Mayorazgos: los marqueses de Espinardo, una familia de la nobleza en la villa de Morata (VI)
Los titulares del mayorazgo explotaron su patrimonio mediante el arrendamiento de sus propiedades en la vega de Morata.
Entre los Espinardo y los Altamira acumularon en determinadas épocas la mitad de las tierras de regadío
Veíamos en la última entrega del blog el patrimonio que acumularon los titulares del mayorazgo de la vega del Tajuña. Para administrar esta extensa hacienda se utilizó, preferentemente, el sistema de arrendar estas fincas a los vecinos por una cantidad anual. Además, en determinados casos, se firmaron censos reservativos que ofrecían una rentabilidad en torno al 3 por ciento del valor de la finca cedida, habitualmente para plantar de viñas en fincas de regadío situadas en la vega del Tajuña. Este método de explotar el patrimonio inmobiliario fue determinante en determinados periodos históricos: a mediados del siglo XVIII, por ejemplo, entre los condes de Altamira y los marqueses de Espinardo llegaron a controlar, aproximadamente, el 50 % de las tierras de regadío de Morata.
En toda la documentación generada por el mayorazgo de la vega del Tajuña es habitual encontrar, y así lo hemos reflejado en anteriores entregas del blog, cómo los titulares ordenaban realizar inventarios y recuentos de los bienes que poseían y cómo se explotaban estos, habitualmente por el sistema de arrendar los mismos a los vecinos de Chinchón, Morata y Perales. En estos inventarios, según aparece reflejado en el inventario del archivo que ordenó elaborar en 1749 el marqués de Diego Manuel de Vera Fajardo, se recogían las condiciones económicas de estos arrendamientos, quiénes los contrataban y, en su caso, la duración de estos contratos, el precio del arrendamiento y los medios de pago.
A falta de poder consultar estos inventarios que, tal como ya señalamos, algunos se perdieron en el incendio del archivo o en la guerra civil, contamos con otra documentación igualmente valiosa, el Catastro de Ensenada. En esta documentación, ya analizada en la anterior entrega del blog, encontramos información muy fiable y abundante sobre cómo se explotaban en esos años los bienes inmuebles, adscritos al mayorazgo, fundamentalmente tierras de regadío, en Morata, Chinchón y Perales de Tajuña.
Esta información a la que nos referimos aparece recogida en las declaraciones individuales de todos los vecinos de Morata que es la que hemos consultado. En estas declaraciones, además de todos los bienes propiedad de cada uno de estos vecinos (casas, tierras de secano y regadío, olivares, viñas, eras de trillar y distintos tipos de ganados como el ovino o el mular) aparece al final de la relación las tierras que labraban en arrendamiento. En esta relación se incluye la localización de cada una de estas fincas en los distintos parajes del término municipal, la extensión y calidad de las tierras, el propietario de las mismas y la cantidad económica que se abonaba por ellas anualmente.
El arrendamiento de las tierras del mayorazgo de la vega de Morata
Según las declaraciones individuales del catastro, hasta 48 vecinos de Morata afirman llevar en arrendamiento fincas pertenecientes al marqués de Espinardo, Diego Manuel de Vera Fajardo en 1751, cuando se realizaron los trabajos del catastro. En esta relación aparecen vecinos de todas las clases sociales recogidas en el catastro: labradores del estado llano, como Francisco y Gabriel de Peces o Miguel Sánchez, que completan con las tierras arrendadas al marqués de Espinardo sus haciendas; miembros de la nobleza, como Miguel Salcedo o Phelipe Almazán; viudas como Teresa Velilla o Águeda Blanco, empadronadas en Morata y calificadas de labradoras. En esta relación de arrendatarios no faltan miembros de otras profesiones como el pastor Lorenzo Silvestre, que arrienda una extensa finca de doce fanegas en el Cercado de la Vega; el escribano del Ayuntamiento, Miguel Bello Marín, y hasta el propio administrador de los bienes del mayorazgo, Francisco Sánchez Alonso, o Pedro Fuertes, un vecino de Madrid que administraba y explotaba una extensa hacienda en la villa de Morata.
De acuerdo con las declaraciones catastrales, de las 381 fanegas de vega que estaban integradas en el mayorazgo propiedad de los Espinardo, tal como vimos la pasada semana, 368 estaban arrendadas a esos 48 vecinos de Morata -y algún otro forastero, como se les calificaba en el propio Catastro de Ensenada- que se obligaban a pagar, en metálico, la renta acordada. Estos pagos en metálico suponían prácticamente la totalidad de las rentas ya que, según los datos consultados, únicamente uno de estos arrendatarios, Pedro Fuertes, se comprometía a pagar en especie, concretamente una cuba y once tinajas de vino (sin especificar su capacidad y valoradas en 100 ducados o 1.100 reales) por dos viñas de regadío situadas en el paraje de El Taray.
A falta de contabilizar alguno de los arrendamientos, cuyo importe no aparece en la documentación catastral, el marqués de Espinardo recibía anualmente por este sistema de explotación de sus propiedades en Morata un total de 11.514 reales. Insistimos que esta cantidad sería superior si se añadieran las rentas anuales que algunos vecinos no incluyen en su declaración. Esta cantidad total procedía de rentas elevadas, como la que pagaba Gabriel de Peces, que anualmente aportaba 891 reales a las cuentas de los Espinardo, o el propio Pedro Fuertes, 1.570 reales entre las rentas de viñas y tierras de regadío; o aportaciones más modestas como las de Juan Granizo, 100 reales, o Pedro Garcés, 90 reales. Lo más habitual, sin embargo, eran las rentas de entre 200 y 300 reales anuales que pagaban la mayoría de los citados 48 arrendatarios.
Además de esta cantidad total interesa conocer el importe de estas rentas por fanega de tierra, siempre en función de la calidad de las mismas que, como ya se ha apuntado en alguna ocasión, se clasificaban en tierras de buena, mediana e ínfima calidad. Si seguimos las declaraciones de los vecinos, no había una tarifa fija para los distintos tipos de arrendamiento por fanega y año. Así con oscilaciones, la tierras de buena calidad podían pagar anualmente entre 40 y 50 reales por fanega, aunque lo más habitual eran cifras cercanas a los 40 reales. Por las tierras calificadas como de mediana calidad, los precios de la renta anual podía oscilar entre 25 y 40 reales, aunque la mayoría estaban en torno a los 30 reales por fanega. Por último, por las pocas las tierras de riego clasificadas de ínfima calidad que hemos localizado en las declaraciones de los vecinos, se abonaban anualmente 20 reales por fanega. Para poner en contexto lo que significaban estos gastos de renta anual para los labradores y distintos arrendatarios de estas tierras señalemos que, según el propio catastro estas tierras de regadío de buena, mediana e ínfima calidad producían anualmente, como media, 7, 6 y 5 fanegas de trigo, respectivamente. El trigo se pagaba, también como media, a 19 reales la fanega. Los jornaleros del campo recibían por día de trabajo 5 reales.
Este sistema de explotar los bienes adscritos al mayorazgo, en metálico y por el sistema de arrendamiento de los bienes, que utilizaban a mediados del siglo XVIII los marqueses de Espinardo para rentabilizar su patrimonio en la villa de Morata, seguramente difería de otros periodos históricos anteriores cuando, lo más habitual, era el pago en especie. Este pago en especie evitaba que la inflación deteriorara los ingresos netos tal como podía suceder en el caso de que los arrendamientos y que sus condiciones económicas se extendieran en el tiempo. En cualquier caso, el cobro de rentas simplificaba enormemente la gestión de estos bienes patrimoniales por medio de un administrador (sabemos que Francisco Sánchez Alonso, administrador de Morata gestionaba tanto el patrimonio de esta villa como el de Perales de Tajuña. En Chinchón también se evitaba la gestión directa y se acudía al sistema de rentas).
Los marqueses de Espinardo al decidir gestionar su patrimonio en Morata por el método de arrendar las distintas parcelas de la vega a los vecinos de Morata coincidieron con los condes de Altamira, poseedores del señorío de la villa y de una extensa relación de tierras de regadío y, además y a diferencia de los Espinardo, también de secano. En estos años, ambas casas de la nobleza sumaban entre ambas alrededor de la mitad de las tierras de regadío en la vega de Morata (31,62 y 15 por ciento, respectivamente). Que las dos haciendas más extensas de la villa utilizaran el mismo sistema de explotación de sus tierras significaba que muchos agricultores dependían, inevitablemente, de estas familias de la nobleza que, al mismo tiempo, influían así decisivamente en la economía de Morata. Estas dos familias, por otra parte, utilizaron también otro sistema para rentabilizar sus bienes en Morata sin acudir a la gestión y explotación directa de los mismos, los denominados censos reservativos.
La plantación de viñas de riego con la garantía de los censos reservativos
Durante siglos en la vega baja del Tajuña era muy habitual la plantación de viñas en tierras de riego. Esta práctica agrícola, que llegó hasta los años sesenta del siglo pasado, buscaba esencialmente obtener la mayor rentabilidad y productividad de estas tierras de regadío. Cuando se generalizó la plantación de viñas en la vega -de la que existe noticias al menos desde el siglo XVI pero que insistimos llegó hasta el siglo XX- los agricultores buscaban elevar la producción de uvas, muy superior en las parcelas de regadío que en las de secano, aunque ello significara disminuir la calidad de los caldos producidos.
Con estos condicionantes económicos, se generalizó este sistema de explotación de tierras de regadío, dedicadas al cultivo de viñas y gestionadas mediante la contratación de los denominados censos reservativos. Ya en el siglo XVII, cuando el marqués de Leganés adquirió el señorío de la villa, sus administradores recurrieron a la contratación de estos censos como medio de gestión de una parte del patrimonio inmobiliario que la casa poseía en la vega. Posteriormente, los condes de Altamira y los marqueses de Espinardo utilizaron estos mismos censos reservativos cuando así les convenía para administrar su hacienda. Cuando se acordaba la firma de dichos censos el propietario del bien inmueble cedía el pleno dominio de la finca al censatario a cambio de una pensión o renta anual. Esta pensión anual se calculaba en función de la valoración de la finca sobre la que se firmaba dicho censo.
La documentación catastral registra estos censos reservativos e identifica tanto a los censualistas, o propietarios del bien afectado, como a los censatarios que se comprometían a abonar la renta anual. Además, en la mayoría de los casos, se consignaba en los apuntes las características de la finca que servía de base al censo reservativo: localización, superficie y valoración de la misma.
Antonio Camargo, Manuel Miguel, Águeda Blanco, Eugenio Arias, Francisco Sánchez Alonso, Francisco Peces, Joseph Sánchez San Agustín, Joseph Roldán, Miguel Sanchez Alonso, Gabriel de Peces, Joseph Páez Jaramillo o Pedro Fuertes son algunos de los vecinos de Morata que contrataron con el marqués de Espinardo estos censos reservativos para plantar viñas de riego en la vega. La mayoría de estas fincas se localizaban en El Taray y Valdelaosa, aunque también aparecen en otros parajes como las Tierras Largas o Valpeñosillo. En la relación de Gabriel de Peces, por ejemplo, se especifica al detalle las características de la finca sobre la que se impuso el censo:
(…) Más otra viña en este dicho término do dicen El Taray que tiene nueve aranzadas y doscientas treinta y cinco cepas de riego y seis aranzadas y setenta y dos cepas fuera de riego, linde por el levante viña de Don Joseph Guerra, por mediodía el río Tajuña y en la cabezada tiene emparrado y este año he puesto unas matas de membrillo y tendrá como sesenta cepas, linde por el poniente viña de Joseph Páez, por el norte camino de Perales, cuya viña de riego fuera de él esta puesta en tierra propia del marqués de Espinardo sobre que le pago de réditos de censo todos los años doscientos sesenta y cuatro reales de vellón, cuyas aranzadas de riego son de buena calidad y las de fuera de él de mediana. [En el margen] Todo buena calidad.
Esta declaración sobre el censo acordado por el marqués de Espinardo y Gabriel de Peces tiene el valor añadido de describir perfectamente la parcela cedida y describir algunas prácticas habituales por entonces en la vega: la plantación de emparrados como sistema para delimitar las parcelas y la siembra de membrilleros, una fruta muy extendida por la vega del Tajuña.
En la declaración de Joseph Páez Jaramillo, otro vecino de Morata que firmó un censo reservativo con el marqués de Espinardo, también se incluye el interés anual, el tres por ciento sobre el valor de la finca, que generaban estos censos sobre el valor en que se tasaban las parcelas:
(…) Otra [viña] donde llaman El Taray que me la tiene dada el señor marqués de Espinardo a censo reservativo con la carga del principal de un mil quinientos setenta y cinco reales de vellón con sus réditos correspondientes a tres por ciento en cada un año, y es de dos fanegas y media de sembradura con novecientas y cincuenta cepas, las quinientas y cincuenta de buena calidad en riego y las otras cuatrocientas en secano de mediana, y linda toda ella al O viña de Gabriel de Peces, por el P con Francisco de Peces, al N con camino que va Perales y al M con el río Tajuña. [En el margen] Comprobada la carga por la relación de la parte. Todo bueno.
Este mismo sistema de firmar censos reservativos, a cambio de una pensión anual, utilizado por los marqueses de Espinardo en algunas de sus fincas de regadío en la vega de Morata se puso también en práctica en la vega de Chinchón y en mayor medida, incluso, que en Morata. Según la documentación catastral, hasta 58 vecinos de Chinchón tenían contratados censos reservativos con los marqueses de Espinardo por un importe que, a mediados del siglo XVIII, ascendía a 115.323 reales -valor adjudicado a las fincas afectadas- que producían unas rentas anuales de unos 3.500 reales para los titulares del mayorazgo. Estos censos reservativos iban desde pequeñas cantidades de 200 reales hasta préstamos más elevados como el que firmaron Blas y Manuel Suret que ascendía a 26.720 reales. En el caso de Perales de Tajuña, donde los bienes de los Espinardo eran sensiblemente inferiores a los que poseían en Morata y Chinchón, no nos consta que utilizaran los censos reservativos para administrar su hacienda.
La fórmula de arrendar los bienes de su propiedad en la vega del Tajuña por parte de los marqueses de Espinardo parece que continuó en las siguientes décadas, al menos hasta que ya en el primer tercio del siglo XIX, las políticas liberales de la monarquía española eliminaron la figura del mayorazgo sobre la que hemos tratado estas semanas. Sobre estos últimos años, y los titulares de dicho mayorazgo trataremos en la entrega de la próxima semana.
Fuentes y bibliografía:
Escritura de fundación de mayorazgo otorgada por Fernán Rodríguez, camarero del Rey [Alfonso XI] y su mujer, doña Elvira Martínez, camarera de la reina doña María, de Morata, Villaverde y Monasterio, aldeas de Segovia.
Indice de colección de Don Luis de Salazar Castro. Volumen 49. Real Academia de la Historia.
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La política hidráulica de Felipe II en el heredamiento de Aranjuez. De Miguel Rodríguez, Juan Carlos, Segura Graiño, Cristina. Madrid. Revista de arte, geografía e historia. Nº 1. 1998.
En el pleito que v.m. tiene visto entre don Beltran de Guevara, con doña Juana Otazo de Guevara, su sobrina, sobre la tenuta, y posesión de los bienes del mayorazgo que vaco por fin y muerte de don Juan Otazo de Guevara, padre de la dicha doña Juana. Biblioteca Nacional . PORCONES/298(5).
Un linaje aristocrático en la España de los Habsburgo: los marqueses de los Vélez. Tesis doctoral Universidad de Murcia.Raimundo A. Rodríguez Pérez. Murcia, 2010.
Escritura de capitulaciones acordada por Luis Fajardo, comendador del Moral en la Orden de Calatrava, y capitán general de la Real armada del mar Océano, por sí y en virtud del poder de su hijo, Juan Fajardo, almirante general de dicha armada, caballero de Calatrava, después I marqués de Espinardo, hecho en Lisboa, a 2 de julio de 1613, de una parte; y doña Juana de Guevara, viuda de Diego Fajardo, y doña Leonor María Fajardo de Guevara, de la otra, para el matrimonio que pensaba contraer esta última con el dicho Juan. Copia de 18 de julio de 1613. RAH, M.4 fol. 72r-73v.
Archivo Histórico Provincial de Toledo. Catastro de Ensenada. Morata de Tajuña. Tomo H-408. Interrogatorio y registro de haciendas del estado seglar.
Archivo Histórico Provincial de Segovia. Catastro de Ensenada. Chinchón- Rollo 97 y 98. Interrogatorio y registro de haciendas del estado seglar.
Archivo Histórico Provincial de Toledo. Catastro de Ensenada. Perales de Tajuña. H-510. Interrogatorio y registro de Haciendas del estado seglar.
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