“También hemos dicho que (…) puede traerse el Tajuña y que entre en Tajo con una mina”
En el siglo XVII se estudió el trasvase entre los dos ríos para mejorar la navegabilidad del Tajo
El proyecto pretendía utilizar embarcaciones en el Jarama y Manzanares para mejorar el abasto de la ciudad de Madrid
Un proyecto para hacer navegable el río Tajo planteaba a mediados del siglo XVIII la posibilidad de realizar un trasvase de una parte del cauce del río Tajuña. Se trataba de un nuevo intento de hacer viable la navegación por el Tajo para favorecer el comercio y mejorar el abastecimiento de Madrid. Esta idea ya se había intentado en varias ocasiones desde el siglo XVI, cuando Felipe II intentó unir la capital de la corona castellana con Lisboa.
La navegabilidad del río Tajo, con proyectos más o menos ambiciosos, no dejó de ser una posibilidad para los reyes castellanos ya desde el siglo XV. Juan II y su hija Isabel I ya se plantearon esta idea para diversos tramos del Tajo. Fue décadas más tarde, ya en el siglo XVI, cuando Felipe II se convirtió en el monarca que más empeño puso en intentar llevar a la práctica la posibilidad de que barcos de mayor o menor calado surcaran el cauce del río más largo de la península con proyectos más o menos viables que, en algunos casos, incluían también actuaciones en afluentes del Tajo, como el Manzanares y el Jarama e incluso el propio río Tajuña.
Casi todos estos proyectos planteaban la posibilidad de que se pudiera navegar desde Madrid hasta Lisboa, salvando los obstáculos que en forma de presas, molinos o puentes, dificultaban la navegación.
Durante el reinado de Felipe II proliferaron estos proyectos de hacer navegable el Tajo. En 1561 el arquitecto Francesco Paccioto planteó un modesto plan para construir un canal navegable entre Oreja y Toledo. En estos mismos años -como ya vimos en el blog- Juan Otazo de Guevara, residente en Morata y titular del mayorazgo familiar, trabajó activamente en un canal en el río Jarama que partía de Vaciamadrid y llegaba hasta Aranjuez. Estas obras, estaban más dirigidas a mejorar el riego, y aunque no se obviaba la navegabilidad del cauce del río afectado, no llegaban a plantear un proyecto más ambicioso que llegara hasta Lisboa y que uniera esta ciudad con Madrid, la sede elegida por el rey prudente como capital de su reino.
Juan Bautista Antonelli, ingeniero italiano, sí que llegó a proponer a Felipe II un elaborado proyecto para hacer navegable el Tajo hasta Lisboa. Para demostrar la viabilidad de su idea hizo un viaje inicial entre la localidad portuguesa de Abrantes y la propia ciudad de Madrid en el año1581. Durante los meses siguientes Antonellí siguió desarrollando su proyecto, que contaba con los fondos aprobados por las Cortes de Castilla. Las obras realizadas con este apoyo financiero propiciaron la navegación por el Tajo en el entorno de Toledo.
El propio monarca, muy implicado en unas obras que consideraba podían favorecer no solo el comercio sino la agricultura y la industria de todo el entorno del río, e incluso de sus afluentes, no dudó en participar en 1584 en una jornada de navegación entre Vaciamadrid, el sitio real de Aranjuez y Aceca, cerca de Villaseca de la Sagra.
Sobre esta excursión naval Eugenio Llaguno y Amirola, autor de un interesante texto sobre obras hidráulicas y de todo tipo, Noticias de los arquitectos y arquitectura de España desde su restauración, se hizo eco de un documento de la época en el que se cuenta el viaje real, protagonizado por el rey y un abundante cortejo, pero dirigido por el propio arquitecto Juan Sebastián Antonelli.
Este documento, titulado Relación del viaje que hizo Felipe II con el príncipe y sus hijas las serenísimas infantas por agua desde Vaciamadrid hasta Aranjuez y Aceca, por dirección de Juan Bautista Antonelli, cuenta cómo se fletaron dos barcas, de unos treinta y tres pies de largo y ocho de ancho, pero de escaso calado por el limitado caudal del río. El rey y la familia real ocupaban el centro de las embarcaciones mientras que la proa y la popa estaban reservadas a los remeros.
Después de probar las embarcaciones, que se habían construido aguas abajo de Vaciamadrid, el rey, su séquito real, los remeros y el propio Antonelli comenzaron la el descenso fluvial hasta San Martín de la Vega, donde se había levantado un muelle y una enramada ornamental. Tan insólito viaje había convocado en las orillas del río Jarama a los vecinos de los lugares comarcanos.
Para amenizar la jornada sonaba la música de los criados de Sebastián de Santoyo, hacendado de la comarca con bienes en Arganda, Valdilecha y en Morata, donde era propietario de la Casa de Nevares, una construcción campestre desde la que se explotaban sus fincas rústicas en la villa. Tras pasar San Martín, el texto que relata el viaje cuenta cómo llegó la comitiva a la confluencia entre el Jarama y el Tajuña:
Fue navegando S. M. con un día claro y fresco hasta Bayona [Titulcia] donde estaba hecho otro muelle y una enramada, en la cual tenía el conde de Chinchón, cuyo son estos lugares, la merienda para sus altezas y sus damas y para los que quisieran merendar, y abordadas las barcas al muelle, merendaron, y después siguieron su viaje. Poco más bajo, entra el río Tajuña en Jarama, con cuyas aguas e ir Jarama más llano hace mejor navegación hasta entrar en Tajo (...).
Nueva propuesta de navegabilidad del río Tajo
Tal como se relataba en la crónica del viaje real desde Vaciamadrid a Aranjuez en el siglo XVI, cuando el Tajuña vertía sus aguas en el Jarama, en las proximidades de Titulcia, el incremento del cauce en este último río permitía mejorar la navegación a las embarcaciones que surcaban sus aguas.
Con el paso de los años, no sería la primera vez que las aguas del Tajuña se vieran como una opción muy válida para permitir la navegabilidad del río Jarama y también del Tajo. Así sucedería cuando, una vez abandonado por inviable el proyecto que presentó Antonelli a Felipe II, la navegabilidad del río Tajo volviera a plantearse en los años siguientes.
En 1645, otro italiano, el matemático Luis Carducci presentó al monarca reinante, Felipe IV, un nuevo plan para hacer navegable el Tajo desde Aranjuez hasta su desembocadura en Lisboa.
Como en anteriores ocasiones, el proyecto de Carducci, aunque se organizó una nueva jornada de navegación entre Toledo y Alcántara para demostrar la viabilidad de la idea no llegó a materializarse y habría que esperar un nuevo cambio de centuria para que apareciera una nueva propuesta de hacer navegable el Tajo.
En este caso, el proyecto presentado a mediados del siglo XVIII, en 1753, planteaba un novedad importante respecto a los antecedentes: ahora, además de llegar hasta Lisboa navegando por el Tajo, también se planteaba que las embarcaciones pudieran surcar el río prácticamente desde su nacimiento. Es ahí, en la posibilidad de hacer navegable el Tajo desde sus primeros kilómetros, donde el río Tajuña cobraba protagonismo tal como veremos.
El proyecto fue presentado al monarca reinante, Fernando VI, por unos promotores que, a diferencia de ocasiones anteriores, no estaban encabezados por un un ingeniero o un arquitecto sino por un cargo administrativo de alto nivel: el alcalde de Casa y Corte Carlos de Simón Pontero. En la propuesta presentada ante el rey, se planteaba la preocupación por un asunto que siempre había sido considerado problemático desde que la villa se convirtiera en capital de la corona en 1561: el abastecimiento de una población en constante aumento que exigía un esfuerzo continuo para garantizar los consumos de los alimentos básicos y mejorar los sistemas de transporte, no siempre a la altura de las necesidades.
La documentación que se generó para llevar a cabo la propuesta de navegabilidad del Tajo, y algunos de sus afluentes principales, aparecen recogidas en un legajo agrupado bajo el epígrafe de Colección de los memoriales, planes y otros papeles que se dieron para reducir a navegables los ríos Tajo, Guadiela, Jarama y Manzanares por D. Carlos de Simón Pontero del Consejo de S.M. y alcalde honorario de su casa y corte, una de cuyas copias se conserva en la Fundación Lázaro Galdiano.
De este documento, y del proyecto en sí, nos interesan especialmente los aspectos del mismo que trataban sobre el río Tajuña. Resulta obvio que el objeto principal de una idea tan ambiciosa como era conseguir, después de tantos intentos inconclusos, la navegabilidad del río Tajo hasta Lisboa, rebasa el objeto del blog, por lo que nos vamos a limitar a analizar cómo podía afectar a la comarca del bajo Tajuña y a toda su cuenca las propuestas que sus autores hacían en torno al río.
Sí que resaltaremos que el proyecto del alcalde de Madrid afectaba, tal como se recoge en la documentación, no sólo al río Tajo, sino también al Guadiela, al Jarama y al Manzanares. La intención era clara: se trataba no solo de llegar a Lisboa sino de favorecer también el abasto de la capital con la rica producción agrícola de la región que atravesaba el Tajo desde su nacimiento. Como aspecto no menos importante, se trataba de garantizar el abastecimiento de carbón y madera a la capital, productos ambos imprescindibles para la población, que la ricas zonas forestales de la cuenca alta del Tajo y del Guadiela podían proporcionar sin problema, siempre que se garantizara su transporte hasta Madrid.
Portada del Diario del viaje de reconocimiento del río tajo :Fuente: Biblioteca Real).
Reconocimiento del río Tajo y sus afluentes
Para avanzar en la realización del ambicioso proyecto era necesario reconocer el estado del río, como ya había sucedido cuando se presentaron a los monarcas otras propuestas para hacer navegable el Tajo. La novedad es que ahora este reconocimiento comenzaba prácticamente desde el nacimiento del rio en el punto de confluencia de lo que hoy son las provincias de Cuenca, Guadalajara y Teruel. Los protagonistas de este viaje de reconocimiento fueron dos ingenieros militares, José Briz y Pedro Simó. ¿Su objetivo? reconocer los obstáculos que en forma de presas, molinos, puentes o cualquier otro tipo de construcción podían dificultar la navegación por el cauce del río.
Este viaje de inspección comenzó el 15 de julio de 1755 cuando los ingenieros responsables del reconocimiento del cauce del Tajo, y en estos primeros tramos, también del Guadiela, salieron de Madrid acompañados por los criados que les servirían en su trabajo.
Las labores a realizar, muy complejas en ocasiones por el estado del propio cauce del río y sus riberas, no siempre contaron con las mejores condiciones meteorológicas y de transporte. Finalizaron casi cinco meses después xde iniciarse, el 5 de diciembre, lo que da una idea de la complejidad de unos trabajos que, en lo que atañe a la zona geográfica próxima al cauce del río Tajuña, se desarrollaron entre los días 30 y 31 de agosto y 1 de septiembre, cuando los ingenieros recorrieron el cauce del río Tajo en las proximidades de Trillo y también se acercaron a la localidad de Cifuentes próximo al Tajuña y, curiosamente, muy cerca del lugar donde casi 250 años despues se levantaría la presa de La Tajera.
Es en estos días cuando, según se rindica en el Diario que recogió todos sus trabajos, aparece citado el río Tajuña y en qué medida podía ser de utilidad su cauce para la viabilidad del proyecto de navegabilidad del Tajo y un aspecto clave del mismo: el caudal necesario para posibilitar la navegación. Sobre este aspecto, los ingenieros José Briz y Pedro Simó tenían que cumplir una serie de instrucciones previas y de ellas nos interesan las que se incluían en el punto nº 9 del apartado 6ª:
(…) Verán igualmente si para facilitar más el curso y abreviar la navegación se necesitan abrir algunas minas o si será este medio de introducir en Tajo los ríos que nacen a sus inmediaciones o el de Tajuña.
Se trataba de comprobar, como es evidente, si el caudal del Tajuña, que recogía sus aguas en una cuenca paralela a la del río Tajo, podía permitir ceder parte del mismo para garantizar la navegación de lunas embarcaciones que, de concretarse el proyecto, bajarían cargadas de productos agrícolas, y sobre todo, carbon, destinados a la capital del reino.
Atendiendo a la instrucción recibida, los ingenieros se desviaron del Tajo y se acercaron hasta las proximidades del cauce del Tajuña para comprobar si existía posibilidad de realizar el trasvase de aguas de un río a otro. Así relataron su trabajo ese día 30 de agosto:
El 30 pasamos a Sotoca (…), aquella tarde fuimos a la villa de Cifuentes. A mediodía de Cifuentes se ve un cerro que divide las aguas de Tajuña y minándole se pueden traer al Tajo y aumentarle una mitad del agua sin grave perjuicio de los tránsitos de ese río hasta Bayonilla [sic]en Aranjuez, porque coge otras muchas aguas desde el sitio en que se había de hacer la mina (…).
También, como respuesta a las comprobaciones que debían realizar y sobre la posibilidad de realizar el trasvase entre los dos ríos, indicaron en el informe o relación final que redactaron al final del viaje:
(…) También hemos dicho que por Cifuentes puede traerse el Tajuña y que entre en Tajo con una mina, y hacer dos junto a Trillo para abreviar la navegación y una antes de las juntas en Bolarque y otra en Toledo para no dar con tantas presas y molinos).
Según estas notas, nada menos que la mitad del cauce se planteaba como posible trasvase desde el Tajuña al Tajo. Tras realizar el viaje de reconocimiento, os promotores redactaron una serie de proposiciones, presentadas al rey Fernando VI el 28 de septiembre de 1756, sobre las obras a realizar por una denominada Compañía de la Navegación del Tajo. Este documento que debía servir de base a las obras que permitieran la tan deseada navegabilidad del Tajo, incluía 86 artículos que determinaban los distintos tramos de las obras que debían iniciarse en el Real Sitio de El Pardo 7 y concluir en la ciudad de Lisboa. En uno de estos artículos, el 4º, se señalaba que tras lograr hacer navegables los ríos Tajo, Manzanares y Jarama se podía ampliar el proyecto al resto de afluentes:
4º (…) si la Compañía tuviese por conveniente extender la navegación a los demás ríos subalternos que entran en estos, y son los de Molina, Cuervo, Escavas, Alcantud, Río Mayor, Guadamajud, Henares, Tajuña, Tietar y otros podrá hacerlo a su arbitrio en la conformidad y bajo las condiciones que se arreglasen para con Tajo, Guadiela, Manzanares y Jarama.
Evidentemente ninguna de estas obras llegaron a realizarse. El río Tajo siguió sin ser navegable, lo que no impidió que el siglo XIX llegarán a proponerse, en un ciclo interminable, las obras necesarias para conseguir este viejo deseo nunca materializado.
Fuentes y bibliografía:
Noticias de los arquitectos y arquitectura de España desde su restauración. Llaguno y Amirola, Eugenio. Tomo III. Imprenta real. Madrid, 1829.
Felipe II y el Tajo. López Gómez, Antonio; Arroyo Illera, Fernando; Camarero Bullón, Concepción. Congreso internacional Felipe II (Universidad Autónoma de Madrid, 20-23 de abril, 1998). Madrid, Parteluz, 1998.
El proyecto de navegación del Tajo de Carlos de Simón Pontero (1753-1757). López Requena, Jesús. Fundación Juanelo Turriano. Madrid, 2020.
Colección de los memoriales, planes y otros papeles que se dieron para reducir a navegables los ríos Tajo, Guadiela, Jarama y Manzanares por D. Carlos de Simón Pontero del Consejo de S.M. Y alcalde honorario de su casa y corte. En Madrid, año 1759. (Fundación Lázaro Galdiano, Signatura: M 1-4-21 [I. 15016].
Memoria que tiene por objeto manifestar la posibilidad y facilidad de hacer navegable el río Tajo desde Aranjuez hasta el Atlántico. Cabanes, Francisco Javier. Imprenta de Don Miguel de Burgos. Madrid, 1829.
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