martes, 24 de septiembre de 2019

El ganado de labor en Morata (II)

Como contamos hace unas semanas, el trabajo en el campo de la mayoría de los habitantes de Morata obligó a estos a disponer de caballerías de tiro. Para aprovisionarse de este ganado de labor -imprescindible en su día a día, tanto para las labores en la vega y en el llano como para transportar los productos de sus cultivos- los morateños debían de acudir a las ferias ganaderas de los pueblos de los alrededores, sobre todo la de Alcalá de Henares -que se celebraba casa año en el mes de agosto-, o negociar con los tratantes de ganado que acudían regularmente a Morata, procedentes en muchas ocasiones de la localidad de Maranchón (Guadalajara), para vender sus ejemplares a los vecinos de la villa.
La proliferación de este ganado de labor y de tiro por las calles del pueblo condicionó, de alguna manera, el trazado de las calles y plazuelas de Morata: al menos tres de los pilones y fuentes distribuidos por el casco urbano –los situados en la plaza de la Iglesia, en la calle Real y plazuela de Don Gregorio (actualmente avenida de la Constitución), estaban destinados a abastecer de agua potable al vecindario y, al mismo tiempo, servir de abrevadero a la numerosa cabaña de caballerías.
Aunque hoy, pasadas unas décadas de la lamentable desaparición de dos de los pilones citados, el lento discurrir de los carros arrastrados por mulas, machos o borricos pueda parecernos una escena lejana, al menos hasta la década de los sesenta del pasado siglo las calles de Morata eran un continuo ir y venir de arrieros y labradores con sus caballerías. Tan importante y numeroso llegó a ser este tráfico que, desgraciadamente, fueron varios los accidentes de los que existe constancia documental y de los vamos a ocuparnos en la entrega de esta semana del blog.


Una de las primeras referencias documentales que nos han llegado sobre los accidentes relacionados con el ganado de labor nos traslada hasta mediados del siglo XIX. En 1863, una mujer que se desplazaba a lomos de una caballería caía a las aguas del río Tajuña:
Acción loable. Hace pocos días, al pasar por el puente del Tajuña, en dirección al pueblo de Morata, una pobre mujer que llevaba un niño pequeño en brazos, hallándose además embarazada, cayó al río a resultas de haberse espantado la caballería. Al ver esta desgracia los vecinos del indicado pueblo, Juan Gascueña y Antonio Jigorro, se arrojaron al agua, y con exposición de sus vidas, pues el río tiene allí alguna profundidad y su corriente es rápida, lograron salvar a la infeliz mujer y a la inocente criatura que estaban ya a punto de perecer. (El Clamor Público, 23 de octubre de 1863).
El ganado de tiro, además de su trabajo en las tareas del campo, también era imprescindible en las comunicaciones entre Morata, los pueblos de alrededor y, sobre todo, la ciudad de Madrid. Las diligencias que cubrían estos trayectos, a menudo por caminos y carreteras en muy mal estado, también sufrieron multitud de accidentes:
Ayer por la mañana volcó cerca del kilómetro 33 de la carretera de Morata, el coche público que venía a Madrid, conduciendo ocho viajeros.
En el momento de enganchar un tronco de mulas de refuerzo, estas tomaron la dirección del terraplén, no siéndole posible al mayoral contenerlas, por más que hizo los mayores esfuerzos para conseguirlo.
Algunos de los viajeros resultaron heridos y contusos, pero todos ellos levemente. (La Iberia, 12 de septiembre de 1887).

El pilón, desaparecido, de la antigua plazuela de D. Gregorio, actual Av. de la Constitución

Peores consecuencias tuvieron sendos accidentes de similares características que ocurrieron también en la carretera de Madrid:
Según participa el jefe de la guardia civil del inmediato pueblo de Morata de Tajuña, el coche que hace el servicio entre Madrid y dicho pueblo atropelló ayer mañana a una mujer llamada Saturnina Cadiel, quién falleció a los pocos momentos. (El País, 6 de marzo de 1889).
Diez años más tarde, en 1899, el Puente de Arganda fue el escenario de otro accidente con resultado de muerte:
Hallazgo de un cadáver. Según parte oficial del puesto de la Guardia Civil del pueblo de Vaciamadrid, en la noche del 26 fue hallado en el puente colgante de Arganda un carro parado y dentro de él el cadáver del carretero Eusebio Valenciano Sánchez, vecino de Morata, el cual regresaba a dicho punto después de haber hecho la venta en Madrid de las hortalizas que había traído.
El carretero, en uno de cuyos bolsillos le fueron encontradas 100 pesetas, falleció víctima de una congestión cerebral. (El Siglo Futuro, 30 de septiembre de 1899).
En los trayectos hacia pueblos de la comarca también eran habituales estos accidentes. Uno de estos sucesos tuvo lugar en la carretera de San Martín:
Ayer se recibió en el Gobierno Civil una comunicación de las autoridades de Morata de Tajuña, participando que en el kilómetro 33 de la carretera de San Martín de la Vega, tuvo la desgracia de caerse de la mula que montaba Matías Cantero, el cual sufrió heridas graves en la cabeza. (El País, 21 de octubre de 1899).
En la carretera entre Morata, Chinchón y Colmenar de Oreja, muy transitada por los carreteros que transportaban sus géneros desde estos pueblos a la capital, también se registraron accidentes como el ocurrido en 1901:
El carretero Victoriano Sánchez Hernández, en el camino que conduce a Morata de Tajuña, tuvo la desgracia de caerse del carro que guiaba, pasándole este por encima, produciéndole heridas en una ingle y contusiones de gravedad en distintas parte del cuerpo.
Fue recogido por el teniente de la Guardia Civil y un guardia del puesto de Chinchón y trasladado a su pueblo, Morata de Tajuña. (El Imparcial, 8 de septiembre de 1901).
Más grave fue el accidente que sufrieron dos vecinos de Colmenar de Oreja cuando bajaban las cuestas de Chinchón hacia la vega en dirección a Madrid:
Carretero muerto
Al bajar la cuesta de Morata un carro procedente de Colmenar de Oreja, se espantaron las mulas y emprendieron vertiginosa carrera.
En el interior del vehículo iban los carreteros Facundo Jiménez Peña y Tomás Martínez.
Facundo, al ver el peligro, descendió para echar el freno, y fue alcanzado por el carro, pasándole las ruedas por encima.
Su compañero lo acomodó en el carro hasta llegar a Vallecas, donde los médicos certificaron que había fallecido. (La Correspondencia de España, 20 de julio de 1915).
Las calles de Morata, o de Madrid, también fueron, lamentablemente, testigos de algunos de estos accidentes en los que se veían involucrados carros tirados por caballerías. En 1912 tuvo lugar uno de estos accidentes:
El vecino de Morata de Tajuña, Pablo Rubio Ramírez, de cincuenta y seis años, iba ayer guiando un carro, cuando atravesó por delante de las mulas, montada en una burra, la joven Balbina Sánchez Mudarra, de veinticinco años.
Las mulas del carro atropellaron a la cabalgadura de la joven, y esta cayó entre las patas de los animales.
El carretero quiso apresurarse a auxiliarla, pero se tiró del carro con tal desgracia que alcanzándolo una de las ruedas resultó con la fractura del brazo derecho y varias contusiones.
La joven Balbina resultó también con graves contusiones en todo el cuerpo. (Heraldo de Madrid, 15 de enero de 1912).
Según la edición del mismo día del periódico El Liberal, Pablo Rubio fue detenido.
Unos años después, un vecino de Morata que circulaba con su carro por la calle de Toledo -una de las vías situadas en torno a los mercados de frutas y verduras a los que acudían los agricultores morateños y donde también se alojaban los carreteros- protagonizó un grave accidente:
Al entrar un carro que guiaba el vecino de Morata de Tajuña Juan de la Torre García, de veinticinco años, en el Parador de Medina, sito en la calle de Toledo 94, atropelló a Máximo Berrocal Monta, ocasionándole heridas gravísimas de las que fue asistido en la Casa de Socorro, pasando después al Hospital Provincial. El carretero fue puesto a disposición del juez de guardia. (La Nación, 22 de agosto de 1921).







Fuentes y bibliografía:
  • Publicaciones citadas en el texto




martes, 17 de septiembre de 2019

Reseña histórica de tormentas y lluvias torrenciales en Morata


Las referencias a grandes tormentas en la vega del Tajuña son una constante desde hace cientos de años. Desde el siglo XVII hay constancia de que estos fenómenos meteorológicos, propios del final del verano, afectaron tanto a los cultivos de los morateños como al casco urbano de la villa. En el post de esta semana hacemos un recorrido histórico por estos desastres naturales y cómo han afectado a Morata y sus habitantes.





Diversos documentos analizados por Jesús Antonio de la Torre en su libro Historia de la villa de Morata de Tajuña recogen cómo las tormentas arrasaron la vega de Morata en 1629 y 1643. En épocas más recientes, con mejores y más abundantes registros históricos, se han documentado grandes tormentas que provocaron riadas y el desbordamiento del cauce del río Tajuña y otros cursos de agua de la cuenca del Tajo* desde el siglo XIX hasta la actualidad.
Por fortuna, desde mediados del siglo XIX ya contamos con reseñas de los periódicos de la época que reflejaban, con mayor o menor amplitud, estos fenómenos naturales que tanto preocupaban a los vecinos de Morata y de los pueblos de la comarca.
En 1843 encontramos una primera referencia a uno de estos temporales de lluvias que, en este caso, afectó tanto a la cuenca del Tajuña como a la del río Tajo. Así aparecía publicado en un periódico de la época:
Colmenar de Oreja, 7 de mazo. El temporal que hemos sufrido ha hecho salir de madre al Tajuña, Jarama y Tajo, causando mil destrozos, especialmente en la vega de este pueblo, y paralizando el paso de las barcas en muchos puntos. (El Eco del Comercio, 12 de marzo de 1843).
Con mucho más detalle, el periódico La Esperanza recogía en sus páginas los estragos causados por un temporal de lluvias que, además, coincidió con una epidemia de cólera en la comarca:

Perales de Tajuña, 31 de agosto
Cuando íbamos respirando un poco del pánico que se había apoderado de estos infelices habitantes en el triste periodo de mes y medio que ha reinado en el pueblo el cólera, llevándose entre pequeños y grandes 82 personas, y que por la misericordia de Dios nos encontramos enteramente libres de esta terrible calamidad, en la noche de ayer 30 ha venido a aumentar su aflicción y desconsuelo otra no menos lastimosa cual es una fuerte y terrible avenida del Tajuña, no conocida hace más de un siglo, que ha inundado y perdido por completo todos los frutos y legumbres de su hermosa vega, ocasionando la ruina de muchas familias, de casi todo el pueblo, que no cuentan para su subsistencia con otros arbitrios y recurso que sus pobres esquilmos, como dicen ellos, encontrándose en idéntico y triste caso los pueblos de Carabaña, Tielmes, Morata y Bayona de Tajuña. (La Esperanza, 3 de septiembre de 1855).
Lamentablemente, las tormentas y fuertes temporales de lluvia no solo causaban daños en la agricultura de Morata y los pueblos de la comarca. En algunas ocasiones también provocaron la muerte de vecinos por la caída de rayos. En 1893, en medio de una tormenta, la caída de rayos causó la muerte de una persona en Morata: 
El viernes último hubo una horrorosa tormenta en Morata de Tajuña. Una chispa eléctrica produjo la muerte a un joven de catorce años, llamado Francisco Díaz Serrano, pariente de nuestro amigo y correligionario D. Carlos Díaz Valero**.
La muerte de dicho joven ha sido muy sentida y a su entierro acudió en masa todo el pueblo de Morata. (El País, 5 de mayo de 1893).

En 1896, otra tormenta y la caída de un rayo provocó la muerte de otro vecino de Morata. En este caso, según el periódico El Liberal, el 21 de junio se desencadenaron fuertes lluvias que ocasionaron la inundación de la ermita de la Virgen de la Antigua y la muerte de un agricultor y heridas graves a otro:

Se reciben noticias de los efectos de las tormentas de anteayer en poblaciones próximas.
En el término municipal de Morata cayó una exhalación que dejó muerto instantáneamente a un infeliz jornalero, Saturnino Rojas Reliegos, de cuarenta y dos años, que estaba trabajando en una viña. Le acompañaba un cuñado suyo, Vicente García Galeote, que se ocupaba en los mismos trabajos, el cual resultó gravemente herido. (El Liberal, 24 de junio de 1896).

Las grandes tormentas del siglo XX
En los primeros años del siglo XX, si hemos de hacer caso a las informaciones periodísticas de la época, se produjeron en el término municipal de Morata dos de las tormentas más devastadoras de las que se tiene referencia. La primera de ellas tuvo lugar en el mes de julio de 1902 y afectó no solo a los cultivos de la vega y el llano, sino que también provocó daños en las casas, calles y caminos de Morata:

Comunica el alcalde de Morata de Tajuña que anteayer descargó sobre dicha población una fuerte tormenta de agua y granizo, inundándose varias casas y cuevas habitadas, y causando grandes daños en los plantíos.
El vecindario se consternó, acudiendo a los lugares de mayor peligro el alcalde, concejales, Guardia Civil y varios vecinos.
Algunas calles quedaron intransitables, lo propio que los caminos vecinales. (El Siglo Futuro, 23 de julio de 1902).
Unos días después de esta primera noticia, el Diario Oficial de Avisos ampliaba los datos sobre este suceso:
Tormentas en Morata de Tajuña.
Según comunica el alcalde de Morata de Tajuña al gobernador civil, el domingo último entre 3 y 4 de la tarde descargó sobre la villa de Morata de Tajuña una horrorosa tormenta de agua y granizo que ha producido enormes daños e inmensas pérdidas.
La gran cantidad de agua que cayó inundó en poco tiempo las casas del pueblo, cuevas habitables, plantíos y los esquilmos de la vega.
El vecindario, consternado, huía de las casas, tratando de guarecerse en el ayuntamiento, cuyo edificio prestaba mayores seguridades.
El alcalde, los tenientes de alcalde y los individuos todos del puesto de la guardia civil que acudieron solícitos, organizaron varios trabajos para remediar los daños.
Se pudo salvar el mobiliario de algunas casas, muy pocas, porque la mayoría de ellas se vieron desalojadas por la fuerza del agua, cuya corriente arrastraba muebles, enseres y ganado.
Los trabajos de auxilio se prestaban con algunas dificultades a causa de hallarse las calles intransitables y hacerse preciso el uso de balsas.
Los destrozos causados son innumerables y las pérdidas no pueden calcularse por el pronto, aunque son inmensas.
Los caminos rurales están también inundados.
Se trabaja activamente por el vecindario, las autoridades y la guardia civil para desaguar las viviendas, algunas de las cuales habrán quedado resentidas.
Afortunadamente, no han ocurrido desgracias personales. (Diario Oficial de Avisos, 25 de julio de 1902).
Unos años después, las informaciones y noticias publicadas en los periódicos sobre la tormenta desencadenada en Morata en septiembre de 1906 fueron mucho más precisas en los detalles, quizás porque, si hemos de hacer caso a estos, las consecuencias de las lluvias torrenciales de esos días fueron las más desastrosas de las que se conocen en Morata. Curiosamente, según las informaciones de los periódicos, no está claro si la tormenta se inició en la tarde del domingo, 2 de septiembre, o en la del lunes, 3. En cualquier caso, sí que consta que en esos primeros días del mes de septiembre se desencadenó un temporal muy fuerte en varias provincias de España. Aunque entonces el término gota fría no se conocía, los periódicos reflejan fuertes tormentas e inundaciones en las provincias de Málaga, Granada, Guadalajara, Granada, Salamanca, Alicante y, por supuesto, también en Madrid. En esta provincia, además de en la capital, las crónicas periodísticas tratan sobre los daños causados por las lluvias torrenciales, entre otras localidades, en Madrid capital, en Aranjuez, en Colmenar de Oreja, Chinchón y en Morata.

La primera referencia a la tormenta que descargó en Morata la encontramos en el diario El País:

Al gobierno Civil comunican que la línea debido a la tormenta del domingo se halla interceptada del kilómetro 43 al 47.
Hubo desprendimientos de tierras que por fortuna no ocasionaron desgracias, teniendo que hacer trasbordo los viajeros.
Ha salido tren de socorros con material necesario (…).
En la línea del ferrocarril se han hundido varios terraplenes.
La vía tardará en quedar arreglada, y por lo tanto el servicio está interrumpido, y probablemente pasarán unos días antes de que se reanude.
La tormenta descargó a las seis de la tarde y según los partes fue horrible.
Al parecer no han ocurrido desgracias personales, aunque no puede asegurarse pues se han hundido varias viviendas.
También se ha hundido el molino aceitero.
La piedra y el lodo que han arrastrado las aguas obstruyen las calles del pueblo. También está inundado el camino y la plaza de la Constitución. A la que es imposible llegar.
Son muchas las casas inundadas que se teme se hundan.
Con urgencia se procura sacar de ellas el mobiliario y enseres y buscan viviendas donde acomodar a los muchos vecinos que han quedado sin hogar.
Todas las cosechas perdidas y los campos arrasados.
Ante tan desolador estado han quedado suspendidas las fiestas que celebra esta población los días 7, 8, 9 y 16 del mes de septiembre. (El País, 5 de septiembre de 1906).

El molino al que se hace referencia en la crónica era la almazara que, en su tiempo, fuera propiedad del conde de Altamira y que estaba situada justo encima de la alcantarilla del Ferrocarril del Tajuña. Cuando sufrió las consecuencias del temporal era propiedad de Domingo Rodelgo.
El 5 de septiembre también publicaron reseñas similares a la de El País periódicos como El Siglo Futuro, El Globo, La Correspondencia Militar, La Época y El Imparcial. Sin embargo, sería un día después, el 6 de septiembre, cuando dos periódicos, El Liberal y El Imparcial***, publicaron sendas crónicas muy completas sobre lo sucedido en Morata, En El Liberal la crónica está firmada por F.M. de Velasco, lo que nos hace suponer que el texto corresponde a Fructuoso Martínez de Velasco que, como vecino de Morata, debía de contar con datos de primera mano. Por su interés reproducimos entera la crónica:

Pueblo arruinado
Morata de Tajuña, 4 de septiembre de 1906
Cuando se preparaba esta villa a celebrar las fiestas de su patrona, una espantosa catástrofe ha concluido con todos sus entusiasmos. Ayer, a las cinco de la tarde, sin gran aparato comenzó a caer la lluvia tan deseada, causando la natural satisfacción a estos labradores, que venían sufriendo mucho con la pertinaz sequía del actual verano.
Bien pronto cambió el aspecto de las cosas. La tempestad, que en un principio parecía carecer de importancia, fue creciendo en intensidad y la lluvia arreciando hasta convertirse en torrencial, en términos que a las seis de la tarde se encontró el pueblo completamente inundado, anegándose infinidad de casas, en sus calles principales, penetrando el agua en cuevas, bodegas y depósitos de aceite, causando la pérdida de los caldos en ellos almacenados.
Cruzando el pueblo de Norte a Sur por un verdadero torrente, este desaguó en su fertilísima vega, arrasando todas las tierras, ocupadas ahora por los esquilmos de judías, patatas y tomates, principal recolección de la presente época, que se puede considerar como inutilizada.
Las pérdidas materiales son inmensas pues a las frutas inutilizadas en depósitos y pendientes de recolección, hay que agregar los destrozos ocasionados en edificios, vías y tierras, que costará gran trabajo recuperarlos en condiciones de ser utilizados.
Las cosechas de vino y aceite se presentan también escasísimas.
Con asentimiento unánime del vecindario ha resuelto esta corporación municipal suspender los festejos que debían celebrarse los días 8, 9 y 16 de septiembre.
Si la localidad contase con medios para atender a tanta desdicha, a nadie molestaría, pues sabe que los pueblos dignos no deben molestar a los poderes centrales cuando ellos pueden con su propio esfuerzo dominar las situaciones difíciles; pero en esta ocasión, si no se le tiende una mano protectora, si no se le ayuda, si en los centros oficiales que deben ejercer la tutela sobre los pueblos en desgracia, no encuentran eco sus lamentos, la miseria se enseñoreará de este antes rica y próspera villa. Las autoridades locales se dirigen hoy a la superioridad en busca de apoyo, y estos y el vecindario solicitan el valiosísimo de El Liberal y de toda la prensa. F. M. Velasco. (El Liberal, 6 de septiembre de 1906).

El mismo 6 de septiembre, otro de los periódicos más importantes de comienzos de siglo, El Imparcial, desplazó a Morata a un periodista para que contara de primera mano las consecuencias de la tormenta. También reproducimos completa la crónica:

En Morata de Tajuña
(De nuestra redacción)
Magnitud del desastre- Vagones sepultados- Línea interceptada- Horrores de la tormenta- Las cuevas- Estragos en la vega- El desagüe- Una víctima- Las pérdidas- Labradores en la miseria- Pidiendo auxilio.
He llegado a las diez a Morata. Los trenes no pasan de aquí por hallarse cortada la vía férrea en varios puntos de Morata de Tajuña. Entre el fango y el agua hay tres vagones enterrados. La entrada en la estación produce una impresión penosísima. Las escasas noticias del desastre no reflejan ni mucho menos los enormes estragos causados por la tormenta. Lo primero que se ofrece a la vista, a la izquierda de la vía, es el molino de aceites de D. Emilio Rodelgo, cuyos muros se hayan completamente derruidos por la acción del agua. De la sólida cerca que circundaba el edificio no ha quedado piedra sobre piedra, y los residuos de las 250 arrobas de aceite que en él se almacenaban corren entre los escombros por la vertiente que forma el terreno, amén de vasijas y otros útiles del molino que las aguas arrastraron a algunos kilómetros de distancia. Unos pasos más arriba, están las cuevas clásicas y características viviendas de Morata, donde se albergan unos 300 obreros de los más pobres.
Algunas de estas habitaciones formadas en las hendiduras del monte se han venido abajo, sepultando el mísero ajuar de sus habitantes y algunos animales, pero sin producir afortunadamente ninguna desgracia personal.
De haber descargado la tormenta de noche, durante el descanso del vecindario, las víctimas habrían sido incalculables.
Desde una prominencia, se ve la vega arrasada totalmente, cubiertos sus sembrados de légamo y agua en una extensión de bastantes kilómetros. La arroyada no ha respetado nada, arrastrando en su corriente impetuosa, que ha marcado su huella a un metro de altura en las fachadas, enormes peñascos del monte, compactas masas de granizo y avalanchas de tierra que bajaban con ruido ensordecedor por las vías que atraviesan el pueblo hasta llegar a la vega convertida en inmenso lodo.
Penetro en las calles, donde centenares de obreros se ocupan en desembrozarlas de un metro de tierra que las cubre, y llego a la plaza de la Constitución, una de las vías más castigadas.
El adoquinado ha desaparecido, así como la improvisada plaza de toros, cuyo maderamen ha sido arrastrado al río.
En el Ayuntamiento saludo a D. Fructuoso Martínez de Velasco, uno de los principales hacendados del pueblo, al alcalde D. Saturnino de las Heras, a D. José de Hita y a D. Domingo Rodelgo, uno de los que mayores pérdidas ha experimentado con la tormenta.
Todos tienen la bondad de acompañarme a comprobar los efectos del agua.
Vistamos una por una las casas que más han sufrido, las viviendas hundidas y las que amenazan hundirse.
Entre estas se halla la finca de los hermanos Casado, donde la noche de la tormenta, penetrando el agua a torrentes por el amplio zaguán, llegó hasta la cueva bodega, inundándola y alcanzando allí las aguas más de siete metros.
El piso cedió por reblandecimiento, reventando las enormes tinajas, donde se almacenaban 3.000 arrobas de vino y otras tantas de aceite.
Los caldos se mezclaron con las aguas, perdiéndose en unos instantes varios miles de duros.
Treinta obreros trabajan en el desagüe incesantemente desde hace tres días en medio del peligro de un derrumbamiento.
En muchas casas han ocurrido casos semejantes, teniendo que salvarse sus moradores subiéndose a los pisos altos o colocándose sobre los muebles que flotaban en las habitaciones.
Otras viviendas, ante el temor de inmediatos hundimientos han sido desalojadas.
La noche de la mayor tormenta, que fue la del 3, arrastró la corriente a varias personas, que fueron salvadas y conducidas al Ayuntamiento, y no pocas caballerías, perros y otros animales domésticos.
Un anciano fue hallado en el campo, donde estuvo toda la noche sumergido hasta el cuello en agua y barro.
Es un mendigo que venía desde Arganda. En grave estado fue conducido al hospital.
La mayoría de los edificios han quedado resentidos, y es imposible desaguarlos por carecerse de medios y brazos suficientes.
Las pérdidas se calculan en más de 600.000 pesetas, y aunque son de lamentar los grandes perjuicios que sufren los propietarios, al fin y al cabo, y así lo reconocen ellos, pueden soportarlos. Lo verdaderamente triste es la situación de la clase proletaria, de los trabajadores del campo, que teniendo ocupadas sus tierras por los esquilmos de judías, de patatas, tomates, etc, principal recolección de la presente época, han perdido todos sus recursos, quedando sumidos en las más espantosa miseria.
Para colmo de males, no ha habido recolección de aceituna, en la que obtenían bastantes beneficios.
Añádase a esto los destrozos que han experimentado sus viviendas y se comprenderá la horrible situación de estos desgraciados jefes de 600 familias, que no tienen pan que llevarse a la boca.
El Ayuntamiento es impotente para remediar tanta desdicha, y ante esta imposibilidad se ve obligado a recurrir a los poderes públicos en demanda de urgentes auxilios.
Propietarios y obreros, victimas todos del desastre que lloran, piden por mi conducto a El Imparcial el apoyo que prestó siempre a los desvalidos.
Mañana irá a Madrid con objeto de visitar al gobernador civil [Santiago Alba] en demanda de auxilio de los fondos para calamidades públicas, una comisión formada por el alcalde D. Saturnino de las Heras, Don Luis Valdivieso y Don Manuel Sánchez.
También visitarán con el mismo objeto al ministro de la gobernación [Bernabé Dávila]. (El Imparcial, 6 de septiembre de 1906).



Crónicas de El Imparcial y EL Liberal sobre la tormenta en Morata de septiembre de 1906

Tras esta importante tormenta, el término municipal de Morata volvió a sufrir en numerosas ocasiones las consecuencias de las lluvias torrenciales. Todavía hay memoria entre los vecinos de los años en que estas tormentas provocaron desbordamientos en el Tajuña que anegaron la vega. Sin embargo, para concluir esta entrega del blog, únicamente citaremos dos de estos episodios. El primero, según La Correspondencia Militar, ocurrió en diciembre de 1916 cuando las fuertes lluvias provocaron un aumento del caudal del Tajuña que amenazaba con desbordarse a su paso por Morata. El 21 de de diciembre, el alcalde de Morata, comunicó al gobernador civil que se había producido un descenso en el nivel del río desapareciendo el temor de desbordamiento. (La Correspondencia Militar, 21 de diciembre de 1916).
Un año después, en 1917, El Liberal informaba de que se había iniciado la temporada de las tormentas otoñales y destacaba:
El granizo ha causado irreparables destrozos en los campos, muy especialmente en Colmenar de Oreja y Morata de Tajuña, donde se han recogido piedras de 250 gramos de peso. (El Liberal, 11 de septiembre de 1917).




*Ángela Potenciano, autora de un Estudio de las inundaciones históricas del río Amarguillo (Toledo), cita las siguientes fechas en las que se produjeron inundaciones y avenidas en el río Tajuña:
1877- Inundaciones registradas en Carabaña, Tielmes, Brihuega, (…) por altas precipitaciones.
1892- Morata de Tajuña, Chinchón, (…) lluvias, tormentas, pedrisco.
1941- Arganda, Titulcia y Tielmes.
1947-Entre el 2 y el 6 de marzo avenidas en los ríos Tajo, Tajuña, Jarama, Henares, Manzanares y Alberche.
1948- Avenidas en el río Tajuña.
1978-En los meses de febrero, marzo, abril y mayo se registraron avenidas en el río Tajuña, aforándose caudales de 35 m3/seg. a su paso por Loranca. 
1989- En diciembre se registraron avenidas generalizadas en los ríos Henares, Jarama, Guadarrama, Manzanares, Tajuña, Tiétar y Alagón. 

**Carlos Díaz Valero fue un abogado, escritor, político y periodista que tuvo su residencia en Morata entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. Fue autor de sainetes, novelas y obras de teatro como Las Maravillas del progreso, La voz de la sangre o Cielo y tierra.
*** Curiosamente estos dos importantes periódicos usaban en sus rotativas el papel procedente de la papelera instalada en el antiguo batán de paños de Morata. Esta papelera, de la que no consta que sufriera daños en esas fechas, fue propiedad de la familia Martínez de Velasco aunque en 1906, el año de la tormenta que reseñamos, ya pertenecía a la familia de José Canalejas, quien fuera presidente del Consejo de Ministros.



Fuentes y bibliografía
  • Historia de la villa de Morata de Tajuña. Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999.
  • Estudio de las inundaciones históricas del río Amarguillo. Potenciano de las Heras, Ángela. Memoria presentada para optar al grado de doctor. Universidad Complutense de Madrid. Facultad de Ciencias Geológicas. Departamento de Geodinámica. Madrid, 2004.
  • Periódicos y publicaciones citadas en el texto.

martes, 10 de septiembre de 2019

La compra y cría de ganado de labor en Morata

Hasta que no se generalizó la mecanización del campo, a partir de la década de los sesenta del pasado siglo, la utilización de ganado de tiro y de carga fue imprescindible en los trabajos agrícolas de los vecinos de Morata. Generalmente, este ganado de labor (mulas, machos, burras y burros), se adquiría en las ferias ganaderas que se celebraban en localidades próximas a Morata como Alcalá de Henares. Sin embargo, en algún periodo histórico los agricultores morateños también pudieron recurrir a criar su propio ganado gracias a la existencia en Morata de lo que se conocía como parada pública, un establecimiento en el que se cubrían las hembras con sementales y garañones de probada calidad.



Antiguos censos oficiales demuestran la importancia del ganado de labor para los agricultores de Morata. Uno de los censos más fiables, el Catastro de Ensenada, daba cuenta a mediados del siglo XVII de la existencia en Morata de más de 350 cabezas de ganado de labor y de tiro propiedad de sus vecinos. Concretamente se contabilizaban 127 mulas, 8 machos, 209 borricas y 18 borricos. Prácticamente todos los vecinos considerados agricultores se veían obligados a disponer de uno de estos animales para su trabajo en el campo. Expresiones como mulas de labor, para acarrear cargas, para labrar su hacienda, para portear sus esquimos, para traer esparto y leña o para ir al campo son algunas de los trabajos a los que se destinaba este ganado tan presente en Morata y en todas las localidades vecinas hasta mediados las últimas décadas del pasado siglo.
Una de las opciones que tenían los agricultores morateños a la hora de adquirir estas caballerías era acudir a alguna de las ferias ganaderas que periódicamente se celebraban en alguna localidad vecina como Chinchón (entre el 15 y el 23 de agosto) o, sobre todo, Alcalá de Henares.
En esta última localidad se celebraba una de las más importantes ferias de ganado de España entre los días 24 y 26 de agosto. A ella era habitual que acudieran los agricultores de Morata para abastecerse de ganado de labor y de tiro. Hemos encontrado una referencia a una edición de esta feria alcalaína celebrada a finales del siglo XIX:
(…) El mercado de ganados ha estado flojo, habiéndose realizado, sin embargo, algunas transacciones; pero no tantas como serian de esperar dadas las inmejorables condiciones de esta feria y la protección que los que a ella acuden encuentran en el Alcalde y demás autoridades; la afluencia de forasteros ha sido más escasa que otros años (…) (El País 30, de agosto de 1894).
Entre los tratantes que acudían a esta feria destacaban los de la localidad de Maranchón. Muchos vecinos de este municipio de Guadalajara –en el que nace el río Tajuña- se dedicaban tradicionalmente al oficio de muleteros y a la compraventa de animales de labor por toda España. En una información del periódico La Correspondencia de España se informa sobre la presencia de tratantes de Maranchón en la feria de San Andrés, en Huesca, y de los precios que alcanzaban las caballerías:
(…) Han llegado, procedentes de Lérida y de los valles de Benasque, de Broto y de Jema, 43 vagones de mulas de treinta meses, recriadas en el Pirineo y procedentes de Tolousse. Se cotizan al precio medio de 1.350 pesetas, muy elevado, a causa de la guerra. Algunas parejas están tasadas en 3.500 pesetas. Se nota escasez de ganado caballar. Los tratantes de Maranchón inician despacio las operaciones ante los elevados precios, habiendo comprado hoy sólo cuatro vagones al precio de 1.000 pesetas cabeza (…). (La Correspondencia de España, 23 de noviembre de 1915).
Excepcionalmente, en Morata también se celebró en 1922 una feria y exposición de ganado en los días previos a las fiestas patronales. Esta feria, aprobada por la correspondiente Comisión Provincial, se celebró entre el 22 y el 24 de agosto de 1922:
Durante tres días se ha celebrado con gran animación en el pueblo de Morata la feria de ganados. Las transacciones han sido numerosísimas, comprándose y vendiéndose gran cantidad de ganado de todas clases.
Con tal motivo la concurrencia de público ha sido grande, viéndose visitado durante dos días el industrioso pueblo por numerosísimos forasteros. El organizador de la feria que tan gran éxito ha tenido, fue nuestro querido amigo el prestigioso teniente de alcalde señor Zamorano, una de las personas más estimadas en aquel pueblo, y que ha recibido calurosas felicitaciones de sus convecinos. (La Acción, 24 de agosto de 1922).

Reglamento y Real Orden por el que se regían las paradas públicas (1849)

Creación de una parada publica en Morata
Aparte de la posibilidad de acudir a alguna feria de ganados existía otra alternativa para proveerse de este tipo de ganado: disponer de hembras de cría y sementales para autoabastecerse de las caballerías de labor. Esta opción fue especialmente accesible para los agricultores morateños en un corto periodo de tiempo a mediados del siglo XIX. Concretamente, en 1849 un vecino de Morata, que al año siguiente estaría al frente de la alcaldía, José Robredo, obtuvo la concesión de una parada pública, un peculiar establecimiento en el que sementales y garañones seleccionados cubrían a las hembras:
(…) Previas las formalidades que previene la real orden de 13 de diciembre de 1847, han sido autorizados para que puedan establecer paradas públicas, el Excmo. Señor marqués de Alcañices en su soto de Algete, D. José Robredo en Morata y D. Francisco María Marín en el real sitio de Aranjuez, con los sementales cuyas reseñas se expresan a continuación; y reuniendo estos las circunstancias que marca la citada real.
(…) Parada de D. José Robredo, en Morata.
Caballos
  • Cordobés. Entero, bayo cebrado, rabicán, raya de mulo, armiñado el pie izquierdo, pelos blancos en la frente, nueve años, siete cuartas tres y medio dedos, con un hierro.
  • Tórtolo. Entero, castaño claro, calzado de los dos pies, bebe en blanco, ocho años, siete cuartas seis dedos: con un hierro.
  • Español. Entero, flor de romero, atizonado, tuerto del derecho, ocho años, siete cuartas; con hierro
  • Azorrago. Entero, castaño claro, zarco, cinco años siete cuartas, diez y medio dedos: con hierro
Garañones
  • Galán. Entero, tordo rucio, cinco años, seis cuartas siete dedos: sin hierro.
  • Arrogante. Entero, tordo rucio, siete años, seis y media cuartas, sin hierro.
Manchego. Entero, negro morcillo, de, cinco años, seis cuartas y ocho dedos, sin hierro. (Boletín Oficial de Madrid, número 3365, 17 de abril de 1849).
Por la publicación del Boletín Oficial de Madrid se constata que en la provincia de Madrid solo se autorizaron en ese año tres paradas públicas: la de Morata y las de Algete y Aranjuez. Unos años después, en 1855, José Robredo recibió de nuevo la autorización para abrir una parada pública en Morata. Según se publicó en el diario oficial, estos eran los sementales y garañones que formaban parte de la parada:
(…) Reseña de los sementales de que se compone esta parada.
  • Español. Flor de romero, atizonado, trece años, siete cuartas y siete dedos con el hierro figurando un escudo.
  • Teniente. Tordo claro, armiñado de las dos manos y pie izquierdo, siete años, siete cuartas y siete dedos con el hierro de la ganadería de S. M.
  • Vulcano. Tigre en negro, fondo rosillo, oscuro de bajos, y claro sobre el dorso, lomas y grupa, diez años, siete cuartas y seis dedos con el mismo hierro que el anterior.
  • Poderoso. Perlino claro, calzado del pie derecho, armiñado del izquierdo, doce años, siete cuartas y cuatro dedos con el mismo hierro.
Garañones
  • Galán. Negro morcillo, bocilabado con lunares blancos alrededor de los ojos, bragadas labadas, seis años, seis cuartas y nueve dedos.
  • Arrogante. Tordo rucio, diez años, siete cuartas y siete dedos.
  • Platero. Tordo rosillo, diez años, siete cuartas y dos dedos.
(Boletín Oficial de Madrid, número 365, lunes 5 de marzo de 1855).
El funcionamiento de los depósitos de sementales estaba regulado por un Reglamento específico de 1849, mientras que las paradas públicas se regían por una Real Orden de 13 de diciembre de 1847.
En esta orden se reconocía el importante papel de las paradas públicas:
(…) El Gobierno de S. M., que da toda la atención debida a la cría caballar, habiendo establecido depósitos de caballos padres, proyecta ampliarlos y plantear otros nuevos a medida que los recursos del Erario lo permitan. Entre tanto, hacen un servicio digno de aprecio los particulares que, consultando su interés, establecen paradas públicas para suplir aquella falta, siempre que para ellas escojan sementales a propósito para perpetuar la especie, mejorándola.
En la orden se establecía el rango de edad de los caballos sementales y garañones, así como su alzada mínima. Antes de autorizarse la creación de la parada pública, un veterinario debería revisar el estado físico de los sementales y garañones. Este veterinario era el encargado de redactar la reseña con la que se identificaban las cualidades físicas de los animales.
Con posterioridad a 1855 se desconoce si continúo en funcionamiento de la parada de José Robredo. Años después, en 1869, se liberalizó el establecimiento de paradas públicas y, ya a finales de siglo, los depósitos de sementales del Estado habían aumentado considerablemente hasta alcanzar de 38 depósitos públicos con 98 paradas y 288 caballos sementales. (La Veterinaria Española, Revista profesional y Científica. Nº 1.202 de septiembre de 1893).


*José Robredo ejerció la alcaldía de Morata entre 1850 y 1852. Robredo sustituyó en el cargo a José Hidalgo Tablada y, a su vez, fue sustituido por Julián Sánchez Fominaya. Según un dictamen del Consejo Provincial de Madrid, órgano consultivo y asesor del gobernador civil de Madrid, José Robredo fue sancionado administrativamente tras analizar una denuncia presentada por un grupo de vecinos de Morata. Según el texto del dictamen, redactado por el consejero Garvia, comisionado para redactar la resolución, esta desembocó en la suspensión ordenada por él [consejero], dando cuenta de ello al Gobierno de S. M por ocultación de caudales públicos, por exacción de cantidades indebidas, o por faltas y excesos.


Fuentes y bibliografía:
  • Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales de Morata de Tajuña. Bienes de Eclesiásticos. H 408 y  H. 410.
  • El Consejo Provincial de Madrid (1852-1853). Benito Fraile, Emilio de. Departamento de Historia del Derecho. Facultad de Derecho. Universidad Complutense de Madrid.
  • Almanaque Festivo 1878. Madrid, 1877.
  • Reglamento para el régimen y buena policía de los depósitos de caballos padres del Estado. Real Orden circular sobre establecimientos de caballos padres y garañones. Imprenta Nacional. Madrid, 1849.
  • Historia de la villa de Morata de Tajuña. Torre Briceño, Jesús Antonio de la. Ayuntamiento de Morata de Tajuña. Guadalajara, 1999.
  • Periódicos y publicaciones que se citan en el texto.


martes, 3 de septiembre de 2019

Tres momentos históricos del Ferrocarril del Tajuña

Gracias a medios como Internet, no es difícil encontrar viejas imágenes del Ferrocarril del Tajuña: estaciones, locomotoras, vagones, trabajadores, viajeros… aparecen en multitud de páginas, webs especializadas en el mundo ferroviario o en otras direcciones de la red. Para la entrega semanal del blog hemos seleccionado tres fotografías no muy conocidas del Ferrocarril del Tajuña que nos ofrecen una instantánea, un momento histórico, de este proyecto ferroviario que tanto significó para los pueblos de Guadalajara y Madrid por los que circularon sus trenes.


Obras de construcción del Ferrocarril del Tajuña, trincheras de la línea férrea en las proximidades del barranco de La Becerra en Morata de Tajuña (Hacia 1892, aprox.). Autor desconocido.
En los años anteriores a la realización de esta fotografía los ayuntamientos de Morata, Chinchón y Colmenar de Oreja se habían implicado decididamente en que avanzaran las obras del ferrocarril desde la localidad de Arganda, municipio al que el tren había llegado el 30 de julio de 1886. El promotor del Ferrocarril de Arganda, Juan Carlos Morillo, estaba interesado en extender las vías hasta la vega del Tajuña y los tres municipios aprobaron, en torno al año 1888, aportar la financiación que les correspondía para acometer las obras del nuevo tramo que, en un principio, debería entrar en funcionamiento tres años después. Evidentemente no fue así y, en 1892, Juan Carlos Morillo cedió sus derechos y la concesión a la Compañía del Ferrocarril del Tajuña, una sociedad belga pero con participación de capital español. La entrada de nuevo capital y de la empresa belga aceleró las obras, como muestra la fotografía, pero, lamentablemente, se produjeron nuevos retrasos que alargaron la inauguración del tramo entre Arganda y Morata hasta 1901 (El ferrocarril llegaría a Chinchón y Colmenar de Oreja un año después, en 1902).




Descarrilamiento del Ferrocarril del Tajuña en Mondéjar (1918). Fotografía de José Royo Gómez**
Los accidentes por corrimientos, desprendimientos del terreno y descarrilamientos fueron relativamente frecuentes durante el periodo de tiempo que permaneció en servicio el Ferrocarril del Tajuña (Ferrocarril Madrid-Aragón a partir de 1919). No tenemos información sobre las consecuencias del descarrilamiento que recoge la fotografía de Royo Gómez pero, por ejemplo, en 1905 un descarrilamiento similar del convoy ferroviario, ocurrido entre las estaciones de Tajuña y Chinchón, provocó la muerte de un operario del ferrocarril, el guardafreno José Iglesia “El Pinche”. (El Liberal, 18 de diciembre de 1905).
Menos de un año después, en septiembre de 1906, en los días previos a la celebración de las fiestas patronales en Morata, una fortísima tormenta que se desencadenó en la tarde del día 5 provocó numerosos corrimientos de tierras en la línea debido a la fuerza del agua y a la inestabilidad y condiciones del terreno por donde discurrían las vías. Así se relataba la situación del tendido del tren en el periódico Heraldo de Madrid: (…)
El jefe de la estación de Morata de Tajuña comunica que la línea, desde el kilómetro 43 al 47, está interceptada por el desprendimiento de tierras. Los trenes de viajeros trasbordan. (…) Ha salido un tren con obreros y material para la corrección de los desperfectos. Estos desprendimientos fueron originados por la tormenta que arrasó la vega y el pueblo. (Heraldo de Madrid, 6 de septiembre de 1906).
En 1908, el 28 de julio, La Correspondencia Militar informaba sobre otro descarrilamiento en el Ferrocarril del Tajuña, en esta ocasión con víctimas:
(…) en el sitio llamado Perales descarriló ayer un tren de viajeros. La máquina, que fue la que descarriló, a consecuencia de un desprendimiento de tierras, arrastró el furgón y un coche. El maquinista y el fogonero resultaron con graves heridas en el cuerpo y en la cabeza, y fueron trasladados en un vagón a la estación de Arganda, donde se les curó. Varios viajeros sufrieron también contusiones, aunque no graves.



**José Royo Gómez (Castellón, 1895-Caracas, 1961) fue un geólogo y paleontólogo que desarrollo parte de su labor investigadora en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. Como parte de su trabajo Royo Gómez fue autor de un gran número de fotografías de yacimientos paleontológicos y de obras civiles. La fotografía, obtenida de una placa de 9x12, se conserva en el Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) del CCSIC. Según la ficha del archivo, la imagen se tomó en marzo de 1918, y recoge el descarrilamiento del tren por hundimiento del terreno.




Un tren del Ferrocarril del Tajuña en las cercanías de Auñón, antes de la construcción del embalse de Entrepeñas. Fotografía de Tomás Camarillo*.
En el archivo en línea de CEHIHGU, donde se conserva la imagen del Ferrocarril del Tajuña, se indica que esta foto está realizada en el término municipal del Auñón en una fecha indeterminada entre los años 1923 y 1948. Evidentemente, esta fotografía, que recoge un paraje próximo al lugar en el que se levantó la presa del embalse de Entrepeñas, fue realizada con anterioridad a las obras de construcción del embalse iniciadas en 1943. Precisamente la construcción del embalse de Entrepeñas provocó que el 1 de octubre de 1946 se suspendiera el tramo entre Auñón y Sacedón, que estaba en servicio desde su inauguración el 26 de abril de 1920. Previamente, el 12 de julio de 1943, ya se había suprimido el trayecto entre Sacedón y el último municipio al que llegó la vía férrea del Ferrocarril del Tajuña, Alocén.
La suspensión de estos tramos, junto con los problemas derivados de la destrucción de infraestructuras en la guerra civil y el descenso del número de viajeros, fueron los primeros indicios del escaso futuro que tenía una línea ferroviaria que tantas expectativas había levantado en el momento de su puesta en funcionamiento. Tanto fue así que, el 9 de enero de 1953, se publicaba el decreto por el que se autorizaba el cierre del tráfico de viajeros, paso previo al cierre total de una línea que aún sobrevivió unos años como tren de mercancías de la remolacha de la vega del Tajuña que se transportaba hasta la fábrica de la Azucarera de La Poveda, y posteriormente como tren minero entre la fábrica de El Alto en Morata y Vicávaro. Entre las justificaciones que se alegaron para suprimir el servicio se señalaba que la nueva línea [del ferrocarril del Tajuña] perdió todo su interés, por lo que su construcción quedó paralizada en Alocén, y después en Auñón al suprimir este trozo, por quedar en parte inundada por las aguas del embalse de Entrepeñas. (Entre ese tramo desparecido se encontraba el que se muestra en la fotografía de Tomás Camarillo).



*Tomás Camarillo (1879-1954) comenzó a recorrer la provincia de Guadalajara en 1923 vendiendo aparatos de radio. El autor de la fotografía también se dedicó a la venta de aparatos musicales y a la fotografía. En sus viajes por la provincia aprovechó para realizar el grueso de su obra fotográfica que, a su muerte, fue donada a la Diputación Provincial de Guadalajara Las obras cedidas a la institución provincial fueron realizadas entre los años 1924 y 1948. Datos biográficos obtenidos de la web del Centro de la Fotografía y la Imagen Histórica de Guadalajara (CEFIHGU).




Fuentes y bibliografía:
  • Periódicos y publicaciones citados en el texto.










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