martes, 25 de febrero de 2020

El poblamiento de casas-cueva en Morata y en el valle del Tajuña (III)

La construcción de casas-cueva en multitud de zonas de la geografía española ha dado lugar a una amplia tipología en este tipo de viviendas. Igual sucede en la comarca del Bajo Tajuña y pueblos próximos en los que, históricamente, los investigadores han descrito, como mínimo, dos modelos constructivos aunque, en algunos casos, se llegan a definir hasta cuatro tipos de cuevas artificiales..




Aunque el fenómeno de viviendas cuevas está muy repartido por el territorio nacional en esta entrega del blog nos vamos a limitar a tratar los tipos diferenciados de estas construcciones que se levantaron en nuestra comarca y en algunos pueblos próximos a lo que aquí denominamos Bajo Tajuña. Que esta variedad tipológica se haya producido en unas construcciones que, durante siglos, han sido ignoradas incluso en las estadísticas oficiales no resulta extraño si, además, se añade que las propias condiciones físicas del terreno en el que se levantaron no eran ni mucho menos homogéneas, aunque sí que es cierto que, en la mayoría de los casos su construcción se acomodó a un tipo de terreno en el que predominaban los suelos arcillosos y yesíferos que por su blandura resultaban fáciles de trabajar y de excavar.
Clemente Sáez Sanz, en su tesis doctoral sobre La habitación subterránea en la Península Ibérica, al referirse a los materiales sobre los que se excavaban las cuevas en Morata señala:
(…) El material que hemos podido muestrear e interpretar como coluvial es muy parecido en su caracterización al que hemos tomado en Carabaña, y presenta coincidencias de aspecto, textura y composición con el que hemos observado en algún frontal de vivienda excavado en Tielmes.
Geotécnicamente –añade Sáez Sanz- se trata de arcillas limosas de muy baja plasticidad, muy carbonatadas. Hay indicios de sulfatos, que son apenas medibles. El porcentaje de material fino oscila entre dos tercios y tres cuartos en peso. Tan solo el 10% son arcillas ateniendo a los ensayos de sedimentación efectuados. Así, en propiedad, podríamos hablar de limos margosos (…).
En otra publicación que trata sobre estas construcciones, Arquitectura y desarrollo urbano Tomo XII, centrada igualmente en Morata, también se citan los suelos en los que se construían las viviendas-cueva:
(…) los suelos son esencialmente yesíferos y calcáreos, esta característica ha provocado desde tiempos remotos la aparición, por un lado de industrias de extracción y hornos de yeso, y por otro, de la tipología constructiva de cuevas subterráneas habitables, abundantes especialmente en la zona noreste del casco urbano, aunque antiguamente también ocupaban la zona noroeste del mismo (…).
A partir de estos terrenos propicios, en los que resultaba relativamente accesible excavar el hueco de la vivienda-cueva, se han generado esos modelos constructivos que los investigadores han asociado, según sus características más definitorias, a cada uno de los municipios de la comarca.
Uno de los trabajos de investigación en los que más se ha enfatizado respecto a los tipos de cuevas existentes en la comarca del Bajo Tajuña es el que realizaron María Dolores Sandoval y Luisa Bartolomé sobre las Viviendas trogloditas en la provincia de Madrid. Estudio de las cuevas vivienda en la ribera del Tajuña. Según las autoras del estudio existen, básicamente, dos tipos de viviendas-cueva* en la comarca:
  • Las excavadas en las laderas, bien estén aisladas o en hilera, muy abundantes en Carabaña, Perales, Tielmes y Titulcia.
  • Las excavadas en llano, características en Fuentidueña de Tajo y en Morata.
Viviendas cueva en Morata (Autor y año desconocido)

Para que los constructores de las viviendas-cueva se decantaran por un tipo u otro resultaba fundamental la disposición del terreno, de ahí que el primer tipo de cuevas se construyera en un terreno con mayor pendiente y las segundas fueran más propias de terrenos de pendiente mucho más suave o incluso completamente llano. Así explican Sandoval y Bartolomé las características de las primeras:
(…) Las cuevas en ladera se excavan haciendo un corte vertical en la pendiente. El corte se transforma en fachada y con la tierra sacada del desmonte y de la excavación se allana la entrada dejando así una pequeña explanada o mesa.
En este tipo de cuevas es frecuente que se añadan otros elementos como leñeras, recintos o corrales para animales domésticos e incluso cuartos de aseo.
La existencia de corrales, que también fue destacada por Demetrio Ramos en su obra sobre la Geografía del Bajo Tajuña, con el tiempo podína reconvertirse en patios o incluso espacios ajardinados
El otro sistema constructivo de cuevas, propio sobre todo de Morata y Fuentidueña de Tajo, según el trabajo de las investigadoras que estamos citando, obliga a abrir previamente una zanja muy amplia para ganar altura en las suaves pendientes que caracterizan los barrios de cuevas de estos dos municipios. Esta zanja funciona a modo de calle con cuevas a ambos lados. Sandoval León y Bartolomé Tejedor consideran que estas viviendas-cueva se originan a partir de las calles que finalizaban en el campo y que posteriormente se alargaban hasta el monte a partir de la apertura de la zanja central.
En Arquitectura y desarrollo urbano (Tomo XII), la publicación de la Comunidad de Madrid que ya hemos citado, al describir el tipo de cueva más propio de Morata –y Fuentidueña de Tajo- indican:
(…) Responden, en general, [las cuevas de Morata] al tipo de cuevas excavado en montes bajos, similares a las de Fuentidueña de Tajo. Ofrecen un aspecto de vivienda normal, apreciándose su condición de cuevas únicamente en su cubierta de tierra. Se excavan a ambos lados de una zanja larga y ancha, abierta previamente que cumple la función de calle. Están planteadas sobre un plano horizontal, conseguido por excavación del terreno, a cuyo lado se abren las cuevas (…).
En el año 2014, la celebración de l Congreso Internacional sobre Investigación en Construcción y Tecnología Arquitectónica permitió la presentación de un trabajo de investigación que tenía como objeto central las viviendas-cueva del sureste de la Comunidad de Madrid. Los autores de este trabajo incidían en las características de las casas cueva, según su denominación, y las razones de índole social y físico que determinaron la localización de estos barrios en unas zonas determinadas de cada municipio:
(…) Al abrirse el valle, las poblaciones han desarrollado históricamente una trama urbana que adquiere un carácter central, esto es, el municipio se desarrolla alrededor de un núcleo que suele ser la iglesia o la plaza o de un viario principal (Morata de Tajuña, Titulcia, Ciempozuelos,…). En cualquier caso, se mantiene la máxima indicada con anterioridad, la reserva del mejor suelo para el cultivo de tal forma que la población se aparta y se aproxima a las laderas septentrionales del valle lo que, a su vez, permite el soleamiento de las cuevas. En relación a éstas, suelen encontrarse segregadas del tejido urbano central, a las afueras del pueblo, colonizando cerros y laderas y formando barrios y arrabales. Esta separación responde a razones tanto de índole social —Caro Baroja apuntaba que en las casas-cueva habitaban «gentes pobres o que se hallan un poco al margen de la sociedad»— como por motivos constructivos que tienen que ver con las características geológicas del terreno (…).
En Arquitectura y desarrollo urbano (vol. XII) también se analiza la evolución de este tipo de viviendas en Morata y los barrios donde tradicionalmente se han localizado:
(…) Se extienden, principalmente, en la parte nororiental de la población, como continuación de las calles de la Escuela y de Colmenares, en los terrenos de los primeros cerros y accidentes del norte del término. Su establecimiento es irregular, sin orden ni alineaciones (a excepción de las cinco primeras abiertas en la propia calle Colmenares) y carentes de urbanización en sus caminos de acceso. En general constan de un espacio lineal central -en la máxima profundidad de la excavación- al que se abren estancias simétricas laterales en número de dos, o incluso, tres filas. En menor cantidad existen, también, cuevas en zonas diseminadas del este, del oeste y del norte de la población: en los aledaños del camino de Perales, al norte de la calle de la fábrica y en el arranque de los caminos de Poyales, de Arganda, de la vereda del Bosque y del camino de la Concepción (…) **.
En el mismo volumen en el que se analizan las viviendas-cueva de Morata también se reseñan las características de los barrios de viviendas-cuevas de Perales de Tajuña y cómo se desarrollaron los mismos:
(…) Los puntos de mayor facilidad de excavación se concentran en la parte media de las laderas todavía no ocupadas por el tejido urbano, organizándose un cinturón de cuevas alrededor del casco, que genera el barrio de Cuevas Altas al oeste de Perales y los del Calvario y el Barrio Nuevo, al este –el último más tardíamente-, la primera zona, de forma alargada y paralela a la calle del Alamillo pero en cota superior, sigue la línea de nivel y prácticamente en su alineación establece una vía que hoy es la calle Cuevas Altas; en la parte llamada Barrio Nuevo, más allá del arroyo de la Vega y de la ladera oriental del valle, detrás de la plaza de la Constitución y del lugar tradicional para cruzar dicho arroyo, se excavan múltiples cuevas en un pequeño anfiteatro; y el Calvario, en la misma ladera pero más cerca del cementerio (…).
Sobre las características del interior de las cuevas, sus estancias, muros y demás dependencias trataremos en la próxima entrega del blog.



*En la publicación de María Luisa Sandoval y Luisa Bartolomé Viviendas trogloditas en la provincia de Madrid. Estudio de las cuevas vivienda en la ribera del Tajuña, las autoras citan a Demetrio Ramos y su trabajo Notas sobre la geografía del Bajo Tajuña. En este trabajo de Ramos, al que ya nos hemos referido, el autor describía, en base al inventario de 668 cuevas que se había contabilizado en los pueblos objetos de estudio (Ambite, Orusco, Carabaña, Tielmes, Prales, Morata y Titulcia) cuatro tipos de cueva que denomina tipo Perales, tipo Carabaña, tipo apallazada, de calle y atípicas.
** En la salida de Morata hacia Madrid y San Martín de la Vega también se localizaron cuevas excavadas en el terreno, habitadas hasta los años sesenta.


Fuentes y bibliografía:
  • La habitación subterránea en la Península Ibérica (Tesis doctoral). Investigación geológica. Sáenz Sanz, Clemente. Universidad Politécnica de Madrid. Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos. Madrid, 2014.
  • Notas sobre la geografía del Bajo Tajuña. Ramos Pérez, Demetrio. Revista de Estudios Geográficos. Vol. 8, nº 26. Pág. 41-154. Madrid, 1947.
  • Viviendas trogloditas de la provincia de Madrid. Estudio de las cuevas vivienda en la Ribera del Tajuña. Sandoval León, M. Dolores y Bartolomé Tejedor, Luisa. En Arqueología, Paleontología y Etnografía Pág. 305-330. Serie de la Consejería de Cultura. Comunidad de Madrid. Madrid, 1991.
  • Arquitectura y desarrollo urbano. Tomo XII. Comunidad de Madrid. Zona Sur. Dirección General de Arquitectura y Vivienda. Consejería de Obras Públicas, urbanismo y transporte. Madrid, 2004.
  • Catalogación geográfica y análisis paisajístico de los conjuntos de casas cueva del Sureste madrileño. Gil Crespo, I. J., Barbero Barrera, M.M., Maldonado Ramos, L. I Congreso Internacional sobre Investigación en Construcción y Tecnología Arquitectónicas. Universidad Politécnica de Madrid. Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Madrid, 2014.


martes, 18 de febrero de 2020

El poblamiento de casas-cueva en Morata y en el valle del Tajuña (II)


Desde 1830, cuando el Diccionario de Madoz constataba la existencia en Morata de 150 casas-cueva, el inventario de este tipo de viviendas evolucionó constantemente, con periodos de más o menos ocupación, en función siempre de las necesidades socioeconómicas de la población. La misma situación se produjo en el resto de los municipios de la comarca donde las viviendas-cueva llegaron a alcanza una cantidad cuevas en cinco municipios de la comarca ascendía a 668 unidades.




Desde mediados del siglo XIX muchas publicaciones se ocuparon de describir en obras de tipo divulgativo las características y peculiaridades de los pueblos de la provincia de Madrid. En muchas ocasiones este tipo de trabajos, fomentados e incluso editados por la Diputación Provincial, recogieron en sus textos la existencia de los poblamientos trogloditas -como se denominan los barrios de casas-cueva en alguno de estos libros- en varios pueblos de la comarca localizada en torno al río Tajuña. Casiano del Prado, en su Descripción física y geográfica de la provincia de Madrid, fue uno de estos autores que se ocuparon de documentar este fenómeno característico de la provincia de Madrid:
(…) como las que en las arcillas terciarias sirven de casas a una parte no pequeña de la población en Perales de Tajuña, Morata, Tielmes, Titulcia y otros pueblos, casas, diré de paso, que ofrecen dos ventajas, cuales son el costar poco y el ser más calientes en invierno y más frescas en verano, sin que les falte buena ventilación a favor de la chimenea.
En uno de los pueblos que se citan en la publicación de Casiano del Prado, Tielmes, la existencia de viviendas-cueva recordemos que ya se documentó en el Catastro de Ensenada y en, periodos históricos posteriores, su utilización no dejó de incrementarse. Buena muestra de que las viviendas-cueva proliferaron en Tielmes es la aparición en un periódico del siglo XIX, La Iberia, de una curiosa información fechada en julio de 1861. En esta fecha, se publica un edicto del juzgado de Primera Instancia de Chinchón sobre una subasta de fincas, situadas en el propio término municipal de Tielmes y también en Perales de Tajuña y Carabaña. Del texto del edicto, bastante amplio, nos interesa la presencia entre los bienes que salían a subasta de varias viviendas-cueva:
(…) se vende una hacienda situada en la villa de Tielmes y sus adyacentes Perales de Tajuña y Carabaña, distante de Madrid como siete leguas por la carretera de Valencia o las Cabrillas, la cual se compone de las fincas siguientes: (…) Una dehesa para pastos, leñas bajas de carrascas y otros varios arbustos y esparto, inmediato a la casa-labor, de mil doscientas fanegas poco más o menos, de trescientos estadales, con caleras, canteras y cincuenta y una cuevas de habitar. (La Iberia, 6 de julio de 1861).
Juan Diego Arribas, también se ocupó de las casas-cueva en su trabajo sobre Morata de Tajuña que publicó la Diputación Provincial en la Biblioteca de la Provincia de Madrid:
(…) Hay en esta localidad 784 edificios habilitados, de estos 120 son de un piso; 495 de dos y 28 de tres o más. De los 784 edificios, 141 son cuevas habitadas pero algunas de ellas espaciosas y con muchas habitaciones, tan cómodas como los edificios de fábrica (…).
El hecho de que Arribas fuera vecino de Morata, donde desempeñaba su trabajo como maestro, nos ofrece la garantía de la veracidad de este censo de cuevas habitadas en Morata a finales del siglo XIX, en el año 1891, más concretamente, cuando se publicó el tomo duodécimo de la colección patrocinada por la corporación provincial.
Estos datos que ofrece Juan Diego Arribas coinciden, por otra parte, con los que se recopilaron en 1887 para elaborar el censo de población correspondiente a ese año. En los trabajos de elaboración de este censo se recogieron, además de los habituales relativos a la población, edades, estado civil, etc, las características de las viviendas de los habitantes de todos los municipios españoles. Estos datos, a nivel nacional, se publicaron en 1893, en una obra titulada Nomenclátor de las ciudades, villas, lugares y aldeas y demás entidades de población, editada por la Dirección General del Instituto Geográfico Estadístico.
Según esta publicación, en los municipios ribereños del Tajuña los datos correspondientes a las viviendas –cueva eran los siguientes:
  • Carabaña: 127 barracas*, cuevas o chozas.
  • Tielmes: 168 ídem.
  • Perales de Tajuña: 105 ídem.
  • Morata de Tajuña 141 ídem.
  • Titulcia, 35 ídem.
  • Fuentidueña de Tajo: 194 ídem.
Familia morateña en la puerta de su cueva (Autor y año desconocido)

Para completar mínimamente el censo de viviendas o casas-cueva en Morata -y en los pueblos vecinos del Bajo Tajuña- en un periodo de tiempo superior al siglo podemos acudir a una publicación de Demetrio Ramos, historiador y catedrático de la Universidad de Madrid y autor del trabajo denominado Notas sobre la geografía del Bajo Tajuña, un extenso artículo de 113 páginas editado inicialmente en la Revista de Estudios Geográficos. Demetrio Ramos acudió a fuentes a las que ya hemos citado en estas entregas para publicar los datos de las cuevas existentes en los municipios del Bajo Tajuña en los años anteriores a 1947 y también los correspondientes a este mismo año. En el siguiente cuadro, incluimos las cifras que aparecen en el trabajo de Demetrio Ramos y también las que se publicaron en 1991 en un trabajo de investigación, Viviendas trogloditas de la provincia de Madrid, obra de María Dolores Sandoval y Luisa Bartolomé:

Pueblo/año 1845    1947   1991
Carabaña         60      120
Tielmes             20      235     42
Perales               -        93       30
Morata               150   149       0
Titulcia                 -       71      44
Valdaracete       45      -          -
Fuentidueña      45      -         203
De las cifras que aparecen en este cuadro estadístico se puede destacar, aunque nos faltan datos de determinados años y municipios, que en general y en el conjunto de los pueblos analizados la utilización y el uso como vivienda de las casas cueva-alcanzó su momento más álgido en los años inmediatos que siguieron a la finalización de la guerra civil. En esos años, en torno a la década de los cuarenta –y siguientes- del pasado siglo, las penosas y trágicas condiciones socioeconómicas provocadas por los tres años de guerra civil obligaron a que la población más desprotegida y humilde hubiera de recurrir a este tipo de construcciones en un porcentaje que no se había alcanzado en periodos históricos anteriores. En estas cifras de la década de los cuarenta destacan sobre todo Carabaña, donde pasan de las 60 cuevas censadas en 1845 a las 120 que recoge Demetrio Ramos y, especialmente, Tielmes, municipio donde se contabilizan nada menos que 235 viviendas-cueva en 1947. En Morata, el censo de viviendas-cueva prácticamente se mantuvo estable desde los primeros datos y las 150 cuevas de 1845 pasan a 149 cuevas un siglo después**.
Por último señalaremos que en el trabajo de Ramos, analizado por María Dolores Sandoval y Luisa Bartolomé, autoras del extenso y documentado trabajo sobre las casas-cueva en Madrid que ya hemos citado y sobre el que trataremos en próximas entregas del blog, no solo reproducen el cuadro estadístico de Demetrio Ramos e incluyen información sobre los censos de viviendas-cueva actualizados hasta el año 1991, sino que nos da también información sobre la denominación popular de los barrios en los que se localizaban estas construcciones. De acuerdo con este autor, y tal como se reproduce en el trabajo de Sandoval y Bartolomé, en Carabaña se levantaban los barrios de Pocillo, Alcalá, Cuevas Viejas y Era Periquillo, además de las que estaban dispersas por el resto del termino urbano; en Tielmes las 235 cuevas se distribuían por el barrio Cuevas Altas, por el de Cuevas Palacios y Cuevas Bajas; en Perales también se reconocían los barrios de El Calvario; La Afuera y Cuevas Altas; en Morata Demetrio Ramos distinguía hasta cinco barrios de casas-cueva: Cuevas de Arganda, Calvario, Chirola, Mazacote Alto y Mazacote Bajo; y por último, en Titulcia, las cuevas se agrupaban en el barrio de Cuevas Altas y en el de Cuevas Jarama.
Sobre las características de las viviendas-cueva que se levantaban en estos barrios y sobre la distinta tipología de las mismas trataremos las próximas semanas en el blog.




*El término barracas, cuevas o chozas es el que se utiliza, literalmente, en la publicación.


Fuentes y bibliografía:
  • Descripción física y geográfica de la provincia de Madrid. Prado, Casiano de. Imprenta Nacional. Madrid, 1864.
  • Nomenclátor de las ciudades, villas, lugares y aldeas y demás entidades de población de España. Tomo V Dirección General del Instituto Geográfico Estadístico. Imprenta de la Dirección General del instituto Geográfico Estadístico. Madrid, 1893.
  • Notas sobre la geografía del Bajo Tajuña. Ramos Pérez, Demetrio. Revista de Estudios Geográficos. Vol. 8, nº 26. Pág. 41-154. Madrid, 1947.
  • Viviendas trogloditas de la provincia de Madrid. Estudio de las cuevas vivienda en la Ribera del Tajuña. Sandoval León, M. Dolores y Bartolomé Tejedor, Luisa. En Arqueología, Paleontología y Etnografía Pág. 305-330. Serie de la Consejería de Cultura. Comunidad de Madrid. Madrid, 1991.



miércoles, 12 de febrero de 2020

El poblamiento de casas-cueva en Morata y en el valle del Tajuña (I)

En 1830, durante los últimos años del reinado de Fernando VII, el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España, obra de Pascual Madoz, recogía en la entrada correspondiente a Morata que la villa tiene 400 casas de dos pisos en lo general y de mediana construcción y 150 cuevas en la parte de los cerros. Se trata de una de las primeras referencias documentales sobre la existencia de viviendas-cueva en Morata, un tipo de construcciones que abundan en todo el territorio español y también en muchos municipios de la comarca del Bajo Tajuña.



Aunque los registros documentales modernos nos remitan casi siempre al siglo XIX como el periodo histórico en que en Morata –y en muchos otros municipios del Bajo Tajuña- se habitan este tipo de construcciones, no podemos obviar que la vivienda troglodita, entendiendo como tal la excavada en el terreno, no es extraña en otros momentos históricos muy anteriores que se remontan incluso a la prehistoria
Entre estos antecedentes históricos, ampliamente citados en la literatura científica, no podemos dejar de referirnos al célebre episodio de las campañas militares de Sertorio narrado por historiadores clásicos como Plutarco. Fidel Fluidio Rodríguez, en su obra sobre la Carpetania romana, se refiere a las andanzas del general romano por la comarca, basándose en la fuente clásica de Plutarco:
(…) La intuitiva narración de Plutarco habla de la astucia de Sertorio junto a las cuevas habitadas de Caraca, lo que se ajusta a la topografía de sus alrededores. Leemos que los habitantes de Caraca, que no vivían ni en ciudad, ni en pueblo o poblado, sino en cuevas, sobre todo en las del Norte, situadas en una faja estrecha y alta, se refugiaron en ellas al ver venir a Sertorio ante el temor de un ataque, pero Sertorio no quiso por entonces acercarse.
Cuando Sertorio pensó el ataque del bajo Tajuña, junto a Perales, el viento Norte levantó nubes de polvo en derredor de las cuevas, era en pleno verano en la época de la canícula. Entonces formó su plan. Levantó una trinchera que cubrió de tierra seca, lo demás lo encomendó al viento, su aliado, pues soplaba éste cada vez con mayor fuerza; mientras, los soldados removían la tierra, y las nubes de polvo penetraron en las cuevas, amenazando de asfixia a sus habitantes, que al tercer día se rindieron. La fama de esta estratagema se extendió por todo el país (…).
Cayetano Rossel, en su Crónica General de España, citó también a Plutarco y Ptolomeo, en la acción de Sertorio que también localiza en la comarca:
(…) dicen que se llamó Caracca, y que era una de las poblaciones carpetanas, edificada por los caracitanos, que reducidos por Sertorio a vivir, no en cuevas y subterráneos, como acostumbraban, sino en habitaciones cómodas y bien fabricadas, quedaron después bajo la dependencia de los gobernadores romanos. A ellos alude Plutarco en la vida de Sertorio, asegurando que moraban sobre el río Tagonio (el Tajuña), en un monte grande y elevado, con muchas cuevas y agujeros que miraban al Setentrion (…).
Existen otras menciones sobre este episodio, entre la historia y la mitología, pero que tiene como base real el Risco de las Cuevas de Perales de Tajuña:
(…) [Perales de Tajuña] situado más allá del río Tajo, que no se compone de casas, como las ciudades o aldeas, sino que en un monte de bastante extensión y altura hay muchas cuevas y cavidades de rocas que miran al Norte. El país que la circunda produce un barro arcilloso y una tierra muy deleznable por su firmeza, incapaz de sostener a los que andan por ella y que con tocarla ligeramente se deshace como la cal o la ceniza.
Evidentemente, la referencia documental, al igual que la de Cayetano Rosell, comete un grave error al asegurar que las cuevas miran al norte, cuando en realidad se orientan al sur, pero nos sirven para constatar que los habitantes de la comarca utilizaron históricamente el recurso de servirse de las excavaciones en un terreno blando y adecuado para construir viviendas y almacenes. Incluso en Morata, las cuevas que aún se conservan en el paraje de El Fraile nos indican que este tipo de poblamiento troglodítico fue recurrente para todos los habitantes de la comarca en periodos históricos muy prolongados en el tiempo.
Quienes han investigado a fondo este tipo de hábitats humanos, que se extiende por muchas zonas en todo el territorio nacional, han sabido ver esta tendencia del ser humano a la hora de aprovechar las condiciones del terreno para encontrar refugio en época prehistóricas y para guarecerse y protegerse de los elementos cuando su situación económica no les permitían acceder a otro tipo de vivienda. Justiniano García Prado, en un trabajo publicado en la revista Berceo, titulado Las cuevas habitadas de Arnedo, incidía en el uso de las cuevas como vivienda por parte del ser humano:
(…) El uso de las grutas, cuevas y cavernas como lugares de habitación temporal o permanente es tan antiguo como la vida del hombre, y los protohistoriadores y etólogos se han preocupado de esta clase de viviendas, propias de los hombres primitivos; pero también en etapas más avanzadas de la vida cultural existen seres humanos que habitan en tales lugares (…).
En el mismo artículo añadía:
(…) en España son muy numerosos [los poblados trogloditas] pero se conocen mejor los de Sacromonte (Granada) y Guadix. (…) Igualmente podemos verlos en el valle del Henares, en la provincia de Guadalajara, así como en Morata de Tajuña, Perales y Ciempozuelos en la provincia de Madrid (…).

Risco de las Cuevas de Perales de Tajuña, monumento histórico artístico desde 1931

Las casas-cueva en Morata y en el Bajo Tajuña a lo largo de la historia
El propósito de esta serie de entregas del blog sobre las viviendas cueva es centrarse en la existencia de este tipo de viviendas en Morata, aunque sin obviar ni olvidar que en otros muchos municipios vecinos de la ribera del Tajuña –además de otros próximos como Fuentidueña de Tajo- también se han utilizado estas construcciones para albergar familias durante muchos periodos históricos que prácticamente llegan hasta nuestros días
En la documentación que se ha conservado sobre el tipo y número de edificios y viviendas del casco urbano de Morata no aparece la existencia de estas viviendas-cueva a las que se refería Pascual Madoz en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España hasta bien entrado el siglo XVIII con los trabajos de elaboración del denominado Censo de Floridablanca. Este trabajo demográfico, promovido al amparo de los postulados de la Ilustración por un ministro de Carlos III, el reformista conde de Floridablanca, se elaboró en 1787 mediante la visita a los pueblos y ciudades censados de agentes gubernamentales que recopilaron datos de población y también aquellos relacionados con la situación socioeconómica de los habitantes de cada municipio de la corona española. El interés por estos datos, más allá de su interés hacendístico, no es sino la confirmación de uno de los primeros intentos reales de conocer cómo vivían los españoles y en qué condiciones. Es gracias a este interés que podemos llegar a conocer la existencia de 150 viviendas-cueva en Morata, curiosamente la misma cifra que años después utilizaría Pascual Madoz, lo que nos hace pensar que este último utilizó como base de sus datos sobre Morata el Censo de Floridablanca..
Unas décadas después de publicarse este censo, y unos años antes de la publicación del diccionario de Madoz, en 1822, el cura de Morata también hacía mención de que algunos morateños habitaban este tipo de viviendas. En una conferencia pronunciada por Ángel Fernández Collado, reproducida en la revista Toletum, se cita al párroco Serafín Pinto y la información que ofrece sobre la población de Morata y la existencia de casas-cueva:
(…) El cura de Morata de Tajuña, del arciprestazgo de Alcalá, dice que: la población la componen quinientos diez vecinos, con 2.200 habitantes distribuidos entre la población y el arrabal extramuros cuyos habitantes, unos setenta, habitan en cuevas (…).
Al margen de la diferencia en las cifras tan dispares que aparecen en estas citas, lo que hace dudar de la veracidad de los datos aportados por el párroco local, quizá preocupado por edulcorar la realidad social de la villa, la existencia de estas viviendas-cueva en Morata resultó absolutamente opaca en la documentación de periodos históricos anteriores al Censo de Floridablanca o próximos al año de su elaboración*, lo que no significa necesariamente que algunos vecinos y familias de Morata no utilizaran estas viviendas excavadas en el terreno desde mucho antes de finales del siglo XVIII.
En uno de los primeros documentos sobre Morata en los que se habla de las viviendas de sus vecinos, las Relaciones topográficas de los pueblos de España, elaboradas durante el reinado de Felipe II una de las preguntas hace mención a las viviendas de la villa:
30.-Al capítulo treinta dijeron que los edificios de las casas que se usan en la dicha villa de Morata son de tapias de tierra y yeso y madera y teja, y la tierra y yeso y teja se provee del término de la dicha villa, y la madera de pino se trae de la ribera de Tajo de lo que viene de las sierras de Cuenca.
Ninguna referencia, como vemos, a las utilización de viviendas cueva en Morata en el siglo XVI, situación que se repite en el censo que aparece en los legajos del Catastro de Ensenada (1751) correspondientes a Morata. En ese caso, en la respuesta 21 del Interrogatorio General, los redactores del catastro señalan:
21ª A la pregunta veinte y una declararon que esta población se compondrá a juicio de los declarantes como de doscientos y noventa vecinos o trescientos de corta diferencia y que no hay alquerías ni casas de campo en el término ni más personas que las que habitan dentro del pueblo.
En la pregunta siguiente se hace mención al parque de viviendas existente en esos años en Morata:
22ª A la pregunta veinte y dos dijeron que hacen juicio habrá en esta villa como de doscientas setenta a doscientas y ochenta casas de habitación útiles, unas dos o tres inhabitables y como hasta veinte o veinte y cuatro arruinadas y que aunque es de señorío, según tienen declarado, no se paga por razón del vuelo carga alguna al señor de esta villa.
Entre las dos respuestas hay un desfase evidente entre el número de vecinos y el número de viviendas. De hecho, en el censo que se realiza calle por calle de los edificios y viviendas de Morata se catastran 304 viviendas y construcciones pero, si restamos a esta cifra las 27 que se califican en la propia documentación como pajares, solares o casas arruinadas, quedan únicamente 277 viviendas para un censo que, realizado individualmente y familia por familia, asciende a 327 vecinos, 27 más que los que se mencionan en las denominadas Respuestas Generales. Es evidente que entre los 327 vecinos censados y las 277 viviendas habitables hay un déficit de cincuenta viviendas, y eso sin contar que entre las viviendas habitables algunas podrían no estar habitadas por pertenecer a propietarios que no residían en Morata. ¿Dónde vivían estas familias? No resulta difícil deducir que, ya entonces, algunos de esos vecinos podrían residir en viviendas-cueva. Para apuntalar esta afirmación y justificar que existían ya por entonces viviendas-cueva en Morata señalemos las tres consideraciones siguientes:
  • La opacidad fiscal de las viviendas-cueva para el catastro al ser un tipo de residencia que no generaba impuestos favoreció que no se registraran en el Catastro de Ensenada.
  • La existencia constatada de 150 viviendas-cueva solo unos 30 años después de la elaboración del Catastro de Ensenada, como ya hemos señalado al citar el Censo de Floridablanca. Se trata de un periodo de tiempo muy reducido entre uno y otro trabajo demográfico para que en él se construyeran y afloraran tantas viviendas-cueva inexistentes documentalmente a mediados del siglo XVIII.
  • Y por último, constatar que en la vecina localidad de Tielmes, a diferencia de Morata, sí que se recoge la existencia de viviendas-cueva en el Catastro de Ensenada. En las Respuestas Generales de la localidad vecina los redactores del catastro, distintos a los que realizaron la misma labor en Morata, incluyeron la existencia de veintidós cuevas donde viven jornaleros y pobres de solemnidad. En este sentido, la existencia en Morata de 122 jornaleros y 30 pobres de solemnidad, según el propio catastro, nos hacen pensar que algunos de estos vecinos, por sus circunstancias económicas personales y familiares, se verían forzados a vivir en estas viviendas-cueva, a pesar de que según la documentación fueran inexistentes por entonces.
En cualquier caso, en las próximas semanas veremos cómo evolucionó en número de este tipo de viviendas en Morata, desde estas primeras 150 documentadas por Madoz y el Censo de Floridablanca. Analizaremos también la existencia de estas cuevas en algunos pueblos de la comarca y, además, las características arquitectónicas de unas casas-cueva que en cada localidad tenían una tipología específica en función del terreno y de los propios constructores.


*En el año 1786, en el denominado Cuestionario del cardenal Lorenzana, elaborado por los párrocos de cada pueblo y en el que se analizaba la población y la realidad social de las villas y ciudades del territorio del arzobispado de Toledo, no se hace la mínima referencia a las casas-cueva a pesar de que sí que hace mención a aspectos como la existencia de hospitales de pobres, enfermedades más comunes o medios de vida de sus habitantes.




Fuentes y bibliografía:


  • Carpetania romana. Fuidio Rodríguez, Fidel. Editorial Reus. Primera edición. Madrid, 1934.
  • Crónica general de España. Rosell, Cayetano. Ronchi, Vitturi, Grill, editores. Madrid, 1864.
  • Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar. Madoz, Pascual. Tomo XI. Madrid, 1830.
  • Las cuevas habitadas de Arnedo. García Prado, Justiniano. Berceo, nº 12. 1949.
  • Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales. H 408 y  H. 410.
  • Morata de Tajuña según el Catastro de Ensenada (1751). Miranzo Sánchez-Bravo, Agustín. Bubok, Edición del autor. Morata de Tajuña, 2010.
  • Medios de vida del clero de Toledo en 1822. Fernández Collado, Ángel. Revista Toletum. 51. Boletín de la Real Academia de Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Toledo, 2005.
  • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio de la. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999.

martes, 4 de febrero de 2020

Administración de los bienes de la Casa de Altamira en Morata en 1824

El trabajo del administrador Domingo Morales
En 1824 el progresivo deterioro de las finanzas de los condes de Altamira en todo el territorio español, acelerado desde el final de la Guerra de la Independencia, había propiciado un notable descenso del patrimonio inmobiliario y los intereses económicos de la Casa condal en Morata. A la venta de numerosas fincas rústicas y el molino de la Huerta, entre otras propiedades, se había sumado también la enajenación de gran parte de la colección de pinturas que se habían atesorado desde los tiempos del I marques de Leganés en la casa palacio propiedad de los poseedores del señorío. Por otra parte, en la segunda década del siglo XIX se mantenía también sin resolver el pleito judicial que el concejo de Morata había planteado ante la justicia para dejar de pagar los derechos señoriales a la Casa de Altamira.
No obstante, Vicente Isabel Osorio de Moscoso, XII conde de Altamira, aún mantenía bienes en la villa de Morata –así como en los cercanos pueblos de Chinchón y Perales de Tajuña- que hacían necesaria la presencia y el trabajo de un administrador de este patrimonio que ejercía también como representante del titular del señorío. En estos años siguientes al periodo liberal y a la restauración de la monarquía absoluta de Fernando VII, esta función era desempeñada por Domingo Morales y Correa, un licenciado en leyes que ya en 1809 estaba al servicio de la Casa de Altamira y del anterior titular de la misma, Vicente Joaquín Osorio de Moscoso y Guzmán, XI conde de Altamira, fallecido en 1816.
Desde su domicilio en la llamada Casa de la Administración, situada en los terrenos del palacio, justo en la esquina entre la calle de la Cruz de Orozco y del Ciego, Domingo Morales atendía la hacienda de los Osorio de Moscoso en Morata y, como tal administrador, estaba obligado a remitir periódicamente a la Administración central de la Casa de Altamira en Madrid el resultado de su trabajo. La carta de Domingo Morales al conde de Altamira, que transcribimos completa, formaba parte de esta correspondencia que era parte del trabajo del administrador en Morata.
Como se deduce del contenido de la carta que hoy reproducimos –una comunicación de diversos asuntos de Domingo Morales al conde de Altamira- por aquellos años la presencia física del conde de Altamira en Morata se había reducido lo que no impedía que aún el poseedor del señorío mantuviera algunas tradiciones como el pago de misas en la iglesia de Morata, por las que abonó dos onzas de oro al párroco, o la costumbre de ayudar económicamente a los mozos que salían de la villa para cumplir con el servicio militar a los que, según el propio administrador, se les ayudaba con 20 reales.
Por el contenido de la misiva, que era remitida a Madrid como toda la correspondencia bajo la responsabilidad de otro de los empleados del conde en Morata, Ángel Corpa, también sabemos que aún se mantenía el Picadero situado a la espalda de palacio y que también funcionaba aún la antigua jabonería que se montó en la misma calle que cerraba la residencia de los condes de Altamira en Morata por su lado este. Finalmente, hay que destacar cómo el administrador se felicitaba de que al titular del señorío le fuera muy grata la memoria que hacía Vuestra Excelencia del pueblo, (…) asegurando a vuestra excelencia que [por]lo que hace a nosotros en particular, cuanto al pueblo en general, cada día se nos hace más sensible su ausencia (…).

Carta del administrador, Domingo Morales, dirigida al XII conde de Altamira

Transcripción de la carta remitida por Domingo Morales, administrador en Morata de los bienes el conde de Altamira, a Vicente Isabel Osorio de Moscoso
Excelentísimo señor:
Prometí a usted en mi anterior de 31 del que firmo que le daría parte del resultado de mis gestiones con (…) y a la entrega se las dos onzas de oro con objeto que se aplique una misa por la intención de Vuestra Excelencia como lo hice el 1º del corriente quedando en verificarlo el día de hoy con mi asistencia como he hecho en calidad de apoderado de Vuestra Excelencia, de quien no puedo menos que admirar la impresión y talento con que usted le ha hecho la (…) sin dejar arbitrio a su delicadeza para explicarse medianamente este rango de generosidad tan sublime, como obligatorio a su sagrado sacerdotal ministerio.
Después traté del pago de los seis carros de paja que por cuenta de Vuestra Excelencia tengo (…) encerrados en el Picadero y habiéndose manifestado este en razón de que era un pequeño obsequio que quería hacer a Vuestra Excelencia, no por retribuirle ni en la parte más mínima las excesivas (…) con que le distingue, así se explica, sino para dar a usted un ligero pero visible testimonio del aprecio que le merece; le contesté como que estaba bien instruido de las ideas de Vuestra Excelencia en el asunto, que de ningún modo me quedaría con la paja sin pagársela y que así me lo tenía ordenado Vuestra Excelencia, a cuya voluntad se hallaba tan sujeta la mía, que primero se la devolvería que conservarla bajo el concepto de regalo, así que estaba decidido a satisfacer de sesenta a setenta reales por cada carro, según quedamos convenido Vuestra Excelencia y yo, propuesta que le escandalizó pidiéndome encarecidamente que se admitiese a razón de 40 o 45 reales por carro, esforzando su ruego [en] término tan obligatorio que no pude menos de admitir fijando el último precio de 45 reales carro, ascendiendo los seis encerrados a 270 reales de vellón.
He pasado a Palacio inmediatamente que llegué de esa para volver a enterarme del jabón existente de vuestra excelencia encargando a don Pedro que (…) se venda, dándome cuenta de su producto para cargármelo en la [cuenta] parcial de Vuestra Excelencia como propiedad suya. También han resultado sobrantes 5 libras de tocino que a precio de 28 costaron hacen 16 reales y 16 maravedíes de que me cargo en dicha cuenta, más no así de una y media libra de azúcar que he dicho a Don Pedro para que recoja por la nimiedad de dicho valor, de todo lo cual doy expediente a Vuestra Excelencia esperando de su bondad que se digne aprobar mi conducta en estas determinaciones.
Hoy no ha habido más que una carta para vuestra excelencia que he devuelto como las anteriores para que vuestra excelencia las reciba con el correo, Ángel Corpa. (…) ha estado en las casas de don José Aparicio y la mía .Los dichos han venido antes como también Don Miguel Pérez (…) y mi sobrino Luis Almazán para adquirir noticias de Vuestra Excelencia, diciendo que Vuestra Excelencia le había encargado que nos dijese de su parte que le era muy grata la memoria que hacía vuestra excelencia del pueblo y de nosotros, con otras explicaciones que se nos honran en términos inconcebibles, como propias del amable carácter de Vuestra Excelencia,(…) del modo posible se la retribuimos con nuestro sincero y debido reconocimiento , asegurando a vuestra excelencia que [por]lo que hace a nosotros en particular, cuanto al pueblo en general, cada día se nos hace más sensible su ausencia.
Igualmente han estado conmigo (…) y R. Tejero que han (…) con el fin de inquirir si era cierto que a su compañero Joaquín Garcés le había dado Vuestra Excelencia una onza de oro para ellos. Hay costumbre de que el vecindario socorra a los quintos al año de su partida [] le he contestado que ignoraba semejante donación pero que esto no obstante en el caso de su salida se vieran conmigo seguro de que les daría en nombre de vuestra excelencia 20 reales, no dudando que su generosidad aprobaría esta determinación, con cuya respuesta se han ido contentos. Suplico a vuestra excelencia que me perdone este exceso (…) que solo lo he hecho para conservar en parte entre estas gentes el buen concepto que vuestra excelencia ha sabido adquirir.
De mi hija María Eusebia he tenido carta desde Sevilla asegurándome que concibe esperanzas de adquirir alivio de su dolencia de que la han informado los facultativos encargándome efusivamente (…) que ofrezca a vuestra excelencia sus respetos como yo recibo el honor de hacerlo juntamente con los míos (…) rogando a Dios conserve su importante vida es mi deseo.
Morata, 4 de agosto de 1824
Excelentísimo marqués de Astorga Excelentísimo Señor
Domingo de Morales y Correa

Fuentes y bibliografía
  • Archivo Histórico de la Nobleza, Baena, C.333, D.161-247