Juan Ramírez Ladrón de Ocariz, un hidalgo alavés en Morata (I)
Su lápida sepulcral se conserva en la torre del campanario de la iglesia de Morata
En el 1579 actuó como informante en la redacción de las Relación Topográficas de Felipe II
Una antigua lápida con una inscripción y un escudo de armas se conserva aún en la torre del campanario de la iglesia parroquial de Morata. A partir de aquí hemos tratado de averiguar el texto que aparecía grabado en la losa y, sobre todo y más importante, a quién pertenecía la sepultura y cuál era la pequeña o gran historia de este de momento desconocido personaje, cuyos restos moran desde hace siglos en la iglesia de la Inmaculada Concepción de Morata.
Cuando publicamos las entregas que aparecen, más o menos regularmente, en el blog sobre la Historia de Morata lo habitual es que las imágenes que acompañan al texto sean el colofón a un trabajo previo que empieza por la búsqueda de documentación y fuentes históricas, la transcripción, en su caso, de los documentos históricos y la redacción del texto final, normalmente acompañado de algunas imágenes que completen la información.
La elección de estas imágenes que aparecerán en el blog ocupa, casi siempre, el último lugar en esta secuencia de trabajo. En esta ocasión no sucede así ni por este orden. La entrega semanal del blog y la redacción de su contenido parten de unas imágenes fotográficas que recogían varias tomas de una lápida localizada junto a la entrada de la torre del campanario de la iglesia de Morata. Estas imágenes mostraban una lapida, y por tanto un enterramiento, con un texto no siempre legible que, en definitiva, pese a las incógnitas que escondían, venían a señalar la antigüedad de la propia lápida y la necesidad de transcribir la inscripción como punto de partida para intentar averiguar a quien pertenecía.
Lamentablemente, después de un exhaustivo análisis de la losa nos ha resultado imposible completar la inscripción que se talló en la piedra*. Este inconveniente, no menor, se pudo solventar, al menos en parte cuando se confirmó el nombre que parecía al comienzo del texto de la lápida. A partir de aquí, comenzó realmente la investigación sobre el personaje.
Aquí está [sic] sepultados Juan Ramírez de Ocariz, natural de Heredia en la provincia de Álava y Doña María de Sepúlveda, su mujer, natural de Ocaña, falleció en (…) años y (…) ¿9? de febrero del año (…). La transcripción de este texto contiene, por fortuna, el nombre del personaje que yace bajo la lápida: Juan Ramírez [Ladrón] de Ocariz, un vecino de Morata que habitó en la villa en las décadas finales del siglo XVI y que nos dejó muchas pistas documentales sobre su trayectoria vital
Quien fue Juan Ramirez Ladrón de Ocariz.
En primera instancia hay que aclarar que Juan Ramirez Ladrón de Ocariz no siempre aparece con esta denominación completa en los documentos y otros vestigios donde aparece citado. Afortunadamente, en uno de los textos más utilizados de la pequeña historia de Morata aparece reflejado con su nombre completo este Juan Ramírez Ladrón de Ocariz. Se trata de las Relaciones Topográficas de Felipe II, elaboradas entre 1579 y 1580 por orden del llamado rey prudente.
Recordaremos que estas Relaciones Topográficas de Felipe II, sobre las que ya hemos tratado en repetidas ocasiones en blog, consistieron en la elaboración de un cuestionario, de alrededor de 40 preguntas, al que debían de responder todas las ciudades, villas y lugares del reino. Cuestiones como el número de vecinos, los ríos que pasaban por su término, las villas limítrofes, su riqueza agrícola o ganadera y sus monumentos o edificios más destacados aparecían en estas relaciones con las que Felipe II trataba de contar con una información básica con la que gobernar sus dominios.
Para dar respuesta a estas cuestiones la propia orden real señalaba que se eligiera a aquellos informantes que tuvieran un conocimiento previo de las cuestiones planteadas. En el caso de Morata, villa de la que existen dos versiones de las Relaciones, redactadas en los años ya citados, uno de estos informantes y responsable de las respuestas del año 1579 es el propio Juan Ramírez Ladrón de Ocariz. Transcribimos a continuación el encabezamiento del documento que recoge estas primeras respuestas al cuestionario real, según la transcripción de Juan Antonio de la Torre Briceño en su libro sobre la historia de Morata, en las que se cita al propio Juan Ramirez Ladrón de Ocariz como informante:
(…) Por virtud del cual dicho mandamiento y cédula real en él inserta que les fue notificada y de la relación e instrucción que de suso va incorporada, ellos cumpliéndolo ]los alcaldes y regidores de Morata] dijeron que nombraban y nombraron por personas para que hagan la dicha relación y respondan a cada capítulo de ella de por sí clara y verdaderamente poniendo las cosas de memoria que en la dicha villa hay y sin encubrir ninguna a Bautista Sánchez Páez y Juan Ramírez Ladrón de Ocariz, vecinos de la dicha villa, a los cuales así mandaron lo hagan y cumplan so pena de prisión y así lo proveyeron y mandaron (…).
Hoy nos puede sorprender la amenaza, nada velada por cierto, de que los dos informantes seleccionados entre los vecinos de la villa se enfrentaban a la pena de prisión en el caso de no obedecer a su nombramiento por parte del Concejo de Morata. Resulta también extraño que para realizar el trabajo ordenado por el rey, Juan Ramirez de Ocariz fuera uno de los dos informantes elegidos por las autoridades de la villa, sobre todo si tomamos en consideración que, como veremos más adelante, el citado Juan Ramírez no era oriundo de Morata, situación que sí se daba en el otro informante seleccionado, Bautista Sánchez Páez, perteneciente a una familia instalada en Morata desde hacia bastantes generaciones. En cualquier caso, Juan Ramírez Ladrón de Ocariz aceptó el trabajo y lo llevó a cabo tal como consta en la documentación:
(…) Y después de lo susodicho en la dicha villa de Morata en este día del dicho mes de diciembre del dicho año de mil quinientos setenta y nueve años, yo el escribano notifiqué lo susodicho a los dichos Juan Ramírez Ladrón de Ocariz y Bautista Sánchez Paz en sus personas, las cuales dijeron que lo oían, y están prestos de lo cumplir, y de ello doy fe, Pedro Pardo, escribano.Y después de lo que es dicho en la dicha villa de Morata a veinte y nueve días del dicho mes de diciembre del dicho año ante mí el dicho escribano los dichos Juan Ramírez y Bautista Sánchez se juntaron a hacer dicha relación como del fue mandado, la cual hicieron en la forma siguiente (…).
Omitimos incluir el texto de las 41 respuestas de las Relaciones que redactaron Bautista Sánchez Páez [en algunas ocasiones aparece como Paz en lugar de Páez] y Juan Ramirez Ladrón de Ocariz, pero sí que destacaremos algunos datos que nos interesan sobre la propia lapida que se conserva en la torre de la iglesia de Morata, su datación y el nombre que aparece inscrito en la misma. Sobre la datación de la lápida, asunto muy difícil de resolver pues aparece ilegible en la propia losa, la fecha de las Relaciones de Felipe II nos sitúan al personaje como vecino de Morata en 1579. Y más importante aún, el nombre de Juan Ramirez Ladrón de Ocariz del mismo texto de las citadas Relaciones nos confirman que es la misma persona cuyo nombre aparece grabado en la piedra sepulcral. Es cierto que en la lápida no aparece el Ladrón del apellido compuesto pero otras circunstancias, que iremos viendo, nos confirman que se trata de la misma persona, de nombre Juan Ramirez de Ocariz, enterrada** en la torre de la iglesia de Morata.
Por otra parte, una pequeña investigación y también la misma losa nos lleva a conocer algunos más datos de la biografía de Juan Ramírez Ladrón de Ocariz. Tal como aparece en la inscripción de la propia piedra, Juan Ramirez era oriundo de la villa de Heredia un pequeño lugar de la provincia de Álava, perteneciente al municipio de Barrundia. Su familia paterna, ya que poco sabemos de la materna a pesar de llevar el apellido Ramírez en primer lugar, procede en su totalidad de la cuadrilla alavesa [comarca] de Salvatierra: además del lugar Heredia, los antepasados de Juan Ramirez Ladrón de Ocariz procedían de villas y lugares como Galarreta y Ocariz.
La propia lápida nos ofrece también más información sobre su propietario con el escudo heráldico que encabeza el texto inscrito. Al parecer, esculpir el escudo de armas familiar en la sepultura era una costumbre muy arraigada entre los miembros de la nobleza y pequeña nobleza vascongada a la que pertenecía Juan Ramírez Ladrón de Ocariz, aunque la mayoría lo hacia en la parte central de la lápida y no en la parte superior como sucede en el caso de la que ocupa la torre de la iglesia parroquial de Morata. Una de las ramas de la familia Ocariz tiene como escudo familiar, según los tratados de heráldica, un castillo de su color, oro, y un hombre asomado a una de sus ventanas. El paso del tiempo, alrededor de 400 años, ha difuminado muchos detalles del escudo familiar en la lapida pero aún se aprecia perfectamente el castillo almenado que confirmaría la condición de pertenencia a la nobleza de Juan Ramírez Ladrón de Ocariz. Sobre este asunto, que generó en su tiempo problemas en el ámbito legal a nuestro protagonista, trataremos en la próxima entrega del blog en la que también hablaremos de un curioso legado, que aún se conserva, y que Juan Ramírez Ladrón de Ocariz dejó al pueblo de Morata.
*Desde aquí animo a quién pueda estar interesado a intentar transcribir en su totalidad la lápida sepulcral de Juan Ramirez Ladrón de Ocariz y así completar la información sobre el personaje.
**Los enterramientos en el interior de las iglesias cristianas fue una práctica habitual desde la Edad Media, al menos desde 1180, aunque es bien es cierto que no todos los fieles tenían permitido estos enterramientos intramuros y que la mayoría de los feligreses recibían sepultura en el exterior de los templos. Lo habitual hasta entrado el siglo XIX es que las familias pertenecientes a la nobleza, junto con los miembros de la jerarquía católica, fueran enterrados en el interior de las iglesias, bien en las capillas apadrinadas por las familias de la nobleza o en otros lugares como las criptas o incluso el altar mayor. Era una realidad en esas épocas que, cuanto más cerca se encontrara el enterramiento del altar mayor, más influyente se consideraba al difunto y su familia. Carlos III fue el monarca que limitó el enterramiento en el interior de las iglesias por los problemas sanitarios que provocaba esta práctica y, a lo largo del siglo XIX se fueron construyendo los cementerios a las afueras de pueblos y ciudades. El propio derecho canónico, en su canon 1242 prohibe estas prácticas 1242: No deben enterrarse cadáveres en las iglesias, a no ser que se trate del Romano Pontífice o de sepultar en su propia iglesia a los Cardenales o a los Obispos diocesanos, incluso «eméritos». Esta norma tiene algunas excepciones en tanto que no afecta a los enterramientos que se realizan, incluso en la actualidad, en las criptas de las iglesias y catedrales.
Fuentes y bibliografía:
Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid. Estudio introductorio. Alfredo Alvar Ezquerra. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.
Historia de la villa de Morata de Tajuña. Torre Briceño, Jesús Antonio de la. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999.(Transcripción de las respuestas al interrogatorio de las Relaciones Topográficas de Felipe II).
Https://auname3ndi.eusko-ikaskuntza.eus/ocariz/ar-99892.Consultado el 16 de septiembre de 2024.
Código de derecho canónico. Libro IV, parte III, título I, capítulo V, canón 1242.
https://atlasetnografico.labayru.eus/index.php/La_inhumacion_en_el_interior_de_la_iglesia. Consultado el 16 de septiembre de 2024.
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