miércoles, 5 de diciembre de 2018

Bibliografía morateña: "El Tratado del cultivo de los árboles frutales en España y modo de mejorarlo", de José de Hidalgo Tablada

En la segunda entrega sobre la bibliografía de José de Hidalgo Tablada analizamos uno de sus obras, el Tratado del cultivo de los árboles frutales en España y modo de mejorarlo, que fue reeditada en 1871 tras una primera edición del año 1852. El propio autor explica que la primera edición de este libro, que contó con el apoyo del Ministerio de Fomento de la época, incluía litografías con las especies de frutales más emblemáticas:
(…) se editó con numerosas láminas iluminadas, con colores naturales, de frutos, hojas y flores de tamaño natural también.
Lamentablemente, en la segunda edición, que se imprimió por cuenta del autor, no fue posible incluir unas láminas que habrían encarecido notablemente el precio de un libro que, como otros tantos del mismo autor, incluye nociones básicas de botánica aplicadas a las especies de los árboles frutales. El libro incluye otro apartado dedicado a explicar generalidades sobre el clima y los terrenos más apropiados para las distintas especies de árboles frutales -13 especies y 313 variedades se analizan en el libro-. Hidalgo Tablada para justificar la gran cantidad de especies y variedades que trata señala:
(…) hemos llegado a sumar dos mil trescientas variedades de árboles y arbustos, con sólo veintidós géneros de frutales. ¿Y qué podemos nosotros exponer de tan crecido número de nombres? ¿Cómo confrontar la exactitud de las descripciones que determinan las variedades? Conocemos algunas porque las cultivamos en nuestra modesta propiedad [José Hidalgo tenía propiedades en Morata que dedicada, sobre todo, al cultivo de la vis y del olivo], y hasta nos inclinamos a creer que tenemos variedades nuevas, procedentes de graneos hechos en 1845, pero ni esto, ni el haber tomado notas en infinidad de huertos y jardines, tanto a las orillas del Ebro, como del Tajo, Guadalquivir, e infinidad de sitios de que España abunda en plantíos de frutales, nuestras notas se quedan cortas en número de variedades útiles comparado con lo que hemos indicado.(…).
Para la reseña de la obra, a nosotros nos interesa sobre todo aquellas especies que el autor conocía muy bien por ser frutales que se cultivaban en el término municipal de Morata. De hecho, estos frutales hasta hace sólo unas décadas eran habituales en la vega del Tajuña. Son los que hemos destacado de todo el libro.

Portadilla del libro de José de Hidalgo Tablada

Pera de San Juan
Árbol de buen tamaño, de brotes gruesos rectos largos, fuertes y con los poros visibles; requiere el injerto en franco. Hojas lanceoladas, ligeramente dentadas, llanas, y sostenidas por un peciolo largo. Yemas pequeñas y pegadas a las ramas. Flor con los pétalos casi ovalados, llanos, estambres de color rojo vivo.
Fruto pequeño, de forma regular: piel de color verde limón claro al lado de la sombra, y amarillo al del sol; muy lisa y reluciente, carne blanca, tierna.
Pera temprana
De esta hay dos variedades, una denominada de fruto pequeño, y otra de grande; porque comparativamente la última es mayor tres cuartas partes; la primera tiene poco más de un centímetro de alto y la segunda cuatro.
La grande presenta el fruto amarillo en el lado de la sombra y muy colorado en la parte que le da el sol; la pequeña es amarilla toda. En uno y otro árbol se observa gran desarrollo, si se injerta en franco, lo cual requiere, así como el que no se sujeten a las formas de espaldera., etc., que exigen podas repetidas. De la variedad pequeña, tenemos una planta procedente de semilla, que, si un arbolista de oficio la hubiese conseguido, estaría bautizada con el nombre de la finca o del pueblo en que la hubiese obtenido, se llamaría temprana de Morata.
Pera de agua.
Este árbol se conoce con los nombres de peral de Brest y otros, es vigoroso particularmente injerto en franco, sus tallos se tuercen, son gruesos acodados en sus nacimientos, la terminación recta, poros visibles, color rojizo. Yemas gruesas, anchas por la base, separadas de las ramas.
Hojas grandes, dentadas, peciolo largo adherente a la rama. Flor de pétalos ovalados. Fruto de tamaño mediano de doce a trece centímetros algunos y de ocho otros de largo , y siete u ocho de diámetro; forma aperada regular; pezón saliente algo abultado en la inserción del pedúnculo, piel muy delgada, lustrosa, suave al tacto, verde claro manchada de encarnado vivo en la parte del sol, y en la sombra de puntos pardos, carne blanca, fina, muy jugosa, azucarado el jugo, agrio agradable. Se pasa muy pronto.
Angélica o pera de Roma.
Árbol vigoroso, y que se aviene a vivir en espaldera aunque se desarrolla mejor en forma redonda. Sus tallos son largos, de mediano grueso, encarnados claro en la parte superior. Yemas medianas, redondas, separadas de las ramas.
Flor bien abierta, pétalos puntiagudos, llanos. Hojas de poco tamaño, ovaladas hacia el peciolo, dentadas.
Fruto de tamaño regular, muy ancho en la parte superior y estrechando de pronto hacia el pezón que es grueso; piel algo áspera, color verde limón; jugosa azucarado y bastante bueno. Madura en diciembre y se prolonga hasta febrero.
Hidalgo Tablada también incluye en su obra los medios de conservación de la fruta en esos años del segundo tercio del siglo XIX. En realidad, estos métodos se mantuvieron en Morata y otros pueblos de la vega del Tajuña al menos hasta la década de los sesenta del siglo pasado. Así lo explicaba el autor:
Los medios de conservación de las peras que se recogen en estío y otoño y que por su clase u otra causa se separan del árbol para expedirlas al mercado según están en sazón, son diferentes a los que hay que usar con los que, maduran en el invierno. Las primeras se recogen y colocan en sitio seco a la sombra, en cámaras, etc., pero que esté claro y ventilado; las segundas se ponen en tales sitios por seis, ocho o diez días para que se evapore algo la superabundancia de jugos y después se llevan al frutero o sitio destinado al efecto, que debe tener las condiciones indicadas.
Manzana encarnada.
Árbol de regular tamaño, tallos delgados, de color rojo, pubescentes. Yemas pequeñas, salientes. Flor de pétalos estrechos y largos, disciplinados por fuera y en algunos casos de color encarnado vivo, por dentro igualmente. Hojas muy grandes, más largas que anchas, dentadas.
Fruto de forma regular, comprimido por las extremidades; pezón delgado, piel de color encarnado vivo, al lado del sol, y mas claro por la sombra; carne blanca, agradable; se pasa pronto de la madurez y se vuelve pastosa insípida.
Reineta camuesa temprana
Árbol de mediano tamaño, fértil. Tallos delgados de color pardo claro, encorvados, poros casi perceptibles. Yemas cortas. Flor con pétalos matizados de encarnado claro. Hojas elípticas, grandes mas largas que anchas, dentadas doble.
Fruto aplastado por los dos extremos, de tamaño regular; pedúnculo delgado, piel verrugosa, amarillo claro, con manchas pardas; carne tierna, jugo abundante y agradable si no se pasa la época de la madurez. Es de las mejores de la estación.
Reineta de España
Árbol vigoroso, se injerta en franco y se cultiva al aire libre. Fruto prolongado de gran tamaño, de diez centímetros de alto por siete de diámetro, casi cilíndrico; piel blanca y rosada en la parte del sol, pubescente, cuyo carácter le hace distinguir: carne fina, agradable acidulada dulce. Recogida en octubre antes de madurar dura mucho, si se coge madura no tanto. Es muy buena clase.
Ciruelo Claudio, verde
Árbol grande, vigoroso, muy frutero. Fruto de buen tamaño, de tres y medio centímetros de alto, por cuatro de diámetro, redondo; piel verde amarillenta, con manchas rojizas del costado que le da el sol; fina, adherente a la carne; ésta firme, suculenta; muy azucarada y grata al paladar. Madura en julio y agosto.
Nogal
El nogal no es exigente para el cultivo; en muchos sitios los hemos visto colocados al lado de las carreteras como árboles de sombra, lo cual si es poco a propósito con este fin, pues se sabe que produce dolor de cabeza a los que están mucho tiempo bajo su influencia, en cambio prueba que el árbol es poco delicado respecto del cultivo. La cava del suelo que ocupa su copa y abonarlo, cuando es pobre, con abonos bien fermentados, es bastante.
(…) En el nogal como en el almendro, cuando empieza el fruto a caer del árbol, se echa abajo el resto con varas, como no hay otro remedio que hacerlo así, solo diremos que es de absoluta necesidad aporrear poco las ramas, lo contrario es perjudicial para la cosecha inmediata.
Tras analizar las distintas especies de frutales (El autor también trata de otros cultivos como el naranjo, el limonero o el algarrobo), Hidalgo Tablada realiza una profunda defensa del cultivo de los árboles frutales por el beneficio que, en su opinión, proporciona a los agricultores.
Por el contenido de este texto se deduce que, ya en aquellos años, se planteaba el debate sobre la rentabilidad de los distintos cultivos en la vega de Morata –y también en el resto de los pueblos de la vega baja del Tajuña-. Por aquellos años, como sucedería décadas después con la aparición de nuevos cultivos industriales–fundamentalmente la remolacha- y, más cercano en el tiempo, con la llegada de maquinaría agrícola de grandes dimensiones como las cosechadoras, se debatía sobre la rentabilidad de los frutales que, a la vista de la situación actual, se decantó a favor de liberar las parcelas de la vega de la mayoría de las huertas que desde siglos atrás habían sido cultivadas por los agricultores morateños y los de los pueblos vecinos.
Aunque el texto resulte un tanto extenso, resulta interesante comprobar cómo Hidalgo Tablada se posicionaba en este debate a favor de compatibilizar los árboles frutales con otros cultivos:
V a l o r de los productos del arbolado.
Cuando se ve, como en el presente año hemos visto en el sitio en que escribimos (Morata de Tajuña) arrancar plantíos enteros de arbolado frutal de pipa y hueso, y se considera que están situados a cinco leguas de la Corte, de ese mercado a que concurren frutas de todos los puntos de la Península y se venden con regular estimación; cuando se examina que la tierra ocupada por los árboles tiene riego abundantísimo y que la fruta es de muy buena calidad, especialmente la de pipa; se ocurre dudar de la utilidad de nuestro trabajo sobre una materia que desde luego aparece aquí, como poco o nada productiva, siendo esta la idea que se sustenta y defiende por los que han dado los árboles casi de balde con el solo fin de tener pronto libre el suelo de plantas que vimos poner hace veinticinco años y estaban en plena producción. Tal anatema contra los frutales, creímos por un momento fuese una ligereza de parte de los que administrando bienes ajenos, habían incurrido en la debilidad de creer a la gente rústica del país, que como lo general de su clase en España tiene aversión a los árboles y prefieren las tierras libres de obstáculos que les impiden con la sombra destinarlas a cultivos que requieren la influencia directa del sol: pero habiendo visto que propietarios que pasan por inteligentes han seguido la marcha por aquellos iniciada, hemos creído conveniente decir algo que traiga el asunto a su verdadero punto de vista, y demostrar hasta donde sea posible que hay error en destruir una riqueza importante y útil, para fomentar el modo de comprender las cosas por gente ignorante y rutinaria, como es desgraciadamente lo general de la trabajadora del campo en España.
(…) Iremos directamente al asunto del porqué los árboles frutales van perdiendo la estimación en la localidad en que escribimos, y como el motivo está en la mano el corregirlo, tal vez, consigamos contener el descuaje iniciado, con lo que tendríamos una doble satisfacción, pues en 1845 fuimos de los que contribuyeron a que se hicieran plantaciones que, con pesar lo decimos, han desaparecido en el invierno actual de 1870, por cientos de árboles.
Saben nuestros lectores que los adelantos de la época exigen otros medios de presentar los productos en el mercado, que cuando el atraso y aislamiento en que vivían antiguamente los españoles, les hacia admitir los frutos de una manera tosca, primitiva y que sólo se buscaba poco precio de la cosa y una bondad relativa; la vista no entraba por mucho, y los productos de los árboles frutales escasos y mal arreglados tenían salida en la Corte que había por necesidad de proveerse de los pueblos limítrofes únicos que llegaban a ella, pues los distantes les era imposible competir por ser grandes los gastos de trasporte.
(…) Si la fruta que se coge para que termine la madurez en el frutero, se clasifica y guarda, como hemos dicho, en lugar de hacer montones apilándola en un rincón donde la mitad se fermenta y pudre, tendremos mayor precio y más número de arrobas, que compensarán con usura, el aumento de gastos y ofrecerán ganancias donde hoy resultan pérdidas. Si al expedir las frutas se envuelven en papel, las de primera clase, darán producto y crédito en donde hoy solo se ve desaliento que, llega hasta arrancar los árboles. Y no se diga que es mas fácil escribir que hacer, ni que la localidad no tiene condiciones para hacer lo que aconsejamos: para demostrarlo no hay mas que hacer que examinar el mercado de Madrid y se verá que de sitios más lejanos y produciendo con más gastos, se traen frutos que se venden a mejor precio con un poco más de cuidado en los medios indicados.


Fuentes y bibliografía:
  • Tratado del cultivo de los árboles frutales en España y modo de mejorarlo. Hidalgo Tablada, José de. Librería de los Sres. Viuda e hijos de don José Cuesta, editores. Segunda edición, corregida y aumentada con nuevos datos. Madrid, 1871.


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