martes, 21 de agosto de 2018

Ignacio Rojo Arias, un morateño testigo y protagonista de la historia (I)

Abogado y periodista fueron sólo algunas de las actividades en las que destacó Ignacio Rojo Arias. Nacido en Morata en el primer tercio del siglo XIX, Rojo Arias fue también un destacado activista político, siempre desde su militancia en partidos progresistas a los que representó como parlamentario tanto en el Congreso de los Diputados como en el Senado. Destacado miembro de la masonería, una de cuyas logias nacionales llegó a presidir, fue también muy activo en su trabajo como abogado, interviniendo en asuntos tan conocidos como el llamado crimen de la calle Fuencarral. Testigo privilegiado de acontecimientos políticos que marcaron el siglo XIX, como La Gloriosa o el asesinato de Juan Prim, Rojo Arias nunca perdió el contacto con su pueblo natal y no dudó, por ejemplo, en defender gratuitamente a alguno de su vecinos.

Ignacio Rojo Arias nació en Morata de Tajuña el 1 de febrero de 1831* en medio de un agitado periodo político marcado por los meses previos a la muerte de Fernando VII, Ia I guerra carlista y el gobierno de la reina regente María Cristina, madre de la futura Isabel II. El recién nacido era hijo primogénito de Francisco Fructuoso Rojo Fernández de Lara y de Joaquina Arias Oliva. Según su partida de bautismo, fechada un día después de su nacimiento y firmada por Nicolás Lorenzo de Rada, párroco de la iglesia de la Purísima Concepción de Morata, al recién nacido se le impuso el nombre de Ignacio Guillermo y fue apadrinado por Guillermo Ortega y su mujer Ramona Rojo, vecinos de Madrid.
Según esta certificación, conservada en el archivo del Senado y emitida en el año 1872 por el entonces cura párroco de Morata Félix Pérez, los abuelos maternos de Ignacio Guillermo fueron Enrique Arias y María Oliva, ambos naturales y vecinos de Morata en el año del nacimiento de su nieto. Los abuelos paternos, por el contrario no eran naturales de Morata. Miguel Rojo, ya fallecido en la fecha del nacimiento de Ignacio, era natural de la localidad leonesa de Villamañán de Campos, mientras que su abuela paterna, Teresa Fernández de Lara, había nació en la localidad madrileña de Pinto.


Copia de la partida de nacimiento de Ignacio Rojo Arias

Miguel Rojo había llegado a Morata en los últimos años del siglo XVIII para ejercer como administrador del conde de Altamira. Como tal administrador de la Casa de Altamira en Morata, la familia residió en un ala del palacio condal, en la llamada Casa de la Administración, situada en la calle de la Cruz de Orozco esquina a la calle del Ciego. Su padre, con el tiempo, también trabajaría para los condes de Altamira en la provincia de León, concretamente en la localidad de Valderas, donde administraba el patrimonio de los Osorio de Moscoso procedente del marquesado de Astorga.
Ignacio Rojo, que se había trasladado con toda la familia a la provincia de León, estudió la carrera de Derecho en la Universidad de Valladolid. Con 22 años y ya licenciado ingresó en la carrera fiscal que ejerció, entre otros lugares, en la localidad madrileña de San Martín de Valdeiglesias.
En el plano personal, la muerte temprana de su padre le convirtió en el principal sostén de sus cinco hermanos, en un tiempo en el que compaginó su labor como abogado con una intensa actividad como periodista en el periódico La Iberia. En este diario de tendencia liberal progresista, surgido al amparo de la revolución de 1854 por iniciativa de Pedro Calvo Asensio, su primer director, practicaría Ignacio Rojo Arias un periodismo combativo, agresivo y polémico que le generaría, como veremos, no pocos problemas con la justicia en los años siguientes. En La Iberia –periódico que también dirigió años más tarde a la muerte de su fundador el que sería con el paso del tiempo jefe de la facción liberal en el periodo de la Restauración canovista, Práxedes Mateo Sagasta-, Ignacio Rojo expuso sus ideas progresistas durante varios años, con un periodo de silencio obligado cuando el poder conservador consiguió la suspensión momentánea del diario, aunque Rojo vería como reaparecía tras el triunfo de la revolución de 1868.

Litografía con la imagen de Ignacio Rojo Arias en 1869

Precisamente, uno de los artículos que Ignacio Rojo Arias publicó en La Iberia en los años previos a la revolución progresista le acarreó un largo proceso judicial del que salió finalmente declarado inocente, aunque en primera instancia fue condenado a 27 meses de cárcel. En el origen de este proceso está la denuncia por un presunto delito de injurias y calumnias presentada por el gobernador civil de Ciudad Real, Enrique Cisneros, contra Ignacio Rojo, quien en años anteriores había ejercido como teniente-fiscal en la provincia manchega.
La denuncia se basaba en un artículo publicado en el número 2.182 de La Iberia en el que el político y abogado morateño responsabilizaba al gobernador civil de Ciudad Real de realizar, entre otras actividades ilícitas, negociaciones prohibidas a los funcionarios públicos, ser participe de la usurpación al Estado de 4.000 fanegas de tierra y de abusar gravemente de su cargo. En la denuncia criminal presentada ante un juzgado de Madrid también se incluía al editor responsable de La Iberia, Inocente Ortiz Casado. Durante la vista, los dos denunciados se ratificaron en sus actos y afirmaciones y confirmaron que los hechos que aparecían en el polémico artículo de Rojo Arias eran ciertos.
En la sentencia hecha pública el 16 de noviembre de 1862 se condenaba a Rojo Arias a la pena de 27 meses de cárcel como autor convicto y confeso de los delitos de calumnia e injurias graves cometidas por escrito y con publicidad. En la misma sentencia se declaró inocente de los cargos presentados contra él a Inocente Ortiz.
Días después, en la edición de La Iberia del 20 de noviembre, los compañeros de Rojo Arias criticaban la decisión de la Justicia y afirmaban no comprender la sentencia condenatoria que ha recaído contra nuestro amigo. No analizaremos la sentencia, ni en su parte de exposición, ni en la dispositiva, ni compararemos si hay o no relación entre ambas. El señor Rojo lo hará con su acostumbrada lucidez en su día ante el Tribunal Superior. (La Iberia, 20 de noviembre de 1862).
Como afirmaban sus compañeros del periódico, Ignacio Rojo lógicamente presentó recurso contra la sentencia condenatoria ante instancias superiores. En el recurso se ratificó en la certeza de sus denuncias contra el gobernador civil publicadas en el artículo aparecido en La Iberia el 18 de mayo de 1861 y afirmó que como autor del artículo denunciado excuso no contener dicho artículo ninguna imputación calumniosa, ni injuria a nadie, y que los hechos contenidos eran completamente ciertos en todas sus partes.
Tras analizar tanto el recurso del político morateño como las alegaciones del gobernador civil de Ciudad Real en uno de los considerandos previos a la sentencia definitiva se señala que de la prueba aducida resulta la verdad de las afirmaciones hechas en el periódico La Iberia. Con estos y otros argumentos la Audiencia Territorial absolvió a Ignacio Rojo Arias de los delitos de injurias y calumnias en una sentencia que se hizo pública el 27 de noviembre de 1863.
Al comentar el fallo que absolvía a su compañero de la dura sentencia inicial, el periódico La Iberia indicaba:
(…) Esto indemniza al señor Rojo Arias de todos los perjuicios y quebrantos sufridos, y si a esta solemne declaración se agrega el afecto y general simpatía de la opinión pública, que ha seguido paso a paso este largo proceso, apreciando las dotes del señor Rojo Arias como hombre digno y enérgico, y como abogado distinguido, que ha hecho en todas las instancias su propia defensa, le felicitamos por las por las persecuciones de que ha sido objeto (…). (La Iberia, 3 de diciembre de 1863).
Tras evitar su paso por la cárcel y anular las penas accesorias de la condena inicial, Ignacio Rojo continúo con su actividad periodística y profesional como abogado pero, eso sí, sin olvidar su compromiso político. Se avecinaban años apasionantes en la política española, justo en los meses previos y siguientes a la caída de la monarquía encarnada en la figura de Isabel II, un periodo que daría paso al sexenio revolucionario del que Rojo Arias sería cronista, espectador privilegiado y protagonista de muchos de sus episodios más relevantes.

*Aunque en algunas fuentes aparece como fecha de nacimiento de Ignacio Rojo Arias el año 1832, hemos decidido optar por el año 1831 por ser el que aparece en su partida de bautismo.


Fuentes y bibliografía
  • Archivo del Senado. Leg. 389. Nº 4 (2).
  • Oratoria y periodismo en la España del siglo XIX. Seoane, María Cruz. Editorial Castalia. Madrid, 1977.
  • Periódicos y publicaciones citados en el texto.


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