Harpado llaman al toro, los vaqueros de Jarama, conocidos entre los otros, por la fiereza y la casta.
En 1649 dos toros escapados de una ganadería ribereña fueron sacrificados entre Perales y Morata
Junio de 1649. Una manada de toros que pastaba en las riberas del Jarama, soto de El Piul, se avienta y sale en estampida. Son en total diecisiete reses de las que nueve pronto son localizadas en La Poveda y devueltas a sus pastos. De las ocho restantes, al menos dos de ellas aparecen en la vega del Tajuña entre Morata y Perales. La ocasión no fue desaprovechada. Los toros son abatidos y despiezados. Un documento de la época recoge la denuncia del mayoral que cuidaba los toros y la declaración de los testigos que cuentan los detalles del suceso.
La ribera del Jarama contó desde siempre con fama de ser lugar de cría de toros fieros y bragados. Varios reyes, desde Carlos I hasta Fernando VII, criaron sus toros en ese entorno situado entre Madrid, capital de la corona española, y el Real Sitio de Aranjuez. En ambos lugares eran habituales las corridas de toros y qué mejor que aprovechar los pastos ribereños para favorecer su cría. Ignoramos si las reses que protagonizaron el suceso que recogemos en el blog estaban destinadas en exclusiva a esa lidia o, como también era habitual, se trataba de ejemplares criados para el consumo de carne que, eventualmente, podrían lidiarse y correrse en algún pueblo cercano del entorno comarcano.
En cualquier caso, una manada de toros, nada menos que diez y siete, abandonó los tranquilos sotos ribereños y dos de los ejemplares aparecieron entre las villas de Morata y Perales de Tajuña, en el paraje delimitado por los molinos de El Congosto y de El Taray y los terrenos de la dehesa. Lo que sucedió a partir de entonces lo cuentan los testigos del caso, y así lo recogemos, en su declaración en junio de 1649 ante el alcalde Arganda:
(…) Diego Hornero, vecino de esta villa de Arganda y mayoral de Julio Rosales, vecino de Madrid, de los toros que el susodicho tiene (…) en el soto del Piul, ribera de Jarama, en la forma que más a mi derecho convenga, pareció ante vos y me querello criminalmente de Diego Páez y Almazán, vecino de la villa de Morata, y de Pedro Vara, vecino de Perales, y de Julio de Santander, molinero del molino del Congosto que está en el río de Tajuña en término de Perales, y ansí mesmo [sic] me querello de los demás que fuesen culpados en el delito de que me querello que contando el caso pasó así:
Que a trece días del mes de junio más o menos estando los dichos toros pastando en el dicho soto como he dicho se aventaron como lo suelen hacer y salieron huyendo y aventados del dicho soto diez y siete toros de los que yo guardaba. Y habiendo echado [de menos] los salí a buscar por la comarca y de ellos hallé y recogí nueve toros que halle juntos en el soto de La Poveda, jurisdicción de Vilches y los ocho restantes vinieron a parar junto al río Tajuña que llaman el Litigio, término de Alcalá, entre Perales y Morata, y estando en aquel paraje a veinte y dos del dicho mes de junio de este presente año, día más o menos, vinieron los dichos Diego Páez de Almazán, Pedro Vara y el dicho molinero y mataron los dichos ocho toros y se los llevaron muertos hechos cuartos y para haberlos de matar a escopetazos, como de hecho los mataron, trajeron bueyes de arada y se los echaron encima para cubrirlos y mejor matarlos, los cuales estimo en más de cinco mil reales en que pido sean condenados los susodichos y en las demás penas que conforme a derecho han incurrido y para averiguación de esta verdad (…) pido mande examinar y examine los testigos que por mi parte fuesen presentados y hecho con su autoridad (…) me mande entregar los autos que sobre ello se causasen para pedir mi Justicia allí y adonde de derecho deba y sobre todo protesto las costas que se causasen y juro en forma no dar esta querella (…) porque Justicia y para ello esta
[Firmado] Diego Hornero
El legajo que trata sobre este suceso, conservado en el Archivo de la Ciudad de Arganda, recoge a continuación las declaraciones de los testigos presentados por el denunciante y, en primer lugar, la declaración de Joseph de Mexorada, vecino de Arganda:
(…) a vueltas del día de San Juan de junio de este dicho presente año (…) estando este testigo en el dicho molino entró en el un mozo delgado, de buena estatura, quebrado el color, de edad de veinte y cinco años poco más o menos, que no sabe cómo se llama y de dónde es vecino y dijo a el molinero que se llama Juan, que es un hombre de media estatura y moreno y no sabe el sobrenombre, hagamos unas balas para matar al toro que está en la vega y derritieron plomo y con una turquesa* hicieron como una docena de balas y las tomaron y con un arcabuz que traía al hombro salieron y fueron a la vega de Tajuña abajo donde había un toro cerca del dicho molino y el dicho mozo le tiró un arcabuzazo al toro y no le pudo matar y luego volvió a cargar el arcabuz y le tiró otro arcabuzazo y con él le mató y luego se llegó el dicho mozo y molinero y otras personas que allí había que eran vecinos de la villa de Morata y degollaron y abrieron al dicho toro y le quitaron vientre y cabeza y lo cargaron en un pollino y le llevaron al molino del Taray, término de la dicha villa de Morata, en la ribera de Tajuña, y ahora se acuerda que el dicho mozo susso referido que tiró y mató el dicho toro se llamaba Joaquín y el dicho toro era castaño mediano y no se acuerda qué hierro ni señas tenía ni cuyo era más de que ha oído decir que era del ganado que guardaba el dicho Diego Hornero y que a todo es sobre dicho sea vio y estuvo presente este testigo y Miguel de Pablo, el mozo vecino de esta villa que había ido a moler a dicho molino (…).
Y ansí mismo el dicho día vio muerto a otro toro negro a la entrada de la casa que está enfrente del dicho molino del Taray que es término de la villa de Morata y vi allí llegó a poco rato un mozo alto de buena (…) que no conoce ni sabe su nombre más de haber oído decir que era vecino de Morata el cual traía una carabina y dijo cómo había muerto a dicho toro negro que estaba muerto en la dicha dehesa y que le había tirado dos carabinazos y cuando lo dijo estaban presentes los dichos molinero y Joaquín y dichos vecinos de Morata y que cuando el dicho Joaquín mató al dicho toro bermejo castaño llevó (…) bueyes de labor que estaban labrando en la dicha vega para poderse entrar a tirar mejor y también oyó decir que los habían llevado cuando finado el toro negro que estaba en la dehesa y esto es lo que sabe y la verdad, so cargo de su juramento en que se reafirmó y ratificó y no firmó porque dijo no saber y que es de edad de quince años, poco más o menos.
Firma del dicho alcalde.
Tras este testimonio otro vecino de Arganda, Matías Higuero, ratificó, más o menos, lo sucedido:
(…) dijo que lo que sabe es que el día que fue (…) veinte y dos de junio de este mes y año estando este testigo en el molino del Congosto ribera de Tajuña, término de la villa de Perales y en compañía de Pablo Ibáñez, Miguel de Pablo el mozo y (…) vecinos de esta villa que habían ido a moler una carga de trigo entró en el dicho molino Joaquín Ruiz, vecino de la villa de Morata y dijo a Juan Santander, molinero de dicho molino, que quería hacer unas balas para matar dos toros que andaban por allí y luego el dicho molinero le dio un pedazo de plomo y con una turquesa que llevaba el dicho Joaquín Ruiz hizo hasta quince balas con las cuales y un arcabuz salió el dicho Joaquín y el molinero con él y de hacía poco rato volvió al dicho molino un criado de dicho molinero y llevó un pollino, una soga y un hacha (…) para llevar el toro que habían muerto al molino del Taray, que decía le había muerto otros (...) allí cerca Agustín Mexías, vecino de dicha villa de Morata, pero este testigo no sabe cuyos son los dichos toros mas de haber oído decir después que eran del ganado que guardaba Diego Hornero y que tenían la señal de Ciudad Real.
Y el día siguiente vino a esta villa el criado del dicho molinero a buscar sal que dijo la quería para salar la parte de los toros que le había tocado a su amo y así se lo dijo en su casa a este testigo el dicho criado, y esto es lo que sabe el y la verdad so cargo de su juramento en que se afirmó y ratificó y que es de edad de cuarenta años poco más o menos y firmó (…) del dicho alcalde.
(…).
Alonso de Miguel, otro vecino de Arganda, ratificó también lo sucedido y añadió algunos detalles:
(...) habiendo ido este testigo por a vueltas del día de San Juan de junio de este presente año a moler una carga de trigo al molino del Congosto en la ribera de Tajuña, donde vio a unos hombres que sabe eran vecinos de la villa de Morata pero no conoce ni sabe quiénes son ni cómo se llaman, los cuales estaban haciendo una fritura de asadura que le pareció a este testigo era como de res mayor y así mesmo [sic] vio que estaban asando dos criadillas que no puede decir de qué eran pero que a su parecer eran mayores que de carnero y viniéndose a esta villa y llegado a ella refirió a Matías Higuero, vecino de ella, lo que había visto, el cual le dijo que no me espanto porque ayer mataron allí dos toros en la vega (…).
Un cuarto y último testigo, Miguel de Pablo, también vecino de Arganda, ratificó con su testimonio la fabricación de las balas de plomo y cómo pudo ver el momento en que abatieron a uno de los toros y también cómo apareció en ese escenario otro vecino de Morata autor de la muerte de otro toro que había localizado en la dehesa:
(…) Juan de Mexorada, vecino de esta villa, fue a moler dos cargas de trigo al molino del Congosto, ribera de Tajuña, término de la villa de Perales, y cómo entre las dos y tres horas de la tarde, poco más o menos, entró en el dicho molino Joaquín Ruiz, vecino de la villa de Morata, con un arcabuz en la mano y con él Joan de Santander, molinero de dicho molino, y dijeron hagamos unas balas para matar aquel toro, y el dicho molinero sacó un pedazo de plomo
y con una turquesa que llevaba el dicho Joaquín Ruiz hicieron una docena de balas y luego salieron y fueron bajo del dicho molino donde estaba un toro castaño (…) a la orilla del río de Tajuña le tiró un arcabuzazo el dicho Joaquín Ruiz y no cayó, y luego le volvió a tirar otro arcabuzazo con que comenzó el toro a caerse y luego le tiró otro arcabuzazo el dicho fulano Mexía, y luego le tiró otro arcabuzazo un mozo francés que decía era curado del dicho fulano Mexía, y al punto que cayó el toro fueron a él y el dicho francés le abrió y le quitó el vientre y la cabeza y le cargaron en un pollino del dicho molinero y le llevaron al molino del Taray.
Y luego este testigo alcanzó a ver otro toro negro que el dicho fulano Mexía decía había muerto junto a la dehesa de Perales (…).
Todos estos testimonios recogidos por el alcalde de Arganda a petición del mayoral de los toros abatidos, se trascribieron en un legajo que también firmó, para dar fe de la validez de las declaraciones, el escribano de Arganda Joseph Gordo. El legajo fue entregado al denunciante para ser presentado ante la Justicia y que se procediera contra los acusados de acabar con la vida de los dos toros jarameños:
En la villa de Arganda a veinte y cuatro días del mes de junio de mil y seiscientos y cuarenta y nueve años ante (...) Gregorio del Castillo, alcalde ordinario en ella pareció el dicho Diego Hornero y dijo que por ahora no tenía más testigos que presentar en esta información, pidió a su (…) mande se le entregue la hecha para la presentar donde convenga a su derecho. Y visto por (…) dicho alcalde mandó se le entregue un traslado de esta información signada y en forma que haga el efecto que hubiere lugar en derecho y a todo dijo que interponía e interpuso su autoridad y decreto judicial cuando ha lugar en derecho y la firmó siendo testigos roque González, Felix Gil Sanz y Joan Santero, vecinos y estantes en esta villa.
Gregorio del Castillo
Joseph Gordo [Escribano].
Legajo que recoge las actuaciones judiciales del caso (Fuente: Archivo de la Ciudad de Arganda"
La acreditada fama de los toros criados en las riberas del Jarama
Esta rocambolesca historia, de la que lamentablemente desconocemos el final y su recorrido procesal en otras instancias judiciales de la época, nos lleva a recordar la evolución de las fiestas de toros, desde sus comienzos en la baja edad media hasta su posterior evolución que dio lugar al espectáculo reglado que hoy son las corridas de toros.
De esta evolución forma parte esencial los animales lidiados. Ramón Barga Bensusán expone en su trabajo Evolución histórica del toro de lidia cómo estas reses utilizadas en estos primeros lances de toros no eran sino ejemplares criados para labores de trabajo y/o consumo de su carne de los que se escogían aquellos que mostraban signos de indocilidad, rebeldía y bravura para ser manejado en las condiciones normales. De esta elección estaban encargados, como hemos de ver más adelante, los carniceros como prácticos en el conocimiento de esta clase de reses.
Es muy posible que los toros sacrificados en la vega del Tajuña, muy a su pesar protagonistas de la historia que relatamos hoy en el blog, pertenecieran a este tipo de ganado. De ellos sólo conocemos que pastaban en el soto de El Piul y que pertenecían a la ganadería de un tal Julio Rosales, vecino de Madrid, e insistimos que no es descartable que en alguna ocasión pudieran haber ser corridos en improvisados lances taurinos por su especial fiereza.
Ramón Barga incide también en que para seleccionar a los toros de estos espectáculos las Juntas vecinales de festejos encomendaban a estos carniceros la elección de las reses que habrían ser objeto de espectáculo en las distintas localidades y estos elegían los más apropiados para ello. Este autor también cita que en muchas ocasiones estas reses que destacaban por su fiereza eran conocidas por el lugar de su nacimiento:
(…) A propósito del conocimiento de las reses por el lugar geográfico de su nacimiento hemos de citar la fama que tuvieron los nacidos en las riberas del Jarama a los que se atribuían sus condiciones de bravos a las aguas de este río y a la fuerza nutritiva de sus pastos, sin duda, pensamos nosotros, ricos en leguminosas.
Para apuntalar esta fama de los toros jarameños Ramón Barga rememora el Romancero de Gazul (1595) en el que un autor anónimo describe a estos toros:
Harpado llaman al toro
los vaqueros de Jarama
conocidos entre los otros
por la fiereza y la casta.
En este tiempo la suerte
a la postrera le llama
porque sale un toro bravo
famoso entre la manada.
No de la orilla del Betis
ni Genil, ni Guadiana
fue nacido en la ribera
del celebrado Jarama.
Miguel de Cervantes, en la segunda parte de Don Quijote de la Mancha, también cita a estos toros del Jarama:
Llegó el tropel de los lanceros, y uno de ellos que venía más delante a grandes voces comenzó a decir a don Quijote:
—¡Apártate, hombre del diablo, del camino, que te harán pedazos estos toros!
—¡Ea, canalla —respondió don Quijote—, para mí no hay toros que valgan, aunque sean de los más bravos que cría Jarama en sus riberas! Confesad, malandrines, así, a carga cerrada, que es verdad lo que yo aquí he publicado; si no, conmigo sois en batalla. No tuvo lugar de responder el vaquero, ni don Quijote lo tuvo de desviarse aunque quisiera (…).
Lope de Vega también recogió en su Gatomaquia la celebrada bravura de estos toros:
(…) Aquí Marramaquiz, desatinado
cual suele acometer el jarameño
toro feroz, de media luna armado,
al caballero con airado ceño (…).
Ya en el siglo XVIII, Nicolas Fernández de Moratín evoca a esta casta de toros bravos que tantas veces han sido lidiados y corridos por los pueblos de la comarca:
No en la vega del Jarama
pacieron la verde grama
nunca animales tan fieros
junto al puente que se llama
por sus peces de viveros
como los que el vulgo vi
ser lidiados aquél día
y en la fiesta que gozó
la popular alegría
muchas heridas costó (…).
*turquesa: molde a modo de tenaza que servía para hacer balas de plomo.
Fuentes y bibliografía:
Archivo de la Ciudad de Arganda. 23/07/1649 Expediente judicial de Diego Hornero contra Diego Páez y Almazán, Pedro Vara y Juan Santander por haber matado ocho toros que se escaparon de su finca.
Evolución histórica de toro de lidia. Barga Bensusán, Ramón. Publicado en la obra La Fiesta Nacional de toros. Recopilación de las Obras Ganadoras del premio literario-taurino Doctor Zúmel. Años 1989 a 1993. Tomo I. Madrid.
El «Romancero de Gazul». Año 1595, anónimo, de «Los toros en la poesía castellana» de José María de Cossío.
Don Quijote de la Mancha. Cervantes Saavedra, Miguel de. Tomo II. Establecimiento tipográfico de D. F. de P. Mellado. Madrid, 1856.
La gatomaquía, Lope de Vega, Félix. Administración de El Cascabel. Madrid, 1867.
Fiesta de toros en Madrid. Fernandez de Moratín, Nicolás. Publicado en Antología de la literatura española. Primer grado, siglos XVIII y XIX. Instituto de España, 1938.
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