martes, 4 de febrero de 2020

Administración de los bienes de la Casa de Altamira en Morata en 1824

El trabajo del administrador Domingo Morales
En 1824 el progresivo deterioro de las finanzas de los condes de Altamira en todo el territorio español, acelerado desde el final de la Guerra de la Independencia, había propiciado un notable descenso del patrimonio inmobiliario y los intereses económicos de la Casa condal en Morata. A la venta de numerosas fincas rústicas y el molino de la Huerta, entre otras propiedades, se había sumado también la enajenación de gran parte de la colección de pinturas que se habían atesorado desde los tiempos del I marques de Leganés en la casa palacio propiedad de los poseedores del señorío. Por otra parte, en la segunda década del siglo XIX se mantenía también sin resolver el pleito judicial que el concejo de Morata había planteado ante la justicia para dejar de pagar los derechos señoriales a la Casa de Altamira.
No obstante, Vicente Isabel Osorio de Moscoso, XII conde de Altamira, aún mantenía bienes en la villa de Morata –así como en los cercanos pueblos de Chinchón y Perales de Tajuña- que hacían necesaria la presencia y el trabajo de un administrador de este patrimonio que ejercía también como representante del titular del señorío. En estos años siguientes al periodo liberal y a la restauración de la monarquía absoluta de Fernando VII, esta función era desempeñada por Domingo Morales y Correa, un licenciado en leyes que ya en 1809 estaba al servicio de la Casa de Altamira y del anterior titular de la misma, Vicente Joaquín Osorio de Moscoso y Guzmán, XI conde de Altamira, fallecido en 1816.
Desde su domicilio en la llamada Casa de la Administración, situada en los terrenos del palacio, justo en la esquina entre la calle de la Cruz de Orozco y del Ciego, Domingo Morales atendía la hacienda de los Osorio de Moscoso en Morata y, como tal administrador, estaba obligado a remitir periódicamente a la Administración central de la Casa de Altamira en Madrid el resultado de su trabajo. La carta de Domingo Morales al conde de Altamira, que transcribimos completa, formaba parte de esta correspondencia que era parte del trabajo del administrador en Morata.
Como se deduce del contenido de la carta que hoy reproducimos –una comunicación de diversos asuntos de Domingo Morales al conde de Altamira- por aquellos años la presencia física del conde de Altamira en Morata se había reducido lo que no impedía que aún el poseedor del señorío mantuviera algunas tradiciones como el pago de misas en la iglesia de Morata, por las que abonó dos onzas de oro al párroco, o la costumbre de ayudar económicamente a los mozos que salían de la villa para cumplir con el servicio militar a los que, según el propio administrador, se les ayudaba con 20 reales.
Por el contenido de la misiva, que era remitida a Madrid como toda la correspondencia bajo la responsabilidad de otro de los empleados del conde en Morata, Ángel Corpa, también sabemos que aún se mantenía el Picadero situado a la espalda de palacio y que también funcionaba aún la antigua jabonería que se montó en la misma calle que cerraba la residencia de los condes de Altamira en Morata por su lado este. Finalmente, hay que destacar cómo el administrador se felicitaba de que al titular del señorío le fuera muy grata la memoria que hacía Vuestra Excelencia del pueblo, (…) asegurando a vuestra excelencia que [por]lo que hace a nosotros en particular, cuanto al pueblo en general, cada día se nos hace más sensible su ausencia (…).

Carta del administrador, Domingo Morales, dirigida al XII conde de Altamira

Transcripción de la carta remitida por Domingo Morales, administrador en Morata de los bienes el conde de Altamira, a Vicente Isabel Osorio de Moscoso
Excelentísimo señor:
Prometí a usted en mi anterior de 31 del que firmo que le daría parte del resultado de mis gestiones con (…) y a la entrega se las dos onzas de oro con objeto que se aplique una misa por la intención de Vuestra Excelencia como lo hice el 1º del corriente quedando en verificarlo el día de hoy con mi asistencia como he hecho en calidad de apoderado de Vuestra Excelencia, de quien no puedo menos que admirar la impresión y talento con que usted le ha hecho la (…) sin dejar arbitrio a su delicadeza para explicarse medianamente este rango de generosidad tan sublime, como obligatorio a su sagrado sacerdotal ministerio.
Después traté del pago de los seis carros de paja que por cuenta de Vuestra Excelencia tengo (…) encerrados en el Picadero y habiéndose manifestado este en razón de que era un pequeño obsequio que quería hacer a Vuestra Excelencia, no por retribuirle ni en la parte más mínima las excesivas (…) con que le distingue, así se explica, sino para dar a usted un ligero pero visible testimonio del aprecio que le merece; le contesté como que estaba bien instruido de las ideas de Vuestra Excelencia en el asunto, que de ningún modo me quedaría con la paja sin pagársela y que así me lo tenía ordenado Vuestra Excelencia, a cuya voluntad se hallaba tan sujeta la mía, que primero se la devolvería que conservarla bajo el concepto de regalo, así que estaba decidido a satisfacer de sesenta a setenta reales por cada carro, según quedamos convenido Vuestra Excelencia y yo, propuesta que le escandalizó pidiéndome encarecidamente que se admitiese a razón de 40 o 45 reales por carro, esforzando su ruego [en] término tan obligatorio que no pude menos de admitir fijando el último precio de 45 reales carro, ascendiendo los seis encerrados a 270 reales de vellón.
He pasado a Palacio inmediatamente que llegué de esa para volver a enterarme del jabón existente de vuestra excelencia encargando a don Pedro que (…) se venda, dándome cuenta de su producto para cargármelo en la [cuenta] parcial de Vuestra Excelencia como propiedad suya. También han resultado sobrantes 5 libras de tocino que a precio de 28 costaron hacen 16 reales y 16 maravedíes de que me cargo en dicha cuenta, más no así de una y media libra de azúcar que he dicho a Don Pedro para que recoja por la nimiedad de dicho valor, de todo lo cual doy expediente a Vuestra Excelencia esperando de su bondad que se digne aprobar mi conducta en estas determinaciones.
Hoy no ha habido más que una carta para vuestra excelencia que he devuelto como las anteriores para que vuestra excelencia las reciba con el correo, Ángel Corpa. (…) ha estado en las casas de don José Aparicio y la mía .Los dichos han venido antes como también Don Miguel Pérez (…) y mi sobrino Luis Almazán para adquirir noticias de Vuestra Excelencia, diciendo que Vuestra Excelencia le había encargado que nos dijese de su parte que le era muy grata la memoria que hacía vuestra excelencia del pueblo y de nosotros, con otras explicaciones que se nos honran en términos inconcebibles, como propias del amable carácter de Vuestra Excelencia,(…) del modo posible se la retribuimos con nuestro sincero y debido reconocimiento , asegurando a vuestra excelencia que [por]lo que hace a nosotros en particular, cuanto al pueblo en general, cada día se nos hace más sensible su ausencia.
Igualmente han estado conmigo (…) y R. Tejero que han (…) con el fin de inquirir si era cierto que a su compañero Joaquín Garcés le había dado Vuestra Excelencia una onza de oro para ellos. Hay costumbre de que el vecindario socorra a los quintos al año de su partida [] le he contestado que ignoraba semejante donación pero que esto no obstante en el caso de su salida se vieran conmigo seguro de que les daría en nombre de vuestra excelencia 20 reales, no dudando que su generosidad aprobaría esta determinación, con cuya respuesta se han ido contentos. Suplico a vuestra excelencia que me perdone este exceso (…) que solo lo he hecho para conservar en parte entre estas gentes el buen concepto que vuestra excelencia ha sabido adquirir.
De mi hija María Eusebia he tenido carta desde Sevilla asegurándome que concibe esperanzas de adquirir alivio de su dolencia de que la han informado los facultativos encargándome efusivamente (…) que ofrezca a vuestra excelencia sus respetos como yo recibo el honor de hacerlo juntamente con los míos (…) rogando a Dios conserve su importante vida es mi deseo.
Morata, 4 de agosto de 1824
Excelentísimo marqués de Astorga Excelentísimo Señor
Domingo de Morales y Correa

Fuentes y bibliografía
  • Archivo Histórico de la Nobleza, Baena, C.333, D.161-247


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