viernes, 25 de marzo de 2022

Morata, tierra de viñas y de vino (VII)

Las ordenanzas de la villa de Morata y el viñedo

Los regidores trataban de proteger las viñas y regulaban la vendimia, el trabajo de los podadores o el pasto de los ganados en las viñas


En marzo de 1734 el Concejo de Morata presentaba en el ayuntamiento las ordenanzas de la villa*, redactadas por las propias autoridades municipales y  aprobadas y refrendadas por el Consejo de Castilla. Como en la mayoría de las poblaciones de la corona estas ordenanzas, de carácter local,  pretendían regular la actividad económica de Morata, sobre todo la relacionada con la agricultura y la ganadería.
Resulta muy significativo que en el preámbulo del texto, sancionado como era preceptivo por el rey Felipe IV, ya se adelante que el objetivo de este ordenamiento legal  era acabar con parte de los graves abusos que en perjuicio del bien común y vecinos particulares de la citada villa habían introducido algunos ganaderos de ella, talando con sus ganados los panes y demás sembrados, viñas y olivares de los vecinos (…).
Además, los regidores morateños, añadían que en los años inmediatamente precedentes a su promulgación se halla sumamente deteriorada la costumbre con que dicha Villa y vecinos se han gobernado en todas las cosas tocantes  y pertenecientes a la recolección de frutos, cultivos de campos, permanencia de alamedas, cultivos de viñas y olivas  (…).
Estaba claro que la intención de los representantes municipales era, si no limitar, sí al menos controlar la actividad ganadera en beneficio de la agricultura. Morata, que nunca había destacado por un sector ganadero pujante, pretendía así defender a los agricultores y a los cultivos más importantes de la villa: cereales, olivares y, desde luego, los viñedos.
Al igual que sucedía en el caso de los olivares -que ya tratamos en el blog hace algunas semanas-, las ordenanzas dedicaban muchos capítulos a los viñedos que, no lo olvidemos, representaban un porcentaje muy elevado de la economía local. Estos capítulos regulaban aspectos tan variados como los periodos de recolección y rebusca, pero también el trabajo de los podadores o los vendimiadores y, por supuesto, el trabajo de los pastores en relación con las viñas.
Los ganaderos, y muy particularmente los pastores de ganado ovino y caprino, habían aprovechado desde hacía siglos las pámpanas de las cepas para alimentar sus rebaños, pero a la altura de mediados del siglo XVIII, con el poder gremial representado por la organización de la Mesta ya muy mermado, los intereses de los agricultores aparecían muy por encima de los derechos ancestrales que los pastores aducían en relación con estos aprovechamientos.
Ya en el capítulo 6 de las ordenanzas sus redactores, amparándose en la experiencia y las prácticas habituales en relación con un determinado cultivo, intentaban acabar con lo que definían como disolución de los jornaleros, podadores de viñas y escamujadores, especialmente cuando descuidaban su labor de poda para obtener sarmientos y brazos de cepas que aprovechaban en su beneficio. Estos trabajadores, siempre según los regidores, utilizaban serones y morrales para traer los brazos de las cepas que cojan a sus casas y que de esto se origina que por traer mucho y tener mayor necesidad, digo intereses, cortan lo que no tienen necesidad siendo en grave perjuicio de las vides y de los dueños de ellas, pues además de lo referido y pagarles su jornal y trabajo, sacan otro más de dichos brazos y cepellones, ordenaron  y mandaron que ninguno de los jornaleros, podadores o escamujadores pueden traer ni traigan cepellones algunos de los que cortan si no es que por escrito y no de otra forma lleven licencia de los dueños de las viñas y no trayendo dicha licencia consigo se den por condenados.
La protección de los intereses de los propietarios de las viñas y de los aprovechamientos de sarmientos y otros restos de poda se ampliaba también a perseguir a quienes entraban en viñas ajenas para recoger estos restos. En el capítulo 7 se trataba de este problema (…) por cuanto se experimenta con suma frecuencia que muchas personas que no tienen viñas ni olivas con el motivo de recoger leña perdida entran antes que sus dueños a coger los cepellones y sarmientos a las heredades ajenas y cuando van sus dueños están sin ellos y además de llevarse lo que ha quedado de los podadores deshojan y arrancan brazos y cepas ya con los pies ya con piedras y lo mismo sucede con los troncos de las olivas de que se experimentan muchos daños, ordenaron que ninguna persona pueda traer en tiempo alguno del año tales cepas no teniendo viñas propias [u] olivas, sí solo rebuscar sarmientos desde mediados de abril en adelante (…).
La protección del viñedo llegaba hasta el extremo, en el capítulo 8, de regular y prohibir la corta de los tallos verdes de las cepas, para pelarlos y comérselos, a (…) cualquiera persona que no teniendo viñas o teniéndolas se le justificare no ser de las suyas, se le encontrare despuntando tallos de las cepas pague por cada uno dos maravedíes y por la primera vez, y por la segunda doblado, y si trajesen agraz o uvas hasta veinte racimos por cada uno cincuenta maravedíes (…).


Ordenanza que prohibía a los ganados entrar en las viñas desde el 8 de marzo hasta tres días después de finalizar la vendimia (BNE ms.4.508)

Tiempo de vendimia, rebusca y entrada de ganados a las viñas
La calidad del vino, como producto final del cultivo de viñas, era otro objetivo de los regidores municipales** que, no lo olvidemos, también eran agricultores y como tales propietarios de viñas e incluso lagares. Para intentar garantizar que la vendimia se realizara en las mejores condiciones y en el tiempo más favorable para la cosecha de uvas, en el capítulo 9 de las ordenanzas se regulaba cuando comenzar la recolección a partir del momento en que el Concejo lo autorizaba:
(…) por cuanto en esto hay grave desorden, y de empezar unos se sigue el que otros que con ellos lindan cogen el fruto sin madurar porque no se lo hurten ni coman, y aún los mismos que empezaron a coger en algún modo sazonado el fruto de alguna viña algo adelantada procurará vendimiar otras que no lo están para vender el vino más temprano y con mayor estimación, siendo así que no es ni puede ser de calidad (…).
Acabada la vendimia se iniciaba el periodo de rebusca y de aprovechamiento de las pámpanas de los sarmientos. Aunque poco tenían que ver ambas actividades, la rebusca como medio de los más desfavorecidos de aprovechar los carpones que quedaban en las cepas y la entrada de los ganados a las viñas se regulaban en unas ordenanzas que daban prioridad a los primeros, los rebuscadores, frente a los intentos de los pastores de entrar cuanto antes con sus ovejas a las fincas recién vendimiadas. Para el trabajo de rebusca en las viñas, -regulado también como vimos para los olivares y también para los cereales tras la siega- era condición inexcusable que la Justicia diera la licencia oportuna. También se preveía en el capítulo 10 medidas para evitar la picaresca:
(…) por cuanto suele ser muy frecuente y común el ir hijos y mujeres de los vendimiadores rebuscando tras ellos y con este motivo dejan muchos racimos sin cortar para que dichos rebuscadores los recojan se prohíbe este abuso y se ordena y manda que en la misma pena incurran los vendimiadores y avareadores que lo tolerasen, y lo mismo los padres y amos cuyos hijos y criados aunque sean muchachos y de corta edad se encontrasen rebuscando con uvas y carpones sin haber dado la Justicia licencia para ello (…).
Era en el capítulo 24 de las ordenanzas donde se fijaba y se acotaba el derecho de los ganados de la villa a pastar en las viñas, una vez terminada la vendimia e incluso por el periodo de tiempo que llegaba hasta el siguiente año cuando aparecían los nuevos botes. Que este aprovechamiento de las pámpanas de las viñas era un asunto capital para los regidores municipales, por lo que era muy importante trazar unos límites claros, queda implícito en la redacción de este capítulo que fijaba, como mínimo, un periodo de siete meses en los que los ganados tenían absolutamente vedado acceder a las viñas:
Ítem ordenaron que desde el día ocho de marzo de cada un año y en caso de ser año adelantado en que se pueda causar daño, de esperar el referido día desde que se fije edicto, no pueda entrar ningún pastor a pastar con sus ganados en las viñas hasta tanto que se haya hecho la vendimia y se haya dado tiempo a los pobres para la rebusca, y se dé expreso permiso por la Justicia poniendo edicto que será para que a nadie se perjudique tres días después de haberse reconocido que la vecindad se ha cavado, pena de seis maravedíes de día y doce de noche por cada cabeza por la primera vez, doblado por la segunda y por la tercera triplicado según la reiteración y el daño a la parte damnificada, y esto se entiende siendo ganado lanar, porque siendo cabrío no ha de poder entrar en ningún tiempo del año en dichas viñas por el daño que causan en roer las viñas o revueltos, y en despedazarles con las astas bajo de la misma pena.
En la redacción inicial de este capítulo se preveía un periodo de quince días entre el final de la vendimia y el momento en que se permitía el acceso de los ganados tras finalizar la rebusca. La protesta ante el Consejo Real de los ganaderos, que lógicamente aspiraban a que sus ovejas pastaran pámpanas más verdes, les permitió recortar este periodo a los tres días que finalmente aparecieron en las ordenanzas de la villa, aunque, como queda claro en el texto, las cabras tenían absolutamente prohibido el acceso durante todo el año.
Vigilancia de la medidores y la venta de vinos en la villa
Además de los capítulos que hemos citado, que se unían a aquellos otros que regulaban aspectos como la protección de los viñedos frente a otros ganados como las mulas de labor, que podían ramonear sarmientos y pámpanas por descuido o malicia de sus propietarios, en los apartados finales de las ordenanzas los regidores también mostraron su interés en proteger y asegurar a compradores y a la propia hacienda municipal y señorial los trabajos de trasiego, medición y venta de vinos.
En el capítulo 43 que aborda este asunto se reconoce directamente la existencia de fraudes en estos trabajos de trasiego del vino y los tratos de compraventa del mismo. Para evitarlo y proteger así a compradores y también a los mismos cosecheros se fijaban elevadas multas para quienes fueran encontrados culpables de prácticas abusivas e ilegales:
Ítem, por los muchos fraudes que ocasionan los medidores de vino y aceite cohechando a los sacadores de ello unas veces por dádivas de los vendedores y otras por malicia de los medidores ofreciéndoles dar más de lo que les toca en la medida y algunas veces faltan a los ajustes que tienen hecho porque lleven lo que ellos quieren  y no queriéndolos conducir donde lo hay bueno y de calidad por el concierto que tienen hecho con algunos cosecheros de que les den tanto por arroba, cuba o tinaja porque se lo vendan en perjuicio del vino de calidad  y de los mismos arrieros y del bien común por perder la estimación la bodega y retirarse los sacadores, ordenaron y mandaron que cualquier medidor que recibiese dádiva alguna, sea dinero o cosa equivalente por la venta de vino o aceite de algún cosechero incurra en la pena de quinientos maravedíes y el duplo según la reiteración, y lo mismo el que se lo diere sin que le sirva de refugio el que para ello no ha habido tal ajuste sino es que naturalmente se lo ha querido dar, para cuya … baste otro testigo con el denunciador que bajo juramento lo declare y también incurra en la misma pena el medidor que se le averiguase llevó a algún arriero más de dos cuartos de medida por cada arroba de vino o aceite, con el propósito de engañar a los sacadores ofreciéndoles hacer mejor medida y el duplo y triplo por la reiteración y otras penas al arbitrio del juez.


*Para elaborar esta entrega del blog hemos utilizado la copia de las ordenanzas de la Villa de Morata que está depositada en la Biblioteca Nacional (M. 4.508). Este manuscrito se corresponde con la copia elaborada por el escribano del
Ayuntamiento Ramón García Nieto el 3 de enero de 1803, unos 70 años después de su aprobación y sanción real.
En el AHN, Consejos Leg.29.531 se encuentra parte del proceso legal que se planteó contra estas ordenanzas y algunos de sus capítulos que presentaron los ganaderos de Morata y la representación legal en la villa del conde de Altamira. Este procedimiento, pese a la entrada en vigor de las Ordenanzas, permaneció en vigor hasta el año 1731.


**Miguel Sánchez San Agustín, alcalde ordinario de Morata; Baltasar de Salcedo, y Juan de Almazán, regidores por el estado de los hijosdalgo, y Pedro Sánchez Bravo y Joseph Ruiz Bravo, regidores por el estado llano, además de miembros del Concejo de Morata, formaban parte del colectivo de agricultores propietarios y, todos ellos, cultivaban viñas e incluso, como en el caso de Juan de Almazán, eran propietarios de lagares y bodegas.




Fuentes y documentación:
    • La vid y el vino en la meseta meridional castellana (siglos XII-XV). Sánchez Benito, José María. Universidad Autónoma de Madrid. Madrid, 2009.
    • Los fueros de Toledo. García Gallo, Alfonso. Instituto Nacional de Estudios Jurídicos. Anuario de Estudios del derecho Español. Madrid, 1975.
    • Los quiñoneros de Segovia (siglos XIV-XV). Asenjo González, María. España Medieval. Volumen 2. Editorial de la Universidad Complutense de Madrid. Madrid, 1982.
    • Ocupación de la zona sur de la Sierra y repoblación de la misma por el concejo de Segovia. Copia de 1787. Archivo Histórico Nacional. Sección de Diversos. Concejos y Ciudades. Leg. 20. Fols. 6,39. Recogido por María Asenjo González.
    • Noticias de Madrid y de las familias (1514-1556). Fernández de Oviedo, Gonzalo. Ayuntamiento de Madrid. Guillermo Blázquez. Madrid, 2000. Libro de las grandezas y cosas memorables de España (…). Medina, Pedro de. Sevilla, 1548. Edición de González Palencia, A. Madrid, 1944.
    • Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid.  Estudio introductorio. Alfredo Alvar Ezquerra. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.
    • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999. (Transcripción de las respuestas al interrogatorio de las Relaciones Topográficas de Felipe II).
    • Censo de 1528: Archivo de Simancas. Contadurías Generales núm. 768. Recopilado y publicado en el Tomo I del Censo de Pecheros. Carlos I. 1528. Editado por el Instituto Nacional de Estadística. Madrid, 2008.
    • Hacienda real y mundo campesino con Felipe II. Las perpetuaciones de tierras baldías en Madrid. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid-Consejería de Agricultura. Madrid, 1990.
    • Instituto de Estadística de la Comunidad de Madrid. Censo de la Corona de Castilla de 1591. Vecindario. Instituto Nacional de Estadística. Madrid, 1985.
    • Alvar Ezquerra, Alfredo. Demografía Rural y fuentes no parroquiales. El Centro y el oriente madrileños en el reinado de Felipe II. Cuadernos de Historia Moderna, número 10. Editorial Universidad Complutense. Madrid, 1889-90.
    • Transcripción del texto de Descripción y cosmografía de España- Boletín de la Real Sociedad Geográfica-Tomo L-Imprenta de Eduardo Arias-Madrid, 1908.
    • Archivo General de Simancas-Expedientes de Hacienda, legajo 131.
    • Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales de Morata de Tajuña. H 408 y  H. 410.
    • Relaciones Iglesia-estado en Campomanes. Ferrer Benimeli, José Antonio, coordinador. Dictamen de los monjes granjeros. Domínguez Ortiz, Antonio. (pág. 163-180). Fundación Universitaria española. Madrid, 2002.
    • El patrimonio de los regulares madrileños  en los siglos XVII y XVIII. Caro López Ceferino. Hispania Sacra, vol. 50, núm. 102. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 1998.
    • Archivo Histórico de la Nobleza, BAENA, C-222, D.67-74.
    • Morata de Tajuña, según el Catastro de Ensenada. Miranzo Sánchez-Bravo, Agustín-Bubok, 2011.
    • Ordenanzas municipales y gremiales de España en la documentación del Archivo Histórico Nacional. Cadiñamos Bardeci, Inocencio. En Cuadernos de Historia del Derecho. Ediciones complutenses. Madrid, 2017.
    • Copia de las Ordenanzas de la villa de Morata. Biblioteca Nacional de España. Ms. 4.508.
    • Periódicos y publicaciones citados en el texto.

viernes, 18 de marzo de 2022

 

Morata, tierra de viñas y de vino (VI)

La Casa de Altamira favoreció la plantación de viñas de riego mediante el sistema de ceder tierras a censo a los vecinos

Estas viñas se localizaban sobre todo en los parajes de El Taray y Tierras Largas


Cuando a mediados del siglo XVIII se elaboró el Catastro de Ensenada, el conde de Altamira era, sin duda, el mayor propietario y contribuyente de la villa. Sus propiedades, tanto en secano como en regadío, se localizaban en todos los parajes del término de Morata. Pese a este gran patrimonio, la influencia directa de los Altamira en el sector vitivinícola de Morata siempre fue mínima aunque, paradójicamente, esta forma de administrar sus bienes contribuyó a que las viñas de regadío se extendieran por la vega ya que cedieron a censo varias de sus propiedades a distintos vecinos de Morata. Los marqueses de Espinardo, también miembros de la nobleza, aunque acudieron en parte a este sistema de censos, también explotaron directamente algunas de las viñas que poseían en Morata.


Cuando los encargados del catastro finalizaron su trabajo de recogida de datos, la documentación generada constató que la Casa de Altamira era la mayor propietaria de fincas rústicas y urbanas en Morata. Con este patrimonio que, en el caso de la vega, por ejemplo, le permitía controlar el 32 por ciento del total de las tierras de regadío, (792 fanegas), y al que había que añadir una presencia similar en el secano, sería normal que la presencia de los poseedores del señorío de Morata en el sector del cultivo de viñas y de la elaboración de vino fuera determinante. Curiosamente, no era así.

Si, tal como vimos cuando analizamos el sector olivarero de Morata, los condes de Altamira a través de sus administradores en Morata, Luis Fominaya en esos años, siempre explotaron directamente sus olivares y transformaron sus cosechas en aceite, no ocurrió así con los viñedos. De hecho, si se analiza la relación de bienes rústicos de la Casa de Altamira catastrados a mediados del siglo XVIII en Morata no aparece ni en secano ni en regadío ni una sola viña de su propiedad. Y es aún más extraña esta falta de viñas en el patrimonio condal si tenemos en cuenta que entre sus bienes el conde de Altamira declaró la propiedad de una casa, la conocida como Casa de Administradores, con varias instalaciones -lagar, bodega, cocedero- que se podrían haber dedicado a la elaboración de vino:

Una casa propia de S E que está destinada para que viva el administrador que tiene de frontis 24 varas y tres cuartas y de fondo cuarenta y nueve, (…) con un cocedero de vino, su cueva, que tiene dicha cueva y cocedero diez y siete tenajas [sic] que caben mil y trescientas @, y tiene su lagar con viga, su patio y corraliza (…).

La presencia de este lagar entre los bienes en Morata de la Casa de Altamira bien podría corresponder a periodos históricos anteriores en los que sí que se habrían explotado viñedos de su patrimonio, pero en la época que nos ocupa, mediados del siglo XVIII, los administradores encontraron un sistema que, indirectamente, sí que habría generado beneficios para los condes de Altamira en el sector vitícola: el arriendo a censo* de varias fincas de regadío para que se plantaran de viñas.

En concreto, por la documentación catastral, hoy conocemos cómo varios vecinos de Morata optaron por acudir a firmar estos censos sobre distintas propiedades rústicas de la casa de Altamira. Los censos, que en teoría se extendían en el tiempo aunque podían ser redimidos, permitían a estos vecinos planificar el cultivo de sus viñedos, asegurando que podrían explotarlos por varios años, eso sí, a cambio de unos pagos garantizados a quienes les cedían las tierras.

En consecuencia, partir de estos contratos censitarios, quienes acordaron firmarlos procedieron a plantar de viñas en estas fincas que, también por los documentos del catastro, sabemos que se localizaban, sobre todo, en los parajes del Taray, Valdelaosa y Tierras Largas**.

Hay constancia documental de, al menos, 26 tierras*** situadas en los parajes citados, que fueron plantadas de viña por quienes firmaron los censos sobre estas propiedades. Los condes de Altamira, a su vez, se aseguraban unos ingresos anuales por estas fincas, sin necesidad de explotarlas directamente, mientras que los vecinos también buscaban, aparte de la seguridad de que estarían en sus manos durante varios años, la elevada productividad de unas tierras que, plantadas de viña, aseguraban rentabilidades en torno a los 214 reales por fanega y año, muy superiores a cualquier otro cultivo según los cálculos de los encargados del catastro.

Hemos localizado a varios de estos vecinos de Morata, y algunos de Perales, Madrid o Chinchón, que firmaron censos con los condes de Altamira:

  • Manuel Salcedo, un censo de mil cuatrocientos cincuenta reales de principal a favor del conde de Altamira con cuarenta y tres reales y medio al año de rédito.

  • Francisco Anguita y su mujer pagan 235 reales y 5 maravedíes por dos viñas en El Taray y Llano de Arriba.

  • Pedro Sánchez Bravo y Juana Conde, su mujer, pagan 148 reales y seis maravedíes por dos viñas en dichos sitios. [El Taray].

  • Javier Valerio paga 9 reales y 4 maravedíes por una viña de 287 cepas y una tierra.

  • Pablo Ruiz Orive y su mujer pagan 116 reales y 14 maravedíes por dos viñas al sitio de El Taray.

  • Manuel Ribera, un censo reservativo de trescientos reales de vellón de principal, con nueve de réditos al año, a favor del conde de Altamira y contra la viña del Taray, cuyas cargas quedan comprobadas por relación de las partes.

  • Manuel de Miguel, un censo reservativo, de principal de tres mil trescientos reales de vellón, con noventa y nueve de réditos al año, a favor del conde de Altamira y contra la viña de riego y secano que llaman El Taray.

  • Theresa Velilla: así mismo un censo reservativo impuesto sobre la viña de El Taray que se pagan cuarenta y un reales y veinte maravedíes de vellón al conde de Altamira.

  • Juan de Almazán: un censo reservativo a favor del conde de Altamira de ciento y veinte y siete reales y dos maravedíes cada un año y sobre las dos viñas de riego.

  • María Hermosa: así mismo un censo reservativo impuesto sobre la viña que llaman El Taray a favor del conde de Altamira de treinta reales de vellón en cada año. Cuyas cargas van comprobadas por la relación de las partes.

  • Diego Almazán: un censo contra la viña de secano que está en La Cárcava que la propiedad es del conde de Altamira, a quien le paga de rédito de diez y seis reales y medio anuales.

  • Pedro Fuertes: tiene de carga esta hacienda de un censo sobre la viña de El Taray de cincuenta y un reales de réditos anuales a favor del excelentísimo señor conde de Altamira.

  • Manuel Almazán: primeramente un censo que tiene contra la viña en las Tierras Largas a favor del conde de Altamira y paga cada año treinta y cuatro reales y treinta y un maravedíes de vellón. Otro contra la viña del Taray y a favor del dicho conde de Altamira y se pagan de réditos cada año once reales y ocho maravedíes de vellón. Otro contra la viña de La Cárcava a favor del conde de Altamira y paga tres reales de rédito al año.

  • Francisco Sánchez Alonso: otro reservativo a favor de dicho conde de Altamira a quien se paga de rédito anualmente ciento setenta y nueve reales, impuesto sobre la viña de riego que está en El Taray, que la propiedad es de dicho Altamira.

  • Francisco Oliva: contra la viña de riego donde dicen Las Cabrizas un censo a favor del conde de Altamira, su principal ocho mil novecientos y cuatro reales, su rédito anual doscientos y treinta y un reales.

  • Miguel de Salcedo: otro contra la viña de riego que llaman El Taray y la viña de secano donde dicen el Llano de Arriba a favor de Altamira a quien paga anualmente doscientos y treinta y siete reales. Y es censo reservativo.

  • Manuel de Salcedo: un censo de mil cuatrocientos cincuenta reales de principal a favor del conde de Altamira con cuarenta y tres reales y medio al año de rédito

  • Gabriel Medel: cuyas viñas donde llaman La Cárcava, la una de dos fanegas de sembradura y la otra de diez y ocho celemines, están gravadas con el principal de mil cuatrocientos reales de censo reservativo, que renta cuarenta y tres y medio de réditos en cada un año a favor del conde de Altamira

  • Francisca Sánchez Bravo: una tierra donde llaman La Celadilla, que la tengo a censo reservativo, con el principal de quinientos reales de vellón, de caber dos fanegas de sembradura con cuatrocientas cepas.

  • Gregoria Ruiz de Orive: una viña donde llaman Las Cabrizas de dos fanegas y media de sembradura con ochocientas cepas.

  • María Roldán: otro contra la viña de riego que llaman El Taray y la viña de secano donde dicen el Llano de Arriba a favor de Altamira a quien paga anualmente doscientos y treinta y siete reales. Y es censo reservativo.

  • Joseph Hermosa, vecino de Perales: tiene de censo esta viña y a favor del conde de Altamira y paga de réditos anuales ciento noventa y cuatro reales de vellón.

Gracias a estas declaraciones de los vecinos podemos determinar que el interés anual de los censos ascendía al 3 por ciento, de tal manera que, por ejemplo, una tierra valorada en mil reales pagaría anualmente reales a la casa de Altamira. Por otra parte, en base a esta valoración de las fincas, si el censatario quería redimir el censo debía abonar al conde de Altamira, en una sola vez, la cantidad en que estaba valorado el principal de dicho censo.


Documento que recoge el censo firmado por Pedro Fuertes con el conde de Altamira

Viñas de los marqueses de Espinardo en Morata

A diferencia de los condes de Altamira, los marqueses de Espinardo, sí que explotaron directamente al menos parte de los viñedos de su propiedad en el término de Morata. Aunque el patrimonio de los Espinardo en Morata era, en estos años de mediados del siglo XVIII, más reducido que el de los condes de Altamira no por ello dejaban de ser propietarios de una amplia hacienda tanto en secano como en regadío (378 fanegas de regadío, el 15 por ciento del total, aprox.) y con propiedades tan emblemáticas como la Huerta de los Hoyos.

En la declaración catastral de sus bienes incluían, su palacio de la plazuela de Espinardo, dotado con instalaciones que les permitían elaborar vino:

Una casa palacio en la plazuela de Espinardo con cuarenta y seis varas de frente y cuarenta y siete de fondo, que linda a M calle que va a la Iglesia y al N la de la Fragua vieja, su habitación en bajo y principal con lagar y sótano, una cuba y una tinaja que caben seiscientas arrobas (…).

Además, entre los bienes rústicos también aparecían varias viñas, tanto de riego como de secano, que explotaban directamente. Destacaban sus viñas de riego, cuatro en total, que sumaban 27 fanegas localizadas en las Tierras Largas y El Taray con alrededor de 8.000 cepas. Además, había que sumar a los bienes de los marqueses de Espinardo tres fanegas y media de viñas de secano que sumaban unas 1.300 cepas.

Los marqueses de Espinardo, aparte de explotar directamente estas viñas de secano y regadío a través de sus administradores en Morata –en estos años Francisco Sánchez Alonso-, también acudieron al sistema de ceder a censo algunas de sus propiedades para que varios vecinos de Morata, según la información catastral consultada, plantaran en estas fincas, tanto de secano como de regadío, viñedos:

  • Francisco Sánchez Alonso: otro [censo] reservativo a favor del marqués de Espinardo, su rédito anual ciento y ocho reales, impuesto sobre la viña que está en dicho sitio [El Taray] de caber tres fanegas de tierra que la propiedad de esta viña es de dicho Espinardo.

  • Pedro Fuertes: otro censo contra la viña de La Ceña y a favor del marques de Espinardo de trescientos y veinte y cuatro de réditos anuales.

  • Joseph Sánchez de San Agustín: un censo reservativo impuesto a favor del marqués de Espinardo sobre la viña de riego donde llaman Taray, que se pagan de réditos al año cuarenta y cinco reales de vellón.

  • Joseph Roldán: treinta y cuatro reales y medio de vellón de réditos anuales que se pagan al marqués de Espinardo por las dos viñas donde llaman La Cárcava de censo reservativo.

  • Eugenio Arias: un censo reservativo contra la viña de Valpeñosillo, su principal mil novecientos y cincuenta reales, con cincuenta y ocho reales y medio a favor del marques de Espinardo, que tiene la propiedad de ella.

  • Francisco Pezes: cuya viña está gravada con el principal de un censo reservativo a favor del marqués de Espinardo que es de mil y seiscientos reales con cuarenta y siete de réditos en cada un año.

  • Diego Almazán: otro contra la viña de riego que está en Las Cabrizas y paga de rédito cada año cuarenta y cinco reales y treinta maravedíes al marqués de Espinardo.

  • Manuel Castillo, vecino de Chinchón: Tiene de censo esta dicha viña [en el Fraile] y a favor del marqués de Espinardo de cuatro reales y medio de réditos anuales

  • Joseph García, vecino de Chinchón: Tiene de carga esta viña [en el Fraile] y a favor del Marqués de Espinardo cuatro reales y medio de réditos anuales.

  • Tomás Castillo, vecino de Chinchón: Una viña en El Fraile de una fanega y tres celemines con quinientas cepas.

Con el paso de los años, estos censos fueron amortizados, en el caso de los que pertenecían a los condes de Altamira, en los años en que se desprendieron de la mayor parte de su patrimonio en Morata debido a la situación económica de la Casa. Posteriormente, más avanzado el siglo XIX, aquellos que afectaban a propiedades de los marqueses de Espinardo.

En cualquier caso hay que reiterar que este modo de administrar sus bienes en Morata por parte de los Altamira, y en menor medida los Espinardo, condicionó y propició la proliferación de viñas de regadío en la vega, sobre todo en parajes que ya hemos mencionado como El Taray o Tierras Largas.



* Los censos reservativos consistían en la cesión del dominio útil de una propiedad inmueble del censualista, el conde de Altamira o el marqués de Espinardo en este caso, a cambio del derecho a recibir, por parte del censatario, una pensión anual en reconocimiento de dicha cesión. Para redimir estos censos, el censatario debería entregar al censualista en un solo pago el capital fijado en el censo.

** Hasta los años sesenta del pasado siglo, en El Taray, Valdelaosa y en las Tierras Largas aún se labraban varias viñas de regadío. Tal como se ha comentado, estas viñas tenían una producción anual de uvas bastante elevada, muy superior a las de secano, pero de inferior calidad a la hora de elaborar vino,por lo que su precio también era menor. Aún así, su productividad favorecía su proliferación durante décadas en la vega de Morata.

*** Las fincas que fueron cedidas a censo por parte de los condes de Altamira procedían, en el caso de las que se localizaban en los parajes de Valdelaosa y El Taray, de varias compras que había realizado el marqués de Leganés, primer poseedor del señorío de Morata, entre 1634 y 1652. En estos años, Diego Messía de Guzmán adquirió estas tierras de regadío, que sumaban unas 87 fanegas, a distintos propietarios entre los que se encontraba el conde de Puñonrostro. Años más tarde estas fincas, ya en poder de los Altamira, serían dedicadas, en parte, a plantar las viñas a las que hacemos referencia en el texto.



Fuentes y documentación:

  • La vid y el vino en la meseta meridional castellana (siglos XII-XV). Sánchez Benito, José María. Universidad Autónoma de Madrid. Madrid, 2009.

  • Los fueros de Toledo. García Gallo, Alfonso. Instituto Nacional de Estudios Jurídicos. Anuario de Estudios del derecho Español. Madrid, 1975.

  • Los quiñoneros de Segovia (siglos XIV-XV). Asenjo González, María. España Medieval. Volumen 2. Editorial de la Universidad Complutense de Madrid. Madrid, 1982.

  • Ocupación de la zona sur de la Sierra y repoblación de la misma por el concejo de Segovia. Copia de 1787. Archivo Histórico Nacional. Sección de Diversos. Concejos y Ciudades. Leg. 20. Fols. 6,39. Recogido por María Asenjo González.

  • Noticias de Madrid y de las familias (1514-1556). Fernández de Oviedo, Gonzalo. Ayuntamiento de Madrid. Guillermo Blázquez. Madrid, 2000. Libro de las grandezas y cosas memorables de España (…). Medina, Pedro de. Sevilla, 1548. Edición de González Palencia, A. Madrid, 1944.

  • Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid. Estudio introductorio. Alfredo Alvar Ezquerra. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.

  • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999. (Transcripción de las respuestas al interrogatorio de las Relaciones Topográficas de Felipe II).

  • Censo de 1528: Archivo de Simancas. Contadurías Generales núm. 768. Recopilado y publicado en el Tomo I del Censo de Pecheros. Carlos I. 1528. Editado por el Instituto Nacional de Estadística. Madrid, 2008.

  • Hacienda real y mundo campesino con Felipe II. Las perpetuaciones de tierras baldías en Madrid. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid-Consejería de Agricultura. Madrid, 1990.

  • Instituto de Estadística de la Comunidad de Madrid. Censo de la Corona de Castilla de 1591. Vecindario. Instituto Nacional de Estadística. Madrid, 1985.

  • Alvar Ezquerra, Alfredo. Demografía Rural y fuentes no parroquiales. El Centro y el oriente madrileños en el reinado de Felipe II. Cuadernos de Historia Moderna, número 10. Editorial Universidad Complutense. Madrid, 1889-90.

  • Transcripción del texto de Descripción y cosmografía de España- Boletín de la Real Sociedad Geográfica-Tomo L-Imprenta de Eduardo Arias-Madrid, 1908.

  • Archivo General de Simancas-Expedientes de Hacienda, legajo 131.

  • Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales de Morata de Tajuña. H 408 y  H. 410.

  • Relaciones Iglesia-estado en Campomanes. Ferrer Benimeli, José Antonio, coordinador. Dictamen de los monjes granjeros. Domínguez Ortiz, Antonio. (pág. 163-180). Fundación Universitaria española. Madrid, 2002.

  • El patrimonio de los regulares madrileños en los siglos XVII y XVIII. Caro López Ceferino. Hispania Sacra, vol. 50, núm. 102. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 1998.

  • Archivo Histórico de la Nobleza, BAENA, C-222, D.67-74.

  • Morata de Tajuña, según el Catastro de Ensenada.Miranzo Sánchez-Bravo, Agustín-Bubok, 2011.

  • Periódicos y publicaciones citados en el texto.




























jueves, 10 de marzo de 2022

 

Morata, tierra de viñas y de vino (V)

Los dominicos del Rosario acumulaban en Morata un patrimonio de 107 fanegas de viñas

Su producción en vino estaba destinada al convento de Madrid desde donde se distribuía por los establecimientos de la capital

En 1822 se subastaron todas las viñas y el resto de propiedades de los dominicos en Morata

Veíamos la pasada semana quiénes eran los mayores cultivadores de viñas en Morata y también los propietarios de los lagares y bodegas de la villa. Para continuar con la visión del sector vitivinícola en Morata durante el siglo XVIII, y parte del XIX, analizamos en esta entrega el papel del clero en el cultivo del viñedo y la elaboración de vino en esos mismos años, especialmente el caso de los frailes del convento de Dominicos del Rosario de Madrid, una congregación religiosa que explotó intensamente su hacienda morateña, para elaborar posteriormente el vino que comercializaban en la capital.


La presencia de los frailes del madrileño convento de los dominicos del Rosario en Morata se materializaba en lo que los propios religiosos denominaban la casa de labor, situada, como ya hemos tratado en alguna ocasión en el blog, en lo que hoy conocemos como Casa Mac-Crohon y todo su entorno: caballerizas, bloques de viviendas y almacenes municipales.

En esta casa de labor, con unas dimensiones según el propio catastro de 66 varas de fachada por 64 varas de fondo (3.000 metros cuadrados, aprox.), aparte de otras dependencias, los monjes disponían de dos lagares con dos vigas cada uno, una almazara de aceite con diez y siete tinajas de caber mil setecientas arrobas, bodega con diez cubas, su caber cinco mil arrobas, cueva con ochenta tinajas, de caber cuatro mil arrobas, y un cocedero de vino con nueve tinajas, su cabida novecientas arrobas (…).

Hay que hacer especial referencia, a la hora de definir el papel de los dominicos en el sector del viñedo y del vino en Morata en esos años, no solo a esos dos lagares que se recogen en su declaración catastral, sino también a la extraordinaria capacidad de almacenaje de sus bodegas, cuevas y cocederos de vino: 9.900 arrobas.

El padre Bernardo García, junto al lego Fray Francisco López, administraba esta hacienda que también contaba, lógicamente, con una extensa relación de viñedos repartidos por todo el término municipal. Como responsable de la declaración sobre los bienes que su convento poseía en Morata, y sólo en relación con el cultivo de viñas y la elaboración de vino, los dominicos eran titulares de 103 fanegas y media de viñedo en tierras de secano y 3 fanegas y 8 celemines de una viña de regadío situada en El Taray.

Según esta misma declaración presentada ante los jueces del catastro, del total de las 103 fanegas y media, 85 fanegas estaban consideradas como viñas de buena calidad y el resto, 18 fanegas y media, como tierras o viñas de mediana calidad. En total, según la relación individualizada de las viñas, situadas sobre todo en La Cárcava y parajes próximos, los dominicos sumaban un patrimonio de 37.263 cepas. A estos viñedos situados en Morata, había que añadir, como veremos, las viñas y propiedades que los frailes del Rosario poseían en los pueblos vecinos de Perales de Tajuña y Chinchón.

Resulta evidente que estos viñedos, cuya producción en vino estaba destinada a la capital, tal como reconocían los responsables de la casa de labor en su declaración catastral, necesitaba de la aportación de varios jornaleros que sacaran adelante la labor anual de la hacienda (recordemos que los dominicos también disponían de cientos de fanegas de secano en El Llano y de regadío en la vega, así como olivares y una almazara para transformar la cosecha de aceitunas y hasta una cantera de piedra y otra de cal).

En este trabajo diario de cultivar viñedos y otros cultivos, según los datos aportados por Fray Bernardo García, participaban varios criados que aparecían como empadronados en la casa de labor y cuyos nombres aparecen en el denominado Libro de familias del estado eclesiástico:

Criado. Bernardo Gutiérrez, de treinta años, criado de la labor.

Criado. Manuel Campanero, de veinte y ocho años.

Criado. Francisco Alonso, de treinta y dos años.

Criado. Matheo Blas de treinta años.

Criado. Nicolás Gutiérrez, de veinte años.

Criado. Francisco Xavier, de diez y siete años.

Criada. Josepha de Cuenca, de cincuenta y cuatro años. Criada.

Criada. Florencia Ruiz, de diez y seis años. Criada.

Arriero. Gregorio de Mingo, de veinte y nueve años.

También es muy significativa la declaración sobre las caballerías mayores (mulas y machos) y menores (burros) que eran propiedad de los dominicos en Morata. En la misma declaración catastral se recoge este ganado de labor:

Cinco pares de mulas que sirven en la labranza, tres que se ejercitan en llevar vino para el consumo del Convento del Rosario de Madrid y dos pollinos, que el uno sirve en la recua y el otro para lo que se necesite en la casa de esta Villa.

Con esta relación de ganado se constata el interés de los frailes por disponer de los medios con los que trasladar sus cosechas de aceite, granos y, por supuesto y principalmente, vino a Madrid. Este propósito de explotar sus viñedos y lagares con vistas al mercado madrileño no era exclusivo de los dominicos del Rosario. Otras órdenes religiosas, como jesuitas, agustinos o dominicos de Atocha, también vieron en los alrededores de Madrid una oportunidad para explotar sus cuantiosos bienes raíces lo que dio lugar a que se les conociera como monjes granjeros y a que las autoridades de la época, especialmente el ministro Campomanes, intentaran abordar un problema que preocupaba a todos los niveles en estas villas del entorno madrileño.

Apunte de la casa de labor de los dominicos en Morata 1751 (AHPT)
 

Los monjes granjeros

En julio de 1763 llegaba a la sala de Gobierno del Consejo de Castilla una petición de la Justicia y Regimiento de Arganda del Rey. En este escrito, que cita el profesor Antonio Domínguez Ortiz en su Dictamen sobre estas ordenes religiosas y el papel en el agro madrileño de los denominados monjes granjeros, los representantes argandeños se quejaban de que pese a que la legislación vigente impedía fundar nuevas casas de religiosos y que, además, endurecía la posibilidad de que los frailes residieran fuera de sus claustros, la realidad de esos años era muy diferente, con varias congregaciones asentadas en el pueblo para explotar sus haciendas..

Se denunciaba que en varios pueblos del entorno de Madrid, y entre ellos Morata, distintas órdenes religiosas mantenían esas casas de labor, según su propia terminología, con un fin muy distinto a su función primigenia de asistir espiritualmente a la sociedad. En palabras de los regidores de Arganda su fin es muy distinto al que tienen los demás [frailes], dirigido solo a manexar con el cultivo de sus crecidas viñas y sacar el vino que cogen en ellas, y tal vez lo aumentan comprando uvas para venderlo en sus tabernas sin querer pagar todos los derechos que adeudan.

Las autoridades de la Corona se dieron por enteradas y ordenaron realizar un expediente en el que se especificara los bienes que estas órdenes –jesuitas, dominicos, agustinos…- poseían en la villa de Arganda y en qué medida contribuían a la Hacienda y perjudicaban o beneficiaban a los vecinos. Lo cierto es que estas órdenes de religiosos regulares disponían de un patrimonio inmenso en Arganda, muy superior al de Morata y otras villas aledañas, ya que la situación que se denunciaba, en mayor o menor medida, se había generalizado y preocupaba a las autoridades de la Corona pero también a los responsables locales.

Sobre este problema, Ceferino Caro López transcribe, en su trabajo sobre El patrimonio de los regulares madrileños en los siglos XVII y XVIII, las palabras del ministro Campomanes, en la llamada Segunda alegación, en la que trata el tema de lo que en la época se conocía como manos muertas, -propiedades inmobiliarias en poder de los religiosos- y cómo afectaba a la economía de la sociedad del siglo XVIII y parte el XIX:

(…) Donde quien quiera convencerse y asombrarse del exceso de casas, y de los efectos de villa en manos muertas, y de la rapidez con que en herencias, fundaciones, y compras va creciendo su adquisición, vaya a la contaduría de las Casas de aposento, y a la de Sisas de la villa, donde están a la mano las razones [...] y quien quisiere salir de Madrid las verá [las manos muertas] cómo se han extendido y se extienden más cada día por los términos de Torrejón de Ardoz, de Rejas, de Mejorada, de Loeches, de Arganda, de Morata, de Valdemoro, de Pinto, (…) y que han precisado a la piedad y justicia del Rey, a consulta de este Supremo a expedir los decretos que se están ejecutándolo. (En Morata, aunque con bastantes menos patrimonio en comparación con los dominicos también disponías de propiedades rústicas los jesuitas del Colegio imperial de Madrid, los dominicos del convento de santo Tomás y varias congregaciones de religiosas de distintas órdenes)

Hay que señalar que, pese a estos decretos a los que se refiere Campomanes, la presencia de las órdenes de religiosos regulares en el sector del vino que nos ocupa en estas entregas del blog, lejos de decrecer según avanzaba el siglo XVIII experimentó un incremento constante, al menos en lo que en este caso nos ocupa y que se refiere a los dominicos y su presencia en Morata y pueblos vecinos (Por otro lado, sí que es cierto que la orden de los jesuitas sufriría unos años más tarde la expulsión decretada por Carlos III).

Incremento de cultivos de viñas de los dominicos en Morata

Que la presencia de los monjes granjeros no decreció, pese al intento de las autoridades de limitar su influencia en el campo de los alrededores de Madrid, se demostró pocos años después de que se realizara el Catastro de Ensenada en todo el territorio de la Corona de Castilla cuando se abordó un proceso de comprobaciones de los datos catastrales en cada villa, en teoría para fijar estas declaraciones de los vecinos e implantar la denominada Unica Contribución (en realidad este proceso nunca se completó y la documentación catastral resultó inservible a efectos fiscales).

Gracias a esta nueva documentación catastral descubrimos que los intentos de Campomanes por reducir el impacto de las órdenes religiosas en el entorno del campo madrileño próximo a la capital no solo no habían servido para minimizar el problema sino que, de hecho, se había incrementado notablemente, al menos y según esta documentación, en la villa de Morata.

Y es que, en estas comprobaciones de los datos catastrales, el nuevo responsable de la casa de labor de los dominicos en Morata, fray Elías Gómez, afirmaba que en los años transcurridos entre las primeras declaraciones del catastro y el año 1771 los religiosos no sólo habían repuesto las marras que aparecían en sus viñas para aumentar la producción sino que habían incrementado en 14.880 cepas más el censo de cepas de su propiedad y que con las 37.263 de la primera declaración sumaban ya 52.143.

Aproximadamente 50 años después de que se contabilizara este incremento en los viñedos pertenecientes a los frailes dominicos del Rosario se volvió a constatar que este patrimonio vitivinícola aún seguía siendo propiedad de la orden religiosa. Sin embargo, también es cierto que, con las disposiciones desamortizadoras que se iniciaron con Godoy y que se acrecentaron durante la invasión francesa, esta influencia de los dominicos en la economía de Morata tenía los días contados a partir de la segunda década del siglo XIX.

En estas fechas, concretamente el 10 de julio de 1822, se inició la publicación en el Diario de Madrid de la relación de bienes rústicos y urbanos pertenecientes a la orden de los dominicos del Rosario que se iban a sacar a subasta en el juzgado de Chinchón. Durante tres días, el periódico oficial publicó la relación de estos bienes que estaban localizados, en su mayor parte, en Morata pero que también incluían tierras y otras propiedades en Perales de Tajuña y el mismo Chinchón.

De esta relación de bienes sacados a subasta, nos interesan especialmente aquellos relacionados con el viñedo y la elaboración de vino que aún pertenecían a los dominicos y que confirman como, en el tiempo transcurrido desde que se realizó el Catastro de Ensenada, los frailes habían mantenido e incluso incrementado el número de cepas de su propiedad. En concreto, en esta relación aparece una gran viña situada entre los términos de Morata y Chinchón, en el paraje de La Jara, en la que se contabilizaban 25.023 cepas. En la relación también se incluían, entre otras de menor superficie, viñas en Las Asaduras, con 5.230 cepas, en la Boca de la Zorra, con 2.142 cepas o, ya de regadío, en las Tierras Largas con 3.505 cepas. En total, 54.703 cepas, entre las que se incluían dos viñas en Perales, con 3.857 cepas, y otra viña en el término de Chinchón de 1.245 cepas.

Esta hacienda, que permitía a los dominicos seguir manteniendo su condición de mayores viticultores y cosecheros de vino de Morata, incluía igualmente otros bienes que salían a subasta, entre ellos una casa en Morata con muchas habitaciones, cueva, bodega y aceitero, con sus tenajas [sic] correspondientes para 7.682 arrobas de vino y lagar para elaborar vino (…). Se trataba, claro, de la casa de labor que pasaría a en esos años a la propiedad de la familia Angulo y que, actualmente, conocemos como Casa Mac Crohon.

En cualquier caso, con esta subasta y la desamortización eclesiástica, el papel de los monjes granjeros, y de los dominicos en concreto, como vitivinicultores tenía los días contados en Morata y en toda la comarca. La semana próxima trataremos en el blog la presencia en el sector vinícola de otro estamento clave en la sociedad del XVIII y primeras décadas del XIX, la nobleza, en el caso de Morata representada por el conde de Altamira y, en menor medida, el marqués de Espinardo.


Fuentes y documentación:

  • La vid y el vino en la meseta meridional castellana (siglos XII-XV). Sánchez Benito, José María. Universidad Autónoma de Madrid. Madrid, 2009.

  • Los fueros de Toledo. García Gallo, Alfonso. Instituto Nacional de Estudios Jurídicos. Anuario de Estudios del derecho Español. Madrid, 1975.

  • Los quiñoneros de Segovia (siglos XIV-XV). Asenjo González, María. España Medieval. Volumen 2. Editorial de la Universidad Complutense de Madrid. Madrid, 1982.

  • Ocupación de la zona sur de la Sierra y repoblación de la misma por el concejo de Segovia. Copia de 1787. Archivo Histórico Nacional. Sección de Diversos. Concejos y Ciudades. Leg. 20. Fols. 6,39. Recogido por María Asenjo González.

  • Noticias de Madrid y de las familias (1514-1556). Fernández de Oviedo, Gonzalo. Ayuntamiento de Madrid. Guillermo Blázquez. Madrid, 2000. Libro de las grandezas y cosas memorables de España (…). Medina, Pedro de. Sevilla, 1548. Edición de González Palencia, A. Madrid, 1944.

  • Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid. Estudio introductorio. Alfredo Alvar Ezquerra. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.

  • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999. (Transcripción de las respuestas al interrogatorio de las Relaciones Topográficas de Felipe II).

  • Censo de 1528: Archivo de Simancas. Contadurías Generales núm. 768. Recopilado y publicado en el Tomo I del Censo de Pecheros. Carlos I. 1528. Editado por el Instituto Nacional de Estadística. Madrid, 2008.

  • Hacienda real y mundo campesino con Felipe II. Las perpetuaciones de tierras baldías en Madrid. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid-Consejería de Agricultura. Madrid, 1990.

  • Instituto de Estadística de la Comunidad de Madrid. Censo de la Corona de Castilla de 1591. Vecindario. Instituto Nacional de Estadística. Madrid, 1985.

  • Alvar Ezquerra, Alfredo. Demografía Rural y fuentes no parroquiales. El Centro y el oriente madrileños en el reinado de Felipe II. Cuadernos de Historia Moderna, número 10. Editorial Universidad Complutense. Madrid, 1889-90.

  • Transcripción del texto de Descripción y cosmografía de España- Boletín de la Real Sociedad Geográfica-Tomo L-Imprenta de Eduardo Arias-Madrid, 1908.

  • Archivo General de Simancas-Expedientes de Hacienda, legajo 131.

  • Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales de Morata de Tajuña. H 408 y  H. 410.

  • Relaciones Iglesia-estado en Campomanes. Ferrer Benimeli, José Antonio, coordinador. Dictamen de los monjes granjeros. Domínguez Ortiz, Antonio. (pág. 163-180). Fundación Universitaria española. Madrid, 2002.

  • El patrimonio de los regulares madrileños en los siglos XVII y XVIII. Caro López Ceferino. Hispania Sacra, vol. 50, núm. 102. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 1998.

  • Periódicos y publicaciones citados en el texto.










viernes, 4 de marzo de 2022

 

Morata, tierra de viñas y de vino (IV)

En el siglo XVIII se contabilizaban 50 vecinos con lagares y bodegas

La cosecha de vino era de unas 40.000 arrobas anuales

Con una cosecha que anualmente podía superar ampliamente el millón de kilos, tal como veíamos la pasada semana, la elaboración de vino en las bodegas y lagares que se registraban en Morata a mediados del siglo XVII se convirtió en una de las actividades más importantes de la villa. En la entrega de esta semana analizamos el rendimiento económico del viñedo y del vino así como quiénes eran los principales viticultores de Morata en esos años en los que se realizó el Catastro de Ensenada.



En las Respuestas Generales y en otros apartados del catastro, además de especificarse la extensión del término municipal destinada al cultivo del viñedo, aparecen varios datos que nos explican la rentabilidad de este cultivo para los agricultores morateños de la época. Esta rentabilidad está referida a la producción anual de estos cultivos y también a los precios del vino, calculado para evitar oscilaciones anuales por periodos de un quinquenio y como siempre en el catastro, según las apreciaciones de los vecinos que actuaron como peritos.

Como veíamos la pasada semana, la producción de uva, en función de la calidad de las tierras donde estaban plantadas las viñas o, también, si estas eran de secano o regadío, oscilaba entre las doce cargas de ocho arrobas* en las viñas de regadío, las ocho cargas en las tierras de secano de buena calidad, las seis cargas en las de mediana calidad y las cuatro cargas en las viñas de calidad ínfima. Estas producciones, siempre referidas a una superficie de una fanega (de cuatrocientos estadales en secano y de doscientos estadales en regadío), explican mejor que cualquier otra consideración la proliferación de viñas plantadas en tierras de regadío en el término de Morata.

Resultan muy significativas también para entender este fenómeno de las plantaciones de viñas de regadío las cifras que ofrecieron los peritos respecto a la producción en vino de cada uno de los tipos de viñedos existentes en Morata: una fanega de regadío producía, una vez elaborada la cosecha, treinta y nueve arrobas de vino, cifra muy superior a las 24 arrobas de las viñas de buena de calidad, las 18 de las de mediana calidad y las 12 arrobas de las viñas plantadas en tierras de inferior calidad.

Para determinar finalmente la rentabilidad del viñedo había que aplicar a estas producciones de arrobas de vino, según el tipo de viñedo, el precio del vino morateño, calculado, una vez más, por periodos de un quinquenio.

Según los peritos, en Morata se pagaban unos 5 reales y 17 maravedíes por arroba, una cotización muy inferior a los 15 reales por arroba que, por ejemplo, se pagaba por el vino en Alcalá de Henares, e incluso a los 7 reales que, también según los datos del Catastro de Ensenada, se pagaba por el vino de la vecina localidad de Perales de Tajuña. En otras localidades cercanas, como Arganda, la arroba de vino cotizaba a 5 reales y 17 maravedíes, el mismo precio que en Morata, y en Chinchón, según el mismo catastro, a unos escasos 4 reales la arroba. (Insistimos que, en cualquier caso, estas cotizaciones del vino siempre hay que tomarlas con cautela debido a que no siempre se utilizaban las mismas unidades de medida ya fueran de capacidad, peso, superficie o longitud).

Las divergencias en los precios, que se daban entre localidades muy próximas, no impiden determinar que el viñedo era, sin ninguna duda, uno de los cultivos más rentables para los agricultores de Morata en estos años de mediados del siglo XVIII. Son los mismos vecinos que actuaron como peritos del catastro quienes elaboraron una muy significativa relación de las rentabilidades anuales atribuidas a cada cultivo y a cada tipo de calidad de tierra del término de Morata. Esta relación, que encabeza la documentación catastral que recoge las haciendas de cada vecino, y que por lo tanto servía para cuantificar el valor económico de los bienes de cada uno de estos propietarios, aparece en el denominado Registro General de las haciendas y efectos pertenecientes al estado seglar y, literalmente, refleja las siguientes rentabilidades en reales por fanega y año:

Especies Calidades Producto

Viñas de riego Buena, 214

Frutales Buena 200

Sembradura de riego 

 Buena 108

Mediana, 87

Inferior 77, 17

Viñas en secano 

Buena 132

Mediana, 90

Inferior , 66

Sembradura de secano 

Buena, 47, 17

Mediana, 38

Inferior, 28

Olivares de secano 

Buena 36

Mediana, 27

Inferior 18

Estas cantidades, que muestran cómo una viña de regadío tenía una rentabilidad que prácticamente duplicaba a la siembra de cereales en regadío, explican el creciente interés de los labradores de Morata por el cultivo de viñedo y, como ya señalamos, la promoción de la plantación de viñas en la misma vega. De hecho, con una extensión de viñedos muy inferior en regadío, cada año se cosechaban de estas plantaciones de viña en la vega, por término medio, uvas suficientes para elaborar 13.650 arrobas de las 39.450 arrobas de vino que se calculaban como producción total en Morata. A esta labor de transformación y elaboración se dedicaban los lagares y bodegas que se repartían por todo el casco urbano de Morata.

Grandes propietarios y bodegas y lagares de Morata en el siglo XVIII

Que el viñedo y el vino era una actividad económica rentable para la mayoría de los agricultores de Morata se explica por la gran cantidad de recursos destinados a su cultivo y posterior elaboración del vino con la práctica totalidad de la cosecha**. Hay otros detalles que corroboran este auge.

Uno de ellos es la presencia en la villa de los frailes dominicos encargados de explotar la casa de labor que esta congregación religiosa poseía en Morata y a la que dedicaremos una entrega del blog la próxima semana. También certifican el buen momento del viñedo en esos años en Morata los numerosos agricultores de la villa que se decidieron a cultivar sus viñas en terrenos del conde de Altamira mediante el peculiar sistema de firmar contratos censales con los que se comprometían a abonar una cantidad anual –una especie de arrendamiento- por estas tierras de propiedad condal ***.

Finalmente, la aparición de varios propietarios, ajenos a la vecindad en la propia villa, que veían en viñas y bodegas un buen negocio, rentable y accesible, al que acudieron vecinos de Madrid, Arganda o Vicálvaro y que tenían su objetivo final en vender su cosecha en los mercados madrileños son también la confirmación de que la plantación de viñas, su cultivo y transformación en vino era un buen negocio. En este sentido, recordemos que desde el siglo XVI el vino de las localidades próximas a Madrid tenía un floreciente mercado asegurado en la capital en el que se vendían los excedentes de la cosecha.

Un buen ejemplo de estos propietarios de otros lugares y villas próximas a Morata lo encontramos en Pedro Fuertes, un vecino de Madrid que, entre sus bienes, declaraba el viñedo más extenso de todo el término municipal de Morata en esa época:

(…) Un plantío de viña y olivar, uno y otro puesto a su marco, do dicen la Boca de la Zorra, de cincuenta fanegas con once mil cepas y seiscientas y veinte y una olivas nuevas.

Pedro Fuertes, además de este gran viñedo, combinado con olivar, en la Boca de la Zorra, también poseía otras dos grandes parcelas de viña en el paraje de Valdecerracín, que sumaban otras 17.000 cepas. En total, Fuertes cultivaba 17 fanegas de viñas en regadío y 107 fanegas en secano, con unas 39.765 cepas que labraba con tres pares de mulas. Según su propia declaración de bienes, esta hacienda se controlaba desde una edificación levantada también en el paraje de Valdecerracín:

(...) distante un cuarto de legua en el campo, do dicen Valdecerracín, la cual linda por todas partes con viña, corrales y era de la misma hacienda, la que sirve solamente para resguardar y aventar el ganado que va labrar dichas viñas y se ha regulado su alquiler al año en sesenta reales de vellón.

Al margen de este gran propietario, otros vecinos de Morata también destacaban por la extensión de su hacienda dedicada al viñedo, tanto en regadío como en secano. Entre estos aparece Francisco Sánchez Alonso que sumaba unas 29.000 cepas distribuidas por la vega -17 fanegas, la mayoría en El Taray- y en otros parajes de El Llano donde acumulaba 63 fanegas de distintas calidades de tierra.

Pero al margen de estos grandes viticultores, a los que se unían otros labradores y propietarios como el conde de Altamira o el marqués de Espinardo, junto a distintos miembros de la familias Ruiz de Castañeda, Páez, Almazán, Orozco, Jaramillo o María Ignacia Mejías, todos ellos también con viñedos con extensiones superiores a las 30 fanegas, hay que señalar que la totalidad de los 100 labradores que, según las Respuestas Generales, se dedicaban a la agricultura en Morata sumaban sus cosechas, más o menos importantes, al total producido en la villa de Morata que ya cuantificamos en 102.400 arrobas (1.177.804 kilos de uva).

El destino natural de estas cosechas anuales era su transformación en vino en los lagares y bodegas de la villa. Estos lagares, a diferencia de los molinos de aceite, aparecían individualizados en las declaraciones de cada vecino de Morata y eran valorados por los peritos del catastro:

(…) [encargados de] regular el más valor que en las casas en que se hallan bodegas, sótanos con lagares, cubas y tinajas para la recepción y custodia de los vinos y aceites que caben tener por este respecto y el que se le ha de dar a las bodegas que se hallasen separadas de los edificios.

Gracias a esta labor de los peritos hoy conocemos, al detalle, todos los lagares y bodegas que existían a mediados del siglo XVIII en Morata. Además, en la declaración individual de cada propietario aparecía también la capacidad de almacenaje de cada hacienda en las tinajas y cubas en las que se conservaba el vino de sus cosechas.

Según esta relación, recogida en el Registro General de las haciendas y efectos pertenecientes al estado seglar de la pieza sexta de la documentación catastral, estos eran los vecinos y propietarios con lagares y bodegas en Morata, su localización en el casco urbano y su capacidad de almacenamiento:

  • Apolinario Casanova, calle Ancha a San Martín, bodega y lagar con quince tinajas y 920 arrobas de capacidad.

  • Bernardino Páez Fominaya, bodega y lagar en calle Búcares, 19 tinajas de 910 arrobas.

  • Francisco Sánchez Alonso, lagar en calle Búcares, con 24 tinajas de 960 arrobas. Otra casa bodega y lagar de dos vigas en calle Cristo de la Sala, 9 cubas y 8 tinajas con 4.950 arrobas en total.

  • Gabriel de Peces, bodega en calle Cristo de la Sala, 17 tinajas y dos cubas y 880 arrobas de capacidad.

  • Joseph Páez Jaramillo, bodega con 11 tinajas de 600 arrobas, sin especificar calle.

  • Juan Páez Jaramillo, bodega y lagar en calle del Carmen, 2 cubas y 8 tinajas con 1.140 arrobas de capacidad.

  • Juan de Almazán, lagar y bodega en calle Búcares 8 tinajas y 1 cuba con 700 arrobas de capacidad.

  • María Ignacia Mejías, bodega, lagar y cueva en Plaza Mayor, con 3 cubas y 21 tinajas con 2.390 arrobas de capacidad.

  • Miguel Bello Martín, bodega, lagar y cuevas en calle del Carmen con 3 cubas y 8 tinajas con un total de 1.900 arrobas.

  • María Ruiz de Castañeda, bodega, lagar y cueva en calle Real que va al Rosario, lagar y bodega y cuevas con 3 cubas y 16 tinajas y 2.125 arrobas de capacidad.

  • Joseph de Orozco y Manuela Ruiz de Rivero, bodega lagar y cueva en la calle que baja a la iglesia (Cruz de Orozco), 1 cuba y 18 tinajas con 1.570 arrobas de capacidad.

  • Pedro Fuertes, bodega en calle Cristo de la Sala con 4 cubas y 34 tinajas con 5.000 arrobas de capacidad.

  • Cecilia Vico, lagar y cueva en la calle Morería, con 7 tinajas y 90 arrobas de capacidad.

  • Diego de Almazán, lagar en calle Azotea, con 8 tinajas y 400 arrobas de capacidad.

  • Eugenio Blanco, lagar y cueva con 9 tinajas con 35 arrobas de capacidad en calle Real de Arganda.

  • Eugenio Arias, lagar en calle Azotea con 5 tinajas con 250 arrobas de capacidad.

  • Francisco Corpa, lagar y cueva en calle Rea de Arganda con 7 tinajas con 400 arrobas de capacidad.

  • Francisco Serrano, lagar en calle Cruz de Orozco, 7 tinajas con 300 arrobas de capacidad.

  • Isidora González, lagar y cueva en calle que va a la Concepción. (no especifica ni tinajas ni capacidad).

  • Isidro Belinchón, lagar y cueva con 3 tinajas con 150 arrobas de capacidad.

  • Josepha Moral, lagar en calle del Cristo (sin especificar más datos).

  • Josepha Cañamares, lagar con husillo en la calle Real de Arganda y 10 tinajas con capacidad de 452 arrobas.

  • Joseph Roldán, lagar y cueva en la calle que baja a la Real de Arganda, con 11 tinajas y 1 cuba con 700 arrobas de capacidad.

  • Joseph Hurtado, calle de la Concepción, lagar y cueva con 5 tinajas con 198 arrobas de capacidad.

  • Lorenzo Silvestre, lagar y cueva en calle real que sube a Arganda con tres tinajas con 150 arrobas de capacidad.

  • Manuel Valerio, lagar con cinco tinajas y 210 arrobas de capacidad en calle Real que sale a San Martín.

  • Manuel González de Gabriel, lagar y cueva con 11 tinajas con 500 arrobas de capacidad en calle que sale a la cuesta de Madrid.

  • Miguel Salcedo, lagar y cueva en calle Real que sale al Rosario con 11 tinajas con 545 arrobas de capacidad.

  • Manuel González de Luis, lagar y cueva con cubas y 14 tinajas con 528 arrobas de capacidad en la calle del Rosario.

  • María Ruiz de Orive, lagar con viga en calle Real (no especifica número de tinajas).

  • María Hermosa, lagar y cueva en calle del Cristo de la Sala con nueve tinajas con 470 arrobas de capacidad.

  • Manuel de Miguel, lagar y un sótano con 4 tinajas con 200 arrobas de capacidad en calle de Los Búcares.

  • Manuel Sánchez de San Agustín, lagar y cueva en calle Real que sube a la plaza (No especifica tinajas).

  • Santiago Arias, casa en la calle que sube a Arganda, cueva y lagar con 10 tinajas con 400 arrobas de capacidad.

  • Thomás Sánchez Bravo, lagar con 3 tinajas y un tinajón grande con capacidad de 318 arrobas.

  • Theresa Velilla, lagar y cuevas en calle Cruz de Orozco con tinajas -sin especificar número- con capacidad de 230 arrobas.

  • Paula Sánchez, vecina de Madrid, lagar y cueva en calle Azotea sin especificar tinajas ni capacidad.

  • Manuel Montes, lagar en calle de Arganda, sin especificar capacidad.

  • Bernardino Fominaya, lagar y cueva con dos tinajas, sin especificar capacidad.

  • Rosa Fominaya, vecina de Chinchón, lagar y cueva, partición con Bernardino Fominaya, sin especificar capacidad.

  • Pedro Antonio Ruiz de Castañeda, vecino de San Martín de la Vega, lagar con viga, en la calle Real que va a San Martín, con 2 cubas y 9 tinajas con 1.300 arrobas de capacidad.

  • Josepha Ruiz de Castañeda, calle que llaman de La Fuente, lagar sin especificar tinajas.

  • Francisco Monzón, vecino de Vicálvaro, casa frente a las caballerizas del marqués de Espinardo, lagar con 4 tinajas y 190 arrobas de capacidad.

  • Conde de Altamira, lagar en calle que va a la Cruz de Orozco con 17 tinajas que caben 1.300 arrobas.

  • Marqués de Espinardo, un lagar, en la casa palacio de la plazuela de Espinardo, con 1 cuba y 7 tinajas con 600 arrobas de capacidad.

  • Alonso Marchena, lagar en la calle Cruz de Calderón con 4 tinajas con 180 arrobas de capacidad.

  • Antonio Corpa, un lagar en la calle que sube de la plaza a la Fuente con 3 tinajas con 100 arrobas de capacidad.

  • Ana María Moreno, un lagar en calle de las procesiones con 4 tinajas con 200 arrobas de capacidad.

  • Bernardino Páez Fominaya, lagar en la calle Búcares sin especificar más datos.

A esta relación hay que unir las bodegas y lagares que eran propiedad de personas o instituciones pertenecientes al estado eclesiástico y que aparecen registrados en el Registro de bienes del estado eclesiástico:

  • Pedro Marchena, lagar bodega y cueva en la calle Búcares con 14 tinajas con 800 arrobas de capacidad en la calle Búcares.

  • Claudio Sanz de Torres, lagar, dos bodegas y cueva junto a la Fuente (no especifica capacidad de almacenamiento). Otra casa junto a la fuente con lagar (tampoco especifica número de tinajas).

  • Joseph Arias, cura de San Adrián del valle, lagar en la calle que sube a la Cruz de Orozco (No especifica tinajas).

  • Convento de los Dominicos. Bodega con 10 cubas y dos lagares con vigas cada uno, bodega con 10 cubas con 5.000 arrobas y 80 tinajas con 4.000 arrobas (9.000 arrobas en total). Cocedero de vino con 9 tinajas y 900 arrobas de capacidad.

A estas bodegas y lagares donde se almacenaba la mayor parte de la cosecha vinícola, había que sumar el vino que se conservaba en las cuevas que existían en la mayoría de las casas de Morata en esa época. En esas cuevas, y así aparecía en las declaraciones individuales de los vecinos, se contabilizaban también las tinajas para el almacenamiento del vino de consumo familiar.


*Las arrobas de peso se entiende que equivalían a 11,5 kilos, aproximadamente. Para medidas de capacidad, la arroba de vino equivalía a 16, litros, también aproximadamente. En cualquier caso, en la traslación de medidas antiguas a medidas actuales siempre hay que contar con que las distintas unidades aplicadas en cada región, provincia o, incluso, localidad no siempre respondían a la misma equivalencia.


** En determinadas épocas históricas parte de la cosecha de las viñas morateñas, especialmente de la variedad malvar, se transportaba a Madrid donde era muy apreciada para su consumo como uva de mesa.


***La próxima semana analizaremos en el blog el papel de dos destacados representantes de la sociedad estamental del siglo XVIII en relación con el cultivo de viñas y la elaboración de vinos. En primer lugar y especialmente, la actividad agrícola que realizaban en Morata los frailes dominicos del Rosario en esos años de mediados del siglo XVIII. También comentaremos cómo por parte de la nobleza, representada por el conde de Altamira, se apostó por arrendar a censo tierras en la vega para que los arrendatarios las destinaran al cultivo de viñas.



Fuentes y documentación:

  • La vid y el vino en la meseta meridional castellana (siglos XII-XV). Sánchez Benito, José María. Universidad Autónoma de Madrid. Madrid, 2009.

  • Los fueros de Toledo. García Gallo, Alfonso. Instituto Nacional de Estudios Jurídicos. Anuario de Estudios del derecho Español. Madrid, 1975.

  • Los quiñoneros de Segovia (siglos XIV-XV). Asenjo González, María. España Medieval. Volumen 2. Editorial de la Universidad Complutense de Madrid. Madrid, 1982.

  • Ocupación de la zona sur de la Sierra y repoblación de la misma por el concejo de Segovia. Copia de 1787. Archivo Histórico Nacional. Sección de Diversos. Concejos y Ciudades. Leg. 20. Fols. 6,39. Recogido por María Asenjo González.

  • Noticias de Madrid y de las familias (1514-1556). Fernández de Oviedo, Gonzalo. Ayuntamiento de Madrid. Guillermo Blázquez. Madrid, 2000. Libro de las grandezas y cosas memorables de España (…). Medina, Pedro de. Sevilla, 1548. Edición de González Palencia, A. Madrid, 1944.

  • Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid. Estudio introductorio. Alfredo Alvar Ezquerra. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.

  • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999. (Transcripción de las respuestas al interrogatorio de las Relaciones Topográficas de Felipe II).

  • Censo de 1528: Archivo de Simancas. Contadurías Generales núm. 768. Recopilado y publicado en el Tomo I del Censo de Pecheros. Carlos I. 1528. Editado por el Instituto Nacional de Estadística. Madrid, 2008.

  • Hacienda real y mundo campesino con Felipe II. Las perpetuaciones de tierras baldías en Madrid. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid-Consejería de Agricultura. Madrid, 1990.

  • Instituto de Estadística de la Comunidad de Madrid. Censo de la Corona de Castilla de 1591. Vecindario. Instituto Nacional de Estadística. Madrid, 1985.

  • Alvar Ezquerra, Alfredo. Demografía Rural y fuentes no parroquiales. El Centro y el oriente madrileños en el reinado de Felipe II. Cuadernos de Historia Moderna, número 10. Editorial Universidad Complutense. Madrid, 1889-90.

  • Transcripción del texto de Descripción y cosmografía de España- Boletín de la Real Sociedad Geográfica-Tomo L-Imprenta de Eduardo Arias-Madrid, 1908.

  • Archivo General de Simancas-Expedientes de Hacienda, legajo 131.

  • Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales de Morata de Tajuña. H 408 y  H. 410.