jueves, 24 de febrero de 2022

 

Morata, tierra de viñas y de vino (III)

En el siglo XVIII se catastraron 550 hectáreas de viñedo en el término municipal

Los agricultores también aprovecharon el regadío para plantar cepas y parrales

La abundante documentación generada por el Catastro de Ensenada nos sirve para conocer, con bastante aproximación, la superficie de secano y de regadío destinada a viñedo a mediados del siglo XVIII en Morata. En estos años, y en los posteriores, las viñas junto con los olivares, tal como vimos en pasadas semanas, conformaron el paisaje de Morata. Y con una particularidad añadida: también en la vega, en tierras de regadío, las viñas fueron cultivadas por los agricultores morateños.



Entre otras muchas virtudes, la documentación destaca Catastro de Ensenada destaca por la fiabilidad de sus datos. A diferencia de otros procesos de averiguación de la situación datos económica, demográfica y social, la investigación catastral iniciada en todo el territorio de Castilla durante el reinado de Fernando VI –el catastro no afectó al reino de Aragón ni a las provincias vascas- contó con los medios necesarios y la voluntad de las propias autoridades de la corona para conseguir una aproximación bastante real de los lugares, villas y ciudades catastradas.

Hoy, gracias a esa documentación, podemos acceder a esos datos económicos que nos permiten conocer la situación del cultivo del viñedo en Morata y también cómo se abordaba cada temporada la transformación en vino de las cosechas.

Las referencias a este cultivo de viñas en Morata y a la elaboración de vino en sus bodegas aparecen ya en lo que se conocía en la jerga catastral como Respuestas Generales. En este interrogatorio, similar en su intención a otros cuestionarios reales de periodos históricos anteriores –recordemos, por ejemplo, las Relaciones Topográficas de Felipe II-, pero bastante más efectivo en sus resultados, se trataba de conocer las principales actividades económicas de las localidades catastradas, casi todas ellas relacionadas con la agricultura y actividades derivadas.

En estas respuestas de los peritos locales designados al efecto se afirma, en primer lugar, un aspecto muy particular del cultivo de viñas en Morata, y algunas otras localidades vecinas*: la utilización de tierras de regadío para plantar cepas en lugar de cultivos en principio más rentables, como podían ser la siembra de cereales (trigo y cebada, principalmente) o cultivos de huerta:

(…) en esta vega las tierras que no eran aparentes para sembradura se hallan plantadas de viña.

En la documentación del catastro aparecen claramente diferenciadas las superficies destinadas a viña tanto en secano, las más extensas, como en regadío, mucho más reducidas pero ni mucho menos residuales. Respecto al viñedo de secano, en Morata se contabilizaban en esos años 1.200 fanegas, de cuatrocientos estadales (recordemos que las fanegas de vega tenían la mitad, 200 estadales):

(…) habrá como dos mil y cuatrocientas fanegas de sembradura, mil y doscientas de viña (...).

Lamentablemente no queda claro en estas cifras una realidad que ya tratamos al analizar el cultivo del aceite: la práctica muy habitual en Morata de cultivar en una misma parcela cepas y olivas. Parece, por la misma redacción de las respuestas, que las 1.200 fanegas de viña se refieren a parcelas dedicadas exclusivamente a ese cultivo. De hecho, cuando se recogen las haciendas particulares de cada vecino, a veces se recoge que algunas parcelas tienen esos cultivos mixtos.

Las referencias a las viñas de regadío aparecen también en la quinta pregunta del interrogatorio. En esta pregunta directamente se califica a estas tierras de riego plantadas de viña como de malísima calidad:

(...) declararon que en las especies de tierra de que se compone el término, que quedan referidas a la antecedente [las tierras de riego], se hallan de todas calidades, esto es buena, media e inferior a excepción de en las que están las viñas de riego porque en ellas no hay diferencia, estando todas consideradas de malísima calidad.

En la práctica, esta presencia de viñas en tierras de regadío, se cuantificaba con exactitud en la documentación catastral en 350 fanegas de viña de regadío, situadas en su mayor parte en los parajes de Valdelaosa, Las Cabrizas y, sobre todo, en El Taray**.

Estas cifras de viñedos en tierras del término de Morata sumaban, siempre teniendo en cuenta las distintas extensiones de las fanegas de secano y de regadío, sumaban alrededor de 515 hectáreas, lo que suponía que alrededor del 11,44 por ciento de todo el término municipal se destinaba al cultivo de viñas. Los peritos del catastro, al cuantificar la extensión de viñedo, también se ocuparon de recoger el marco utilizado en estas plantaciones de viñas, en función de que estuvieran situadas en tierras de regadío o de secano:

(...) las viñas de secano están todas plantadas a marco real de once pies en cuadro y las de riego como una cuarta parte menos de terreno (...).

Este sistema de marco real utilizado en secano significaba en la práctica unas 400 cepas por fanega de 400 estadales. En regadío, el marco de plantación, más espeso, permitía aumentar hasta 300 cepas por fanega de doscientos estadales.

Resaltadas en  rojo, las referencias a las viñas del término de Morata en el Catastro de Ensenada

Incremento del cultivo y productividad del viñedo

Aunque es difícil comparar los exhaustivos datos expresados en el Catastro de Ensenada respecto al cultivo de viñas en Morata con periodos anteriores, parece que de los propios legajos del Catastro se deduce que el viñedo, a mediados del siglo XVIII, era un cultivo en expansión. Y para confirmar esta realidad, nada mejor que analizar la documentación que hace referencia a la explotación agrícola de los frailes dominicos del Rosario en Morata, la más extensa de la villa en cuanto al cultivo del viñedo.

Estos religiosos, propietarios de una amplia hacienda en Morata, como ya hemos visto en varias ocasiones en el blog, no sólo disponían de amplias plantaciones de viñas en Morata en el momento de elaborarse el catastro, sino que la siguieron ampliando en años posteriores. Como demostración de que este cultivo estaba en progresión en esos años, los propios dominicos declararon que habían plantado 13.880 nuevas cepas en el corto periodo de 10 años, entre 1751 y 1761 (en próximas entregas analizaremos quiénes eran los mayores propietarios de viñas en esos años de mediados del siglo XVIII en Morata).

Pero no sólo los dominicos ampliaban en esos años la extensión de sus viñedos; otros vecinos de Morata, en sus declaraciones individuales del catastro, manifestaban sus nuevas plantaciones de viñas, en unos años en que esta expansión apuntaba a que se trataba de un cultivo rentable para los agricultores morateños. Francisco Burgos, vecino de Arganda, era uno de estos propietarios con fincas en Morata que confirmaba esta realidad al declarar la plantación de una viña nueva o majuelo:

(...) un majuelo nuevo en El Chirrión de quince fanegas con seis mil cepas.

Una declaración similar realizó Francisco Monzón, vecino de Vicálvaro:

Un majuelo de once fanegas con tres mil y ochocientas y ochenta cepas y con sesenta y una olivas en el Llano de Abajo.

Para los responsables del catastro, además de recoger las fanegas dedicadas a cada cultivo, en este caso al viñedo, era también muy importante determinar la calidad de las tierras en las que su cultivaban estos plantíos de viña. Estas calidades de la tierra, aplicadas a todos los cultivos, calificaban como de buena, mediana e inferior calidad cada parcela para, posteriormente, adjudicar una producción determinada a cada uno de estos tipos. Para las viñas de secano –todas las viñas de regadío se calificaban directamente de mala o malísima calidad como ya hemos visto, lo que no implicaba, sin embargo, menor producción- la aplicación del baremo de las distintas calidades se distribuía así:

(…) que en las plantadas de viña de esta clase [buena] habrá como ochocientas fanegas de buena calidad y el resto de mediana y en estas como ciento de inferior calidad (…):

Una vez determinada la calidad y cantidad de todas las tierras del término municipal plantadas de viñedo, los encargados del catastro, con la ayuda de los vecinos que participaron en su elaboración en calidad peritos, determinaron la producción asignada a cada parcela en función de esa calidad y su condición de secano o regadío. Estas cifras de producción no tenían otro objetivo que determinar la rentabilidad de estos cultivos para, posteriormente, aplicar estos rendimientos económicos a la nueva contribución que se pretendía implantar una vez finalizado el catastro en todas las localidades de la corona de Castilla. En el apartado doce del cuestionario se daba respuesta a esta cuestión de los rendimientos de las viñas en Morata:

Que cada fanega de tierra de riego plantada de viña que se compone de doscientos estadales con trescientas cepas consideramos pueden producir indistintamente un año con otro doce cargas de uva de a ocho arrobas cada una, que reducidas a vino se sacarán treinta y nueve arrobas. Que cada fanega de tierra en secano de buena calidad plantada de viña que se compone de cuatrocientos estadales con cuatrocientas cepas regulan podrán producir ocho cargas de uva del mismo peso. Las de mediana seis cargas y las de inferior cuatro y cada una de estas reducida a vino dará tres arrobas.

Este texto, muy significativo, parece justificar la plantación de viñas y parrales en la vega: la producción de estas viñas de regadío era, según los peritos, justamente el doble que las viñas de secano plantadas en tierras de buena calidad. Otra cosa es la calidad de estas uvas de vega que, de acuerdo con la experiencia de los mismos agricultores, provocaba la debilidad del vino que se producía con su mosto. (Estas uvas de vega, hasta que el cultivo de viñas desapareció del término municipal en los últimos años del pasado siglo, siempre se pagaban a un precio sensiblemente inferior a las de secano en los lagares de Morata).

Con estos datos de la extensión del viñedo en Morata a mediados del siglo XVIII, y las distintas calidades de las tierras en que se asentaban estos cultivos, nos permiten aproximarnos, aunque con la necesaria cautela, a la producción que se cosechaba cada año en Morata y que podemos situar en 102.400 arrobas, equivalentes a 1.177.804 kilos de uva. Naturalmente esta cifra, que ofrecemos a título orientativo, se alcanzaría siempre que no se produjeran en una año concreto plagas, tormentas u otras circunstancias que afectaran a la vendimia anual.

En próximas entregas analizaremos quienes eran los que mayormente contribuían cada año a estas cosechas y también un aspecto determinante del cultivo del viñedo: la elaboración del vino en las bodegas y lagares de la villa.



*La práctica de cultivar viñas en tierras de regadío no era exclusiva de Morata, según aparece recogido en la documentación catastral de las localidades vecinas que poseen regadío en su término municipal. Si en Morata se catastraron 350 fanegas, en Perales cuantificaron 300 fanegas en su vega (en ambos casos se trataba de fanegas de doscientos estadales). En Chinchón, con un término municipal sensiblemente más extenso, se catastraron 318 obradas y en San Martín de la Vega 116 obradas. (Las obradas contaban con 600 estadales). Además de estas parcelas de viñedo en regadío, también era habitual que muchas tierras de regadío contaran también con parrales en su perímetro. Estos parrales –hasta los años sesenta del pasado siglo aún se podían ver algunos en la vega de Morata- cumplían la doble misión de aprovechar al máximo el terreno y, además, proteger a los cultivos de huerta de los vientos.



** Según la documentación del catastro la mayoría de estas viñas de regadío en El Taray, y en menor medida en Valdelaosa y Las Cabrizas, eran propiedad del conde de Altamira y eran explotadas por arrendadores de las mismas mediante un sistema de censo por el pagaban una cantidad anual al propietario de las parcelas.



Fuentes y documentación:

  • La vid y el vino en la meseta meridional castellana (siglos XII-XV). Sánchez Benito, José María. Universidad Autónoma de Madrid. Madrid, 2009.

  • Los fueros de Toledo. García Gallo, Alfonso. Instituto Nacional de Estudios Jurídicos. Anuario de Estudios del derecho Español. Madrid, 1975.

  • Los quiñoneros de Segovia (siglos XIV-XV). Asenjo González, María. España Medieval. Volumen 2. Editorial de la Universidad Complutense de Madrid. Madrid, 1982.

  • Ocupación de la zona sur de la Sierra y repoblación de la misma por el concejo de Segovia. Copia de 1787. Archivo Histórico Nacional. Sección de Diversos. Concejos y Ciudades. Leg. 20. Fols. 6,39. Recogido por María Asenjo González.

  • Noticias de Madrid y de las familias (1514-1556). Fernández de Oviedo, Gonzalo. Ayuntamiento de Madrid. Guillermo Blázquez. Madrid, 2000. Libro de las grandezas y cosas memorables de España (…). Medina, Pedro de. Sevilla, 1548. Edición de González Palencia, A. Madrid, 1944.

  • Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid. Estudio introductorio. Alfredo Alvar Ezquerra. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.

  • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999. (Transcripción de las respuestas al interrogatorio de las Relaciones Topográficas de Felipe II).

  • Censo de 1528: Archivo de Simancas. Contadurías Generales núm. 768. Recopilado y publicado en el Tomo I del Censo de Pecheros. Carlos I. 1528. Editado por el Instituto Nacional de Estadística. Madrid, 2008.

  • Hacienda real y mundo campesino con Felipe II. Las perpetuaciones de tierras baldías en Madrid. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid-Consejería de Agricultura. Madrid, 1990.

  • Instituto de Estadística de la Comunidad de Madrid. Censo de la Corona de Castilla de 1591. Vecindario. Instituto Nacional de Estadística. Madrid, 1985.

  • Alvar Ezquerra, Alfredo. Demografía Rural y fuentes no parroquiales. El Centro y el oriente madrileños en el reinado de Felipe II. Cuadernos de Historia Moderna, número 10. Editorial Universidad Complutense. Madrid, 1889-90.

  • Transcripción del texto de Descripción y cosmografía de España- Boletín de la Real Sociedad Geográfica-Tomo L-Imprenta de Eduardo Arias-Madrid, 1908.

  • Archivo General de Simancas-Expedientes de Hacienda, legajo 131.

  • Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales de Morata de Tajuña. H 408 y  H. 410.

viernes, 18 de febrero de 2022

Morata, tierra de viñas y de vino (II)

La decisión de Felipe II de elegir a Madrid como capital del reino (1561) favoreció el aumento del cultivo del viñedo en la villa

En 1561 Felipe II decide trasladar la corte a Madrid desde Toledo. Esta decisión, de contenido político, tendrá múltiples consecuencias a nivel económico, sociológico y demográfico para todas las villas y lugares que ocupaban el entorno geográfico más próximo a la nueva capital del reino. Entre estas villas, Morata, como tantas otras de la comarca situada en las vegas del Jarama, Tajo y Tajuña, también vio cómo las condiciones de vida de sus vecinos se vieron afectadas con la nueva situación política y administrativa generada por el rey prudente. Además, la cercanía de la nueva capital favoreció el incremento de cultivos como el cáñamo o el viñedo.




Al referirse a las características de Madrid en el tiempo en que Felipe II eligió a la villa como nueva sede de la corte española, algunos autores citaban su condición de tierra de aires y aguas sanas. Pedro de Medina, en su Libro de las grandezas y cosas memorables de España (…), editado en Sevilla en 1548, alababa estas condiciones de Madrid:

(…) muy sana porque corren por ella aires muy delgados. Tiene buenos términos, en especial los que dicen los lomos de Madrid. Cógense en ellos mucho pan y vino muy bueno (…).

Esta apreciación era cierta y hacia referencia al amplio alfoz madrileño, con varias poblaciones localizadas a escasa distancia de Madrid que surtían a sus habitantes de los abastecimientos necesarios para mantener a su población. Eran lugares hoy absolutamente integrados en la propia capital como Carabanchel, Vicálvaro o Vallecas. Estas localidades se bastaban, junto a la producción agrícola y ganadero del mismo Madrid, para cumplir sobradamente con el abasto de los vecinos de la villa antes de que esta se convirtiere en sede de la corte. Pero esta situación cambió a partir de 1561.

Basta analizar los censos en esos años anteriores a la decisión de Felipe II de convertir a Madrid en capital para ver las consecuencias demográficas a partir de su nueva condición de cabeza de un imperio que abarcaba posesiones en América, África, Asia y, por supuesto, Europa. Aunque las fuentes de la época ofrecen cifras muy distintas, Madrid pasó de un censo aproximado de unos 6.000 vecinos, equivalentes a 23.000 habitantes, en 1546. En 1561, el año de su designación como capital, eran 8.000 vecinos y, a finales de siglo, en 1598, año del fallecimiento de Felipe II eran ya 90.000 habitantes.

Por otra parte, en paralelo al incremento de población en Madrid a raíz de su elección como capital del reino, en Morata –y en otras villas y lugares del entorno madrileño- el censo no dejó de crecer desde mediados del siglo XVI y a partir de la decisión de Felipe II de cambiar la sede de su corte. Si a comienzos del siglo XVI Hernando de Colón fijaba la población de Morata en torno a 200 vecinos*, en 1528 el censo de la corona de Castilla adjudicaba a la villa 239 vecinos. Esta cifra prácticamente se duplicó a partir de 1579, 18 años después de que Madrid pasara a ser capital, y subió a 500 vecinos. Definitivamente, Felipe II propició el crecimiento de su nueva capital y, al mismo tiempo, el de todo su entorno. Y a más habitantes, mayor consumo de todos los productos imprescindibles para su población: pan, aceite, leña y, por supuesto, vino. 


Aumento del consumo de vino en la capital

Aunque, como ya hemos citado, en 1548 ya se afirmaba que Madrid se cogía mucho pan y vino muy bueno, la creciente población de la capital exigía buscar fuentes de abastecimiento alternativas para atender el consumo de los nuevos y en constante crecimiento habitantes de la villa. En el caso del vino, los regidores y comerciantes madrileños tenían varias zonas a las que acudir para cubrir sus necesidades, no sólo de las casas de los madrileños sino también de las numerosas tabernas que se extendían por todo el callejero madrileño (Algunas fuentes cuantifican en 140 tabernas y mesones en la villa de Madrid a partir de su elección como capital en 1561). Estas comarcas son las mismas que, aún hoy, agrupan el cultivo de viñas y la elaboración de vinos en la comunidad de Madrid: zona de Navalcarnero, zona de San Martín de Valdeiglesias y zona de Arganda.

En el caso de Morata nos interesan particularmente los datos y la documentación histórica que citan el cultivo de viñas, y la consiguiente transformación en vino de las cosechas anuales, en esos años próximos o posteriores a la elección de Madrid como capital del reino.

Para reseñar y documentar esta actividad vitivinícola en Morata a partir de mediados del siglo XVI acudiremos, como en tantas otras ocasiones, a una de las fuentes históricas más socorridas para está periodo histórico: las Relaciones Topográficas de Felipe II**, el extenso interrogatorio que el monarca envió para su respuesta a todas las villas, lugares y ciudades de su reino.

En el interrogatorio de Morata, aunque para referirse a los cultivos más extendidos en la villa los testigos siempre hablan de importante impulso que había experimentado la plantación de cáñamo en la vega de Morata, no falta alguna referencia al vino en una de las dos declaraciones que se conservan.

Si en el primero de estos testimonios, realizado en 1579 por los vecinos Juan Ramírez Ladrón de Ocariz y Bautista Sánchez no aparece referencia alguna ni al viñedo ni al vino, no sucede lo mismo con la declaración que unos meses después, en 1580, realiza el doctor Mejía. En concreto, el cura de la iglesia de Morata afirma en su respuesta al capítulo 23 del cuestionario real:

En cuanto al 23 capítulo dijo que la dicha villa es tierra de labranza, y se cogen en ella trigo y cebada y avena y cáñamo y vino moderadamente.

Más adelante, en el capitulo 35, el doctor Mejía afirmaba textualmente:

A la treinta y cinco dijo que la gente de la dicha villa viven de labor y granjería de coger trigo, cebada, centeno, avena y vino y ganado ovejuno, pero la principal granjería que la villa tiene es la de cáñamo, lo cual cogen y aderezan más y mejor que en otra parte ninguna de Castilla.

Mucho más extensa y significativa para cuantificar, cuando menos aproximadamente, la importancia del viñedo y de la elaboración del vino en Morata a finales del siglo XVI es la documentación relativa al proceso de perpetuación de tierras baldías que tuvo lugar justo en los años posteriores a la elección de Madrid como nueva capital. La extensa y exhaustiva documentación que generó este proceso de privatización de tierras baldías de propiedad real, nos permite conocer qué parte de estas tierras se dedicaron al cultivo del viñedo en Morata y también en las restantes localidades de la comarca*** que acudieron a la compra de estas parcelas, la mayoría de ellas situadas en las zonas de secano de sus términos municipales.

Según los datos que publicó el profesor Alfredo Alvar Ezquerra en su trabajo sobre estas ventas reales, Hacienda real y mundo campesino con Felipe II. Las perpetuaciones de tierras baldías en Madrid, en el caso de viñedos no menos de 271 fanegas de cuatrocientos estadales (3.400 metros cuadrados, aprox.) pasaron a propiedad de los vecinos de Morata que acudieron a estas ventas. Esta cifra puede parecer menor pero cobra una nueva dimensión al sumarle nada menos que 3.944 fanegas en las que las escrituras de venta no distinguían si se dedicaban a cereal o a viñas. En el caso de las que consta que se trataba de viñas, el precio medio de estas ventas se situó en torno a 221 maravedíes por fanega.

Entre los compradores de Morata hay que destacar las compras de una vecina de la villa, identificada en las escrituras como Francisca la Holgada, viuda, que adquirió por un precio total de 68.856 maravedíes nada menos que 181 fanegas de cereal viñedo, según aparece en la documentación. Esta compra, por una cantidad ciertamente elevada para la época, puede revelar una más que posible explotación destinada a enviar sus cosechas, bien de cereales o bien de vinos, a la nueva capital (Resulta evidente que, al igual que el incremento de los habitantes de la capital propiciaron el aumento del consumo de vino, también se produjo un aumento importante de la demanda de cultivos como los cereales, imprescindibles en la elaboración de un producto básico para la población como el pan).

Para completar el análisis del cultivo del viñedo y la elaboración de vino en Morata en el siglo XVI, y especialmente a partir del momento en que Madrid pasa a ser capital del imperio español, podemos analizar también los diezmos que se pagaban a la Iglesia de Toledo en los años finales de la centuria. Contamos para ello con un documento conservado en el Archivo General de Simancas (Expedientes de Hacienda, legajo 131)

En este documento se recogen los diezmos que la villa de Morata aportaba al arzobispado de Toledo entre los años 1590 y 1595.

Este impuesto de carácter individual se aplicaba a todos los cultivos y, normalmente, las cantidades a pagar eran arrendadas por las autoridades eclesiales a distintos arrendadores por una cantidad anual. Estos arrendadores se responsabilizaban de cobrar el impuesto a cada vecino, según su cosecha, bien en especie o en metálico.

En el caso del vino, a diferencia de los cereales, el impuesto se abonaba en metálico, en función de las cosechas de cada vecino propietario de bodegas. Este sistema de encabezamiento de los diezmos permitía minimizar el fraude ya que los arrendadores, residentes en cada localidad, conocían perfectamente las cosechas y las cantidades de vino elaboradas por cada vecino.

Según el documento citado las cantidades correspondientes al diezmo del vino en la villa de Morata fueron las siguientes a finales del siglo XVI:

1590: 44.100 maravedíes (arrendador desconocido).

1591: 65.000 maravedíes (arrendador Juan de Colmenar, vecino de Morata).

1592: 84.000 maravedíes (arrendador Pedro González de Almenar).

1593: 60.675 maravedíes (arrendador desconocido).

1594: 60.000 maravedíes (arrendador Francisco Calderón, vecino de Morata).

1595: 67.000 maravedíes (arrendador Juan de Colmenar, vecino de Morata).

Estas cifras reflejan unas cantidades en torno a los 60.000 maravedíes con picos a la baja de 44.000 maravedíes y al alza de 84.000 maravedíes, cifra que se alcanzó en 1592.

Siglo y medio después, a mediados del siglo XVIII, los diezmos del vino que se pagaban en Morata ascendían 209.600 maravedíes anuales en el periodo comprendido entre 1746 y 1750. Este aumento, aún contando con la inflación, refleja la realidad de un periodo en que el viñedo y el vino habían aumentado su importancia en la economía morateña, tal como seguiremos analizando en próximas entregas del blog.




*Para calcular la población real, Alfredo Alvar Ezquerra, investigador de este periodo histórico, calcula que a cada vecino que aparece en estos censos había que aplicarle un coeficiente multiplicador que oscilaba entre 3,75 y 4 habitantes, de forma que el censo de 500 vecinos de 1579 equivaldría a una población de entre 1.875 y 2.000 habitantes.

**No deja de ser curioso que entre los santos más venerados en Morata en la época en que se redactan las Relaciones se encuentre San Blas. Este santo, del que se conservaban reliquias en la iglesia de Morata, protegía, según la tradición, a las viñas de los pulgones, por lo que era habitual sacarlo en procesión cuando esta plaga afectaba a los viñedos.

***Según la investigación de Alfredo Alvar Ezquerra, en las cifras de compras de viñedo en el proceso de enajenación de baldíos en localidades próximas a Morata destaca la localidad de Campo Real, con 1.179 fanegas adquiridas por los vecinos. También realizaron compras de viñedos en Arganda, 139 fanegas; Valdilecha, 463 fanegas; Tielmes, 47 fanegas y, por último, Perales 46 fanegas.



Fuentes y documentación:

  • La vid y el vino en la meseta meridional castellana (siglos XII-XV). Sánchez Benito, José María. Universidad Autónoma de Madrid. Madrid, 2009.

  • Los fueros de Toledo. García Gallo, Alfonso. Instituto Nacional de Estudios Jurídicos. Anuario de Estudios del derecho Español. Madrid, 1975.

  • Los quiñoneros de Segovia (siglos XIV-XV). Asenjo González, María. España Medieval. Volumen 2. Editorial de la Universidad Complutense de Madrid. Madrid, 1982.

  • Ocupación de la zona sur de la Sierra y repoblación de la misma por el concejo de Segovia. Copia de 1787. Archivo Histórico Nacional. Sección de Diversos. Concejos y Ciudades. Leg. 20. Fols. 6,39. Recogido por María Asenjo González.

  • Noticias de Madrid y de las familias (1514-1556). Fernández de Oviedo, Gonzalo. Ayuntamiento de Madrid. Guillermo Blázquez. Madrid, 2000. Libro de las grandezas y cosas memorables de España (…). Medina, Pedro de. Sevilla, 1548. Edición de González Palencia, A. Madrid, 1944.

  • Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid. Estudio introductorio. Alfredo Alvar Ezquerra. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.

  • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999. (Transcripción de las respuestas al interrogatorio de las Relaciones Topográficas de Felipe II).

  • Censo de 1528: Archivo de Simancas. Contadurías Generales núm. 768. Recopilado y publicado en el Tomo I del Censo de Pecheros. Carlos I. 1528. Editado por el Instituto Nacional de Estadística. Madrid, 2008.

  • Hacienda real y mundo campesino con Felipe II. Las perpetuaciones de tierras baldías en Madrid. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid-Consejería de Agricultura. Madrid, 1990.

  • Instituto de Estadística de la Comunidad de Madrid. Censo de la Corona de Castilla de 1591. Vecindario. Instituto Nacional de Estadística. Madrid, 1985.

  • Alvar Ezquerra, Alfredo. Demografía Rural y fuentes no parroquiales. El Centro y el oriente madrileños en el reinado de Felipe II. Cuadernos de Historia Moderna, número 10. Editorial Universidad Complutense. Madrid, 1889-90.

  • Transcripción del texto de Descripción y cosmografía de España- Boletín de la Real Sociedad Geográfica-Tomo L-Imprenta de Eduardo Arias-Madrid, 1908.

  • Archivo General de Simancas-Expedientes de Hacienda, legajo 131.





jueves, 10 de febrero de 2022

 

Morata, tierra de viñas y de vino (I)

Desde la conquista de Toledo, en 1085, la legislación real favoreció el cultivo del viñedo en la zona del bajo Tajuña

Hasta la pasada semana analizábamos en el blog el cultivo de los olivares en el término de Morata a lo largo de la historia y también la evolución y la existencia de varios molinos aceiteros en la villa. A partir de esta semana haremos un trabajo similar, de rememoración y de documentación histórica, que nos permita analizar la importancia histórica del cultivo de la vid y la elaboración de vino en nuestro pueblo. Aunque ambos cultivos siempre se desarrollaron en paralelo en Morata, hoy su situación es, paradójicamente, muy distinta. Mientras que los olivares siguen muy presentes en el término municipal, sin que exista almazara alguna para transformar en aceite la cosecha anual, los viñedos, por el contrario, prácticamente han desaparecido pero, aún así, al menos dos bodegas elaboran vinos cada año en Morata.



Está ampliamente documentado que, al menos desde el periodo de la presencia romana en España, el cultivo de la vid y la elaboración de vino fue habitual en la región central de la península, en la zona al sur del sistema central y en torno al curso del río Tajo y sus afluentes.Esta presencia de los viñedos y de lagares donde elaborar vino continuaría en el periodo visigodo e, incluso, pese a las prohibiciones religiosas,durante la dominación árabe, está ampliamente admitido que no solo la población mozárabe -de religión cristiana- cultivaba las viñas en este entorno próximo al norte y sur del curso de Tajo y la ciudad de Toledo.

Tras la reconquista de la ciudad toledana en 1085, el cultivo de viñas y la elaboración de vinos entrarían en un continuo y franco desarrollo, alentado y promovido por las autoridades. Con la nueva situación, se produce un aumento progresivo de las tierras destinadas al viñedo que, con distintas alternativas o periodos de mayor o menor importancia, llegarían prácticamente hasta hace unas décadas: la región central, entendiendo como tal la meseta al sur de la cordillera central, en la que se sitúa Morata, siempre ha sido tierra de viñedos, tanto en lo que hoy es la Comunidad autónoma de Madrid como en Castilla-La Mancha.

Este hilo de continuidad en el tiempo del cultivo de la vid no se ha producido en Morata. Mientras en la mayoría de los pueblos de la comarca aún es visible la existencia de varias hectáreas de viñedos, en Morata hace ya muchos años que, lamentablemente, las viñas ya no forman parte del paisaje, excepto en muy contadas parcelas.

Hasta el momento que se produjo su práctica desaparición, en las décadas finales del pasado siglo, cuando la administración nacional, alentada por Europa, favoreció y promovió el arranque de viñedos, este cultivo y consecuentemente la elaboración de vinos estuvieron muy presentes en nuestro pueblo desde, al menos, ese suceso histórico al que ya nos hemos referido y que tuvo unas consecuencias definitivas para sus habitantes: la reconquista de la ciudad de Toledo.

Cuando tiene lugar este triunfo de los cristianos sobre los musulmanes y la toma de Toledo, el asentamiento de nuevos pobladores en toda la franja territorial delimitada por la cordillera central y el río Tajo pasa a ser una cuestión prioritaria para los monarcas cristianos que ven en la llegada de gentes de otras tierras la posibilidad de mantener los territorios conquistados y su utilización como avanzadilla hacia nuevas conquistas el sur de la península

Que las viñas y el vino constituyeron parte importante de este proceso se pone de manifiesto cuando Alfonso VI, conquistador de Toledo, incluye los beneficios de las viñas en la creación de la sede toledana en 1086, un año después de la toma de la ciudad a los musulmanes. A partir de ahí, la plantación de viñas cobra una importancia fundamental en la consolidación de los nuevos territorios conquistados, y eso a pesar de los vaivenes bélicos que durante algunas décadas propiciaron continuos ataques y contraataques de cristianos y musulmanes.

Hay un aspecto determinante, propio del cultivo de la vid y que no posee, por ejemplo, otro cultivo imprescindible para la alimentación humana como son los cereales, y que favorecieron su desarrollo y la aparición y promoción de los viñedos: al tratarse de una plantación que necesitaba varios años para entrar en plena producción, constituía por sí mismo y por estas características, uno de los mejores sistemas para fijar población y mantener en los nuevos territorios cristianos a los nuevos pobladores que llegaron a las tierras centrales desde el norte peninsular, desde Aragón e, incluso, desde más allá de los Pirineos, para repoblar un territorio que tradicionalmente había carecido de población estable y numerosa en los siglos anteriores.

Tan es así que en casi todos los fueros otorgados por los monarcas a quienes llegabas a repoblar estas tierras se les reconocía y facilitaba el derecho a plantar y cultivar viñas en las tierras que les eran adjudicadas para así asentar población y, al tiempo, defender sus parcelas de las incursiones musulmanas. Es un hecho ampliamente admitido por los especialistas en la Edad Media que estos asentamientos de nuevos pobladores, dedicados a la agricultura y por supuesto a la plantación de viñedos, resultaron fundamentales, junto con la ganadería trashumante, sector también protegido y promocionado por los monarcas castellano leoneses, en la consolidación del poder cristiano al sur del Guadarrama.

Para apuntalar esta idea respecto al papel del viñedo en esta zona central citaremos dos situaciones muy concretas que se produjeron en estas tierras próximas a Morata y a su comarca: los fueros de Toledo y el fuero del castillo de Oreja y, décadas más tarde, la legislación surgida para favorecer la llegada a la zona en torno al curso bajo del río Tajuña de los denominados quiñoneros, los nuevos habitantes procedentes de la ciudad y tierra de Segovia que no solo iban a repoblar el territorio sino también a explotarlo económicamente con nuevos cultivos adecuados a su clima y a la nueva situación ya libre de las incursiones musulmanas.

Grabado en el que se muestra  la elaboración de vino en la Edad Media

Fueros Toledanos, fuero del castillo de Oreja y quiñoneros segovianos

Alfonso VI, el monarca que conquistó Toledo para los cristianos, no tardó en favorecer y promulgar fueros de población y distintos privilegios para quienes llegaron tras las tropas vencedoras a repoblar un amplio entorno de la ciudad de Toledo. En estos fueros siempre aparecía reflejado el derecho de los nuevos vecinos a plantar viñas y árboles. Se trataba, como ya hemos dicho, de favorecer un cultivo del que había aumentado la demanda y que, insistimos, tenía la característica de fijar población. En el fuero refundido de Toledo se regula el pago de los derechos que generaban estas tierras entregadas a los nuevos pobladores y el pago de un impuesto, la décima, a los agricole et vinearum cultores.

Unas décadas después, Alfonso VII, nieto de Alfonso VI, otorga en 1139 el conocido como fuero del castillo de Oreja. Este castillo, situado entre Colmenar de Oreja y Aranjuez, fue objeto de numerosos ataques tras la conquista de Toledo y era imprescindible fijar población en este entorno. El rey dono a Pedro Fernández, maestre de Santiago el castillo de Aurelia [Oreja] con sus tierras, viñas, prados, aldeas, riberas, pesquerías, montes y pertenecías y derechos (…).

Los nuevos pobladores tenían una serie de beneficios que les eximían de pagar impuestos por la posesión de tierras que les eran adjudicadas para su aprovechamiento económico, siempre con el objetivo de fijar población. Este fuero del Castillo de Oreja rebasaba ampliamente el entorno de la propia fortaleza y según el texto conservado abarcaba un territorio desde aquel lugar cayere Jarama en Tajo hasta Fontigola, é dende fasta Armela e dende fasta Ocaña la mayor é dende fasta en las dos Noblejas, é dende fasta en Alfariella, é dende fasta dentro en las alcarrias, así como descende Tajuna en Jarama [actual Titulcia].

Ya en el siglo XIV se produce un nuevo proceso repoblador en la comarca situada en torno al bajo Tajuña y su confluencia con el río Jarama. Se trata de la llegada a la zona de los denominados quiñoneros como consecuencia del movimiento de expansión del Concejo de Segovia en esta zona con el reparto de los quiñones que la comunidad de la ciudad y tierra de Segovia poseía estos territorios. Para nuestra comarca nos interesa la fijación geográfica de términos de estos quiñones en los que tomarían protagonismo distintos cultivos y, entre ellos, las plantaciones de viñedos:

(…) Esta es la Dehesa del Alcarria, ansi como toma del exido de Bayona arriba de lo que fue dado para viñas arriba e de lo que fue dado, e parte con la quadrilla de Carabanchel, e parte con Casasola, e parte con Monasterio, e con Eza, e con Moraza [sic], e recude a Pajares e torna por los mojones que pusieron con Sancho Gil, e son estos los mojones, el mojon que esta en el cerro contra Pajares, e el otro mojon en la Cavezuela Pedregosa, e el otro mojon es el de la Cavezuela de la Caveza del Aguila asomante a Val de Codimo a la Cavezuela raya, encima de Val de Gutierrez al mira, y va por el rostro de la mesa de Ribazarza, como cata contra la Vega e recude al mojon asomante al Val de las Cobatillas, e el otro mojón es en el cerro asomante a Val de Monasterio, e a Val de Morata (…). Pese a su redacción en castellano antiguo estos quiñones se localian n un entorno que hoy ocupan los términos unicipales de Valdelaguna, Villaconejos, Chinchón, Titulcia, Ciempozuelos, San Martín y Morata.

En estas tierras de la comarca, a las que llegan los quiñoneros para explotarlas desde Segovia no sólo en el ámbito agrícola sino también en el sector ganadero, se promovió y favoreció la plantación de viñas como se deduce de la promulgación de decretos sobre estos cultivos:

(…) Otro si ordenamos que cualquier de los fiadores que pueda aver viñas en los quiñones de Jarama, e de Tajuña, e de las Chozas de Manzanares, e que se las pongan los labradores a medias, e que las hayan por suyas e en los quiñones de Jarama, e puedan poner también viñas los labradores del lugar también como los caballeros, e en la puebla de la Cabeza de Miranda, e de Casarrubios, e de Berciana eso mismo que pueda poner viñas (…).

Según este texto, incluido en una carta otorgada por el concejo de Segovia en 1302, no sólo los caballeros segovianos podían explotar los viñedos sino que también los labradores del lugar eran animados a cultivar viñas en un terreno que, como se vio durante varios siglos después, era muy favorable y propicio para plantar las cepas.

La confirmación por esta Carta de la intención de favorecer, entre otras actividades económicas, el cultivo del viñedo en la comarca, se mantuvo en décadas y siglos posteriores. La documentación histórica de estos años no nos permite conocer la extensión exacta o más o menos aproximada dedicada a la vid. En periodos posteriores, ya en el siglo XVI, como veremos la próxima semana, las viñas y la elaboración de vino recibirían un impulso importante en Morata y en los pueblos vecinos. La elección de la villa de Madrid por parte de Felipe II como capital del reino significó un aumento exponencial de la población en la nueva sede de la corte que exigía el abastecimiento cada vez mayor de toda clase de suministros, entre ellos el vino.



Fuentes y documentación:

  • La vid y el vino en la meseta meridional castellana (siglos XII-XV). Sánchez Benito, José María. Universidad Autónoma de Madrid. Madrid, 2009.

  • Los fueros de Toledo. García Gallo, Alfonso. Instituto Nacional de Estudios Jurídicos. Anuario de Estudios del derecho Español. Madrid, 1975.

  • Los quiñoneros de Segovia (siglos XIV-XV). Asenjo González, María. España Medieval. Volumen 2. Editorial de la Universidad Complutense de Madrid. Madrid, 1982.

  • Ocupación de la zona sur de la Sierra y repoblación de la misma por el concejo de Segovia. Copia de 1787. Archivo Histórico Nacional. Sección de Diversos. Concejos y Ciudades. Leg. 20. Fols. 6,39. Recogido por María Asenjo González.










viernes, 4 de febrero de 2022

 Morata, tierra de olivares y de aceite (y XII)

Tras la guerra civil, entre 4 y cinco almazaras mantuvieron la actividad aceitera en la villa

El descenso en el número de almazaras morateñas fue una constante hasta la total desaparición de estos molinos en nuestro pueblo. De las 16 contabilizadas a finales del siglo XIX, se pasó a 4 o, como máximo, 5 molinos tras la guerra civil. El declive total se confirmó con el cierre del último molino aceitero en torno a la década de los noventa del pasado siglo. Cierto es también que a partir de 1968 una parte importante de la cosecha de aceitunas de Morata  era transformada en Recespaña. Esta cooperativa olivarera y aceitera, situada en la localidad de Villarejo de Salvanés, junto con las almazaras privadas que adquirían –y adquieren-, aceitunas en Morata, sustituyeron a los ya inexistentes molinos morateños.



Resulta complicado obtener datos de los molinos aceiteros en la provincia de Madrid a partir de las primeras décadas del siglo XX y hasta la guerra civil, pero lo cierto es que en Morata se produjo un acusado descenso de las almazaras existentes en la población en esos años. Y eso a pesar de que el número de hectáreas de cultivo de olivar nunca descendió en su extensión y se mantuvo en cifras muy similares a las de décadas anteriores.
De hecho, el olivar, al contrario de lo que sucedió con la vid que prácticamente ha desaparecido, mantiene una presencia privilegiada en cuanto a su extensión en el término municipal de Morata, hasta alcanzar cifras que superan las 1.500 hectáreas. Muchas parcelas del Llano en las que durante años se compatibilizó el cultivo de la viña junto con el olivar, hoy están dedicadas, exclusivamente, a este último cultivo.
Esta realidad nos lleva a deducir que las almazaras que resistieron en Morata el periodo posterior a la guerra civil, que oscilaron entre cuatro y cinco en las décadas inmediatas al conflicto, aumentaron su capacidad de molturación para así poder transformar las cosechas anuales de aceituna que se producían en los olivares morateños* y suplir así la producción aceitera de los molinos desaparecidos.
Almazaras morateñas tras la guerra civil
El periodo de autarquía que siguió a la guerra civil, con las dificultades de abastecimiento consiguientes, resultó determinante para el sector olivarero y aceitero español. En esos años, cuarenta y cincuenta del pasado siglo, la consideración del aceite de oliva como alimento esencial, y muy escaso, determinó que fuera incluido en las cartillas de racionamiento, el sistema puesto en práctica por el régimen para intentar asegurar a las familias españoles el acceso a una cesta de productos básicos.
Esta situación permitió, y también obligó al Estado, a mantener un control de las almazaras que funcionaban en cada provincia, sometidas, en tanto que instalaciones básicas, a un sistema de autorización al que debían someterse todas y cada una de ellas al comienzo de cada campaña.
Este control estatal, ejercido por las delegaciones provinciales de Abastecimientos y Transportes, que no evitó, por otra parte, la especulación y el estraperlo con el aceite de oliva nos permite ahora conocer, con datos oficiales, qué molinos funcionaron en Morata en eso años posteriores a la guerra civil.
Entre estos molinos dejaron de aparecer, como resulta obvio, las pequeñas almazaras que en el siglo anterior transformaron parte de las cosechas morateñas. Por el contrario, sí que se mantienen las almazaras de otras familias de la villa que, con las inversiones necesarias, no dejaron de atender las molturación de las aceitunas producidas en los olivares morateños. Estos olivares, a finales de los años cuarenta, aparecían ya recuperados, después de acabada la guerra, de los daños que el frente de la Batalla del Jarama** ocasionó en varios parajes, todos los situados en una franja que abarcaba desde el sur del término municipal, en los límites con los términos de Chinchón y San Martín de la Vega, hasta la zona norte en la raya de Arganda: La Jara, Majadahonda, La Boca de la Zorra, Los Pilones…, fueron algunos de los parajes en los que las olivas sirvieron lo mismo como parapeto para las tropas que como combustible para combatir el frío o cocinar el rancho.
El Boletín Oficial de la Provincia de Madrid, publicó la relación de almazaras con autorización para funcionar en la campaña 1948-49. Entre el total de las 90 almazaras autorizadas a funcionar en la provincia*** aparecen cuatro molinos morateños con la autorización pertinente para molturar aceituna: Tomás Casado Casado, Pedro Castejón, Antonio de la Torre y Gelasio Martínez de Velasco. (Boletín Oficial de la Provincia de Madrid, 27 de enero de 1949).
En los años posteriores, mientras se mantuvo la obligación de contar con la autorización de las delegaciones provinciales de Abastecimientos y Transportes para poner en funcionamiento las almazaras al comienzo de cada campaña, las cifras se mantuvieron muy estables, 91 almazaras en toda la provincia de Madrid, y cuatro en Morata, con la excepción de 1953 cuando se contabilizan cinco molinos.
Año1951:
Tomás Casado Casado, Pedro Castejón de la Torre, Hijos de Antonio de la Torre y Tomás de la Torre Casado. (Boletín Oficial de la Provincia de Madrid, 30 de enero de 1951).
Año 1953:
Tomás Casado, Pedro Castejón, Laureano Salcedo, Tomás de la Torre Casado y Hijos de A. de la Torre. (Boletín Oficial de la Provincia de Madrid, 2 de febrero de 1953).
De estas almazaras, dos de ellas estaban situadas en la calle de los Huertos - posteriormente calle de los Mártires y, actualmente, calle del Carmen-, donde históricamente se localizaron los molinos aceiteros desde, al menos, el siglo XVIII-, y permanecieron en funcionamiento hasta los años sesenta del pasado siglo. De una de ellas, la perteneciente a la familia Casado, contamos con un anuncio publicado en el Boletín Oficial de la Provincia de Madrid, en 1959, que confirma que en esos años estaba en pleno funcionamiento e incluso se modernizaron sus instalaciones:
Solicitud de Tomás Casado Casado para sustituir una prensa hidráulica de 25 centímetros de diámetro de émbolo  por otra de iguales características y 30 centímetros de diámetro. Ambas de fabricación nacional. Capital de la ampliación, 200.000 pesetas. (Boletín Oficial de la Provincia de Madrid, 2 de enero de 1959).
Por el contrario, la primera que dejó de aparecer en la relación de almazaras autorizadas en la provincia de Madrid, y que por lo tanto dejó ya de elaborar aceite, fue la perteneciente a la familia de Gelasio Martínez de Velasco. Sus ruinas, de la que en su momento fue una de las almazaras mejor equipadas de Morata y aun de la provincia, aún hoy, permanecen visibles y en progresivo deterioro en la finca familiar.
Por otra parte, la que perteneció a la familia de la Torre, fue la última almazara que elaboró aceite con las aceitunas morateñas en el propio municipio. Situada al norte de la población, y con un equipamiento acorde con la evolución de este tipo de industrias, esta almazara se localizaba en la conocida actualmente como calle de la Fábrica, y se mantuvo activa hasta los años 90 del pasado siglo.
Dificultades del sector en los años finales del pasado siglo
El sector olivarero y aceitero morateño no fue ajeno ni lo es actualmente a las dificultades de un sector que siempre ha sufrido, en el caso de los pequeños productores, la presión de los grandes grupos oleícolas y del sector de la distribución. Aunque estos problemas escapan al objetivo de este blog, consideramos interesante incluir dos noticias publicadas al final del pasado siglo relacionadas con el sector y que afectaban directamente a los agricultores olivareros morateños.
En la primera de ellas, publicada en 1983 en el diario ABC, se trataba sobre las dificultades del sector en la comarca del sureste madrileño por parte de quien entonces presidia la Cámara Agraria Local de Morata, Tomás Casado González:
Varios pueblos olivareros de la provincia de Madrid se encuentran en estos momentos en una grave situación. El presidente de la Cámara Agraria Local de Morata de Tajuña, Tomás Casado, manifestó a ABC que si en 1982 el precio de la aceituna recolectada estuvo entre las 38 y las 40 pesetas kilogramo, en la actualidad el precio ha descendido a 28 pesetas. “Este precio se relaciona en cada pueblo con la calidad del producto, y en Morata es tanta que se han llegado a obtener 23 kilogramos de aceite por 100 de aceituna, estando a la par de pueblos tan buenos productores como Mora de Toledo y Villaconejos”.
(…) El problema está, según el señor Casado, en que hay un precio de garantía de 157 pesetas kilogramo de aceite, y que en estos momentos los agricultores de la zona no saben quién tiene la culpa de que los precios se estén pagando tan bajos al cultivador. “Dicen que el FORPA tiene 20.000 millones de pesetas en circulación para adquirir aceite, pero ¿dónde están? (…).
Aunque Morata no se encuentra afectada por el Plan de Reconversión del Olivar y sus zonas marginales, entienden los olivareros de este pueblo que sacar los olivos no conduce a nada en la zona, ya que no se puede cultivar otra cosa y, por otra parte, este cultivo tiene gran alcance social sobre todo en la provincia madrileña.
En la misma circunstancia respecto al tema olivarero que Morata de Tajuña se encuentran las poblaciones madrileñas de Perales de Tajuña, Tielmes, Carabaña, Orusco, Brea, Valdaracete, Estremera, Villarejo de Salvanés, Belmonte de Tajo, Valdelaguna, Colmenar de Oreja, Chinchón, Villaconejos y Arganda.
(ABC, 19 de enero de 1983).
Destacamos de este artículo periodístico cómo se cuestionaban unos precios por el kilogramo de aceitunas que, bastantes años después, no se han incrementado en proporción a los gastos y que, incluso, en algunas campañas, al margen de las subvenciones europeas, han sido inferiores.
Unos años después, quince exactamente, el sector olivarero morateño y de la comarca de Las Vegas atravesó otro momento de dificultades, en el año 1998, con la propagación de una plaga, la de la mosca del olivo, en unos niveles nunca alcanzados. Sobre esta situación, se publicó un artículo en El País en el que se analizaba la situación creada:
Los olivareros madrileños recordarán estas navidades como unas de las más desgraciadas. La plaga de la mosca del olivo ha dañado el 60% de la cosecha de aceituna que debía recogerse en las 15.000 hectáreas de este árbol existentes en Madrid, según reconoció la Dirección General de Agricultura de la Comunidad de Madrid. El aceite resultante de lo que se ha salvado de la cosecha tendrá mala calidad. La mosca ataca a la aceituna y hace que ésta caiga al suelo antes de ser recogida, lo que afecta a su tamaño y a la calidad de su jugo.
Mientras los representantes de los agricultores afirman que las pérdidas ascienden a 2.000 millones de pesetas, la Comunidad asegura que no superan los 700. Los alcaldes de las localidades afectadas, todas ellas en el sureste de la región, responsabilizan del desastre a la "imprevisión" de la Comunidad y exigen de ésta la asunción de las pérdidas económicas. Localidades como Morata de Tajuña, Arganda, Campo Real, Chinchón, Valdilecha y Villarejo de Salvanés han resultado afectadas.
Las consecuencias económicas, siempre según los productores, se traducen en una bajada del 45% del precio del kilo de aceituna. Así, los oleicultores madrileños percibirán este año unas 45 pesetas por kilo en lugar de las 95 pesetas del año pasado.
Concepción Lorente, alcaldesa de Morata de Tajuña, localidad cuya principal fuente de ingresos es el cultivo del olivo, no duda en responsabilizar a la Dirección General de Agricultura de la Comunidad de Madrid "por el cambio de pesticida utilizado en la fumigación y por la imprevi
Los olivareros madrileños recordarán estas navidades como unas de las más desgraciadas. La plaga de la mosca del olivo ha dañado el 60% de la cosecha de aceituna que debía recogerse en las 15.000 hectáreas de este árbol existentes en Madrid, según reconoció la Dirección General de Agricultura de la Comunidad de Madrid. El aceite resultante de lo que se ha salvado de la cosecha tendrá mala calidad. La mosca ataca a la aceituna y hace que ésta caiga al suelo antes de ser recogida, lo que afecta a su tamaño y a la calidad de su jugo.
Mientras los representantes de los agricultores afirman que las pérdidas ascienden a 2.000 millones de pesetas, la Comunidad asegura que no superan los 700. Los alcaldes de las localidades afectadas, todas ellas en el sureste de la región, responsabilizan del desastre a la "imprevisión" de la Comunidad y exigen de ésta la asunción de las pérdidas económicas. Localidades como Morata de Tajuña, Arganda, Campo Real, Chinchón, Valdilecha y Villarejo de Salvanés han resultado afectadas.
Las consecuencias económicas, siempre según los productores, se traducen en una bajada del 45% del precio del kilo de aceituna. Así, los oleicultores madrileños percibirán este año unas 45 pesetas por kilo en lugar de las 95 pesetas del año pasado.
Concepción Lorente, alcaldesa de Morata de Tajuña, localidad cuya principal fuente de ingresos es el cultivo del olivo, no duda en responsabilizar a la Dirección General de Agricultura de la Comunidad de Madrid "por el cambio de pesticida utilizado en la fumigación y por la imprevisión de dicha dirección general". La alcaldesa afirma que ya en el mes de junio se contabilizaron hasta 700 moscas en una de las trampas que se habilitan para detectar las plagas venideras .El director general de Agricultura, Adolfo Cazorla, responsabiliza de lo sucedido al cambio de pesticida utilizado hasta ahora, al clima templado del verano y a la ausencia de fumigación terrestre.
(…)
sión de dicha dirección general". La alcaldesa afirma que ya en el mes de junio se contabilizaron hasta 700 moscas en una de las trampas que se habilitan para detectar las plagas venideras .El director general de Agricultura, Adolfo Cazorla, responsabiliza de lo sucedido al cambio de pesticida utilizado hasta ahora, al clima templado del verano y a la ausencia de fumigación terrestre.
(…)
. (El País, 3 de enero de 1998).


Cartel de la 1 Fiesta del Aceite, año 2000 (Imagen del grupo de facebook Morata de Tajuña (Madrid) ayer y hoy).

En la actualidad, el sector olivarero de Morata no pasa por un momento muy boyante, y eso a pesar de que las extensiones dedicadas al olivar siguen manteniéndose en los niveles más elevados de la historia. Algunos agricultores han optado por el olivar ecológico como medio de obtener mayores rendimientos, a cambio de más trabajo, de sus explotaciones y poner así en valor la calidad de la aceituna cornicabra del término municipal de Morata. Mientras, el resto del sector, formado en su mayor parte por pequeñas explotaciones de origen familiar, sobrevive adaptándose a la nueva situación de los cultivos del olivar en España.
El sector, muy mecanizado en los últimos años, ha hecho que disminuyeran las necesidades de mano de obra tan abundante en décadas pasadas. Pero sigue sin poder competir con las grandes explotaciones andaluzas o castellano manchegas y las nuevas plantaciones en estas zonas, mucho más productivas y frente a la reducida rentabilidad y productividad de los olivares de Morata y del resto de la comarca y de la Comunidad de Madrid.
Durante años, la celebración de la Feria del Aceite y del Olivar –posteriormente, en sus últimas ediciones, Feria del Olivar y del Ajo- fue, desde su primera edición en 1998, el momento de reivindicar la posibilidad de encontrar nuevos canales de producción y comercialización para el aceite de Morata. Este objetivo, que todavía no ha llegado a materializarse como resulta evidente, partía de la necesidad de fomentar el movimiento asociativo y, sobre todo, favorecer y promover la creación de una almazara local que posibilitara volver a elaborar el aceite de las aceitunas cornicabra en Morata para rentabilizar y aprovechar su calidad y la importancia de todo el sector en la localidad.




*En estos años posteriores a la guerra no era extraño que algunos agricultores vendieran su cosecha, más o menos abundante, a compradores o propietarios de almazaras de fuera de Morata. También se producía la situación contraria, agricultores de otras localidades que traían su cosecha a Morata para ser transformada en los molinos morateños. Actualmente, al margen de los socios de la cooperativa Recespaña que transforman su producción en Villarejo de Salvanés, el resto de la cosecha anual de los olivares morateños sale de la localidad para ser procesada en almazaras y molinos de otras localidades y provincias limítrofes.

**Resulta significativo que en la extensa producción literaria e histórica que generó, y aún genera, la Batalla del Jarama muchos de los autores de los textos hagan referencia a la importancia de los olivares en el desarrollo de la batalla, su utilización como parapetos o puestos de vigilancia y las vidas que salvaron los troncos de estos árboles repartidos por todo el frente bélico. Sobre este hecho, un voluntario y poeta inglés, John Lepper, escribía:
La muerte acechaba entre olivares
Escogiendo sus hombres
Su dedo de plomo señalaba
Otro autor, Javier M. Reverte, en El tiempo de los héroes, también se acuerda de los olivares y su papel en la batalla en varios pasajes de su novela:
(…) Se combatió con saña y dureza, sin apenas tregua, en cerros como el Pingarrón y la Colina del Suicidio. Se luchó en las trincheras igual que en la gran Guerra y miles de hombres pelearon a la bayoneta en los extensos olivares de las llanadas que dominaban el Tajuña (…).
(…) Delante de ellos, decenas de cuerpos inmóviles tachonaban el terreno de la extensa llanura cubierta de viñedos baldíos y pequeños olivares humillados (…).

*** De los 90 molinos autorizados para la campaña de 1949 la mayoría, 47 concretamente, estaban localizados en el sureste de la provincia. Entonces, como actualmente, en estas localidades se produce la mayor parte del aceite madrileño: Ambite, 3 (Félix Díaz, Sociedad Olivarera e Iniesta y Corral); Arganda, 3 (Francisco López Sánchez, Adolfo Pastor, Cooperativa Aceitera); Brea de Tajo, 2 (Felicidad de Torres y Emiliano Díaz); Belmonte de Tajo, 1, (Eliseo Peces Roldan); Carabaña, 3 (Rafael Calvo de Garcillán, Julia García Romo y Felipe Escobar y Cia); Campo Real, 2, (José Ferreres y Mariano Busó Rey del Castillo); Colmenar de Oreja, 3 (Alcoholera, S.A, Tomás Alcolado Sánchez y Julián García Fuertes); Chinchón, 8 (Sociedad Aceitera, Hijos de Zacarías Montes Recio, Pedro García Carrero, Hijos de Telesforo González, Enrique Fernández Sancho, Marcial Fernández Sancho, Martiniano Codes Vega, Luis Sánchez Ruiz); Estremera, 3 (Marcelino Jiménez Olalla, José Barcala Barril, Herederos de Toribio Gómez); Orusco, 1 (Hijo de Víctor Fernández); Perales de Tajuña, 5 (Pablo García Martínez, Antonio López Garrido, Luisa García Gómez, Hijas de Lucía Nicolás, Antonio Díaz Redondo); Tielmes, 3 (Ángel Nogales, Antonio del Pozo y Pablo García López); Valdaracete, 2 (Ildefonso Martínez y Félix Huelves); Valdelaguna, 2 (Carlos Prieto Prieto y Adolfo Íñigo Martín); Villarejo de Salvanés, 6 (Isidro Alcázar Domingo, Víctor Domingo, Pablo Mora, Concepción Pérez París, Félix Jiménez Mora y Julián Alcázar Salcedo).




Fuentes y bibliografía:
    • Hacienda real y mundo campesino con Felipe II. Las perpetuaciones de tierras baldías en Madrid. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid-Consejería de Agricultura. Madrid, 1990.
    • Tratado del cultivo del olivo en España y modo de mejorarlo. Hidalgo Tablada, José de. Librería de la señora viuda e hijos de don José Cuesta. Madrid, 1870.
Agricultura general que trata de la labranza del campo (…). Herrera, Alonso de. Edición José de Urrutia. Madrid, 1790.
    • Toledo en época de frontera. Ladero Quesada, Miguel Ángel. Universidad Complutense de Madrid. Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, nº 3, 1984.
    • Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid.  Estudio introductorio. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.
    • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio de la. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999. (Transcripción de las respuestas de Morata al interrogatorio).
    • Relaciones Topográficas de los pueblos de España, lo más interesante de ellas. Ortega Rubio, Juan. Sociedad Española de Artes Gráficas. Madrid, 1918.
    • La vida rural castellana en tiempos de Felipe II. Salomon, Noël. Ariel Historia. Madrid, 1982.
    • Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales de Morata de Tajuña. H 408 y  H. 410.
    • Riqueza y propiedad en la Castilla del Antiguo Régimen. (La provincia de Toledo del siglo XVIII). Donézar Díez de Ulzurrún, Javier M. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Madrid, 1997.
    • Toledo 1751. Según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada (Introducción). Donézar Díez de Ulzurrún, Javier M. Centro de Gestión Catastral y Cooperación Tributaria. Ayuntamiento de Toledo. Tabapress. Madrid, 1990.
    • Biblioteca Nacional (ms 4.508).
    • Ordenanzas municipales y gremiales de España en la documentación del Archivo Histórico Nacional. Cadeñanos Bardeci, Inocencio. Cuadernos de Historia del Derecho. Ediciones Complutense. Madrid, 2017.
    • La productividad de los factores en la agricultura española (1752-1935). Bringas Gutiérrez, Miguel Ángel. Universidad de Cantabria 1998.
    • Memoria sobre el estado de la Agricultura en la provincia de Madrid y mejoras convenientes para su desarrollo. Abela y Sainz de Andino, Eduardo. Imprenta, Estereotipia y Galvanoplastia de Aribau. Sucesores de Rivadeneyra. Madrid, 1876.
    • Contestación al interrogatorio sobre cultivo de olivo, vid y agrios e industrias derivadas. Ortiz Cañavate, Fernando. Establecimiento tipográfico de M. Minuesa. Madrid, 1881.
    • Desarrollo local en el municipio de Morata de Tajuña. Dochao, Andrés, Santillana, Myriam, Díez, Alberto. Abril, 1990.
    • Madrid, virgen extra. Ciencia y experimentación para la calidad del aceite. Bienes Allas, Ramón; Cabello Sáenz de Santa María, Félix, de Lorenzo Carretero, Cristina; Palancar Olmo, Margarita; Pérez Jiménez, María Ángeles, Pons Romero, Juan Ramón; Vergara García, Gregorio. Imidra. Comunidad de Madrid. Madrid, 2011,
    • Hacia un  modelo europeo  de extensión rural agroecológica. Praxis participativas para la transición agroecológica. Un estudio de caso en Morata de Tajuña, Madrid. López García, Daniel. Universidad Internacional de Andalucía. Edición electrónica, 2012.
    • Archivo Histórico  Nacional, Sección Nobleza. BAENA, C.354, D.453-464.
    • Elaboración del aceite de olivas. D. Pequeño. Imprenta de la Sociedad Geográfica. Madrid, 1879.
    • El aceite de oliva, resumen hecho por la Junta Consultiva Agronómica. Imprenta de los Hijos de M. G. Hernández. Madrid, 1923.
    • Manual de Agricultura. Olivan, Alejandro. Establecimiento tipográfico del D. F. de  P. Mellado. Madrid, 1849.
    • Morata de Tajuña. Crónica de la provincia de Madrid. Arribas, Juan Diego-Imprenta de la Diputación Provincial-Madrid, 1891.
    • Periódicos y publicaciones citados en el texto.