jueves, 10 de febrero de 2022

 

Morata, tierra de viñas y de vino (I)

Desde la conquista de Toledo, en 1085, la legislación real favoreció el cultivo del viñedo en la zona del bajo Tajuña

Hasta la pasada semana analizábamos en el blog el cultivo de los olivares en el término de Morata a lo largo de la historia y también la evolución y la existencia de varios molinos aceiteros en la villa. A partir de esta semana haremos un trabajo similar, de rememoración y de documentación histórica, que nos permita analizar la importancia histórica del cultivo de la vid y la elaboración de vino en nuestro pueblo. Aunque ambos cultivos siempre se desarrollaron en paralelo en Morata, hoy su situación es, paradójicamente, muy distinta. Mientras que los olivares siguen muy presentes en el término municipal, sin que exista almazara alguna para transformar en aceite la cosecha anual, los viñedos, por el contrario, prácticamente han desaparecido pero, aún así, al menos dos bodegas elaboran vinos cada año en Morata.



Está ampliamente documentado que, al menos desde el periodo de la presencia romana en España, el cultivo de la vid y la elaboración de vino fue habitual en la región central de la península, en la zona al sur del sistema central y en torno al curso del río Tajo y sus afluentes.Esta presencia de los viñedos y de lagares donde elaborar vino continuaría en el periodo visigodo e, incluso, pese a las prohibiciones religiosas,durante la dominación árabe, está ampliamente admitido que no solo la población mozárabe -de religión cristiana- cultivaba las viñas en este entorno próximo al norte y sur del curso de Tajo y la ciudad de Toledo.

Tras la reconquista de la ciudad toledana en 1085, el cultivo de viñas y la elaboración de vinos entrarían en un continuo y franco desarrollo, alentado y promovido por las autoridades. Con la nueva situación, se produce un aumento progresivo de las tierras destinadas al viñedo que, con distintas alternativas o periodos de mayor o menor importancia, llegarían prácticamente hasta hace unas décadas: la región central, entendiendo como tal la meseta al sur de la cordillera central, en la que se sitúa Morata, siempre ha sido tierra de viñedos, tanto en lo que hoy es la Comunidad autónoma de Madrid como en Castilla-La Mancha.

Este hilo de continuidad en el tiempo del cultivo de la vid no se ha producido en Morata. Mientras en la mayoría de los pueblos de la comarca aún es visible la existencia de varias hectáreas de viñedos, en Morata hace ya muchos años que, lamentablemente, las viñas ya no forman parte del paisaje, excepto en muy contadas parcelas.

Hasta el momento que se produjo su práctica desaparición, en las décadas finales del pasado siglo, cuando la administración nacional, alentada por Europa, favoreció y promovió el arranque de viñedos, este cultivo y consecuentemente la elaboración de vinos estuvieron muy presentes en nuestro pueblo desde, al menos, ese suceso histórico al que ya nos hemos referido y que tuvo unas consecuencias definitivas para sus habitantes: la reconquista de la ciudad de Toledo.

Cuando tiene lugar este triunfo de los cristianos sobre los musulmanes y la toma de Toledo, el asentamiento de nuevos pobladores en toda la franja territorial delimitada por la cordillera central y el río Tajo pasa a ser una cuestión prioritaria para los monarcas cristianos que ven en la llegada de gentes de otras tierras la posibilidad de mantener los territorios conquistados y su utilización como avanzadilla hacia nuevas conquistas el sur de la península

Que las viñas y el vino constituyeron parte importante de este proceso se pone de manifiesto cuando Alfonso VI, conquistador de Toledo, incluye los beneficios de las viñas en la creación de la sede toledana en 1086, un año después de la toma de la ciudad a los musulmanes. A partir de ahí, la plantación de viñas cobra una importancia fundamental en la consolidación de los nuevos territorios conquistados, y eso a pesar de los vaivenes bélicos que durante algunas décadas propiciaron continuos ataques y contraataques de cristianos y musulmanes.

Hay un aspecto determinante, propio del cultivo de la vid y que no posee, por ejemplo, otro cultivo imprescindible para la alimentación humana como son los cereales, y que favorecieron su desarrollo y la aparición y promoción de los viñedos: al tratarse de una plantación que necesitaba varios años para entrar en plena producción, constituía por sí mismo y por estas características, uno de los mejores sistemas para fijar población y mantener en los nuevos territorios cristianos a los nuevos pobladores que llegaron a las tierras centrales desde el norte peninsular, desde Aragón e, incluso, desde más allá de los Pirineos, para repoblar un territorio que tradicionalmente había carecido de población estable y numerosa en los siglos anteriores.

Tan es así que en casi todos los fueros otorgados por los monarcas a quienes llegabas a repoblar estas tierras se les reconocía y facilitaba el derecho a plantar y cultivar viñas en las tierras que les eran adjudicadas para así asentar población y, al tiempo, defender sus parcelas de las incursiones musulmanas. Es un hecho ampliamente admitido por los especialistas en la Edad Media que estos asentamientos de nuevos pobladores, dedicados a la agricultura y por supuesto a la plantación de viñedos, resultaron fundamentales, junto con la ganadería trashumante, sector también protegido y promocionado por los monarcas castellano leoneses, en la consolidación del poder cristiano al sur del Guadarrama.

Para apuntalar esta idea respecto al papel del viñedo en esta zona central citaremos dos situaciones muy concretas que se produjeron en estas tierras próximas a Morata y a su comarca: los fueros de Toledo y el fuero del castillo de Oreja y, décadas más tarde, la legislación surgida para favorecer la llegada a la zona en torno al curso bajo del río Tajuña de los denominados quiñoneros, los nuevos habitantes procedentes de la ciudad y tierra de Segovia que no solo iban a repoblar el territorio sino también a explotarlo económicamente con nuevos cultivos adecuados a su clima y a la nueva situación ya libre de las incursiones musulmanas.

Grabado en el que se muestra  la elaboración de vino en la Edad Media

Fueros Toledanos, fuero del castillo de Oreja y quiñoneros segovianos

Alfonso VI, el monarca que conquistó Toledo para los cristianos, no tardó en favorecer y promulgar fueros de población y distintos privilegios para quienes llegaron tras las tropas vencedoras a repoblar un amplio entorno de la ciudad de Toledo. En estos fueros siempre aparecía reflejado el derecho de los nuevos vecinos a plantar viñas y árboles. Se trataba, como ya hemos dicho, de favorecer un cultivo del que había aumentado la demanda y que, insistimos, tenía la característica de fijar población. En el fuero refundido de Toledo se regula el pago de los derechos que generaban estas tierras entregadas a los nuevos pobladores y el pago de un impuesto, la décima, a los agricole et vinearum cultores.

Unas décadas después, Alfonso VII, nieto de Alfonso VI, otorga en 1139 el conocido como fuero del castillo de Oreja. Este castillo, situado entre Colmenar de Oreja y Aranjuez, fue objeto de numerosos ataques tras la conquista de Toledo y era imprescindible fijar población en este entorno. El rey dono a Pedro Fernández, maestre de Santiago el castillo de Aurelia [Oreja] con sus tierras, viñas, prados, aldeas, riberas, pesquerías, montes y pertenecías y derechos (…).

Los nuevos pobladores tenían una serie de beneficios que les eximían de pagar impuestos por la posesión de tierras que les eran adjudicadas para su aprovechamiento económico, siempre con el objetivo de fijar población. Este fuero del Castillo de Oreja rebasaba ampliamente el entorno de la propia fortaleza y según el texto conservado abarcaba un territorio desde aquel lugar cayere Jarama en Tajo hasta Fontigola, é dende fasta Armela e dende fasta Ocaña la mayor é dende fasta en las dos Noblejas, é dende fasta en Alfariella, é dende fasta dentro en las alcarrias, así como descende Tajuna en Jarama [actual Titulcia].

Ya en el siglo XIV se produce un nuevo proceso repoblador en la comarca situada en torno al bajo Tajuña y su confluencia con el río Jarama. Se trata de la llegada a la zona de los denominados quiñoneros como consecuencia del movimiento de expansión del Concejo de Segovia en esta zona con el reparto de los quiñones que la comunidad de la ciudad y tierra de Segovia poseía estos territorios. Para nuestra comarca nos interesa la fijación geográfica de términos de estos quiñones en los que tomarían protagonismo distintos cultivos y, entre ellos, las plantaciones de viñedos:

(…) Esta es la Dehesa del Alcarria, ansi como toma del exido de Bayona arriba de lo que fue dado para viñas arriba e de lo que fue dado, e parte con la quadrilla de Carabanchel, e parte con Casasola, e parte con Monasterio, e con Eza, e con Moraza [sic], e recude a Pajares e torna por los mojones que pusieron con Sancho Gil, e son estos los mojones, el mojon que esta en el cerro contra Pajares, e el otro mojon en la Cavezuela Pedregosa, e el otro mojon es el de la Cavezuela de la Caveza del Aguila asomante a Val de Codimo a la Cavezuela raya, encima de Val de Gutierrez al mira, y va por el rostro de la mesa de Ribazarza, como cata contra la Vega e recude al mojon asomante al Val de las Cobatillas, e el otro mojón es en el cerro asomante a Val de Monasterio, e a Val de Morata (…). Pese a su redacción en castellano antiguo estos quiñones se localian n un entorno que hoy ocupan los términos unicipales de Valdelaguna, Villaconejos, Chinchón, Titulcia, Ciempozuelos, San Martín y Morata.

En estas tierras de la comarca, a las que llegan los quiñoneros para explotarlas desde Segovia no sólo en el ámbito agrícola sino también en el sector ganadero, se promovió y favoreció la plantación de viñas como se deduce de la promulgación de decretos sobre estos cultivos:

(…) Otro si ordenamos que cualquier de los fiadores que pueda aver viñas en los quiñones de Jarama, e de Tajuña, e de las Chozas de Manzanares, e que se las pongan los labradores a medias, e que las hayan por suyas e en los quiñones de Jarama, e puedan poner también viñas los labradores del lugar también como los caballeros, e en la puebla de la Cabeza de Miranda, e de Casarrubios, e de Berciana eso mismo que pueda poner viñas (…).

Según este texto, incluido en una carta otorgada por el concejo de Segovia en 1302, no sólo los caballeros segovianos podían explotar los viñedos sino que también los labradores del lugar eran animados a cultivar viñas en un terreno que, como se vio durante varios siglos después, era muy favorable y propicio para plantar las cepas.

La confirmación por esta Carta de la intención de favorecer, entre otras actividades económicas, el cultivo del viñedo en la comarca, se mantuvo en décadas y siglos posteriores. La documentación histórica de estos años no nos permite conocer la extensión exacta o más o menos aproximada dedicada a la vid. En periodos posteriores, ya en el siglo XVI, como veremos la próxima semana, las viñas y la elaboración de vino recibirían un impulso importante en Morata y en los pueblos vecinos. La elección de la villa de Madrid por parte de Felipe II como capital del reino significó un aumento exponencial de la población en la nueva sede de la corte que exigía el abastecimiento cada vez mayor de toda clase de suministros, entre ellos el vino.



Fuentes y documentación:

  • La vid y el vino en la meseta meridional castellana (siglos XII-XV). Sánchez Benito, José María. Universidad Autónoma de Madrid. Madrid, 2009.

  • Los fueros de Toledo. García Gallo, Alfonso. Instituto Nacional de Estudios Jurídicos. Anuario de Estudios del derecho Español. Madrid, 1975.

  • Los quiñoneros de Segovia (siglos XIV-XV). Asenjo González, María. España Medieval. Volumen 2. Editorial de la Universidad Complutense de Madrid. Madrid, 1982.

  • Ocupación de la zona sur de la Sierra y repoblación de la misma por el concejo de Segovia. Copia de 1787. Archivo Histórico Nacional. Sección de Diversos. Concejos y Ciudades. Leg. 20. Fols. 6,39. Recogido por María Asenjo González.










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