jueves, 7 de julio de 2022

Molinos y aceñas en la vega baja del Tajuña

El cauce del Tajuña albergó históricamente un importante patrimonio molinar

En marzo de 1168, la condesa doña Ermesinda donó a la orden de San Juan unos molinos en la ribera del Tajuña. Estamos ante una de las primeras referencias documentales en la que se cita a los molinos del Tajuña, un río que pese a su relativamente modesto caudal, siempre prestó la fuerza de sus aguas a las decenas de molinos y aceñas que se asentaron en sus orillas. En las próximas semanas analizaremos la importancia de estos ingenios hidráulicos en Morata y en la vega baja del Tajuña. Trataremos sobre esos lejanos tiempos medievales que analizamos en esta primera entrega y nos fijaremos también en su papel como elemento determinante e imprescindible en la economía y en la transformación del trigo y otros cereales en harina para la alimentación humana y de los animales. Hablaremos, en fin, sobre la evolución de estos molinos, dónde se levantaron y cómo, algunos desaparecieron y la mayoría pasaron a ser historia. La historia de los molinos en Morata y en las riberas del Tajuña.



Para muchos autores, la presencia de molinos y aceñas en un territorio determinado marcaba las relaciones sociales y económicas que se desarrollaron a partir del avance de los reyes cristianos hacia el sur de la península. Evidentemente, estos ingenios, más o menos avanzados tecnológicamente, de eje vertical u horizontal, ya estaban presentes en la orilla del río durante la dominación árabe e, incluso se puede aventurar que en tiempos de los romanos o de las monarquías visigodas.

Tanta era su importancia, como elemento de control social y como vértice económico y final de todo el proceso de cultivo de los cereales, que aspectos tan fundamentales como su construcción, funcionamiento y propiedad formaba parte del ordenamiento jurídico de los fueros de población que se fueron otorgando a medida que las tropas cristianas conquistaban nuevos territorios.

Tambiém, como elemento central de la economía y de la vida diaria de las aldeas a la que servía, los molinos y aceñas fueron fuente de conflictos en la medida en que su utilización y funcionamiento significaba detraer a otros usos tradicionales como los regadíos, parte de los caudales de los ríos.

Fue este periodo medieval un momento histórico en que la posesión de los molinos, de las aceñas, fue frecuentemente moneda de pago entre estamentos como la monarquía, la nobleza y por supuesto, la Iglesia y las órdenes militares. Como ya hemos citado, la condesa Ermesinda, de origen francés –era condesa de Narbona e hija del duque Aimerico- cede a la orden de San Juan, también conocida como orden del Hospital, unos molinos, sin citar número exacto, en la denominada encomienda de Tajuña*, al frente de la cual se encontraba un tal don Arnaldo.

La propiedad de estos molinos en la ribera del Tajuña había llegado a la familia de la condesa Ermesinda, gracias a la donación de los mismos que había recibido su marido, el conde Manrique Pérez de Lara, de manos del rey Alfonso VII.

Por los datos que han llegado hasta nosotros resulta difícil determinar, si quiera aproximadamente, dónde estaban localizados estos molinos. Sabemos por los textos que los molinos se hallaban junto al cauce del Tajuña, pero sin poder delimitar su situación exacta. Sí que parece que se encontraban en un paraje denominado Valdemolinos, jurisdicción de Segovia, entre lo que hoy serían términos de Chinchón o de Morata, y al oeste de Perales de Tajuña, por entonces perteneciente a la tierra de Alcalá y como total, integrado en el territorio del arzobispado de Toledo. Aunque hoy parezca mentira, aldeas por entonces y ahora muy próximas pertenecían a instituciones dispares y, no pocas veces, enfrentadas.

Una institución de origen religioso como el arzobispado de Toledo, pero con tanto poder territorial, político y social, no podía dejar de estar representada en la propiedad y gestión de los molinos hidráulicos que se levantaban en su extenso territorio, incluido una vega del Tajuña con tanta abundancia de molinos, aceñas y batanes. De hecho, algunas décadas después de que los sanjuanistas se hicieran con los molinos cedidos por la condesa Ermesinda, cerca ya de la desembocadura del río, se planteó un conflicto sobre la propiedad de varios molinos situados también en las riberas del Tajuña pero en las proximidades de Perales y Tielmes, pertenecientes como ya vimos a la tierra de Alcalá y al arzobispado de Toledo.

Este conflicto y quienes lo protagonizaron aparecen en un texto del profesor Iñaki Martín Viso, Regadíos y molinos en la vega del Tajuña (siglos XII-XIII): del control comunitario al dominio señorial. A consecuencia de este litigio sobre la propiedad de los molinos, el rey Alfonso VIII, en el año 1194, mandó averiguar y determinar a sus enviados a la zona a quiénes pertenecían las instalaciones en un conflicto en el que estaban enfrentados vecinos de ambos lugares con el arzobispado toledano. Finalmente, sería esta institución religiosa la que afianzará su presencia en la comarca con la posesión de estos ingenios en Tielmes y en Perales, aunque en este último caso, el arzobispado cedió la propiedad de la mitad de ellos cuando años después, en 1199, se produjo un acuerdo entre las partes.

Para completar una visión sobre cómo estaba distribuida la propiedad en los molinos de la vega del Tajuña en su tramo más próximo a su desembocadura y en este periodo histórico entre los siglos XII y XIII, citaremos otra donación protagonizada por miembros de la Iglesia que afectaba a molinos levantados junto al río Tajuña. En este caso, el arcediano de Sepúlveda, Don Sancho, en el año 1240, fundó dos capellanías en la catedral de Segovia dotadas con los beneficios de dos casas situadas en Morata y nada menos que ocho molinos en Tajuña, según cuenta Juan de Colmenares en su Historia de la insigne ciudad de Segovia y compendio de las historias de Castilla. Tampoco podemos determinar por las fuentes medievales dónde se localizaban estos molinos, pero por los textos de la época también se puede aventurar que se levantaban en el curso bajo del Tajuña y en lo que hoy son términos de Morata y Chinchón** y por aquellos años pertenecientes a la jurisdicción segoviana:

El año siguiente mil y doscientos cuarenta (…) Don Sancho, Arcediano de Sepúlveda. Fundó en veinte y ocho de diciembre dos capellanías, una de San Nicolás y otra de Santa catalina sobre unas casas en Morata y ocho molinos en Tajuña. (…) Y queriendo no ser juzgado por ingrato a don Bernardo, mi señor, presente obispo de Segovia, por cuya permisión fundé la dicha capellanía y cumplí las demás cosas provechosas a la Iglesia, mando que a su señoría se den cada año sesenta sueldos de la moneda de pepiones en mi casa de Morata, si aconteciere aposentarse en ella pasando a su villa de Belmonte. 


Esquema de molino medieval 

Conflictividad por la propiedad y uso de los molinos

El hecho de que en un espacio relativamente muy reducido, como el que comprende el transcurso del Tajuña entre Tielmes y la desembocadura del río en el Jarama, cerca de ya de Titulcia, se levantaran tantos molinos, batanes y aceñas, necesitados de agua para su funcionamiento, no podía dejar de generar conflictos entre los distintos estamentos e instituciones que eran titulares de los derechos de esas instalaciones. Ya hemos visto cómo el rey Alfonso VIII se vio obligado a intervenir y mediar para determinar la propiedad de varios molinos en Tielmes y Perales, pero también los molinos que la condesa Ermesinda donó a la orden de San Juan se vieron afectados, por un conflicto en el que también estaban implicados otros molinos situados en sus proximidades y que, según la documentación transcrita por Iñaki Martín Viso, podrían tratarse de algunos de los molinos que el arcediano Don Sancho había también cedido, como ya hemos visto, a dos capellanías situadas en la catedral de Segovia. Martín Viso se refiere concretamente (…) a situaciones como la provocada por el clérigo Sancho, escribano del Rey que había construido una serie de molinos en ese río [Tajuña] posiblemente en su curso bajo, y que fueron mandados destruir, tras una pesquisa en la que intervinieron hombres de los concejos de Segovia, Madrid, Illescas y Ocaña.

Un documento del 27 de septiembre de 1238, que aparece en el Libro de Privilegios de la orden de San Juan, que también cita Martín Viso, refiere este enfrentamiento entre distintas instituciones territoriales como, en este caso, la catedral de Segovia y la orden de San Juan que reproducimos textualmente en su redacción original:

Pedro Meléndez, caballero del infante Don Alfonso, Don Fernando, alcalde del rey, Martín Fernández, comendador de Oreja, realizan una pesquisa por orden de Fernando III yendo a Tajuña, alli do son los molinos que fueron del conde don Manrique, e son agora de la Horden del Hospital, e que viessemos molinos e calce e presa que mandara y facer Don Sancho, clérigo y escribano del rey; e si nos viessemos e entediessemos que daño fazien a los molinos sobredichos (…) E nos entendimos e vimos verdaderamente con otros ombres buenoes que y se acercaron de Segovia y de Madrid e de Hilliescas e de Ocaña, que los molinos e el calce e la presa que don Sancho mandara facer, que facien gran daño e que empalagaban a los molinos de la Horden e dello non molien a trasecte, e a los otros menguava mucho el moler. E nos (…) mandamoslos desfazer luego. E a día aplazado, que fuese todo desfecho.

Por la fecha, 1238, y los protagonistas del enfrentamiento legal, orden de San Juan y Don Sancho, clérigo y escribano del rey, parece que los molinos que se mandaron desfacer serían los mismos que años después, 1248, serían donados a la catedral de Segovia por el arcediano don Sancho.

En cualquier caso, estos litigios por la propiedad de molinos y aceñas no dejan de ser una consecuencia de la importancia de estos ingenios hidráulicos en la sociedad medieval durante los siglos XII y XIII que hemos tratado en estas líneas. Y también resulta muy significativo que desde que el poder castellano se asentó definitivamente en la comarca del bajo Tajuña, tras la expulsión de los árabes, tuvo lugar un proceso de trasvase en la propiedad, gestión, uso y explotación de los molinos preexistentes en la comarca. En el tan citado trabajo de Iñaki Martín Viso, se pone de manifiesto la evolución experimentada por el sistema hidráulico del río Tajuña, en el que riego y molinos eran elementos centrales –al margen de otros menos determinantes como la pesca-, y cómo estos citados elementos verían como se modificaba su papel con el avance de los años, de manera que la preponderancia y el auge de uno de ellos significaba el descenso y la menor relevancia del otro:

(…) el sistema hidráulico resultante estaba en sus orígenes en manos de las comunidades, quienes habían creado sistemas de riego utilizando las aguas del Tajuña en las vegas cercanas y construyendo algún molino como elemento secundario. A finales del XII, el molino se estaba convirtiendo en un elemento central e iba paulatinamente perdiendo peso el papel del regadío, en una evolución acorde con las necesidades señoriales.

En la práctica, este juego de poderes que llevó a que la propiedad de la mayor parte del patrimonio molinar pasara a depender de distintos señores (de la nobleza, de la Iglesia o de las órdenes militares), provocó que, por ejemplo, las tierras de regadío se destinaran mayoritariamente y durante muchos siglos, como vimos en entregas anteriores del blog, al cultivo de cereales que, necesariamente terminaban su ciclo reproductivo en los mismos molinos. Esta especie de monocultivo cerealísta, a su vez, provocaba un descenso de otros cultivos hortícolas que exigían más agua cuyo ahorro podía destinarse a esos molinos.

Como efecto añadido, en este juego de poderes y contrapoderes y, en ocasiones, de intereses contrapuestos, también fue necesario que las autoridades recogieran en el ordenamiento legal la regulación del funcionamiento de molinos y aceñas, como veremos en próximas entregas, en una demostración más de su importancia no solo en la sociedad medieval sino, también, en periodos históricos posteriores.



*La orden de San Juan, o del Hospital, titular de la encomienda de Tajuña, de la que existen pocas referencias documentales, recibió varias donaciones en territorios de frontera entre Toledo y Segovia por parte de miembros de la nobleza castellana como la familia Pérez de Lara, propietaria de los molinos cedidos a la orden desde que Manrique Pérez de Lara los obtuviera, a su vez, tras una donación del rey Alfonso VII.

Enrique Rodríguez Picavea, en un texto sobre los Orígenes de la Orden del Hospital en el reino de Toledo (1144-1214), recoge las circunstancias de esta donación, que aparece reseñada en el n´º 100 del Libro de los Privilegios de la orden sanjuanista:

(…) Hacia al este, en la ribera del Tajuña, y en el territorio perteneciente jurisdiccionalmente al concejo segoviano, se situaban varias propiedades sanjuanistas, cerca del límite con el término de Alcalá de Henares, y al oeste por tanto de la aldea de Perales de Tajuña. Allí estaban los molinos que Alfonso VIl había donado al conde Manrique Pérez de Lara y que su mujer la condesa doña Ermesinda cedió a la Orden de San Juan en marzo de 1168, en el “locum quem dicunt Molinos de Compte Aimerico''.

En el mismo texto se añade al referirse a la posible localización de los molinos cedidos a la orden de San Juan:

(…) Tal vez su localización más precisa pueda relacionarse con el topónimo Valdemolinos, que todavía se conserva en la zona septentrional del término municipal de Chinchón, cerca del límite de Morata de Tajuña y, en consecuencia, próximo a la antigua frontera que separaba los términos de los concejos de Alcalá y Segovia (…)



** En periodos históricos posteriores a la Edad Media, cuando las fuentes documentales ya eran más precisas y abundantes, en los términos de Morata y de Chinchón se citaban, según las épocas, hasta ocho molinos –cinco en Chinchón y dos molinos y un batán que anteriormente fue molino, en Morata-, lo que confirma la riqueza molinar de ambos municipios, al igual que sucedía en todos los pueblos madrileños –y de la provincia de Guadalajara- que atravesaba el cauce del Tajuña.






Fuentes y documentación:


  • Regadíos y molinos en la vega del Tajuña (siglos XII-XIII): del control comunitario al dominio señorial. Martín Viso, Iñaki. Universidad de Salamanca. En Agua y sistemas hidráulicos en la Edad Media Hispana. C. Segura coor. Madrid.

  • Castillos, poder feudal y reorganización espacial en la Transierra madrileña

  • (siglos xii-xiii). Martín Viso, Iñaki. Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, H.'' Medieval, t. 13, 2000.

  • Los hospitalarios y la nobleza castellano leonesa (siglos XII-XIII). Barquero Goñi, Carlos. Universidad Autónoma de Madrid.

  • Orígenes de la Orden del Hospital en el reino de Toledo (1144-1214). Rodríguez Picavea, Enrique. Espacio, tiempo y forma. Serie III historia Medieval. UNED, 2002.

  • Castillos, poder feudal y reorganización espacial en la Transierra madrileña

  • (siglos xii-xiii). Martín viso, Iñaki. Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, H.'' Medieval, t. 13, 2000.

  • Recuperación de los molinos del Tajuña. García Grinda, José Luis. Comunidad de Madrid, Consejería de Política Territorial. Dirección General de Agricultura. Madrid, 1990.

  • Historia de la insigne ciudad de Segovia y compendio de las historias de Castilla. Colmenares, Diego de. Madrid, 1637.

  • Libro de privilegios de la orden de San Juan de Jerusalén en Castilla y León (siglos XII.XIV).Ayala Martínez, Carlos de. Editorial Complutense. Madrid, 1995.










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