Como
contamos hace unas semanas, el trabajo en el campo de la mayoría de
los habitantes de Morata obligó a estos a disponer de caballerías
de tiro. Para aprovisionarse de este ganado de labor -imprescindible
en su día a día, tanto para las labores en la vega y en el llano
como para transportar los productos de sus cultivos- los morateños
debían de acudir a las ferias ganaderas de los pueblos de los
alrededores, sobre todo la de Alcalá de Henares -que se celebraba
casa año en el mes de agosto-, o negociar con los tratantes de
ganado que acudían regularmente a Morata, procedentes en muchas
ocasiones de la localidad de Maranchón (Guadalajara), para vender
sus ejemplares a los vecinos de la villa.
La
proliferación de este ganado de labor y de tiro por las calles del
pueblo condicionó, de alguna manera, el trazado de las calles y
plazuelas de Morata: al menos tres de los pilones y fuentes
distribuidos por el casco urbano –los situados en la plaza de la
Iglesia, en la calle Real y plazuela de Don Gregorio (actualmente
avenida de la Constitución), estaban destinados a abastecer de agua
potable al vecindario y, al mismo tiempo, servir de abrevadero a la
numerosa cabaña de caballerías.
Aunque
hoy, pasadas unas décadas de la lamentable desaparición de dos de
los pilones citados, el lento discurrir de los carros arrastrados por
mulas, machos o borricos pueda parecernos una escena lejana, al menos
hasta la década de los sesenta del pasado siglo las calles de Morata
eran un continuo ir y venir de arrieros y labradores con sus
caballerías. Tan importante y numeroso llegó a ser este tráfico
que, desgraciadamente, fueron varios los accidentes de los que existe
constancia documental y de los vamos a ocuparnos en la entrega de
esta semana del blog.
Una
de las primeras referencias documentales que nos han llegado sobre
los accidentes relacionados con el ganado de labor nos traslada hasta
mediados del siglo XIX. En 1863, una mujer que se desplazaba a lomos
de una caballería caía a las aguas del río Tajuña:
Acción
loable.
Hace pocos días, al pasar por el puente del Tajuña, en dirección
al pueblo de Morata, una pobre mujer que llevaba un niño pequeño en
brazos, hallándose además embarazada, cayó al río a resultas de
haberse espantado la caballería. Al ver esta desgracia los vecinos
del indicado pueblo, Juan Gascueña y Antonio Jigorro, se arrojaron
al agua, y con exposición de sus vidas, pues el río tiene allí
alguna profundidad y su corriente es rápida, lograron salvar a la
infeliz mujer y a la inocente criatura que estaban ya a punto de
perecer.
(El
Clamor Público,
23 de octubre de 1863).
El
ganado de tiro, además de su trabajo en las tareas del campo,
también era imprescindible en las comunicaciones entre Morata, los
pueblos de alrededor y, sobre todo, la ciudad de Madrid. Las
diligencias que cubrían estos trayectos, a menudo por caminos y
carreteras en muy mal estado, también sufrieron multitud de
accidentes:
Ayer
por la mañana volcó cerca del kilómetro 33 de la carretera de
Morata, el coche público que venía a Madrid, conduciendo ocho
viajeros.
En
el momento de enganchar un tronco de mulas de refuerzo, estas tomaron
la dirección del terraplén, no siéndole posible al mayoral
contenerlas, por más que hizo los mayores esfuerzos para
conseguirlo.
Algunos
de los viajeros resultaron heridos y contusos, pero todos ellos
levemente.
(La
Iberia,
12 de septiembre de 1887).
El pilón, desaparecido, de la antigua plazuela de D. Gregorio, actual Av. de la Constitución
Peores
consecuencias tuvieron sendos accidentes de similares características
que ocurrieron también en la carretera de Madrid:
Según
participa el jefe de la guardia civil del inmediato pueblo de Morata
de Tajuña, el coche que hace el servicio entre Madrid y dicho pueblo
atropelló ayer mañana a una mujer llamada Saturnina Cadiel, quién
falleció a los pocos momentos. (El
País,
6 de marzo de 1889).
Diez
años más tarde, en 1899, el Puente de Arganda fue el escenario de
otro accidente con resultado de muerte:
Hallazgo
de un cadáver. Según parte oficial del puesto de la Guardia Civil
del pueblo de Vaciamadrid, en la noche del 26 fue hallado en el
puente colgante de Arganda un carro parado y dentro de él el cadáver
del carretero Eusebio Valenciano Sánchez, vecino de Morata, el cual
regresaba a dicho punto después de haber hecho la venta en Madrid de
las hortalizas que había traído.
El
carretero, en uno de cuyos bolsillos le fueron encontradas 100
pesetas, falleció víctima de una congestión cerebral.
(El
Siglo Futuro,
30 de septiembre de 1899).
En
los trayectos hacia pueblos de la comarca también eran habituales
estos accidentes. Uno de estos sucesos tuvo lugar en la carretera de
San Martín:
Ayer
se recibió en el Gobierno Civil una comunicación de las autoridades
de Morata de Tajuña, participando que en el kilómetro 33 de la
carretera de San Martín de la Vega, tuvo la desgracia de caerse de
la mula que montaba Matías Cantero, el cual sufrió heridas graves
en la cabeza.
(El
País,
21 de octubre de 1899).
En
la carretera entre Morata, Chinchón y Colmenar de Oreja, muy
transitada por los carreteros que transportaban sus géneros desde
estos pueblos a la capital, también se registraron accidentes como
el ocurrido en 1901:
El
carretero Victoriano Sánchez Hernández, en el camino que conduce a
Morata de Tajuña, tuvo la desgracia de caerse del carro que guiaba,
pasándole este por encima, produciéndole heridas en una ingle y
contusiones de gravedad en distintas parte del cuerpo.
Fue
recogido por el teniente de la Guardia Civil y un guardia del puesto
de Chinchón y trasladado a su pueblo, Morata de Tajuña. (El
Imparcial, 8 de septiembre de 1901).
Más
grave fue el accidente que sufrieron dos vecinos de Colmenar de Oreja
cuando bajaban las cuestas de Chinchón hacia la vega en dirección a
Madrid:
Carretero
muerto
Al
bajar la cuesta de Morata un carro procedente de Colmenar de Oreja,
se espantaron las mulas y emprendieron vertiginosa carrera.
En
el interior del vehículo iban los carreteros Facundo Jiménez Peña
y Tomás Martínez.
Facundo,
al ver el peligro, descendió para echar el freno, y fue alcanzado
por el carro, pasándole las ruedas por encima.
Su
compañero lo acomodó en el carro hasta llegar a Vallecas, donde los
médicos certificaron que había fallecido.
(La
Correspondencia de España,
20 de julio de 1915).
Las calles
de Morata, o de Madrid, también fueron, lamentablemente, testigos de
algunos de estos accidentes en los que se veían involucrados carros
tirados por caballerías. En 1912 tuvo lugar uno de estos accidentes:
El
vecino de Morata de Tajuña, Pablo Rubio Ramírez, de cincuenta y
seis años, iba ayer guiando un carro, cuando atravesó por delante
de las mulas, montada en una burra, la joven Balbina Sánchez
Mudarra, de veinticinco años.
Las
mulas del carro atropellaron a la cabalgadura de la joven, y esta
cayó entre las patas de los animales.
El
carretero quiso apresurarse a auxiliarla, pero se tiró del carro con
tal desgracia que alcanzándolo una de las ruedas resultó con la
fractura del brazo derecho y varias contusiones.
La
joven Balbina resultó también con graves contusiones en todo el
cuerpo.
(Heraldo
de Madrid,
15 de enero de 1912).
Según
la edición del mismo día del periódico El
Liberal,
Pablo Rubio fue detenido.
Unos
años después, un vecino de Morata que circulaba con su carro por la
calle de Toledo -una de las vías situadas en torno a los mercados de
frutas y verduras a los que acudían los agricultores morateños y
donde también se alojaban los carreteros- protagonizó un grave
accidente:
Al
entrar un carro que guiaba el vecino de Morata de Tajuña Juan de la
Torre García, de veinticinco años, en el Parador de Medina, sito en
la calle de Toledo 94, atropelló a Máximo Berrocal Monta,
ocasionándole heridas gravísimas de las que fue asistido en la Casa
de Socorro, pasando después al Hospital Provincial. El carretero fue
puesto a disposición del juez de guardia.
(La
Nación, 22
de agosto de 1921).
Fuentes
y bibliografía:
- Publicaciones citadas en el texto