miércoles, 24 de febrero de 2016

La compra de baldíos de los campesinos morateños en el siglo XVI (II)


La mitad de los vecinos de Morata acudió a la venta de tierras baldías

Adquirieron 4.727 fanegas por un valor de 1.133.005 maravedíes

En la anterior entrega del post sobre la venta de tierras baldías en Morata a finales del siglo XVI vimos las características de estas tierras y por qué Felipe II decidió realizar las ventas. En esta segunda parte analizaremos cómo se desarrolló la labor del juez de comisión en Morata. Según el trabajo de Alfredo Alvar Ezquerra, que ha estudiado en profundidad el fenómeno de las perpetuaciones de baldíos en la comarca de Alcalá en su obra Hacienda Real y mundo campesino con Felipe II, la comisión dirigida por Diego Carvajal negoció ventas de tierras nada menos que con 265 vecinos de Morata, -recordemos que la villa contaba con alrededor de 520 vecinos por aquella época- lo que supone que prácticamente la mitad de los pobladores se hicieron con la propiedad de las tierras baldías que labraban.
Este cambio fundamental, que significó que muchos campesinos pasaran a convertirse en propietarios, no debe confundir, sin embargo, sobre las consecuencias de las adquisiciones de tierra para los morateños. Ciertamente, es de suponer que varios campesinos morateños pasaron de la condición de jornaleros a la de propietarios pero para sobrevivir muchos de ellos necesitarían seguir trabajando en las tierras de otros vecinos más poderosos: con los rendimientos agrícolas de la época, cada familia necesitaría al menos 40 fanegas, cantidad que pocos morateños llegaron a adquirir, aunque como veremos más tarde algunos sobrepasaron con holgura esta cantidad y se hicieron con grandes extensiones de tierras. Además, todos los compradores, aunque compraron a precios bajos, se obligaron al pago de unas cantidades, generalmente en la Navidad y la festividad de San Juan posteriores a la fecha de la escritura de compra, que no siempre era fácil de cumplir si la cosecha, como sucedió en muchas ocasiones en los años siguientes, no respondía a las expectativas de los campesinos.
Y es que no hay que olvidar que las tierras que pasaron a propiedad de los vecinos no eran ni mucho menos las mejores del término municipal. Estamos hablando de unas parcelas de tierras de secano, nunca de regadío y, desde luego, no las que mejores rendimientos proporcionaban. Por estas tierras los morateños de entonces pagaron a la Hacienda Real la cantidad nada desdeñable de 1.133.005 maravedís que fue el importe total de 4.727 fanegas adquiridas por los vecinos, aunque hay que señalar que en esta cantidad también está incluido un pequeño porcentaje de tierras adquiridas por algunos compradores forasteros que, exactamente, se hicieron propietarios de algo más de 48 fanegas en el término de Morata, una cantidad inapreciable en el total de las tierras traspasadas.
El proceso de las perpetuaciones de tierras baldías resulta revelador, gracias a las escrituras que se levantaron sobre las propiedades adquiridas por los labradores, de la situación del campo morateño en la época ya que permite comprobar qué tipo de cultivos eran más importantes en el secano en aquellos años del último tercio del siglo XVI.
Según los datos manejados por Alvar Ezquerra, de la totalidad de tierras perpetuadas por los morateños en su término municipal, unas 444 fanegas correspondían a secano para el cultivo de cereales, 271 fanegas para tierras de viñedo, 3.944 fanegas corresponden a tierras en las que no se diferenciaba si eran de cereal o viñedo, 2,5 fanegas dedicadas a olivar y, por último, casi 15 fanegas de tierras diversas.
Hay que hacer notar que estas cantidades nos indican la nula importancia del cultivo del olivar en Morata en el siglo XVI pues, si bien hay que suponer que a las escasas 2,5 fanegas que figuran en la relación habría que sumar las tierras plantadas de olivos que pertenecían a otros propietarios con antelación a las ventas realizadas por la Hacienda Real, no es muy aventurado deducir que el olivar no estaba tan extendido por aquellas fechas puesto que en otro documento oficial reiteradamente citado como es el de las Relaciones de Felipe II, fechado escasamente diez años después de las perpetuaciones (1579) en ningún momento se cita como importante el cultivo el olivar mientras que, por el contrario, si se menciona el del cáñamo, aunque lógicamente en las tierras de la vega -al tratarse de un cultivo de regadío- junto con los cereales.
Estamos hablando por lo tanto de unas tierras por las que se pagaron por término medio en Morata 239 maravedís por fanega, aunque este precio oscilaba entre los 221 maravedís pagados por las tierras de secano, los 171 por las viñas o los 163 maravedís por fanega de olivar. Sin embargo, y a pesar de estos bajos precios, no hay que olvidar que la intención de la Corona era ingresar fondos sin por ello generar conflictos sociales: se entiende por lo tanto, que los campesinos pagaron sus tierras por debajo del precio de mercado (en la misma época, en pueblos como Carabanchel se pagaba la fanega de cereal a 1.486 maravedís, cantidad notablemente superior a la abonada por los morateños pero lógica al tratarse de un lugar más cercano al mercado madrileño).
Hay que reiterar el elevado número de vecinos que acudieron a la convocatoria para hacerse propietarios de las tierras baldías que labraban, con la consiguiente posibilidad de traspasarlas a sus herederos, situación impensable para muchos de ellos anteriormente, lo que indica una predisposición general pues la extensión media de las propiedades adquiridas era de 17 fanegas. A falta de un estudio pormenorizado de las distintas escrituras levantadas para legalizar las adquisiciones, es evidente que no todos los vecinos llegaron a hacerse propietarios de esa cantidad de fanegas y, por el contrario, que algunos la sobrepasaron ampliamente, sobre todo en un caso.
Nos estamos refiriendo a una vecina de Morata, curiosamente viuda, que destacó por la importancia de sus adquisiciones: Francisca La Holgada (así figura en las escrituras) se hizo propietaria de 181 fanegas de cereal viñedo por las que abonó la importante cantidad de 68.856 maravedís. Una compra tan elevada de tierras de cereal-viñedo indica, aparte de una importante capacidad económica, una más que posible dedicación al viñedo y el destino de la producción al consumo de Madrid. Por otra parte, una sencilla operación matemática apunta que la mencionada Francisca la Holgada pagó por la propiedad de sus tierras de cereal-viñedo un precio medio de 380 maravedís por fanega, cuando el resto de los vecinos de Morata abonaron por el mismo tipo de tierra 246 maravedís, diferencia importante que puede indicar una mayor calidad de las tierras adquiridas por tan emprendedora viuda (Hay que señalar que antes de fijar los precios, la comisión se informaba exhaustivamente de la calidad de las tierras a perpetuar para fijar un precio acorde a sus características). 
Vista aérea de la dehesa carnicera, de unas doscientas fanegas de superficie, que fue comprada por el Concejo de Morata durante el proceso de privatización de baldíos del siglo XVI

También el concejo morateño acudió a la convocatoria real para hacerse con una extensa propiedad de 200 fanegas que se pagaron a un precio medio de 100 maravedís, cantidad ciertamente baja si comparamos con los precios abonados por otro concejos (El de Perales pago a 769 maravedís por fanega) y que pasaron al patrimonio de bienes propios tal vez para su uso como pastos comunales.
Consecuencias de la privatización de los baldíos
 Pero más que los datos concretos de las tierras perpetuadas en Morata casi nos interesan más las consecuencias futuras de las adquisiciones. Ya hemos mencionado que el proceso de las perpetuaciones, en general, supone para la Corona la posibilidad de recaudar unas cantidades extra, que en su mayor parte se destinaron a pagar la deuda contraída en años anteriores, y para los campesinos adquirir la propiedad de la tierra. Además, las perpetuaciones permiten practicar el barbecho (se acaba con la obligación de arar y sembrar todos los años si se quería mantener el usufructo de los baldíos) lo que en definitiva aumenta la producción y el rendimiento de las parcelas. La Corona obtiene beneficios económicos inmediatos y también a largo plazo se beneficia de unas ventas que generan más riqueza y, por lo tanto, mayores impuestos de alcabalas, con el añadido de que la institución real, al mismo tiempo, consigue restar poder a uno de los estamentos más influyentes de la sociedad, en el caso de Morata, la Iglesia a través del arzobispado de Toledo y, paralelamente, la propia ciudad de Alcalá que perdió influencia sobre muchos de los pueblos y vecinos de la jurisdicción.
En este sentido, también es importante señalar que nos encontramos en una época en que muchos pueblos están en pleno proceso de adquisición del derecho de villazgo, lo que supone por una parte liberarse de la dependencia del arzobispado, en el caso de Morata, pero, en contrapartida, unas obligaciones económicas que como veremos no siempre se pudieron cumplir y que desataron la crisis generalizada en los pueblos de la comarca y en Morata a finales de siglo y primeras décadas del XVII. En cualquier caso, la generalización del proceso de venta de baldíos sirvió para la expansión de la economía agrícola en Castilla y su efecto inmediato tuvo que ser positivo a corto plazo. Posteriormente, al tratarse de tierras de calidad baja, debió producirse un descenso en los rendimientos que las convertirían en escasamente rentables para sus propietarios cuando, en algunos casos, aún no habrían terminado de pagar las deudas contraídas para su adquisición.
Tan es así que parece que muchos compradores no pudieron hacer frente al pago de deudas, impuestos y diezmos y al no cumplir los plazos comprometidos perdieron la propiedad, lo que provocó una situación catastrófica en muchas villas. Estos agricultores habían hipotecado sus bienes y, al no poder pagar, algunas de las tierras compradas o fueron abandonadas o pasaron a otras manos, mientras que los antiguos propietarios se verían obligados a emigrar o, en caso contrario, pasar a la condición de jornaleros al servicio de los campesinos más afortunados.

Bibliografía: Hacienda real y mundo campesino con Felipe II. Las perpetuaciones de tierras baldías en Madrid. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid-Consejería de Agricultura. Madrid, 1990.
La venta de tierras baldías. El comunitarismo agrario y la Corona de Castilla durante el siglo XVI. Vassberg, David E. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Secretaría General Técnica. Madrid, 1983

miércoles, 17 de febrero de 2016

Compra de baldíos de los campesinos morateños en el siglo XVI (I)


Más de doscientos vecinos acudieron a la compra de tierras propiciada por Felipe II

El concejo de la villa compró las doscientas fanegas de la dehesa carnicera

La propiedad de la tierra ha sido siempre una vieja aspiración de los campesinos. En un momento histórico muy determinado, el último tercio del siglo XVI, los vecinos de Morata, mayoritariamente agricultores, vieron ante sí la posibilidad de acceder a la propiedad de algunas de las tierras del término municipal. Para que esta circunstancia fuera posible, previamente, hubieron de darse una serie de hechos que favorecieron esta antigua aspiración: el crecimiento demográfico y la mayor demanda de productos agrícolas en el mercado de la corte, recién instalada en Madrid; la consiguiente  demanda de nuevas tierras de cultivo en un periodo histórico de auge económico, y la endémica necesidad de nuevos ingresos de la Corona, representada por Felipe II, para sostener su política exterior, siempre necesitada de aportaciones de dinero y a la que no bastaban los ingresos procedentes de los territorios americanos. En esta coyuntura, Felipe II, que ya había buscado nuevos ingresos con la venta de villas y lugares, acudió a la enajenación de las llamadas tierras baldías para conseguir sanear las cuentas del reino.
En Morata, como ya sucedería años después con la compra de su jurisdicción para convertirse en villa de realengo, los vecinos también acudieron a la venta de estas tierras para, en unos casos, convertirse en nuevos propietarios y, en otros, aumentar las fanegas de su propiedad. Y no solo los vecinos. El concejo, como representante de todos los morateños también se hizo con las doscientas fanegas que se convirtieron en la dehesa carnicera, una propiedad que permaneció en el patrimonio municipal hasta las desamortizaciones del siglo XIX.
El punto de partida que dio inicio a este proceso de compra fue la orden del rey Felipe II por la que encargaba a un juez de comisión, como representante de la monarquía, que averiguase la situación de las tierras baldías en varios lugares y villas del entorno de Madrid. En el caso concreto de Morata, el documento que dio comienzo al proceso de venta se firmó en el Real Sitio de El Escorial en el mes de septiembre de 1568:
Don Philippe por la gracia de Dios, Rey de Castilla, León, de Aragón, de las Dos Sicilias, de Jerusalén, (….). Salud y gracia: sepades que nos avemos sido informado que en la villa de Talamanca, y en algunos lugares de su tierra y jurisdicción que es en este arzobispado de Toledo, hay mucha cantidad de tierras públicas concejiles y realengas, las cuales los vecinos particulares de la dicha villa y tierra han labrado y labran, tienen y poseen, en tal manera que no hay derecho ni propiedad en ellas, más de por el tiempo que las labra y dejándolo de hacer por año y día se puede cualquier otro entrar en ellas y labrarlas y gozarlas, y muriéndose no quedan sus herederos, y las toman y ocupan cualquiera otros, y que a causa de estar las dichas tierras de tal manera de uso y posesión, y no las tener, los que las labran en propiedad y por suyas, se siguen muchos daños e inconvenientes en perjuicio público y de los particulares, porque los que las poseen y gozan, por no perder la dicha posesión, las labran en cada un año, de que procede andar cansadas, y no dar el fruto que darían y se pierde el pasto común que habría en tales tierras los años que no se siembran, y que además de esto sobre la posesión y ocupación de las dichas tierras en vida y en muerte de los poseedores, suceden muchas diferencias, pleitos, cuestiones y ruidos, todo lo cual cesaría si las dichas tierras se adjudicasen en propiedad a personas particulares, las cuales las labrarían y cultivarían como cosa suya propia, con más cuidado del bien público de la dicha villa y tierra, y a los particulares de ella resultaría gran beneficio y utilidad, y porque disponer de las dichas tierras públicas concejiles y realengas, y el adjudicarlas en propiedad y en particular, pertenece a nos, y no se puede sin nuestra licencia y autoridad hacer, entendiendo que así conviene, hemos acordado de mandar perpetuar las dichas tierras y adjudicarlas y apropiarlas a personas particulares, e interponer en ello nuestra licencia y autoridad, con que así mismo para ayuda a nuestras necesidades, que son tan notorias y de cuyo remedio y provisión depende tanto el sostenimiento de nuestros estados y defensa de estos reinos, nos sirvan las tales personas a quien se dieren y adjudicaren, con alguna cantidad, y confiando de vos, que por la práctica y experiencia que tenéis de cosas semejantes y de vuestra fidelidad lo tratareis como convenga, os lo habemos querido encomendar y cometer, porque os mando que luego que esta nuestra carta fuere entregada, vais a la dicha villa de Talamanca, y a Valdetorres, El Vellón, El Molar, Valdepiélagos, Zarzuela, El Casar, Valdeolmos, Alalpardo, Algete y Fuente El Sanz, Morata, Perales, Arganda, Corpa, Santorcaz, Valverde, Anchuelo, Los Santos, Pezuela, Olmeda, El Villar, Ambite, Orusco, Carabaña, Torrejón, donde hay las dichas tierras baldías y cadañeras y realengas, y en cada uno de los dichos lugares averigüéis y sepáis que tierras de las públicas concejiles cadañeras y realengas hay en cada uno de los dichos lugares, haciendo sobre esto la información y averiguación que os pareciere, así por los libros de concejo y otras escrituras y recaudos que en ellos hubiere. Los cuales mandamos que exhiban ante vos, so las penas que les pusieres, o por testigos o relación de personas ancianas y que tengan noticia de ello, las cuales sean obligadas a parecer ante vos y declarar con juramento lo que es este caso quieres de ellos saber, y los podáis a ellos compeler y apremiar. Y otro si, averigüéis y sepáis las personas que tienen las dichas tierras, y hecho esto, hagáis pregonar públicamente, que todas y cualquier persona que quisieren comprar y perpetuar las dichas tierras, parezcan ante vos, y así parecidos, habiéndoos informado y entendido las tierras que cada uno tiene, y la calidad y bondad de ellas, según el pago y sitio donde estuvieren, tratéis y concertéis el precio que cada uno ha de pagar por cada fanega de las dichas tierras, por tenerlas en propiedad, como dicho es, y a los plazos que os pareciere, y así concertado el dicho precio, recibáis y cobréis de ellos los maravedíes que hubieren de dar y pagar, lo cual hecho, les daréis y entregaréis carta de venta de las tierras que cada uno tuviere signada de escribano público, siendo tomada la dicha razón, nos por la presente las aprobamos y ratificamos y habemos por firmes y valederas, como si nos mismo las otorgásemos (…).
Carta fechada en El Escorial a 11 de septiembre de mil quinientos sesenta y ocho.

Carta de comisión para perpetuar tierras en Morat y otros pueblos de la comarca (AGS)

Esta decisión real en el caso concreto de Morata significó la compra por parte de la mayoría de los vecinos de la villa de varios cientos de fanegas a la corona; casi de la noche a la mañana, muchos morateños, la mitad más o menos del censo de la villa, a la condición de propietarios de una importante extensión de tierras del término municipal con lo que ello suponía de cambio radical en su situación personal.
        Pero antes de concretar este proceso de venta en Morata, expliquemos qué eran los terrenos baldíos roturados que los morateños adquirieron en propiedad. En primer lugar hay que señalar que no se trata, ni mucho menos, de las tierras de mayor calidad del término municipal. Los baldíos, como su nombre indica, son generalmente, aunque con matices, terrenos de segunda; es decir, aquellos que no entraron en el proceso de reparto de tierras que siguió a la reconquista y que se adjudicaron bien a caballeros o a nobles en pago de sus servicios en las batallas, bien los que correspondieron a los nuevos pobladores que llegaron desde el norte a repoblar la tierras conquistadas a los árabes o, en fin, a las ordenes militares o a las sedes arzobispales como sucedió en el caso de Morata. Estas tierras, en momentos de presión demográfica, y esta de mediados del siglo XVI lo era, se roturaban ante la necesidad de alimentar a las familias, aunque siempre con unos rendimientos en las cosechas muy inferiores a las tierras de mayor calidad.
        En definitiva eran tierras de uso que no propiedad comunal, explotadas en régimen de usufructo por los campesinos menos pudientes sin que existieran en ningún caso títulos de propiedad sobre las mismas pero sobre las que, en determinadas circunstancias, se exigía el pago de un canon por parte del municipio. También hay que reseñar, al margen de las particularidades de cada villa o lugar, que para usufructuar los terrenos baldíos se exigían unos requisitos como la obligación de registrar las tierras -no más de cuatro fanegas a la vez- cada dos años, en la ciudad de Alcalá o en el lugar de avecinamiento del agricultor, ararlas todos los años -pues en caso de transcurrir más de un año y un día sin hacerlo se perdía el derecho- y la prohibición de comerciar con las tierras.
        Por otra parte, hay que reseñar que las clases dominantes, la oligarquía de la época y las autoridades eclesiásticas, normalmente, siempre se opusieron a la venta de baldíos, -también los ganaderos pues se restaban pastos a los ganados- en tanto que significaba quitarles poder sobre unas tierras en las que podían ejercer manipulaciones que con la propiedad de los campesinos ya no eran posibles, al menos en los primeros años siguientes a las perpetuaciones.
Y es que en las décadas de los años 60, 70 y 80 del siglo XVI, cuando se inició el proceso privatizador, éste fue beneficioso sin ninguna duda para los agricultores menos pudientes -de hecho, del estudio pormenorizado de las escrituras firmadas en toda la comarca del sudeste de la actual provincia de Madrid, se deduce que fueron pocos hidalgos y otros miembros de las clases más poderosas los que adquirieron en propiedad tierras durante el período de las perpetuaciones-. Además, como efecto añadido, los nuevos propietarios, en algunos casos ligados a las tierras adquiridas desde muchos años antes, pudieron racionalizar el cultivo de las parcelas adquiridas aunque, en los años posteriores y especialmente a finales del siglo, con el aumento de la presión fiscal y la crisis financiera generalizada en el reino llegaron las deudas que pusieron en dificultades a los nuevos propietarios.
Esto no evitó que los campesinos pudieran aprovechar en los primeros años la posibilidad de comercializar sus productos en la Corte, ya localizada en un Madrid convertido en una urbe que crecía en población y necesitaba aprovisionamientos de trigo y cereales además de otros productos como el vino. En torno a la influencia de la presencia de la Corte de Felipe II en Madrid, parece claro síntoma el hecho de que en las villas situadas en lo que ahora son las actuales provincias de Madrid, Guadalajara y Toledo fue donde más tierras se perpetuaron.
En definitiva, a lo que hoy es Comunidad de Madrid y más concretamente a la comarca de Alcalá, a la que recordemos pertenecía entonces administrativamente Morata como villa del arzobispado de Toledo e incluida en el arciprestazgo de la ciudad complutense, la Corona dirigió, como sucedió en otros tantos lugares del reino, su afán recaudador y Felipe II envió a un juez, Diego de Carvajal, encargado de dirigir todo el proceso de perpetuación de baldíos.
Entre 1565 y 1570 este juez, cuyo nombramiento es el que reproducimos, recorre varios pueblos para ejecutar los deseos reales una vez que se fijan las condiciones de la venta de los terrenos afectados. Fue una primera comisión -el juez llegaba a las poblaciones acompañado de un escribano y un alguacil- a la que siguieron otras dos encabezadas por distintos jueces, en otras villas de la comarca de Alcalá, que recorren una a una, en algunos casos no sin problemas, pueblos como Ambite, Carabaña, Arganda, Perales y, por supuesto, Morata, tal como veremos en la segunda entrega de este post. En cualquier caso, adelantemos que el concejo adquirió en este proceso la dehesa carnicera, que paso a ser considerada como bienes de propios -es decir que el concejo podía arrendarla, como así lo hizo a partir de entonces, y destinar los ingresos a gastos vecinales- y que permaneció en el patrimonio municipal hasta las desamortizaciones del siglo XIX. También analizaremos como los vecinos acudieron en un número muy importante a estas ventas –alrededor del cincuenta por ciento del censo-, lo que nos indica que el momento económico era de expansión en la villa y que los morateños no dudaron en endeudarse, para aumentar sus haciendas, o bien para adquirir la condición de propietarios.

Bibliografía: Hacienda real y mundo campesino con Felipe II. Las perpetuaciones de tierras baldías en Madrid. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid-Consejería de Agricultura. Madrid, 1990.
La venta de tierras baldías. El comunitarismo agrario y la Corona de Castilla durante el siglo XVI. Vassberg, David E. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Secretaría General Técnica. Madrid, 1983

miércoles, 10 de febrero de 2016

El batán de paños de Morata, trescientos años de historia (IV)


El batán recuperó su actividad de elaboración de tejidos a partir de la década de 1920

Tras años de abandono, a finales de los setenta, se reconvirtió en residencia de ancianos


La mejora de las instalaciones y la inversión en nuevas tecnologías fue una constante a lo largo de la historia del antiguo batán de paños de Morata. Así fue, sucesivamente y durante buena parte del siglo XIX y principios del XX,  con las empresas de Marrot, Combé, Martínez de Velasco y Canalejas cuyos administradores siempre procuraron dotar a las instalaciones de los últimos adelantos tecnológicos, ya fuera con la instalación de las novedosos motores de vapor hacía 1830, o con las máquinas que permitieron la elaboración de papel de muy buena calidad a partir de 1850 y hasta la década de 1920. Sin embargo,  pese a estas constantes inversiones y a la existencia a escasos kilómetros del potente mercado madrileño no se puede decir que la continuidad en la gestión fuera la principal característica del complejo industrial creado junto al río Tajuña.
Marín Hermanos, nuevos propietarios del antiguo batán 
En 1922 la Papelera del Tajuña fue subastada y terminaba así la que había sido su principal actividad desde mediados del siglo XIX con diferentes empresas: la producción de papel. Con el cambio de propiedad, el antiguo batán de Morata iba a recuperar su función inicial desde que existe constancia de su construcción en el siglo XVII, la elaboración de tejidos. En esta segunda década del siglo XX, fue la empresa Marín Hermanos la que se hizo cargo de las instalaciones con el objetivo de elaborar borra y regenerados de algodón. Además, la fábrica, que se autoabastecía de electricidad desde que fuera propiedad de la familia Martínez de Velasco y también bajo la gestión de la familia Canalejas, seguía con esta actividad alternativa cuando fue adquirida por Marín Hermanos. Esta nueva empresa no fue menos que las empresas que la precedieron a la hora de invertir en mejoras técnicas. En el año 1929, el 19 de junio, en el diario El Sol se publicaba la noticia de la solicitud de un crédito destinado a su empresa en Morata:

Ha SIDO SOLICITADO DEL Banco de Crédito Industrial por D. Guillermo Marín, de Morata de Tajuña, un préstamo de 400.000 pesetas, como auxilio para una fábrica de electricidad, borra y regenerados de algodón.

Como ya sucediera desde la misma construcción del batán, las aguas del Tajuña volvían a ser imprescindibles para la elaboración de tejidos, a partir de la recuperación de trapos. Además, también se constata en esta noticia que en la Isla Taray seguía produciéndose luz. Esta actividad del complejo industrial ya estaba asociada a las instalaciones desde el comienzo del siglo XX. De hecho, junto a la luz que se producía en el molino de la Huerta de Angulo, el abastecimiento de Morata también procedía del viejo batán desde finales del siglo XIX y así lo publicaba El Imparcial el 13 de junio de 1898:

En Morata de Tajuña se ha inaugurado el alumbrado eléctrico. El vecindario festejó la mejora con músicas, bailes públicos y otros regocijos.

Unos años después en el Boletín Oficial de la Provincia de Madrid de 8 de julio de 1907 se publicaba la solicitud de Alfonso Bustos para que (…) se le conceda la correspondiente autorización para establecer una línea aérea de alta tensión para el transporte de energía eléctrica, desde la línea de Buenamesón a Morata a la Papelera del Tajuña.

Parte la línea hacia la mitad del recorrido de la comprendida entre Perales y Morata de propiedad de Diego Jarava, marcha a cruzar el ferrocarril del Tajuña en su kilómetro 5, y después la carretera provincial de Morata a Perales, marchando después a la Papelera del Tajuña, propiedad de Luis Canalejas. La corriente será alterna y a una tensión media de 11.500 voltios.

La línea estará compuesta por tres alambres de cobre electrolítico de tres milímetros de diámetro y se apoyará en postes de madera, excepto en los cruces del ferrocarril y carretera que serán torrecillas metálicas, cuyo proyecto se acompaña. La separación será de cuarenta metros. En los indicados cruces de carretera y ferrocarril se proyecta colocar redes de protección, cuyo proyecto se acompaña al de la línea (…).

El mando del ejército republicano se instaló en el batán durante la batalla el Jarama
El batán tras la guerra civil

Una vez acabada la guerra civil, en la que los edificios del batán fueron utilizados como sede del Estado Mayor del ejercito republicano durante la batalla del Jarama, la escasez de materia prima propició que la fabrica de borra y regenerados, que seguían gestionando Marín Hermanos, atravesara unos años de bonanza. La reutilización de trapos y otros tejidos desechados para la fabricación de borra seguía siendo su principal actividad que, según testimonios personales, requería un proceso previo de selección de los materiales reutilizados por colores, calidad y materia prima. En este trabajo se  emplearon fundamentalmente trabajadoras procedentes de Morata y de otros pueblos cercanos que, en algunos años, llegaron a superar las ciento cincuenta personas. De hecho Marín Hermanos era una de las fábricas a nivel nacional que estaban autorizadas por la Dirección General de Sanidad para la exportación y manipulación de trapos, según recogía el Boletín Oficial del Estado el 9 de mayo de 1962. Al parecer, entre la materia prima que se utilizaba en esta actividad de regenerados de tejidos, la fábrica de Marín Hermanos llegó a tener un convenio con el ejército ingles para regenerar sus viejos uniformes. Esta necesidad de abundante mano de obra convirtió al viejo batán, como ya había sucedido en periodos históricos anteriores, en una de las pocas alternativas laborales -a excepción del trabajo en el campo y en las canteras- que existían en Morata en esos años.

Las instalaciones de la fábrica funcionaban a pleno rendimiento y esto requería más energía para sus máquinas. En el Boletín Oficial del Estado de 1 de marzo de 1950 se publicó la autorización para que se aumentaran de 12.500 a 15.000 voltios sus instalaciones de alta tensión:

Autorizar a Marín Hermanos, Sociedad Anónima Central Eléctrica de Nuestra Señora del Rosario, para modificar sus instalaciones de alta tensión (transformación y transporte de energía eléctrica) que vienen funcionando a la tensión de 12.500 voltios para su utilización a la tensión de 15.000 voltios, modificación que precisa ya que éstas habrán de interconectarse con la línea propiedad de Eléctrica Industrial a dicha tensión de 15.000 voltios con terminación en Perales de Tajuña, punto donde habrá de hacerse el enganche, por lo que la tensión nueva viene impuesta por la de la línea de interconexión.

De la fábrica, a su vez, se derivaba la energía eléctrica a Morata, la conocida entonces como luz del río, que abastecía a hogares morateños.

Los años de plena producción de la empresa Marín Hermanos comenzaron a declinar, curiosamente, con la mejora general de la economía española. En estos años del pasado siglo Marín Hermanos S.A había añadido Tintorerías del Centro a su razón social, ya que la empresa también se dedicaba al tintado de tejidos, aparte de la elaboración de borras.  Pero, como ya había sucedido con las anteriores empresas que gestionaron el antiguo batán a lo largo de la historia, una nueva subasta, cuando la plantilla se había reducido a no más de 30 trabajadores, puso fin a la actividad de Marín Hermanos en Morata. En 1973 el BOE ya había publicado la subasta de maquinaria de la empresa, debido a sus problemas económicos, pero fue en el año 1975 cuando el periódico oficial, el 14 de febrero, dio cuenta de la subasta de todas las instalaciones:

RECAUDACIÓN DE CONTRIBUCIONES E IMPUESTOS DEL ESTADO

ZONA DE ARANJUEZ-EDICTO DE SUBASTA DE BIENES INMUEBLES

(…) Autorizada por la Tesorería de Hacienda, con fecha 3 de los corrientes, la subasta del inmueble y maquinaria embargada a la sociedad "Marín Hermanos, Sociedad Anónima", del término de Morata de Tajuña (Madrid), se acuerda la celebración de dicha subasta el día 4 de abril de 1975, a las diez de la mañana, en el Juzgado de Paz de dicha localidad, debiendo observarse en su trámite y realización las prescripciones de los artículos 137 y 144 del Reglamento General de Recaudación y reglas 87 y 88 de su Instrucción.—Notifíquese esta providencia a las partes interesadas en la subasta y anúnciese al público por los reglamentarios edictos, convocando licitadores.

En cumplimiento y ejecución de la providencia transcrita se hace saber a las personas interesadas en esta subasta:

1.a Que el inmueble y maquinaria que se tratan de enajenar en esta pública subasta, responden al siguiente detalle:

Fábrica de tejidos y tintes en el término de Morata de Tajuña.—Linda: por el Oriente o derecha y Norte, o frente, con el caz de riego llamado de Sástago y camino de los Propios, de dicha Villa; Mediodía, o espalda, con el río Tajuña; Poniente, o izquierda, con el mismo río y tierra de Isidro Jiménez. Su entrada la tiene al Norte y comprende toda una superficie de veintidós mil quinientos sesenta metros cuadrados. — La constituye una tierra de regadío, encontrándose destinados dos trozos para huerto: el uno, llamado Isla de Taray, que linda: al Norte, con el caz de la fábrica; por Oriente, Mediodía y Poniente, con el río Tajuña, se encuentra cerrado o rodeado de álamos negros y blancos por toda la ribera y su centro está plantado de árboles frutales; y el otro linda: por el Oriente, con el mismo edificio; Mediodía, con el río Tajuña; Poniente, tierra de don Isidro Jiménez, y Norte, con el canal de riego, llamado de Sástago o los de Taray y contiene en su fondo algunos árboles frutales.

Obras hidráulicas: Un salto de agua de dos metros veinticinco centímetros, presa y accesorios para el referido salto de agua. — Edificios: Un edificio de planta baja y principal, comprende un solar de 738 m2, con 142 edificados. Otro edificio de 175 m2. Otro edificio de planta baja, de una superficie de 198 m2. Otro edificio que ocupa 510 m2. Otro edificio destinado a oficinas y habitación de operarios, de 157 m2. Otro edificio de 1.776 m2. Otro edificio de 305 m2. Departamento destinado a maquinaria, de 426 m2. Departamento destinado a quemadores de vapor, de 192 m2. Departamento destinado a legración y molido de trapos; el destinado a refino y blanqueo de trapos; el destinado a depósito de refinos, pastas y cortadura, que mide 4.450 m2 Otro edificio de planta baja destinado a electricidad y taller de ajuste, de 250 m2. Otro edificio destinado a fundición de metales, que mide 112 m2. La maquinaria es la existente de la que fue incorporada al relacionado inmueble, en virtud de escritura otorgada en Madrid el 2 de octubre de 1964 ante el Notario don José Francisco de Isturiz y García, según consta en la inscripción 38 de la finca 127, folio 196 del tomo 1.398 del archivo, libro 130 de Morata de Tajuña.

La reseñada finca, naves, pabellones, maquinaria, instrumentos y utensilios que al presente existen, han sido valorados por el Servicio Técnico de Hacienda en la cantidad de 15.000.000 de pesetas, y deducidas las cargas preferentes por valor actual aproximado de 9.868.660 pesetas, sale a subasta por el tipo de 5.131.340 pesetas.

Tras esta subasta, el viejo batán aún se resistió a morir. Con un efímero proyecto empresarial, que respondía a la razón social de Moratajuña, se intentó recuperar la actividad industrial pero con escaso éxito. La publicación de una sanción en el BOE en el año 1977 de la inspección provincial de trabajo denota la existencia de problemas laborales y económicos que, finalmente, provocaron el abandono definitivo y el progresivo deterioro de las instalaciones. Tras estos años de declive, el espacio de Isla Taray acogió un taller de cerámica y, definitivamente, la residencia de ancianos promovida por el padre Ángel y Mensajeros de la Paz que se inauguró el año 1978, el 12 de julio,  y que ha impedido que estos edificios, tan ligados a la historia de Morata, desparecieran del patrimonio local.

El plátano de la plaza central de Isla Taray
Referencias literarias

El batán de paños de Morata, con sus épocas de apogeo y, a continuación, de declive económico, no solo ha dejado huella en la historia económica y social de nuestro pueblo. También en la literatura hay vestigios de estas instalaciones tan emblemáticas. Aquí dejamos constancia de dos obras literarias en las que aparece el batán de Morata.

La primera de ellas aparece en La Envidia, escrita en el siglo XIX por Pérez Escriche, un autor que tuvo cierta fama, especialmente como autor de folletines publicados en los periódicos de la época. Esta obra, en la que algunos de sus protagonistas viven en Morata, recoge en  la primera parte del segundo volumen el siguiente diálogo:

(…) –Señor don Santiago, -dijo David- saliéndole al encuentro, -mi amigo Daniel acaba de presentarme a este caballero, que según parece, deseaba establecer una fábrica de papel en la vega de Morata; y como usted tiene allá unos terrenos y es además gran conocedor del término, venía a consultarle.

Poco o nada podré decirle sobre el particular. Bien es verdad que tengo por allá unas cuantas cepas, -contestó Santiago, sin alterarse lo más mínimo; -pero eso no es lo suficiente para que se le crea a uno una persona práctica y conocedora. Sin embargo, si el señor no quiere caminar a oscuras en el negocio, podré darle alguna carta de recomendación para los ricos labradores de Morata (…).

Más cercana en el tiempo, y ligada a un hecho histórico muy concreto,  es la referencia a la fábrica papel que aparece en la obra de Javier Reverte El tiempo de los héroes, una biografía novelada del general Modesto, uno de los líderes más populares del Ejército Republicano, que fue publicada en 2013. En este libro, Javier Reverte relata un episodio posterior a los días más cruentos de la batalla, ya en el mes de marzo de 1937, cuando se organizó una especie de función teatral en uno de los edificios del batán, por entonces fábrica de regenerados de borra:

(…) A esa misma hora [se refiere al desfile celebrado el 6 de marzo en la Gran Vía de Madrid con la participación de las Brigadas Internacionales], en Morata de Tajuña se celebraba un singular festejo para animar y rendir homenaje a los numerosos heridos que llenaban los hospitales del pueblo y los ambulatorios de campaña improvisados durante la batalla. La peculiar fiesta tenía lugar en un gran salón del cuartel general del ejército, instalado en una antigua fábrica de borra, en un paraje junto al río Tajuña, conocido como isla de Taray. Pese a la amplitud del local, eran tantos los heridos que se hizo necesario proceder a una estricta selección: sólo asistirían aquellos que pudieran tenerse en pie o que se movieran en silla de ruedas, nadie que ocupase una camilla podría acudir.

(…) Koltsov, [periodista ruso] que esa misma tarde había llegado de Madrid a Morata con la intención de hacer un reportaje sobre el fin de la batalla, había estado tomando notas sobre la extraña fiesta para completar su crónica. Y concluidas las actuaciones, al comenzar el baile decidió salir al jardín, un anchuroso espacio entre los edificios en cuyo centro se alzaba un gigantesco plátano, desnudo ahora de sus hojas. Desde el fondo, desde el lugar en donde se levantaban los almacenes de la antigua fábrica, llegaba sus oídos el rumor del río.

(…) Y mientras aquella multitud de supervivientes y heridos cantaban, bailaban y reían en la sala antigua de máquinas, más arriba del pueblo, en los olivares solitarios de la meseta, en los cerros ensangrentados, en las faldas del Pingarrón, en las trincheras de la colina del Suicidio, y en los cañaverales de las orillas del Jarama, el viento aullaba.




miércoles, 3 de febrero de 2016

La Papelera del Tajuña, nuevo proyecto empresarial en el antiguo batán de paños de Morata (III)


La familia de José Canalejas, presidente del gobierno, gestionó la papelera a comienzos del siglo XX

La empresa se integró en Papelera Española y abasteció a los principales periódicos madrileños 

Tras el incendio de 1878 la fábrica de papel de Morata, todavía en manos de la familia Martínez de Velasco, fue reconstruida y seguía abasteciendo con parte de su producción a El Imparcial, según se publicaba el 14 de agosto de 1890 en el Diario de Córdoba:
(…) El papel que hemos visto usar procede de la fábrica de los señores Velasco, establecida en Morata de Tajuña, que destina veinte días de su trabajo mensual para el abastecimiento de este periódico.
También Juan Diego Arribas, en su libro sobre Morata, incluido en la Crónica de la provincia de Madrid, editada en 1891, ofrece una descripción de las instalaciones en esos años:
(…) Sin disputa puede asegurarse que es una de las fábricas mejor montadas de España, y capaz de competir con las del extranjero; si a esto añadimos el que su propietario no omite medio ni sacrificio alguno por implantar anualmente todas las innovaciones conforme a los adelantos de la ciencia, y que su celoso e inteligente director, D. Fructuoso M. de Velasco, hace todos los años una excursión al extranjero para cerciorarse por sí mismo de las reformas que constantemente sufre, tanto la maquinaria como las diversas composiciones del papel, nos convenceremos de que con justa razón puede calificarse de notable en todos conceptos esta fábrica(…).
Cuatro turbinas, que pueden desarrollar una fuerza de 140 caballos, construidas en los talleres de Planas, Flaquer y Compañía, de Gerona. Dos máquinas de vapor, con fuerza de 40 caballos, construidas por la casa de Midleton, de Londres. Para la trituración de pastas se emplean cilindros holandeses.
La nueva máquina continua que puede arrojar una banda de papel de un metro cincuenta centímetros de ancho, marcha a una velocidad de 50 metros por minuto, haciendo 4.500 metros en una hora, 108.000 en un día y 3.240.000 en un mes, con lo cual habría para cubrir el suelo de nuestra Península; fue construida esta máquina por la casa de Dautreband Thiry, de Huy (Bélgica) lo mismo que sus accesorias, cortadora y embobinadora.
En esta sala de apresto tiene montadas dos calandrias para la satinación del papel, construidas por la casa Bell de Kriend (Suiza), cantón de Lucerna.
Como en estos establecimientos se trabaja día y noche, para el alumbrado cuenta éste con dos dinamos de corriente continua de 1.500 bujías cada uno, utilizando lámparas incandescentes de 10 y 16 bujías, tanto en la maquinaria como en las demás dependencias. Su producción anual es de 900.000 a un millón de kilos de papel, cuyo mercado es casi exclusivo en Madrid, teniendo en la actualidad la contrata con El Imparcial. Ocupa diariamente un personal de 140 a 150 obreros entre hombres y mujeres, con cuyos datos queda demostrada la importancia y utilidad que esta fábrica da a Morata, en la cual tiene asegurada su subsistencia gran número de familias que no quieran o no puedan dedicarse a las faenas agrícolas. Por desgracia, no todos los pueblos de España pueden contar con un establecimiento industrial de esta importancia; pues si al menos hubiera uno en cada partido, aun cuando fuera más modesto, la suerte de nuestro país sería otra, la miseria aminoraría, al par que la emigración.
Cuenta además este establecimiento con una pequeña fundición, taller mecánico de reparaciones, así como fragua y carpintería para todas las recomposiciones que puedan ocurrir en su maquinaría. Todos los almacenes están numerados y tienen sus avisadores eléctricos, que, en caso de incendio, anuncian al portero, para que éste pueda dar la voz de alarma.
Tiene también una hermosa y amplia capilla, con el carácter de pública, donde rinde culto en honor de Nuestra Señora del Rosario, bajo cuya advocación está establecida la fábrica. Todos los días festivos, uno de los señores sacerdotes del pueblo, conducido por uno de los coches del establecimiento, va a celebrar el santo sacrificio de la misa, a la que asisten los empleados de la casa y los obreros del campo que se encuentran próximos. Los ornamentos y todo cuanto la capilla encierra, es de mucho gusto, y hasta pudiera decirse de lujo.
Posee huerta y jardines espaciosos, en donde se cultivan infinidad de plantas, árboles y flores, todo ello con mucho gusto y esmero, resultando en conjunto un paraíso (…).

En este texto se detallan las características técnicas de la fábrica, reconstruida y ya de nuevo en plena producción para abastecer de papel a los periódicos madrileños, entre ellos también en estos años El Heraldo de Madrid.
Precisamente en relación con el transporte del papel producido en la fábrica de Nuestra Señora del Rosario, en los años siguientes se registraron algunos sucesos recogidos por la prensa de la época. En el primero de ellos se daba noticia, en la edición de El País del 9 de mayo de 1892, del accidente mortal sufrido por uno de los carreteros que trabajaban en la factoría cuando cruzaba el puente de Arganda sobre el río Jarama:
Anteayer se desprendió el puente colgante que hay sobre el rio Jarama, en la carretera de Valencia a Madrid, cerca de Arganda, en el fatal momento de pasar por el mismo un carro que se dirigía a la fábrica de papel de Morata de Tajuña. Como es consiguiente, el carro cayó al río, quedando sin conductor, que iba dentro de él, muerto en el acto. Las mulas que arrastraban el vehículo también perecieron.
El carretero, según informó el periódico  El Siglo Futuro ese mismo día, se llamaba Deogracias López.
No era la primera vez que un suceso relacionado con la fábrica ocupaba las páginas de los periódicos. Unos años antes, en 1874, La Correspondencia de España informaba del asalto sufrido por los porteadores de papel en las inmediaciones de Vallecas.
Estos asaltos a los viajeros y transportistas, que no eran inusuales en el último tercio del siglo XIX, finalizarían años después, ya en los primeros años del siglo XX con la construcción y puesta en servicio del Ferrocarril del Tajuña que facilitaría y acortaría en tiempo el transporte del papel a Madrid, pero ya con la papelera, que pasó a denominarse Papelera del Tajuña, en manos de otra empresa.
Traspaso de la propiedad
Pese a la aparente buena marcha económica de la papelera, lo cierto es que a finales del siglo XIX las instalaciones salieron de nuevo a subasta y una nueva familia de inversores sustituiría a los Martínez de Velasco en la propiedad y gestión de la fábrica de papel. Fue el 10 de marzo de 1899 cuando el Diario de Avisos de Madrid publicaba el primer anuncio de subasta:
En virtud de providencia del Juzgado de primera instancia del distrito de Universidad de esta corte, en autos ejecutivos que siguen Don Agapito Ortiz Jiménez, Don Andrés Avelino y Don Alejandro de Goitia Rodríguez con Doña María Manuela de Velasco y  Carballo, se saca a la venta en pública subasta, por término de veinte días, una posesión situada en término de Morata de Tajuña, en la que se halla establecida la fábrica de papel titulada Nuestra Señora del Rosario, con todos los edificios que forman parte de la misma, obras hidráulicas, maquinaria y artefactos que la constituyen, la cual ha sido valorada en la suma de ochocientas un mil quinientas cuarenta y cuatro pesetas. Para su remate que tendrá lugar en este juzgado, sito en la calle del general Castaños, número 1, se ha señalado la hora de las dos de la tarde del día trece de abril próximo, Hasta el que estarán de manifiesto en la Escribanía del que refrenda los autos y títulos de propiedad, advirtiéndose que para tomar parte en la licitación, se ha de consignar previamente en la mesa del Juzgado el diez por ciento de dicho valor (…).
La segunda subasta, según publicó el 22 de mayo, La Correspondencia de España se convocó para el 24 de mayo de 1899 por el precio de 601.450 pesetas y una postura mínima 400.772 pesetas. Finalmente, la falta de ofertas ante las dos primeras subastas, dieron ocasión a una tercera subasta que se señaló para el 28 de junio, según anuncio publicado en el Diario de Avisos de Madrid, y sin cantidad de partida previa.
Después de esta última subasta, la familia Canalejas pasó a convertirse en la propietaria de la fábrica de papel. A esta familia perteneció José Canalejas, que ocupó los ministerios de Fomento, Gracia y Justicia, Hacienda, Agricultura y Obras Públicas. Ocupó también la presidencia del Congreso de los Diputados antes de ser nombrado presidente del Consejo de Ministros. Participó desde muy joven en política, primero en el Partido Progresista y, posteriormente, en el partido Liberal. Siempre ligado a la figura de Sagasta, fue asesinado el 12 de noviembre de 1912 en la Puerta del Sol de Madrid. Entre sus actividades empresariales hay que destacar, en relación con la papelera, que fue el fundador de Heraldo de Madrid, periódico que, como ya hemos  visto, se abastecía de la fábrica de Morata. Fue su hermano Luis, ingeniero y también político perteneciente al Partido Liberal, el encargado de gestionar las instalaciones de la Papelera del Tajuña. Bajo su dirección la papelera morateña se integró en la Papelera Española, creada en 1901 y que agrupaba a 16 sociedades repartidas por todo el territorio español.

 Luis Canalejas, propietario de Papelera del Tajuña
La creación de esta sociedad vino a alimentar la vieja polémica sobre el monopolio en la fabricación del papel y los aranceles sobre este producto que se arrastraba desde mediados del siglo XIX. La fábrica de Morata fue acusada, en una publicación denominada La Industria Papelera,  unos años antes de la creación de la Papelera Española, de no respetar los acuerdos sobre precios:

no se acuerda [la papelera de Morata] del ayer que pordioseaba la venta de sus papeles, que aun con el sagrado compromiso que tenia con la Unión de fabricantes, ofrecía con la natural discreción, el papel más barato (…).

En años posteriores, alrededor de 1906, a la polémica sobre el monopolio del papel se añadió la de la creación de un denominado trust periodístico, favorecido por el Partido Liberal, en el que se integraron periódicos tan prestigiosos como El Imparcial, El Liberal y Heraldo de Madrid que, ya se ha señalado, pertenecía a la familia Canalejas y se abastecía del papel, lógicamente, en Morata con la producción de la Papelera del Tajuña.
En este acuerdo, muy criticado por la prensa conservadora –El Siglo Futuro, ABC y La Correspondencia de España, entre otros- incluía entre otros puntos que los periódicos que formaban parte del denominado trust se abastecerían ente otras de La Papelera del Tajuña. Así lo relataba El Siglo Futuro, el 3 de mayo de 1906:
El  cacicazgo de la publicidad
Parece que va de veras, y que, de un día a otro, aparecerán juntos y unidos, no en santa concordia de pensamiento y acción, sino en comunidad de intereses y con vistas a la caja central, El Imparcial, El Liberal, Heraldo de Madrid y cuantos periódicos liberales entren a formar parte del denominado trust periodístico. La Correspondencia de España adelanta todas estas novedades respecto del caso:
Ayer tarde se aseguraba en los círculos políticos frecuentados por periodistas, que el trust acaparador de periódicos ha llegado a un acuerdo con la empresa del Heraldo de Madrid, adquiriendo la propiedad del colega por 1.500.000 pesetas.
Además se compromete el trust a comprar determinada cantidad de papel a la fábrica de Morata de Tajuña, de la cual es principal accionista el Sr. Luis Canalejas, durante un plazo de diez años.
Quienes esta noticia propalaban afirmaban que era rigurosamente exacta; pero nosotros la disputamos falsa por la razón sencilla de que el precio asignado al colega es pequeño en relación a su verdadero valor, y por creer que ni D. José Canalejas ni ninguno de sus otros tres copropietarios son capaces de vender el periódico que durante tantos años ha sido el campeón denodado de la democracia. Repetimos que la noticia debe ser falsa, y habrá sido lanzada con ánimos dañinos por quienes no ven con buenos ojos la prosperidad del querido colega.
Pese a las reticencias del periódico conservador, Heraldo de Madrid y La Papelera del Tajuña formarían parte de este conglomerado periodístico ligado al Partido Liberal. Naturalmente, los periódicos integrados en el grupo negaban cualquier afán monopolístico  y El Liberal publicó en mayo de 1906 un artículo en el que afirmaba que:
(...)el propósito de los que intentan fundar una sociedad de carácter progresivo y defensivo, ningún parentesco tiene ni con los enigmáticos truses ni con los monopolios, añadiendo que la Sociedad Editorial en proyecto tratará quizá de tomar a su cargo todo lo que hay de industria en la producción intelectual, granjeando de paso, a esa producción, más libertad y mayores provechos.
La Papelera del Tajuña siguió ligada en los años siguientes a la familia Canalejas, que gestionaba las instalaciones, al parecer con éxito. Pese a que en 1912 la fábrica hubo de paralizar la producción debido a la huelga de los mineros ingleses, que provocó a nivel europeo la escasez de carbón, en 1914 la empresa morateña participó en la Exposición de Industrias Madrileñas y recibió un premio concedido a D. Luis Canalejas, por muestras de papel de su fábrica de Morata de Tajuña: medalla de segunda.
Pero la concesión de este premio no significa que no surgieran problemas en la gestión acrecentados tras el asesinato de José Canalejas. La fábrica de Morata como integrante la Papelera Española formaba parte de la Central Papelera que figuraba como propietaria de Papelera del Tajuña cuando las instalaciones salieron a la venta en 1922.  El Imparcial, en la edición del 20 de mayo de 1922, publicaba en su cabecera de la primera página el anuncio de la venta:
Venta de Fábrica
Se venden por Central Papelera, previo concurso particular, salto de agua, terrenos y edificios propios para industria en el término municipal de Morata de Tajuña (Provincia de Madrid) que estuvieron destinados a fábrica de papel con el nombre de Papelera del Tajuña.
Se admiten proposiciones hasta el 20 de junio próximo, en sobre cerrado y lacrado, del que se acusará recibo a quien lo solicite, y no se abrirán hasta dicha fecha. CENTRAL PAPELERA resolverá definitivamente sobre las proposiciones recibidas dentro de los quince días siguientes a la fecha antes indicada, reservándose expresamente la facultad de aceptar cualquiera de las proposiciones o de rechazarlas todas.
Para informes, dirigirse a CENTRAL PAPELERA FLORIDA, 8-Madrid
 Anuncio de la venta en subasta de la Papelera del Tajuña
Al ejecutarse esta venta y ser adquiridas las instalaciones por Marín Hermanos, finalizaba la fabricación de papel en el antiguo batán de Morata, que se había prolongado por un espacio de tiempo de alrededor de 90 años en los distintos proyectos que desarrollaron las empresas Marrot, Combe y Cia, la familia Martínez de Velasco, ya como Papelera Nuestra Señora del Rosario, y la familia Canalejas con La Papelera del Tajuña. A partir de 1922 el antiguo batán se dedicaría, como en sus orígenes y tal como veremos en la última entrega de esta serie, a la fabricación de distintos tipos de tejidos, fundamentalmente borra y regenerados, sin olvidar la producción eléctrica que también fue una de las actividades que se desarrollaron junto al río Tajuña.