miércoles, 12 de febrero de 2020

El poblamiento de casas-cueva en Morata y en el valle del Tajuña (I)

En 1830, durante los últimos años del reinado de Fernando VII, el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España, obra de Pascual Madoz, recogía en la entrada correspondiente a Morata que la villa tiene 400 casas de dos pisos en lo general y de mediana construcción y 150 cuevas en la parte de los cerros. Se trata de una de las primeras referencias documentales sobre la existencia de viviendas-cueva en Morata, un tipo de construcciones que abundan en todo el territorio español y también en muchos municipios de la comarca del Bajo Tajuña.



Aunque los registros documentales modernos nos remitan casi siempre al siglo XIX como el periodo histórico en que en Morata –y en muchos otros municipios del Bajo Tajuña- se habitan este tipo de construcciones, no podemos obviar que la vivienda troglodita, entendiendo como tal la excavada en el terreno, no es extraña en otros momentos históricos muy anteriores que se remontan incluso a la prehistoria
Entre estos antecedentes históricos, ampliamente citados en la literatura científica, no podemos dejar de referirnos al célebre episodio de las campañas militares de Sertorio narrado por historiadores clásicos como Plutarco. Fidel Fluidio Rodríguez, en su obra sobre la Carpetania romana, se refiere a las andanzas del general romano por la comarca, basándose en la fuente clásica de Plutarco:
(…) La intuitiva narración de Plutarco habla de la astucia de Sertorio junto a las cuevas habitadas de Caraca, lo que se ajusta a la topografía de sus alrededores. Leemos que los habitantes de Caraca, que no vivían ni en ciudad, ni en pueblo o poblado, sino en cuevas, sobre todo en las del Norte, situadas en una faja estrecha y alta, se refugiaron en ellas al ver venir a Sertorio ante el temor de un ataque, pero Sertorio no quiso por entonces acercarse.
Cuando Sertorio pensó el ataque del bajo Tajuña, junto a Perales, el viento Norte levantó nubes de polvo en derredor de las cuevas, era en pleno verano en la época de la canícula. Entonces formó su plan. Levantó una trinchera que cubrió de tierra seca, lo demás lo encomendó al viento, su aliado, pues soplaba éste cada vez con mayor fuerza; mientras, los soldados removían la tierra, y las nubes de polvo penetraron en las cuevas, amenazando de asfixia a sus habitantes, que al tercer día se rindieron. La fama de esta estratagema se extendió por todo el país (…).
Cayetano Rossel, en su Crónica General de España, citó también a Plutarco y Ptolomeo, en la acción de Sertorio que también localiza en la comarca:
(…) dicen que se llamó Caracca, y que era una de las poblaciones carpetanas, edificada por los caracitanos, que reducidos por Sertorio a vivir, no en cuevas y subterráneos, como acostumbraban, sino en habitaciones cómodas y bien fabricadas, quedaron después bajo la dependencia de los gobernadores romanos. A ellos alude Plutarco en la vida de Sertorio, asegurando que moraban sobre el río Tagonio (el Tajuña), en un monte grande y elevado, con muchas cuevas y agujeros que miraban al Setentrion (…).
Existen otras menciones sobre este episodio, entre la historia y la mitología, pero que tiene como base real el Risco de las Cuevas de Perales de Tajuña:
(…) [Perales de Tajuña] situado más allá del río Tajo, que no se compone de casas, como las ciudades o aldeas, sino que en un monte de bastante extensión y altura hay muchas cuevas y cavidades de rocas que miran al Norte. El país que la circunda produce un barro arcilloso y una tierra muy deleznable por su firmeza, incapaz de sostener a los que andan por ella y que con tocarla ligeramente se deshace como la cal o la ceniza.
Evidentemente, la referencia documental, al igual que la de Cayetano Rosell, comete un grave error al asegurar que las cuevas miran al norte, cuando en realidad se orientan al sur, pero nos sirven para constatar que los habitantes de la comarca utilizaron históricamente el recurso de servirse de las excavaciones en un terreno blando y adecuado para construir viviendas y almacenes. Incluso en Morata, las cuevas que aún se conservan en el paraje de El Fraile nos indican que este tipo de poblamiento troglodítico fue recurrente para todos los habitantes de la comarca en periodos históricos muy prolongados en el tiempo.
Quienes han investigado a fondo este tipo de hábitats humanos, que se extiende por muchas zonas en todo el territorio nacional, han sabido ver esta tendencia del ser humano a la hora de aprovechar las condiciones del terreno para encontrar refugio en época prehistóricas y para guarecerse y protegerse de los elementos cuando su situación económica no les permitían acceder a otro tipo de vivienda. Justiniano García Prado, en un trabajo publicado en la revista Berceo, titulado Las cuevas habitadas de Arnedo, incidía en el uso de las cuevas como vivienda por parte del ser humano:
(…) El uso de las grutas, cuevas y cavernas como lugares de habitación temporal o permanente es tan antiguo como la vida del hombre, y los protohistoriadores y etólogos se han preocupado de esta clase de viviendas, propias de los hombres primitivos; pero también en etapas más avanzadas de la vida cultural existen seres humanos que habitan en tales lugares (…).
En el mismo artículo añadía:
(…) en España son muy numerosos [los poblados trogloditas] pero se conocen mejor los de Sacromonte (Granada) y Guadix. (…) Igualmente podemos verlos en el valle del Henares, en la provincia de Guadalajara, así como en Morata de Tajuña, Perales y Ciempozuelos en la provincia de Madrid (…).

Risco de las Cuevas de Perales de Tajuña, monumento histórico artístico desde 1931

Las casas-cueva en Morata y en el Bajo Tajuña a lo largo de la historia
El propósito de esta serie de entregas del blog sobre las viviendas cueva es centrarse en la existencia de este tipo de viviendas en Morata, aunque sin obviar ni olvidar que en otros muchos municipios vecinos de la ribera del Tajuña –además de otros próximos como Fuentidueña de Tajo- también se han utilizado estas construcciones para albergar familias durante muchos periodos históricos que prácticamente llegan hasta nuestros días
En la documentación que se ha conservado sobre el tipo y número de edificios y viviendas del casco urbano de Morata no aparece la existencia de estas viviendas-cueva a las que se refería Pascual Madoz en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España hasta bien entrado el siglo XVIII con los trabajos de elaboración del denominado Censo de Floridablanca. Este trabajo demográfico, promovido al amparo de los postulados de la Ilustración por un ministro de Carlos III, el reformista conde de Floridablanca, se elaboró en 1787 mediante la visita a los pueblos y ciudades censados de agentes gubernamentales que recopilaron datos de población y también aquellos relacionados con la situación socioeconómica de los habitantes de cada municipio de la corona española. El interés por estos datos, más allá de su interés hacendístico, no es sino la confirmación de uno de los primeros intentos reales de conocer cómo vivían los españoles y en qué condiciones. Es gracias a este interés que podemos llegar a conocer la existencia de 150 viviendas-cueva en Morata, curiosamente la misma cifra que años después utilizaría Pascual Madoz, lo que nos hace pensar que este último utilizó como base de sus datos sobre Morata el Censo de Floridablanca..
Unas décadas después de publicarse este censo, y unos años antes de la publicación del diccionario de Madoz, en 1822, el cura de Morata también hacía mención de que algunos morateños habitaban este tipo de viviendas. En una conferencia pronunciada por Ángel Fernández Collado, reproducida en la revista Toletum, se cita al párroco Serafín Pinto y la información que ofrece sobre la población de Morata y la existencia de casas-cueva:
(…) El cura de Morata de Tajuña, del arciprestazgo de Alcalá, dice que: la población la componen quinientos diez vecinos, con 2.200 habitantes distribuidos entre la población y el arrabal extramuros cuyos habitantes, unos setenta, habitan en cuevas (…).
Al margen de la diferencia en las cifras tan dispares que aparecen en estas citas, lo que hace dudar de la veracidad de los datos aportados por el párroco local, quizá preocupado por edulcorar la realidad social de la villa, la existencia de estas viviendas-cueva en Morata resultó absolutamente opaca en la documentación de periodos históricos anteriores al Censo de Floridablanca o próximos al año de su elaboración*, lo que no significa necesariamente que algunos vecinos y familias de Morata no utilizaran estas viviendas excavadas en el terreno desde mucho antes de finales del siglo XVIII.
En uno de los primeros documentos sobre Morata en los que se habla de las viviendas de sus vecinos, las Relaciones topográficas de los pueblos de España, elaboradas durante el reinado de Felipe II una de las preguntas hace mención a las viviendas de la villa:
30.-Al capítulo treinta dijeron que los edificios de las casas que se usan en la dicha villa de Morata son de tapias de tierra y yeso y madera y teja, y la tierra y yeso y teja se provee del término de la dicha villa, y la madera de pino se trae de la ribera de Tajo de lo que viene de las sierras de Cuenca.
Ninguna referencia, como vemos, a las utilización de viviendas cueva en Morata en el siglo XVI, situación que se repite en el censo que aparece en los legajos del Catastro de Ensenada (1751) correspondientes a Morata. En ese caso, en la respuesta 21 del Interrogatorio General, los redactores del catastro señalan:
21ª A la pregunta veinte y una declararon que esta población se compondrá a juicio de los declarantes como de doscientos y noventa vecinos o trescientos de corta diferencia y que no hay alquerías ni casas de campo en el término ni más personas que las que habitan dentro del pueblo.
En la pregunta siguiente se hace mención al parque de viviendas existente en esos años en Morata:
22ª A la pregunta veinte y dos dijeron que hacen juicio habrá en esta villa como de doscientas setenta a doscientas y ochenta casas de habitación útiles, unas dos o tres inhabitables y como hasta veinte o veinte y cuatro arruinadas y que aunque es de señorío, según tienen declarado, no se paga por razón del vuelo carga alguna al señor de esta villa.
Entre las dos respuestas hay un desfase evidente entre el número de vecinos y el número de viviendas. De hecho, en el censo que se realiza calle por calle de los edificios y viviendas de Morata se catastran 304 viviendas y construcciones pero, si restamos a esta cifra las 27 que se califican en la propia documentación como pajares, solares o casas arruinadas, quedan únicamente 277 viviendas para un censo que, realizado individualmente y familia por familia, asciende a 327 vecinos, 27 más que los que se mencionan en las denominadas Respuestas Generales. Es evidente que entre los 327 vecinos censados y las 277 viviendas habitables hay un déficit de cincuenta viviendas, y eso sin contar que entre las viviendas habitables algunas podrían no estar habitadas por pertenecer a propietarios que no residían en Morata. ¿Dónde vivían estas familias? No resulta difícil deducir que, ya entonces, algunos de esos vecinos podrían residir en viviendas-cueva. Para apuntalar esta afirmación y justificar que existían ya por entonces viviendas-cueva en Morata señalemos las tres consideraciones siguientes:
  • La opacidad fiscal de las viviendas-cueva para el catastro al ser un tipo de residencia que no generaba impuestos favoreció que no se registraran en el Catastro de Ensenada.
  • La existencia constatada de 150 viviendas-cueva solo unos 30 años después de la elaboración del Catastro de Ensenada, como ya hemos señalado al citar el Censo de Floridablanca. Se trata de un periodo de tiempo muy reducido entre uno y otro trabajo demográfico para que en él se construyeran y afloraran tantas viviendas-cueva inexistentes documentalmente a mediados del siglo XVIII.
  • Y por último, constatar que en la vecina localidad de Tielmes, a diferencia de Morata, sí que se recoge la existencia de viviendas-cueva en el Catastro de Ensenada. En las Respuestas Generales de la localidad vecina los redactores del catastro, distintos a los que realizaron la misma labor en Morata, incluyeron la existencia de veintidós cuevas donde viven jornaleros y pobres de solemnidad. En este sentido, la existencia en Morata de 122 jornaleros y 30 pobres de solemnidad, según el propio catastro, nos hacen pensar que algunos de estos vecinos, por sus circunstancias económicas personales y familiares, se verían forzados a vivir en estas viviendas-cueva, a pesar de que según la documentación fueran inexistentes por entonces.
En cualquier caso, en las próximas semanas veremos cómo evolucionó en número de este tipo de viviendas en Morata, desde estas primeras 150 documentadas por Madoz y el Censo de Floridablanca. Analizaremos también la existencia de estas cuevas en algunos pueblos de la comarca y, además, las características arquitectónicas de unas casas-cueva que en cada localidad tenían una tipología específica en función del terreno y de los propios constructores.


*En el año 1786, en el denominado Cuestionario del cardenal Lorenzana, elaborado por los párrocos de cada pueblo y en el que se analizaba la población y la realidad social de las villas y ciudades del territorio del arzobispado de Toledo, no se hace la mínima referencia a las casas-cueva a pesar de que sí que hace mención a aspectos como la existencia de hospitales de pobres, enfermedades más comunes o medios de vida de sus habitantes.




Fuentes y bibliografía:


  • Carpetania romana. Fuidio Rodríguez, Fidel. Editorial Reus. Primera edición. Madrid, 1934.
  • Crónica general de España. Rosell, Cayetano. Ronchi, Vitturi, Grill, editores. Madrid, 1864.
  • Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar. Madoz, Pascual. Tomo XI. Madrid, 1830.
  • Las cuevas habitadas de Arnedo. García Prado, Justiniano. Berceo, nº 12. 1949.
  • Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales. H 408 y  H. 410.
  • Morata de Tajuña según el Catastro de Ensenada (1751). Miranzo Sánchez-Bravo, Agustín. Bubok, Edición del autor. Morata de Tajuña, 2010.
  • Medios de vida del clero de Toledo en 1822. Fernández Collado, Ángel. Revista Toletum. 51. Boletín de la Real Academia de Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Toledo, 2005.
  • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio de la. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999.

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