jueves, 10 de marzo de 2022

 

Morata, tierra de viñas y de vino (V)

Los dominicos del Rosario acumulaban en Morata un patrimonio de 107 fanegas de viñas

Su producción en vino estaba destinada al convento de Madrid desde donde se distribuía por los establecimientos de la capital

En 1822 se subastaron todas las viñas y el resto de propiedades de los dominicos en Morata

Veíamos la pasada semana quiénes eran los mayores cultivadores de viñas en Morata y también los propietarios de los lagares y bodegas de la villa. Para continuar con la visión del sector vitivinícola en Morata durante el siglo XVIII, y parte del XIX, analizamos en esta entrega el papel del clero en el cultivo del viñedo y la elaboración de vino en esos mismos años, especialmente el caso de los frailes del convento de Dominicos del Rosario de Madrid, una congregación religiosa que explotó intensamente su hacienda morateña, para elaborar posteriormente el vino que comercializaban en la capital.


La presencia de los frailes del madrileño convento de los dominicos del Rosario en Morata se materializaba en lo que los propios religiosos denominaban la casa de labor, situada, como ya hemos tratado en alguna ocasión en el blog, en lo que hoy conocemos como Casa Mac-Crohon y todo su entorno: caballerizas, bloques de viviendas y almacenes municipales.

En esta casa de labor, con unas dimensiones según el propio catastro de 66 varas de fachada por 64 varas de fondo (3.000 metros cuadrados, aprox.), aparte de otras dependencias, los monjes disponían de dos lagares con dos vigas cada uno, una almazara de aceite con diez y siete tinajas de caber mil setecientas arrobas, bodega con diez cubas, su caber cinco mil arrobas, cueva con ochenta tinajas, de caber cuatro mil arrobas, y un cocedero de vino con nueve tinajas, su cabida novecientas arrobas (…).

Hay que hacer especial referencia, a la hora de definir el papel de los dominicos en el sector del viñedo y del vino en Morata en esos años, no solo a esos dos lagares que se recogen en su declaración catastral, sino también a la extraordinaria capacidad de almacenaje de sus bodegas, cuevas y cocederos de vino: 9.900 arrobas.

El padre Bernardo García, junto al lego Fray Francisco López, administraba esta hacienda que también contaba, lógicamente, con una extensa relación de viñedos repartidos por todo el término municipal. Como responsable de la declaración sobre los bienes que su convento poseía en Morata, y sólo en relación con el cultivo de viñas y la elaboración de vino, los dominicos eran titulares de 103 fanegas y media de viñedo en tierras de secano y 3 fanegas y 8 celemines de una viña de regadío situada en El Taray.

Según esta misma declaración presentada ante los jueces del catastro, del total de las 103 fanegas y media, 85 fanegas estaban consideradas como viñas de buena calidad y el resto, 18 fanegas y media, como tierras o viñas de mediana calidad. En total, según la relación individualizada de las viñas, situadas sobre todo en La Cárcava y parajes próximos, los dominicos sumaban un patrimonio de 37.263 cepas. A estos viñedos situados en Morata, había que añadir, como veremos, las viñas y propiedades que los frailes del Rosario poseían en los pueblos vecinos de Perales de Tajuña y Chinchón.

Resulta evidente que estos viñedos, cuya producción en vino estaba destinada a la capital, tal como reconocían los responsables de la casa de labor en su declaración catastral, necesitaba de la aportación de varios jornaleros que sacaran adelante la labor anual de la hacienda (recordemos que los dominicos también disponían de cientos de fanegas de secano en El Llano y de regadío en la vega, así como olivares y una almazara para transformar la cosecha de aceitunas y hasta una cantera de piedra y otra de cal).

En este trabajo diario de cultivar viñedos y otros cultivos, según los datos aportados por Fray Bernardo García, participaban varios criados que aparecían como empadronados en la casa de labor y cuyos nombres aparecen en el denominado Libro de familias del estado eclesiástico:

Criado. Bernardo Gutiérrez, de treinta años, criado de la labor.

Criado. Manuel Campanero, de veinte y ocho años.

Criado. Francisco Alonso, de treinta y dos años.

Criado. Matheo Blas de treinta años.

Criado. Nicolás Gutiérrez, de veinte años.

Criado. Francisco Xavier, de diez y siete años.

Criada. Josepha de Cuenca, de cincuenta y cuatro años. Criada.

Criada. Florencia Ruiz, de diez y seis años. Criada.

Arriero. Gregorio de Mingo, de veinte y nueve años.

También es muy significativa la declaración sobre las caballerías mayores (mulas y machos) y menores (burros) que eran propiedad de los dominicos en Morata. En la misma declaración catastral se recoge este ganado de labor:

Cinco pares de mulas que sirven en la labranza, tres que se ejercitan en llevar vino para el consumo del Convento del Rosario de Madrid y dos pollinos, que el uno sirve en la recua y el otro para lo que se necesite en la casa de esta Villa.

Con esta relación de ganado se constata el interés de los frailes por disponer de los medios con los que trasladar sus cosechas de aceite, granos y, por supuesto y principalmente, vino a Madrid. Este propósito de explotar sus viñedos y lagares con vistas al mercado madrileño no era exclusivo de los dominicos del Rosario. Otras órdenes religiosas, como jesuitas, agustinos o dominicos de Atocha, también vieron en los alrededores de Madrid una oportunidad para explotar sus cuantiosos bienes raíces lo que dio lugar a que se les conociera como monjes granjeros y a que las autoridades de la época, especialmente el ministro Campomanes, intentaran abordar un problema que preocupaba a todos los niveles en estas villas del entorno madrileño.

Apunte de la casa de labor de los dominicos en Morata 1751 (AHPT)
 

Los monjes granjeros

En julio de 1763 llegaba a la sala de Gobierno del Consejo de Castilla una petición de la Justicia y Regimiento de Arganda del Rey. En este escrito, que cita el profesor Antonio Domínguez Ortiz en su Dictamen sobre estas ordenes religiosas y el papel en el agro madrileño de los denominados monjes granjeros, los representantes argandeños se quejaban de que pese a que la legislación vigente impedía fundar nuevas casas de religiosos y que, además, endurecía la posibilidad de que los frailes residieran fuera de sus claustros, la realidad de esos años era muy diferente, con varias congregaciones asentadas en el pueblo para explotar sus haciendas..

Se denunciaba que en varios pueblos del entorno de Madrid, y entre ellos Morata, distintas órdenes religiosas mantenían esas casas de labor, según su propia terminología, con un fin muy distinto a su función primigenia de asistir espiritualmente a la sociedad. En palabras de los regidores de Arganda su fin es muy distinto al que tienen los demás [frailes], dirigido solo a manexar con el cultivo de sus crecidas viñas y sacar el vino que cogen en ellas, y tal vez lo aumentan comprando uvas para venderlo en sus tabernas sin querer pagar todos los derechos que adeudan.

Las autoridades de la Corona se dieron por enteradas y ordenaron realizar un expediente en el que se especificara los bienes que estas órdenes –jesuitas, dominicos, agustinos…- poseían en la villa de Arganda y en qué medida contribuían a la Hacienda y perjudicaban o beneficiaban a los vecinos. Lo cierto es que estas órdenes de religiosos regulares disponían de un patrimonio inmenso en Arganda, muy superior al de Morata y otras villas aledañas, ya que la situación que se denunciaba, en mayor o menor medida, se había generalizado y preocupaba a las autoridades de la Corona pero también a los responsables locales.

Sobre este problema, Ceferino Caro López transcribe, en su trabajo sobre El patrimonio de los regulares madrileños en los siglos XVII y XVIII, las palabras del ministro Campomanes, en la llamada Segunda alegación, en la que trata el tema de lo que en la época se conocía como manos muertas, -propiedades inmobiliarias en poder de los religiosos- y cómo afectaba a la economía de la sociedad del siglo XVIII y parte el XIX:

(…) Donde quien quiera convencerse y asombrarse del exceso de casas, y de los efectos de villa en manos muertas, y de la rapidez con que en herencias, fundaciones, y compras va creciendo su adquisición, vaya a la contaduría de las Casas de aposento, y a la de Sisas de la villa, donde están a la mano las razones [...] y quien quisiere salir de Madrid las verá [las manos muertas] cómo se han extendido y se extienden más cada día por los términos de Torrejón de Ardoz, de Rejas, de Mejorada, de Loeches, de Arganda, de Morata, de Valdemoro, de Pinto, (…) y que han precisado a la piedad y justicia del Rey, a consulta de este Supremo a expedir los decretos que se están ejecutándolo. (En Morata, aunque con bastantes menos patrimonio en comparación con los dominicos también disponías de propiedades rústicas los jesuitas del Colegio imperial de Madrid, los dominicos del convento de santo Tomás y varias congregaciones de religiosas de distintas órdenes)

Hay que señalar que, pese a estos decretos a los que se refiere Campomanes, la presencia de las órdenes de religiosos regulares en el sector del vino que nos ocupa en estas entregas del blog, lejos de decrecer según avanzaba el siglo XVIII experimentó un incremento constante, al menos en lo que en este caso nos ocupa y que se refiere a los dominicos y su presencia en Morata y pueblos vecinos (Por otro lado, sí que es cierto que la orden de los jesuitas sufriría unos años más tarde la expulsión decretada por Carlos III).

Incremento de cultivos de viñas de los dominicos en Morata

Que la presencia de los monjes granjeros no decreció, pese al intento de las autoridades de limitar su influencia en el campo de los alrededores de Madrid, se demostró pocos años después de que se realizara el Catastro de Ensenada en todo el territorio de la Corona de Castilla cuando se abordó un proceso de comprobaciones de los datos catastrales en cada villa, en teoría para fijar estas declaraciones de los vecinos e implantar la denominada Unica Contribución (en realidad este proceso nunca se completó y la documentación catastral resultó inservible a efectos fiscales).

Gracias a esta nueva documentación catastral descubrimos que los intentos de Campomanes por reducir el impacto de las órdenes religiosas en el entorno del campo madrileño próximo a la capital no solo no habían servido para minimizar el problema sino que, de hecho, se había incrementado notablemente, al menos y según esta documentación, en la villa de Morata.

Y es que, en estas comprobaciones de los datos catastrales, el nuevo responsable de la casa de labor de los dominicos en Morata, fray Elías Gómez, afirmaba que en los años transcurridos entre las primeras declaraciones del catastro y el año 1771 los religiosos no sólo habían repuesto las marras que aparecían en sus viñas para aumentar la producción sino que habían incrementado en 14.880 cepas más el censo de cepas de su propiedad y que con las 37.263 de la primera declaración sumaban ya 52.143.

Aproximadamente 50 años después de que se contabilizara este incremento en los viñedos pertenecientes a los frailes dominicos del Rosario se volvió a constatar que este patrimonio vitivinícola aún seguía siendo propiedad de la orden religiosa. Sin embargo, también es cierto que, con las disposiciones desamortizadoras que se iniciaron con Godoy y que se acrecentaron durante la invasión francesa, esta influencia de los dominicos en la economía de Morata tenía los días contados a partir de la segunda década del siglo XIX.

En estas fechas, concretamente el 10 de julio de 1822, se inició la publicación en el Diario de Madrid de la relación de bienes rústicos y urbanos pertenecientes a la orden de los dominicos del Rosario que se iban a sacar a subasta en el juzgado de Chinchón. Durante tres días, el periódico oficial publicó la relación de estos bienes que estaban localizados, en su mayor parte, en Morata pero que también incluían tierras y otras propiedades en Perales de Tajuña y el mismo Chinchón.

De esta relación de bienes sacados a subasta, nos interesan especialmente aquellos relacionados con el viñedo y la elaboración de vino que aún pertenecían a los dominicos y que confirman como, en el tiempo transcurrido desde que se realizó el Catastro de Ensenada, los frailes habían mantenido e incluso incrementado el número de cepas de su propiedad. En concreto, en esta relación aparece una gran viña situada entre los términos de Morata y Chinchón, en el paraje de La Jara, en la que se contabilizaban 25.023 cepas. En la relación también se incluían, entre otras de menor superficie, viñas en Las Asaduras, con 5.230 cepas, en la Boca de la Zorra, con 2.142 cepas o, ya de regadío, en las Tierras Largas con 3.505 cepas. En total, 54.703 cepas, entre las que se incluían dos viñas en Perales, con 3.857 cepas, y otra viña en el término de Chinchón de 1.245 cepas.

Esta hacienda, que permitía a los dominicos seguir manteniendo su condición de mayores viticultores y cosecheros de vino de Morata, incluía igualmente otros bienes que salían a subasta, entre ellos una casa en Morata con muchas habitaciones, cueva, bodega y aceitero, con sus tenajas [sic] correspondientes para 7.682 arrobas de vino y lagar para elaborar vino (…). Se trataba, claro, de la casa de labor que pasaría a en esos años a la propiedad de la familia Angulo y que, actualmente, conocemos como Casa Mac Crohon.

En cualquier caso, con esta subasta y la desamortización eclesiástica, el papel de los monjes granjeros, y de los dominicos en concreto, como vitivinicultores tenía los días contados en Morata y en toda la comarca. La semana próxima trataremos en el blog la presencia en el sector vinícola de otro estamento clave en la sociedad del XVIII y primeras décadas del XIX, la nobleza, en el caso de Morata representada por el conde de Altamira y, en menor medida, el marqués de Espinardo.


Fuentes y documentación:

  • La vid y el vino en la meseta meridional castellana (siglos XII-XV). Sánchez Benito, José María. Universidad Autónoma de Madrid. Madrid, 2009.

  • Los fueros de Toledo. García Gallo, Alfonso. Instituto Nacional de Estudios Jurídicos. Anuario de Estudios del derecho Español. Madrid, 1975.

  • Los quiñoneros de Segovia (siglos XIV-XV). Asenjo González, María. España Medieval. Volumen 2. Editorial de la Universidad Complutense de Madrid. Madrid, 1982.

  • Ocupación de la zona sur de la Sierra y repoblación de la misma por el concejo de Segovia. Copia de 1787. Archivo Histórico Nacional. Sección de Diversos. Concejos y Ciudades. Leg. 20. Fols. 6,39. Recogido por María Asenjo González.

  • Noticias de Madrid y de las familias (1514-1556). Fernández de Oviedo, Gonzalo. Ayuntamiento de Madrid. Guillermo Blázquez. Madrid, 2000. Libro de las grandezas y cosas memorables de España (…). Medina, Pedro de. Sevilla, 1548. Edición de González Palencia, A. Madrid, 1944.

  • Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid. Estudio introductorio. Alfredo Alvar Ezquerra. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.

  • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999. (Transcripción de las respuestas al interrogatorio de las Relaciones Topográficas de Felipe II).

  • Censo de 1528: Archivo de Simancas. Contadurías Generales núm. 768. Recopilado y publicado en el Tomo I del Censo de Pecheros. Carlos I. 1528. Editado por el Instituto Nacional de Estadística. Madrid, 2008.

  • Hacienda real y mundo campesino con Felipe II. Las perpetuaciones de tierras baldías en Madrid. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid-Consejería de Agricultura. Madrid, 1990.

  • Instituto de Estadística de la Comunidad de Madrid. Censo de la Corona de Castilla de 1591. Vecindario. Instituto Nacional de Estadística. Madrid, 1985.

  • Alvar Ezquerra, Alfredo. Demografía Rural y fuentes no parroquiales. El Centro y el oriente madrileños en el reinado de Felipe II. Cuadernos de Historia Moderna, número 10. Editorial Universidad Complutense. Madrid, 1889-90.

  • Transcripción del texto de Descripción y cosmografía de España- Boletín de la Real Sociedad Geográfica-Tomo L-Imprenta de Eduardo Arias-Madrid, 1908.

  • Archivo General de Simancas-Expedientes de Hacienda, legajo 131.

  • Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y respuestas generales de Morata de Tajuña. H 408 y  H. 410.

  • Relaciones Iglesia-estado en Campomanes. Ferrer Benimeli, José Antonio, coordinador. Dictamen de los monjes granjeros. Domínguez Ortiz, Antonio. (pág. 163-180). Fundación Universitaria española. Madrid, 2002.

  • El patrimonio de los regulares madrileños en los siglos XVII y XVIII. Caro López Ceferino. Hispania Sacra, vol. 50, núm. 102. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 1998.

  • Periódicos y publicaciones citados en el texto.










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