miércoles, 30 de noviembre de 2016

Las calles de Morata y su denominación en el callejero (XII)

Calle de la Escuela

Hasta el siglo XIX no aparece el nombre de esta calle en el callejero de Morata. Situada en el límite del casco urbano de Morata, justo en el límite donde comienza el denominado barrio de Las Cuevas, ha mantenido esta denominación, seguramente basada en la existencia en un periodo histórico indeterminado de una escuela pública, hasta la actualidad. Aunque no sabemos cuándo funcionó en esta calle la escuela pública, aprovecharemos esta denominación del callejero para hacer un pequeño repaso de la enseñanza pública en Morata en distintos periodos históricos.


En el Catastro de Ensenada la que hoy conocemos como calle de la Escuela no existía como tal. En ese espacio urbano paralelo a la calle de la Morería y que partía en dirección norte de la que entonces se conocía como plazuela de las Cocheras del señor, se localizaban solares, pajares, eras de pan trillar, algún palomar y los corrales propiedad del Hospital de pobres de la villa que fundara en el siglo XVII Antonio López. Por tanto, la que hoy conocemos como calle de la Escuela no existía como tal y su urbanización debió de producirse ya a comienzos del siglo XIX cuando esta zona constituía el límite del casco urbano por Oriente y la zona de transición hacia las cuevas.
Sin embargo, en los años en que se realiza el Castro de Ensenada ya aparecen referencias a la existencia en la villa de un maestro de primeras letras, llamado Luis Portillo, pero nada se dice del lugar donde impartía sus enseñanzas. Los documentos del catastro sí que detallan el salario del maestro:
(...) dijeron que el común [el ayuntamiento] sólo paga al medico en cada un año cuatro mil y cuatrocientos reales, al boticario por su asistencia trescientos reales, al Maestro de Primeras Letras ochocientos y cincuenta reales (…).
Aparte de estos ochocientos reales cincuenta aportados por el concejo -un salario realmente bajo de poco más de dos reales diarios- el maestro completaba sus emolumentos anuales con otros ingresos que también se especifican en los registros del catastro:
Bienes de Luis Portillo, maestro de primeras letras
(…) Mas tiene de salario por la iglesia de esta villa doscientos treinta y seis reales de vellón y veinte fanegas de trigo en cada un año.
Mas quinientos y veinte siete reales de vellón que componen entre los niños que andan escribiendo y ciento veinte reales de vellón que considera le valdrán en cada un año las lecciones que da a diferentes personas de esta villa en sus mismas casas.
Cuyas partidas antes dichas componen la suma de mil setecientos y treinta y tres reales de vellón y veinte fanegas de trigo en cada un año que tiene de salario como estaba dicho por dicha enseñanza y trabajo.

Calle de la Escuela, en el centro en sentido vertical, en una imagen de 1946
 
En el centro de la imagen, la calle de la Escuela y su entorno totalmente urbanizado
Las escuelas de Morata en el siglo XIX y primera mitad del XX
En los periódicos del siglo XIX aparecen algunas referencias a las escuelas de Morata. La convocatoria de plazas de maestros y su dotación económica aparecían frecuentemente en las páginas de los diarios. En la edición de La Esperanza del 8 de marzo de 1845 se publicaba el anuncio de un libro publicado por un maestro radicado en Morata, Manuel Rodríguez Escobar, con  el que se ponían en práctica nuevos métodos pedagógicos en la enseñanza primaria, la única que se impartía en Morata:
Método gubernativo para las escuelas de primeras letras, en que se trata de los instrumentos que auxilian la enseñanza, modo de hacerlos con economía y de usarlos con aprovechamiento, se facilitan varios medios que facilitan la instrucción de la lectura y demás ramos en escuelas de muchos niños.
Unos años después, en 1859, La Esperanza  publicaba el 10 de noviembre de 1859 la convocatoria de plazas en Morata con un salario anual de 3.300 para los maestros y 2.200 reales anuales, 1.000 reales menos, para las maestras. En el anuncio se especifica que estas escuelas de nueva creación se abrirán el 2 de enero de 1860 y que además del sueldo, los maestros y maestras disfrutarán casa y las retribuciones de los niños  y niñas que puedan pagarlas.
La escasa dotación económica del puesto se compensaba con el alojamiento gratuito y las aportaciones de las propias familias, en el caso de que pudieran permitírselo: la educación, desde luego, no era una prioridad para las autoridades, lo que no impedía que los propios ayuntamientos se preocuparan por abordar el problema del analfabetismo entre la población. En 1867, el Ayuntamiento de Morata, según publicaba El Lloyd en su edición del 1 de mayo era uno de los sesenta y tres  pueblos de la provincia que contaba con un aula para la educación de adultos.
En el libro sobre la historia de Morata publicado por la Diputación Provincial aparecía un extenso texto sobre la situación de la educación en Morata:
Instrucción y beneficencia
Los títulos con que encabezamos este capítulo  son ambos de capitalísimo interés en todo pueblo civilizado, y a nuestro juicio, una de las más importantes atenciones que pesan sobre los Municipios, por cuya razón deben ocupar lugar preferente en sus presupuestos.
Si dirigimos una ligera ojeada por la historia de la enseñanza y la escritura, y recordamos los tiempos aquellos en que los hombres no recibían ese pan de la inteligencia, haciendo una vida semisalvaje, permaneciendo en la más crasa ignorancia, y en que se dividían los pueblos en castas de sangre, según sus oficios o cargos, que, no pudiendo confundirse, estaba el poder en un corto número de privilegiados, comprendiendo la servidumbre los individuos restantes, nos consideraremos hoy aún mejor que los Monarcas de aquellos tiempos. ¿Y á quién debemos este progreso? ¿Quién nos ha sacado de esta ignorancia y envilecimiento?
La instrucción, las escuelas primarias, esos centros docentes donde se fundan los cimientos de la humanidad, y sin cuyas bases o cimientos no pueden sostenerse grandes y sólidos edificios.
He aquí por qué en todas partes, y más en la actualidad, los primeros establecimientos de las naciones son las escuelas de primera enseñanza. Las escuelas modernas no son las rutinarias escuelas de antes; hoy son más prácticas, más educativas, pero no todo lo que debieran ser, por causas que no queremos ni debemos mencionar.
Sostiene este Municipio cuatro escuelas municipales: dos de niñas y otras dos de niños, dotada cada una de ellas con 825 pesetas y la cuarta parte para material. Las retribuciones que no están compensadas, las pagan directamente los niños.
El alquiler de los cuatro locales y habitaciones para sus profesores, cuesta al Ayuntamiento 1.000 pesetas anuales, y reciben la instrucción en estos locales unos 170 niños próximamente, é igual número de niñas.
Tenía este Municipio proyectada la construcción de un nuevo edificio para escuelas y habitación á sus profesores; pero la cantidad destinada para este objeto, y alguna más, ha tenido necesidad de dedicarla á la subvención del ferrocarril.
No dudamos que tan pronto como se desligue de esto, y en atención á los buenos deseos que tiene, realizará este nobilísimo propósito.
Otra reforma importante y deseosa de llevar á cabo, si lo aprueba la superioridad, tiene proyectada este Ayuntamiento, cual es la de suprimir una escuela de cada sexo y establecer en su  lugar una de párvulos, donde puedan recibir la enseñanza los niños y niñas hasta la edad de siete años, con cuya reforma ganaría mucho el vecindario , más los niños, y no menos sus profesores»
Como se desprende de las anteriores líneas, el Ayuntamiento de este pueblo abriga buenos deseos hacia la instrucción primaria, como lo prueba la religiosidad con que están pagados sus
profesores, ejemplo que debieran imitar otros pueblos más importantes.
Juan Diego Arribas, el autor del texto editado en 1891, conocía de primera mano el problema de la educación en general y en Morata en particular. Maestro de profesión y ejerciente en Morata Arribas nos aporta datos como la inexistencia de un edificio dedicado en exclusiva a la educación, por lo que había que recurrir a locales alquilados para impartir las clases. También nos informa el autor sobre las aportaciones que hacían las familias para financiar el sueldo de los maestros y de un proyecto para construir una escuela municipal que aún se retrasaría unos años.
Sería finalmente en 1896 cuando se abordara la construcción de estas escuelas municipales. El Diario Oficial de Avisos publicaba el 9 de agosto de ese año el anuncio de la subasta de las obras:
Subastas que se han de celebrar:
13 de agosto en Morata de Tajuña obras para el Ayuntamiento y escuelas en 66.137 pesetas.
Las obras del nuevo edificio consistorial y de las escuelas, situadas en el solar que había ocupado una de las antiguos mesones propiedad del conde de Altamira se adjudicaron según un documento notarial de fecha 15 de septiembre con una rebaja de 23 por ciento sobre el precio inicial a Domingo Rodelgo.
Estas obras, que se prolongaron durante más de un año, finalizaron a comienzos de 1898 aunque, según publicó la Gaceta de Instrucción Pública en enero de ese año, la inversión en las nuevas escuelas no cumplía con las condiciones mínimas exigidas:
Dentro de pocos días de inaugurarán los locales que para Escuelas de primera enseñanza ha construido el Ayuntamiento de Morata de Tajuña.
Una persona amante de la enseñanza ha visto los locales citados y echa de menos muchas cosas que se relacionan con la Higiene y la Pedagogía.
¿Sabe algo de esto la Junta provincial de Instrucción pública? ¿No podría comisionar al señor inspector para girar una visita antes de que la inauguración se verifique por si pudieran subsanarse las faltas que allí a primera vista se notan?
Tal vez, estas  críticas a las condiciones de las nuevas escuelas de Morata estarían relacionadas con el escaso espacio que ocupaban las cuatro aulas que se construyeron para una población escolar que, unos años antes, era superior a los trescientos alumnos. En cualquier caso, estas escuelas, junto a otras instalaciones que funcionaron como aulas en los años siguientes, fueron las que dieron servicio a Morata hasta después de la guerra civil. Una vez finalizada la contienda, las viejas instalaciones anexas al edificio del Ayuntamiento fueron insuficientes para atender a toda la población escolar.
Para satisfacer esta demanda educativa, el Ayuntamiento recibió en cesión el viejo edificio de la familia Mac Crohon que durante la guerra se utilizó como hospital de sangre. En 1945 este edificio ya estaba en funcionamiento aunque en años posteriores se realizaron mejoras para adecuar el viejo caserón a las necesidades educativas. En 1950 se realizaron las obras de cerramiento del recinto y la casa del conserje de las escuelas, que un año antes (BOE de 17 de noviembre de 1949) habían recibido la denominación oficial de Grupo Escolar Hermanos Mac Crohon. Finalmente, en el año 1951 se inauguraban oficialmente todas las instalaciones:
Nuevo grupo escolar
Con asistencia del director general de Enseñanza Primaria, Romualdo de Toledo, el obispo auxiliar de Madrid-Alcalá, el inspector de zona y otras autoridades y jerarquías, ha sido inaugurado en Morata de Tajuña el centro escolar que lleva el nombre de Hermanos Mac Crohon. Después de bendecido el edificio, en el salón de actos hubo una sesión cultural, en la que el director general de Enseñanza Primaria elogió a la familia Mac Crohon que siempre ha manifestado especial cariño por aquel pueblo.


Fuentes y bibliografía:
·       Morata de Tajuña. Crónica de la provincia de Madrid. Arribas, Juan Diego-Imprenta de la Diputación Provincial-Madrid, 1891.
·       Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales. Bienes de Eclesiásticos. H 408 y  H. 410.
·       Historia de la villa de Morata de Tajuña. Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña. Madrid, 1999.
·       Periódicos y revistas citados en el texto.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Las calles de Morata y su denominación en el callejero (XI)


Calle de la Soledad (Calle que va de la Iglesia a Nuestra Señora de la Soledad)

La calle de la Soledad siempre ha tenido esta denominación en el callejero de Morata. La primera referencia documental que encontramos de ella, en el Catastro de Ensenada, aparece ya identificada con este nombre en referencia a la ermita de la Soledad localizada a la salida del casco urbano de Morata en dirección a Perales de Tajuña. Hasta finales del siglo pasado únicamente contó con casas en su fachada meridional, mientras que el resto lo ocupaban las eras, las pozas del cáñamo, las Huertarias y el cementerio localizado frente a la ermita desde el año 1814.


Únicamente seis casas se registraron en la primera referencia documental que conocemos de esta calle cuando se redactó el Catastro de Ensenada. Entonces contaba únicamente con seis casas, desde su inicio a partir de la calle de la Cruz de Calderón y de la iglesia. El resto de su trazado estaba delimitado por la parroquia, y el cementerio adosado a su fachada sur, la calle de la Jabonería y la finca denominada Las Huertarias. El tramo final hasta la Soledad estaba ocupado por eras de pan trillar y, junto al edificio de la ermita, por las llamadas pozas de cáñamo donde se trataban estas fibras vegetales después de su recolección.
 La calle toma el nombre de la ermita de la Soledad, un edificio religioso situado a la salida del casco urbano que, como sucedía en todos los caminos que partían hacía los pueblos vecinos, contaba con una ermita: la ermita del Rosario en el camino a San Martín de la Vega, la ermita de la Magdalena en el camino a Valdelaguna y el camino viejo a Chinchón, la ermita de la Concepción en el camino a Arganda y Campo Real y la ermita de la Virgen de la Antigua en el camino del Toledano que llevaba hasta Titulcia y a Chinchón.
Según la descripción que hizo a finales del siglo XIX Juan de Diego Arribas de los edificios religiosos de Morata, situada a unos cien metros de la población:
(…) se encuentra otra ermita, en donde se venera a la efigie de aquella Santa Madre que con resignación vio á su Hijo pasar los más crueles tormentos. Titúlase este santuario, entre los del pueblo, con el nombre de ermita de los Santos Viejos, porque en ella hay unas efigies que por Semana Santa son trasladadas a la iglesia para sacarlas en las procesiones que en dichos días tienen lugar. Estos Santos, que son un Nazareno y un San Juan, han sido sustituidos este año por otros nuevos, con cuyo motivo ha sufrido también esta ermita una verdadera reforma, blanqueando todo el interior, restaurando cuanto tenía deteriorado, arreglando la casa que contigua a ella tiene para albergue la familia que está a su cuidado, y colocando una campana pequeña. Por lo demás, nada de notable encierra; únicamente una preciosa Soledad, que está muy bien tallada.
Gracias a esta descripción conocemos que en aquellos años de finales del siglo XIX la ermita de la Soledad, conocida también en algunas época con el nombre de ermita de Fátima, aún contaba con alguna persona encargada de su cuidado que contaba con una vivienda y un huerto adosado a la fachada oriental del edificio. En el entorno de la ermita también se localizaban algunas de las trece pozas de cáñamo se registraron en el Catastro de Ensenada.
Hasta que se urbanizó en el entorno de la ermita de la Soledad aún se conservaron estas pozas de cáñamo, aunque ya sin el uso que seles dio en los siglos XVII, XVIII y XIX.
La localización de estas pozas-de entre uno y tres celemines de superficie- siempre se situaba en las proximidades de los caces y a menor altura para permitir su inundación con el agua en el que se maceraban las plantas del cáñamo a partir de su recolección en el mes de agosto. El proceso de macerado duraba alrededor de los nueve días que se necesitaban para separar la fibra exterior de la planta de su interior. Posteriormente la fibras se aclaraban en la misma poza antes de trasladarlas hasta los domicilios particulares donde se elaboraban y tejían los paños en un proceso que incluía el batido de las fibras con una maza y un nuevo aclarado y secado antes del trabajo final de tejer los lienzos.
El trabajo de manipular  el cáñamo y elaborar los tejidos con su fibra fue una tarea habitual en todos los pueblos de la ribera del Tajuña que, en muchos periodos históricos, obtuvieron cierta fama por la calidad de sus trabajos.

En el centro de la imagen, el entorno de la calle de la Soledad en 1956
 
La calle de la Soledad, ya urbanizada, en una imagen del año 2014

El cementerio de la villa
Cuando se redactaron los legajos del Catastro de Ensenada Morata, como la mayoría de las villas y lugares, contaba con un cementerio adosado a la fachada sur de de su iglesia, justo en el comienzo de la calle de la Soledad. Hasta bien entrado el siglo XIX se mantuvo la costumbre de enterrar a los difuntos en los entornos de las parroquias en los llamados cementerios sacramentales,: las familias más poderosas en el interior de los templos o de las ermitas y el resto de la población en el exterior. En Morata aún es posible apreciar en el interior de la iglesia y de la ermita de la Soledad las lápidas de estos enterramientos perpetuos de los miembros de las familias más pudientes económicamente que se podían permitir mantener y financiar las capillas en las que se inhumaba a los fallecidos. Para el resto de la población el destino final era el cementerio situado en lo que hoy es el jardín situado al sur de la parroquia y el osario en el que se depositaban los restos una vez pasado el tiempo.
Para el auxilio espiritual de todos los fallecidos existía la cofradía de las Benditas Ánimas encargada de sufragar las misas por las almas de los difuntos con el producto de los bienes materiales que tenía en propiedad, una casa en la cale de la Cruz de Calderón, una tierra y una alameda en Valdelaosa y distintos censos a favor.
La construcción del nuevo cementerio
Los cementerios sacramentales se mantuvieron en España hasta que las ideas de la Ilustración empezaron a abogar por la necesidad de trasladarlos al exterior de las poblaciones para evitar los problemas sanitarios provocados por su localización intramuros de las poblaciones. Durante el reinado de Carlos III se emitieron órdenes para prohibir los enterramientos en las iglesias que no fueron obedecidas por los feligreses. La obligación de construir cementerios fuera de las villas se reiteró en el efímero reinado de José I, durante la guerra de la Independencia.  En el caso de Morata parece que fue a comienzos del siglo XIX cuando, por fin, se clausuró el cementerio parroquial adosado a la iglesia, según una noticia publicaba por  El Universal en su edición del 24 de enero de 1814:
La circular del Sr. jefe Político, relativa a la prohibición de enterramientos dentro de poblado , y el establecimiento de cementerios en toda la provincia, en cumplimiento de lo mandado por el Congreso nacional, ha producido el efecto que se deseaba en los pueblos siguientes; Getafe, Carabaña, Pinto, Morata, Brea, Esquivias, Collado-Villalba, Alpedrete, Pozuelo del Rey, Santos de la Humosa, Orusco, Méntrida, Carabanchel de Arriba, Arganda del Rey, El Pardo, Fuencarral, ,  Villaviciosa,  Torrejon de Ardoz, Algete, Hortaleza, Coveña, Valdilecha,  Baraxas, Torres, Daganzo de Abaxo (…).
Parece evidente que es en esta fecha de 1814 cuando se construyó el cementerio en su actual emplazamiento al final de la calle de la Soledad. Juan Diego Arribas hace referencia al mismo en su crónica de Morata:
Al Este del pueblo, y en uno de los lados de la carretera que conduce a Perales, existe el cementerio, y en medio de los terrenos que encierran sus blancos muros descuellan los altos y verdes cipreses que, arrogantes, se alzan en aquel lúgubre y solitario paraje. A pesar de su austeridad, presenta desde lejos un aspecto muy diferente al que está destinado. En el centro se encuentran sus galerías llenas de nichos, algunos con lujo y gusto, cual lo están en Madrid, pues los morateños, sobre todo los que pueden, son espléndidos para perpetuar la memoria de sus familias, y no reparan en gastos para honrar sus cenizas.
En uno de sus ángulos, al Norte, hay una pequeña capilla destinada á depósito de los que mueren de enfermedad contagiosa. Su situación está de tal manera, que no ofrece ningún peligro a  la salud pública de la localidad, mucho más desde hace pocos años que le ampliaron con una porción de tierras contiguas á él, por ser insuficiente las que había; hoy ya puede asegurarse que sobra terreno, aun en el desgraciado caso de epidemia.
Su puerta, que está al Sur, tiene una magnífica verja de madera en forma de arco, que constituye un conjunto admirable con la blancura de las tapias.


Fuentes y bibliografía:
·       Morata de Tajuña. Crónica de la provincia de Madrid. Arribas, Juan Diego-Imprenta de la Diputación Provincial-Madrid, 1891.
·       Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales. Bienes de Eclesiásticos. H 408 y  H. 410.
·       Periódico El universal. Madrid, 24 de enero de 1814.


miércoles, 16 de noviembre de 2016

Las calles de Morata y su denominación en el callejero (X)


Carrera del Mediodía-Carrera de Poniente (Calle que llaman de la carrera junto a la Cruz de Calderón-Carrera de la Antigua al Rosario)

La carrera del Mediodía, junto con la carrera de Poniente, Oriente y Norte, fueron las calles y vías urbanas que durante muchos años delimitaron el casco urbano de Morata. Aún hoy, conservan el mismo nombre, excepto en el caso de la carrera del Norte que perdió esta denominación desde la construcción de la estación del ferrocarril a comienzos del siglo XIX. Al menos hasta el  pasado siglo, estas calles constituyeron el límite externo del casco urbano de Morata, -una especie de circunvalación- y en su entorno se encontraban la mayoría de las eras de pan trillar que durante siglos se utilizaron para las labores de separar el grano de los cereales de la paja.

 
La actual carrera del Mediodía ya constituía el límite sur del casco urbano de Morata a mediados del siglo XVIII. En el Catastro de Ensenada se registraron en esta calle, conocida en esos años como calle que llaman de la carrera junto a la Cruz de Calderón, diez viviendas y un solar. Como ya apuntamos en anteriores entregas, en torno a esta carrera estaría el antiguo humilladero conocido como Cruz de Calderón. Su trazado, con casas únicamente en su fachada norte, discurría entre la actual calle de la Estrella y la calle Cristo de la Sala. En esos años, el tramo desde la confluencia con la calle de la Estrella hasta la salida a la carretera de Perales era conocido como calle de la Texería vieja, (que contaba con cinco viviendas) nombre que apunta a la existencia en esa zona, en épocas anteriores  al catastro, de algún tipo de establecimiento en el que se fabricarían las típicas tejas árabes tradicionales en los viviendas de Morata.

La que hoy conocemos como carrera de Poniente, denominación que ha conservado  al menos desde el siglo XIX, fue identificada por los redactores del Catastro de Ensenada como carrera de la Antigua al Rosario o calle que sale al Rosario y, en efecto, esta calle comunicaba la ermita de la patrona de Morata con el entorno de la antigua ermita del Rosario a la que ya nos referimos en anteriores entregas. Esta calle sólo contaba en esos años con once viviendas, un pajar  y un solar situados en la fachada de oriente.

En su parte oriental, el casco urbano de Morata estaba delimitado a mediados del siglo XVIII por la llamada calle de la Jabonería (Actual calle del Picadero) y la calle de la Jabonería a los Oteros (conocida hoy como calle del Sol).  La referencia a la jabonería está ligada, lógicamente, a la existencia de un establecimiento donde se fabricaba jabón y que en esos años, según el propio catastro, ya estaba arruinado y que era propiedad del conde de Altamira. La que hoy conocemos como carrera de Oriente, es una zona de Morata que se urbanizó posteriormente a la redacción del Catastro de Ensenada y que recibió ese nombre posiblemente ya en el siglo XIX cuando se construyeron las primeras casas en esa zona.

Tampoco la carrera del Norte -nombre que actualmente no existe en el callejero de Morata y que se corresponde con la zona situada en el entorno dea la antigua estación del ferrocarril- existía cuando se hizo el Catastro de Ensenada. Entonces, a mediados del siglo XVIII, los límites al norte del casco urbano de Morata se situaban en la que entonces se conocía como calle pública que baja a la Calle Real que llaman de Arganda (calle Real en el tramo que parte de las calles Panaderos y calle de Poyales hacia la salida de Morata en dirección norte) y en el entorno de la Plaza del Pozo (en aquellos años conocida como calle junto al Pozo de la Nieve). En esta zona norte de Morata se situaría en estos años del siglo XVIII, según los registros del Catastro de Ensenada, un establecimiento en el que se fabricaban tejas y que habría sustituido a la vieja texería situada al sur de la población.

Las eras de pan trillar

Con este nombre de eras de pan trillar se denominaban en el Catastro de Ensenada las propiedades que rodeaban el casco urbano de Morata por todos los puntos cardinales y que entonces, como ahora, se denominaban carreras. En los registros del siglo XVIII aparecen anotadas hasta setenta y ocho eras, cinco de ellas empedradas. Su valor fiscal también estaba regulado en el catastro que fijaba unas rentas anuales de 19 reales para las eras de tierra y el doble, 38 reales, para las empedradas.
 El casco urbano de Morata rodeado de las eras en una foto aérea del año 1946

En la foto de 2014 se aprecia como el crecimiento urbano ha eliminado las antiguas eras 

Ya fuera en propiedad o arrendadas, las eras de pan trillar eran de uso obligado para todos los labradores de Morata. En la época en que se elaboró el Catastro de Ensenada, pero también en siglos anteriores y posteriores, el cultivo de cereales, principalmente trigo y cebada –el centeno y la avena siempre fueron cultivos marginales-, constituía la base fundamental de la economía de los agricultores junto con la vid y el olivo. Las labores de la trilla, por lo tanto, ocupaban los días posteriores a la siega del trigo y la cebada y en ella se ocupaban todas las familias de agricultores hasta que la mecanización del campo simplificó el trabajo de separar la paja del trigo.

La importancia de estos espacios para la economía de la villa y de los agricultores fue tal que, hasta bien entrado el pasado siglo, las eras fueron parte esencial del paisaje de Morata. Hasta las ordenanzas de la villa recogían la protección de las eras y de las mieses durante las labores de la trilla, para evitar que entraran los rebaños de ganado:

(…)  estando el pan en las eras u otro cualquier género de semillas no pueda entrar ningún ganado ovejuno o cabrío  ni otro mayor ni menor en dichas eras so pena que por cada cabeza de ganado mayor pague un real de día y dos de noche, y de puercos lo mismo, y de cabrío y ovejuno a cuatro maravedíes por cabeza de día y ocho de noche, el daño que hiciere con la agravación correspondiente.

La importancia de las eras para la economía de Morata se reflejaba también en los precios de alquiler que se fijaron en el Catastro de Ensenada. En las respuestas generales del catastro se fija el precio de su arrendamiento:

 (...) respondieron que cada era se acostumbra arrendar en una fanega de trigo y si es era empedrada en dos fanegas.

Este precio más elevado de las eras empedradas se debía a que en las otras eras era necesario antes de empezar la trilla realizar una labor de acondicionamiento con los rodillos de piedra, trabajo que se denominaba  poner la era.



Fuentes y bibliografía:

·       Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales. Bienes de Eclesiásticos. H 408 y  H. 410.

·       Ordenanzas de la villa de Morata. (Manuscrito). Biblioteca Nacional (ms 4.508) 3 de enero de 1803.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Las calles de Morata y su denominación en el callejero (IX)


Calle de la Iglesia (Calle de Fúcares, calle de las Procesiones, calle que sale de la Real que va a Chinchón)

La calle de la Iglesia es, actualmente, una de las de mayor longitud del trazado urbano de Morata. Parte de la plaza de la Iglesia y atraviesa la calle del Carmen, la avenida de Domingo Rodelgo y la calle Manuel Mac Crohon. Sin embargo, no siempre se denominó así. En el siglo XVIII, en el Catastro de Ensenada, fue conocida como calle Fúcares o también, por motivos obvios, como calle de las Procesiones.


En la primera relación conocida del callejero de Morata, la actual calle de la Iglesia partía de la plaza del palacio de Altamira y finalizaba en su confluencia con la actual calle de Domingo Rodelgo (en aquellos años denominada camino real a Chinchón).  A partir de aquí, la calle se denominó calle que sale de la Real que va a Chinchón  y llegaba hasta la actual carrera de Poniente. En su primer tramo, los redactores del catastro registraron en 1751 diecisiete viviendas propiedad de legos y cinco propiedad de religiosos, mientras que a partir de la avenida de Domingo Rodelgo en el catastro figuraban quince viviendas, todas ellas propiedad de legos, aunque en este tramo tenía su fachada sur la casa de labor de los frailes dominicos del Rosario (Donde actualmente se sitúa el edificio conocido como Las Caballerizas).
Calle de Fúcares [o Búcares] y de las Procesiones
Los redactores del catastro denominan, indistintamente a  la calle de la Iglesia en su primer tramo calle de Fúcares, o Búcares en otros registros. El Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia define la palabra fúcar como hombre muy rico y hacendado, en alusión a los banqueros alemanes de la familia Fugger. Algunas ciudades españolas, y entre ellas Madrid, también cuentan con una calle Fúcar o Fúcares. En todos los casos esta denominación está relacionada con la existencia en estas calles de casas pertenecientes a familias adineradas. En el caso de Morata es cierto que en esta calle, según el catastro, tenían propiedades familias de apellidos relacionados con la nobleza y grandes propietarios: Páez, Almazán, Sánchez Alonso y Ruiz de Orive, entre otros. En concreto, figuran como propietarios de viviendas en esta calle Francisco Sánchez Alonso, Antonio Camargo, Bernardino Páez, Antonia Ruiz de Orive, Juan Almazán y Roque Páez.
La presencia de estos miembros de la nobleza en la calle Fúcares y su entorno (Calle Huertos, Calle Cristo de la Sala…) llevaba asociada la existencia de molinos de aceite – a los que ya nos referimos en la entrega del blog sobre la calle del Carmen- y también de bodegas y lagares de vino. Los libros del catastro son prolijos al detallar estas bodegas pertenecientes a los propietarios de viviendas de la calle Fúcares. En estos libros aparecen, por ejemplo, Juan de Almazán, alcalde por el estado noble en los años de redacción del catastro, que contaba con una casa en esta calle y también con un lagar para la elaboración de vino, y Juan Páez Jaramillo, con casa, lagar y molino de aceite en la esquina con la calle del Carmen y que actuó como perito (experto) en las labores de redacción del catastro.
Pero sin duda, uno de los vecinos que contaba con mayor patrimonio de los que vivían en la calle Fúcares era Francisco Sánchez Alonso. Propietario de tres casas en Morata este miembro de la nobleza era uno de los mayores cosecheros de vino de Morata con una capacidad de almacenamiento superior a las 5.000 arrobas de vino. El catastro recogía, entre otras, las siguientes propiedades:
Calle Fúcares: lagar con viga, cueva, sótano almacén para  aceite con ocho tinajas, su caber quinientas arrobas, y veinte y cuatro para vino, su caber novecientas sesenta arrobas (…).
Otra casa bodega en la calle del Cristo de la Sala, linda al Mediodía casa de María Hermosa y al Oriente calle que va de la iglesia a la Vega, tiene de frontis veinte y siete varas y cuarenta y una de fondo, consiste su habitación en bajo con una bodega con nueve cubas y tres tinajas, su caber de todas cuatro mil setecientas y cincuenta arrobas, lagar de dos vigas, otra pieza que sirve de bodega con cinco tinajas, su caber doscientas arrobas ( …).
En esta calle también se encontraba en esos años la panadería que administraba Pablo Silvestre.
 Trazado urbano de la calle de la Iglesia
Calle de las Procesiones
No es extraño que los redactores del catastro adjudicaran nombres diferentes a una misma calle del casco urbano de Morata. Así sucedió con la calle Fúcares que en algunos apuntes aparece registrada como calle de las Procesiones. Así sucede, por ejemplo en los casos de las viviendas de Tomás París y Juan de Moratilla, dos vecinos de la calle Fúcares que aparecen también en otros registros como residentes en la calle de las Procesiones. Parece obvio que estos vecinos, y los propios redactores del catastro, adjudicaron este nombre a esta calle por ser habitualmente -como también sucede en la actualidad- parte del recorrido de las celebraciones religiosas de la villa.
Pero además de este uso como parte del recorrido de las procesiones religiosas, en esta calle tenían su residencia prácticamente todos los miembros del clero que residían en Morata en los años de redacción del catastro. Ya se ha apuntado que al menos cinco propietarios de viviendas en la calle Fúcares pertenecían al clero, lo que no significaba, necesariamente que residieran en ellas. A alguno de estos religiosos ya nos hemos referido en anteriores entregas del blog. Es el caso del que fuera obispo de Almería Claudio Sanz y Torres, que además del pozo de nieve, un molino de aceite (en la calle de los Huertos) y otros bienes en Morata, también era propietario de una casa en la calle Fúcares:
[Una casa] de 16 varas de frontis y de fondo  30, su habitación en bajo con diferentes oficinas, lagar, dos bodegas y un poco de cueva  y en alto también diferentes oficinas. Linda O casa de Don Pedro Marchena y P. casa del doctor Verdejo, vecino de Alcalá y se ha regulado su alquiler en cada un año 300 reales.
Joseph Páez Fominaya, también eclesiástico, disponía de una casa como poseedor de la capellanía fundada por Alonso Colmenar:
[Una casa] en la calle de los Búcares [Fúcares] de 23 varas de frontis y de fondo 27. Su habitación en bajo, con diferentes oficinas y en alto también con otras piezas, que linda O casa de Phelipe Marchena y P. casa de Juan Páez Xaramillo. Está arrendada en 270 reales en cada año.
En la relación de bienes de eclesiásticos también aparece con una vivienda en la calle Fúcares el licenciado eclesiástico Joseph Marchena, pero entre los propietarios pertenecientes al clero de Morata con propiedades en la esta calle destaca especialmente el presbítero de la parroquia, Pedro Marchena.
Pedro Marchena, que de hecho participó en las labores de redacción del catastro –tomó el juramento obligatorio a sus responsables- era uno de los cuatro clérigos afincados en Morata, junto al párroco Andrés Ros, Pedro Castro y Miguel Ruiz de Orive. En el catastro figura como propietario de varios bienes, entre ellos tres casas, en la calle Real, en la calle Cristo de la Sala y en la calle Fúcares:
Una casa de su habitación, en la calle de Los búcares [Fúcares], de doce varas de frontis y de fondo 28. Su habitación en bajo con diferentes oficinas, lagar, bodega y cueva con 14 tinajas, su cabida 800 arrobas, que linda a O casa de Thomás Paris, P casa de Phelipe Marchena, y se ha regulado su alquiler cada año en 220 reales.
Cuando se elaboró el catastro, Pedro Marchena, aparte de los bienes que le pertenecían del patrimonio familiar, administraba y labraba una extensa hacienda de la que también formaban parte las propiedades de distintas capellanías  y obras pías. Como miembro del clero era patrón y administrador de los bienes del hospital de Antonio López y de capellanías como la de la Veracruz, y Nuestra Señora de la Paz, además de las fundadas por Beatriz de Cortinas, Magdalena Salvanés o María la Guijorra. En total, más de 70 fanegas de regadío, 23 de secano, 26 fanegas de viñas y 7 de olivares. A las tierras de labor, unía una cabaña ganadera integrada por 200 ovejas, 100 borregos y 5 cabras.
A sus 59 años, el presbítero de la parroquia de Morata, era, sin duda, uno de los mayores agricultores de la villa y así se recoge en el catastro donde, además, figura que contaba con cuatro pares de mulas para labrar una hacienda en la que trabajaban tres pastores y tres mozos de labor.

Fuentes y bibliografía:
·      Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales. Bienes de Eclesiásticos. H 408 y  H. 410.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Las calles de Morata y su denominación en el callejero (VIII)


Calle de la Estrella (Calle que va de la Cruz de Calderón a la Iglesia, calle del Humilladero, calle 28 de marzo)

Esta calle, uno de los accesos desde el casco urbano de Morata a la vega, fue conocida hasta la guerra civil como calle del Humilladero. Posteriormente, se cambió su denominación por calle 28 de marzo, nombre que conservó hasta la última remodelación del callejero municipal, cuando se le adjudicó el actual de calle de la Estrella. Su primera denominación conocida, calle de la Cruz de Calderón hace referencia a la cruz, o crucero, que se levantaba al final de la calle junto a la eras y el comienzo de las primeras parcelas de la vega.

Cuando en el Catastro de Ensenada se citaba esta calle, los registros que recogían los nombres de los propietarios de las viviendas existentes ya incluían los dos callejones que ya en esa época, y también actualmente, se abrían en su fachada de poniente.  En los libros del catastro, en esta vía, que se identificaba como calle que va de la Iglesia a la Cruz de Calderón, se incluyeron quince viviendas propiedad de vecinos de Morata, a las que había que añadir otras dos propiedad de forasteros. A éstas había que sumar otra casa que pertenecía a la Hermandad de las Ánimas. La cofradía de las Benditas Ánimas poseía varios bienes cuyos réditos y beneficios  se destinaban a oficiar misas por los difuntos de la villa. El catastro recoge el inventario de sus propiedades, integrado por una tierra de riego en Valdelaosa y una alameda en el camino de la Moraleda. Además, la hermandad tenía varios censos, préstamos, a su favor, por los que percibía alrededor de 170 reales anualmente. Su patrimonio se completaba con la casa de la calle Cruz de Calderón:
Una casa en la población de esta villa que tiene de fachada 10 varas y de fondo lo mismo. Su habitación en bajo con diferentes oficinas. Linda O. casa de Fernando Arias, P. casa de Francisco Sánchez de San Agustín. Vale en arrendamiento 88 reales.

A la derecha de la imagen, uno de los humilladeros que existieron en Morata situado junto a la torre de la iglesia

Calle del Humilladero
Las referencias en el callejero de Morata del siglo XVIII a la Cruz de Calderón y a la Cruz de Orozco remiten, en ambos casos, a la presencia de cruces o humilladeros en las salidas del pueblo. En el caso de la Cruz de Calderón, la relación es segura ya que sabemos que existía uno al final de la calle en el límite con la vega como indican varias relaciones propiedades de vecinos:
·       Una era en el Barrio del Humilladero de una fanega de sembradura, linda por todas partes camino.
·       Una era en el Barrio del Humilladero de una fanega de sembradura, linda por todas partes camino.
·       Otra donde dicen el Humilladero, su caber media fanega de mediana calidad, linda al Mediodía era de los herederos de Juan Gómez, al Oriente con dicha era, al Norte camino que llaman La Carrera y al Poniente senda que baja a la vega.
Los humilladeros –en otras zonas de España tenían otras denominaciones, peirones en Aragón o cruceros en Galicia- se situaban habitualmente en las salidas de los caminos de los pueblos y villas desde la Edad Media. Eran lugares de oración para quienes iniciaban un viaje o, como en el caso de la Cruz de Calderón de Morata, se dirigían a la vega.
Con el paso del tiempo, muchos de estos hitos de carácter religioso han desaparecido. En el caso de Morata, algunas fotos de comienzos de siglo XX muestran sendos humilladeros o cruces,  situados frente a la torre de la iglesia y frente a la ermita de la Virgen de la  Antigua, y realizados ambos en la piedra caliza del entorno de Morata.
Las imágenes citadas anteriormente (Estas fotografías datadas en el año 1925 y obra del fotógrafo J. Sancho,  fueron reproducidas por Jesús Antonio de la Torre Briceño en su libro Historia de la villa de Morata de Tajuña) muestran dos cruces de diseño muy similar pero con algunas diferencias. La situada frente a la torre medieval de la iglesia de Morata se apoya sobre unas gradas de tres peldaños de la que parte la columna, punto central del humilladero y en la que se apoya la cruz situada en la parte superior. La basa, el fuste y el capitel de la columna (Partes inferior, central y superior) son de factura ligeramente más estilizada que la columna de la cruz situada frente a la ermita. La cruz que corona el conjunto también aparenta tener un diámetro más estrecho que la de la ermita que, a su vez, se apoya en una base o grada de un solo peldaño.
La cruz que se levantó frente a la iglesia, ¿la cruz que se cita en el Catastro de Ensenada?, podría haberse trasladado desde su ubicación original, al final de la actual calle Estrella, y, posteriormente, desmontarse. (En el jardín de la iglesia se conservan unos restos que pueden corresponder a este antiguo crucero). La que se levantaba frente a la ermita de la Virgen de la Antigua ha desaparecido. En su lugar existe  actualmente otra cruz,  de construcción claramente más moderna, que bien pudo levantarse tras la guerra civil.
No sabemos en que periodo histórico la antigua calle de la Cruz de Calderón –apellido que como en el caso de la calle de la Cruz de Orozco podía estar relacionado con las familias que costearan ambos monumentos- cambió su nombre por el de calle Humilladero. Desde luego, en el siglo XIX ya se conocía como calle del Humilladero y con esta denominación permaneció justo hasta el final de la guerra civil. En este año de 1939 se modificó la denominación de muchas calles de Morata y la calle Humilladero pasó a conocerse como calle del 28 de marzo (fecha del final de la guerra en Morata). Hay que reseñar, por último, que en esta calle, durante los años sesenta del pasado siglo, existió un cine de verano, situado al comienzo de la vía y en la fachada oriental de la misma. Desde 1996, la calle es conocida como calle de la Estrella (Paralelas a esta vía se encuentran la calle del Sol y la calle de la Luna).


Fuentes y bibliografía:
·       Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada, Libros Maestros y Respuestas Particulares H 408 y H 410.
·       Historia de la villa de Morata de Tajuña. Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña. Madrid, 1999.