miércoles, 28 de diciembre de 2016

Las calles de Morata y su denominación en el callejero (XVI)


Calle Toril y calle del Ciego (Calle general Moscardó)

Estas dos vías del callejero de Morata recuperaron su denominación tradicional en los años noventa del pasado siglo. Tras la guerra civil, cuando muchas calles de Morata cambiaron de nombre, recibió el de calle general Moscardó. El nombre actual de calle Toril recuerda la instalación en el primer tramo de la calle que parte de la plaza Mayor de los chiqueros de la plaza de toros de talanqueras. La calle del Ciego puede hacer referencia a que en la época en que se realizó el Catastro de Ensenada vivía en dicha calle un vecino ciego, aunque en esa época también recibió el nombre de calle que va de la Cruz de Orozco al Hospital.


La denominación de la calle Toril esta claramente relacionada con la celebración de festejos taurinos en la plaza Mayor de Morata. Jesús Antonio de la Torre Briceño ya recogió en su Historia de la villa de Morata de Tajuña un documento en el que se refleja el contrato de compra de tres toros para la función del Corpus del año 1632:
En la villa de Morata a veinte y dos días del mes de mayo de mil y seiscientos y treinta años parecieron presentes de la una parte Pedro Salado el Mayor y Pedro Sánchez Bravo vecinos de esta villa y mayordomos del cabildo del Santísimo Sacramento de ella y de la otra parte Alonso Macías vecino de la villa de Torrejón de Velasco y residente en esta de Morata y dijeron que por cuanto para celebrar la fiesta del día del Corpus tienen tratado con el dicho Alonso Macías de que ha de traer y traerá a esta dicha villa para el viernes o el sábado después del jueves del Corpus de este presente año de seiscientos y treinta una fiesta de tres toros de muerte  para cualquiera de los dichos dos días con condición de que tres días antes se le haya de avisar para cual día ha de ser (…). (AHPM nº 30055).
Según este documento, era la Hermandad del Santísimo Sacramento la encargada de financiar estos festejos populares con los ingresos procedentes del arrendamiento de sus bienes patrimoniales. De hecho, en la relación de estos bienes que aparece en el Catastro de Ensenada, que también incluían diversos censos a su favor, esta hermandad señalaba que debía hacerse cargo de:
(…) diferentes gastos de funciones, provisiones y descubiertos que se hacen y que tiene que suplir la Hermandad.
Estas funciones, entre las que se encontraban lógicamente las de carácter religioso, también incluían los festejos populares programados para celebrar el Corpus Cristi, entre ellos la suelta de toros. Parece lógico pensar que en esos años los toriles estuvieran instalados en este primer tramo de la calle que partía de la plaza Mayor, puesto que el edificio de propiedad municipal que se utilizó como toril hasta los años setenta del pasado siglo en aquella época se utilizaba como albergue de pasajeros transeúntes.
En cualquier caso, la calle del Toril en aquellos años del siglo XVII y siguientes, no contaba con muchas vecinos: la fachada norte correspondía a la casa de la familia Ruiz de Castañeda, con entrada por la calle Real a Arganda, y en la fachada sur únicamente se registraba una vivienda perteneciente a un tal Gabriel Paris situada en la esquina con la plazuela de Espinardo, mientras que el resto de la calle correspondía a la vivienda propiedad de María Ignacia Mexía, con entrada por la plaza Mayor y al palacio del marqués de Espinardo, con entrada por la plazuela del mismo nombre.
La calle Toril acababa por tanto, como sucede actualmente, en la plazuela de Espinardo y, a partir de ahí comenzaba la que en época del Catastro de Ensenada se conoció como calle del Ciego, aunque también en los registro catastrales aparece denominada como calle de va de la Cruz de Orozco al Hospital y que finalizaba en su confluencia con la plazuela de las cocheras del señor, denominada ahora plazuela de Don Santiago.
 En el centro de la imagen, del año 2014, calles del Toril y del Ciego
La primera de estas denominaciones, calle del Ciego, puede hacer referencia a un vecino invidente de Morata, Thomás Sánchez Bravo, que en los papeles del catastro aparecía registrado como impedido y que tenía una casa en dicha calle. Sin embargo, la denominación más habitual de esta calle en esa época fue la de calle de va de la Cruz de Orozco al Hospital. Además de las viviendas de seis vecinos de Morata, todas ellas en la fachada norte en este calle se localizaba el hospital al que hace referencia esta denominación, situado en la fachada sur de la calle, adosado al palacio del marques de Leganés, posteriormente del conde de Altamira.
Por el Catastro de Ensenada sabemos que el hospital de Antonio López también se conocía como hospital de pobres de la villa. En esos años de mediados del siglo XVIII este hospital cubría las necesidades más primarias de los vecinos pobres de Morata. Para atender a estos vecinos estos hospitales estaban dotados de un patrimonio inmobiliario con el que financiaban su labor de beneficencia. Este patrimonio, normalmente, era aportado por los fundadores de estas instituciones, en el caso del de Morata, por Antonio López
Conocemos el valor de este patrimonio en el año 1751, incluido entre los bienes de eclesiásticos, ya que estas instituciones de carácter benéfico estaban adscritas a la iglesia:
Tierras y censos propios del hospital que fundó Antonio López en esta villa
Tierras de riego de buena calidad
7 fanegas y 7 celemines en los parajes de Cerro de la Cabaña, El Coso, Los Escuderos y La Canal.
Tierras de riego de mediana calidad
16 fanegas y media en los parajes de Tierras Largas, Cardón, La Celadilla, El Herrero, Sanchisnal y Collaspiga.
Olivares de mediana calidad
4 fanegas con 80 olivas en El Mojonazo.
Estas tierras las labran a renta Pedro Marchena que paga 275 reales por 11 fanegas
Francisco Ruiz que paga 325 reales por 6 fanegas y 8 celemines y 2 fanegas con cuarenta olivas.
Francisco Oliva paga por 7 ½  fanegas y 2 fanegas de olivar con cuarenta olivas 250 reales.
En esta relación se aprecia que los ingresos por el arrendamiento de los bienes inmuebles eran unos escasos 850 reales. A esta cantidad, ciertamente reducida, había que añadir los intereses de los  censos o préstamos que figuraban a nombre del hospital. Estos intereses ascendían a unos 520 reales anuales lo que obligaba al Concejo a realizar una aportación anual que también se recogía en los registros del catastro:
 (...) cuatro mil y cuatrocientos reales de vellón que tiene de salario consignado en cada un año como médico titular de esta villa de Morata por el trabajo de asistir a los enfermos de esta.
Más tiene trescientos reales de vellón con corta diferencia en cada un año por asistir a algunos enfermos forasteros que vienen a esta villa como de algunos vecinos de los lugares circundantes a ella.
Como institución ligada a la iglesia, el hospital de pobres era administrado por el presbítero Diego Ruiz de Orive. Su función era encargarse de gestionar los ingresos que hemos mencionado, completados también con las limosnas y donativos en especie que hacían los vecinos de la villa, y proveer de una mínima asistencia sanitaria que, en muchos casos, no pasaba de cobijar a los enfermos en unas precarias instalaciones que no iban más allá de de los jergones de paja.
El hospital de pobres de Morata, junto con el de pasajeros, mantuvo su función benéfica hasta la desamortización de Madoz del siglo XIX. Según la ley de 1851 estas instituciones benéficas debían desamortizarse junto con los bienes de propios y del común propiedad de los ayuntamientos. En el caso de los hospitales de Morata así se hizo, según se comprueba por una noticia aparecida el 20 de abril de 1867 en el Diario de Avisos de Madrid, según la cuál se había realizado una inscripción  de deuda pública al 3 por ciento de interés, a nombre del ayuntamiento de Morata, por la venta de bienes de la beneficencia, entre ellos el hospital de pobres de la villa, por importe de 2.645,45 reales de vellón.
Pese a estas ventas, lo cierto es que años después Juan Diego Arribas, en 1891, seguía haciendo referencia a estos hospitales al tratar de la situación médica de la villa de Morata a finales del siglo XIX:
Así es que para socorrer á los pobres imposibilitados o enfermos de la localidad cuenta este Ayuntamiento con un hospital, legado de D. Antonio López en 1670, en el cual hay ocho camas de hierro (algunas sin estrenar) , y en el que se asiste con el esmero y cuidado que necesitan tan desgraciados seres. No contentos los morateños con ejercer la caridad entre sus convecinos, y deseosos de que ésta alcance a los demás desgraciados, tienen también otro hospital (titulado de Vallejo, por ser éste quien legó su casa, á principios del siglo XVI) para tan sublime objeto; hospital que sirve de albergue á los pobres transeúntes, en donde encuentran refugio seguro contra las inclemencias del tiempo. La asistencia facultativa para 150 familias pobres está encomendada a dos activos e inteligentes médicos, los cuales cobran por tan señalado servicio 750 pesetas anuales cada uno, y los medicamentos que las mencionadas familias pobres necesitan, se suministran en la farmacia de esta villa, la cual se paga por recetas é importa unas 950 pesetas anuales próximamente.
En años posteriores, en las antiguas dependencias del hospital de pobres estuvo instalado durante unos años el cuartel de la Guardia Civil.


Fuentes y bibliografía:
·       Morata de Tajuña. Crónica de la provincia de Madrid. Arribas, Juan Diego-Imprenta de la Diputación Provincial-Madrid, 1891.
·       Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales. Bienes de Eclesiásticos. H 408 y  H. 410.
·       Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio-Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999.
·       Periódicos citados en el texto



miércoles, 21 de diciembre de 2016

Las calles de Morata y su denominación en el callejero (XV)

Calle Manuel Mac-Crohon (Calle que sube de las eras a la plazuela del Espejo, calle de la Marina, calle de Manuel Mac Crohon)

La construcción en el entorno de esta calle de la casa perteneciente a esta familia da nombre a esta vía del casco urbano de Morata desde comienzos del siglo XX. En otras etapas históricas esta calle, que discurre en sentido norte-sur, recibió otras denominaciones en el callejero como calle de la Marina o calle que sube de las eras a la plazuela del Espejo. Popularmente también recibió el nombre de calle de los Frailes como recuerdo del periodo histórico, durante los siglos XVIII y XIX, en que en esta zona se levantaba la casa de labranza propiedad de los frailes dominicos del Rosario.

En la primera referencia documental de esta calle se la identifica como calle que sube de las eras a la plazuela del Espejo. En estos años del siglo XVIII el recorrido de la calle partía de las eras que se localizaban en todo el entorno de la ermita de la Virgen de la Antigua -actual avenida de Domingo Rodelgo, frente al jardín de San Isidro- y llegaba hasta el primer tramo de la calle Espejo donde, efectivamente, se situaba una plazuela con este nombre. De hecho, alguno de los 23 vecinos que tenían viviendas y pajares en esta calle, según los registros del Catastro de Ensenada, también identificaban a esta vía como barrio de la Virgen de la Antigua y también calle de las eras.
Entre todas estas propiedades catastradas en el siglo XVIII destacaba por su extensión y valoración en el catastro, la propiedad de los frailes dominicos del Rosario, una casa de labranza que ocupaba la fachada oriental de esta calle y en la que se centralizaban las tareas agrícolas de la extensa hacienda que esta orden religiosa, con casa madre en Madrid, poseía en Morata. Así se describía esta propiedad en los documentos catastrales:
(…) una casa en la población de esta villa que tiene de fachada sesenta y seis varas y de fondo sesenta y cuatro, su habitación consiste en bajo y entresuelo con diferentes oficinas, dos lagares con dos vigas cada uno, una almazara de aceite con diez y siete tinajas de caber mil setecientas arrobas, bodega con diez cubas, su caber cinco mil arrobas, cueva con ochenta tinajas de caber cuatro mil arrobas, y un cocedero de vino con nueve tinajas su cabida novecientas arrobas. Linda mediodía con calle que va a al camino de san Martín [actual calle de la Iglesia] y norte casa de Don Julián Correa, vecino de Madrid, [actual avenida de la Constitución] y se ha regulado su alquiler en cada un año en dos mil y seiscientos reales de vellón.
Jose María Mac Crohon, ministro de Marina en el reinado de Isabel II
La existencia en la que hoy es calle Manuel Mac Crohon de esta casa perteneciente a los dominicos, de la que ya hemos tratado en el blog (Auge y decadencia de la casa y hacienda de los frailes dominicos en Morata), permaneció de alguna manera presente en el imaginario popular que conocía a esta vía como calle de los frailes, aunque nunca tuvo oficialmente esta denominación.
De hecho, con las desamortizaciones del siglo XIX la titularidad de la casa de labranza de los frailes dominicos pasó en la segunda década del siglo XIX a la familia Angulo, (Manuel Angulo adquirió en esos años el molino de la Huerta, varias parcelas en la vega y en el llano y la citada casa de los dominicos). La familia Angulo emparentaba años después, vía matrimonio, con la familia Mac Crohon que da nombre actualmente a la calle. Este cambio en la propiedad de la antigua casa de los dominicos y la construcción en el solar resultante de la extensa finca de la casa de la familia Mac Crohon a finales del siglo XIX cambió la configuración de este entorno urbano delimitado en esos años por la plazuela de Don Gregorio (actual avenida de la Constitución) al norte, la calle de la iglesia al sur, y la calle de la Marina al oeste. La identificación de la calle Manuel Mac Crohon con el nombre de calle de la Marina se constata en un documento que recoge la construcción del edificio Mac Crohon y que se incluye en el libro de Juan de Diego Arribas sobre la Historia de la villa de Morata de Tajuña:
Se halla situado [el edificio Mac Crohon] al oeste pero dentro de la población, entre las calles de la Iglesia, Marina y plazuela de Don Gregorio (…). Es de ladrillo y estilo moderno, formando un conjunto bellísimo (…) Su construcción ha costado cerca de 375.000 pesetas (…).
En el centro de la imagen, de arriba a abajo, la calle Manuel Mac Crohon en el año 2014
La existencia de una calle dedicada a la Marina en un pueblo del interior peninsular como Morata tal vez se justifique con la relación que la familia Mac Crohon, muchos de cuyos miembros fueron tradicionalmente militares de profesión, tuvo con la marina de guerra. Concretamente, uno de los antepasados de esta familia José María Mac Crohon y Blake (1803-1860) llegó al grado de Teniente General y desempeño los cargos de Ministro de Guerra y Marina, director general de la Guardia Civil, capitán general de la Isla de Cuba, Capitán general de Filipinas. José María Mac Crohon fue abuelo de Manuel Mac Crohon Acedo Rico, casado con Concepción Jarava Muñoz de Aceval, quien descendía, a su vez, de Manuel Angulo, propietario del molino de Morata del mismo nombre y el mismo que adquirió la antigua propiedad de los frailes dominicos.
El cambio de nombre de la calle de la Marina y su sustitución por el actual de debió producirse al fallecer Manuel Mac Crohon en el año 1919.

Fuentes y bibliografía:
• Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales. Bienes de Eclesiásticos. H 408 y H. 410.
• Morata de Tajuña. Crónica de la provincia de Madrid. Arribas, Juan Diego-Imprenta de la Diputación Provincial-Madrid, 1891.



miércoles, 14 de diciembre de 2016

Las calles de Morata y su denominación en el callejero (XIV)

Calle Real (Calle Real que sube a la cuesta que llaman de Arganda, calle pública que baja a la calle Real que llaman de Arganda, calle alta de la Libertad, avenida de Calvo Sotelo)

La que hoy conocemos como calle Real ha sido siempre una de las salidas desde Morata hacia la villa vecina de Arganda, de ahí que en las primeras referencias documentales que encontramos de esta vía se la denominara como calle Real que sube a la cuesta que llaman de Arganda. Esta denominación únicamente se refería al tramo que hoy llega hasta el pilón y a la confluencia con la calle Juan Carlos I, entonces conocida como calle que sube al pozo de la Nieve. El resto de la calle hacia el norte se conoció como calle pública que baja a calle real que llaman de Arganda. En el siglo XIX, tras la I República, la calle recibió la denominación de calle alta de la Libertad.



Tradicionalmente, las vías públicas que partían de la plaza Mayor de Morata recibieron el nombre de calle o camino real cuando estas vías conducían a los pueblos vecinos. Así sucedía en el siglo XVIII con las calles de las que partían los caminos a Chinchón (Actual calle de Domingo Rodelgo), San Martín de la Vega (Avenida de la Constitución) y Arganda (calle Real).
En el caso de esta última, en el callejero del siglo XVIII la que hoy conocemos como calle Real se identificaba en los documentos del Catastro de Ensenada con dos calles diferenciadas. La primera, que partía de la plaza Mayor y finalizaba en el pilón y la actual calle Juan Carlos I -se denominada en el siglo XVIII calle que sube al pozo de la Nieve. A partir de este cruce y hasta finalizar el casco urbano de Morata en esa época, el Catastro de Ensenada designaba al tramo superior de la calle Real como calle pública que baja a la calle Real que llaman de Arganda.
Los registros del catastro ya recogían en esta calle Real de Arganda la existencia de varias casas pertenecientes a la familia Ruiz de Castañeda, entre ellas una propiedad de Francisco Ruiz de Castañeda valorada en 2006 reales –una de las más valoradas de la villa en el catastro-, otra propiedad de su hermana Rosa y dos más propiedad del obispo de Almería Claudio Sanz y Torres Ruiz de Castañeda, propietario también del pozo de la nieve en la plaza del mismo nombre.
En el final de este primer tramo ya se identificaba a mediados del siglo XVIII la existencia de una fuente pública para el abastecimiento de los vecinos y de las caballerías. Esta fuente se situaba en el cruce con la vía que hoy conocemos como calle Prim y que en aquellos años se denominaba calle que sube de la fuente a la Cruz de Orozco.
En el centro de la imagen, la calle Real en una vista aerea del año 2014
Esta fuente a la que se hace referencia en el callejero se mantuvo en servicio hasta finales del siglo XIX. Unos años antes, en 1872, la Gaceta de Madrid incluía una información sobre el proyecto de mejora de esta fuente:
Alcaldía constitucional de Morata de Tajuña
El ayuntamiento de esta villa de Morata de Tajuña, conforme a lo acordado por la Junta Municipal de Asociados, ha deliberado subastar las obras de ensanche del pilar de la fuente pública denominada La Gorda, bajo el presupuesto y condiciones al efecto, señalando para su único remate el día 25 del actual, y hora once a doce de la mañana, en las Casas Consistoriales. Lo que se anuncia llamando licitadores.
Morata de Tajuña, 16 de julio de 1872.-El alcalde, Benito Sánchez Bravo.
Unos años más tarde, Juan Diego Arribas también escribió sobre esta fuente en su libro sobre la historia de Morata:
Aunque no puede decirse que en Morata sobran fuentes, puede afirmarse que, aun cuando fuera de desear que éstas se aumentaran, hay las suficientes.
Cuenta hoy con dos en la calle Alta de la Libertad, y cada una de ellas tiene caños de llave para que no se desperdicie el agua sobrante. Son ambas de piedra sillería y con magníficos pilones; el agua de la una es más fina que la de la otra, a pesar de que las dos son potables.
El Ayuntamiento de esta villa, siempre incansable por proporcionar a su vecindario todas las mejoras y beneficios que su escaso erario le permite, no ha cejado ni reparado en obstáculos hasta dotarle de un caudal de aguas y fuentes mayor que el que tenía.
Al efecto, al N. de la población, y en el sitio llamado el Calvario, a 145 metros de distancia de la arqueta receptora, están construyendo un depósito de aguas, cuyas dimensiones serán de 7 metrosx10x4 que da un volumen de 280 metros cúbicos e igual a 280.000 litros. Esta capacidad está dividida en dos departamentos de 140.000 litros cada uno que se comunicarán por tres tubos de 0,050 de diámetro interior, con sus correspondientes llaves. La tubería desde el depósito hasta las fuentes tendrá 0,040 de diámetro. El depósito puede abastecer doce días un consumo de 23.100 litros diarios, que se calcula gasta la población como máximo.
Las fuentes serán de fundición de hierro, de las llamadas de vecindad, y con llaves automáticas, para que no arrojen agua más que cuando sea preciso, y para su colocación han dividido la población en cuatro distritos, situando una en la calle de la Libertad, donde hoy esta, la llamada fuente de agua delgada; otra en la plazuela de Don Gregorio, otra en la calle del Carmen, y la restante en la plazuela de Don Santiago.
La distribución que se hace de las fuentes en los distintos barrios de la población, es muy acertada: se comprende que se ha verificado con mucha imparcialidad y que sólo se ha mirado el bien de todo el pueblo en general, como debe procurar hacerlo todo Ayuntamiento que quiera administrar bien á sus convecinos.
(…) Las obras se hacen por subasta, y su coste, que no puede apreciarse hasta la completa terminación, pasará de 30.000 pesetas.
En esta referencia a las fuentes de Morata y en concreto a las dos situadas en la calle Real se identifica a la situada junto a la calle Prim como la Fuente Gorda y a la que todavía existe junto al callejón como la Fuente Fina. Finalmente, la Fuente Gorda sería desmantelada y la que todavía existe se dotaría de dos caños, uno de agua fina y otro de agua gorda, en unas obras que, según la placa que aún se conserva, se realizaron en el año 1917.
Aparte de su denominación como calle Real, esta vía de Morata recibió, al menos hasta finales del siglo XIX el nombre de calle alta de la Libertad. Este cambio de nombre, del que ya existen referencias como hemos visto en 1872, tal vez se realizó a raíz de los acontecimientos políticos que provocaron la llegada de la I República y un cambio de régimen que significó la retirada de la denominación Real como referencia a la monarquía.



Fuentes y bibliografía:
• Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales. Bienes de Eclesiásticos. H 408 y H. 410.
• Morata de Tajuña. Crónica de la provincia de Madrid. Arribas, Juan Diego-Imprenta de la Diputación Provincial-Madrid, 1891.
• Periódicos citados en el texto.



miércoles, 7 de diciembre de 2016

Las calles de Morata y su denominación en el callejero (XIII)


Calle Morería (Calle que sube de las cocheras del señor a la Concepción)
En la primera relación de calles de Morata, de mediados del siglo XVIII, la que hoy conocemos como calle de la Morería era conocida como calle que sube de las cocheras del señor a la Concepción. En los documentos del catastro aparece esta denominación oficial, aunque en algunos apuntes también aparece reseñada ya calle de la Morería. En el entorno de esta calle, situada al oriente de la población y orientada de norte a sur, se describen también las calles que parten de ella: calle de Villalobos (Actual calle de Panaderos), calle de Colmenares, calle Majada y calle de la Fuente a la Cruz de Orozco (Actual calle Prim). Su denominación actual ofrece pocas dudas sobre su origen, relacionado con la presencia de musulmanes en Morata durante varios siglos.

Cuando se elaboró el Catastro de Ensenada a mediados del siglo XVIII la que hoy conocemos como calle de la Morería constituía el límite oriental del casco urbano de Morata. En los apuntes del catastro aparecen catorce propietarios con casas en la que entonces se conocía como calle que sube de las cocheras del señor a la Concepción, una de las ermitas que jalonaban los caminos de salida desde Morata a las villas vecinas, en este caso las de Arganda y Campo Real. En la obra historia de la villa de Morata de Tajuña su autor, Jesús Antonio de la Torre, nos aporta el dato de que la ermita se construyó en el siglo XVI gracias a la dotación de un censo de 12.000 maravedíes que donó una vecina de la villa, Mencía Ruíz. La denominación de ermita de Nuestra Señora de la Paz, la misma que la parroquia de Morata en aquellos años, se modificó posteriormente para pasar a la advocación de Nuestra Señora de la Concepción, bajo la que se mantuvo el culto hasta la desacralización de la ermita, posiblemente a consecuencia de las desamortizaciones religiosas que se ejecutaron ya desde finales del siglo XIII y hasta mediados del siglo XIX.
En su entorno, los documentos recogen la existencia de corrales, colmenares e incluso algún palomar, junto con las eras de pan trillar que rodeaban el casco urbano de Morata por todos los puntos cardinales. Desde esta calle y desde la plazuela de las Cocheras del señor (Actualmente plazuela de Don Santiago) también se accedía a la zona donde ya existían cuevas habitadas aunque estas construcciones no tuvieran ningún reflejo documental en el catastro.
Debió ser ya en el siglo XIX cuando la calle Morería recibe su denominación actual, sin duda relacionada con la presencia entre los vecinos de practicantes de la religión musulmana, en primer lugar tras la conquista que se inició en el siglo VIII y, al menos, hasta la expulsión de las últimas familias de moriscos asentadas en Morata.

Calle de la Morería en los años 70

Existen pocos registros documentales sobre la presencia de árabes en Morata aunque algunas citas de los propios vecinos, ya en el siglo XVI, en años posteriores a la reconquista apuntan al legado que los musulmanes dejaron en la villa y con una especial referencia al sistema de riego. En el texto elaborado por el doctor Mejía para añadirse a las Relaciones Topográficas que ordenó redactar Felipe II, el cura de la parroquia de Morata señala en el capítulo I relativo al nombre de Morata que:
(…) podría haberse llamado así según se presume se tiene por más cierto después que los moros entraron en España, porque de este nombre de Morata se llamaron algunos moros, y así consta en la historia que se escribió de la guerra de Malta, que un moro principal de la armada del turco se llamaba Morata, y así se presume que cuando los moros ganaron España algún moro habría que fuese señor de Morata, del cual tomase el nombre, y así hay fama que el riego que ahora hay en esta villa fue ordenado hecho como al presente está por los moros, más ha de cuatrocientos años, y que antes de la destrucción de España hecha por los moros hay vestigios y señales de haber sido gran ciudad, porque a la parte de oriente de la dicha villa muy cerca de ella hay ruinas de haber habido un castillo con cuatro torres de tierra (…).
En el capítulo 29 se reitera que:
(…) como arriba tiene dicho hay junto a la dicha villa a la parte del oriente de ella un castillo viejo arruinado que era de tierra.
Las referencias en este texto del siglo XVI al origen del nombre de Morata, la construcción del sistema de riego de la vega y a la existencia de un castillo de tierra al oriente del casco urbano de la villa son las que sirven de base documental a la presencia de los árabes en la villa.
En el caso de la construcción de la red de caces de la vega de Morata parece evidente su origen árabe, aunque tampoco se puede descartar que anteriormente los romanos e incluso los godos hicieran sus aportaciones a la canalización de las aguas del Tajuña. En cualquier caso sí que existen evidencias de que tras la conquista se asentaron en el entorno de lo que hoy es Morata de pequeñas comunidades de población en el territorio conocido como Marca Media que tenía como centro urbano más importante la ciudad de Toledo. Estos nuevos pobladores sin duda dejaron su impronta en la vega con la construcción de un sistema de acequias –saqiya en su idioma- y aceñas –saniya- que de alguna forma son la base sobre la que se asientan los caes actuales y también, posiblemente, los molinos y aceñas que existen o existieron en el término de Morata.
Por otra parte, la situación geográfica de la vega del Tajuña al sur del sistema central convirtió a esta comarca durante siglos en zona de frontera entre los territorios cristianos y musulmanes. Este carácter fronterizo obligó a la construcción de elementos defensivos y de vigilancia ante las frecuentes incursiones de tropas procedentes del norte. El castillo citado en las relaciones, construido en tierra, tal vez se utilizó con un propósito de defensa y vigilancia que, una vez que los reyes cristianos conquistaron y consolidaron la posesión de estas tierras y avanzaron hacia el sur perdió su utilidad y fue abandonado, lo que no impidió que sus restos arruinados aún permanecieran en el paisaje cuando se redactaron en el siglo XVI las Relaciones Topográficas.
La recuperación por parte de los reyes cristianos del territorio de influencia de la ciudad de Toledo, en el siglo XI, y el repliegue hacia el sur de la población musulmana en los siglos posteriores no debió impedir, sin embargo, que miembros de esta religión permaneciesen en la villa de Morata, seguramente agrupados en el entorno de lo que hoy conocemos como calle de la Morería. Junto a estos vecinos de origen musulmán que podrían haber permanecido en Morata, pese al avance de las tropas cristinas, tampoco es descartable que a la villa llegaran en el siglo XVI parte del contingente de moriscos del reino de Granada que fueron repartidos por el territorio castellano gobernado por el rey Felipe II. Esta población de origen morisco se dedicó, tradicionalmente, al trabajo agrícola hasta que se produjo, a comienzos del siglo XVII, el decreto de expulsión firmado por Felipe III. El 10 de julio de 1610 se firmó el documento de expulsión para las dos Castillas (previamente ya se había decretado la expulsión de los moriscos valencianos y andaluces). Desde Morata está documentado que al menos partieron cuatro familias a las que se les confiscó la mitad del dinero en metálico que consiguieron reunir antes de la expulsión.

Fuentes y bibliografía:
· Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales. Bienes de Eclesiásticos. H 408 y H. 410.
· Historia de la villa de Morata de Tajuña. Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña. Madrid, 1999.
· El botín de la expulsión. Proceso de recaudación de las mitades y tasación de los bienes raíces dejados por los moriscos de Castilla. Gil Herrera, Jorge. Chronica Nova, nº 36, 2010.




miércoles, 30 de noviembre de 2016

Las calles de Morata y su denominación en el callejero (XII)

Calle de la Escuela

Hasta el siglo XIX no aparece el nombre de esta calle en el callejero de Morata. Situada en el límite del casco urbano de Morata, justo en el límite donde comienza el denominado barrio de Las Cuevas, ha mantenido esta denominación, seguramente basada en la existencia en un periodo histórico indeterminado de una escuela pública, hasta la actualidad. Aunque no sabemos cuándo funcionó en esta calle la escuela pública, aprovecharemos esta denominación del callejero para hacer un pequeño repaso de la enseñanza pública en Morata en distintos periodos históricos.


En el Catastro de Ensenada la que hoy conocemos como calle de la Escuela no existía como tal. En ese espacio urbano paralelo a la calle de la Morería y que partía en dirección norte de la que entonces se conocía como plazuela de las Cocheras del señor, se localizaban solares, pajares, eras de pan trillar, algún palomar y los corrales propiedad del Hospital de pobres de la villa que fundara en el siglo XVII Antonio López. Por tanto, la que hoy conocemos como calle de la Escuela no existía como tal y su urbanización debió de producirse ya a comienzos del siglo XIX cuando esta zona constituía el límite del casco urbano por Oriente y la zona de transición hacia las cuevas.
Sin embargo, en los años en que se realiza el Castro de Ensenada ya aparecen referencias a la existencia en la villa de un maestro de primeras letras, llamado Luis Portillo, pero nada se dice del lugar donde impartía sus enseñanzas. Los documentos del catastro sí que detallan el salario del maestro:
(...) dijeron que el común [el ayuntamiento] sólo paga al medico en cada un año cuatro mil y cuatrocientos reales, al boticario por su asistencia trescientos reales, al Maestro de Primeras Letras ochocientos y cincuenta reales (…).
Aparte de estos ochocientos reales cincuenta aportados por el concejo -un salario realmente bajo de poco más de dos reales diarios- el maestro completaba sus emolumentos anuales con otros ingresos que también se especifican en los registros del catastro:
Bienes de Luis Portillo, maestro de primeras letras
(…) Mas tiene de salario por la iglesia de esta villa doscientos treinta y seis reales de vellón y veinte fanegas de trigo en cada un año.
Mas quinientos y veinte siete reales de vellón que componen entre los niños que andan escribiendo y ciento veinte reales de vellón que considera le valdrán en cada un año las lecciones que da a diferentes personas de esta villa en sus mismas casas.
Cuyas partidas antes dichas componen la suma de mil setecientos y treinta y tres reales de vellón y veinte fanegas de trigo en cada un año que tiene de salario como estaba dicho por dicha enseñanza y trabajo.

Calle de la Escuela, en el centro en sentido vertical, en una imagen de 1946
 
En el centro de la imagen, la calle de la Escuela y su entorno totalmente urbanizado
Las escuelas de Morata en el siglo XIX y primera mitad del XX
En los periódicos del siglo XIX aparecen algunas referencias a las escuelas de Morata. La convocatoria de plazas de maestros y su dotación económica aparecían frecuentemente en las páginas de los diarios. En la edición de La Esperanza del 8 de marzo de 1845 se publicaba el anuncio de un libro publicado por un maestro radicado en Morata, Manuel Rodríguez Escobar, con  el que se ponían en práctica nuevos métodos pedagógicos en la enseñanza primaria, la única que se impartía en Morata:
Método gubernativo para las escuelas de primeras letras, en que se trata de los instrumentos que auxilian la enseñanza, modo de hacerlos con economía y de usarlos con aprovechamiento, se facilitan varios medios que facilitan la instrucción de la lectura y demás ramos en escuelas de muchos niños.
Unos años después, en 1859, La Esperanza  publicaba el 10 de noviembre de 1859 la convocatoria de plazas en Morata con un salario anual de 3.300 para los maestros y 2.200 reales anuales, 1.000 reales menos, para las maestras. En el anuncio se especifica que estas escuelas de nueva creación se abrirán el 2 de enero de 1860 y que además del sueldo, los maestros y maestras disfrutarán casa y las retribuciones de los niños  y niñas que puedan pagarlas.
La escasa dotación económica del puesto se compensaba con el alojamiento gratuito y las aportaciones de las propias familias, en el caso de que pudieran permitírselo: la educación, desde luego, no era una prioridad para las autoridades, lo que no impedía que los propios ayuntamientos se preocuparan por abordar el problema del analfabetismo entre la población. En 1867, el Ayuntamiento de Morata, según publicaba El Lloyd en su edición del 1 de mayo era uno de los sesenta y tres  pueblos de la provincia que contaba con un aula para la educación de adultos.
En el libro sobre la historia de Morata publicado por la Diputación Provincial aparecía un extenso texto sobre la situación de la educación en Morata:
Instrucción y beneficencia
Los títulos con que encabezamos este capítulo  son ambos de capitalísimo interés en todo pueblo civilizado, y a nuestro juicio, una de las más importantes atenciones que pesan sobre los Municipios, por cuya razón deben ocupar lugar preferente en sus presupuestos.
Si dirigimos una ligera ojeada por la historia de la enseñanza y la escritura, y recordamos los tiempos aquellos en que los hombres no recibían ese pan de la inteligencia, haciendo una vida semisalvaje, permaneciendo en la más crasa ignorancia, y en que se dividían los pueblos en castas de sangre, según sus oficios o cargos, que, no pudiendo confundirse, estaba el poder en un corto número de privilegiados, comprendiendo la servidumbre los individuos restantes, nos consideraremos hoy aún mejor que los Monarcas de aquellos tiempos. ¿Y á quién debemos este progreso? ¿Quién nos ha sacado de esta ignorancia y envilecimiento?
La instrucción, las escuelas primarias, esos centros docentes donde se fundan los cimientos de la humanidad, y sin cuyas bases o cimientos no pueden sostenerse grandes y sólidos edificios.
He aquí por qué en todas partes, y más en la actualidad, los primeros establecimientos de las naciones son las escuelas de primera enseñanza. Las escuelas modernas no son las rutinarias escuelas de antes; hoy son más prácticas, más educativas, pero no todo lo que debieran ser, por causas que no queremos ni debemos mencionar.
Sostiene este Municipio cuatro escuelas municipales: dos de niñas y otras dos de niños, dotada cada una de ellas con 825 pesetas y la cuarta parte para material. Las retribuciones que no están compensadas, las pagan directamente los niños.
El alquiler de los cuatro locales y habitaciones para sus profesores, cuesta al Ayuntamiento 1.000 pesetas anuales, y reciben la instrucción en estos locales unos 170 niños próximamente, é igual número de niñas.
Tenía este Municipio proyectada la construcción de un nuevo edificio para escuelas y habitación á sus profesores; pero la cantidad destinada para este objeto, y alguna más, ha tenido necesidad de dedicarla á la subvención del ferrocarril.
No dudamos que tan pronto como se desligue de esto, y en atención á los buenos deseos que tiene, realizará este nobilísimo propósito.
Otra reforma importante y deseosa de llevar á cabo, si lo aprueba la superioridad, tiene proyectada este Ayuntamiento, cual es la de suprimir una escuela de cada sexo y establecer en su  lugar una de párvulos, donde puedan recibir la enseñanza los niños y niñas hasta la edad de siete años, con cuya reforma ganaría mucho el vecindario , más los niños, y no menos sus profesores»
Como se desprende de las anteriores líneas, el Ayuntamiento de este pueblo abriga buenos deseos hacia la instrucción primaria, como lo prueba la religiosidad con que están pagados sus
profesores, ejemplo que debieran imitar otros pueblos más importantes.
Juan Diego Arribas, el autor del texto editado en 1891, conocía de primera mano el problema de la educación en general y en Morata en particular. Maestro de profesión y ejerciente en Morata Arribas nos aporta datos como la inexistencia de un edificio dedicado en exclusiva a la educación, por lo que había que recurrir a locales alquilados para impartir las clases. También nos informa el autor sobre las aportaciones que hacían las familias para financiar el sueldo de los maestros y de un proyecto para construir una escuela municipal que aún se retrasaría unos años.
Sería finalmente en 1896 cuando se abordara la construcción de estas escuelas municipales. El Diario Oficial de Avisos publicaba el 9 de agosto de ese año el anuncio de la subasta de las obras:
Subastas que se han de celebrar:
13 de agosto en Morata de Tajuña obras para el Ayuntamiento y escuelas en 66.137 pesetas.
Las obras del nuevo edificio consistorial y de las escuelas, situadas en el solar que había ocupado una de las antiguos mesones propiedad del conde de Altamira se adjudicaron según un documento notarial de fecha 15 de septiembre con una rebaja de 23 por ciento sobre el precio inicial a Domingo Rodelgo.
Estas obras, que se prolongaron durante más de un año, finalizaron a comienzos de 1898 aunque, según publicó la Gaceta de Instrucción Pública en enero de ese año, la inversión en las nuevas escuelas no cumplía con las condiciones mínimas exigidas:
Dentro de pocos días de inaugurarán los locales que para Escuelas de primera enseñanza ha construido el Ayuntamiento de Morata de Tajuña.
Una persona amante de la enseñanza ha visto los locales citados y echa de menos muchas cosas que se relacionan con la Higiene y la Pedagogía.
¿Sabe algo de esto la Junta provincial de Instrucción pública? ¿No podría comisionar al señor inspector para girar una visita antes de que la inauguración se verifique por si pudieran subsanarse las faltas que allí a primera vista se notan?
Tal vez, estas  críticas a las condiciones de las nuevas escuelas de Morata estarían relacionadas con el escaso espacio que ocupaban las cuatro aulas que se construyeron para una población escolar que, unos años antes, era superior a los trescientos alumnos. En cualquier caso, estas escuelas, junto a otras instalaciones que funcionaron como aulas en los años siguientes, fueron las que dieron servicio a Morata hasta después de la guerra civil. Una vez finalizada la contienda, las viejas instalaciones anexas al edificio del Ayuntamiento fueron insuficientes para atender a toda la población escolar.
Para satisfacer esta demanda educativa, el Ayuntamiento recibió en cesión el viejo edificio de la familia Mac Crohon que durante la guerra se utilizó como hospital de sangre. En 1945 este edificio ya estaba en funcionamiento aunque en años posteriores se realizaron mejoras para adecuar el viejo caserón a las necesidades educativas. En 1950 se realizaron las obras de cerramiento del recinto y la casa del conserje de las escuelas, que un año antes (BOE de 17 de noviembre de 1949) habían recibido la denominación oficial de Grupo Escolar Hermanos Mac Crohon. Finalmente, en el año 1951 se inauguraban oficialmente todas las instalaciones:
Nuevo grupo escolar
Con asistencia del director general de Enseñanza Primaria, Romualdo de Toledo, el obispo auxiliar de Madrid-Alcalá, el inspector de zona y otras autoridades y jerarquías, ha sido inaugurado en Morata de Tajuña el centro escolar que lleva el nombre de Hermanos Mac Crohon. Después de bendecido el edificio, en el salón de actos hubo una sesión cultural, en la que el director general de Enseñanza Primaria elogió a la familia Mac Crohon que siempre ha manifestado especial cariño por aquel pueblo.


Fuentes y bibliografía:
·       Morata de Tajuña. Crónica de la provincia de Madrid. Arribas, Juan Diego-Imprenta de la Diputación Provincial-Madrid, 1891.
·       Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales. Bienes de Eclesiásticos. H 408 y  H. 410.
·       Historia de la villa de Morata de Tajuña. Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña. Madrid, 1999.
·       Periódicos y revistas citados en el texto.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Las calles de Morata y su denominación en el callejero (XI)


Calle de la Soledad (Calle que va de la Iglesia a Nuestra Señora de la Soledad)

La calle de la Soledad siempre ha tenido esta denominación en el callejero de Morata. La primera referencia documental que encontramos de ella, en el Catastro de Ensenada, aparece ya identificada con este nombre en referencia a la ermita de la Soledad localizada a la salida del casco urbano de Morata en dirección a Perales de Tajuña. Hasta finales del siglo pasado únicamente contó con casas en su fachada meridional, mientras que el resto lo ocupaban las eras, las pozas del cáñamo, las Huertarias y el cementerio localizado frente a la ermita desde el año 1814.


Únicamente seis casas se registraron en la primera referencia documental que conocemos de esta calle cuando se redactó el Catastro de Ensenada. Entonces contaba únicamente con seis casas, desde su inicio a partir de la calle de la Cruz de Calderón y de la iglesia. El resto de su trazado estaba delimitado por la parroquia, y el cementerio adosado a su fachada sur, la calle de la Jabonería y la finca denominada Las Huertarias. El tramo final hasta la Soledad estaba ocupado por eras de pan trillar y, junto al edificio de la ermita, por las llamadas pozas de cáñamo donde se trataban estas fibras vegetales después de su recolección.
 La calle toma el nombre de la ermita de la Soledad, un edificio religioso situado a la salida del casco urbano que, como sucedía en todos los caminos que partían hacía los pueblos vecinos, contaba con una ermita: la ermita del Rosario en el camino a San Martín de la Vega, la ermita de la Magdalena en el camino a Valdelaguna y el camino viejo a Chinchón, la ermita de la Concepción en el camino a Arganda y Campo Real y la ermita de la Virgen de la Antigua en el camino del Toledano que llevaba hasta Titulcia y a Chinchón.
Según la descripción que hizo a finales del siglo XIX Juan de Diego Arribas de los edificios religiosos de Morata, situada a unos cien metros de la población:
(…) se encuentra otra ermita, en donde se venera a la efigie de aquella Santa Madre que con resignación vio á su Hijo pasar los más crueles tormentos. Titúlase este santuario, entre los del pueblo, con el nombre de ermita de los Santos Viejos, porque en ella hay unas efigies que por Semana Santa son trasladadas a la iglesia para sacarlas en las procesiones que en dichos días tienen lugar. Estos Santos, que son un Nazareno y un San Juan, han sido sustituidos este año por otros nuevos, con cuyo motivo ha sufrido también esta ermita una verdadera reforma, blanqueando todo el interior, restaurando cuanto tenía deteriorado, arreglando la casa que contigua a ella tiene para albergue la familia que está a su cuidado, y colocando una campana pequeña. Por lo demás, nada de notable encierra; únicamente una preciosa Soledad, que está muy bien tallada.
Gracias a esta descripción conocemos que en aquellos años de finales del siglo XIX la ermita de la Soledad, conocida también en algunas época con el nombre de ermita de Fátima, aún contaba con alguna persona encargada de su cuidado que contaba con una vivienda y un huerto adosado a la fachada oriental del edificio. En el entorno de la ermita también se localizaban algunas de las trece pozas de cáñamo se registraron en el Catastro de Ensenada.
Hasta que se urbanizó en el entorno de la ermita de la Soledad aún se conservaron estas pozas de cáñamo, aunque ya sin el uso que seles dio en los siglos XVII, XVIII y XIX.
La localización de estas pozas-de entre uno y tres celemines de superficie- siempre se situaba en las proximidades de los caces y a menor altura para permitir su inundación con el agua en el que se maceraban las plantas del cáñamo a partir de su recolección en el mes de agosto. El proceso de macerado duraba alrededor de los nueve días que se necesitaban para separar la fibra exterior de la planta de su interior. Posteriormente la fibras se aclaraban en la misma poza antes de trasladarlas hasta los domicilios particulares donde se elaboraban y tejían los paños en un proceso que incluía el batido de las fibras con una maza y un nuevo aclarado y secado antes del trabajo final de tejer los lienzos.
El trabajo de manipular  el cáñamo y elaborar los tejidos con su fibra fue una tarea habitual en todos los pueblos de la ribera del Tajuña que, en muchos periodos históricos, obtuvieron cierta fama por la calidad de sus trabajos.

En el centro de la imagen, el entorno de la calle de la Soledad en 1956
 
La calle de la Soledad, ya urbanizada, en una imagen del año 2014

El cementerio de la villa
Cuando se redactaron los legajos del Catastro de Ensenada Morata, como la mayoría de las villas y lugares, contaba con un cementerio adosado a la fachada sur de de su iglesia, justo en el comienzo de la calle de la Soledad. Hasta bien entrado el siglo XIX se mantuvo la costumbre de enterrar a los difuntos en los entornos de las parroquias en los llamados cementerios sacramentales,: las familias más poderosas en el interior de los templos o de las ermitas y el resto de la población en el exterior. En Morata aún es posible apreciar en el interior de la iglesia y de la ermita de la Soledad las lápidas de estos enterramientos perpetuos de los miembros de las familias más pudientes económicamente que se podían permitir mantener y financiar las capillas en las que se inhumaba a los fallecidos. Para el resto de la población el destino final era el cementerio situado en lo que hoy es el jardín situado al sur de la parroquia y el osario en el que se depositaban los restos una vez pasado el tiempo.
Para el auxilio espiritual de todos los fallecidos existía la cofradía de las Benditas Ánimas encargada de sufragar las misas por las almas de los difuntos con el producto de los bienes materiales que tenía en propiedad, una casa en la cale de la Cruz de Calderón, una tierra y una alameda en Valdelaosa y distintos censos a favor.
La construcción del nuevo cementerio
Los cementerios sacramentales se mantuvieron en España hasta que las ideas de la Ilustración empezaron a abogar por la necesidad de trasladarlos al exterior de las poblaciones para evitar los problemas sanitarios provocados por su localización intramuros de las poblaciones. Durante el reinado de Carlos III se emitieron órdenes para prohibir los enterramientos en las iglesias que no fueron obedecidas por los feligreses. La obligación de construir cementerios fuera de las villas se reiteró en el efímero reinado de José I, durante la guerra de la Independencia.  En el caso de Morata parece que fue a comienzos del siglo XIX cuando, por fin, se clausuró el cementerio parroquial adosado a la iglesia, según una noticia publicaba por  El Universal en su edición del 24 de enero de 1814:
La circular del Sr. jefe Político, relativa a la prohibición de enterramientos dentro de poblado , y el establecimiento de cementerios en toda la provincia, en cumplimiento de lo mandado por el Congreso nacional, ha producido el efecto que se deseaba en los pueblos siguientes; Getafe, Carabaña, Pinto, Morata, Brea, Esquivias, Collado-Villalba, Alpedrete, Pozuelo del Rey, Santos de la Humosa, Orusco, Méntrida, Carabanchel de Arriba, Arganda del Rey, El Pardo, Fuencarral, ,  Villaviciosa,  Torrejon de Ardoz, Algete, Hortaleza, Coveña, Valdilecha,  Baraxas, Torres, Daganzo de Abaxo (…).
Parece evidente que es en esta fecha de 1814 cuando se construyó el cementerio en su actual emplazamiento al final de la calle de la Soledad. Juan Diego Arribas hace referencia al mismo en su crónica de Morata:
Al Este del pueblo, y en uno de los lados de la carretera que conduce a Perales, existe el cementerio, y en medio de los terrenos que encierran sus blancos muros descuellan los altos y verdes cipreses que, arrogantes, se alzan en aquel lúgubre y solitario paraje. A pesar de su austeridad, presenta desde lejos un aspecto muy diferente al que está destinado. En el centro se encuentran sus galerías llenas de nichos, algunos con lujo y gusto, cual lo están en Madrid, pues los morateños, sobre todo los que pueden, son espléndidos para perpetuar la memoria de sus familias, y no reparan en gastos para honrar sus cenizas.
En uno de sus ángulos, al Norte, hay una pequeña capilla destinada á depósito de los que mueren de enfermedad contagiosa. Su situación está de tal manera, que no ofrece ningún peligro a  la salud pública de la localidad, mucho más desde hace pocos años que le ampliaron con una porción de tierras contiguas á él, por ser insuficiente las que había; hoy ya puede asegurarse que sobra terreno, aun en el desgraciado caso de epidemia.
Su puerta, que está al Sur, tiene una magnífica verja de madera en forma de arco, que constituye un conjunto admirable con la blancura de las tapias.


Fuentes y bibliografía:
·       Morata de Tajuña. Crónica de la provincia de Madrid. Arribas, Juan Diego-Imprenta de la Diputación Provincial-Madrid, 1891.
·       Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales. Bienes de Eclesiásticos. H 408 y  H. 410.
·       Periódico El universal. Madrid, 24 de enero de 1814.