jueves, 23 de junio de 2022

 

Siembra, siega y trilla, el trigo y otros cereales en Morata (IV)

Impuestos eclesiásticos a los cereales, motines de subsistencias y pósitos municipales

Las Ordenanzas de Morata y el cultivo y comercio de granos

Como hemos visto en las últimas entregas del blog, todo lo que se relacionaba con los cereales influía y marcaba la vida diaria de la población. Esta importancia del trigo y la cebada se manifestaba en el trabajo en el campo -desde la siembra hasta que la cosecha se guardaba en los graneros-, en la economía de las familias y, por supuesto, en la alimentación diaria, donde el pan era un elemento fundamental de la dieta. Y al igual que los años de buenas cosechas eran sinónimo de prosperidad y paz social, cuando llegaban los años de escasez toda la sociedad lo notaba, desde las familias más humildes, atrapadas en el hambre, hasta los estamentos más influyentes, como la Iglesia, que veía disminuir sus ingresos procedentes de los diezmos.



A falta de estadísticas específicas, la documentación que recoge el pago anual de los diezmos a la Iglesia ha sido una de las fuentes que han permitido conocer con mayor fiabilidad los datos de producción de la agricultura en España durante muchos siglos. El impuesto eclesiástico de los diezmos, tan antiguo como la llegada de la religión cristiana a los países de occidente, ha permitido a los investigadores conocer y analizar, con datos reales, la evolución de las cosechas agrarias a lo largo de los siglos.

En el caso de los cereales en Morata en la época que hemos estado analizando del siglo XVIII contamos con los datos que, a raíz de la elaboración del catastro de Ensenada, recogen los pagos por el impuesto eclesiástico del diezmo que se aplicaban a los distintos cultivos y actividades económicas que se llevaban a cabo en la villa.

La relación del pago de estos impuestos eclesiásticos entre 1746 y 1750, los cinco años inmediatamente anteriores a los trabajos del catastro, la conocemos gracias a la certificación que presentó la escribanía mayor de decimales de la ciudad de Alcalá, en la que se incluía Morata como villa del Arzobispado de Toledo, destinatario final de estos diezmos. Según esta certificación, en cada año del quinquenio anterior a la elaboración del catastro, las cantidades abonadas por los distintos tipos de diezmos eran las siguientes:

(…) en cada un año del referido quinquenio han valido estos derechos cuarenta y ocho caíces [un cahiz equivalía a 12 fanegas], diez fanegas, cuatro celemines y un quinto y medio de trigo.

Setenta y seis caíces, dos fanegas, cuatro celemines y cuatro quintos de cebada.

Doscientos y nueve mil y seiscientos maravedíes, de vinos.

Doscientos cincuenta y tres mil y doscientos de menudos.

Sesenta y tres mil quinientos y once de corderos.

Y ochenta y cuatro mil trescientos cincuenta y cinco de obreros.

En esta relación se constata que los diezmos siempre se abonaban en dinero, a excepción precisamente de los correspondientes a los cereales –trigo y cebada-, que se pagaban en especie. Si convertimos en dinero en metálico el importe de estos diezmos del trigo, comprobamos que reducidos a fanegas, ascendían a 486 fanegas, que al precio de 19 reales, suponían 9.234 reales o 313.956 maravedíes al año. En el caso de la cebada, el diezmo anual ascendía a 914 fanegas de este cereal, cuyo importe, a 7 reales la fanega, significaban 6.398 reales o 217.532 maravedíes, con lo que el diezmo anual de cereales ascendía en Morata a 15.632 reales o 531.488 maravedíes

Según estas cifras solamente el trigo y la cebada significaban aproximadamente la mitad de la riqueza generada anualmente en la villa de Morata ya que esos 15.632 reales que se pagaban en diezmos sumaban casi lo mismo que el resto de diezmos que recibía el arzobispado de Toledo en la villa de Morata por el resto de cultivos y actividades, 17.960 reales, (diezmos del vino, menudos, corderos y obreros).

Motines de subsistencia, pósitos y pan de registro

Si en una villa como Morata, dedicada fundamentalmente a la agricultura, el trigo y la cebada generaban una actividad económica tan importante para todos sus vecinos, se dedicaran o no al trabajo en el campo, no menos importante resultaba para toda la sociedad que el trabajo de todos estos agricultores morateños y los de toda Castilla lograran abastecer a la población de un alimento básico como el pan.

Elaborado a partir de cereales como el trigo, que el precio del pan estuviera al alcance de las clases populares dependía de las oscilaciones en las cosechas de cereales, del aumento o descenso en la producción de grano. Por lo tanto, el precio de un alimento tan básico como el pan, constituía siempre una preocupación para las autoridades en todos los niveles de la administración, de ahí que siempre procuraran contar con las herramientas legales que evitaran los problemas derivados de la carestía de un alimento básico como eran los pósitos* o el denominado pan de registro**

Los periodos de malas cosechas de cereales en el campo siempre podían provocar la escasez de grano, la subida de su precio y, como temido efecto, el incremento del precio del pan. Sería muy extenso y alejado de la intención del blog relatar todos y cada uno de los motines provocados en sociedad española originados en el precio o en la escasez del pan, aunque uno sí que analizaremos, como ejemplo, el denominado motín de Esquilache (ministro italiano del rey Carlos III).

El motín de Esquilache 1760, desencadenado en unos años muy próximos a los que tratamos en estas semanas, cuando se elaboró el catastro, es un buen ejemplo de levantamiento popular motivado por una crisis alimentaria. Pese a que el origen del motín se ha atribuido en algunas ocasiones a motivos secundarios, como la prohibición de utilizar a la población las típicas capas castellanas, en realidad los disturbios tuvieron su origen principal en la carestía del pan:

(…) Las malas cosechas y la Ley de Liberación de cereales hicieron subir el precio del trigo, viéndose las capas más bajas de la sociedad con problemas para conseguir el pan y los alimentos, según señala María del Carmen García Estradé en su libro El motín de Esquilache en la en la historia y en la literatura: el enfrentamiento entre la monarquía española y la compañía de Jesús. En esta misma obra, citando al historiador Antonio Domínguez, se añade:

El pueblo madrileño que como el de toda España vivía casi al límite de la subsistencia, tenía otro motivo más hondo de preocupación [que la longitud de las capas]: el encarecimiento de los artículos de primera necesidad, en especial el pan, que por efecto de las malas cosechas había subido de 25 maravedíes la pieza de dos libras en 1760 hasta 48 (doce cuartos) en la primavera de 1766, y alzas similares habían experimentado el aceite y el tocino, alimentos también indispensables en las dietas de las clases populares (…)

Para intentar atajar y evitar estos motines y levantamientos populares se crearon los denominados pósitos de trigo. Los pósitos fueron unas instituciones con origen en la Edad Media cuyo fin era intentar garantizar el suministro de pan a los habitantes de las ciudades y villas y, también, asegurar la existencia de trigo para que los agricultores pudieran sembrar el cereal en periodos de escasez y así garantizar la cosecha del siguiente año.

En la obra Los pósitos municipales y su documentación, de Mª del Carmen Fernández Hidalgo y Mariano García Ruipérez, se recoge la definición de pósito según el Diccionario de Autoridades: casa en que se guarda la cantidad de trigo que en las ciudades, villas y lugares se tiene de repuesto y prevención, para usar en tiempo de necesidad y carestía.

Morata, también contó históricamente con esta institución y, según recoge Mariano García en Revueltas sociales en la provincia de Toledo, en 1802, en un periodo de crisis acentuada de estas instituciones, el pósito de Morata tenía consignadas 1.448 fanegas de trigo que había repartido en campañas precedentes, en las que se incluían también deudas en especie contraídas por los agricultores que sólo habían reintegrado al pósito 107 fanegas. Con el paso del tiempo los pósitos municipales derivaron en una especie de bancos locales que, lejos ya de facilitar el trigo a los agricultores para la siembra, les prestaban pequeñas cantidades de dinero a un bajo interés.

En cuanto al denominado pan de registro, fue también un intento de garantizar el abastecimiento de pan y trigo a una gran ciudad como Madrid. Creada en 1581, esta institución obligaba a las localidades que formaban el cinturón de Madrid a abastecer con distintas cantidades de pan a la capital de la Corona en función de su mayor o menor cercanía a la misma en unas distancias que oscilaban entre 5 y 20 leguas. El pan de registro, controlado por la Sala de Alcaldes de Casa y Corte en la conocida Casa de la Panadería de la plaza Mayor de Madrid, también afectaba a Morata, situada a algo más de 6 leguas de la capital. 


Copia de las Ordenanzas de Morata (Ms 4.508 BNE) 

El cultivo de cereales y las Ordenanzas de Morata.

Constatada la importancia de los cereales para la economía local, y de toda la Corona castellana, no resulta extraño que las Ordenanzas de Morata se ocuparan extensamente de los plantíos de trigo y otros cereales, así como con todo lo relacionado con la siega y, por supuesto, la trilla posterior en las eras de la villa.

Hasta 5 de los 51 capítulos que ocupan las Ordenanzas de Morata, aprobadas por el Concejo en 1734, se ocupan específicamente de los cereales y, particularmente del trigo y la cebada. Al igual que en los casos del olivar y del viñedo, con este ordenamiento de carácter local se trataba de regular y proteger las actividades relacionadas con el trigo y la cebada, siempre con el objetivo de garantizar las cosechas de estos granos del que tantas familias de agricultores y jornaleros de la villa dependían.

La primera de las actividades que se regulaba era la siega del cereal y la fecha del comienzo de esta actividad, siempre con el objetivo de obtener la mejor calidad en los granos:

17 Ítem que ninguna persona vaya ni envíe a segar trigo ni cebada ni otros panes hasta tanto que dé orden de la Justicia se reconozca que están sazonados, se haga el precio por fanega según se acostumbra para dicha siega y se publique haciéndolo saber, por evitar los perjuicios de coger el fruto sin la debida sazón, pena de trescientos maravedíes y el fruto perdido, y la agravación según la reiteración.

Consecuencia directa de este punto que fijaba el inicio de la siega, otros dos apartados de las Ordenanzas fijaban el momento en que se podía entrar a espigar [rebuscar los granos y espigas] y, a continuación, el periodo en que los ganados podían pastar las parcelas segadas, siempre después de que se hubieran espigado:

18 Ítem, ordenaron que persona alguna pueda entrar a espigar en los panes ajenos así cuando se siegan como cuando se sacan hasta estar acabadas de sacar las mieses so pena de trescientos maravedíes y la agravación según la reiteración sin que sirva de refugio a los padres o a los amos el que los tales siendo muchachos lo hayan ejecutado sin su orden.

20 Ítem que por cuanto se experimenta que luego al punto que se sacan las azinas y de pocos años a esta parte aun estando con ellas en los rastrojos entran los pastores con sus ganados a pastarlos y se origina el hacer grave daño a las hacinas [sic] y privar a los pobres del socorro de la espiga, ordenaron que pastor alguno pueda entrar en los restrojos a pastar con sus ganados hasta que por la Justicia se dé expresa licencia para ello haciéndolo saber por público edicto o pregón teniendo consideración al tiempo que han tenido los pobres para uso de la espiga, pena de cuatrocientos maravedíes por cada ato de ganado siendo de cien cabezas, y de ahí arriba a correspondencia de la dicha pena y de pagarse el daño que hiciese, y la pena doblada siendo de noche y la agravante como en las antecedentes.

Tras la siega, el trabajo en las eras también estaba contemplado en las Ordenanzas, sobre todo para proteger las mieses de la posible entrada furtiva de los ganados:

21 Ítem que estando el pan en las eras u otro cualquier género de semillas no pueda entrar ningún ganado ovejuno o cabrío ni otro mayor ni menor en dichas eras so pena que por cada cabeza de ganado mayor pague un real de día y dos de noche, y de puercos lo mismo, y de cabrío y ovejuno a cuatro maravedíes por cabeza de día y ocho de noche, el daño que hiciere con la agravación correspondiente.

Una vez obtenido el grano, y como sucedía con otros productos agrícolas (vino y aceite) las autoridades también contralaban con estas Ordenanzas el comercio de trigo y cebada para evitar fraudes en su compraventa:

41 Ítem, porque no hay costumbre de que haya medidor ni medida señalada para el trigo y cebada, habas, aceitunas y otras especies, sino es que cada cosechero tiene sus medidas o las buscan para vender y en eso acontece mucho agravio por no estar muchas corregidas si bien defectuosas o por malicia de los dueños o porque la medida por donde se hizo no estaba fielmente corregida, ordenaron y mandaron que persona alguna tenga medida de las tales especies que no esté corregida con el patrón de esta villa (…) de hierro y marcada con su sello y que carpintero alguno que la hiciese permita que la saquen de su casa sin que esté en la forma dicha, pena de quinientos maravedíes el que contraviniere a lo referido y pagar el daño que cause con la agravación el duplo y el triplo según la reiteración.



Fuentes y documentación:

  • El reino de Castilla en la Edad Media. Valdeón, Julio. Ediciones Moretón. Bilbao, 1968.

  • Agrosistemas hispanocristianos: el secano (Corona de Castilla, (siglos X-XV). Clemente Ramos, Julián. Universidad de Extremadura. Cristiandad e Islam en la Edad Media. Logroño, 2008.

  • La descripción y cosmografía de España: el mapa que nunca existió. Antonio Crespo Sanz. Dirección General del Catastro. Abril, 2012.

  • Transcripción del texto de Descripción y cosmografía de España- Boletín de la Real Sociedad Geográfica-Tomo L-Imprenta de Eduardo Arias-Madrid, 1908. (Pág 100-01).

  • Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid. Estudio introductorio. Alfredo Alvar Ezquerra. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.

  • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999. (Transcripción de las respuestas al interrogatorio de las Relaciones Topográficas de Felipe II).

  • Hacienda real y mundo campesino con Felipe II. Las perpetuaciones de tierras baldías en Madrid. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid-Consejería de Agricultura. Madrid, 1990.

  • Comer en la España del siglo XVIII. Historias de hambre y abundancia. Pérez Samper, María de los Ángeles. Cuadernos Jovellanistas, nº 13. Fundación Foro Jovellanos-Principado de Asturias. Gijón, 2019.

  • Archivo General de Simancas. Catastro de Ensenada. Respuestas Generales. Toledo. Volumen 408. Información hecha sobre el contenido de los artículos del interrogatorio impreso. Pieza 2. Catastro de ensenada.

  • Archivo histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Caatstro de Ensenada. Libros maestros y respuestas particulares. Morata de Tajuña. H 408 y H 410.

  • El abastecimiento de trigo en la fábrica del Monasterio del Escorial, 1562-1594. Cano de Gardoqui y García, José Luis. Investigaciones históricas: época moderna y contemporánea. Ediciones Universidad de Valladolid. Valladolid, 1989.

  • Precios y salarios en Madrid, 1680-1800. Llopis Agelán, Enrique y García Montero, Héctor. Investigaciones de Historia Económica 7. Universidad Pompeu Fabra. Barcelona, 2010.

  • El motín de Esquilache en la en la historia y en la literatura: el enfrentamiento entre la monarquía española y la compañía de Jesús. García Estradé, María del Carmen. Sociedad española de Estudios del siglo XVIII. Las dos ciudades: relaciones Iglesia Estado. San Lorenzo de El Escorial, 2016.

  • Los pósitos municipales y su documentación. Fernández Hidalgo, Mª del C./ García Ruipérez, Mariano. Asociación Española de Archivos, Bibliotecarios, Museólogos y Documentalistas. Madrid, 1989.

  • Revueltas sociales en la provincia de Toledo. La crisis de 1802-1805.García Ruipérez, Mariano. Instituto Provincial de investigaciones y Estudios Toledanos. CSIC Diputación Provincial de Toledo. Toledo, 1999.

  • El abasto de pan en el Madrid del siglo XVII - Andrés Ucendo, José Ignacio Lanza García, Ramón. Ediciones Universidad de Salamanca. Studios Historia, H.ª mod., 34, 2012.

  • Copia de las Ordenanzas de la villa de Morata. Biblioteca Nacional de España. Ms. 4.508. (Copia de 1803 del escribano Ramón García Nieto).



jueves, 16 de junio de 2022

 

Siembra, siega y trilla, el trigo y otros cereales en Morata (III)

El cultivo de los cereales exigía contar con eras en las que trillar trigo y cebada y almacenes para el grano y la paja

Muchas casas de la villa también contaban con hornos para cocer el pan

De la misma forma que el cultivo de la vid exigía la existencia de lagares y bodegas para elaborar y conservar el vino, las más de 4.000 fanegas de trigo y cebada que, entre secano y regadío, se sembraban cada año en Morata obligaban a los agricultores a disponer de eras en las que trillar las mieses y cámaras y pajares para almacenar tanto el grano para la alimentación humana como la paja destinada al ganado de labor. Hasta no hace muchos años, esas eras fueron parte del paisaje de Morata como lo fueron las los pajares y cámaras para almacenar el grano de la mayoría de las casas.



Cuando a mediados del siglo XVIII se abordó la tarea de catastrar todo el término municipal de Morata para determinar su riqueza rustica y urbana o, en otras palabras, las tierras de secano y de regadío donde sembrar y cultivar y las casas donde vivir, también aparecieron otros bienes inmobiliarios imprescindibles para los vecinos de Morata en esa época, las eras en las que trillar las mieses recogidas tanto en las tierras de secano como las de regadío de su término municipal.

Estas eras de pan trillar, que rodeaban todo el casco urbano de Morata y que permanecieron casi inalterables hasta los años sesenta del pasado siglo, aparecían reflejadas tanto en la documentación general del catastro, en el cotejo de tierras, como en las declaraciones individuales de cada vecino.

En esta documentación también se distingue entre las eras de pan trillar normales y las empedradas. Las primeras, las más abundantes, exigían previamente a los trabajos de la trilla, unas labores de acondicionamiento con los rodillos de piedra tirados por el ganado de labor, lo que se conocía como poner la era. Del otro tipo de era, las empedradas, el catastro recoge la existencia de cuatro de ellas, aunque en la documentación se recogen en algunos casos cinco, debido a que una de ellas tenía una parte empedrada y la otra sin empedrar.

En total se catastraron 76 eras de ambos tipos, la mayoría de ellas con unas dimensiones de entre 3 y 8 celemines, aunque en algunos casos se registraron eras de unas 2 fanegas de extensión, una de ellas propiedad del vecino Roque Páez, o también de 3 fanegas, como la que constaba a nombre del convento del Rosario:

Otra [era] propia del convento del Rosario, su caber dos fanegas y una tercera parte empedrada.

En estas eras de pan trillar la actividad se volvía frenética en los meses de verano, cuando todos los vecinos agricultores las utilizaban para las labores de trilla, bien en las de su propiedad o n las que se veían obligados a alquilar en el caso de carecer de ellas. El catastro recoge el valor en alquiler de estas eras:

(…) Así mismo fueron preguntados (…) sobre el producto que pueden tener anualmente las eras de pan trillar (…) a que respondieron bajo la misma solemnidad que cada era se acostumbraba a arrendar en una fanega de trigo, si era empedrada en dos (…). En la pieza diez del catastro se valoraba también el alquiler en metálico de las eras:

(…) por las Respuestas Generales se les ha regulado de utilidad anual a cada una treinta y ocho reales y a las llanas diez y nueve [reales].

 


Fotografías aéreas de Morata de 1956 y 1991. En la primera imagen se aprecian las eras en el borde de todo el casco urbano.En la imagen de 1991 muchas de las eras ya han sido urbanizadas (Web nomecalles.Comunidad de Madrid)

Cámaras y pajares para el grano

Aunque para los agricultores la llegada de la siega y la trilla representaba la posibilidad de ingresar dinero en metálico para sus familias con la venta inmediata de estas cosechas, era también obligado para todos ellos disponer de almacenes donde guardar el grano –cebada y trigo- y la paja necesarios para todo el consumo de todo el año de personas y animales. Si nos detenemos a leer las declaraciones individuales de cada vecino y sus bienes patrimoniales veremos que, en el caso de las casas en las que vivían los morateños de la época, su descripción siempre es muy similar, y responde a un modelo en el que no podían faltar, aparte de las habitaciones para los miembros de la familia y la cuadra y el corral para los animales domésticos, tanto las cámaras para el grano como el pajar, situado casi siempre estratégicamente sobre la misma cuadra. Veamos la descripción de algunas de estas casas y sus distintas dependencias:

Apolinario de Casanova

Primeramente una casa en la población de esta Villa, en una calle ancha que hay por encima de la fuente a la izquierda mano [sic], que sale derecha a San Martín de la Vega, (…) una cueva mediana con diez tinajas, de cabida de quinientas y veinte @, una puerta falsa con su portal y corral y una cuadra con pajar encima, y otro pajar a un lado.

Diego Ruiz de Orive, vecino de esta Villa de Morata, de oficio labrador (…) una casa en la población de esta Villa en la calle que sale al Rosario de diez varas de fachada y veinte y siete de fondo con su portal, una sala y dos cuartos medianos y cocina y sus cámaras, cuadra y pajar.

Manuel Valerio

Una casa en la población de esta Villa en la calle Real que sale a San Martín. Tiene de frontis 16 varas y tercia y de fondo 9 varas y cuarto, su habitación en primer suelo un portal, cocina pequeña, cuadra, cueva con cinco tinajas que su cabida es de doscientas y diez arrobas, dos cuartos pequeños, un lagar pequeño y un corral, y en segundo dos cámaras que sirven para echar granos, (…).

Finalizamos esta relación que recoge la existencia de pajares y cámaras para grano en todas las casas de la villa con la declaración de los religiosos del Rosario. Esta orden de frailes dominicos, como propietarios de una de las haciendas más importantes de Morata, también disponían de una gran capacidad de almacenaje para grano y paja. En su declaración los religiosos indican al final de su relación:

(...) Una cueva con ochenta y ocho tenajas, de caber unas con otras y cabrán en todo cuatro mil arrobas de vino, más un cocedero de vino con nueve tenajas, lagares con dos vigas cada uno, dos patios, un cocedero de pan, un gallinero, dos pajares viejos. En el segundo piso una sala, tres cámaras para encerrar los granos, un palomar y el pajar (…).

Prácticamente todas las casas de la villa, doscientas ochenta viviendas habitables, responden a esta distribución en la que las estancias de la primera planta se destinaban a vivienda y las de la segunda planta a cámaras o almacenes de grano y pajares, casi siempre en este último caso, situados por encima de las cuadras. Esta disposición arquitectónica, diseñada en función de la necesidad de guardar los granos y otros subproductos del cereal, nos da una idea de la importancia de estos cultivos de cebada y trigo para los morateños de la época. Por otra parte, en el catastro también se recoge la existencia de construcciones individuales destinadas a pajares que, según la tasación del propio catastro, estaban muy bien valoradas:

Bienes de Ángel Jiménez

Un pajar en esta población. Linda a O casa de Isabel Hurtado, al M casa de Francisco Sánchez. Tiene de frontis seis varas y de fondo cuatro. Su alquiler anual veinte reales.

Bienes de Joseph Ruiz de Orive

Primeramente un pajar en la población de esta Villa en la calle Real que llaman de Arganda. Linda a M casa de Eugenio Blanco y al N pajar de Joseph Muñoz. Tiene de frontis y de fondo cinco varas. Regulado su alquiler en cuarenta y cinco reales de vellón al año.

Gabriel París

Un pajar en la plazuela de Espejo catorce varas y media de fachada y de fondo cinco, que linda al oriente con casa de Eugenio Arias y al mediodía con casa de Manuel Medel. Vale en renta cuatro ducados.

Molineros y panaderos en el siglo XVIII en Morata

Aunque tenemos previsto, en próximas entregas, tratar con mayor extensión el papel de los molinos harineros en la economía de Morata y de muchos otros pueblos de la comarca, completaremos el análisis de la documentación del catastro relativa a los cereales y a las actividades e industrias relacionadas con el trigo y la cebada con una mención a los molinos existentes en esos años de mediados del siglo XVIII y también a los vecinos que trabajaban en la elaboración de pan.

Respecto a los molinos, el catastro incluye en el apartado de las Respuestas generales la existencia de dos molinos harineros en el término municipal de Morata:

A la pregunta diecisiete declararon que de lo que enuncia solo hay (…) dos molinos harineros, el uno con tres piedras que es del mismo señor [el conde de Altamira], y otro con otras tres de la capellanía del precitado Don Claudio Sanz que tiene en esta Villa y D. Antonio Camargo, el cual está arrendado en sesenta fanegas de trigo al año y el antecedente en ochenta y siete fanegas (…).

En otro apartado de la documentación catastral se amplían los datos relativos a ambos molinos:

Molino harinero del conde de Altamira [actual molino de Angulo]

Así mismo un molino harinero en este término que llaman de la Huerta con tres piedras cubiertas y su cuadra, presa y ladrones, todo corriente, y linda por el oriente tierras de S E y por las demás partes el río de Tajuña, y está arrendado en ochenta y siete fanegas de trigo todos los años de que se bajan las composturas, así de casa como piedras y presa.

Molino harinero Claudio Sanz [el molino hundido]

Más posee cinco partes de ocho en el molino harinero que llaman de la Huerta de la Vega que las otras tres partes son de Don Antonio Camargo y la otra parte de la Villa, que está distante de esta Villa como mil y quinientos pasos. Tiene tres piedras corrientes para moler. Linda O la vereda de esta hacienda, P tierra del vínculo de Doña Ana Camargo y M y N el río. Y le dan en arrendamiento treinta y siete fanegas y media de trigo.

Para el trabajo en ambos molinos en la documentación del catastro se identifica a los dos vecinos de Morata que tenían arrendadas estas instalaciones y que trabajaban en la molienda del cereal:

Bernardo Hernández, de edad de treinta y tres años, de oficio molinero. Casado con Francisca Serrano, de veinte y dos años.

Ignacio Hernández, de veinte y nueve años, de oficio molinero. Casado con Theresa Garcés, de veinte y siete años. Su familia:

Hija: María, de dos años. Criado molinero: Antonio Perales, de veinte y tres años.

Muy relacionado con el trabajo de estos dos molineros morateños, encargados de la molienda no solo del cereal cultivado en Morata, sino también del que traían hasta Morata desde otros pueblos del contorno que no contaban con molinos, aparecen en el catastro los vecinos que se dedicaban a la fabricación de pan, un alimento que, como ya tratamos en las primeras entregas de esta serie, resultaba básico para la alimentación de todos los vecinos.

En el denominado Libro de lo personal del estado seglar, archivado en la pieza 3ª de la documentación del catastro, aparecen registrados dos vecinos de Morata dedicados a la panadería:

Pablo Silvestre, de cincuenta y cinco años, de ejercicio panadero, casado con María Sambel, de cincuenta años.

Una casa en la población de esta Villa en la calle que va a la Iglesia (…) Su habitación en bajo con diferentes oficinas (…).

Juan de Moratilla, de cincuenta y dos años, de oficio panadero. Casado con Úrsula Encinas, de cincuenta años.

Una casa en esta Villa en la calle de las Procesiones [Actual calle Prim] (….) Su habitación en bajo con diferentes oficinas y una cueva con dos tinajas de caber ochenta y cuatro arrobas (…).

Además del trabajo de estos dos panaderos, el catastro también recoge la existencia en varias casas de la villa de hornos de cocer pan para el consumo de sus propietarios, aunque no es descartable que alguno de estos hornos se dedicara también, a tiempo parcial, a la elaboración de pan para su venta a los vecinos. En las relaciones de estos vecinos, los hornos casi siempre aparecen bajo la expresión horno de pan cubierto y tejado lo que nos indica que se estaban construidos separados de la casa principal.

Entre los vecinos que poseían entre sus bienes estos hornos de pan aparecen Antonio Camargo, Alfonso Marchena, Esteban Arias, Francisco Sánchez Bravo, Ana María Moreno, Apolinario de Casanova, Diego Sánchez Bravo, Francisco Ruiz Castañeda, Francisco Oliva, Francisco de Corpa, Gabriel Blanco, Gregoria Ruiz de Orive, Josepha Cañamares, Josepha de Castro, Juan de Almazán, Manuel González, María Ignacia Mexía, Manuel González de Luis, Marcela Cediel, Miguel Martínez Serrano, Manuel de Almazán, Manuel Miguel, Pedro Fominaya, Pedro Fuertes, Pedro Antonio Ruiz de Castañeda, Manuel Bravo, Francisco Monzón y los frailes dominicos del Rosario en su casa de labor. En esta relación puede sorprender que los mayores hacendados de Morata en esa época, el conde de Altamira y el marques de Espinardo no disponían de cocer pan en ninguno de los dos palacios que poseían en Morata.

Finalizamos esta entrega del blog con una referencia a la utilización del trigo y la cebada como medio de pago en especie, en sustitución del pago en metálico. En la documentación catastral es habitual que aparezca el pago en especie para las tierras que los vecinos arrendaban al conde de Altamira. Citamos como ejemplo a Diego de Almazán que, como tantos otros vecinos de Morata, abonaba de esta manera, en especie, el arrendamiento de las tierras pertenecientes al conde de Altamira:

Por cuyas tierras [del conde de Altamira] pago de arrendamiento todos los años a dicho excelentísimo señor cuarenta y seis fanegas de cebada y veinte y tres de trigo. (Normalmente, el pago en especie siempre se realizaba con trigo y cebada y siempre con el doble de cebada que de trigo).

El pago en especie con cereales también se utilizaba para remunerar el trabajo de distintos profesionales que ejercían su oficio en la villa. Así, por ejemplo, se pagaba en especie al maestro de primeras letras y también al cirujano y barbero:

Juan Maesso, cirujano

Tiene treinta y una fanegas de trigo que le dan de salario diferentes vecinos de esta Villa por el trabajo de las barbas [sic].

Bienes de Luis Portillo, maestro de primeras letras

Lo primero tiene de salario consignado por esta Villa por la ocupación y trabajo de enseñar a los niños ochocientos y cincuenta reales de vellón en cada un año.

Más tiene de salario por la Iglesia de esta Villa doscientos treinta y seis reales de vellón y veinte fanegas de trigo en cada un año.









* Eras de pan trillar que aparecen registradas en el libro de cotejo de tierras (1751)

  1. Una era propia de Francisco Ruiz de Castañeda, su caber media fanega.

  2. Otra propia de Francisco Valerio, su caber una fanega y doce celemines.

  3. Otra propia de Francisco Oliva, su caber ocho celemines.

  4. Otra del referido, su caber media fanega.

  5. Otra propia de Francisco Serrano, su caber media fanega.

  6. Otra propia de Francisco Sánchez Alonso, su caber media fanega y está empedrada.

  7. Otra propia de Don Juan de Almazán, su caber siete celemines.

  8. Otra propia de Don Joseph de Cuevas, su caber media fanega.

  9. Otra del dicho, su caber media fanega.

  10. Otra del referido, su caber media fanega.

  11. Otra propia de Juan Martínez Coronel, su caber nueve celemines.

  12. Otra propia de Joseph Roldán, su caber media fanega.

  13. Otra propia de Joseph Martínez Coronel, su caber nueve celemines.

  14. Otra propia de Joseph Ruiz, su caber cuatro celemines.

  15. Otra propia de Don Roque Páez, su caber dos fanegas.

  16. Otra propia de Don Diego de Almazán, su caber cuatro celemines.

  17. Otra propia de Diego Ruiz de Orive, su caber media fanega.

  18. Otra propia de Theresa Velilla, su caber tres celemines.

  19. Otra propia de Thomás Sánchez, su caber media fanega.

  20. Otra del referido, su caber cuatro celemines.

  21. Otra del referido, su caber tres celemines.

  22. Otra del dicho, su caber tres celemines.

  23. Otra propia de Gabriel Medel, su caber media fanega.

  24. Otra propia de Gabriel Roldán, su caber media fanega.

  25. Otra propia de Gabriel Gómez, su caber media fanega.

  26. Otra propia de Gabriel de Peces, su caber tres celemines.

  27. Otra del referido, su caber tres celemines.

  28. Otra propia de Lorenzo Silvestre, su caber diez celemines.

  29. Otra propia de Cecilia Vico, su caber media fanega.

  30. Otra propia de Don Pedro Moreno, su caber tres celemines.

  31. Otra propia de Don Pedro Fominaya, su caber ocho celemines.

  32. Otra propia de Pedro Sánchez, su caber media fanega.

  33. Otra propia de Pablo Ruiz de Orive, su caber media fanega.

  34. Otra propia de Pedro Sánchez Bravo, su caber media fanega.

  35. Otra propia de Eugenio Blanco, su caber media fanega.

  36. Otra del dicho, su caber media fanega.

  37. Otra propia de Ana Moreno, su caber media fanega.

  38. Otra propia de Agustín González, su caber dos celemines.

  39. Otra de Apolinario Casanova, su caber media fanega.

  40. Otra propia de Don Antonio Camargo, su caber tres fanegas.

  41. Otra propia de Alonso Marchena, de caber dos celemines.

  42. Otra propia de Don Diego de Almazán, su caber cinco celemines.

  43. Otra propia de Mariana Espejo, su caber una fanega.

  44. Otra propia de Manuel Muñoz, su caber tres celemines.

  45. Otra propia de Manuel Roldán, su caber cuatro celemines.

  46. Otra propia de Miguel Bello Martín, de caber media fanega.

  47. Otra del dicho, su caber cuatro celemines.

  48. Otra propia de Joseph Hurtado, su caber media fanega.

  49. Dos eras juntas propias de Manuel González, su caber nueve celemines.

  50. Otra propia de Manuel Sánchez de San Agustín, su caber media fanega.

  51. Otra propia de Don Phelipe Almazán, su caber cuatro celemines.

  52. Otra propia de Phelipe Blanco, su caber media fanega.

  53. Otra propia de Don Manuel Moreno, su caber cuatro celemines.

  54. Otra propia de Manuel Ramírez, su caber media fanega.

  55. Otra propia de Manuel Martínez Serrano, su caber ocho celemines.

  56. Otra propia de María Antonia Ruiz, su caber media fanega.

  57. Otra propia de María Ruiz de Orive, su caber media fanega.

  58. Otra propia de Manuel Medel, su caber ocho celemines.

  59. Otra propia de Santiago Arias, su caber cuatro celemines.

  60. Otra propia de Don Pedro Fuertes, su caber media fanega.

  61. Otra propia de Don Gaspar de Bustillos, vecino de Madrid, su caber media fanega.

  62. Otra propia de Phelipe Blanco, su caber media fanega.

  63. Otra propia de Don Joseph Orozco, su caber cuatro celemines.

  64. Otra del dicho, su caber cuatro celemines.

  65. Otra del referido, su caber tres celemines.

  66. Otra propia de Joseph Humanes, su caber media fanega.

  67. Otra propia de Juan Páez Jaramillo, su caber media fanega.

  68. Otra propia de Fernando Mora, su caber tres celemines.

  69. Otra propia de Gabriel París, su caber media fanega.

  70. Otra propia de los herederos de Don Phelipe Pantoja, su caber media fanega con el pradillo de la ermita de la Soledad.

  71. Otra propia de Joseph López Puerta, su caber siete celemines.

  72. Otra propia de Bárbara y Francisca Blanco, su caber siete celemines, empedrada.

  73. Otra empedrada propia de Esteban Arias, su caber diez celemines.

  74. Otra propia de Don Manuel de Almazán, empedrada, su caber una fanega.

  75. Otra propia de Doña Mariana Jacolé, su caber ocho celemines.

  76. Otra propia del Convento del Rosario, su caber dos fanegas y una tercera parte empedrada.





Fuentes y documentación:



  • El reino de Castilla en la Edad Media. Valdeón, Julio. Ediciones Moretón. Bilbao, 1968.

  • Agrosistemas hispanocristianos: el secano (Corona de Castilla, (siglos X-XV). Clemente Ramos, Julián. Universidad de Extremadura. Cristiandad e Islam en la Edad Media. Logroño, 2008.

  • La descripción y cosmografía de España: el mapa que nunca existió. Antonio Crespo Sanz. Dirección General del Catastro. Abril, 2012.

  • Transcripción del texto de Descripción y cosmografía de España- Boletín de la Real Sociedad Geográfica-Tomo L-Imprenta de Eduardo Arias-Madrid, 1908. (Pág 100-01).

  • Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid. Estudio introductorio. Alfredo Alvar Ezquerra. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.

  • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999. (Transcripción de las respuestas al interrogatorio de las Relaciones Topográficas de Felipe II).

  • Hacienda real y mundo campesino con Felipe II. Las perpetuaciones de tierras baldías en Madrid. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid-Consejería de Agricultura. Madrid, 1990.

  • Comer en la España del siglo XVIII. Historias de hambre y abundancia. Pérez Samper, María de los Ángeles. Cuadernos Jovellanistas, nº 13. Fundación Foro Jovellanos-Principado de Asturias. Gijón, 2019.

  • Archivo General de Simancas. Catastro de Ensenada. Respuestas Generales. Toledo. Volumen 408. Información hecha sobre el contenido de los artículos del interrogatorio impreso. Pieza 2. Catastro de ensenada.

  • Archivo histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Caatstro de Ensenada. Libros maestros y respuestas particulares. Morata de Tajuña. H 408 y H 410.

  • El abastecimiento de trigo en la fábrica del Monasterio del Escorial, 1562-1594. Cano de Gardoqui y García, José Luis. Investigaciones históricas: época moderna y contemporánea. Ediciones Universidad de Valladolid. Valladolid, 1989.

  • Precios y salarios en Madrid, 1680-1800. Llopis Agelán, Enrique y García Montero, Héctor. Investigaciones de Historia Económica 7. Universidad Pompeu Fabra. Barcelona, 2010.

jueves, 9 de junio de 2022

 

Siembra, siega y trilla, el trigo y otros cereales en Morata (II)

A mediados del siglo VIII más de 4.000 fanegas, en secano y regadío, se dedicaban al cultivo de cereal

(…) Pero faltando el pan, ¿ay Dios! ¡qué triste, qué funesto, qué horrible teatro es todo un reino! Todo es lamento, todo es ayes, todo gemidos. Despuéblanse los lugares pequeños y se pueblan de esqueletos los mayores. A la hambre se siguen las enfermedades, a las enfermedades las muertes (…). Quién así se expresaba, Benito Jerónimo Feijoo, político reformista del siglo XVIII, mostraba con esta frase el miedo que atenazaba a la población, a pueblos y ciudades, el temor siempre presente a la falta de pan que provocaba motines, y derribaba gobiernos. De ahí la importancia de los cereales, del trigo, para toda la sociedad pero especialmente para las clases populares que dependían de la harina y el pan a la hora de cubrir sus necesidades básicas de alimentación.


(…) La alimentación tradicional española de la época moderna en general y del siglo XVIII en particular, se basaba en ese triángulo de productos básicos: pan, vino y carne, considerados los alimentos fundamentales del ser humano (…). María de los Ángeles Pérez Samper, de la Universidad de Barcelona, recoge en el artículo Comer en la España del siglo XVIII. Historias de hambre y abundancia, cómo era la alimentación en la sociedad española en ese siglo.

Un siglo y unos años en los que el trigo y otros cereales, escasos o abundantes, de buena o mala calidad, marcaban las diferencias entre las clases sociales y condicionaban el trabajo en las villas y lugares que, como sucedía en Morata, disponían de tierras de pan llevar para abastecer a sus vecinos de esos cereales, que eran la base principal de su alimentación, junto con el vino y la carne.

Para determinar la importancia de los cultivos de cereales en este periodo histórico del siglo XVIII contamos con la excelente documentación recogida en el Catastro de Ensenada. Antes de que se acometiera este exhaustivo trabajo de búsqueda de información sobre la riqueza y la actividad económica de los vecinos de todas las villas y ciudades de la Corona de Castilla, contamos con datos más o menos aproximados sobre la bonanza de las tierras de Morata para el cultivo de cereales, tal como vimos la pasada semana, y cómo en el siglo XVI y décadas siguientes, trigo, cebada, junto con el viñedo eran los cultivos más destacados en la villa.

Que Morata era un importante centro cerealista se pone de manifiesto con el hecho de que el trigo procedente de Morata sirviera para abastecer de este cereal y alimentar al personal administrativo y laboral de la fábrica del monasterio de El Escorial, según se pone de manifiesto en un trabajo de José Luis Cano de Gardoqui, sobre El abastecimiento de trigo en la fabrica del Monasterio del Escorial. En esos años, finales del siglo XVI, una parte de las rentas de la iglesia de Morata estaban anexionadas a las obras de construcción del monasterio tras una decisión en este sentido de Felipe II. 


El trigo y otros cereales en el catastro de Ensenada

De la documentación del Catastro de Ensenada en Morata, tantas veces tratada en el blog, nos interesan aspectos tan importantes como la extensión de fanegas dedicada al cultivo de cereales, la productividad de estos cultivos según la calidad de las tierras utilizadas y, por supuesto, la rentabilidad que trigo y cebada tenía para los agricultores de la villa (Hay que apuntar que en esta época no existe en la documentación ninguna referencia a un cultivo que con el paso de los años estaría muy presente en el regadío de Morata: el maíz).

Además, con la documentación del catastro podemos también determinar cómo, alrededor del trigo, de los cereales, aparecían otros bienes raíces relacionados con estos cultivos y que demostraban su importancia para la economía de la villa. Si la viña y el vino no se podían entender sin las bodegas y lagares, y al igual que el olivar necesitaba almazaras para molturar la cosecha, el trigo también estaba necesariamente ligado en estos años de mediados del siglo XVIII a molinos harineros, eras donde trillar la mies recién segada o cámaras y pajares donde almacenar la cosecha de trigo y paja. Todo ello lo analizaremos, especialmente, el papel que jugaron los molinos durante siglos en la economía agraria de Morata y de toda la comarca de la cuenca del Tajuña en su tramo medio y bajo, pero hoy nos interesa el cultivo del trigo más que su transformación en harina o la fabricación de pan.

Para encontrar información sobre la siembra y cultivo de cereales tenemos que acudir a lo que la documentación catastral define como Respuestas generales. Este apartado, consistente en un cuestionario con el que los responsables del catastro pretendían conocer la situación económica de cada ciudad o villa catastrada -además de otros aspectos como número de vecinos, ríos que atravesaban su término municipal…, etc- constaba de cuarenta preguntas cuya respuesta, lo más cercana posible a la realidad, correspondía a los peritos nombrados al efecto entre los vecinos de cada pueblo.

Aunque la configuración de este cuestionario podría asemejarse, en su origen, a las preguntas del las Relaciones topográficas de Felipe II, el resultado final, lejos de contener generalidades más o menos aproximadas sobre la realidad económica de cada villa o ciudad, ofrece por el contrario una serie de datos muy contrastados sobre superficies, precios y hasta sistemas de cultivo en función de las distintas calidades de las tierras y su condición de secano o de regadío.

Los peritos, seleccionados entre quienes conocían la economía local no podían, como en otros cuestionarios reales, enmascarar o manipular las contestaciones a estas Respuestas generales en la medida en que su trabajo estaba siempre fiscalizado por los jueces y funcionarios enviados a cada localidad para ejecutar el catastro.

Gracias a esta documentación catastral, hoy podemos determinar con bastante fiabilidad cuál era la realidad del cultivo de los cereales en el conjunto de la agricultura morateña de esos años. Ya desde la cuarta pregunta del cuestionario, cuando se analiza la diferencia entre tierras de regadío y de secano, se puede apreciar

el papel que jugaban los cereales en la economía de Morata en esos años y su preponderancia frente a otros tipos de cultivos, quizá con la excepción de la vid:

(…) Que en las tierras de riego no se siembra hortaliza alguna por ser su principal destino para granos, sembrando las de buena calidad de esta especie dos años seguidos y el tercero por vía de abono se planta en ellas ajos, melones, habas, repollo y algún cáñamo. Y en las de mediana e inferior calidad se siembran grano un año y otro judías y cebollas alternando (…).

La referencia a las hortalizas y su escasa importancia en comparación con los granos ya nos habla de cómo el trigo y otros cereales, cebada sobre todo, eran la base y el principal sustento de los agricultores que buscaban en las tierras de regadío, las de mayor calidad de todo el término, mejores cosechas anuales y mayor rentabilidad ya que no obligaban a practicar el barbecho como las de secano..

Que las tierras de regadío eran más rentables para los agricultores también se pone de manifiesto en la respuesta a la novena pregunta cuando los peritos, al tratar sobre las medidas utilizadas en la villa, informan sobre las cantidades de semilla que se necesitaban para sembrar una fanega en función de que la tierra fuera de secano o de regadío:

A la pregunta nueve declararon que una fanega de tierra de riego se compone de doscientos estadales y la de secano de cuatrocientos de once pies en cuadro cada uno. Y que regularmente se siembra en cada fanega de tierra indistintamente una de trigo y de cebada una y cuartilla, siendo la razón de sembrarse igual cantidad en la fanega de tierra de riego que en la de secano por ser aquella de duplicada sustancia y producto.

Esta mayor productividad, junto con la posibilidad de plantar cada dos años otros cultivos menos exigentes, y sin la necesidad de dejar las tierras en barbecho, y por tanto sin producir una de cada dos años, tal como se practicaba en el secano, se manifestaba también en la pregunta 11 cuando los peritos manifiestan:

(…) los frutos que producen las tierras de este término son trigo y cebada y centeno, uva, aceituna y en los años de intermedio en que no se siembran de granos las tierras de riego producen melones, repollo, ajos, cáñamo y cebollas.

La respuesta a la extensión de terreno dedicada al cereal en el término de Morata se expresó en una ampliación que a la pregunta décima realizaron los peritos a petición de los jueces del catastro que consideraron insuficiente los datos declarados por los peritos en primera instancia. Según esta respuesta, tras recabar mayor y mejor información, los peritos cuantificaron las fanegas destinadas a cereal:

(…) habría de riego como dos mil y quinientas fanegas de sembradura, comprendiendo como trescientas y cincuenta plantadas de viña, y el resto de secano, en que habría como dos mil y cuatrocientas fanegas de sembradura, mil y doscientas de viña y otras tantas, a corta diferencia, de olivares. (…)

La información aportada por los peritos también señalaba las distintas calidades de estas tierras dedicadas al cereal:

(…) Que las tierras de riego son de buena y mediana calidad por mitad y muy poco de ínfima de que no podría haber cincuenta fanegas. (…) Que en las de secano habrá como mil fanegas de sembradura de buena y [sic] ínfima calidad por mitad, y el resto de mediana.

A partir de estas respuestas, vemos cómo el regadío de Morata se destinaba principalmente al cereal por su mayor producción y rentabilidad para las agricultores, en detrimento de los cultivos de huerta. De la suma de estas cantidades no menos de 4.000 fanegas entre secano y regadío se dedicaban al cultivo de trigo y cebada. Otra cuestión a la que debían responder los peritos en sus declaraciones y respuestas al cuestionario era la producción de estos cultivos cerealistas, en función de la calidad de la tierra y, finalmente, los precios que los agricultores recibían por sus cosechas anuales de granos. No olvidemos que la iniciativa de elaborar el catastro por parte de de la Corona de Castilla, en esos años en poder de Fernando VI, tenía como objetivo prioritario conocer la riqueza de todos los vecinos de villas y ciudades y determinar cómo y a partir de qué trabajos, cultivos o industrias conseguían sus rentas.

En el caso de los cereales que se sembraban en Morata los responsables de cuantificar la productividad de las tierras, tanto de secano como de regadío, contestaron detalladamente a esta cuestión de la que dependía en definitiva, la rentabilidad del trabajo de los agricultores:

A la doce declararon que con una ordinaria cultura y moderada puede producir a su juicio por un quinquenio cada fanega de tierra de riego de buena calidad sembrada de trigo siete fanegas de esta especie en cada un año. Que la de mediana calidad daría seis fanegas. Y la de inferior cinco. Que sembradas de cebada producirán las de buena calidad catorce fanegas, las de mediana doce. Y las de inferior diez. Que la fanega de tierra de buena calidad en secano podrá dar en el año que se siembra de trigo cinco fanegas. La de mediana cuatro y la de inferior tres. Y sembradas de cebada podrán producir las de buena calidad diez fanegas. Las de mediana ocho y la de inferior seis, y que no hacen regulación de lo que producen cuando se siembran de centeno o avena, porque esto sucede rara vez por algún vecino y solo en aquellas tierras calvas mas infelices (…).

Respuesta tan detallada a la cuestión relativa la producción anual de granos de cada parcela de tierra nos permite hoy saber que la cebada producía mayores cosechas que el trigo, justamente el doble, en tierras de regadío; que la producción en secano, tanto de trigo como de cebada, era alrededor de un cuarenta por ciento inferior a la de los mismo cultivos en regadío (y eso, teniendo también presente que las fanegas de secano tenían el doble de extensión que las de regadío y que obligaban a guardar barbecho en años alternos), y que la siembra de avena y centeno, era tan reducida que no mereció la atención de los peritos.

Para cumplir con el objetivo final de conocer la rentabilidad de todos los cultivos, y en este caso específico, del trigo y la cebada, la pregunta 14 del cuestionario se refería a los precios de estos granos. Para que estos datos económicos no pudieran estar manipulados ni condicionados por años de malas o buenas cosechas, o por otras circunstancias puntuales, en la fijación de las producciones y los precios que se pagaban por el trigo y la cebada, se tuvieron en cuenta los precios medios de los últimos cinco años previos a la elaboración del catastro con el objetivo de acercarse lo más posible a las cifras reales de cada uno de los cultivos:

A la pregunta catorce declararon que a cada fanega de trigo que producen las tierras de este término regulan el precio de diecinueve reales, según el que por un quinquenio se tiene experimentado, porque por su inferior calidad no tiene tanta estimación como en los lugares inmediatos. Que cada fanega de cebada un año con otro la regulan a siete reales (…).

Sobre estos datos económicos, relativos a los precios que alcanzaba la fanega el trigo y la cebada en la villa de Morata en los años de elaboración del Catastro de Ensenada, haremos algunas consideraciones que explican la importancia de estos cereales en la economía de los agricultores morateños que, insistimos, dedicaban más de cuatro mil fanegas, de las aproximadamente 10.000 de todo el término municipal, a estos cultivos.

En primer lugar, en la referencia que se hace en el texto de la respuesta y que ofrecen los peritos sobre la diferencia ente el precio de los granos que se vendían en Morata y los de las localidades vecinas hay que señalar que, cuando se refieren a que el trigo de Morata por su inferior calidad no tiene tanta estimación como en los lugares inmediatos también hay que tener en cuenta que este precio también estaba condicionado por la mayor o menor cercanía del mercado madrileño y las mejores o peores condiciones para el transporte de estos granos a la capital.

En este sentido, no deja de ser curioso que en Perales de Tajuña, villa algo más lejana que Morata de la capital pero con mejores vías de comunicación con Madrid por el camino real a Valencia, el trigo se pagara algo más caro, exactamente a 20 reales la fanega, cuando es de suponer que la calidad del este trigo, cultivado tanto en secano como en regadío en terrenos muy similares a los de Morata, no debería de diferir mucho en cuanto a su calidad.

Otra consideración muy importante, y que justifica el elevado porcentaje de los cereales en el total de cultivos del agro de Morata en esos años, se basa en la circunstancia de que el pan constituía, aproximadamente, el 36 por ciento del gasto en alimentación de las clases populares, frente al 24 por ciento de la carne y el 12 por ciento del vino (Precios y salarios en Madrid 1600-1800, de Enrique Llopis y Héctor García Montero).

Como ya señalamos al comienzo de este post, pan, carne y vino constituían la parte fundamental de la alimentación en el siglo XVIII. Según esta relación, solamente las legumbres, fundamentales en el puchero tradicional, con el 6 por ciento, llegaban a unas cantidades significativas en este gasto en el que las verduras y frutas, en conjunto, no llegaban ni al seis 6 por ciento. Si pan, vino y legumbres acaparaban más del cincuenta del gasto en alimentación, resulta muy lógico que los agricultores de Morata, como sucedía en todos los pueblos de la comarca, dedicaran sus mayores esfuerzos a cubrir estas necesidades, y no solo de los vecinos de la villa sino también de los que vivían en la cercana capital como destinataria de los excedentes que se generaban cada año.

Para alcanzar este objetivo, y sacar adelante las cosechas, los agricultores de Morata debían servirse no solo de esas más de 4.000 fanegas de cultivo sino que también eran necesarias, como veremos la próxima semana, otras infraestructuras e inversiones en ganado de labor, pajares, molinos harineros y eras en las que trillar las mieses segadas en el secano y el regadío morateño.


Fuentes y documentación:

  • El reino de Castilla en la Edad Media. Valdeón, Julio. Ediciones Moretón. Bilbao, 1968.

  • Agrosistemas hispanocristianos: el secano (Corona de Castilla, (siglos X-XV). Clemente Ramos, Julián. Universidad de Extremadura. Cristiandad e Islam en la Edad Media. Logroño, 2008.

  • La descripción y cosmografía de España: el mapa que nunca existió. Antonio Crespo Sanz. Dirección General del Catastro. Abril, 2012.

  • Transcripción del texto de Descripción y cosmografía de España- Boletín de la Real Sociedad Geográfica-Tomo L-Imprenta de Eduardo Arias-Madrid, 1908. (Pág 100-01).

  • Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid. Estudio introductorio. Alfredo Alvar Ezquerra. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.

  • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999. (Transcripción de las respuestas al interrogatorio de las Relaciones Topográficas de Felipe II).

  • Hacienda real y mundo campesino con Felipe II. Las perpetuaciones de tierras baldías en Madrid. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid-Consejería de Agricultura. Madrid, 1990.

  • Comer en la España del siglo XVIII. Historias de hambre y abundancia. Pérez Samper, María de los Ángeles. Cuadernos Jovellanistas, nº 13. Fundación Foro Jovellanos-Principado de Asturias. Gijón, 2019.

  • Archivo General de Simancas. Catastro de Ensenada. Respuestas Generales. Toledo. Volumen 408. Información hecha sobre el contenido de los artículos del interrogatorio impreso. Pieza 2. Catastro de ensenada.

  • El abastecimiento de trigo en la fábrica del Monasterio del Escorial, 1562-1594. Cano de Gardoqui y García, José Luis. Investigaciones históricas: época moderna y contemporánea. Ediciones Universidad de Valladolid. Valladolid, 1989.

  • Precios y salarios en Madrid, 1680-1800. Llopis Agelán, Enrique y García Montero, Héctor. Investigaciones de Historia Económica 7. Universidad Pompeu Fabra. Barcelona, 2010.