viernes, 29 de julio de 2022

 

Molinos y aceñas en la vega baja del Tajuña (IV)

En Morata se documentan hasta cinco molinos harineros

El molino de El Taray perteneció a dos linajes segovianos, los Arias-Dávila y los Cáceres, y a la familia del escritor Luis Vélez de Guevara

El marqués de Leganés reconvirtió el Taray en batán a mediados del siglo XVII

En entregas anteriores vimos cómo las tierras ribereñas de la cuenca baja del Tajuña se llegaron a cuantificar treinta molinos localizados en los ocho municipios de la actual comunidad de Madrid. Previamente, la Tierra de Alcalá y el arzobispado de Toledo, así como la ciudad de Segovia, habían ejercido su dominio en esta comarca regada por las aguas de un río Tajuña tan propició a dar vida a molinos, aceñas y batanes. A artir de esta entrega del blog nos ceñiremos a describir los molinos de Morata y su historia a través de los siglos.


Como ya vimos en anteriores semanas, el territorio de Morata, junto con los términos de Chinchón y de Titulcia, integraba durante siglos parte del territorio que la poderosa Comunidad de la Ciudad y Tierra de Segovia administraba al sur del sistema central. A diferencia de Perales, Tielmes, Carabaña, Orusco y Ambite, los pueblos que ribera arriba formaron parte de la Comunidad de aldeas de Alcalá, durante el periodo medieval Morata estaba adscrita a los sexmos segovianos antes de pasar a depender del arzobispado de Toledo y, ya en el siglo XVI, adquirir el señorío.

Esta presencia segoviana propició que los primeros molinos de estas tierras, desde que existen rastros documentales de estos ingenios, estuvieran relacionados con la catedral de Segovia una vez que el arcediano de Sepúlveda, Sancho Gutiérrez, abad de Santander y también notario mayor de la reina Doña Berenguela fundara en el año 1240 dos capellanías en la catedral segoviana en las capillas de San Nicolás y santa Catalina, dotadas ambas con los beneficios de ocho molinos ribereños del Tajuña y dos casas en Morata.

Sabemos que estos molinos estaban en territorio segoviano y, por tanto, alguno de ellos en el entorno de Morata pero desconocemos su nombre y localización exacta. Tampoco sabemos con certeza si alguno o varios de estos molinos medievales, de propiedad eclesial y segoviana, ocuparon el espacio en el que siglos después, a partir del siglo XVIII, sí que se documenta con exactitud la localización, propiedad y hasta el número de piedras de estos molinos morateños.

Sí que podemos constatar, como veremos, que alguno de estos molinos fueron propiedad, desde mucho antes de que fueran catastrados a mediados del siglo XVIII, de apellidos y linajes ilustres procedentes de la ciudad de Segovia que se habían asentado en estas tierras cuando se procedió a su repoblación tras la reconquista.

Antes de avanzar hasta esos periodos históricos, de los que sí que existe bastante documentación, recordemos también que el primer momento en el que tenemos constancia directa y documental de los molinos morateños, en las Relaciones Topográficas de Felipe II, tampoco sabemos cuántos molinos existían, dónde se localizaban y, mucho menos, quienes eran sus propietarios. Desde luego, eran más de dos y, por pura deducción, se podría asegurar que, cuando menos, el término de Morata llegó a contar con hasta cinco molinos: de distintos tamaños y tipología y con una localización, como veremos, relativamente fácil de determinar gracias al propio Catastro de Ensenada y a la toponimia morateña.

Un batán, una aceña, dos molinos harineros y un molinillo

La prolija, abundante y nunca bien ponderada documentación del Catastro de Ensenada nos permite, casi trescientos años después de su elaboración, aclarar varios aspectos relacionados con el patrimonio molinar de Morata y la existencia de esos cinco molinos a los que nos referíamos anteriormente aunque, esa misma documentación -y también lo reducido en extensión del curso del Tajuña en Morata y su término-, nos hace intuir que en ningún momento hubo cinco molinos funcionando simultáneamente en la villa y que, además, alguno de ellos tuvo tan poca importancia que desapareció casi sin dejar rastro, aunque algo conocemos de él.

Antes de detenernos en cada uno de estos molinos que aparecen en el titulillo de este apartado, veamos cómo afrontaron los redactores del Catastro de Ensenada la existencia de los molinos en Morata y cómo valoraron su importancia en la economía de la villa y en el ciclo e producción y transformación de los cereales.

En primer lugar, y al igual que sucedía con todas los bienes inmuebles catastrados por orden del monarca Fernando VI, los jueces responsables del catastro debían distinguir si los molinos, como el resto de propiedades, estaban adscritas a los bienes de la Iglesia, al patrimonio comunal o concejil o a particulares, bien fueran estos últimos pertenecientes a la nobleza o al estado llano.

Esta distinción aparece claramente delimitada en las denominadas Respuestas Generales del catastro cuando sus redactores, en función de las informaciones que recibían de los peritos locales, como expertos y directos conocedores de la realidad local, señalaron en su respuesta a la pregunta 17 del cuestionario:

17ª A la pregunta diecisiete declararon que de lo que enuncia solo hay en este término un Batán de Paños propio del señor de esta Villa con cuatro pilas y también dos molinos harineros, el uno con tres piedras que es del mismo señor, y otro con otras tres de la capellanía del precitado Don Claudio Sanz que tiene en esta Villa y D. Antonio Camargo, el cual está arrendado en sesenta fanegas de trigo al año y el antecedente en ochenta y siete fanegas y el batán en mil reales.

Poco después, al tratar sobre las propiedades y el patrimonio del Concejo de Morata los peritos indicaron:

23ª A La pregunta veinte y tres declararon que el común de esta Villa no tiene más propiedades que una octava parte del molino harinero que pertenece a la Capellanía del referido don Claudio Sanz y Torres, de que percibe las correspondientes del precio de su arrendamiento que son siete fanegas y media de trigo (…).

En el contenido de estas respuestas sobre los molinos de Morata encontramos, resumida, como evolucionó la propiedad de los molinos del Tajuña desde los lejanos tiempos de la repoblación y reconquista de estas tierras hasta que se catastran a mediados del XVIII. De una propiedad vecinal de la que hablan las fuentes en torno a los siglos XI y XII, vemos como los molinos de Morata, en 1752, han pasado al poder de la nobleza y, en menor grado, a la iglesia. Como mero testimonio de ese pasado comunal de los molinos, el Concejo de Morata aún conservaba la octava parte del molino de Arriba que, como veremos, permanecerá en el patrimonio público hasta las desamortizaciones del siglo XIX.

Esta evolución en el control de los molinos en Morata no era muy distinta a la del resto de pueblos de la vega baja del Tajuña. Aguas arriba de Morata, la nobleza también había acumulado la propiedad de varios molinos: el conde de Altamira, por ejemplo, era propietario de un molino en Perales.

Veamos ya, individualmente, la historia de cada molino de Morata de los que tenemos noticia cierta y documental, más o menos extensa, a lo largo de los siglos y siguiendo el curso del río desde que penetra en el término de Morata y hasta que llega al de Chinchón.

 

Molino del Taray (Batán de paños a partir de la segunda mitad del siglo XVII)

En el siglo XVIII, cuando se elaboró el Catastro de Ensenada, el molino del Taray ya no existía como tal pero no resulta nada aventurado afirmar que el batán* que aparece en la documentación catastral se sirvió de muchas de las infraestructuras del antiguo molino harinero antes de que su propietario, el I marqués de Leganés, decidiera, en torno a 1640, darle un nuevo uso. Los batanes, como los molinos de rodezno, necesitan una presa y un caz para dirigir el agua a la maquinaria molinar, o a los mazos abatanadores, y dar salida, posteriormente, a ese caudal para devolverlo al curso del río. Está claro, por tanto, que al menos ese caz que desviaba el agua es el mismo que se utilizó en el molino.

En cualquier caso, antes de que se llevara a cabo la reconversión de las instalaciones que permitieron convertir el molino de El Taray en un batán –situación que fue muy habitual en muchos molinos de la ribera del Tajuña y que perseguía, como es lógico, aumentar la rentabilidad de esas instalaciones- existe constancia de las características del molino y quiénes fueron algunos de sus propietarios en siglos pasados.

Y es que, gracias en parte a la documentación generada por el I marqués de Leganés, Diego Mexía Felípez de Guzmán, cuando adquirió el señorío de Morata en torno a 1632, conocemos quiénes eran los primitivos propietarios del molino del Taray. Según la información conservada en los antiguos archivos del marqués de Leganés, que posteriormente, a partir del siglo XVIII, pasarían al archivo condal de la Casa de Altamira, fue la primera mujer de Diego Mexía, Policena Espínola, la encargada de iniciar la compra de los primeros inmuebles de los nuevos propietarios del señorío de Morata. Entre estos bienes aparece el molino de El Taray que, por entonces, 1633, aún mantenía su función como molino harinero y era propiedad de varias familias que, como el propio marqués, no residían en Morata y pertenecían, también, al estado nobiliario o a familias de las clases más altas.

Entre los propietarios ligados a estas familias de elevado poder económico figura, por vía matrimonial, un destacado escritor del siglo XVII, Luis Vélez de Guevara, marido de una de las propietarias de la mitad del molino, las hermanas María y Bernarda Palacios López, hijas y herederas de Isabel de Palacios y Gregorio López, médico de Santa Cruz de la Zarza. Fue propio autor de El diablo cojuelo quien, en compañía de su cuñado, realizó la venta de la parte del molino de El Taray que pertenecía a María, la tercera mujer del escritor, y a su hermana:

15 Julio [1633]. Ante el Escribano de Madrid, Antonio Núñez, se hizo la escritura de venta de dos suertes de tierra, en el término de Morata, hecha en favor del Marqués de Leganés, D. Diego Felipe de Guzmán, por el poeta D. Luis Vélez de Guevara y su esposa doña María López de Palacios, y D. Francisco Pérez de Carrión y su mujer, D. Bernarda López de Palacios, como herederos de D. Gregorio López, médico, y Doña Isabel de Palacios, su mujer, en precio de 5.000 reales. (Anales del teatro español correspondientes a los años 1581 a 1625, de Narciso Díaz de Escobar).


 Vista aérea (1975) del antiguao molino del Taray y batán de paños (nomecalles.org)

Adquirida a la familia política de Luis Vélez de Guevara la mitad del molino, para hacerse con la totalidad de la propiedad y, seguramente, acometer ya su reconversión en batán, Policena Espínola debió de negociar con los titulares de la otra mitad. Entre estos propietarios aparece el conde de Puñonrostro**, ligado por vínculos familiares al linaje segoviano de los Arias Dávila y titular, por entonces, de varías partidas de tierra en el término de Morata, que también compró Policena Espínola junto con algunas casas también propiedad del conde en las que se levantaría el palacio señorial.

Gonzalo Arias-Dávila y Leyva, al frente del condado cuando se produjo la venta, disponía de un extenso patrimonio en la comarca y, sobre todo, en el término de Chinchón en el entorno del castillo de Casasola, símbolo de su poder e influencia, poseía la otra mitad del molino del Taray junto con otra familia de origen y residencia segoviana, los Cáceres***. En el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid aparecen los apuntes de estas compras realizadas por Policena Espínola al conde de Puñonrostro y a la familia Cáceres:

(…) Mas veinte mil y cuatrocientos maravedíes que costó a su excelencia la parte que compró a Luis Vélez y Don Francisco Carrión del molino del Taray, porque las demás partes tenía su excelencia compradas al conde de Puñonrostro y don Juan de Cepeda, vecino de Segovia. Como consta de escritura otorgada en seis de (…) del año de cuarenta ante Francisco Suárez. (Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Tomo 5993, fol. 525r-556v).

En otro apunte aparecen las compras a Manuela Cáceres que, como en el caso del conde de Puñonrostro vendió al marques de Leganés también varias tierras en la vega situadas en el paraje de El Taray en las proximidades del molino:

(…) mitad del molino del Taray y tres censos perpetuos y otras cosas que compró su excelencia de Don Juan de Cepeda Navarro, vecino de la ciudad de Segovia por sí y en nombre de doña Manuela de Cáceres (…).

Reiteramos, para finalizar, que en el lejano siglo XIII, en el año 1240, el arcediano de Sepúlveda había fundado dos capellanías en la catedral de Segovia a las que dotó con ocho molinos en Tajuña y sobre unas casas en Morata. Por entonces, insistimos, que tanto Morata, como Chinchón y Titulcia, las últimas villas antes de que el Tajuña desemboque sus aguas en el Jarama, pertenecían a la Comunidad de la Ciudad y Tierra de Segovia, lo que puede ayudarnos a entender cómo los importantes e influyentes linajes segovianos de los Cáceres y los Arias-Dávila pasaron, con el paso de los años, a ser depositarios de parte de este patrimonio molinar en la comarca del bajo Tajuña.

Sobre algunos de estos molinos trataremos en la siguiente entrega del blog, con información sobre la desaparecida aceña levantada a la orilla del río y aguas abajo del molino del Taray y también sobre el conocido como molino de Arriba, hoy molino hundido, también desaparecido y que dejó de funcionar a comienzos del siglo XX.




*Para conocer la historia del batán de paños, construido sobre el antiguo molino de El Taray, se puede acudir a las entradas sobre el mismo publicadas en el blog:

http://historiamorata.blogspot.com/2016/01/el-batan-de-panos-mas-de-trescientos.html

http://historiamorata.blogspot.com/2016/01/el-batan-de-panos-mas-de-trescientos_27.html

http://historiamorata.blogspot.com/2016/02/la-papelera-del-tajuna-nuevo-proyecto.html

http://historiamorata.blogspot.com/2016/02/el-batan-de-panos-de-morata-trescientos.html


** El linaje segoviano de los Arias Dávila, fundado por Diego de Arias-Dávila, tesorero del rey Enrique IV, contó entre sus miembros con personajes tan influyentes como Juan Arias-Dávila, el obispo de Segovia que promovió la edición impresa del primer libro español: el Sinodal de Aguilafuente, y que, como otros miembros de su familia, contaba con bienes en Morata.

Relacionados por vínculos familiares con Juan de Contreras el Viejo, personaje muy controvertido y constructor del castillo de Casasola que pasaría a pertenecer al condado de Puñonrostro, los Arias Dávila contaban en la comarca del bajo Tajuña con un importante patrimonio inmobiliario, incluidos varios molinos entre los que se encontraría el molino de El Taray en Morata. Este poderío económico se extendía a otras localidades del entorno madrileño como Alcobendas, Ciempozuelos o San Agustín de Guadalix.

La influencia en la comarca de los Arias-Dávila se acrecentó notablemente a partir de la creación del condado de Puñonrostro, concedido por Carlos I a Juan Arias Dávila tras posicionarse este a favor del emperador con motivo de la guerra de las Comunidades.

Desde antiguo, los Arias-Dávila fueron propietarios de molinos en la confluencia del Jarama y el Tajuña, como símbolo de su poder señorial. A finales del siglo XVI, según señala Jose Luis Hernanz Elvira en su trabajo Contribución al estudio de las economías nobiliarias en Castilla: los condados de Puñonrostro y Barajas durante el reinado de Felipe II, Juan Arias Dávila, primogénito de Gonzalo Arias Dávila, acusó al titular del mayorazgo, Juan Arias Portocarrero, de haber abandonado y descuidado los bienes adscritos a dicho mayorazgo, lo que había provocado, entre otras consecuencias, el abandono y deterioro de los molinos.



***Sobre el linaje de los Cáceres, propietarios de una parte del molino de El Taray, existe una amplia documentación en torno a la trayectoria de esta familia de judíos conversos que consiguió altas cotas de poder en la ciudad de Segovia. Juan Román y Cárdenas, en sus Noticias Genealógicas del linaje de Segovia trata sobre esta familia, entre cuyos miembros destaca a (…) Antón de Cáceres (…) como hijo segundo de Antón Martínez de Cáceres, señor de la Carretona y de los heredamientos de La Fresneda, Hormoro y Morata (…). Presente en Segovia desde la reconquista, algunos de sus miembros, como Diego de Cáceres, destacan , al contrario que los Arias-Dávila, por su pasado comunero.

Sobre la presencia de esta familia del linaje Cáceres en Morata, recordemos que tras la reconquista Morata estaba incluida en los territorios que la ciudad de Segovia gestionaba al sur de la sierra del Guadarrama. Esta presencia dio lugar a un mayorazgo y a la acumulación de propiedades entre las que se hallaba el mismo molino de El Taray, como hemos visto.

En un documento del siglo XVI, 1547, que recoge una ejecutoria sobre un pleito entre García Guzmán de Herrera, vecino de Alcalá de Henares, y Antón de Cáceres, aparece el proceso judicial entablado para dirimir la herencia de Juan de Cáceres, marido de Francisca de Cáceres. Francisca de Cáceres, al casarse con su primo Juan, había fundado un mayorazgo con los bienes situados en Morata y otras localidades. En la documentación aparecen numerosas propiedades en litigio, muebles e inmuebles, situadas en Morata y, entre ellas, el molino de El Taray, el mismo molino cuya mitad, años después, sería vendida por los descendientes de los Cáceres al marqués de Leganés. Unos años antes de este pleito, otro proceso judicial recoge el enfrentamiento ante los tribunales del conde de Puñonrostro con el citado Guzmán de Herrera, en este caso por desavenencias en el aprovechamiento conjunto del molino de El Taray.


Fuentes y documentación:

  • Regadíos y molinos en la vega del Tajuña (siglos XII-XIII): del control comunitario al dominio señorial. Martín Viso, Iñaki. Universidad de Salamanca. En Agua y sistemas hidráulicos en la Edad Media Hispana. C. Segura coor. Madrid.

  • Castillos, poder feudal y reorganización espacial en la Transierra madrileña (siglos XII-XIII). Martín Viso, Iñaki. Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, H.'' Medieval, t. 13, 2000.

  • Los hospitalarios y la nobleza castellano leonesa (siglos XII-XIII). Barquero Goñi, Carlos. Universidad Autónoma de Madrid.

  • Orígenes de la Orden del Hospital en el reino de Toledo (1144-1214). Rodríguez Picavea, Enrique. Espacio, tiempo y forma. Serie III Historia Medieval. UNED, 2002.

  • Recuperación de los molinos del Tajuña. García Grinda, José Luis. Comunidad de Madrid, Consejería de Política Territorial. Dirección General de Agricultura. Madrid, 1990.

  • Historia de la insigne ciudad de Segovia y compendio de las historias de Castilla. Colmenares, Diego de. Madrid, 1637.

  • Libro de privilegios de la orden de San Juan de Jerusalén en Castilla y León (siglos XII.XIV). Ayala Martínez, Carlos de. Editorial Complutense. Madrid, 1995.

  • Molinos y aceñas en los fueros del sur del Tajo. Val Valdivieso, Isabel del. Universidad de Valladolid. En El Historiador y la sociedad, Homenaje al profesor José María Mínguez. Cruz Díaz, Pablo de la; Corral, Fernando Luis; Martín Viso, Iñaki. Ediciones de la Universidad de Salamanca. Salamanca, 2013.

  • Las ordenanzas de Alcalá de Henares, ratificadas por Felipe II en 1592. Anales Complutenses. Volumen XXIV. Institución de Estudios Complutenses. Alcalá de Henares, 2012.

  • Los pergaminos del Archivo Municipal de Alcalá de Henares: la Carpeta I. Sáez, Carlos. Universidad de Alcalá de Henares. Servicio de Publicaciones. Madrid, 1990.

  • El Fuero Nuevo de Alcalá (Edición). Pérez-Bustamante, Rogelio. Catedrático de historia del Derecho. Universidad Complutense.

  • Notas sobre molinos en los fueros de la provincia de Guadalajara. López de los Mozos, José Ramón. Revista Molinum, nº 30. Asociación para la conservación y Estudios de los Molinos. Enero-febrero, 2012.

  • Agua e industria en la segunda mitad del siglo XVI: los molinos harineros de la Meseta Sur. Vela Santamaría, Francisco Javier. Instituto Universitario de Historia Simancas. Mayo de 2009.

  • Los antiguos molinos harineros madrileños. Peris Barrio, Alejandro. Revista de Folklore. II época, nº 347. Obra social y cultural de Caja España. Valladolid, 1980.

  • Felipe II y el Tajo. López Gómez, Antonio, Arroyo Illera, Fernando, Camero Bullón, Concepción. Departamento de Geografía (Universidad Autónoma de Madrid).

  • Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Madoz, Pascual. Imprenta P. Madoz y L.Sagasti. Madrid, 1846-1850.

  • Acuerdos para construir un molino, plantar álamos y árboles frutales y otros acuerdos referentes a la Compañía de Jesús. Fondo Pleno. A101.00. Ayuntamiento de Arganda del rey. Archivo de la Ciudad.

  • Portal de Archivos españoles (PARES). Catastro de Ensenada. Buscador de localidades. Respuestas Generales.

  • La Capilla de los del Campo en la Parroquia de la Trinidad de Segovia. Marques de Lozoya. Boletín de la sociedad Española de Excursiones. Arte, Arqueología, Historia. Año XXXVI. Cuarto trimestre. Madrid, diciembre de 1928.

  • Anales del teatro español correspondientes a los años 1581 a 1625. Díaz de Escobar, Narciso. Imprenta Helénica. Madrid, 1913.

  • Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Tomo 5993, fol. 525r-556v.

  • Noticias genealógicas del linaje de Segovia continuadas por espacio de seiscientos años. Román y Cárdenas, Juan.

  • Ejecutoria del pleito litigado por García de Guzmán Herrera, vecino de Alcalá de Henares, con Antón de Cáceres, vecino de Segovia. Real Audiencia y Chancillería de Valladolid. Registro de Ejecutorias, caja 641, 10.

  • Ejecutoria del pleito de Juan Arias Dávila, conde de Puñonrostro, García González, de Morata, y Guzmán de Herrera de Alcalá de Henares por el aprovechamiento de un molino de propiedad compartida por los litigantes. Real Audiencia y Chancillería de Valladolid. Pleitos civiles, Fernando Alonso (F) Caja 571, 1.

  • Contribución al estudio de las economías nobiliarias en Castilla: los condados de Puñonrostro y Barajas durante el reinado de Felipe II. Hernanz Elvira, José Luis. Equipo Madrid de Estudios Históricos.


jueves, 21 de julio de 2022

Molinos y aceñas en la vega baja del Tajuña (III)

A mediados del siglo XVIII se catastraron veinte molinos entre Ambite y Titulcia, uno cada tres kilómetros


La existencia de molinos harineros en ciudades, villas y lugares siempre ha sido objeto de interés para las autoridades. La importancia de estos ingenios en el ciclo productivo de los cereales, convertían a los molinos en elemento imprescindible de la sociedad rural y de ahí el interés en controlar su propiedad, características, funcionamiento y el tipo de rentas que producían a sus dueños. Hoy, gracias  a la documentación que se generó en siglos pasados en forma de catastros o interrogatorios fiscales disponemos de una extensa información sobre estos molinos que nos permiten analizar su situación desde los periodos históricos en que alcanzaron su máxima importancia hasta el momento que iniciaron el declive que les llevó a su desaparición. Esta documentación demuestra, por otra parte, la riqueza molinar y el inmenso patrimonio agroindustrial de Ambite, Orusco de Tajuña, Carabaña, Tielmes, Perales de Tajuña, Morata de Tajuña, Chinchón y Titulcia, los municipios de la vega baja del Tajuña que hoy analizamos.



No resulta casual que en la amplia y detallada documentación generada al llevarse a cabo el Catastro de Ensenada, a mediados del siglo XVIII, los molinos aparezcan detallados con sus características en los legajos correspondientes a cada villa por su interés fiscal, económico y social para la Corona. Su existencia aparecía detallada no solo en las declaraciones individuales de cada vecino sino, también, en las denominadas Respuestas Generales que los peritos de cada lugar catastrado registraron atendiendo a la legislación por la que se guiaron los trabajos catastrales.
En el caso de las declaraciones individuales de cada vecino, se ordenaba que entre los bienes declarados por los particulares no faltara en la relación de sus bienes los molinos, con su denominación, características, situación y rendimientos económicos anuales:
(…) por el presente mando que en el término preciso de quince días todos los vecinos cabeza de casa estantes y habitantes de esta Villa o hacendados en ella de cualquier estado, calidad y condición que sean, formen y pongan en mi poder (…) qué molinos harineros, de viento, agua, papel, batanes, caseríos o alquerías de campo o cualquier otro artefacto que haya, qué utilidad produce al año, su situación, nombre y distancia de la población (…).
Para elaborar las denominadas Respuestas Generales del catastro, los legisladores plantearon un Interrogatorio que han de satisfacer bajo de Juramento, las Justicias y demás personas que harán comparecer los intendentes en cada pueblo. Así estaba redactada la pregunta 17 del interrogatorio:
(…) Si hay algunas minas, salinas, molinos harineros o de papel, batanes u otros artefactos en el término, distinguiendo de qué metales y de qué uso, explicando sus dueños y lo que se regula produce cada uno de utilidad al año.
De las respuestas a estas cuestiones del Interrogatorio nos hemos servido para elaborar el siguiente listado de los molinos existentes en las villas que recorre el río Tajuña desde su entrada en la Comunidad de Madrid, en la localidad de Ambite, hasta su desembocadura, en término de Titulcia, en el río en el Jarama.
Además de estos datos catastrales correspondientes a la segunda mitad del siglo XVIII -que aparecen en cursiva al comienzo de la relación de cada municipio-, también incluimos los datos que sobre estos molinos aparecieron con posterioridad en fuentes documentales tan diversas como los diccionarios geográficos, tan abundantes en el siglo XIX, o distintos trabajos históricos de ámbito local o provincial.

Ambite:
A la diez y siete dixeron hay orilla del río Tajuña dos molinos harineros, uno junto al puente con dos piedras corrientes, propio del señor de esta villa y le deja de utilidad mil ochocientos reales anualmente, siendo de su cuenta las quiebras mayores; y el otro que llaman el de El Fraile, con dos piedras corrientes, contigua a dos caminos que el uno va a la villa del Villar del Olmo, y el otro a la de Orusco, y le pertenece al marques de Belzunce* quien percibe de utilidad anual tres mil y trescientos reales de vellón, siendo de su cuenta las quiebras mayores, como de presa, casa y pertrechos (…).
Con anterioridad a esta declaración de mediados del siglo XVIII, en el siglo XVI en Ambite se tiene constancia, según las Relaciones Topográficas, de cuatro molinos y dos batanes. Estos molinos se identificaban como molino de El Puente, de El Fraile, Querencia y El Magedo. En épocas posteriores, según el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar ,de Pascual Madoz, en Ambite se localizaban un molino harinero y un batán. Ya en el siglo XX se citaba una central eléctrica situada en el edificio de uno de los antiguos molinos.

Orusco de Tajuña
A la diez y siete dijeron que hay en este término un molino harinero sobre el río Tajuña, frente de este pueblo, con dos piedras corrientes, perteneciente al señor marqués de Belzunce y le produce anualmente dos mil reales de vellón con las tierras anexas a él rebajadas y a todas quiebras mayores por cuanto las menores son de cuenta de Isabel del Cerro, molinera, y quien le tiene en renta.
Asimismo hay en la propia ribera otros dos molinos o fábricas de papel (…).

Previamente a la documentación del Catastro de Ensenada, en Orusco se cita un molino harinero de tres piedras de uso público  y un batán. En el catastro, como hemos visto, aparece el marques de Belzunze como propietario de un molino harinero, de dos piedras, junto con otros dos ingenios hidráulicos dedicados a la fabricación de papel. La fabricación de papel también aparece en el siglo XIX junto con un molino harinero citado en el diccionario de Madoz.  Las siguientes citas a los molinos de Orusco se refieren a un molino de piensos ya en el siglo XX.

Carabaña
A la diez y siete dijeron que hay en este término sobre el río Tajuña dos molinos harineros, uno junto al puente, y aunque es de cuatro piedras solo tiene dos corrientes y las dos están perdidas, y en especial la primera como se entra, que lo está de inmemorial tiempo a esta parte, y la mitad de dicho molino pertenece al señor de esta villa y la otra a Don Francisco Quijano, vecino de Villarrubia de Ocaña, y dará de utilidad en cada año dos mil reales de vellón, incluidas las islas anejas a él; y el otro al señor marqués de Belzuente, que le llaman el nuevo, y daría de utilidad a su dueño un año con otro mil y trescientos reales, sin comprender las tierras anejas, y de esto se debe rebajar en ambos molinos el coste de quiebras, como de piedras, casa y pertrechos. Así mismo, en la misma ribera hay dos batanes de paños (…)
Con anterioridad a esta cita del Catastro de Ensenada, en el siglo XVI,  en Carabaña se documentan cuatro molinos harineros y dos batanes. Uno de estos molinos pertenecía a la villa de Valdaracete, otro a la Compañía de Jesús, otro a la villa de Campo y el cuarto a la villa de Belmonte de Pozuelo.
Estos molinos de Carabaña aparecen identificados con sus nombres: molino del Tejado o del Abaniquero, molino de El Puente, molino de El Espino y molino Nuevo.
Posteriormente, en el siglo XIX, aparecen citados dos molinos harineros y dos batanes y, en el siglo XX, dos molinos y una central eléctrica.

Plano de la huerta y molino propiedad de las marquesas de Pernia y Riscal en la ribdera del Tajuña en Tielmes (1782). Archivo Real Chancillería de Valladolid. Planos, dibujos, óleos, 55. (Portal de Archivos Españoles PARES)

Tielmes
A la diez y siete dijeron hay en este término, sobre el río Tajuña, dos molinos harineros, uno inmediato a la huerta del señor, que llaman el del Caz, con dos piedras corrientes perteneciente a dicho señor a quien dará de anual utilidad mil seiscientos y dos reales de vellón, incluyéndose en dicho arriendo una tierra de regadío, de caber dos fanegas y media de buena calidad la que se halla aneja a dicho molino; y el otro a la villa de Villarejo, a quien pertenece dos partes de él, otra a don Gregorio Alarcón, vecino de Perales, y otra a Don Joseph de Cárdenas y Torres, presbítero de Ciudad Real como capellán de la que en San Justo y Pastor de Alcalá fundó el rector Gonzalo de Herrera, llamado dicho molino el de Cantarranas, con tres piedras corrientes, y dichos peritos hacen juicio que podrá valer de anual utilidad dos mil y cincuenta y cuatro reales de vellón, los que se reparten entre los interesados según el derecho de cada uno, incluyéndose en este arriendo dos tierras de regadío, de caber ocho fanegas de ínfima calidad, y se deben rebajar en ambos molinos el coste de quiebras mayores, como son presa, caz, piedras, (…), castillejos, portezuelas y regolfos (…).
En el siglo XVI, en las Relaciones Topográficas, únicamente se cita al molino de Cantarranas, del que se dice que van allí a moler vecinos de Valdelaguna. Este único molino de Cantarranas aparece en documentación posterior como perteneciente, la mitad, a la villa de Villarejo. El molino de Cantarranas, que se cita en el XIX como molino harinero en funcionamiento, se convertiría en fábrica de harinas a partir de 1912 y hasta 1980 aproximadamente.
El molino de El Caz aparece por primera vez, como hemos visto, en la documentación del Catastro de Ensenada, pero ya en el siglo XX  solo quedaban las ruinas de las antiguas instalaciones.

Perales de Tajuña
A la pregunta diez y siete declaran: que de lo que expresa solo hay en esta villa y su término tres molinos de harina sobre el río Tajuña que muelen con su agua, uno propio del señor de esta villa, otro que pertenece al marqués de Espinardo y el otro a Don Fernando (…), vecino de Madrid, al que se le regula la utilidad anual de ciento y treinta y una fanegas de trigo en que está arrendado, y al del marqués de Espinardo en noventa y cuatro fanegas de trigo en que está arrendado (…).
A falta de referencias anteriores en las Relaciones Topográficas, aunque como ya vimos en anteriores del blog sí que se documentan al menos dos molinos en Perales por los que se planteó un pleito entre los vecinos y el arzobispado de Toledo, la declaración del Catastro de Ensenada nos indica la existencia de tres molinos harineros. Posteriormente, ya en el siglo XIX, se documenta la existencia de tres presas para remansar el agua del molino de la Concepción, (fábrica de papel), el molino de El Tejado (fábrica de paños) y el molino de El Congosto (molino harinero y fábrica de luz desde 1907).

Morata de Tajuña
A la pregunta diez y siete declararon que de lo (…) solo hay en este término un batán, propio del señor de esta villa, con cuatro pilas, y también dos molinos harineros, el uno con tres piedras que es del mismo señor, y el otro con otras tres piedras de la capellanía del precitado Don Claudio Sanz, el concejo de esta villa y Don Antonio Camargo, el cual está arrendado en sesenta fanegas de trigo al año y el antecedente en ochenta y siete fanegas (…).
Ya vimos que en las Relaciones Topográficas se citaban varios molinos, sin especificar su número. En el catastro de mediados del siglo XVIII se concreta la existencia de dos molinos el de Arriba y el de Abajo, junto con un batán de paños reconvertido a partir de un antiguo molino harinero. Según la cartografía del siglo XIX aparecen tres molinos y Madoz, en su diccionario, cita la existencia de dos molinos.

Chinchón
A la décimo séptima pregunta que hay cinco molinos harineros situados en la ribera del río Tajuña, inmediato a esta población, el uno que se intitula del Henar, perteneciente al conde de Torrehermosa, con tres piedras de molino, las dos corrientes, y le producen mil y setenta y cinco reales en que se incluyen  cuatrocientos del molinero; tres a esta villa, cada uno con dos piedras corrientes y en la misma ribera, llamados la Cuesta, el Batán y el Puente, y le valen cuatro mil y cincuenta y nueve reales, sin la deducción de mil y quinientos del molinero por servirlos uno solo, previniendo que del referido del Puente corresponde a dicho concejo una muela y décima parte y media de otras, y las ocho y media restantes a Don Mathías Ruiz, presbítero de Villaconejos (…) y le rinden trescientos y cincuenta y nueve reales que bajados de la total cantidad queda líquida en tres mil y seiscientos ; y el molino restante a Don Joseph de la Fuente, vecino de esta villa y le produce anualmente tres mil novecientos y sesenta y ocho reales en que van refundidos dos mil quinientos treinta y ocho reales de la utilidad del molinero.
Pese a la ausencia de citas en las Relaciones Topográficas sobre la existencia de molinos harineros en Chinchón, sabemos por fuentes de siglos anteriores que en su término sí que se levantaban molinos al menos desde la época medieval, tal como vimos en pasadas entregas del blog. Por otra parte, la referencia a los cinco molinos catastrados a mediados del siglo XVIII, muestra como Chinchón siempre dispuso de estos ingenios hidráulicos en el recorrido del Tajuña por su extenso término municipal.
Por su nombre, en el siglo XIX, se identifican el molino de La Puente, el molino de Los Camachos, el molino de Recas y el molino de El Batán. Ya en el siglo XX se sigue citando el molino de Camacho; Villa Aurora, reconvertido en una espectacular finca de recreo a comienzos de siglo; molino de El Ligero de la Puente; molino de Recas o Amarillo y, finalmente, el molino de El Batán, que ha mantenido su denominación.

Titulcia
A la diez y siete que hay tres molinos harineros en las inmediaciones de esta villa y sobre el río Tajuña, que el uno llamado el Nuevo pertenece a Don Juan Antonio de Arze, residente en la ciudad de Guatemala de la Nueva España en el que tiene cinco piedras corrientes y le produce mil setecientos y setenta y seis reales, inclusos los mil quinientos y sesenta del molinero. Otro intitulado de (…) propio de la Capellanía de Nuestra señora de la Piedad, patronato del Serenísimo Infante y le valen en arrendamiento tres piedras de cuatro que tiene nueve mil cuatrocientos y cincuenta reales y la otra que pertenece a la Capellanía que fundaron los Perillanes? de Valdemoro (…) y se le regula por ella tres mil ciento y cincuenta reales. Y el otro es el comúnmente llamado El Herreño? con cuatro piedras y con su propiedad y producto corresponden dos quintas partes al marqués de Las Fuentes, residente en la ciudad de Sevilla, otras dos a Francisco Quijano, vecino de Villarrubia de Ocaña y la otra parte a Don Francisco Miguel (…) de Madrid, y se regula (…) dicho molino por mayor diez y nueve mil ciento y cuarenta y cinco reales de vellón, inclusos cuatro mil setecientos cuarenta y cinco del molinero,
En las Relaciones Topográficas se citan, sin especificar su número, los molinos de Titulcia como destino al que acudían a moler de otros pueblos de la comarca. Tras aparecer tres molinos en el Catastro de Ensenada, en la documentación posterior correspondiente a los siglos XIX y XX siempre aparecen dos molinos, fábrica de Arriba y fábrica de Abajo, situados ambos en el denominado caz de los molinos. Al parecer, el tercer molino, el de Pascuala, se desmontó porque perjudicaba al funcionamiento del molino o fábrica de Abajo.

Según se comprueba por el texto precedente relativo a los molinos existentes, en diferentes periodos históricos, en cada uno de los pueblos de la vega baja del Tajuña estos ingenios han tenido una presencia permanente en la comarca. Si tomamos como referencia los años de mediados del siglo XVIII, cuando se elaboró el Catastro de Ensenada, muy fiable como fuente documental, observamos que se registran nada menos que veinte molinos harineros en funcionamiento en el tramo del río que recorre lo que hoy es territorio de la Comunidad de Madrid.
Estos veinte molinos se localizan en los 58 kilómetros que separan Ambite de Titulcia, es decir, aproximadamente cada tres kilómetros se levantaba un molino harinero, la mayoría de ellos con dos piedras molederas, aunque también se registran seis de tres piedras y alguno de hasta cuatro y cinco piedras.
Desde luego, sorprende esta riqueza molinar del, en otros aspectos, modesto Tajuña y en la que no hemos incluido los molinos que se levantaban en el resto de los 254 kilómetros de cauce del rio desde su nacimiento cerca de Maranchón ni tampoco los batanes o fábricas de papel que también se aprovechaban de las aguas del Tajuña. Si comparamos con el cercano Jarama, este río, en el que desemboca el propio Tajuña, se haya muy lejos de acercarse siquiera a la proliferación de molinos que caracteriza al Tajuña. De hecho, en su paso por los términos municipales de Ciempozuelos, San Martín de la Vega y Arganda del Rey  únicamente se registraba un molino a mediados del siglo XVIII, localizado en la acequia Real del Jarama, en San Martín. Ante esta situación, no es extraño que en la villa de Arganda, en 1767 el Concejo tratara de remediar esta carencia de molinos en el pueblo, a pesar de ser absolutamente imprescindibles para moler su cosecha de cereal:
Acuerdo de 13 de octubre de 1767
En la villa de Arganda, a tres días del mes de octubre de mil setecientos sesenta y siete años, los señores Joseph Daganzo y Diego Díaz, alcaldes ordinarios por S. M.de esta villa (…) estando juntos y congregados en la sala capitular de las casas consistoriales como lo tienen de costumbre para tratar y conferir las cosas tratantes y pertenecientes al servicio de de Dios nuestro señor, bien y utilidad de esta república  y sus vecinos acordaron (…)  en hacerse un molino de cubo para moler pan, por tener esta dicha villa la penalidad de ir a moler dos leguas, de que se sigue la pérdida de labores considerables (…).

Morata, y también de Perales, eran el destino obligado para los cosecheros de cereal de Arganda y de otros pueblos carentes de molinos en su término municipal. La próxima semana trataremos más en profundidad sobre estos molinos de Morata y sobre su historia y funcionamiento hasta su desaparición.

* El marques de Belzunce fue hijo de Juan de Goyeneche (1656-1735,) el político ilustrado navarro que levantó el complejo fabril de Nuevo Baztán. Goyeneche fue propietario también de varias instalaciones en las riberas del Tajuña que complementaban su ambicioso proyecto de Nuevo Baztán: una fábrica de paños en La Olmeda, junto con dos molinos de papel y dos batanes localizados en Ambite, Orusco y Carabaña.

Fuentes y documentación:

    • Regadíos y molinos en la vega del Tajuña (siglos XII-XIII): del control comunitario al dominio señorial. Martín Viso, Iñaki. Universidad de Salamanca. En Agua y sistemas hidráulicos en la Edad Media Hispana. C. Segura coor. Madrid.
    • Castillos, poder feudal y reorganización espacial en la Transierra madrileña (siglos XII-XIII). Martín Viso, Iñaki. Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, H.'' Medieval, t. 13, 2000.
    • Los hospitalarios y la nobleza castellano leonesa (siglos XII-XIII). Barquero Goñi, Carlos. Universidad Autónoma de Madrid.
    • Orígenes de la Orden del Hospital en el reino de Toledo (1144-1214). Rodríguez Picavea, Enrique. Espacio, tiempo y forma. Serie III Historia Medieval. UNED, 2002.
    • Recuperación de los molinos del Tajuña. García Grinda, José Luis. Comunidad de Madrid, Consejería de Política Territorial. Dirección General de Agricultura. Madrid, 1990.
    • Historia de la insigne ciudad de Segovia y compendio de las historias de Castilla. Colmenares, Diego de. Madrid, 1637.
    • Libro de privilegios de la orden de San Juan de Jerusalén en Castilla y León (siglos XII.XIV). Ayala Martínez, Carlos de. Editorial Complutense. Madrid, 1995.
    • Molinos y aceñas en los fueros del sur del Tajo. Val Valdivieso, Isabel del. Universidad de Valladolid. En El Historiador y la sociedad, Homenaje al profesor José María Mínguez.  Cruz Díaz, Pablo de la; Corral, Fernando Luis; Martín Viso, Iñaki. Ediciones de la Universidad de Salamanca. Salamanca, 2013.
    • Las ordenanzas de Alcalá de Henares, ratificadas por Felipe II en 1592. Anales Complutenses. Volumen XXIV. Institución de Estudios Complutenses. Alcalá de Henares, 2012.
    • (Los pergaminos del Archivo Municipal de Alcalá de Henares: la Carpeta I. Sáez, Carlos. Universidad de Alcalá de Henares. Servicio de Publicaciones. Madrid, 1990
    • El Fuero Nuevo de Alcalá  (Edición). Pérez-Bustamante, Rogelio. Catedrático de historia del Derecho. Universidad Complutense.
    • Notas sobre molinos en los fueros de la provincia de Guadalajara. López de los Mozos, José Ramón. Revista Molinum, nº 30. Asociación para la conservación y Estudios de los Molinos. Enero-febrero, 2012.
    • Agua e industria en la segunda mitad del siglo XVI: los molinos harineros de la Meseta Sur. Vela Santamaría, Francisco Javier. Instituto Universitario de Historia Simancas. Mayo de 2009.
    • Los antiguos molinos harineros madrileños. Peris Barrio, Alejandro. Revista de Folklore. II época, nº 347. Obra social y cultural de Caja España. Valladolid, 1980.
    • Felipe II y el Tajo. López Gómez, Antonio, Arroyo Illera, Fernando, Camero Bullón, Concepción. Departamento de Geografía (Universidad Autónoma de Madrid).
    • Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Madoz, Pascual. Imprenta P. Madoz y L. Sagasti. Madrid, 1846-1850.
    • Acuerdos para construir un molino, plantar álamos y árboles frutales y otros acuerdos referentes a la Compañía de Jesús. Fondo Pleno. A101.00. Ayuntamiento de Arganda del Rey. Archivo de la Ciudad.
    • Portal de Archivos Españoles (PARES). Catastro de Ensenada. Buscador de localidades. Respuestas Generales.

jueves, 14 de julio de 2022

 

Molinos y aceñas en la vega baja del Tajuña (II)

Los fueros y ordenanzas medievales protegían y regulaban el funcionamiento de estas instalaciones

El cauce permanente del río permitía moler durante todo el año en los molinos del Tajuña

Como vimos la pasada semana, el molino de situaba en el vértice de todo el proceso productivo del cereal. Los molinos, por tanto, resultaban fundamentales e imprescindibles en la fabricación de harinas para la elaboración del pan, base de la alimentación de las clases populares durante siglos. Y como tal elemento vital para la sociedad, las legislaciones de la época, desde la Edad Media prestaron la atención necesaria a los molinos para garantizar su funcionamiento y también otros aspectos como la maquila, la retribución que recibía el molinero por su trabajo. En la entrega de hoy también comprobamos cómo el río Tajuña, gracias a que, a diferencia de otros ríos de la cuenca del Tajo, conservaba su caudal en los meses de verano, era punto de destino para moler en sus molinos granos procedentes de localidades muy alejadas.


A medida que los reyes castellanos fueron avanzando en el dominio y control de los nuevos territorios en torno a la cuenca del Tajo, con la llegada de nuevos pobladores apareció, simultáneamente, todo un corpus legal con el que se trataba de regular la vida social y económica en las ciudades, villas y aldeas. Este nuevo ordenamiento, expresado en los denominados Fueros de población, también buscaron regular los molinos harineros, su construcción, funcionamiento y la gestión de estas instalaciones vitales para toda la sociedad.

Los fueros de Cuenca, o Zorita, por citar algunos de los que se otorgaron en regiones próximas a la ribera del Tajuña, contaban con apartados dedicados a los molinos en los que se regulaban aspectos como el derecho a construir presas y los propios molinos, instalar pesqueras en los mismos o, muy importante, evitar que los nuevos ingenios molinares pudieran perjudicar el funcionamiento de las instalaciones preexistentes.

Isabel del Val Valdievieso ha estudiado, en Molinos y aceñas en los fueros del sur del Tajo, cómo los distintos monarcas castellanos fueron creando esta normativa legal que, por ejemplo, permitía en Toledo que cualquiera pudiera construir un molino en su propiedad, según un privilegio otorgado por Alfonso VIII en 1118. Naturalmente, los nuevos molinos en ningún caso podía perjudicar el funcionamiento de otros molinos y, como vimos la pasada semana, fue muy habitual que se plantearan pleitos como el que enfrentó al arzobispado de Toledo y la Tierra de Alcalá, por un lado, contra la Orden de San Juan y la Tierra de Segovia, por otro, tras la construcción de ocho molinos en las proximidades de Morata y Chinchón. Sobre este ordenamiento, Isabel del Val, indica a modo de conclusión de su trabajo:

(…) Sobre las cuestiones de las que se ocupan [los fueros], destaca la defensa de la propiedad y el amparo de los molinos existentes frente a los de nueva construcción; la preservación de su integridad, y la de los otros dos elementos vinculados, presa y canal; la defensa de quienes quieren repararlo cuando no todos los parcioneros están de acuerdo en realizar la obra; la regulación del uso del agua, y su reparto con quienes la necesitan para regar; y algunas cuestiones referidas a los molineros y su trabajo, la maquila y lo que a ellos pertenece, aspectos que vienen fijados en algunos fueros, de manera que al menos en esos casos es la autoridad foral/concejil y no los señores de los molinos los que marcan la pauta. Parece que en general la razón de tales normas es garantizar a la población la disponibilidad de molinos, y la necesidad de evitar motivos de disputa y por lo tanto de conflicto entre los vecinos.

Si nos ceñimos a la Tierra de Alcalá, a la que pertenecían las villas y aldeas situadas en las riberas del Tajuña (Ambite, Orusco, Carabaña, Tielmes y Perales) existen dos ordenamientos legales que regularon durante siglos el funcionamiento de los molinos y aceñas situados en sus términos. Se trata de las Ordenanzas de Alcalá de Henares y el Fuero de Alcalá que, en distintas versiones, fue evolucionado desde el siglo XI hasta llegar al que se conoce como Fuero Nuevo otorgado por el cardenal Cisneros en 1509.

Las Ordenanzas de Alcalá en su primera versión fueron redactadas por el arzobispo de la sede toledana, don Sancho, en 1268. Estas ordenanzas, que fueron evolucionando con el tiempo, serían ratificadas más de trescientos años después de su redacción original, en 1592, por Felipe II. Trataban sobre aspectos tan dispares como la entrada de vino en Alcalá, el papel de los guardas de monte, los juicios o, en el caso que nos ocupa, la legislación relativa a los molinos localizados en las riberas de los ríos que discurrían por la Tierra de Alcalá. En este caso, se regula el pago de la maquila, el pago en especie con el que, tradicionalmente, se ha remunerado el trabajo de los molineros. Como hay distintas versiones sobre este asunto de la maquila en Henares y Tajuña, reproducimos dos de ellas:

(…) En Alcalá, cualquier molinero maquile a 12 en Fenares [Henares] (meses secos de verano) y a 16 en en Teiuna [Tajuña] (resto del año), y se especifica además la medida que se ha de utilizar, una coza de tamaño que ocho hagan media fanega (…).

Otra redacción del texto referente a la maquila a cobrar por los molineros en los ríos Henares y Tajuña

Demás mandamos que los molinos de Fenares [Henares] que son en término de Alcalá que maquilen del cafiz [cahíz] una fanega; e los molinos de Tajunna que son en término de Alcalá maquilen a diez y seis. (Los pergaminos del Archivo Municipal de Alcalá de Henares: la Carpeta I. Sáez, Carlos. Universidad de Alcalá de Henares. Servicio de Publicaciones. Madrid, 1990. Citado por Jesús Antonio de la Torre Briceño en Historia de la Villa de Morata de Tajuña. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999).

La aparición de los molinos y aceñas en el Fuero Nuevo de Alcalá, es consecuencia de que este ordenamiento recoge textos procedentes de fueros antiguos, algunos desaparecidos y desarrollados desde el siglo XI, cuando se conquistó este territorio a partir de la toma de Toledo en el año 1085. En la versión foral del siglo XVI, otorgada por el cardenal Cisneros como arzobispo de Toledo en 1509, aparecen cuatro capítulos que tratan específicamente sobre los molinos. Reproducimos estas normas referentes según su redacción original que se recoge en la obra El Fuero Nuevo de Alcalá, de Rogelio Pérez-Bustamante;

15. Todo omne que toviere molino en Alcalá o en su término denle camino para el molino río arriba o río ayuso, e sy el molino colare de día o de noche, pague el molinero quanto jurare el que llevó la givera que le falta.

16. Todo omne de Alcalá o de su término que toviere molino, póngase en la canal e eche una piedra punal hasta arriba e con su mano, e quanto alcangare tanto defienda que non gelo pesquen e quien allí pescare pague por de día un real e por de noche dos, al sennor del molino e tórnele el pescado que tomare doblado e del carcavo ayuso pesque quien quisiere.

17. Ninguno omne pueda hazer molino de parte de ayuso de otro molino que mal haga el molino o a la presa.

18. Sy dos omnes o más son herederos en algún molino e la presa fuere quebrada o la casa quemada o cayda, e algunos quisieren labrar e alguno de los herederos non quisiere labrar o reparar el dicho molino, los otros labren e esquimen e non den parte al que non quiso labrar hasta que pague toda su parte de la lavor e reparo, e de que ayan pagado esquimen e non antes e sobre la cosa de la lavor sean creydos por su juramento los que labraron.

En un texto de José Ramón Gómez de los Mozos, que se publicó en la revista Molinum nº 30 en el año 2012, se interpretan estos artículos del Fuero de Alcalá:

En el artículo 15 se refiere a que el molinero que cometiera irregularidades (colare) en su trabajo de moler (cibera) sería condenado a devolver la diferencia.

En el nº 16 se refiere a la protección de la pesca en el curso del rio, aguas arriba del molino, en una distancia determinada por la que se alcanzaría al lanzar una piedra del tamaño de un puño. Quienes contravinieran este punto deberían pagar la multa expresada en el texto. Por el contrario, sí que se permitía la pesca en el cárcavo del propio molino.

En el nº 17 se intenta proteger a los molinos ya existentes de los nuevos ingenios levantados, aguas abajo de su presa, que pudieran afectar a los primeros y generar, como ya hemos visto, un conflicto entre los dos propietarios.

Finalmente, en el nº 18 se trata de regular los derechos de los herederos de un molino y su obligación de cooperar en la reparación, y en los rendimientos, del molino heredado. 


 Presa del molino de Angulo en Morata (museodelamolineria.es)

Los molinos en las Relaciones Topográficas de Felipe II

Como con tantos otros asuntos referentes a la sociedad del siglo XVI, el interrogatorio que Felipe II ordenó realizar en el último tercio de la centuria nos ofrece ahora, cuatrocientos cincuenta años después, la posibilidad de conocer, de primera mano, el equipamiento molinar en todas las ciudades, villas y lugares de su reino. Naturalmente, no siempre estos datos responden con la extensión y fiabilidad necesaria a estas cuestiones que se planteaban en los interrogatorios de 1579 y de 1580.

Por estas Relaciones Topográficas sabemos que solo en la vega baja del Tajuña se levantaban a finales del siglo XVI unos cuarenta molinos, según cita de Alejandro Peris en Los antiguos molinos harineros madrileños, lo que no dejaba de provocar, tal como ya hemos visto, no pocos enfrentamientos entre sus propietarios y entre las mismas villas o aldeas. Es importante reiterar la importancia de estos molinos que se levantaban en el Tajuña y no solo para los lugares en cuyos términos molían el grano. Son numerosas y muy abundantes las referencias que sobre los molinos de la vega baja aparecen en estos años de finales del siglo XVI, así como su importancia en un sistema fabril preindustrial que permitía abastecer con su trabajo a las poblaciones más importantes y pobladas, pero no siempre dotadas de las instalaciones con las que contaban en los pueblos del Tajuña.

El propio Alejandro Peris señala, en el trabajo anteriormente citado, que los molinos localizados en la mayoría de las cuencas del territorio se consideraban de temporada, pero no era así en el caso de los molinos localizados en las riberas del Tajuña. El cauce de nuestro río, modesto y no muy abundante en aguas durante todo el año, disfrutaba, según Peris, de la peculiaridad –y la ventaja, añadimos- de que no se secaba completamente en el periodo de estiaje en el que se agotaban las aguas en la mayoría de los afluentes del Tajo en la región central:

(…) La mayoría de los molinos madrileños eran “de temporada”, es decir que sólo funcionaban unos meses al año, aproximadamente desde los Santos o San Andrés a San Juan. Fuera de esa época, los vecinos de muchos pueblos de la provincia tenían que hacer con sus caballerías o sus carros desplazamientos de hasta 6 o 7 leguas para hacer sus moliendas, principalmente a los molinos del Tajuña, río al que no solía faltarle el agua en todo el año. A Ambite, Campo Real, Orusco, Perales, Morata, etc. iban a moler en la época de estiaje gentes de pueblos tan distantes como Ajalvir, Cobeña, Vicálvaro, Fuenlabrada, etc (…).

Una villa más cercana los pueblos de la vega baja, Arganda del Rey, manifestaba en el Relaciones la necesidad de desplazarse a otras villas situadas junto al Tajuña para moler sus granos:

(…) En otros manantiales que hay, van los vecinos de este lugar a moler a la ribera de Tajuña, que está dos leguas de él, cuyas moliendas no son de este lugar. (Respuesta a la pregunta 23 de la Arganda del Rey).

Ambrosio de Morales, historiador y humanista del siglo XVI, según aparece citado en un trabajo titulado Felipe II y el Tajo, constataba de alguna forma esta riqueza y peculiaridad del Tajuña al referirse al sitio real de Aranjuez, donde el Tajo recibía las aguas del Jarama ya acrecentadas con los caudales del Tajuña y el Henares: Xarama, que con poderse llamar grande viene mayor por haber poco antes entrado en él los dos ríos. Henares y Tajuña, que cada uno trae tanta o más agua que él (…).

Esta peculiar característica del Tajuña, con su cauce constante durante todo el año permitía que sus molinos, a diferencia de otros ingenios instalados en las riberas de ríos menos generosos, contaran, cuando menos, con dos piedras e, incluso, muchos de ellos contaban con tres y hasta cinco piedras molederas.

Lamentablemente, en ninguna de las contestaciones de la villa de Morata al interrogatorio de Felipe II recogido en las Relaciones Topográficas aparecen el número de piedras de los molinos morateños en el siglo XVI pero, por el contrario, sí que se destaca en la respuesta a la pregunta nº 20 del interrogatorio de 1579 que al Tajuña, pese a ser río pequeño, nunca le faltaba agua:

20 A los veinte capítulo dijeron que por junto a la dicha villa de Morata y hacia la arte del mediodía, ochocientas varas de distancia, poco más o menos, pasa un río que se dice Tajuña, que es río pequeño que siempre tiene agua en su tanto (…).

21- (…) y van a moler en la dicha villa a ciertos molinos que hay en su término en el dicho río Tajuña.

En el interrogatorio de 1580 se pone de manifiesto, de nuevo, el caudal de agua del Tajuña en verano:

21. En cuanto al 21 capítulo dijo que la dicha villa es abundosa en agua, porque el dicho río en verano lleva cantidad de agua, y en la dicha villa hay una fuente abundosa (…) y no van a moler fuera de la dicha villa, porque en su término tiene muchos molinos adonde muelen, y vienen de otros muy muchos pueblos a moler.

Una vez constatada y documentada la riqueza molinar del Tajuña y la importancia de sus molinos en el siglo XVI, avanzaremos la próxima semana a un periodo muy concreto, el siglo XVII, para analizar este patrimonio agrícola-industrial que representaban los molinos y aceñas en cada uno de los pueblos de la comarca de la vega baja del Tajuña, así como su evolución en siglos posteriores.


Fuentes y documentación:

  • Regadíos y molinos en la vega del Tajuña (siglos XII-XIII): del control comunitario al dominio señorial. Martín Viso, Iñaki. Universidad de Salamanca. En Agua y sistemas hidráulicos en la Edad Media Hispana. C. Segura coor. Madrid.

  • Castillos, poder feudal y reorganización espacial en la Transierra madrileña (siglos XII-XIII). Martín Viso, Iñaki. Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, H.'' Medieval, t. 13, 2000.

  • Los hospitalarios y la nobleza castellano leonesa (siglos XII-XIII). Barquero Goñi, Carlos. Universidad Autónoma de Madrid.

  • Orígenes de la Orden del Hospital en el reino de Toledo (1144-1214). Rodríguez Picavea, Enrique. Espacio, tiempo y forma. Serie III Historia Medieval. UNED, 2002.

  • Recuperación de los molinos del Tajuña. García Grinda, José Luis. Comunidad de Madrid, Consejería de Política Territorial. Dirección General de Agricultura. Madrid, 1990.

  • Historia de la insigne ciudad de Segovia y compendio de las historias de Castilla. Colmenares, Diego de. Madrid, 1637.

  • Libro de privilegios de la orden de San Juan de Jerusalén en Castilla y León (siglos XII.XIV). Ayala Martínez, Carlos de. Editorial Complutense. Madrid, 1995.

  • Molinos y aceñas en los fueros del sur del Tajo. Val Valdivieso, Isabel del. Universidad de Valladolid. En El Historiador y la sociedad, Homenaje al profesor José María Mínguez. Cruz Díaz, Pablo de la; Corral, Fernando Luis; Martín Viso, Iñaki. Ediciones de la Universidad de Salamanca. Salamanca, 2013.

  • Las ordenanzas de Alcalá de Henares, ratificadas por Felipe II en 1592. Anales Complutenses. Volumen XXIV. Institución de Estudios Complutenses. Alcalá de Henares, 2012.

  • (Los pergaminos del Archivo Municipal de Alcalá de Henares: la Carpeta I. Sáez, Carlos. Universidad de Alcalá de Henares. Servicio de Publicaciones. Madrid, 1990

  • El Fuero Nuevo de Alcalá (Edición). Pérez-Bustamante, Rogelio. Catedrático de historia del Derecho. Universidad Complutense.

  • Notas sobre molinos en los fueros de la provincia de Guadalajara. López de los Mozos, José Ramón. Revista Molinum, nº 30.Asociación para la conservación y Estudios de los Molinos. Enero-febrero, 2012.

  • Agua e industria en la segunda mitad del siglo XVI: los molinos harineros de la Meseta Sur. Vela Santamaría, Francisco Javier. Instituto Universitario de Historia Simancas. Mayo de 2009.

  • Los antiguos molinos harineros madrileños. Peris Barrio, Alejandro. Revista de Folklore. II época, nº 347. Obra social y cultural de Caja España. Valladolid, 1980.

  • Felipe II y el Tajo. López Gómez, Antonio, Arroyo illera, Fernando, Camero Bullón, Concepción. Departamento de Geografía (Universidad Autónoma de Madrid).

jueves, 7 de julio de 2022

Molinos y aceñas en la vega baja del Tajuña

El cauce del Tajuña albergó históricamente un importante patrimonio molinar

En marzo de 1168, la condesa doña Ermesinda donó a la orden de San Juan unos molinos en la ribera del Tajuña. Estamos ante una de las primeras referencias documentales en la que se cita a los molinos del Tajuña, un río que pese a su relativamente modesto caudal, siempre prestó la fuerza de sus aguas a las decenas de molinos y aceñas que se asentaron en sus orillas. En las próximas semanas analizaremos la importancia de estos ingenios hidráulicos en Morata y en la vega baja del Tajuña. Trataremos sobre esos lejanos tiempos medievales que analizamos en esta primera entrega y nos fijaremos también en su papel como elemento determinante e imprescindible en la economía y en la transformación del trigo y otros cereales en harina para la alimentación humana y de los animales. Hablaremos, en fin, sobre la evolución de estos molinos, dónde se levantaron y cómo, algunos desaparecieron y la mayoría pasaron a ser historia. La historia de los molinos en Morata y en las riberas del Tajuña.



Para muchos autores, la presencia de molinos y aceñas en un territorio determinado marcaba las relaciones sociales y económicas que se desarrollaron a partir del avance de los reyes cristianos hacia el sur de la península. Evidentemente, estos ingenios, más o menos avanzados tecnológicamente, de eje vertical u horizontal, ya estaban presentes en la orilla del río durante la dominación árabe e, incluso se puede aventurar que en tiempos de los romanos o de las monarquías visigodas.

Tanta era su importancia, como elemento de control social y como vértice económico y final de todo el proceso de cultivo de los cereales, que aspectos tan fundamentales como su construcción, funcionamiento y propiedad formaba parte del ordenamiento jurídico de los fueros de población que se fueron otorgando a medida que las tropas cristianas conquistaban nuevos territorios.

Tambiém, como elemento central de la economía y de la vida diaria de las aldeas a la que servía, los molinos y aceñas fueron fuente de conflictos en la medida en que su utilización y funcionamiento significaba detraer a otros usos tradicionales como los regadíos, parte de los caudales de los ríos.

Fue este periodo medieval un momento histórico en que la posesión de los molinos, de las aceñas, fue frecuentemente moneda de pago entre estamentos como la monarquía, la nobleza y por supuesto, la Iglesia y las órdenes militares. Como ya hemos citado, la condesa Ermesinda, de origen francés –era condesa de Narbona e hija del duque Aimerico- cede a la orden de San Juan, también conocida como orden del Hospital, unos molinos, sin citar número exacto, en la denominada encomienda de Tajuña*, al frente de la cual se encontraba un tal don Arnaldo.

La propiedad de estos molinos en la ribera del Tajuña había llegado a la familia de la condesa Ermesinda, gracias a la donación de los mismos que había recibido su marido, el conde Manrique Pérez de Lara, de manos del rey Alfonso VII.

Por los datos que han llegado hasta nosotros resulta difícil determinar, si quiera aproximadamente, dónde estaban localizados estos molinos. Sabemos por los textos que los molinos se hallaban junto al cauce del Tajuña, pero sin poder delimitar su situación exacta. Sí que parece que se encontraban en un paraje denominado Valdemolinos, jurisdicción de Segovia, entre lo que hoy serían términos de Chinchón o de Morata, y al oeste de Perales de Tajuña, por entonces perteneciente a la tierra de Alcalá y como total, integrado en el territorio del arzobispado de Toledo. Aunque hoy parezca mentira, aldeas por entonces y ahora muy próximas pertenecían a instituciones dispares y, no pocas veces, enfrentadas.

Una institución de origen religioso como el arzobispado de Toledo, pero con tanto poder territorial, político y social, no podía dejar de estar representada en la propiedad y gestión de los molinos hidráulicos que se levantaban en su extenso territorio, incluido una vega del Tajuña con tanta abundancia de molinos, aceñas y batanes. De hecho, algunas décadas después de que los sanjuanistas se hicieran con los molinos cedidos por la condesa Ermesinda, cerca ya de la desembocadura del río, se planteó un conflicto sobre la propiedad de varios molinos situados también en las riberas del Tajuña pero en las proximidades de Perales y Tielmes, pertenecientes como ya vimos a la tierra de Alcalá y al arzobispado de Toledo.

Este conflicto y quienes lo protagonizaron aparecen en un texto del profesor Iñaki Martín Viso, Regadíos y molinos en la vega del Tajuña (siglos XII-XIII): del control comunitario al dominio señorial. A consecuencia de este litigio sobre la propiedad de los molinos, el rey Alfonso VIII, en el año 1194, mandó averiguar y determinar a sus enviados a la zona a quiénes pertenecían las instalaciones en un conflicto en el que estaban enfrentados vecinos de ambos lugares con el arzobispado toledano. Finalmente, sería esta institución religiosa la que afianzará su presencia en la comarca con la posesión de estos ingenios en Tielmes y en Perales, aunque en este último caso, el arzobispado cedió la propiedad de la mitad de ellos cuando años después, en 1199, se produjo un acuerdo entre las partes.

Para completar una visión sobre cómo estaba distribuida la propiedad en los molinos de la vega del Tajuña en su tramo más próximo a su desembocadura y en este periodo histórico entre los siglos XII y XIII, citaremos otra donación protagonizada por miembros de la Iglesia que afectaba a molinos levantados junto al río Tajuña. En este caso, el arcediano de Sepúlveda, Don Sancho, en el año 1240, fundó dos capellanías en la catedral de Segovia dotadas con los beneficios de dos casas situadas en Morata y nada menos que ocho molinos en Tajuña, según cuenta Juan de Colmenares en su Historia de la insigne ciudad de Segovia y compendio de las historias de Castilla. Tampoco podemos determinar por las fuentes medievales dónde se localizaban estos molinos, pero por los textos de la época también se puede aventurar que se levantaban en el curso bajo del Tajuña y en lo que hoy son términos de Morata y Chinchón** y por aquellos años pertenecientes a la jurisdicción segoviana:

El año siguiente mil y doscientos cuarenta (…) Don Sancho, Arcediano de Sepúlveda. Fundó en veinte y ocho de diciembre dos capellanías, una de San Nicolás y otra de Santa catalina sobre unas casas en Morata y ocho molinos en Tajuña. (…) Y queriendo no ser juzgado por ingrato a don Bernardo, mi señor, presente obispo de Segovia, por cuya permisión fundé la dicha capellanía y cumplí las demás cosas provechosas a la Iglesia, mando que a su señoría se den cada año sesenta sueldos de la moneda de pepiones en mi casa de Morata, si aconteciere aposentarse en ella pasando a su villa de Belmonte. 


Esquema de molino medieval 

Conflictividad por la propiedad y uso de los molinos

El hecho de que en un espacio relativamente muy reducido, como el que comprende el transcurso del Tajuña entre Tielmes y la desembocadura del río en el Jarama, cerca de ya de Titulcia, se levantaran tantos molinos, batanes y aceñas, necesitados de agua para su funcionamiento, no podía dejar de generar conflictos entre los distintos estamentos e instituciones que eran titulares de los derechos de esas instalaciones. Ya hemos visto cómo el rey Alfonso VIII se vio obligado a intervenir y mediar para determinar la propiedad de varios molinos en Tielmes y Perales, pero también los molinos que la condesa Ermesinda donó a la orden de San Juan se vieron afectados, por un conflicto en el que también estaban implicados otros molinos situados en sus proximidades y que, según la documentación transcrita por Iñaki Martín Viso, podrían tratarse de algunos de los molinos que el arcediano Don Sancho había también cedido, como ya hemos visto, a dos capellanías situadas en la catedral de Segovia. Martín Viso se refiere concretamente (…) a situaciones como la provocada por el clérigo Sancho, escribano del Rey que había construido una serie de molinos en ese río [Tajuña] posiblemente en su curso bajo, y que fueron mandados destruir, tras una pesquisa en la que intervinieron hombres de los concejos de Segovia, Madrid, Illescas y Ocaña.

Un documento del 27 de septiembre de 1238, que aparece en el Libro de Privilegios de la orden de San Juan, que también cita Martín Viso, refiere este enfrentamiento entre distintas instituciones territoriales como, en este caso, la catedral de Segovia y la orden de San Juan que reproducimos textualmente en su redacción original:

Pedro Meléndez, caballero del infante Don Alfonso, Don Fernando, alcalde del rey, Martín Fernández, comendador de Oreja, realizan una pesquisa por orden de Fernando III yendo a Tajuña, alli do son los molinos que fueron del conde don Manrique, e son agora de la Horden del Hospital, e que viessemos molinos e calce e presa que mandara y facer Don Sancho, clérigo y escribano del rey; e si nos viessemos e entediessemos que daño fazien a los molinos sobredichos (…) E nos entendimos e vimos verdaderamente con otros ombres buenoes que y se acercaron de Segovia y de Madrid e de Hilliescas e de Ocaña, que los molinos e el calce e la presa que don Sancho mandara facer, que facien gran daño e que empalagaban a los molinos de la Horden e dello non molien a trasecte, e a los otros menguava mucho el moler. E nos (…) mandamoslos desfazer luego. E a día aplazado, que fuese todo desfecho.

Por la fecha, 1238, y los protagonistas del enfrentamiento legal, orden de San Juan y Don Sancho, clérigo y escribano del rey, parece que los molinos que se mandaron desfacer serían los mismos que años después, 1248, serían donados a la catedral de Segovia por el arcediano don Sancho.

En cualquier caso, estos litigios por la propiedad de molinos y aceñas no dejan de ser una consecuencia de la importancia de estos ingenios hidráulicos en la sociedad medieval durante los siglos XII y XIII que hemos tratado en estas líneas. Y también resulta muy significativo que desde que el poder castellano se asentó definitivamente en la comarca del bajo Tajuña, tras la expulsión de los árabes, tuvo lugar un proceso de trasvase en la propiedad, gestión, uso y explotación de los molinos preexistentes en la comarca. En el tan citado trabajo de Iñaki Martín Viso, se pone de manifiesto la evolución experimentada por el sistema hidráulico del río Tajuña, en el que riego y molinos eran elementos centrales –al margen de otros menos determinantes como la pesca-, y cómo estos citados elementos verían como se modificaba su papel con el avance de los años, de manera que la preponderancia y el auge de uno de ellos significaba el descenso y la menor relevancia del otro:

(…) el sistema hidráulico resultante estaba en sus orígenes en manos de las comunidades, quienes habían creado sistemas de riego utilizando las aguas del Tajuña en las vegas cercanas y construyendo algún molino como elemento secundario. A finales del XII, el molino se estaba convirtiendo en un elemento central e iba paulatinamente perdiendo peso el papel del regadío, en una evolución acorde con las necesidades señoriales.

En la práctica, este juego de poderes que llevó a que la propiedad de la mayor parte del patrimonio molinar pasara a depender de distintos señores (de la nobleza, de la Iglesia o de las órdenes militares), provocó que, por ejemplo, las tierras de regadío se destinaran mayoritariamente y durante muchos siglos, como vimos en entregas anteriores del blog, al cultivo de cereales que, necesariamente terminaban su ciclo reproductivo en los mismos molinos. Esta especie de monocultivo cerealísta, a su vez, provocaba un descenso de otros cultivos hortícolas que exigían más agua cuyo ahorro podía destinarse a esos molinos.

Como efecto añadido, en este juego de poderes y contrapoderes y, en ocasiones, de intereses contrapuestos, también fue necesario que las autoridades recogieran en el ordenamiento legal la regulación del funcionamiento de molinos y aceñas, como veremos en próximas entregas, en una demostración más de su importancia no solo en la sociedad medieval sino, también, en periodos históricos posteriores.



*La orden de San Juan, o del Hospital, titular de la encomienda de Tajuña, de la que existen pocas referencias documentales, recibió varias donaciones en territorios de frontera entre Toledo y Segovia por parte de miembros de la nobleza castellana como la familia Pérez de Lara, propietaria de los molinos cedidos a la orden desde que Manrique Pérez de Lara los obtuviera, a su vez, tras una donación del rey Alfonso VII.

Enrique Rodríguez Picavea, en un texto sobre los Orígenes de la Orden del Hospital en el reino de Toledo (1144-1214), recoge las circunstancias de esta donación, que aparece reseñada en el n´º 100 del Libro de los Privilegios de la orden sanjuanista:

(…) Hacia al este, en la ribera del Tajuña, y en el territorio perteneciente jurisdiccionalmente al concejo segoviano, se situaban varias propiedades sanjuanistas, cerca del límite con el término de Alcalá de Henares, y al oeste por tanto de la aldea de Perales de Tajuña. Allí estaban los molinos que Alfonso VIl había donado al conde Manrique Pérez de Lara y que su mujer la condesa doña Ermesinda cedió a la Orden de San Juan en marzo de 1168, en el “locum quem dicunt Molinos de Compte Aimerico''.

En el mismo texto se añade al referirse a la posible localización de los molinos cedidos a la orden de San Juan:

(…) Tal vez su localización más precisa pueda relacionarse con el topónimo Valdemolinos, que todavía se conserva en la zona septentrional del término municipal de Chinchón, cerca del límite de Morata de Tajuña y, en consecuencia, próximo a la antigua frontera que separaba los términos de los concejos de Alcalá y Segovia (…)



** En periodos históricos posteriores a la Edad Media, cuando las fuentes documentales ya eran más precisas y abundantes, en los términos de Morata y de Chinchón se citaban, según las épocas, hasta ocho molinos –cinco en Chinchón y dos molinos y un batán que anteriormente fue molino, en Morata-, lo que confirma la riqueza molinar de ambos municipios, al igual que sucedía en todos los pueblos madrileños –y de la provincia de Guadalajara- que atravesaba el cauce del Tajuña.






Fuentes y documentación:


  • Regadíos y molinos en la vega del Tajuña (siglos XII-XIII): del control comunitario al dominio señorial. Martín Viso, Iñaki. Universidad de Salamanca. En Agua y sistemas hidráulicos en la Edad Media Hispana. C. Segura coor. Madrid.

  • Castillos, poder feudal y reorganización espacial en la Transierra madrileña

  • (siglos xii-xiii). Martín Viso, Iñaki. Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, H.'' Medieval, t. 13, 2000.

  • Los hospitalarios y la nobleza castellano leonesa (siglos XII-XIII). Barquero Goñi, Carlos. Universidad Autónoma de Madrid.

  • Orígenes de la Orden del Hospital en el reino de Toledo (1144-1214). Rodríguez Picavea, Enrique. Espacio, tiempo y forma. Serie III historia Medieval. UNED, 2002.

  • Castillos, poder feudal y reorganización espacial en la Transierra madrileña

  • (siglos xii-xiii). Martín viso, Iñaki. Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, H.'' Medieval, t. 13, 2000.

  • Recuperación de los molinos del Tajuña. García Grinda, José Luis. Comunidad de Madrid, Consejería de Política Territorial. Dirección General de Agricultura. Madrid, 1990.

  • Historia de la insigne ciudad de Segovia y compendio de las historias de Castilla. Colmenares, Diego de. Madrid, 1637.

  • Libro de privilegios de la orden de San Juan de Jerusalén en Castilla y León (siglos XII.XIV).Ayala Martínez, Carlos de. Editorial Complutense. Madrid, 1995.