viernes, 29 de julio de 2022

 

Molinos y aceñas en la vega baja del Tajuña (IV)

En Morata se documentan hasta cinco molinos harineros

El molino de El Taray perteneció a dos linajes segovianos, los Arias-Dávila y los Cáceres, y a la familia del escritor Luis Vélez de Guevara

El marqués de Leganés reconvirtió el Taray en batán a mediados del siglo XVII

En entregas anteriores vimos cómo las tierras ribereñas de la cuenca baja del Tajuña se llegaron a cuantificar treinta molinos localizados en los ocho municipios de la actual comunidad de Madrid. Previamente, la Tierra de Alcalá y el arzobispado de Toledo, así como la ciudad de Segovia, habían ejercido su dominio en esta comarca regada por las aguas de un río Tajuña tan propició a dar vida a molinos, aceñas y batanes. A artir de esta entrega del blog nos ceñiremos a describir los molinos de Morata y su historia a través de los siglos.


Como ya vimos en anteriores semanas, el territorio de Morata, junto con los términos de Chinchón y de Titulcia, integraba durante siglos parte del territorio que la poderosa Comunidad de la Ciudad y Tierra de Segovia administraba al sur del sistema central. A diferencia de Perales, Tielmes, Carabaña, Orusco y Ambite, los pueblos que ribera arriba formaron parte de la Comunidad de aldeas de Alcalá, durante el periodo medieval Morata estaba adscrita a los sexmos segovianos antes de pasar a depender del arzobispado de Toledo y, ya en el siglo XVI, adquirir el señorío.

Esta presencia segoviana propició que los primeros molinos de estas tierras, desde que existen rastros documentales de estos ingenios, estuvieran relacionados con la catedral de Segovia una vez que el arcediano de Sepúlveda, Sancho Gutiérrez, abad de Santander y también notario mayor de la reina Doña Berenguela fundara en el año 1240 dos capellanías en la catedral segoviana en las capillas de San Nicolás y santa Catalina, dotadas ambas con los beneficios de ocho molinos ribereños del Tajuña y dos casas en Morata.

Sabemos que estos molinos estaban en territorio segoviano y, por tanto, alguno de ellos en el entorno de Morata pero desconocemos su nombre y localización exacta. Tampoco sabemos con certeza si alguno o varios de estos molinos medievales, de propiedad eclesial y segoviana, ocuparon el espacio en el que siglos después, a partir del siglo XVIII, sí que se documenta con exactitud la localización, propiedad y hasta el número de piedras de estos molinos morateños.

Sí que podemos constatar, como veremos, que alguno de estos molinos fueron propiedad, desde mucho antes de que fueran catastrados a mediados del siglo XVIII, de apellidos y linajes ilustres procedentes de la ciudad de Segovia que se habían asentado en estas tierras cuando se procedió a su repoblación tras la reconquista.

Antes de avanzar hasta esos periodos históricos, de los que sí que existe bastante documentación, recordemos también que el primer momento en el que tenemos constancia directa y documental de los molinos morateños, en las Relaciones Topográficas de Felipe II, tampoco sabemos cuántos molinos existían, dónde se localizaban y, mucho menos, quienes eran sus propietarios. Desde luego, eran más de dos y, por pura deducción, se podría asegurar que, cuando menos, el término de Morata llegó a contar con hasta cinco molinos: de distintos tamaños y tipología y con una localización, como veremos, relativamente fácil de determinar gracias al propio Catastro de Ensenada y a la toponimia morateña.

Un batán, una aceña, dos molinos harineros y un molinillo

La prolija, abundante y nunca bien ponderada documentación del Catastro de Ensenada nos permite, casi trescientos años después de su elaboración, aclarar varios aspectos relacionados con el patrimonio molinar de Morata y la existencia de esos cinco molinos a los que nos referíamos anteriormente aunque, esa misma documentación -y también lo reducido en extensión del curso del Tajuña en Morata y su término-, nos hace intuir que en ningún momento hubo cinco molinos funcionando simultáneamente en la villa y que, además, alguno de ellos tuvo tan poca importancia que desapareció casi sin dejar rastro, aunque algo conocemos de él.

Antes de detenernos en cada uno de estos molinos que aparecen en el titulillo de este apartado, veamos cómo afrontaron los redactores del Catastro de Ensenada la existencia de los molinos en Morata y cómo valoraron su importancia en la economía de la villa y en el ciclo e producción y transformación de los cereales.

En primer lugar, y al igual que sucedía con todas los bienes inmuebles catastrados por orden del monarca Fernando VI, los jueces responsables del catastro debían distinguir si los molinos, como el resto de propiedades, estaban adscritas a los bienes de la Iglesia, al patrimonio comunal o concejil o a particulares, bien fueran estos últimos pertenecientes a la nobleza o al estado llano.

Esta distinción aparece claramente delimitada en las denominadas Respuestas Generales del catastro cuando sus redactores, en función de las informaciones que recibían de los peritos locales, como expertos y directos conocedores de la realidad local, señalaron en su respuesta a la pregunta 17 del cuestionario:

17ª A la pregunta diecisiete declararon que de lo que enuncia solo hay en este término un Batán de Paños propio del señor de esta Villa con cuatro pilas y también dos molinos harineros, el uno con tres piedras que es del mismo señor, y otro con otras tres de la capellanía del precitado Don Claudio Sanz que tiene en esta Villa y D. Antonio Camargo, el cual está arrendado en sesenta fanegas de trigo al año y el antecedente en ochenta y siete fanegas y el batán en mil reales.

Poco después, al tratar sobre las propiedades y el patrimonio del Concejo de Morata los peritos indicaron:

23ª A La pregunta veinte y tres declararon que el común de esta Villa no tiene más propiedades que una octava parte del molino harinero que pertenece a la Capellanía del referido don Claudio Sanz y Torres, de que percibe las correspondientes del precio de su arrendamiento que son siete fanegas y media de trigo (…).

En el contenido de estas respuestas sobre los molinos de Morata encontramos, resumida, como evolucionó la propiedad de los molinos del Tajuña desde los lejanos tiempos de la repoblación y reconquista de estas tierras hasta que se catastran a mediados del XVIII. De una propiedad vecinal de la que hablan las fuentes en torno a los siglos XI y XII, vemos como los molinos de Morata, en 1752, han pasado al poder de la nobleza y, en menor grado, a la iglesia. Como mero testimonio de ese pasado comunal de los molinos, el Concejo de Morata aún conservaba la octava parte del molino de Arriba que, como veremos, permanecerá en el patrimonio público hasta las desamortizaciones del siglo XIX.

Esta evolución en el control de los molinos en Morata no era muy distinta a la del resto de pueblos de la vega baja del Tajuña. Aguas arriba de Morata, la nobleza también había acumulado la propiedad de varios molinos: el conde de Altamira, por ejemplo, era propietario de un molino en Perales.

Veamos ya, individualmente, la historia de cada molino de Morata de los que tenemos noticia cierta y documental, más o menos extensa, a lo largo de los siglos y siguiendo el curso del río desde que penetra en el término de Morata y hasta que llega al de Chinchón.

 

Molino del Taray (Batán de paños a partir de la segunda mitad del siglo XVII)

En el siglo XVIII, cuando se elaboró el Catastro de Ensenada, el molino del Taray ya no existía como tal pero no resulta nada aventurado afirmar que el batán* que aparece en la documentación catastral se sirvió de muchas de las infraestructuras del antiguo molino harinero antes de que su propietario, el I marqués de Leganés, decidiera, en torno a 1640, darle un nuevo uso. Los batanes, como los molinos de rodezno, necesitan una presa y un caz para dirigir el agua a la maquinaria molinar, o a los mazos abatanadores, y dar salida, posteriormente, a ese caudal para devolverlo al curso del río. Está claro, por tanto, que al menos ese caz que desviaba el agua es el mismo que se utilizó en el molino.

En cualquier caso, antes de que se llevara a cabo la reconversión de las instalaciones que permitieron convertir el molino de El Taray en un batán –situación que fue muy habitual en muchos molinos de la ribera del Tajuña y que perseguía, como es lógico, aumentar la rentabilidad de esas instalaciones- existe constancia de las características del molino y quiénes fueron algunos de sus propietarios en siglos pasados.

Y es que, gracias en parte a la documentación generada por el I marqués de Leganés, Diego Mexía Felípez de Guzmán, cuando adquirió el señorío de Morata en torno a 1632, conocemos quiénes eran los primitivos propietarios del molino del Taray. Según la información conservada en los antiguos archivos del marqués de Leganés, que posteriormente, a partir del siglo XVIII, pasarían al archivo condal de la Casa de Altamira, fue la primera mujer de Diego Mexía, Policena Espínola, la encargada de iniciar la compra de los primeros inmuebles de los nuevos propietarios del señorío de Morata. Entre estos bienes aparece el molino de El Taray que, por entonces, 1633, aún mantenía su función como molino harinero y era propiedad de varias familias que, como el propio marqués, no residían en Morata y pertenecían, también, al estado nobiliario o a familias de las clases más altas.

Entre los propietarios ligados a estas familias de elevado poder económico figura, por vía matrimonial, un destacado escritor del siglo XVII, Luis Vélez de Guevara, marido de una de las propietarias de la mitad del molino, las hermanas María y Bernarda Palacios López, hijas y herederas de Isabel de Palacios y Gregorio López, médico de Santa Cruz de la Zarza. Fue propio autor de El diablo cojuelo quien, en compañía de su cuñado, realizó la venta de la parte del molino de El Taray que pertenecía a María, la tercera mujer del escritor, y a su hermana:

15 Julio [1633]. Ante el Escribano de Madrid, Antonio Núñez, se hizo la escritura de venta de dos suertes de tierra, en el término de Morata, hecha en favor del Marqués de Leganés, D. Diego Felipe de Guzmán, por el poeta D. Luis Vélez de Guevara y su esposa doña María López de Palacios, y D. Francisco Pérez de Carrión y su mujer, D. Bernarda López de Palacios, como herederos de D. Gregorio López, médico, y Doña Isabel de Palacios, su mujer, en precio de 5.000 reales. (Anales del teatro español correspondientes a los años 1581 a 1625, de Narciso Díaz de Escobar).


 Vista aérea (1975) del antiguao molino del Taray y batán de paños (nomecalles.org)

Adquirida a la familia política de Luis Vélez de Guevara la mitad del molino, para hacerse con la totalidad de la propiedad y, seguramente, acometer ya su reconversión en batán, Policena Espínola debió de negociar con los titulares de la otra mitad. Entre estos propietarios aparece el conde de Puñonrostro**, ligado por vínculos familiares al linaje segoviano de los Arias Dávila y titular, por entonces, de varías partidas de tierra en el término de Morata, que también compró Policena Espínola junto con algunas casas también propiedad del conde en las que se levantaría el palacio señorial.

Gonzalo Arias-Dávila y Leyva, al frente del condado cuando se produjo la venta, disponía de un extenso patrimonio en la comarca y, sobre todo, en el término de Chinchón en el entorno del castillo de Casasola, símbolo de su poder e influencia, poseía la otra mitad del molino del Taray junto con otra familia de origen y residencia segoviana, los Cáceres***. En el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid aparecen los apuntes de estas compras realizadas por Policena Espínola al conde de Puñonrostro y a la familia Cáceres:

(…) Mas veinte mil y cuatrocientos maravedíes que costó a su excelencia la parte que compró a Luis Vélez y Don Francisco Carrión del molino del Taray, porque las demás partes tenía su excelencia compradas al conde de Puñonrostro y don Juan de Cepeda, vecino de Segovia. Como consta de escritura otorgada en seis de (…) del año de cuarenta ante Francisco Suárez. (Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Tomo 5993, fol. 525r-556v).

En otro apunte aparecen las compras a Manuela Cáceres que, como en el caso del conde de Puñonrostro vendió al marques de Leganés también varias tierras en la vega situadas en el paraje de El Taray en las proximidades del molino:

(…) mitad del molino del Taray y tres censos perpetuos y otras cosas que compró su excelencia de Don Juan de Cepeda Navarro, vecino de la ciudad de Segovia por sí y en nombre de doña Manuela de Cáceres (…).

Reiteramos, para finalizar, que en el lejano siglo XIII, en el año 1240, el arcediano de Sepúlveda había fundado dos capellanías en la catedral de Segovia a las que dotó con ocho molinos en Tajuña y sobre unas casas en Morata. Por entonces, insistimos, que tanto Morata, como Chinchón y Titulcia, las últimas villas antes de que el Tajuña desemboque sus aguas en el Jarama, pertenecían a la Comunidad de la Ciudad y Tierra de Segovia, lo que puede ayudarnos a entender cómo los importantes e influyentes linajes segovianos de los Cáceres y los Arias-Dávila pasaron, con el paso de los años, a ser depositarios de parte de este patrimonio molinar en la comarca del bajo Tajuña.

Sobre algunos de estos molinos trataremos en la siguiente entrega del blog, con información sobre la desaparecida aceña levantada a la orilla del río y aguas abajo del molino del Taray y también sobre el conocido como molino de Arriba, hoy molino hundido, también desaparecido y que dejó de funcionar a comienzos del siglo XX.




*Para conocer la historia del batán de paños, construido sobre el antiguo molino de El Taray, se puede acudir a las entradas sobre el mismo publicadas en el blog:

http://historiamorata.blogspot.com/2016/01/el-batan-de-panos-mas-de-trescientos.html

http://historiamorata.blogspot.com/2016/01/el-batan-de-panos-mas-de-trescientos_27.html

http://historiamorata.blogspot.com/2016/02/la-papelera-del-tajuna-nuevo-proyecto.html

http://historiamorata.blogspot.com/2016/02/el-batan-de-panos-de-morata-trescientos.html


** El linaje segoviano de los Arias Dávila, fundado por Diego de Arias-Dávila, tesorero del rey Enrique IV, contó entre sus miembros con personajes tan influyentes como Juan Arias-Dávila, el obispo de Segovia que promovió la edición impresa del primer libro español: el Sinodal de Aguilafuente, y que, como otros miembros de su familia, contaba con bienes en Morata.

Relacionados por vínculos familiares con Juan de Contreras el Viejo, personaje muy controvertido y constructor del castillo de Casasola que pasaría a pertenecer al condado de Puñonrostro, los Arias Dávila contaban en la comarca del bajo Tajuña con un importante patrimonio inmobiliario, incluidos varios molinos entre los que se encontraría el molino de El Taray en Morata. Este poderío económico se extendía a otras localidades del entorno madrileño como Alcobendas, Ciempozuelos o San Agustín de Guadalix.

La influencia en la comarca de los Arias-Dávila se acrecentó notablemente a partir de la creación del condado de Puñonrostro, concedido por Carlos I a Juan Arias Dávila tras posicionarse este a favor del emperador con motivo de la guerra de las Comunidades.

Desde antiguo, los Arias-Dávila fueron propietarios de molinos en la confluencia del Jarama y el Tajuña, como símbolo de su poder señorial. A finales del siglo XVI, según señala Jose Luis Hernanz Elvira en su trabajo Contribución al estudio de las economías nobiliarias en Castilla: los condados de Puñonrostro y Barajas durante el reinado de Felipe II, Juan Arias Dávila, primogénito de Gonzalo Arias Dávila, acusó al titular del mayorazgo, Juan Arias Portocarrero, de haber abandonado y descuidado los bienes adscritos a dicho mayorazgo, lo que había provocado, entre otras consecuencias, el abandono y deterioro de los molinos.



***Sobre el linaje de los Cáceres, propietarios de una parte del molino de El Taray, existe una amplia documentación en torno a la trayectoria de esta familia de judíos conversos que consiguió altas cotas de poder en la ciudad de Segovia. Juan Román y Cárdenas, en sus Noticias Genealógicas del linaje de Segovia trata sobre esta familia, entre cuyos miembros destaca a (…) Antón de Cáceres (…) como hijo segundo de Antón Martínez de Cáceres, señor de la Carretona y de los heredamientos de La Fresneda, Hormoro y Morata (…). Presente en Segovia desde la reconquista, algunos de sus miembros, como Diego de Cáceres, destacan , al contrario que los Arias-Dávila, por su pasado comunero.

Sobre la presencia de esta familia del linaje Cáceres en Morata, recordemos que tras la reconquista Morata estaba incluida en los territorios que la ciudad de Segovia gestionaba al sur de la sierra del Guadarrama. Esta presencia dio lugar a un mayorazgo y a la acumulación de propiedades entre las que se hallaba el mismo molino de El Taray, como hemos visto.

En un documento del siglo XVI, 1547, que recoge una ejecutoria sobre un pleito entre García Guzmán de Herrera, vecino de Alcalá de Henares, y Antón de Cáceres, aparece el proceso judicial entablado para dirimir la herencia de Juan de Cáceres, marido de Francisca de Cáceres. Francisca de Cáceres, al casarse con su primo Juan, había fundado un mayorazgo con los bienes situados en Morata y otras localidades. En la documentación aparecen numerosas propiedades en litigio, muebles e inmuebles, situadas en Morata y, entre ellas, el molino de El Taray, el mismo molino cuya mitad, años después, sería vendida por los descendientes de los Cáceres al marqués de Leganés. Unos años antes de este pleito, otro proceso judicial recoge el enfrentamiento ante los tribunales del conde de Puñonrostro con el citado Guzmán de Herrera, en este caso por desavenencias en el aprovechamiento conjunto del molino de El Taray.


Fuentes y documentación:

  • Regadíos y molinos en la vega del Tajuña (siglos XII-XIII): del control comunitario al dominio señorial. Martín Viso, Iñaki. Universidad de Salamanca. En Agua y sistemas hidráulicos en la Edad Media Hispana. C. Segura coor. Madrid.

  • Castillos, poder feudal y reorganización espacial en la Transierra madrileña (siglos XII-XIII). Martín Viso, Iñaki. Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, H.'' Medieval, t. 13, 2000.

  • Los hospitalarios y la nobleza castellano leonesa (siglos XII-XIII). Barquero Goñi, Carlos. Universidad Autónoma de Madrid.

  • Orígenes de la Orden del Hospital en el reino de Toledo (1144-1214). Rodríguez Picavea, Enrique. Espacio, tiempo y forma. Serie III Historia Medieval. UNED, 2002.

  • Recuperación de los molinos del Tajuña. García Grinda, José Luis. Comunidad de Madrid, Consejería de Política Territorial. Dirección General de Agricultura. Madrid, 1990.

  • Historia de la insigne ciudad de Segovia y compendio de las historias de Castilla. Colmenares, Diego de. Madrid, 1637.

  • Libro de privilegios de la orden de San Juan de Jerusalén en Castilla y León (siglos XII.XIV). Ayala Martínez, Carlos de. Editorial Complutense. Madrid, 1995.

  • Molinos y aceñas en los fueros del sur del Tajo. Val Valdivieso, Isabel del. Universidad de Valladolid. En El Historiador y la sociedad, Homenaje al profesor José María Mínguez. Cruz Díaz, Pablo de la; Corral, Fernando Luis; Martín Viso, Iñaki. Ediciones de la Universidad de Salamanca. Salamanca, 2013.

  • Las ordenanzas de Alcalá de Henares, ratificadas por Felipe II en 1592. Anales Complutenses. Volumen XXIV. Institución de Estudios Complutenses. Alcalá de Henares, 2012.

  • Los pergaminos del Archivo Municipal de Alcalá de Henares: la Carpeta I. Sáez, Carlos. Universidad de Alcalá de Henares. Servicio de Publicaciones. Madrid, 1990.

  • El Fuero Nuevo de Alcalá (Edición). Pérez-Bustamante, Rogelio. Catedrático de historia del Derecho. Universidad Complutense.

  • Notas sobre molinos en los fueros de la provincia de Guadalajara. López de los Mozos, José Ramón. Revista Molinum, nº 30. Asociación para la conservación y Estudios de los Molinos. Enero-febrero, 2012.

  • Agua e industria en la segunda mitad del siglo XVI: los molinos harineros de la Meseta Sur. Vela Santamaría, Francisco Javier. Instituto Universitario de Historia Simancas. Mayo de 2009.

  • Los antiguos molinos harineros madrileños. Peris Barrio, Alejandro. Revista de Folklore. II época, nº 347. Obra social y cultural de Caja España. Valladolid, 1980.

  • Felipe II y el Tajo. López Gómez, Antonio, Arroyo Illera, Fernando, Camero Bullón, Concepción. Departamento de Geografía (Universidad Autónoma de Madrid).

  • Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Madoz, Pascual. Imprenta P. Madoz y L.Sagasti. Madrid, 1846-1850.

  • Acuerdos para construir un molino, plantar álamos y árboles frutales y otros acuerdos referentes a la Compañía de Jesús. Fondo Pleno. A101.00. Ayuntamiento de Arganda del rey. Archivo de la Ciudad.

  • Portal de Archivos españoles (PARES). Catastro de Ensenada. Buscador de localidades. Respuestas Generales.

  • La Capilla de los del Campo en la Parroquia de la Trinidad de Segovia. Marques de Lozoya. Boletín de la sociedad Española de Excursiones. Arte, Arqueología, Historia. Año XXXVI. Cuarto trimestre. Madrid, diciembre de 1928.

  • Anales del teatro español correspondientes a los años 1581 a 1625. Díaz de Escobar, Narciso. Imprenta Helénica. Madrid, 1913.

  • Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Tomo 5993, fol. 525r-556v.

  • Noticias genealógicas del linaje de Segovia continuadas por espacio de seiscientos años. Román y Cárdenas, Juan.

  • Ejecutoria del pleito litigado por García de Guzmán Herrera, vecino de Alcalá de Henares, con Antón de Cáceres, vecino de Segovia. Real Audiencia y Chancillería de Valladolid. Registro de Ejecutorias, caja 641, 10.

  • Ejecutoria del pleito de Juan Arias Dávila, conde de Puñonrostro, García González, de Morata, y Guzmán de Herrera de Alcalá de Henares por el aprovechamiento de un molino de propiedad compartida por los litigantes. Real Audiencia y Chancillería de Valladolid. Pleitos civiles, Fernando Alonso (F) Caja 571, 1.

  • Contribución al estudio de las economías nobiliarias en Castilla: los condados de Puñonrostro y Barajas durante el reinado de Felipe II. Hernanz Elvira, José Luis. Equipo Madrid de Estudios Históricos.


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