La importancia de los archivos en los estudios históricos
La Casa de Altamira sufrió en la Guerra de la Independencia el robo de parte del archivo
Cincuenta años después, se malvendió el archivo al peso y la biblioteca familiar
La consulta en los archivos es una herramienta imprescindible cuando se trata de abordar una investigación histórica. Lamentablemente, este trabajo de investigación se encuentra con dificultades que, a veces, se convierten en insalvables. La desaparición o la pérdida de documentos históricos, por los más variados y diversos motivos, es una situación que se repite más veces de las que serían deseables. En la entrega de hoy del blog vemos dos ejemplos de algunas de estas situaciones de pérdida de documentación histórica que afectan, en ambos ocasiones, a una misma familia, los condes de Altamira. La Guerra de la Independencia y el saqueo del archivo de la Casa, en un caso, y la ruina económica de la familia, en el otro, están en el origen de estas pérdidas documentales casi siempre irreversibles y que pueden afectar, por ejemplo, a la investigación la historia de Morata y de algunos pueblos de la comarca
En la primera década del siglo XIX la Guerra de la Independencia, además de una tragedia humana y social que provocó miles de muertos y pérdidas económicas en todo el país, también significó una incalculable pérdida en el patrimonio artístico y arquitectónico español. Literalmente, miles de obras de arte, pinturas, esculturas y otras manifestaciones artísticas fueron expoliadas y robadas por el ejército francés en todo el territorio nacional durante los años que duró el conflicto. Muchas de estas obras salieron de España con destino a Francia. Una mínima parte de este expolio pudo ser recuperado al acabar la guerra pero un porcentaje, no menor, jamás regresó al país y desapareció para siempre.
La Casa de Altamira, titular del señorío de la villa de Morata, fue una de las familias afectadas por estos casos de pillaje de los franceses. El claro alineamiento en contra de la invasión francesa del XI conde de Altamira, Vicente Joaquin Osorio de Moscoso, titular del condado en 1808, cuando se produjo la invasión y el comienzo de la guerra, le valió una condena a muerte, que no se materializó, y la confiscación de los bienes de la familia por orden de José I, monarca impuesto en el trono de España por su hermano Napoleón.
El daños a los bienes artísticos propiedad de la casa de Altamira, no fue menor que el económico. Cientos de cuadros pertenecientes a la valiosa colección de pinturas, la mayoría de ellos heredados del marqués de Leganés salieron del país con destino a Francia. Desconocemos si este saqueo afectó a algunos de los cuadros que se conservaban en el palacio de los Altamira en Morata, pero a estas pérdidas de obras de arte hay que añadir el robo y la desaparición de una parte importante del archivo familiar en el que se conservaba una importante documentación relacionada en algunos casos con la villa de Morata y también con otras localidades de la comarca como Arganda o Perales de Tajuña.
Al finalizar la guerra, Vicente Joaquin Osorio de Moscoso ordenó elaborar un documento para recoger qué legajos había desaparecido o, en lenguaje de los responsables del archivo, habían sido extraídos del mismo. En el documento, fechado en junio de 1814, se utilizó el índice general del archivo para hacer la relación exacta de los documentos desaparecidos que fueron ordenados según su pertenencia a los distintos títulos nobiliarios asociados a la Casa de Altamira: Astorga, Sanlúcar, Velada, Poza, Nieva, Lodosa, Ayamonte, Sessa, Maqueda, marquesado de Elche, Altamira, Villamanrique, Almazán, Medina de las Torres, Saltes, Baena, bienes en Cataluña y, por supuesto, marquesado de Leganés. Sobre estos documentos pertenecientes a los marqueses de Leganés, como titulares del señorío de Morata y Perales de Tajuña, los responsables del archivo anotaron las siguientes pérdidas:
(…) Leganés
Legajo 1º número 1. Privilegio de Villazgo del lugar de Perales de Tajuña, dado por Felipe II a favor de dicho pueblo, en el año 1574.
Idem. Privilegio y merced de un juro de 9.410 maravedíes anuales sobre las alcabalas de la carne de la ciudad de Toledo, dado por Felipe II za favor de la Silla Arzobispal de aquella ciudad en recompensa del lugar de Perales de Tajuña, año de 1575.
Idem. Privilegio real confirmando la desmembración que se hizo a la Silla Arzobispal de Toledo del lugar de Perales de Tajuña para incorporarlo a la Corona, dado por Felipe II en el año 1576.
(…)
Legajo 3º privilegio y merced de las alcabalas de Perales de Tajuña, dado por Felipe IV a favor de D. Diego Felípez de Guzmán, marqués de Leganés año de 1647.
(…) Legajo 4º. Cédula Real de Felipe IV confirmando a D. Diego Felípez de Guzmán, marqués de Leganés, 2.200 escudos anuales que se le estaban concedidos sobre los Países Bajos, extendiéndose esta gracia a sus descendientes por linea recta, año de 1630.
Legajo 6º. Número 1. Vínculo de las villas de Leganés, Velilla, Vaciamadrid, varios juros y otros bienes fundados con facultad real por D. Diego Felípez de Guzmán y Dña. Policena Espínola, su mujer, primeros marqueses de Leganés.
Número 2. Vínculo y agregación de varios bienes hecha a este Estado por el misma marqués de Leganés D. Diego y su mujer Dña. Policena en el año 1642.
número 3. vínculo y agregación hecha por D. Gaspar Felípez de Guzmán, segundo marqués de Leganés, a este mayorazgo de los 322.804 maravedíes que tenía anualmente sobre el primer y segundo uno por ciento de Leganés, Vaciamadrid, Velilla, Morata y Perales de Tajuña, en lugar de igual cantidad que tenía sobre la renta de millones de Madrid, año de 1664.
Número 17. Pleito criminal contra un guardia del soto del Porcal por permitir a varios vecinos de Arganda cortar leña en dicho soto. Año de 1786.
Legajo 14. número 17. Venta de los oficios de alférez y alguacil mayor, depositario general, corredor, mojonero y almotacén de la cilla de Morata, otorgada por D. Juan Palacio Leyva a favor del marqués de Leganés por precio de 33.273 reales, año de 1632.
Legajo !8. Número 11. Venta de la villa de Perales de Tajuña con su jurisdicción, señorío, penas de Cámara y sangre, mostrencos, mesteños, dos pedazos de monte y demás pertenencias otorgadas por el concejo de dicha villa en virtud de facultad Real a favor del marqués de Leganés, año de 1695. (…).
Aunque algunos de estos documentos no se dieron por perdidos definitivamente, por existir copias de los mismos en las villas afectadas, en otros casos el expolio significó su desaparición definitiva y la imposibilidad de consultarlos para futuros trabajos de investigación histórica. En esta pérdida de patrimonio documental, poca responsabilidad se le puede adjudicar a los miembros de la Casa de Altamira, perjudicados por episodios de una guerra que, dicho sea de paso, significó el empeoramiento de la ya apurada situación económica de la propia familia.
Portada del catalogo de manuscritos de la biblioteca de los condes de Altamira
Venta del archivo Altamira y de la biblioteca familiar
Es precisamente el pésimo estado de la economía de la Casa de Altamira el origen de otra pérdida, en muchos casos irreversibles, de documentos históricos pertenecientes a la familia. Nos referimos al momento en que, tras la muerte en junio de 1864 de Vicente Pío Osorio de Moscoso, los responsables de la testamentaría del XIII conde de Altamira tomaron la decisión de vender, malvender sería quizá la palabra correcta, no solo el archivo de la Casa de Altamira, y de los títulos nobiliarios asociados a la misma, sino también la biblioteca histórica de la familia y hasta las armaduras que se conservaban en el palacio de la calle de San Bernardo en Madrid.
Este patrimonio documental y bibliográfico recogía la historia no sólo del linaje Altamira. En esos legajos se incluía también buena parte de la historia de las villas y lugares relacionados con esta familia y, en el caso de Morata, con los marqueses de Leganés, predecesores de los condes de Altamira en el señorío de la villa. Para poder hacerse una idea de la importancia de esta documentación perdida basta reseñar que se vendieron, al peso, nada menos que 1.057 @ de papel (2.155,5 kg) al precio de 8 ½ reales la arroba. Un librero de apellido Perera fue quien adquirió, en septiembre de 1869, estos legajos antiguos al peso. Con posterioridad, según se cuenta, sirvieron, en más de una ocasión para envolver productos alimenticios o, incluso, para tareas más escatológicas.
En un documento conservado, este sí, en el archivo de la Casa de Altamira se justificaba así este acto de desprecio al patrimonio documental dilapidado en tan desafortunada venta:
(…) D. Juan Salmón, administrador general de la misma procediera a la venta de las armaduras de combate, de la librería, manuscritos antiguos y papel viejo correspondientes a la referida testamentaría para con su producto atender a las obligaciones que pesan sobre ella por diferentes conceptos, habiendo tenido presente para esta determinación que tanto de unos como de otros objetos solo quedaban restos incompletos debido a que hacía muchos años habían sido ya extraídos de la Casa-Palacio, unos con autorización y otros sin ella, y no ser ya por esta razón de interés el conservarlos y mucho menos estando una gran parte de todos ellos inutilizados por la polilla o por la humedad u otras causas, especialmente desde que la invasión francesa en principios de este siglo secuestró, llevó y destrozó de estos y otros objetos, lo que tuvo por más conveniente.
Este texto reconoce el abandono que ya sufría el archivo y otros bienes de la familia Altamira y se retrotrae a la invasión del ejército francés para justificar el deterioro de este patrimonio. Como ya hemos visto, las consecuencias de la Guerra de la Independencia no eran ajenas a esta situación pero, tras la salida de las tropas francesas de España, los sucesivos condes de Altamira no dejaban de ser los máximos responsables de la situación a la que se había llegado cincuenta años después cuando en 1864 falleció Vicente Pío Osorio de Moscoso. En el documento que ya se ha citado, aparte de reseñar la venta al peso del archivo, también aparecen reflejadas otras ventas como las armaduras, adquiridas por el marqués de Vega de Armijo por 20.000 reales, y, también distintos manuscritos y la misma librería de los Altamira:
(…) En 11 de septiembre de 1869 se vendió la librería a D. (…) representante de Mister Bachelier de Florenne (…) 70.000 reales (...).
En 5 de junio de 1870, después de vistos por diferentes personas aficionadas a manuscritos antiguos, los que se le presentaron al objeto que fueron 61 legajos y una biblia fue preferido para la venta de ellos, porque ofrecía mayor cantidad, el señor conde de Valencia de D. Juan y fue la suma de 25.000 reales.
En 7 del mismo mes y año se vendió a D. Luis Madrazo una comedia de Lope de Vega y entre otros papeles la copia antigua del Tratado de Cetrería de Lope de Ayala en 4.500 reales.
En 12 de febrero siguiente se vendieron a D. Mariano Zabalburu diferentes manuscritos en 2.000 reales.
En 16 del mismo año se vendieron a D. Luis Madrazo 3 tomos de a correspondencia particular de Lope de Vega con el duque de Sessa en 5.000 reales.
En 4 de marzo se vendieron al referido Sr. conde de Valencia [de D. Juan] 18 legajos de manuscritos antiguos en 10.000 reales.
En 12 de mayo siguiente se vendieron al indicado D. Mariano Zabalburu diferentes manuscritos antiguos en 20.000 reales.
El total de las ventas reflejadas en este documento, que carece de fecha, significó para la Casa de Altamira unos ingresos de 182.458 reales, una cantidad que en poco podía aligerar las deudas que arrastraban los condes de Altamira. Por el contrario la pérdida cultural resulta difícil de cuantificar. Es cierto que los manuscritos que fueron adquiridos por el conde Valencia de D. Juan y por Mariano Zabalburu aún se conservan y pueden consultarse. No sucede lo mismo con los documentos vendidos al peso, de los que se desconoce qué legajos históricos podían incluir y a los que hay que dar, irremisiblemente por perdidos para siempre.
El caso de la biblioteca familiar tiene unas connotaciones distintas a la documentación del archivo. Adquirida en su conjunto por una librería parisina, Bachelier de Florenne, conocemos exactamente la totalidad de las obras que se incluían en la venta gracias a la existencia de un catálogo editado para publicitar la posterior subasta en Paris de un patrimonio bibliográfico del que también se han perdido muchos de los ejemplares. Otros, salieron de España para no regresar. Por este catálogo, editado en el año en el año 1870, solo unos meses después de producirse la venta de la biblioteca,
El tomo I del catálogo de la biblioteca de los condes de Altamira, publicado para la subasta celebrada en enero de 1870, incluye 1.085 referencias de otros tantos libros. Entre ellos se encuentran cuarenta y ocho manuscritos y libros impresos encuadernados en vitela y, además, libros de horas, de teología, liturgia, biografías de Santos Padres, de escolástica y de teología moral. También contenía la biblioteca según el catálogo obras de jurisprudencia, de ciencias, de bellas artes, estampas de la escuela italiana, libros de lingüística y retórica, de literatura francesa e italiana, obras de teatro, de filología, epistolarios y biografías. En este tomo también aparecen obras de historia, cosmología y viajes: historia universal y del las religiones, historia moderna, historia de Francia, Italia, Inglaterra, Portugal y España, de las Indias y de América, tratados de arqueología, heráldica y genealogía y, por último, recopilaciones bibliográficas.
El 7 mayo de 1870 se celebra una segunda subasta también en París para la que se edita el II tomo del catálogo de la biblioteca. En esta ocasión el contenido de la publicación incluye los manuscritos de la casa fechados entre los siglos XI y XVI. Entre estos manuscritos aparece la correspondencia del duque de Montemar en 171 volúmenes, textos manuscritos de jurisprudencia y política, de la historia de Francia, de batallas famosas, las crónicas de los reyes D. Pedro y Enrique IV, crónicas de los reinados de Felipe IV y Felipe V, papeles del monasterio de San Lorenzo de El Escorial y mapas y planos militares.
Por último, el 31 de mayo se inicia una tercera subasta de la biblioteca que se desarrolló durante cinco días, hasta el 4 de junio. El tomo III del catálogo, incluye las referencias de 1.508 volúmenes y 3 manuscritos. En esta última subasta se ofertaron los libros que no habían tenido salida en la subasta del mes de enero y otros que se subastaban por primera vez, muchos de ellos relativamente modernos, como el texto impreso a la muerte de Buenaventura Osorio de Moscoso y Fernández de Córdoba. También se incluía una colección encuadernada de la Gaceta de Madrid de los años 1806-1807 y 1808.
No podemos dejar de citar, para finalizar, como en la biblioteca de los condes de Altamira, y concretamente en su apartado de manuscritos, aparecen unos textos recogidos en el II tomo que tienen relación con Morata. Se trata de un denominado Memorial en que un criado del ex. Señor conde de Altamira hace suplica en verso y un texto titulado Viaje de Morata a Leganés en una mula perezosa y un mozo lerdo, redactado en verso. De estos manuscritos ninguna noticia nos ha llegado, más allá de esta referencia en el catálogo, por lo que como en otros muchos casos, pueden darse por perdidos.
Fuentes y bibliografía:
Inventarios de muebles, cuadros, estampaciones, joyas y diversos bienes pertenecientes a la casa de Altamira. Archivo Histórico de la Nobleza, BAENA, C291, D.1-12.
Catalogue de la bibliotheque de son excellence le marquis d´Ástorgue, compte d´Altamira, duc de Sessa. Tomos I, II y III. Librairie Bachelín-Deflorenne. París 1870.
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