martes, 27 de junio de 2017

Morata en tiempos del cólera (IV)


Morata en tiempos del cólera
Como señalábamos en el post anterior, la epidemia de 1855 costó la vida a 44 vecinos de Morata de los 127 infectados por la enfermedad. Sin embargo, aunque es cierto que las cifras son menores, no por ello estos fallecimientos dejaban de ser un síntoma de las precarias condiciones sanitarias que padecía la población española bien entrado el siglo XIX. En una publicación del mismo año de 1855, La Crónica de los Hospitales, se recogía la prescripción médica que se le aplicó a un enfermo de cólera cuando ingresó en el Hospital General de Madrid:
Los síntomas que presentaba y que caracterizaban su enfermedad, eran los siguientes: vómitos y diarrea abundantes de un líquido inodoro parecido al suero no clarificado, frialdad en todo el cuerpo, voz apagada y calambres. —Prescripción. Dieta absoluta; cocimiento de arroz gomoso, tres libras para bebida usual; cocimiento blanco gomoso, seis libras, para tomar un cortadillo de dos en dos horas; agua de melisa, tres onzas; éter sulfúrico, una dracma; láudano liquido, un escrúpulo; jarabe de corteza de cidra, una onza; mézclese para tomar una cucharada cada media hora: raíz de ipecacuana pulverizada, una dracma; azúcar dos; mézclese y divídase en seis papeles iguales, para tomar uno de hora en hora: cataplasma emoliente laudanizada al vientre; sinapismos bajos ambulantes; ladrillos calientes á los pies. Además se le ordenaron los auxilios espirituales.
Remedios muy similares a los que se aplicaban veintiún años antes, en 1834, para atajar una enfermedad que, según la misma publicación, tenía tendencia a aclimatarse en nuestro suelo a causa tal vez del desuso en que han caído las disposiciones sanitarias encaminadas a aislar y destruir los focos de infección.
Esta denuncia de la falta de condiciones higiénicas y de la ausencia de una política sanitaria apropiada a los tiempos –que se unía a la pobreza de la mayor parte de la población-, crearon en 1855 las bases de este nuevo brote y la repetición de situaciones extremas ya conocidas de años anteriores: médicos y familias que abandonan sus domicilios y cadáveres enterrados sin cumplir las mínimas medidas sanitarias en los cascos urbanos junto a las iglesias. En Morata no hay constancia de que se produjera la huida de familias ni del médico del pueblo. Unos meses antes de declararse la epidemia el Ayuntamiento, en enero del año anterior, había convocado la plaza para cubrir el puesto de médico-cirujano:
Ayuntamiento Constitucional de la villa de Morata de Tajuña
Se halla vacante la plaza de médico cirujano titula para la asistencia de la clase proletaria de la villa de Morata de Tajuña: su población es de 550 vecinos y entre ellos 70 pobres de solemnidad, se halla dotada por dicho concepto de asistir únicamente a la referida clase proletaria en la cantidad de 2.000 reales de vellón anuales, pagados por el depositario del ayuntamiento por trimestres vencidos quedándose la libertad de poderse contratar con los demás vecinos particularmente (…) .(Boletín Oficial de la Provincia, enero de 1854).
En Morata tampoco se producía la situación de algunos pueblos de la provincia que, con el siglo tan avanzado, aún no disponían de cementerio municipal. En Valdemoro, por ejemplo, uno de los pueblos más afectados la población huía y en la prensa se aseguraba que:
(… ) Lo peor de todo es que no hay allí cementerio, y se entierran a los cadáveres alrededor de la iglesia, de modo que a pesar de hacerse los hoyos bastante profundos y tomarse la precaución de echarlos cal, como los enterrados en estos días se acercan a sesenta, es muy de temer una descomposición que vicie la atmósfera y aflija aún más a aquel desgraciado vecindario (…). (La Época, 10 de agosto de 1855).
Morata sí que contaba con cementerio municipal y ya se habían suprimido los enterramientos en los llamados cementerios sacramentales, situados en el interior y en el entorno a las iglesias. Desde 1814, Morata contaba con cementerio en las afueras de la población. El periódico El Universal (24 de enero de 1814), publicaba que Morata era uno de los escasos pueblos que había atendido a la circular del gobierno ordenando el establecimiento de cementerios en toda la provincia, en cumplimiento de lo mandado por el Congreso nacional.
Juan Diego Arribas, unos años después, aseguraba que en uno de sus ángulos, al Norte, hay una pequeña capilla destinada a depósito de los que mueren de enfermedad contagiosa. Su situación está de tal manera, que no ofrece ningún peligro a la salud pública de la población (…).

Una de las muchas publicaciones que se editaron durante la epidemia de 1855

Fin de la epidemia
Aunque el brote de 1855 aún dejaba algún enfermo de cólera en los meses de invierno de ese año, a finales de agosto la epidemia había remitido bastante. El 14 de septiembre el periódico La España publicaba un suelto en el que señalaba que:
Como se ve por los partes sanitarios, el cólera ha disminuido algo en Madrid estos últimos días, y además parece empiezan a presentarse otras enfermedades propias de la estación. Esto, aunque no puede dar seguridad completa, hace esperar, sin embargo, que pronto nos veamos libres de tan temible calamidad.
En Morata, el último dato contrastado de contagio de la enfermedad se registro, como ya se ha dicho, el 13 de septiembre. Lamentablemente, en medio de las penurias causadas por la epidemia de cólera en la mayoría de los pueblos de la vega baja del Tajuña, una tormenta que se desencadenó la noche del 30 de agosto vino a empeorar las condiciones de vida de los vecinos. El 3 de septiembre de 1855, el diario La Esperanza publicaba una comunicación de un vecino de Perales de Tajuña que daba noticia de la tormenta:
Perales de Tajuña, 31 de agosto
Cuando íbamos respirando un poco del pánico que se había apoderado de estos infelices habitantes en el triste periodo de mes y medio que ha reinado en el pueblo el cólera, llevándose entre pequeños y grandes 82 personas, y que por la misericordia de Dios nos encontramos enteramente libres de esta terrible calamidad, en la noche de ayer 30 ha venido a aumentar su aflicción y desconsuelo otra no menos lastimosa cual es una fuerte y terrible avenida del Tajuña, no conocida hace más de un siglo, que ha inundado y perdido por completo todos los frutos y legumbres de su hermosa vega, ocasionando la ruina de muchas familias, de casi todo el pueblo, que no cuentan para su subsistencia con otros arbitrios y recurso que sus pobres esquilmos, como dicen ellos, encontrándose en idéntico y triste caso los pueblos de Carabaña, Tielmes, Morata y Bayona de Tajuña. (La Esperanza, 3 de septiembre de 1855).
La epidemia acabó con el final del verano y unos meses después el Boletín Oficial de la Provincia de Madrid, del 2 de abril de 1856, emitía una circular en la que el gobernador de la provincia de Madrid, en cumplimiento de una Real Orden del Ministerio de la Gobernación, daba las gracias en nombre de la reina a las personas que se mencionan en la siguiente relación, por los especiales y humanitarios servicios que han prestado en varios pueblos de esta provincia, durante la última invasión de la epidemia colérica (…).
En esta relación figuraban entre otras autoridades de los pueblos de la provincia, el alcalde de Morata, Benito Sánchez-Bravo y los dos médicos cirujanos del municipio Francisco Calera y José Contesini.

Fuentes y bibliografía

  • La epidemia de cólera de 1834 en Madrid. Asistencia y represión a las clases populares-Vidal Galache, Florentina. Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, Historia Contemporánea, n.° 2, 1989, págs. 271-279. Madrid, 1989.
  • Biografía del Excmo. Sr. Mateo Seoane, por el doctor en Medicina Don Manuel Albistur. Escenas contemporáneas. Revista biográfica, y necrológica, científica, literaria y artística. Imprenta de Luis Beltrán. Madrid, 1862. Segunda edición.
  • La epidemia de cólera de 1834 en Madrid. Aspectos sanitarios y socioeconómicos. Puerto, F. Javier. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Estudios de Historia Social. 1980, nº 15, p. 9-61. Universidad Carlos III de Madrid-Repositorio institucional e-Archivo http://e-archivo.uc3m.es. Departamento de Economía-Artículos de Revistas, 1980-
  • El cólera epidémico. Consejos a los pueblos y los médicos para evitar esta enfermedad. Manuel Codorniu. Imprenta de Alejandro Gómez. Madrid, 1849.
  • Instrucciones generales sobre el modo de preservarse del cólera-morbo epidémico, con indicaciones acerca de su método curativo, por el doctor Mateo Seoane. Imprenta de D. M. Calero. Madrid, 1834
  • Epidemias de Cólera en Chinchón durante el siglo XIX. Panadero García, Raúl. Ayuntamiento de Chinchón. Año 2007. Premio de Historia.
  • La crónica de los hospitales. Periódico oficial de la Facultad de Medicina, Cirugía y farmacia del General de Madrid. Año Tercero-tomo III. Imprenta de Manuel de Rojas. Madrid
  • Periódicos y publicaciones citados en el texto.


martes, 20 de junio de 2017

Morata en tiempos del cólera (III)



La epidemia de 1855 en Morata

Tras el virulento brote epidémico de cólera que se desarrolló durante el verano de 1834 -recordemos que se contabilizaron 119 fallecimientos-, Morata y otros pueblos de la comarca también se vieron seriamente afectados durante la epidemia que se declaró en 1855.
En la provincia de Madrid los primeros casos detectados se sitúan en torno al 11 de mayo. Para el mes de septiembre las autoridades ya daban por superada la emergencia sanitaria provocada por el cólera.
Como sucediera en 1834, los periódicos informaban puntualmente de los casos declarados en los municipios y en Madrid capital. Uno de estos periódicos, El León Español, recogía a mediados de julio los partes sanitarios de esos días en varios pueblos de la comarca de la ribera del Tajuña y en la ciudad de Madrid:
Curso del cólera-morbo:
Según los partes sanitarios oficiales, el 17 de julio hubo en Madrid 46 invadidos del cólera-morbo, de los que fallecieron 40, y 7 de los que ya estaban enfermos, habiéndose curado 8. En Aranjuez hubo 14 invadidos, muriendo 6 de los anteriormente atacados, dándose de alta a 16. En Carabaña acometió a 6, de los que fallecieron 5 y se curaron 8. En Loeches no se dio caso alguno ni se dio defunción; fueron dados de alta 2. En Chinchón se dieron 13 casos, muriendo 3, y 2 de los invadidos en días anteriores, y habiéndose curados. En Morata, de los 10 que fueron atacados no ha muerto ninguno; se curaron 3. En Perales de Tajuña invadió a 1, sin que ocurriese defunción alguna. En Tielmes lo fueron 2 y en Villaverde 1, habiendo muerto 3 de los atacados en días anteriores, y dándose de alta á 2.
El día 18 hubo en Madrid 39 invadidos del cólera-morbo, de los que han muerto 11, y 8 de los atacados en los días anteriores, habiéndose curado 9. En Aranjuez cayeron enfermos de aquel mal 8, falleciendo 1 de ellos y 8 de los que ya lo estaban, dándose a otros 8 de alta. En Loeches, de los 3 invadidos murió 1. En Carabaña hubo 4 atacados y murieron 3 de los que existían enfermos, habiéndose curado otros 3. En Perales de Tajuña fueron invadidos 8, de los que falleció 1 y otro de los que ya estaban enfermos. En Torrejón de Ardoz hubo tres invadidos, falleciendo 1 de ellos, y otro que lo estaba con anterioridad. En Villaverde, de los 12 que lo han sido murió 1, y otro de los anteriores, dándose de alta á 5. Y en Morata de Tajuña hubo 6 invadidos, de los que han fallecido 2.
EI día 20 hubo en Madrid 29 atacados, de los cuales fallecieron 10, resultaron airados 11, y murieron 7 de los contagiados anteriormente. En Aranjuez hubo 12 invadidos, 3 muertos y 6 curados; en Villalvilla 6 invadidos y 1 muerto; en Carabaña igual numero de atacados y victimas, y 4 curados; en Torrejón de Ardoz 8 atacados y 1 curado; en
Chinchón 7 invadidos, 1 muerto y 4 curados; en Morata de Tajuña 4 invadidos y 1 muerto; en Perales de Tajuña 6 invadidos y 3 muertos; en Villaverde 4 invadidos y 1 curado, y en Parla un solo atacado.
La presencia del cólera en este nuevo brote epidémico de 1855 en varios, pueblos situados en el entorno de la vega baja del Tajuña, tal como ya había sucedido en 1834, dio origen a curiosas y no demostradas teorías por parte de médicos anónimos sobre la incidencia de la enfermedad en pueblos como Morata, Perales de Tajuña, Tielmes, Carabaña o Chinchón. En El Clamor Público, un periódico editado en Madrid, se hacían eco de estas teorías:
Un facultativo joven, amigo nuestro y cuyo nombre no publicamos por no ofender a su modestia, nos ha suministrado datos, observaciones y noticias curiosas acerca de la epidemia reinante, que iremos publicando según nos lo permitan la abundancia de original y las condiciones sanitarias de la población.
Por ahora no pretendamos hablar de la causa de la enfermedad asiática, pues esa gloria queda para el doctor de las moscas coléricas, pero sí llamaremos la atención de nuestros lectores sobre la dirección constante y fija que está siguiendo la epidemia en esta provincia. Entre los muchos autores que han escrito acerca de los terrenos más predispuestos para el desarrollo del cólera, hay bastantes que fijan esta terrible propiedad en las riberas de los ríos y costas marítimas. En la provincia de Madrid se está observando que la epidemia sigue toda la orilla derecha del río Tajuña, desde su salida de la provincia de Guadalajara, sin separarse de la tortuosa corriente que describe el cauce del río. Empieza en Ambite y sigue a Orusco, Carabaña, Tielmes, Perales de Tajuña, Morata, Titulcia y Aranjuez, ascendiendo por el Jarama a Torrejón de Ardoz. Esta circunstancia apoya la opinión de los que aseguran que el cólera necesita para su mayor desarrollo un vehículo acuoso que dilatando el agente colérico, facilita su absorción por los que están sometidos a aquellas condiciones topográficas. Semejante manera de propagarse tiene analogía con el desarrollo de las intermitentes [fiebres] que se padecen en los lugares pantanosos.
Es cierto que en otros puntos de la provincia se ha presentado la epidemia, por los cuales no pasa ningún río, como en Chinchón, Valverde y algún otro, pero en casi todos los demás hay riachuelos más o menos caudalosos (…). (El Clamor Público, 20 de julio de 1855).

Mapa con las zonas de España más afectadas en la epidemia de cólera de 1855

Fallecidos en Morata y en la vega del Tajuña
A diferencia de la epidemia de 1834, no hemos localizado, caso de que existan, estadísticas globales sobre la mortandad que provocó la epidemia de cólera de 1855 en la provincia de Madrid en general y en el caso concreto de Morata. Sin embargo, sí que hemos podido reunir los datos sobre los vecinos de Morata invadidos, curados y fallecidos a partir de los partes sanitarios que emitía, a diario, el Gobierno Superior de la Provincia de Madrid con los datos que, obligatoriamente, estaban obligados a enviar los ayuntamientos de los distintos municipios afectados por la enfermedad. Naturalmente, estos partes pueden ser erróneos pero, a falta de estadísticas oficiales –que también podían contener errores más o menos interesados-, es la única fuente para cuantificar la incidencia de la epidemia de cólera en Morata.
Según estos datos publicados en la prensa madrileña de la época entre el 11 de mayo y el 31 de julio de 1855, en Morata habían contraído el cólera 74 vecinos de los que habían muerto 18:
Guarismos fatales. A continuación ponemos una nota de los invadidos y muertos del cólera-morbo en la provincia de Madrid, desde el día 11 de mayo último, en que por el gobierno empezaron a publicarse los partes, hasta el 31 de julio.
Madrid, 1.866 invadidos, 979 muertos
Aranjuez, 436 invadidos, 191 muertos
Chinchón, 219 invadidos, 60 muertos
Villarejo de Salvanés, 140 invadidos, 13 muertos
Orusco, 127 invadidos, 56 muertos
Perales de Tajuña, 95 invadidos, 38 muertos
Villaverde, 78 invadidos, 36 muertos
Morata de Tajuña, 74 invadidos 18 muertos
Carabaña, 61 invadidos, 32 muertos
Villalvilla, 54 invadidos, 20 muertos
Torrejón de Ardoz, 46 invadidos, 18 muertos
Belmonte, 43 invadidos, 7 muertos
Además ha habido algunos casos en Villaviciosa de Odón, Loeches, Titulcia, Algete, Ambite, Villaconejos, Manzanares el real, Valdemoro, Tielmes, Valdaracete, San Fernando, Estremera, Fuentidueña de Tajo y algún otro pueblo, que no hemos incluido en la estadística anterior por ser casi insignificante el número de invadidos o muertos. (Publicado en el periódico La España, 2 de agosto de 1855).
A partir de esta fecha, la suma de los afectados por el cólera desde el 1 de agosto hasta el 13 de septiembre, cuando se produjo en Morata el último fallecimiento debido a la enfermedad, se declararon 53 personas afectadas de las que fallecieron 26. En total, de acuerdo con estos datos oficiosos, fueron 127 vecinos los que contrajeron el cólera y 44 los fallecidos, en un año en que Morata contaba con 2.418 habitantes. Estas cifras son muy inferiores porcentualmente a las que se contabilizaron en el brote de 1834, cuando, recordemos fallecieron 119 vecinos de Morata de los 336 que resultaron infectados ese año.


Fuentes y bibliografía

  • La epidemia de cólera de 1834 en Madrid. Asistencia y represión a las clases populares-Vidal Galache, Florentina. Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, Historia Contemporánea, n.° 2, 1989, págs. 271-279. Madrid, 1989.
  • Biografía del Excmo. Sr. Mateo Seoane, por el doctor en Medicina Don Manuel Albistur. Escenas contemporáneas. Revista biográfica, y necrológica, científica, literaria y artística. Imprenta de Luis Beltrán. Madrid, 1862. Segunda edición.
  • La epidemia de cólera de 1834 en Madrid. Aspectos sanitarios y socioeconómicos. Puerto, F. Javier. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Estudios de Historia Social. 1980, nº 15, p. 9-61. Universidad Carlos III de Madrid-Repositorio institucional e-Archivo http://e-archivo.uc3m.es. Departamento de Economía-Artículos de Revistas, 1980-
  • El cólera epidémico. Consejos a los pueblos y los médicos para evitar esta enfermedad. Manuel Codorniu. Imprenta de Alejandro Gómez. Madrid, 1849.
  • Instrucciones generales sobre el modo de preservarse del cólera-morbo epidémico, con indicaciones acerca de su método curativo, por el doctor Mateo Seoane. Imprenta de D. M. Calero. Madrid, 1834
  • Epidemias de Cólera en Chinchón durante el siglo XIX. Panadero García, Raúl. Ayuntamiento de Chinchón. Año 2007. Premio de Historia.
  • La crónica de los hospitales. Periódico oficial de la Facultad de Medicina, Cirugía y farmacia del General de Madrid. Año Tercero-tomo III. Imprenta de Manuel de Rojas. Madrid
  • Periódicos y publicaciones citados en el texto.

miércoles, 14 de junio de 2017

Morata en tiempos del cólera (II)


Los remedios contra el cólera durante la epidemia

Poco sabemos de los remedios con que el doctor Seoane se enfrentó al cólera durante su estancia en Morata. Sí que consta que en junio de 1834 se había publicado el libro Instrucciones generales sobre el modo de preservarse del cólera-morbo epidémico, con indicaciones acerca de su método curativo del que era autor el propio doctor Seoane.
En este pequeño libro, Seoane hace hincapié en la necesidad de cuidar las condiciones de higiene de las viviendas y de las personas e indica que (…) sería muy útil poder habitar, al menos durante la epidemia, en las que estuviesen situadas en parajes secos, abiertos, bien ventilados y donde el número de personas no fuese considerable respecto a su extensión (…).
También se refiere a (…) evitar los sitios muy húmedos, o cuyo aire sea impuro, ya consista esta impureza en la falta de ventilación o ya en las emanaciones de las inmundicias de cualquier clase (…).
Respecto a la alimentación aconseja los alimentos de origen animal frente a los vegetales, el uso moderado del vino y evitar el consumo de leche, así como vigilar la pureza del agua, de la que afirma ser preferible la de las fuentes a la de pozos. También es contrario a los purgantes, tan habituales en esos años, y advierte sobre los efectos perniciosos de los medicamentos milagrosos en la salud de los enfermos de cólera.
El doctor Seoane también insiste en su libro en la necesidad de realizar una limpieza escrupulosa de las habitaciones donde estén los enfermos y evitar las visitas, con la excepción de médicos y cuidadores. Además, defiende la necesidad de desinfectar las estancias y las ropas con cloruro de cal.
El libro finaliza con una serie de cinco recetas, que suponemos serían las que aplicara, siempre que contara con los ingredientes necesarios, durante su estancia en Morata. A modo de ejemplo transcribimos la primera de estas recetas:
Se echa medio cuartillo de agua en dos vasos por mitades, y se pone en el uno medio escrúpulo de carbonato de sosa y en el otro seis de ácido tartárico, así que estén bien disueltos se mezcla el agua de los dos vasos que beberá el enfermo luego que principie a hacer espuma: se puede usar zumo de limón con un poco de azúcar en lugar de ácido tartárico (…).
Durante el curso de la epidemia, el prestigio del doctor Seoane y su presencia en Morata para tratar el cólera, fue utilizado como recurso publicitario por una farmacia que ofrecía la venta de los limones que aparecen en la receta que hemos transcrito.:
Los señores consumidores del ácido cítrico, o vulgarmente limón, que honran la botica de Oñez, calle de Hortaleza número 9, proveyéndose de él, tendrán entendido que hallarán el de segunda clase a 6 reales onza, y el de primera a 8, que es el precio a que hace años lo ha vendido, y que por estar interrumpidas las comunicaciones se ha visto obligado a subirlo hasta 12 reales onza; en la inteligencia que si el gobierno, algún pueblo, corporación o particular necesitase dicho ácido cítrico, se podrá facilitar aunque sea por quintales un auxilio tan necesario y eficacísimo para las enfermedades reinantes, como se sabe positivamente que el benemérito, ilustrado y apreciabilísimo profesor de Medicina D. Mateo Seoane, que impávido se prestó a luchar con la muerte en los pueblos de Vallecas y Morata, viéndose invadido en este último por el cólera fulminante, debió la conservación de su preciosa existencia, aunque quedando cojo, a una píldora que se tomó cada cinco minutos de polvos de Dewer y a 20 vasos de agua de limón frió que se bebió en pocas horas, teniendo la satisfacción de haberle oído decir que otros del mismo pueblo de Morata salvaron su vida tomando el mismo número de vasos de agua de limón fría, cuya cantidad creían ellos era indispensable. (Diario de Avisos de Madrid, lunes, 4 de agosto de 1834).
Desde luego, no faltaban los remedios más o menos eficientes que se ofrecían a la población como efectivos contra el cólera. Con posterioridad a la epidemia de 1834 y antes del siguiente brote generalizado de 1855, en los libros de medicina aparecían algunos de estos remedios:
Número 6. Tintura epispástica ó irritante.
Vinagre media libra.
Alcohol rectificado una libra.
Alcanfor una onza.
Pimienta negra pulverizada media onza.
Harina de mostaza una onza.
Ajos machacados media onza.
Cantáridas en polvo dracma y media.
Mézclense, para fricciones.
Publicado en el El cólera epidémico. Consejos a los pueblos y los médicos para evitar esta enfermedad, de Manuel Codorniu.
Fallecimientos por el cólera en Morata
Pese al empeño del doctor Seoane, la epidemia siguió su curso en el verano de 1834. Las medidas preventivas, sobre todo los cordones sanitarios que controlaban los desplazamientos entre pueblos y ciudades continuaban activados. No se podía viajar a Madrid –por el cordón establecido en Vallecas- pero tampoco a algunas villas vecinas: en el límite entre Morata y Chinchón, por ejemplo, también se estableció un cordón sanitario, lo que no impidió que en este municipio también se declararan casos de cólera.
Los periódicos seguían publicando los datos sobre el número de contagiados y fallecidos así como el de los enfermos que habían superado la enfermedad. La Revista Española incluía el 4 de agosto la siguiente información:
Madrid. En oficio de 29 del que rige dice el gobernador civil de esta provincia, que según parle dado el día anterior por el corregidor de Alcalá de Henares, se aumentaba allí el número de enfermos sospechosos, (…); que en Fuentidueña de Tajo no había ocurrido ningún caso de cólera desde el 21 al 27 del propio mes; antes por el contrario, se notaba mucha mejoría y solo un fallecimiento, atribuyendo esta novedad a la tormenta que en la tarde del 20 descargó sobre aquel pueblo, causando mucho daño a sus sembrados, acompaña así mismo el siguiente parte sanitario de los pueblos que en él se citan.
En Chinchón, el 27 de julio, existían 180 invadidos, 10 curados, 9 fallecidos.
En Morata, el 28 de julio 65 invadidos, 5 curados, 3 fallecidos.
En Vallecas el 28 y 29 de julio, 20 invadidos, 4 curados, 3 fallecidos.
(La Revista Española, 4 de agosto de 1834).
Unos días después, el 10 de agosto, el periódico El Vapor incluía nuevos datos de la enfermedad –en Morata contabilizaba 70, enfermos, 13 curados y 3 fallecidos- correspondientes al 29 de julio y una información, fechada el 30 de julio, que daba noticia de que el gobernador civil de Madrid había auxiliado con un facultativo al pueblo de Perales de Tajuña, que iba a quedar sin él por haberse contratado con otro pueblo el que allí había (…). Estos casos de abandono de sus obligaciones como médicos en algunas localidades no fue tan raro en esos meses y, frente a comportamientos casi heroicos, aparecían conductas reprochables de los profesionales de la sanidad (también se dio el caso de autoridades que abandonaron sus pueblos huyendo del cólera).
Afortunadamente, el curso de la enfermedad fue declinando según avanzaba el mes de agosto y el día 19 el gobernador civil emitió una nota sobre el estado sanitario de la provincia de Madrid y sobre Morata en particular:
Con fecha 15 del corriente dice su gobernador civil que en aquel mismo día se declaraba en estado de completa salud la villa de Morata, por haber desaparecido del todo la enfermedad que la afligía, de cuyo beneficio disfrutaba también la villa de Estremera.
Habrían de pasar pocos días desde que se emitió este parte para que las autoridades decretaran el final del cordón sanitario que afectaba a las comunicaciones de Morata con la capital del Reino: el día 24 de agosto se ponía fin a esta medida, que tanto había criticado el doctor Seoane por considerar que no mejoraba el control de la enfermedad:
Real orden de 24 de agosto mandando disolver todos los cordones sanitarios formados para impedir la propagación del cólera:
(…) Art. 1º Se disolverán todos los cordones establecidos con el objeto de impedir la propagación del cólera, y se restablecerán las comunicaciones interiores en toda la extensión que tenían antes de formarse aquellos.
Art. 2º Los Gobernadores civiles y Autoridades locales, tanto gubernativas como municipales, protegerán la libre comunicación de los pueblos entre sí, y evitarán las vejaciones que arbitrariamente se causan en algunos puntos a los viajeros, a pretexto de precauciones sanitarias (…)..
La eliminación de estos cordones sanitarios corroboraba, al menos, que la epidemia que había afectado a la villa desde el comienzo del verano ya remitía y que ahora llegaba el momento de contabilizar sus dramáticos efectos.
Según los datos publicados años después de que finalizara la epidemia en un libro obra de Manuel Codorniu, Aviso preventivo contra el cólera epidémico, se publicaron las cifras oficiales. Naturalmente, estas cifras, a falta de documentos más fiables y por el interés de las autoridades en disminuir la importancia de la epidemia, deben tomarse con precaución, pero son las siguientes referidas a Morata y los pueblos más cercanos:
Morata: 336 enfermos; 236 curados y 119 fallecidos.
Perales de Tajuña: 280 enfermos; 236 curados y 44 fallecidos.
Chinchón: 1.450 enfermos; 1.271 curados y 179 fallecidos.
Tielmes: 47 enfermos; 32 curados y 15 fallecidos.
Arganda: 820 enfermos; 505 curados y 315 fallecidos.
Madrid (ciudad): 1.142 enfermos; 959 curados y 183 fallecidos.
Según estas estadísticas, sorprende la virulencia del brote de cólera en Arganda que con 350 fallecidos se convirtió en la localidad madrileña con mayor número de víctimas de la epidemia de 1834. En el caso de Morata, con los 119 fallecidos, la enfermedad provocó la muerte, aproximadamente, del 5 % de los vecinos, una cifra que podemos considerar elevada y que, sin duda, afecto al pueblo en los meses y años siguientes.

Estadisticas oficiales de la epidemia de cólera del año 1834 
En lo que afectaba a los medios sanitarios, el Ayuntamiento convocó, semanas después de darse por superada la epidemia, una plaza de médico:
Se halla vacante el partido de médico titular de la villa de Morata de Tajuña distante de esta corte cinco leguas, su población de mas de 500 vecinos, dotado en reales anuales pagados por el ayuntamiento por reparto vecinal; advirtiendo que la misma corporación tiene hecho recurso al Sr. gobernador civil de la provincia, a que se la autorice para aumentarla hasta 603 ducados, que será la que disfrute el facultativo en caso de accederse a ello. (…). (Gaceta de Madrid, 25 de septiembre de 1834).
Unos meses después, también se convocó la plaza de cirujano:
Se halla vacante la plaza de cirujano titular de la villa de Morata de Ta juña, provincia de Madrid. La población asciende a más de 500 vecinos, y la dotación consiste en ¡30 rs.! anuales, el producto de barbas, asistencia a partos y otros casos; previniéndose que se ha hecho recurso al Sr. gobernador civil para que se sirva autorizar al ayuntamiento, a fin de aumentar el sueldo hasta 400 ducados, que será en este caso el que deberá disfrutar el agraciado (…). (Gaceta de Madrid, 5 de noviembre de 1834).
El Ayuntamiento parecía prepararse para futuras epidemias de cólera. La de 1834 dejó, como ya se ha señalado, 119 fallecidos en Morata y 2.819 en la provincia de Madrid.
Además de estas víctimas, la epidemia dejó en la memoria de Madrid un curioso suceso relacionado con el cólera de 1834. Según cuentan, un vecino de Madrid, propietario de un carrousel de feria con el que recorría las verbenas, se contagió de cólera y los médicos le dieron por muerto. Cuando era llevado en andas al cementerio para su entierro, se levantó gritando desesperado: que estoy vivo, que estoy vivo. Ya recuperado, continúo con su trabajo en las ferias y, gracias al ingenio popular, dejó de ser el tío Esteban para pasar a ser el tiovivo. Hizo falta muy poco tiempo para que el nuevo apodo de Esteban Fernández, que ese era su nombre real, sirviera para denominar a sus caballitos a partir de entonces como el tiovivo. Y así, hasta ahora.


Fuentes y bibliografía

  • La epidemia de cólera de 1834 en Madrid. Asistencia y represión a las clases populares-Vidal Galache, Florentina. Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, Historia Contemporánea, n.° 2, 1989, págs. 271-279. Madrid, 1989.
  • Biografía del Excmo. Sr. Mateo Seoane, por el doctor en Medicina Don Manuel Albistur. Escenas contemporáneas. Revista biográfica, y necrológica, científica, literaria y artística. Imprenta de Luis Beltrán. Madrid, 1862. Segunda edición.
  • La epidemia de cólera de 1834 en Madrid. Aspectos sanitarios y socioeconómicos. Puerto, F. Javier. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Estudios de Historia Social. 1980, nº 15, p. 9-61. Universidad Carlos III de Madrid-Repositorio institucional e-Archivo http://e-archivo.uc3m.es. Departamento de Economía-Artículos de Revistas, 1980-
  • El cólera epidémico. Consejos a los pueblos y los médicos para evitar esta enfermedad. Manuel Codorniu. Imprenta de Alejandro Gómez. Madrid, 1849.
  • Instrucciones generales sobre el modo de preservarse del cólera-morbo epidémico, con indicaciones acerca de su método curativo, por el doctor Mateo Seoane. Imprenta de D. M. Calero. Madrid, 1834
  • Epidemias de Cólera en Chinchón durante el siglo XIX. Panadero García, Raúl. Ayuntamiento de Chinchón. Año 2007. Premio de Historia.
  • La crónica de los hospitales. Periódico oficial de la Facultad de Medicina, Cirugía y farmacia del General de Madrid. Año Tercero-tomo III. Imprenta de Manuel de Rojas. Madrid
  • Periódicos y publicaciones citados en el texto.

martes, 6 de junio de 2017

Morata en los tiempos del cólera (I)


Oír hablar del cólera nos puede parecer extemporáneo pero, todavía hoy, es una enfermedad que azota periódicamente a los países subdesarrollados. En el siglo XIX España padeció numerosos brotes epidémicos de cólera-morbo, una enfermedad a la que difícilmente se podía hacer frente con los limitados medios sanitarios de la época. Durante toda la centuria, la población asistió, prácticamente impotente, a las periódicas epidemias de cólera que se declararon en 1834, en 1855 y, el último pero no menos importante, en 1885. Hay constancia documental de que estas epidemias afectaron seriamente a los vecinos de Morata causando numerosos muertos entre ellos.

El cólera de 1834 en Morata y el doctor Seoane
Este primer brote de cólera epidémico, que afectó a todo el territorio nacional, ya había sido detectado en 1833 en la ciudad de Vigo. En el verano de ese año, Andalucía fue la región más afectada y tras una tregua invernal, la enfermedad llegó a la provincia de Madrid en el verano de 1834. En los primeros días del mes de julio -en medio de una complicada situación política provocada por la crisis dinástica, que enfrentaba a los partidarios de Isabel II con los de su tío el Infante D. Carlos en la primera de las guerras carlistas- se manifestaron los primeros casos en la capital. Pese al intento de restar importancia a la aparición de la enfermedad, la epidemia comenzó a manifestarse, al mismo tiempo que unos rumores falsos responsabilizaban a los frailes de haber envenenado las aguas de Madrid. La manipulación y la mentira provocaron, el 17 de julio, el asalto a algunos conventos y la matanza de frailes. 
 
Es justo el día 17 de julio cuando aparecen las primeras referencias a la enfermedad en Morata. El Eco del Comercio publicaba el día 21 una pequeña nota en la que daba cuenta de los casos de cólera declarados en algunas poblaciones de la provincia de Madrid. Según el diario, entre los días 16 y 18 de julio, en Arganda ya se contabilizaban 171 enfermos y 9 fallecidos; en Morata, 74 enfermos y 6 fallecidos y en Vallecas, 34 enfermos y 10 fallecidos.
Estos primeros fallecimientos en Morata no serían, desgraciadamente, los últimos que provocaría el cólera en la epidemia de 1834. En esos años, el censo de Morata, aunque las distintas fuentes difieren en las cifras, se situaba entre los 495 vecinos registrados en 1825 y los 673 que se contabilizaban en 1836, es decir, una cifra de habitantes entre 2.000 y 2.500. En la alcaldía estaba Gregorio Catalina Becerril, que debía hacer frente a una grave emergencia sanitaria con los escasos medios de esos años: recordemos que la asistencia médica estaba a cargo en las pequeñas poblaciones como Morata de uno o dos médicos, un barbero cirujano y los hospitales de caridad que, en el caso de Morata, atendían, con escasos medios, a los pobres de la villa y a los pobres transeúntes (Hospital de Vallejo y hospital de Antonio López). Son de imaginar las dificultades que esta escasez de medios significaban para las autoridades civiles y sanitarias de Morata y la situación de miedo y pánico entre la población. Sin embargo, por motivos que la documentación de la época consultada no nos permiten aclarar, Morata contó en aquellos trágicos meses de julio y agosto de 1834 con la asistencia sanitaria de uno de los mejores especialistas españoles, sino el mejor, en el tratamiento del cólera: el doctor Mateo Seoane. 
Publicación del doctor Seoane con indicaciones para combatir el cólera (1934)
 
Este médico, radical en sus ideas avanzadas, había participado en los movimientos liberales de la década de los año 20 del siglo XIX y en los años anteriores a la epidemia de 1834 se encontraba exiliado en Londres. Unos meses antes, cuando aún permanecía en la capital del Reino Unido, Seoane ya había sido requerido, a través del embajador y por indicación del conde de Alcudia, para que asesorase a las autoridades sanitarias españolas en el tratamiento del cólera que ya se había manifestado en algunas localidades costeras. Con esta petición, el doctor Seoane trabajó en numerosos informes sobre el tratamiento y las medidas para combatir a la enfermedad que se remitieron a España antes de que el especialista viajara a Madrid, donde se encontraba cuando se manifestaron los primeros casos de la epidemia.

Con la aparición de estos primeros casos en la entonces villa de Vallecas, Seoane, a instancias del conde de Altamira y marques de Morata, José María de Moscoso, fue enviado a esta población donde se estableció un cordón sanitario –medida de la que no era muy partidario el especialista en la epidemia-. Al parecer, el médico únicamente puso como condición para aceptar el encargo de las autoridades que si tengo la desgracia y gloria de perecer, espero que el Gobierno mirará por mi familia para que no sea una completa víctima de mi desprendimiento.

En Vallecas Mateo Seoane hizo frente a distintos infundios y rumores que indicaban que, junto con el boticario del pueblo, damos buenas medicinas a los ricos y malas a los pobres. Enfrentado también al militar responsable del cordón sanitario Seoane se desplazó a Morata en una fecha próxima a la aparición de los primeros enfermos en la villa.
En una biografía sobre el médico, publicada en 1849, se indica que el gobierno dio al Sr. Seoane la comisión de que pasara a los pueblos de aquel valle [del Jarama y el Tajuña], donde reinaba el mayor desorden, dándole las más amplias facultades para tomar cuantas medidas creyese convenientes a fin de establecer en ellos un servicio regular sanitario. (Desconocemos si la influencia del conde de Altamira tuvo algo que ver en la decisión de enviar a Mateo Seoane a Morata y Vallecas o si, por el contrario, esta comisión se realizó al entender las autoridades que estos pueblos eran los más afectados por la epidemia y, por tanto, los que más ayuda especializada necesitaban).

Aunque las autoridades civiles y sanitarias ya habían emitido un decreto de ámbito nacional para que se constituyeran las juntas locales de sanidad que estaban presididas por el alcalde de cada municipio y compuesta por un jefe militar, un eclesiástico, un concejal, un procurador síndico, un vocal de la junta de comercio o un comerciante, un hacendado y uno o más facultativos del arte de curar, -asi se realizó en el cercano ueblo de chinchón también muy afectado por la epidemia- es de suponer que al llegar a Morata el doctor Seoane se haría con el control de la situación y tomaría las decisiones que le dictaran sus investigaciones y conocimiento de la enfermedad y los mejores tratamientos para enfrentarse a ella.

Durante su estancia en Morata se confirmaron sus temores previos y resultó infectado por el cólera. Sobre el contagio del médico, el alcalde de Morata informaba al gobernador de la provincia de Madrid. De sus palabras, se deduce que en el pueblo no había otro médico encargado de atender a los enfermos:

Le acabo de ver, y después de muchísimos vómitos como si se hubiese ya muerto; y lo peor es que no hay facultativo ninguno que le vea, y solo el mismo, cuando vuelve en sí, se hace dar medicinas por el barbero que he puesto a su lado para que le cuide.
Aunque el cólera no le afectó tan gravemente como para provocarle la muerte, Mateo Seoane salió con graves secuelas de la enfermedad. Fue trasladado desde Morata a Vallecas y desde esta villa, definitivamente a Madrid. Una parálisis fue la consecuencia de su implicación con los vecinos de Morata y de la comarca. El gobierno, atendió a una de las condiciones que había puesto el doctor Seoane antes de ser enviado como comisionado Vallecas y a Morata y le concedió una pensión para recompensar sus esfuerzos en la lucha contra el cólera:

El gobernador civil de esa provincia hizo presente a S. M. la Reina gobernadora los extraordinarios servicios prestados por el profesor de medicina doctor D. Mateo Seoane en beneficio de varios pueblos de aquella en los cuales se padeció el cólera; servicios tanto más recomendables, cuanto que habiendo volcado este facultativo a la primera indicación del gobierno a asistir a los enfermos en Vallecas, Morata y otras poblaciones, y contraído en su comisión dicha enfermedad, estando a las puertas de la muerte, ninguna recompensa, ni aún ayuda de costa se le ha dado, llegando su desprendimiento hasta el punto de no haberla tampoco solicitado.

Fuentes y bibliografía

  • La epidemia de cólera de 1834 en Madrid. Asistencia y represión a las clases populares-Vidal Galache, Florentina. Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, Historia Contemporánea, n.° 2, 1989, págs. 271-279. Madrid, 1989.
  • Biografía del Excmo. Sr. Mateo Seoane, por el doctor en Medicina Don Manuel Albistur. Escenas contemporáneas. Revista biográfica, y necrológica, científica, literaria y artística. Imprenta de Luis Beltrán. Madrid, 1862. Segunda edición.
  • La epidemia de cólera de 1834 en Madrid. Aspectos sanitarios y socioeconómicos. Puerto, F. Javier. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Estudios de Historia Social. 1980, nº 15, p. 9-61. Universidad Carlos III de Madrid-Repositorio institucional e-Archivo http://e-archivo.uc3m.es. Departamento de Economía-Artículos de Revistas, 1980-
  • El cólera epidémico. Consejos a los pueblos y los médicos para evitar esta enfermedad. Manuel Codorniu. Imprenta de Alejandro Gómez. Madrid, 1849.
  • Instrucciones generales sobre el modo de preservarse del cólera-morbo epidémico, con indicaciones acerca de su método curativo, por el doctor Mateo Seoane. Imprenta de D. M. Calero. Madrid, 1834
  • Epidemias de Cólera en Chinchón durante el siglo XIX. Panadero García, Raúl. Ayuntamiento de Chinchón. Año 2007. Premio de Historia.
  • Periódicos y publicaciones citados en el texto.