, entre los que deben citarse los de Morata o Colmenar (especiales para familias) a 6 y 7 pesetas arroba, hacen merecidos elogios de su buen gusto (…).

  • Fuentes y bibliografía:
  • Contestación al interrogatorio sobre cultivo de cereales, olivos, vid y agrios e industrias derivadas. Ortiz Cañabate, Fernando. Establecimiento tipográfico de Minuesa de los Ríos. Madrid, 1881.
  • Libro Llamado menosprecio de corte y alabanza de Aldea. Guevara, Antonio de. C. de las Reales Academias de la Historia y Sevillana de Buenas Letras. Bilbao, 1893.
  • Memoria sobre el estado de la agricultura en la provincia de Madrid y medidas convenientes para su desarrollo. Abela y Sainz de Andino, Eduardo. Imprenta Sucesores de Rivadeneira. Madrid, 1876.
  • Novísima guía de labradores, jardineros y arboristas, o tratado práctico de agricultura y economía rural.Tomo 1. García Sanz, José. Librería de Don Leocadio López. 2ª edición. Madrid, 1855.
  • Tratado del cultivo de la vid y modo de mejorarlo. Hidalgo Tablada, José de. Librería de la señora viuda e hijos de Don José Cuesta. Madrid, 1870.
  • Periódicos y revistas citados en el texto.



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