martes, 24 de septiembre de 2019

El ganado de labor en Morata (II)

Como contamos hace unas semanas, el trabajo en el campo de la mayoría de los habitantes de Morata obligó a estos a disponer de caballerías de tiro. Para aprovisionarse de este ganado de labor -imprescindible en su día a día, tanto para las labores en la vega y en el llano como para transportar los productos de sus cultivos- los morateños debían de acudir a las ferias ganaderas de los pueblos de los alrededores, sobre todo la de Alcalá de Henares -que se celebraba casa año en el mes de agosto-, o negociar con los tratantes de ganado que acudían regularmente a Morata, procedentes en muchas ocasiones de la localidad de Maranchón (Guadalajara), para vender sus ejemplares a los vecinos de la villa.
La proliferación de este ganado de labor y de tiro por las calles del pueblo condicionó, de alguna manera, el trazado de las calles y plazuelas de Morata: al menos tres de los pilones y fuentes distribuidos por el casco urbano –los situados en la plaza de la Iglesia, en la calle Real y plazuela de Don Gregorio (actualmente avenida de la Constitución), estaban destinados a abastecer de agua potable al vecindario y, al mismo tiempo, servir de abrevadero a la numerosa cabaña de caballerías.
Aunque hoy, pasadas unas décadas de la lamentable desaparición de dos de los pilones citados, el lento discurrir de los carros arrastrados por mulas, machos o borricos pueda parecernos una escena lejana, al menos hasta la década de los sesenta del pasado siglo las calles de Morata eran un continuo ir y venir de arrieros y labradores con sus caballerías. Tan importante y numeroso llegó a ser este tráfico que, desgraciadamente, fueron varios los accidentes de los que existe constancia documental y de los vamos a ocuparnos en la entrega de esta semana del blog.


Una de las primeras referencias documentales que nos han llegado sobre los accidentes relacionados con el ganado de labor nos traslada hasta mediados del siglo XIX. En 1863, una mujer que se desplazaba a lomos de una caballería caía a las aguas del río Tajuña:
Acción loable. Hace pocos días, al pasar por el puente del Tajuña, en dirección al pueblo de Morata, una pobre mujer que llevaba un niño pequeño en brazos, hallándose además embarazada, cayó al río a resultas de haberse espantado la caballería. Al ver esta desgracia los vecinos del indicado pueblo, Juan Gascueña y Antonio Jigorro, se arrojaron al agua, y con exposición de sus vidas, pues el río tiene allí alguna profundidad y su corriente es rápida, lograron salvar a la infeliz mujer y a la inocente criatura que estaban ya a punto de perecer. (El Clamor Público, 23 de octubre de 1863).
El ganado de tiro, además de su trabajo en las tareas del campo, también era imprescindible en las comunicaciones entre Morata, los pueblos de alrededor y, sobre todo, la ciudad de Madrid. Las diligencias que cubrían estos trayectos, a menudo por caminos y carreteras en muy mal estado, también sufrieron multitud de accidentes:
Ayer por la mañana volcó cerca del kilómetro 33 de la carretera de Morata, el coche público que venía a Madrid, conduciendo ocho viajeros.
En el momento de enganchar un tronco de mulas de refuerzo, estas tomaron la dirección del terraplén, no siéndole posible al mayoral contenerlas, por más que hizo los mayores esfuerzos para conseguirlo.
Algunos de los viajeros resultaron heridos y contusos, pero todos ellos levemente. (La Iberia, 12 de septiembre de 1887).

El pilón, desaparecido, de la antigua plazuela de D. Gregorio, actual Av. de la Constitución

Peores consecuencias tuvieron sendos accidentes de similares características que ocurrieron también en la carretera de Madrid:
Según participa el jefe de la guardia civil del inmediato pueblo de Morata de Tajuña, el coche que hace el servicio entre Madrid y dicho pueblo atropelló ayer mañana a una mujer llamada Saturnina Cadiel, quién falleció a los pocos momentos. (El País, 6 de marzo de 1889).
Diez años más tarde, en 1899, el Puente de Arganda fue el escenario de otro accidente con resultado de muerte:
Hallazgo de un cadáver. Según parte oficial del puesto de la Guardia Civil del pueblo de Vaciamadrid, en la noche del 26 fue hallado en el puente colgante de Arganda un carro parado y dentro de él el cadáver del carretero Eusebio Valenciano Sánchez, vecino de Morata, el cual regresaba a dicho punto después de haber hecho la venta en Madrid de las hortalizas que había traído.
El carretero, en uno de cuyos bolsillos le fueron encontradas 100 pesetas, falleció víctima de una congestión cerebral. (El Siglo Futuro, 30 de septiembre de 1899).
En los trayectos hacia pueblos de la comarca también eran habituales estos accidentes. Uno de estos sucesos tuvo lugar en la carretera de San Martín:
Ayer se recibió en el Gobierno Civil una comunicación de las autoridades de Morata de Tajuña, participando que en el kilómetro 33 de la carretera de San Martín de la Vega, tuvo la desgracia de caerse de la mula que montaba Matías Cantero, el cual sufrió heridas graves en la cabeza. (El País, 21 de octubre de 1899).
En la carretera entre Morata, Chinchón y Colmenar de Oreja, muy transitada por los carreteros que transportaban sus géneros desde estos pueblos a la capital, también se registraron accidentes como el ocurrido en 1901:
El carretero Victoriano Sánchez Hernández, en el camino que conduce a Morata de Tajuña, tuvo la desgracia de caerse del carro que guiaba, pasándole este por encima, produciéndole heridas en una ingle y contusiones de gravedad en distintas parte del cuerpo.
Fue recogido por el teniente de la Guardia Civil y un guardia del puesto de Chinchón y trasladado a su pueblo, Morata de Tajuña. (El Imparcial, 8 de septiembre de 1901).
Más grave fue el accidente que sufrieron dos vecinos de Colmenar de Oreja cuando bajaban las cuestas de Chinchón hacia la vega en dirección a Madrid:
Carretero muerto
Al bajar la cuesta de Morata un carro procedente de Colmenar de Oreja, se espantaron las mulas y emprendieron vertiginosa carrera.
En el interior del vehículo iban los carreteros Facundo Jiménez Peña y Tomás Martínez.
Facundo, al ver el peligro, descendió para echar el freno, y fue alcanzado por el carro, pasándole las ruedas por encima.
Su compañero lo acomodó en el carro hasta llegar a Vallecas, donde los médicos certificaron que había fallecido. (La Correspondencia de España, 20 de julio de 1915).
Las calles de Morata, o de Madrid, también fueron, lamentablemente, testigos de algunos de estos accidentes en los que se veían involucrados carros tirados por caballerías. En 1912 tuvo lugar uno de estos accidentes:
El vecino de Morata de Tajuña, Pablo Rubio Ramírez, de cincuenta y seis años, iba ayer guiando un carro, cuando atravesó por delante de las mulas, montada en una burra, la joven Balbina Sánchez Mudarra, de veinticinco años.
Las mulas del carro atropellaron a la cabalgadura de la joven, y esta cayó entre las patas de los animales.
El carretero quiso apresurarse a auxiliarla, pero se tiró del carro con tal desgracia que alcanzándolo una de las ruedas resultó con la fractura del brazo derecho y varias contusiones.
La joven Balbina resultó también con graves contusiones en todo el cuerpo. (Heraldo de Madrid, 15 de enero de 1912).
Según la edición del mismo día del periódico El Liberal, Pablo Rubio fue detenido.
Unos años después, un vecino de Morata que circulaba con su carro por la calle de Toledo -una de las vías situadas en torno a los mercados de frutas y verduras a los que acudían los agricultores morateños y donde también se alojaban los carreteros- protagonizó un grave accidente:
Al entrar un carro que guiaba el vecino de Morata de Tajuña Juan de la Torre García, de veinticinco años, en el Parador de Medina, sito en la calle de Toledo 94, atropelló a Máximo Berrocal Monta, ocasionándole heridas gravísimas de las que fue asistido en la Casa de Socorro, pasando después al Hospital Provincial. El carretero fue puesto a disposición del juez de guardia. (La Nación, 22 de agosto de 1921).







Fuentes y bibliografía:
  • Publicaciones citadas en el texto




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