jueves, 26 de septiembre de 2024

Juan Ramirez Ladrón de Ocariz, un hidalgo alavés en Morata (II)

En 1579 demandó al Concejo de Morata y demostró su hidalguía por sentencia de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid

El reloj de sol de la iglesia de Morata fue construido a iniciativa suya

Casi al mismo tiempo que el Concejo de Morata encargara a Juan Ramírez Ladrón de Ocariz que respondiera al cuestionario real conocido como Relaciones Topográficas de Felipe II, según veíamos en la última entrega del blog, la Real Audiencia de Valladolid trataba en su Sala de Hijosdalgo sobre el pleito que el propio Ramírez había presentado contra la villa de Morata y sus alcaldes y regidores para demostrar su hidalguía. También por esos años Juan Ramirez Ladrón de Ocariz financió la colocación de un reloj de sol en la misma torre de la iglesia de Morata donde, finalmente, el mismo acabó siendo enterrado bajo la lápida que aún se conserva y de la que tratamos la pasada semana.


Lamentablemente, el estado de conservación de la lápida de piedra que cubre la sepultura de Juan Ramírez Ladrón de Ocariz, y de su esposa María de Sepúlveda, y sobre la que tratábamos la pasada semana, no nos permite conocer con certeza la fecha de su muerte. Sí que conocemos otro aspecto determinante de la biografía de este vecino morateño: el pleito que planteó contra el Concejo para demostrar su condición de hidalgo y, por lo tanto, ser considerado exento del pago de la mayoría de los impuestos de la villa.

Este pleito se inició en el año 1578 cuando Juan Ramírez Ladrón de Ocariz presenta ante la Sala de Hijosdalgo de la Real Audiencia de Valladolid una petición de demanda contra los alcaldes, regidores, oficiales y hombres buenos de la villa de Morata para demostrar que era hombre hijodalgo notorio de su padre, abuelo y bisabuelo. Tal tipo de demandas, como ya hemos visto en algunas ocasiones en el blog, no dejaba de ser algo muy habitual en el reino de España entre los siglos XV y XVIII cuando quienes se consideraban hidalgos, y no eran tratados como tales en su lugar de residencia no dudaban en pleitear para que les fuera reconocido lo que consideraban un derecho que, entre otros privilegios, les eximía de pechar, pagar impuestos, como el resto de vecinos..

En su demanda Juan Ramírez Ladrón de Ocariz se quejaba de que al no ser reconocida su condición de hidalgo, como hijo, nieto y bisnieto de hidalgos, desde el Concejo de Morata le habían (...) hecho empadronar y prendar por pecho de pechero, (...) y no lo podían hacer como constaba y parecía por ciertos testimonios signados de escribano de que hacía presentación (…). Una vez presentada la demanda y la petición del reconocimiento de su condición de hidalgo, el Concejo de Morata, y también el fiscal de la Sala de Hijosdalgo de la Real Audiencia de Valladolid, manifestaron su oposición a dicha petición ante los alcaldes de sala encargados de juzgar dicha demanda. 

En sus alegaciones, el Concejo de la villa planteó que Juan Ramírez no había podido probar la hidalguía de él mismo y de sus antecesores por lo que se solicitaba la absolución del propio Concejo y la condena del denunciante imponiéndole sobre ello perpetuo silencio y condenándole por pechero llano y que como tal que pechase llanamente (…).

Probanza de la hidalguía y declaración de los testigos favorables al demandante

Ante la disparidad de las dos partes dimplicadas la Sala de Hijosdalgo actúo, como era preceptivo en estos casos, solicitando al demandante que probara la veracidad de su condición de hidalguía con la presentación de hasta once testimonios, realizados bajo juramento, de otros tantos testigos vecinos de la comarca alavesa de donde procedía Juan Ramírez Ladrón de Ocariz. 

Con estos testimonios, que se incorporaron al legajo que recoge todo el proceso judicial, los testigos debían declarar si conocían al demandante y, lo más importante, si conocían a sus antepasados y si estos eran reconocidos como hidalgos en su lugar de nacimiento y de residencia. En primer lugar aparece registrado el testimonio de Juan López de Ocariz, señor de la casa y solar de Ocariz y residente en la villa de Galarreta en la provincia de Álava:

(…) dijo ser de edad de setenta y un años, poco más o menos, y que no era pariente del dicho [Juan Ramírez] al que conocía desde niño pequeño y de poca edad en casa de sus padres del lugar de Heredia, en la dicha provincia de Álava, hasta que siendo mancebo se había ido a las partes de Castilla, hacía quince años poco más o menos (…) y había oído decir que se había casado y residía en una villa que se decía Morata (…). 

El testigo afirmó en su testimonio que sabía que Juan Ramírez tenía bienes raíces, como eran casas y heredades de su padre y que también había oído decir que en el lugar de Gordoa tenían ciertas tierras. También declaró que había conocido a Ramiro Ladrón de Ocariz, padre del que litigaba, al cual había conocido por tiempo y espacio de cuarenta y cinco años, poco más o menos (...) en casa de sus padres del lugar de Galarreta y después podía saber que se había casado en dicho lugar de Heredia.

En su testimonio, Juan López de Ocariz también se refería al padre del litigante [del que] había oído decir que tenía hacienda y vecindad de treinta años [en la villa de Heredia] y que era cosa pública que en el lugar de Goroa había tenido y poseía ciertas tierras y heredades y que había heredado de (…) Juan Ladrón de Ocariz, abuelo del que litigaba, al cual había conocido por tiempo y espacio de diez años, poco más o menos, siendo el susodicho vecino y morador del lugar de Galarreta con casa y otros bienes raíces (...).

En su declaración, este primer testigo se refiere también al bisabuelo de Juan Ramírez y afirma que se acordaba de decir y nombrarle sus mayores, que eran ya difuntos (...) vecino que había sido del dicho lugar que se llamaba Julio López de Ocariz, el cual había fallecido a la edad de ochenta años (…). Otros viejos -continua el testimonio en referencia al bisabuelo del litigante- decían que le habían conocido siendo casado y vecino del lugar de Galarreta y que era, dicen, descendiente legítimo por línea de varón de la dicha casa y solar de Ocariz (...) y tenía noticia que había sido hijo legítimo del dicho Juan Lopez de Ocariz.

(…) Otro sí dijo el testigo que había tenido y tenía al dicho juan Ramírez Ladrón de Ocariz por hombre hijodalgo notorio (…) porque en todo tiempo tenía declarado de suso haber conocido a las partes y lugares que tenía (…) por tales hijosdalgo notorios (…) y tenidos y convenientemente reputados en los dichos lugares de Galarreta, Heredia y en los demás lugares de la provi8ncia de Álava y sus comarcas y entre todas y en todas las partes (…) y no había visto ni oído decir lo contrario (…).

Para finalizar su declaración jurada este primer testigo presentado por Juan Ramírez Ladrón de Ocariz para demostrar su hidalguía indicó que tenía constancia de que nunca pagaron por pecheros y que siempre habían estado por los hijosdalgo y no habían pagado pechos (…).

El testimonio del resto de los testigos coincidía en todos los términos con la declaración de Juan López de Ocariz. Todos ellos residían en localidades de la cuadrilla (comarca) de Salvatierra, una de las ocho en que se divide el territorio de la provincia de Álava. En todos los casos, los once testigos confirmaron conocer al denunciante y a su padre, abuelo y bisabuelo, o en su caso, conocer a alguien que había conocido a los ascendientes más mayores como el bisabuelo de Juan Ramírez. También coincidían estos vecinos de Galarreta, Ocariz, Goroa y Heredia -localidad que aparece en la lápida de la iglesia de Morata como lugar de nacimiento de Juan Ramírez Ladrón de Ocariz- en que la familia directa del demandante y él mismo eran propietario de bienes raíces en sus lugares de residencia y nacimiento y, sobre todo, afirmaron que todos ellos eran hijosdalgos notorios y que como tales nunca había pechado y solo habían pagado la martiniega y cierta cantidad de trigo al duque del Infantado (…).

Tras recoger estos testimonios favorables a su pretensión de que le fuera reconocida su condición de hidalgo, la Sala de Alcaldes de los Hijosdalgo pronunció sentencia en el sentido de reconocer esta petición de Juan Ramírez Ladrón de Ocariz. La sentencia fue enviada al Concejo de la villa de Morata para que procediera a ejecutarla y a sacar al denunciante del padrón de pecheros. El 14 de octubre de 1579, reunido el Concejo morateño a campana tañida, se presentó ante el mismo la probanza de hidalguía de su vecino. 

En el mismo acto se informó a los asistentes que los responsables del propio Concejo habían consultado a expertos juristas, los doctores Ramírez Torres y Asensio López, sobre la posibilidad de recurrir la sentencia y estos habían aconsejado que la villa de Morata y sus representantes se apartasen y desistiesen de dicho pleito. En esta reunión, también se otorgó poder a Juan Toledano para que actuase en defensa de la villa de Morata ante la Real Audiencia de Valladolid y su Sala de Hijosdalgo, según consta en el acta firmada por los regidores morateños entre los que se encontraban Diego de Benavente, Gonzalo Ruiz, Melchor Mexía, Pedro Sánchez Páez y Francisco de Contreras, así como varios vecinos que, en el caso de los que sabían, firmaron el documento que se unió al expediente que recoge todo el proceso. 

El Concejo de Morata, pese a las opiniones en contra, presentó apelación a la sentencia que condenaba a la villa a reconocer la hidalguía de Juan Ramírez Ladrón de Ocariz. Vano intento pues, en una resolución fechada el 14 de enero de 1580, la Sala de Hijosdalgo de la Real Audiencia de Valladolid, ratificó dicha sentencia:

(…) fallamos que el dicho Juan Ramirez Ladrón probó su petición y demanda damosla, por bien probada y que los dichos fiscales de su majestad y la parte de los dichos alcaldes y regidores y hombres buenos de la dicha villa de Morata no probaron sus peticiones y damoslas por no probadas (…) declaramos que Juan Ramirez Ladrón de Ocariz y su padre y su abuelo y cada uno de ellos (...) en los lugares donde vivieron y moraron estuvieron siempre en posesión [de la condición] de hombres hijos de algo y de no pechar ni pagar ellos ni alguno de ellos (...) pechos ni tributos (…).

La apelación del fiscal, que alegó que el denunciante no era hijodalgo ni lo habían sido sus antepasados, antes habían sido pecheros llanos, porque no había probado lo que le convenía (…), tampoco fue atendida y se dio la sentencia por definitiva declarando al dicho Juan Ramirez Ladrón ser hombre hijodalgo en propiedadsegún una resolución firmada en la ciudad de Valladolid el 15 de noviembre de 1580 y que recogía también la solicitud del demandante para que se le diera copia de la carta ejecutoria, como se así se hizo tal y como se refleja en el propio expediente cuya conclusión definitiva se firmó el 14 de febrero de 1581.

Reloj de sol de la Iglesia de Morata (Fuente: foto del autor, año 2024)

Juan Ramirez Ladrón de Ocariz y el reloj de sol de la torre de la iglesia de Morata

La presencia de Juan Ramírez Ladrón de Ocariz en Morata, a finales del siglo XVI, nos ofrece un último e interesante capítulo de su trayectoria del que, aún hoy, conservamos un testimonio en piedra: el reloj de sol que se encuentra en el lado sur de la torre de la iglesia parroquial de Morata. Sobre la relación de Juan Ramírez Ladrón de Ocaríz con la construcción del reloj y la fecha en que fue colocado en su emplazamiento original ciertamente pueden planterase dudas que trataremos de aclarar con los datos de los que disponemos y que aparecen en el propio reloj de sol*. 

Hasta hace unos años, este reloj de sol aparecía claramente desubicado de lo que había sido su localización histórica. En algún momento, seguramente cuando se retiraron los restos de la antigua torre de la iglesia y se levantó la actual, justo al terminar la guerra civil, el reloj no volvió a colocarse en la nueva torre y fue reutilizado como piedra sillar en la valla que delimitaba el jardín anexo al templo. 

En este lugar permaneció hasta el año 2015 cuando, aprovechando las ultimas obras de reforma y limpieza de los muros externos de la iglesia, el reloj se recuperó y restauró para colocarlo en la pared sur de la torre para que recuperara su antigua función de señalar la hora. La principal incógnita que surge con este bien patrimonial se refiere a un aspecto fundamental como es conocer la fecha en que fue fabricado y colocado en la iglesia parroquial, un dato que suele aparecer en la mayoría de estos relojes de sol, sin ir más lejos, en otro reloj de sol que se conserva en la fachada de la huerta de Angulo, datado en 1580.

En el caso del reloj de la iglesia parroquial este dato no aparece aunque, según algunas fuentes que hemos consultado, parece factible que esta fecha pudiera haber desaparecido al haber trasladado el propio reloj desde su emplazamiento original. De hecho, tal como se puede observar hoy, el reloj presenta cierta asimetría entre la parte inferior y superior. Mientras en la inferior no aparece ningún texto grabado, algo que era habitual en otros relojes, en la parte superior sí que aparece una inscripción que creemos fundamental para datar el propio reloj e identificar a la persona que lo fabricó o, más bien y más probable, la persona que ordenó su fabricación.

Esta inscripción no deja lugar a dudas y se puede transcribir en la actualidad sin ninguna dificultad: Ioannes Latro me fecit**. Esta inscripción, en nuestra opinión, no puede sino corresponder a Juan Ramírez Ladrón de Ocariz. Para defender esta postura hemos buscado en distintos vecindarios y padrones de Morata y, en ningún caso, nos aparece una persona con este apellido, Latro o Ladrón, del que únicamente conocemos a dicho Juan Ramírez Ladrón de Ocariz***. 



*Era habitual, al menos en los ejemplares más antiguos de relojes de sol, que la leyenda que acompañaba a las horas del reloj apareciera en latín, como sucede en este caso. También era habitual que el reloj contara con una leyenda, o divisa, en latín que reproducía alguna frase de autores clásicos como Ovidio o Cicerón. No es el caso del reloj de sol de la parroquia de Morata que no cuenta con ninguna de estas divisas, o al menos no se conserva, como sí sucede con el ya citado reloj de la Huerta de Angulo donde se aprecia la leyenda Sig vita tu fugit hora (Como la hora, la vida huye).


**En la web www.relojesdesol.info se explican las características del reloj de la iglesia parroquial de Morata realizada antes de que fuera trasladado a su emplazamiento actual: Reloj de sol vertical ligeramente declinante a Levante desubicado. Labrado en piedra caliza de Colmenar de 115 x 75 cm, forma parte de la tapia que rodea la Iglesia. Al reloj parece que le han caído todas las desgracias; como no debía ir bien, le duplicaron las líneas y la numeración de las horas, le ha desaparecido el gnomon que debía ser en chapa de hierro triangular y estaba sujeto con plomo y por último lo quitan y aprovechan la piedra para hacer la tapia. Numeración arábiga duplicada en ambos lados. La parte inferior no se aprecia por estar enterrada, quizá incluya la fecha. En la parte superior lleva la inscripción “JOANNES LATRO ME FECIT”.

Otro experto en relojes de sol, Pedro Novella, en un trabajo publicado en la web www.elsolieltemps.com también recoge las vicisitudes por las que pasó el reloj de sol de la iglesia parroquial de Morata. Novella señala en este trabajo al referirse al reloj y el posible autor del mismo:

Rectangular horizontal (175x75). Vertical declinante a levante (dos trazas). Marco labrado en hueco. Semicírculo distribuidor cerrado. Horas en números arábigos, de 6 de la mañana a 5 de la tarde. 5 falciforme invertido en una traza y en 'S' en la otra, 8 en bucle abierto de trazo superior recto (grafía de finales del XVI y principio del XVII [lo que también permitiría asignar su factura a Juan Ramírez Ladrón de Ocariz por coincidencia en el tiempo]). Inscripción de autor en la parte superior: IOANNES LATRO ME FECIT", esto es, Juan Ladrón (¿de Ocariz?) me hizo.


*** En la documentación que hemos consultado para elaborar las dos entregas del blog sobre Juan Ramírez Ladrón de Ocaríz, este antiguo vecino de Morata no siempre aparece citado con su nombre completo. En el siglo XVI los apellidos podían escribirse en un orden distinto al habitual: apellido del padre, en primer lugar, apellido de la madre, en segundo lugar. En el caso de Juan Ramírez Ladrón de Ocariz el apellido Ramírez , que debía corresponder a su familia materna, no aparece en ningún momento en la documentación consultada y desaparece en algunos casos que hemos localizado en el extenso legajo que recoge el pleito ante la Real Chancillería de Valladolid para probar su hidalguía. Por otra parte, en el propio reloj de sol, el nombre se abrevia aún más y solo aparece un escueto Ioannes Latro.



Fuentes y bibliografía:

  • Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid. Estudio introductorio. Alfredo Alvar Ezquerra. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.

  • Historia de la villa de Morata de Tajuña. Torre Briceño, Jesús Antonio de la. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999. (Transcripción de las respuestas al interrogatorio de las Relaciones Topográficas de Felipe II).

  • Https://auname3ndi.eusko-ikaskuntza.eus/ocariz/ar-99892.Consultado el 16 de septiembre de 2024.

  • Código de derecho canónico. Libro IV, parte III, título I, capítulo V, canón 1242.

  • https://atlasetnografico.labayru.eus/index.php/La_inhumacion_en_el_interior_de_la_iglesia. Consultado el 16 de septiembre de 2024.

  • Ejecutoria del pleito litigado por Juan Ramírez Ladrón de Ocariz, vecino de Morata de Tajuña (Madrid), con el fiscal del rey y el concejo y pecheros de la dicha villa sobre su hidalguía. Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. Registro del Sello. Registro de ejecutorias, Caja 1435, 28.

  • Leyendas latinas en los relojes de sol. Jesús de la Calle. http://relojesdesol.info/files/Leyendas-latinas-AARS-1997.pdf. Consultada el 20 de septiembre de 2024.

  • Relojes de sol, reutilización, reconversión. Pedro Novella. www.elsolieltemps.com., consultada el 16 de septiembre de 2024.



jueves, 19 de septiembre de 2024

Juan Ramírez Ladrón de Ocariz, un hidalgo alavés en Morata (I)

Su lápida sepulcral se conserva en la torre del campanario de la iglesia de Morata
En el 1579 actuó como informante en la redacción de las Relación Topográficas de Felipe II

Una antigua lápida con una inscripción y un escudo de armas se conserva aún en la torre del campanario de la iglesia parroquial de Morata. A partir de aquí hemos tratado de averiguar el texto que aparecía grabado en la losa y, sobre todo y más importante, a quién pertenecía la sepultura y cuál era la pequeña o gran historia de este de momento desconocido personaje, cuyos restos moran desde hace siglos en la iglesia de la Inmaculada Concepción de Morata.


Cuando publicamos las entregas que aparecen, más o menos regularmente, en el blog sobre la Historia de Morata lo habitual es que las imágenes que acompañan al texto sean el colofón a un trabajo previo que empieza por la búsqueda de documentación y fuentes históricas, la transcripción, en su caso, de los documentos históricos y la redacción del texto final, normalmente acompañado de algunas imágenes que completen la información.

La elección de estas imágenes que aparecerán en el blog ocupa, casi siempre, el último lugar en esta secuencia de trabajo. En esta ocasión no sucede así ni por este orden. La entrega semanal del blog y la redacción de su contenido parten de unas imágenes fotográficas que recogían varias tomas de una lápida localizada junto a la entrada de la torre del campanario de la iglesia de Morata. Estas imágenes mostraban una lapida, y por tanto un enterramiento, con un texto no siempre legible que, en definitiva, pese a las incógnitas que escondían, venían a señalar la antigüedad de la propia lápida y la necesidad de transcribir la inscripción como punto de partida para intentar averiguar a quien pertenecía.

Lamentablemente, después de un exhaustivo análisis de la losa nos ha resultado imposible completar la inscripción que se talló en la piedra*. Este inconveniente, no menor, se pudo solventar, al menos en parte cuando se confirmó el nombre que parecía al comienzo del texto de la lápida. A partir de aquí, comenzó realmente la investigación sobre el personaje. 

Aquí está [sic] sepultados Juan Ramírez de Ocariz, natural de Heredia en la provincia de Álava y Doña María de Sepúlveda, su mujer, natural de Ocaña, falleció en (…) años y (…) ¿9? de febrero del año (…)La transcripción de este texto contiene, por fortuna, el nombre del personaje que yace bajo la lápida: Juan Ramírez [Ladrón] de Ocariz, un vecino de Morata que habitó en la villa en las décadas finales del siglo XVI y que nos dejó muchas pistas documentales sobre su trayectoria vital 


Vista parcial de la lápida situada en la torre De la Iglesia de Morata (Fuente: Elena Sánchez).

Quien fue Juan Ramirez Ladrón de Ocariz.

En primera instancia hay que aclarar que Juan Ramirez Ladrón de Ocariz no siempre aparece con esta denominación completa en los documentos y otros vestigios donde aparece citado. Afortunadamente, en uno de los textos más utilizados de la pequeña historia de Morata aparece reflejado con su nombre completo este Juan Ramírez Ladrón de Ocariz. Se trata de las Relaciones Topográficas de Felipe II, elaboradas entre 1579 y 1580 por orden del llamado rey prudente.

Recordaremos que estas Relaciones Topográficas de Felipe II, sobre las que ya hemos tratado en repetidas ocasiones en blog, consistieron en la elaboración de un cuestionario, de alrededor de 40 preguntas, al que debían de responder todas las ciudades, villas y lugares del reino. Cuestiones como el número de vecinos, los ríos que pasaban por su término, las villas limítrofes, su riqueza agrícola o ganadera y sus monumentos o edificios más destacados aparecían en estas relaciones con las que Felipe II trataba de contar con una información básica con la que gobernar sus dominios. 

Para dar respuesta a estas cuestiones la propia orden real señalaba que se eligiera a aquellos informantes que tuvieran un conocimiento previo de las cuestiones planteadas. En el caso de Morata, villa de la que existen dos versiones de las Relaciones, redactadas en los años ya citados, uno de estos informantes y responsable de las respuestas del año 1579 es el propio Juan Ramírez Ladrón de Ocariz. Transcribimos a continuación el encabezamiento del documento que recoge estas primeras respuestas al cuestionario real, según la transcripción de Juan Antonio de la Torre Briceño en su libro sobre la historia de Morata, en las que se cita al propio Juan Ramirez Ladrón de Ocariz como informante: 

(…) Por virtud del cual dicho mandamiento y cédula real en él inserta que les fue notificada y de la relación e instrucción que de suso va incorporada, ellos cumpliéndolo ]los alcaldes y regidores de Morata] dijeron que nombraban y nombraron por personas para que hagan la dicha relación y respondan a cada capítulo de ella de por sí clara y verdaderamente poniendo las cosas de memoria que en la dicha villa hay y sin encubrir ninguna a Bautista Sánchez Páez y Juan Ramírez Ladrón de Ocariz, vecinos de la dicha villa, a los cuales así mandaron lo hagan y cumplan so pena de prisión y así lo proveyeron y mandaron (…).

Hoy nos puede sorprender la amenaza, nada velada por cierto, de que los dos informantes seleccionados entre los vecinos de la villa se enfrentaban a la pena de prisión en el caso de no obedecer a su nombramiento por parte del Concejo de Morata. Resulta también extraño que para realizar el trabajo ordenado por el rey, Juan Ramirez de Ocariz fuera uno de los dos informantes elegidos por las autoridades de la villa, sobre todo si tomamos en consideración que, como veremos más adelante, el citado Juan Ramírez no era oriundo de Morata, situación que sí se daba en el otro informante seleccionado, Bautista Sánchez Páez, perteneciente a una familia instalada en Morata desde hacia bastantes generaciones. En cualquier caso, Juan Ramírez Ladrón de Ocariz aceptó el trabajo y lo llevó a cabo tal como consta en la documentación:

(…) Y después de lo susodicho en la dicha villa de Morata en este día del dicho mes de diciembre del dicho año de mil quinientos setenta y nueve años, yo el escribano notifiqué lo susodicho a los dichos Juan Ramírez Ladrón de Ocariz y Bautista Sánchez Paz en sus personas, las cuales dijeron que lo oían, y están prestos de lo cumplir, y de ello doy fe, Pedro Pardo, escribano.Y después de lo que es dicho en la dicha villa de Morata a veinte y nueve días del dicho mes de diciembre del dicho año ante mí el dicho escribano los dichos Juan Ramírez y Bautista Sánchez se juntaron a hacer dicha relación como del fue mandado, la cual hicieron en la forma siguiente (…).

Omitimos incluir el texto de las 41 respuestas de las Relaciones que redactaron Bautista Sánchez Páez [en algunas ocasiones aparece como Paz en lugar de Páez] y Juan Ramirez Ladrón de Ocariz, pero sí que destacaremos algunos datos que nos interesan sobre la propia lapida que se conserva en la torre de la iglesia de Morata, su datación y el nombre que aparece inscrito en la misma. Sobre la datación de la lápida, asunto muy difícil de resolver pues aparece ilegible en la propia losa, la fecha de las Relaciones de Felipe II nos sitúan al personaje como vecino de Morata en 1579. Y más importante aún, el nombre de Juan Ramirez Ladrón de Ocariz del mismo texto de las citadas Relaciones nos confirman que es la misma persona cuyo nombre aparece grabado en la piedra sepulcral. Es cierto que en la lápida no aparece el Ladrón del apellido compuesto pero otras circunstancias, que iremos viendo, nos confirman que se trata de la misma persona, de nombre Juan Ramirez de Ocariz, enterrada** en la torre de la iglesia de Morata.

Por otra parte, una pequeña investigación y también la misma losa nos lleva a conocer algunos más datos de la biografía de Juan Ramírez Ladrón de Ocariz. Tal como aparece en la inscripción de la propia piedra, Juan Ramirez era oriundo de la villa de Heredia un pequeño lugar de la provincia de Álava, perteneciente al municipio de Barrundia. Su familia paterna, ya que poco sabemos de la materna a pesar de llevar el apellido Ramírez en primer lugar, procede en su totalidad de la cuadrilla alavesa [comarca] de Salvatierra: además del lugar Heredia, los antepasados de Juan Ramirez Ladrón de Ocariz procedían de villas y lugares como Galarreta y Ocariz. 

La propia lápida nos ofrece también más información sobre su propietario con el escudo heráldico que encabeza el texto inscrito. Al parecer, esculpir el escudo de armas familiar en la sepultura era una costumbre muy arraigada entre los miembros de la nobleza y pequeña nobleza vascongada a la que pertenecía Juan Ramírez Ladrón de Ocariz, aunque la mayoría lo hacia en la parte central de la lápida y no en la parte superior como sucede en el caso de la que ocupa la torre de la iglesia parroquial de Morata. Una de las ramas de la familia Ocariz tiene como escudo familiar, según los tratados de heráldica, un castillo de su color, oro, y un hombre asomado a una de sus ventanas. El paso del tiempo, alrededor de 400 años, ha difuminado muchos detalles del escudo familiar en la lapida pero aún se aprecia perfectamente el castillo almenado que confirmaría la condición de pertenencia a la nobleza de Juan Ramírez Ladrón de Ocariz. Sobre este asunto, que generó en su tiempo problemas en el ámbito legal a nuestro protagonista, trataremos en la próxima entrega del blog en la que también hablaremos de un curioso legado, que aún se conserva, y que Juan Ramírez Ladrón de Ocariz dejó al pueblo de Morata.

Detalle del escudo del apellido Ocariz en la lápida (Fuente:Elena Sánchez).


*Desde aquí animo a quién pueda estar interesado a intentar transcribir en su totalidad la lápida sepulcral de Juan Ramirez Ladrón de Ocariz y así completar la información sobre el personaje.


**Los enterramientos en el interior de las iglesias cristianas fue una práctica habitual desde la Edad Media, al menos desde 1180, aunque es bien es cierto que no todos los fieles tenían permitido estos enterramientos intramuros y que la mayoría de los feligreses recibían sepultura en el exterior de los templos. Lo habitual hasta entrado el siglo XIX es que las familias pertenecientes a la nobleza, junto con los miembros de la jerarquía católica, fueran enterrados en el interior de las iglesias, bien en las capillas apadrinadas por las familias de la nobleza o en otros lugares como las criptas o incluso el altar mayor. Era una realidad en esas épocas que, cuanto más cerca se encontrara el enterramiento del altar mayor, más influyente se consideraba al difunto y su familia. Carlos III fue el monarca que limitó el enterramiento en el interior de las iglesias por los problemas sanitarios que provocaba esta práctica y, a lo largo del siglo XIX se fueron construyendo los cementerios a las afueras de pueblos y ciudades. El propio derecho canónico, en su canon 1242 prohibe estas prácticas 1242: No deben enterrarse cadáveres en las iglesias, a no ser que se trate del Romano Pontífice o de sepultar en su propia iglesia a los Cardenales o a los Obispos diocesanos, incluso «eméritos». Esta norma tiene algunas excepciones en tanto que no afecta a los enterramientos que se realizan, incluso en la actualidad, en las criptas de las iglesias y catedrales.



Fuentes y bibliografía:

Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid. Estudio introductorio. Alfredo Alvar Ezquerra. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.

Historia de la villa de Morata de Tajuña. Torre Briceño, Jesús Antonio de la. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999.(Transcripción de las respuestas al interrogatorio de las Relaciones Topográficas de Felipe II).

Https://auname3ndi.eusko-ikaskuntza.eus/ocariz/ar-99892.Consultado el 16 de septiembre de 2024.

Código de derecho canónico. Libro IV, parte III, título I, capítulo V, canón 1242.

https://atlasetnografico.labayru.eus/index.php/La_inhumacion_en_el_interior_de_la_iglesia. Consultado el 16 de septiembre de 2024.














 

jueves, 12 de septiembre de 2024

Morateños en las órdenes militares: Fernando Vicente de la Cerda, escritor y caballero de Santiago 

Marques de la Rosa y emparentado con la casa ducal de Medinaceli nació en Morata en 1680

Ingresar en alguna de las órdenes militares españolas -Santiago, Calatrava o Alcántara- era un objetivo prioritario para los miembros de la nobleza española desde la Edad Media. Para ingresar en ellas era necesario superar un exigente proceso para demostrar la limpieza de sangre no sólo del pretendiente sino de sus ascendientes por línea materna y paterna. Fernando Vicente de la Cerda Dentí, nacido en Morata en 1680, superó en 1697 las pruebas exigidas a los futuros caballeros de Santiago. Ya en su madurez, el V marqués de la Rosa fue autor de varias obras literarias en prosa y verso. 



En mayo de 1697 Fernando de la Cerda Dentí inició el proceso que le permitiría ser nombrado caballero de la Orden de Santiago. Muchos de sus antepasados, su padre y su abuelo paterno entre ellos, llamados también Fernando de la Rosa, habían superado el exigente expediente con el que se trataba de demostrar que, tanto por línea paterna como materna, el pretendiente era hijo de matrimonio legítimo y cristiano viejo, sin sangre judía o mora entre sus antepasados y sin haber practicado oficios viles.

Fernando de la Cerda Dentí que había nacido, como veremos, en Morata en el mes de enero de 1680, solicitó su ingreso en la orden de Santiago en el mes de mayo de 1697 y, con 17 años cumplidos, depositó una cantidad en metálico, cien ducados, para cubrir los gastos generados por el mismo.

El extenso legajo que recoge el expediente de ingreso en la orden de Santiago del futuro marqués de la Rosa -título concedido a su tatarabuelo por Felipe V-, se inicia con el nombramiento de los responsables de verificar las pruebas del pretendiente:

Sabed que Don Fernando Vicente de la Cerda y Dentí nos hizo relación desea entrar en la dicha Orden y vivir en la observancia, regla y disciplina de ella, por devoción que tiene al Bienaventurado Apóstol Señor Santiago, suplicándonos le mandásemos admitir y dar el ábito [sic] e insignia de la misma orden, y porque la persona que hubiere de ser recibida en ella, para tenerle ha de ser hidalgo, así de parte de padre como de madre, al modo y fuero de España (…). 

(…) dada en Madrid a seis días del mes de mayo de mil setecientos y noventa y siete años.

Como responsables de investigar entre los antepasados paternos de Fernando de la Cerda Dentí se designó para hacer la parte de estas pruebas que toca a la naturaleza de la varonía paterna que toca a Castilla a Don Diego Alonso del Rivero y Posada y Luis de los Cobos, caballero y religioso profeso de la orden de Santiago (…).

Todos los aspirantes a ingresar en la orden de Santiago debían contar con el testimonio de una serie de testigos que, bajo juramento, respondían a un conjunto de 10 preguntas con las que se trataba de demostrar la pureza de sangre del aspirante a ingresar en la orden. Se trataba también de aportar datos como la edad, lugar de nacimiento del pretendiente, de su padre y de su madre y de sus abuelos maternos y paternos.

También debían declarar si tenían relación de parentesco con el pretendiente y responder si el pretendiente y sus padres y abuelos estaban considerados como hidalgos y que no les toca mezcla de judío, ni moro ni converso en ningún grado, por remoto y apartado que sea (…). También era necesario demostrar que tanto el pretendiente como sus antecesores no habían sido mercaderes o cambiadores o hayan tenido algún oficio vil e mecánico (…), así como testificar sobre la capacidad del pretendiente de cabalgar a caballo, y si poseía una caballería. La última pregunta del cuestionario hacia retrotraerse a los testigos hasta los ascendientes en cuarto grado del pretendiente para demostrar que tanto por línea de varón como por línea femenina no hayan sido o fueren condenados por el Santo Oficio de la Inquisición por herejes (…).

El expediente Fernando de la Cerda Dentí, natural de la villa de Morata, donde nació de paso, incluye la genealogía del aspirante:

Padres

Don Fernando de la Cerda y Trejo, marqués de la Rosa, comendador de las Casas de Córdoba en la misma orden, del Consejo de su Majestad en el Supremo de Italia y mayordomo de la reina nuestra señora, es natural de la ciudad de Vitoria, donde nació de paso, siendo su padre del Consejo de Cantabria y gobernador de las Armas de aquellas provincias, y doña Juana Dentí y Castelí, natural de Palermo en el reino de Sicilia.

Abuelos paternos

Don Fernando de la Cerda comendador de las Casas de Córdoba en la Orden de Santiago, gentilhombre de la Cámara y capitán de la Guardia del Serenísimo Infante Cardenal del Consejo de Guerra de Su Majestad y mayordomo de la reina Doña Mariana de Austria, fue natural de Esparraguera en la Extremadura, y Doña Angela de Trejo y Monroy, marquesa de la Rosa, señora de honor de la misma reina, fue natural de Burgos, donde nació de paso, siendo corregidor de aquella ciudad el marqués Don Francisco de Trejo, su padre, caballero de la Orden de Calatrava.

Abuelos Maternos

Don Vicente Dentí duque de Peraino y Doña Angela Castelí, natural de Palermo, del reino de Sicilia. Presentó y firmó esta genealogía como padre y legítimo administrador del pretendiente y suplico a V. M. que su nacimiento y los de los marqueses de la Rosa, su padre y abuela paterna que fueron de paso en Morata, Vitoria y Burgos donde no tienen origen ni ascendencia, como consta y fe de bautismo que presentan se hagan en esta corte que así lo permite S. M. para las pruebas del marqués de la Rosa, su padre.

Es copia de la genealogía original que se presentó en el Consejo en seis de mayo de seiscientos y noventa y siete, a la cual se proveyó el decreto siguiente. Deposité cien ducados de plata a fianza, y los nacimientos del pretendiente, su padre, y abuela paterna que fueron en Morata, Vitoria y Burgos, se hagan por se paso en esta corte como lo pide.

Este apartado del expediente cita cómo Fernando de la Cerda, cuyos antepasados por parte de padre eran todos miembros de la orden de Santiago -excepto su abuelo materno, que lo era de Calatrava-, llegó a nacer de paso en Morata, villa en la que su familia no tenía ningún vínculo ni propiedad y asunto sobre el que trataremos más adelante.

Expediente de limpieza de sangre de Fernando de la Cerda (Fuente: Artchivo Histórico Nacional).

Toma de declaraciones a los testigos en Esparraguera, Madrid e Italia

Según se especifica en el expediente los encargados del mismo se desplazaron a la villa de Esparraguera, lugar de origen de su familia paterna. En esta localidad presentan su testimonio, el 24 de mayo de 1697, diez vecinos que, como es lógico, a la primera pregunta contestan que no conocen al pretendiente Fernando de la Cerda, aunque si se refieren tanto a su padre como a su abuelo y bisabuelo* que sí que tuvieron relación con esta villa, actualmente perteneciente a la provincia de Badajoz.

Posteriormente, los responsables de controlar las pruebas se desplazaron a Madrid. En la capital del reino prestan testimonio hasta 14 testigos, todos ellos miembros de la nobleza y relacionados con la Corona y la corte de Carlos II y sus esposas. El siete de julio, por ejemplo, se recoge la declaración de Juan Campuzano, caballero de la orden de Santiago que afirma que conocía al pretendiente Don Fernando Vicente de la Cerda Dentí que será de edad de diez y seis años, poco más o menos, el cual oyó decir había nacido en la villa de Morata con ocasión de hallarse en ella a recreación [sic] de sus padres a los cuales conoce (…).

En el mismo sentido se manifiestan todos los testigos que participaron en el expediente: Baltasar Enríquez, marques de Villalba; Fernando de Sojo, caballero de la orden de Alcántara; Juan Guzmán, del Consejo de Hacienda de Carlos II; Francisco de Abarca, de la Real Guardia Alemana; Carlos del Castillo, conductor [sic] de embajadores; Gonzalo Pacheco, caballero de Santiago y ayuda de Cámara del rey; Luis de Pernía y Girón, caballero de Santiago y gentil hombre de boca de Carlos II y, entre otros, Luis Salazar y Castro, procurador general de la orden de Calatrava y ayuda de Cámara del rey. En total, fueron 24 los testigos que, en el reino de Castilla, certificaron la limpieza de sangre de Fernando Vicente de la Cerda, a los que se unieron los 22 testigos que, durante el mes de julio de 1697, prestaron declaración en favor del pretendiente en la isla de Sicilia, de donde era originaria su madre, Juana Dentí. Según la transcripción, estos testimonios favorables al pretendiente se enviaron a Madrid en 30 folios debidamente certificados y compulsados por un escribano público. 

En los testimonios prestados por los 14 vecinos de la villa de Madrid sobre la limpieza de sangre del pretendiente y de todos sus antepasados aparece en la respuesta a la primera pregunta el motivo del nacimiento de Fernando Vicente de la Cerda y Dentí en Morata. En todos ellos se reseña, con expresiones muy similares -hallándose con motivo de recreación en ella sus padres hallándose en ella a recreo sus padres- que este nacimiento tuvo lugar cuando el matrimonio de la Cerda Dentí se encontraba en la villa, posiblemente en el palacio del III marqués de Leganés, Diego Dávila Mesía y Guzmán.

Sobre el nacimiento de Fernando Vicente de la Cerda en Morata el expediente incluye un documento definitivo aportado, en el mes de junio de 1697, por el padre del pretendiente. Se trata de la partida de bautismo de su hijo: 

(…) la cual está compulsada por Manuel Francisco Sánchez, escribano de la villa de Morata, en que refiere (…) el licenciado Francisco Paris (…) de la parroquia de la dicha villa por quien es firmada y tiene la fecha de veinte y ocho de enero de mil seiscientos y noventa y cinco en que se hizo en forma y a la vuelta (...) se haya la partida compulsada que dice así:

En la villa de Morata en cuatro días del mes de febrero de mil seiscientos y ochenta años, don Juan Antonio García, cura propio de la parroquia de esta dicha villa bauticé (…) a un hijo de Don Fernando de la Cerda y Trejo y Doña Juana Dentí, sus padres de legítimo matrimonio y residentes en esta dicha villa, al cual se puso por nombre Fernando Vicente Juan Manuel Cayetano que nació en veinte y siete días del mes de enero del dicho año, sus padres marqueses de la Rosa. Fue su padrino el padre Don Bartholomé Casseli, religioso en el convento de Copacavana de la villa de Madrid, de la orden de San Cayetano, advertido de la obligación que tiene. Siendo testigos el licenciado Juan Páez, el licenciado Juan (…), el licenciado Cristóbal González y Eugenio González, vecinos de esta dicha villa. Y lo firmé:

Don Antonio García.

El 29 de julio de 1697, completadas las pruebas y testimonios que se recogían en un total de 97 folios -el expediente completo sumaba 160 folios- Fernando de la Cerda Dentí ingresó en la orden de Santiago como sucedió con hasta 18 miembros de la familia de la Cerda que también fueron reconocidos como caballeros por la misma orden. 

Autor de obras en prosa y en verso

Fernando de la Cerda, del que desconocemos si a lo largo de su vida llegó a mantener alguna relación con Morata, como villa de su nacimiento, fue un autor de algunas obras literarias en prosa y en verso. En un manuscrito conservado en la Biblioteca nacional se recoge parte de estos trabajos entre los que destaca un auto sacramental, Universidad de amor y grado doctoral de Cristo. Otras obras de Fernando de la Cerda conservadas en este manuscrito son el Sermón a la Purísima Concepción, el romance Acto de Contricción y el Coloquio alegórico al nacimiento de Nuestro Señor.




*Aunque una de las condiciones, entre otras, de las pruebas para obtener el nombramiento de caballero de Santiago exigía que el pretendiente y sus antecesores fueran hijos de matrimonio legitimo, entre los antepasados de Fernando Vicente de la Cerda Dentí, aparecía su abuelo paterno, Fernando de la Cerda y González, que nació sin que sus padres, Fernando de la Cerda y Silva y Juana González, estuvieran casados. El hecho de que su bisabuelo paterno fuera a su vez hijo de Juan de la Cerda, el poderoso duque de Medinaceli, pudo influir en que esta circunstancia no impidiera su nombramiento como caballero. En el expediente se recoge así: 

(…) y que Don Fernando de la Cerda que fue de la orden de Santiago comendador de las casa de Córdoba, abuelo paterno del pretendiente, fue hijo natural de Don Fernando de la Cerda, caballero de la orden de Alcántara y comendador de Esparraguera de Lares de dicha orden y de Doña Ana González (…) vecina y natural de dicha villa de Esparraguera hallándose ambos solteros y capaces de contraer matrimonio y el dicho padre del abuelo paterno [fue] hijo legítimo de los duques de Medinaceli, Don Juan de la Cerda y Doña María de Silva (…).



Fuentes y bibliografía:

  • Archivo Histórico Nacional. OM-Caballeros Santiago, Caja 364-Expediente 1882 de Fernando Vicente de la Cerda y Dentí.

  • Índice de pruebas de los caballeros que han vestido el hábito de Santiago desde el año 1501 hasta la fecha. Vignau, Vicente, Uhagón, Francisco R. de. Tipografía de la viuda e hijos de M. Tello. Madrid 1901.

  • Biblioteca Nacional. Manuscrito 7031 BN.












jueves, 5 de septiembre de 2024

Usos y prácticas de la caza en Morata y su entorno (II)

Durante la segunda mitad del siglo XIX los Altamira arrendaron la caza del coto de El Bosque
En 1900 se produjo un grave motín para protestar contra el acoso de la Guardia Civil a los furtivos

Con el cambio de siglo y el paso del XVIII al XIX el acceso a la práctica de la caza se popularizó y se extendió entre las clases más modestas. La nobleza, sin embargo, seguía manteniendo sus privilegios y sus cotos exclusivos, sin ir más lejos en Morata donde los Altamira conservaban su coto de El Bosque. Mientras tanto, el control de la caza no dejó de generar problemas entre las autoridades y los cazadores más modestos, casi siempre con el socorrido furtivismo como origen de los conflictos. 



Que la práctica de la caza se popularizó ya desde comienzos del siglo XIX en relación con épocas pasadas se comprueba con una noticia aparecida en agosto de 1801 en el Diario de Madrid y que hacía referencia a un entorno muy cercano a Morata y los pueblos vecinos de Perales de Tajuña y Arganda del Rey:

Quien quisiere arrendar la granja del Campillo, con su casa, cercado y demás terreno de su coto, sito entre los pueblos de Arganda, Perales de Tajuña y Morata, acuda a hacer su postura ante el padre abad mayordomo del monasterio de nuestra Señora de Monserrat, villa de Madrid. Dase de término hasta el día 15 del corriente mes de agosto, y se rematará en el mejor postor bajo condiciones y pactos que se acordaren. (Diario de Madrid, 7 de agosto de 1801).

Este terreno situado en el paraje de El Campillo se cedía a quien estuviera dispuesto a pagar el arrendamiento, una práctica que no era nada habitual hasta entonces y que, como veremos, también llegó al mismo término municipal de Morata. Por otra parte, que la caza ya estuviera más extendida más allá de la nobleza y la monarquía no significaba que las autoridades hubieran abandonado su papel a la hora de vigilar esta actividad, tanto por motivo de la misma práctica de la caza y el respeto a las épocas de veda como por el control de las propias armas de fuego. No en vano, el país vivió una época convulsa, a principios de siglo, primero con la guerra de la independencia y posteriormente con la imposición del absolutismo por parte de Fernando VII, el triunfo del liberalismo y, al fin, una nueva vuelta de las ideas más conservadoras a partir de 1823.

Con estos vaivenes políticos, las autoridades tenían claro que debían controlar la tenencia y uso de las armas y así se lo hacían saber a los responsables políticos de las zonas rurales, donde más presencia tenían los cazadores. En 1823, justo después de que se pusiera fin al trienio liberal, una comunicación a los pueblos del partido judicial de Chinchón recordaba la obligación de vigilar la actividad de los cazadores y controlar que todos contaban con la correspondiente licencia: 

Restablecido el gobierno del Rey nuestro señor como se hallaba antes del aciago día del 7 de marzo de 1820, lo ha sido por consecuencia el Juzgado de Veda, de Caza y de Pesca (…) habiéndose aprobado por el Supremo Consejo de Castilla el Edicto de que acompaño a V. un ejemplar, lo hará fijar en el sitio acostumbrado para que nadie alegue ignorancia.

Jamás ha sido tan precisa la vigilancia para el uso de armas de fuego como en el día, pues así lo exige la seguridad pública; por lo tanto encargo a V. vele eficazmente que ninguna persona salga a cazar con escopeta en el término de ese pueblo, ni permita que los de otro lo hagan sin la correspondiente licencia mía (…) y el que contraviniere sufrirá la pena que se le impone el artículo 15 de la Real Orden inserta en dicho edicto (…).

Madrid, 25 de agosto de 1823.

(Archivo de la Ciudad de Arganda del Rey. 25/08/1823. Orden de Manuel José de Urbizu a la villa para que se vigile que nadie sale a cazar con escopeta sin su permiso).

Esta orden incide en el control de los cazadores y sus armas y, en el mismo sentido, se explica otra que emitió el subdelegado de policía del partido de Chinchón en 1826:

(…) Me consta que en el año anterior se ha cazado sin licencia, ya con galgos, ya con escopeta, por personas que lo verificaban a la vista de las autoridades de varios pueblos de esta subdelegación, bien por patrocinio de estas o bien por un abandono culpable y digno de castigo, siendo consiguiente en esta conducta criminal el desprecio con que por dichas autoridades se minaban los preceptos soberanos. Yo espero de ustedes que en el presente año no darán lugar a que se repitan tales excesos que sobre perjudicar en gran parte a los intereses del ramo, da una baja idea de la institución del mismo cuando sus disposiciones o se desprecian o no se cumplen (…).

(Archivo de la Ciudad de Arganda. 10/07/1826. Notificación del subdelegado de la policía del partido de Chinchón a la justicia de Velilla de San Antonio sobre la expedición de Licencias de Caza).

Por último, para ratificar e insistir en el control de los cazadores, el mismo subdelegado de policía del partido de Chinchón exigió a todos los pueblos de la comarca que le remitieran un listado con la filiación de todas las personas con licencia de caza en el año 1828. Se trataba, por supuesto, de controlar la práctica de la caza pero también, y no menos importante, a los propios cazadores.

El motín de los cazadores de Morata en la prensa (Fuente: El Español, 18 de abril de 1890)

Cotos de caza, furtivismo y conflicto social

El control de las licencias de caza y de las personas que disponían de armas de fuego tenía su máxima expresión en la vigilancia de los espacios acotados para la caza, en última instancia para evitar el furtivismo en los cotos pero también en los terrenos libres y abiertos a todos los cazadores, donde tampoco era extraño que se produjeran incidentes que en ocasiones terminaban trágicamente. Así sucedió en abril de 1850 cuando una discusión en medio de un lance de caza provocó la muerte de un cazador morateño. El diario El País relataba así el suceso: 

Dentro de breves días debe verse en la Audiencia de esta corte una causa ya concluida en el juzgado de Chinchón, sobre la muerte causada hace pocos meses a un joven cazador en las inmediaciones de Morata. El hecho que la ha dado origen es que hallándose cazando varios jóvenes de aquellas cercanías, uno de ellos disparó a una liebre que, acosada por los perros, fue a refugiarse a un sitio donde se hallaba un pastor guardando su ganado, el cual hizo presa del animal fugitivo. Los cazadores reclamaron la liebre; el pastor se negó a entregársela, y pasando de las palabras a las obras, este último dio un navajazo al joven que se suponía dueño de la liebre, dejándole muerto en el acto. En la sentencia del juez de Chinchón parece que los demás cazadores que tuvieron la desgracia de presenciar esta catástrofe, sin delito delito ni culpa alguna de su parte, tienen impuesta la dura pena de cinco años de presidio. (El País, 19 de abril de 1850).

Este suceso, del que desconocemos la sentencia final, ocurrió en los terrenos libres del término municipal de Morata. En este mismo término aún se conservaba un espacio acotado, El Bosque de los condes de Altamira que, a mediados del siglo XIX, aún contaban con el arrendamiento de su caza como parte de sus ya menguados ingresos en su antigua villa de señorío. 

Recordemos, como veíamos la pasada semana, que los marqueses de Leganés, antecesores en el señorío de Morata de los Altamira, ya se habían ocupado en el siglo XVII de reservarse un espacio exclusivo para la caza. Más de doscientos años después, en el año 1852, cuando la Casa de Altamira ya prácticamente solo conservaba el palacio condal entre sus propiedades en Morata, El Bosque aún permanecía en su patrimonio y como tal se arrendaba: 

Se arrienda la caza del Bosque que posee el Excmo. Señor conde de Altamira, en término de la villa de Morata, bajo las condiciones que estarán de manifiesto en la contaduría de S. E. y en la administración de dicho señor, en la expresada villa, hasta el día 31 del corriente, en que se adjudicará al sujeto que mejor proposición hubiese hecho, advirtiéndose que el mencionado bosque está a poco más de un cuarto de legua de la carretera de Las Cabrillas entre Arganda y Perales, por la cual pasan diariamente las diligencias de Valencia y Tarancón, habiendo otra también establecida en Arganda que conduce pasajeros de esta corte los lunes y sábados (…). (Diario Oficial de Avisos de Madrid, 24 de enero de 1852). 

Unos años después, en 1856, otro anuncio en el Diario Oficial de Avisos volvía a informar sobre el arriendo de esta propiedad de los Altamira en la que, además de la caza, también se explotaba la leña y el esparto. Para proteger estos bienes El Bosque contaba con un guarda que habitaba la casa construida en esta propiedad, situada justo en la zona sur del citado bosque. Por la documentación de la Casa de Altamira sabemos que, en 1839, Salvador García, que ejercía como guarda, ganaba un salario de 4 reales diarios. 

Entre las obligaciones de este guarda y de todos los que ocuparon este puesto se contaba la de vigilar que no se practicara el furtivismo, lo que no siempre era posible. Así, en septiembre de 1867, el Ayuntamiento de Morata publicó en la Gaceta de Madrid un edicto anunciando la celebración de un juicio de faltas contra Ildefonso Rivas Gómez por cazar con hurón en El Bosque perteneciente a la testamentaría del excmo. señor conde de Altamira. Celebrada la vista el día 10 de octubre, en ausencia del denunciado declarado en rebeldía, el mismo periódico oficial publicaba la condena contra un acusado que tampoco acudió al juzgado municipal:

Francisco Estévez, teniente segundo de alcalde de esta villa de Morata de Tajuña:

Hago saber que en el juicio de faltas celebrado en rebeldía contra Ildefonso Rivas Gómez, cuyo paradero se ignora, por entrar a caza con hurón en el bosque que en este término corresponde a la testamentaría del Excelentísimo señor conde de Altamira, se ha dictado sentencia condenándole en la multa de 20 reales, costas del juicio y reintegro del papel mismo (…). 

Morata de Tajuña, 11 de octubre de 1867. (Gaceta de Madrid, 12 de diciembre de 1867).

Este incidente menor causado por el furtivismo tuvo su continuación, con consecuencias mucho más graves, unas décadas después, ya a comienzos del siglo XX. En abril de 1900 tuvo lugar un motín generalizado de los cazadores de Morata para protestar por lo que consideraban excesivo rigor de la Guardia Civil a la hora de perseguir el furtivismo en el término municipal. Prácticamente todos los periódicos madrileños se hacían eco de los incidentes ocurridos en Morata el domingo 18 de abril:

Por telegramas particulares se tuvo ayer noticia en Madrid de un motín ocurrido el domingo en Morata de Tajuña, que ha revestido caracteres graves.

La causa de la alteración del orden fue el rigor desplegado por la Guardia Civil contra los cazadores furtivos.

De un numeroso público que estaba apostado en una calle salieron algunas voces de socorro al pasar por allí una pareja de la Benemérita.

Esta se acercó inmediatamente y entonces calló sobre ella una lluvia de piedras por lo que tuvo que refugiarse en la casa cuartel.

Al poco rato salió el cabo comandante con todas las fuerzas a sus órdenes, lo que sublevó más los ánimos, estallando entonces el motín verdaderamente alarmante.

La Guardia Civil tuvo que disparar al aire sus fusiles para atemorizar a los revoltosos; pero como estos no deponían su actitud y eran muy superiores en número, se vio aquella en la necesidad de retirarse al cuartel sin lograr siquiera hacer una detención.

El cuartel fue apedreado, disparándose también contra él muchos tiros. Por lo que no quedó un cristal sano.

Los amotinados, que fueron dueños durante algunas horas de la población, depusieron al fin su actitud.

Para asegurar el orden acudieron fuerzas de la Guardia Civil de los pueblos inmediatos. 

También se han pedido algunas parejas a Chinchón, a fin de que se encargue de conducir a Madrid a siete individuos que fueron presos últimamente como promovedores del motín.(El País, 18 de abril de 1900).

El diario El Español, que titulaba su información sobre el motín como Lo de Morata, también se hizo eco de los incidentes, al igual que la mayor parte de la prensa madrileña de la época:

En Morata de Tajuña se promovió el domingo un motín contra la Guardia Civil por la persecución que esta realiza contra los cazadores furtivos.

Los amotinados dispararon infinidad de tiros y las cosas llegaron a ponerse muy serias, pues intentaron quemar la casa-cuartel de la Benemérita.

Reconcentradas en Morata las fuerzas precisas, se ha calmado ya la excitación pública.

Hay 34 detenidos, de los cuales 25 quedarán en libertad provisional, y los otros serán conducidos a esta corte, para ser sometidos a la jurisdicción correspondiente.

No hay temores de que se vuelva a turbarse el orden en Morata.(El Español, 18 de abril de 1900).

Otro periódico como El Liberal añadió a la información unos ripios para pronunciarse sobre el motín:

Cosas del día

En Morata de Tajuña

ha habido motín y escándalo

porque los guardias civiles

persiguiendo sin descanso

ni tregua a los cazadores 

furtivos, los ha irritado

y por lo visto en Morata

hay abundancia en el ramo.

El motín debió ser grave

aunque pronto sofocado

porque hubo pedradas, gritos

subversivos y disparos, 

según dice un periódico

fueron los amotinados

hasta reponerse el orden

dueños del pueblo un gran rato.

No obstante, no hubo desgracias 

ni funestos resultados

pues por suerte para todos

los tiros no hicieron blanco

y solo hubo algún contuso

de resultas de algún palo

lo cual” que según el chico

de Gedeón, no es extraño

ni tiene importancia alguna

porque es solo, al fin y al cabo

un cazado de Morata

con el cuerpo amoratado. (El Liberal, 18 de abril de 1900).





Fuentes y bibliografía:

  • Archivo Provincial de Toledo H-410 y H 408.

  • Historia de la villa de Morata de Tajuña. Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999.

  • Descripción histórica del Real Bosque y Casa de Aranjuez. Álvarez de Quiondos y Baena. Imprenta Real. Madrid, 1804.

  • Archivo de la ciudad de Arganda del Rey. 01/02/1789. Orden del conde de Floridablanca para que los vecinos de Arganda respeten las ordenanzas de caza.

  • Archivo de la Ciudad de Arganda del Rey. 10/07/1792 Expediente judicial para que se arregle el camino que va Morata y se encuentre en la mejor disposición para el paso del rey.

  • El furtivismo en los cotos reales. Peris Barrio, Alejandro. Publicado en el año 2017 en la Revista de Folklore número 428.

  • Archivo de la Ciudad de Arganda del Rey. 25/08/1823. Orden de Manuel José de Urbizu a la villa para que se vigile que nadie sale a cazar con escopeta sin su permiso.

  • Archivo de la Ciudad de Arganda del Rey. 19/112/1828. Notificación del subdelegado de la policía del partido de Chinchón a la justicia de Perales de Tajuña para que le envíen una lista de todas las personas que les han sido concedidas las licencias de armas y caza durante 1828.

  • Archivo de la Ciudad de Arganda. 10/07/1826. Notificación del subdelegado de la policía del partido de Chinchón a la justicia de Velilla de San Antonio sobre la expedición de Licencias de Caza.

  • Publicaciones y periódicos citados en el texto.