viernes, 3 de junio de 2022

Siembra, siega y trilla: el trigo y otros cereales en Morata

Tras la reconquista,  el trigo fue el cultivo más extendido en la vega del Tajuña

Cereales, vid y olivar. Tres cultivos que protagonizaron el trabajo en el campo morateño durante siglos. Antes de que se generalizara el cultivo hortofrutícola en la vega, sobre el pan, el vino y el aceite giraba la vida de los agricultores y de sus familias. Años de buenas cosechas eran sinónimo de prosperidad en la misma medida que tormentas, sequías o plagas eran la ruina de los pueblos y las familias. Tras repasar la historia de la viña y del olivar, de las bodegas y de las almazaras, iniciamos esta semana un repaso al cultivo del trigo y otros cereales que, tras la reconquista, fueron los de más extendidos en el término municipal de Morata, tanto en secano como en regadío. También recorreremos la ribera del Tajuña para analizar el pasado de sus molinos, tan unidos desde hace siglos a sus pueblos y a sus gentes.




El cultivo de cereales en estas tierras de la vega baja del Tajuña es una constante histórica. Tanto en los secanos, como en el regadío que propiciaba el curso del río, trigo, cebada, avena y centeno, por este orden, fueron capitales para los moradores de estas tierras desde hace siglos. Podríamos remontarnos a los romanos, con sus villas como unidad de explotación agrícola, o a los árabes con su prolongada presencia en estas tierras de más de tres siglos, y siempre encontraríamos referencias más o menos genéricas a estos cereales tan necesarios y casi insustituibles en la alimentación humana.

Pero para ser más precisos, y también buscar los primeros documentos que incluyen algún tipo de información sobre la siembra y otras labores hasta llegar a la recolección y molienda de la cosecha, nos ceñiremos al periodo histórico que se inicia con la reconquista de la ciudad de Toledo y la consiguiente llegada de nuevos pobladores para la repoblación del territorio en torno al curso medio del Tajo. Sobre este asunto de la repoblación de los territorios reconquistados por los cristianos en su avance hacia el sur, un reputado historiador, Julio Valdeón, en su libro El reino de Castilla en la Edad Media, destaca que la búsqueda de nuevas tierras de cultivo, y también de terrenos para pastos, impulsaron el avance desde el norte a las llanuras castellanas:

(…) la producción agrícola se había visto incrementada con la incorporación de los nuevos territorios. La vid tenía excelentes condiciones para su cultivo, se añadía el olivo y se sumaban las fértiles vegas del valle del Tajo. En conjunto, los siglos XI y XII conocieron un incremento constante de la producción agrícola y ganadera, capaz de compensar el auge demográfico (…). A la difusión indudable de los progresos técnicos de la agricultura europea (mejoras en el sistema de tracción animal, difusión del molino de agua y del molino de viento, uso del arado de vertederas, etc.), fenómenos mal conocidos en nuestra Península, se ·añadía el hecho excepcional de la ampliación constante del territorio, de la abundancia de tierras aptas para la roturación o para la dedicación ganadera (…).

Encontramos en estos párrafos, resumido, todos los factores que ayudaron y propiciaron el proceso de reconquista de territorios a los árabes, un proceso que tiene como consecuencia la colonización con nuevos pobladores, la roturación de nuevas tierras para dedicarlas al cultivo de cereales –y también de la vid, como ya analizamos en las entregas del blog dedicadas a este cultivo-. En esta nueva situación, eran necesarios esos molinos de agua a los que se refiere Julio Valdeón, tan intensa y estrechamente ligados, como veremos en su momento, a la vida diaria y al trabajo de los moradores de las aldeas y villas que fueron prosperando en los siglos siguientes a la expansión castellana hacia el sur.

Que los cereales y la vid eran parte central del sistema económico y social que marca el trabajo de las gentes de estos pueblos del Bajo Tajuña desde la Edad Media también es algo que destaca otro historiador como Julián Clemente Ramos, en su trabajo Agrosistemas hispanocristianos: el secano (Corona de Castilla, (siglos X-XV), al referirse a la preponderancia de estos cultivos de cereales, e insistimos también de la vid, en los siglos inmediatamente posteriores a la reconquista:

(…) Desde la plena edad Media, tierras de cereal y vid ocupan la mayor parte del terrazgo, constituyendo la base fundamental de la alimentación (…). El cereal puede ocupar hasta el 90 por ciento del territorio cultivable, tanto por razones de alimentación como de rentabilidad para los agricultores. Poco a poco esta especie de monocultivo va cediendo paso a otros cultivos, viñedos, olivar (…).

Hoy puede parecer exagerado que el 90 por ciento de las tierras se dedicaran a los cereales, no sólo en el secano sino, también, en las mejores tierras de regadío, las mismas que en periodos históricos posteriores que todos hemos conocido acogerían, hasta hoy mismo, a otras especies como esos cultivos hortofrutícolas, que en esa época de la Edad Media únicamente se cultivaban para el autoabastecimieno. Lo importante era alimentar y dar de comer a la población y también el ganado y ahí es donde radicaba la importancia de unos cereales que ocupaban la mayor parte del esfuerzo de los agricultores.

Esta importancia del cereal, insistimos que del trigo especialmente, se trasladaba a los aspectos más cotidianos de la vida de todos los que dependían del trigo, del pan para sobrevivir. Una mala cosecha de vid y la carestía del vino era un problema para parte de la población, pero el verdadero temor, las situaciones más problemáticas eran las que provocaban la escasez de trigo, la carestía del pan y la aparición del hambre entre las capas populares; en definitiva, malas cosechas de cereales eran sinónimo de problemas sociales, de motines y de levantamientos de la población.

Grabado, siega a mano del trigo

Los cereales en las Relaciones Topográficas y la búsqueda de nuevas tierras

Sin otra documentación anterior que lo desmienta, es con las Relaciones Topográficas de Felipe II cuando encontramos las primeras referencias escritas a la importancia del cereal en la villa de Morata. Es evidente que muchos siglos antes de que se elaborara esta encuesta en todas las villas de la Corona, a mediados del siglo XVI, la dependencia del cereal para la alimentación sería igual de importante así como la dependencia de villas y ciudades del cultivo de los cereales. De hecho, cuando tratemos de los molinos harineros en la ribera del Tajuña se constatará cómo estos ingenios encontraban todo su sentido como elemento imprescindible para la transformación del cereal, el trigo, en harina y en pan con el que alimentar a la población.

Incluso, unas décadas antes de que Felipe II ordenara que se diera respuesta al cuestionario de las Relaciones Topográficas, alguna fuente escrita hacia ya referencia a la importancia de los cultivos de cereal en Morata. Estamos hablando de la Descripción y cosmografía de España, el trabajo de recopilación de datos geográficos y económicos que encabezó a comienzos del siglo XVI, Hernando de Colon, hijo del descubridor del continente americano. En este trabajo se hace mención en un tono muy elogioso de la agricultura que se practicaba en la villa en esos años en torno a 1530:

(…) Morata es un lugar de doscientos vecinos, está en llano, ribera de un río dicho Taxuña, es del arzobispado de Toledo y tiene la mejor vega que hay en esta tierra de pan y cañamares (…).

Como en otros tantos casos, la referencia a la vega se centra en que es tierra de pan –y cañamares-, es decir, tierra de cereales y sin ninguna alusión a otros cultivos que en siglos posteriores ocuparían estas tierras de regadío, consideradas siempre las más rentables.

Si acudimos a las ya citadas Relaciones Topográficas siempre aparecen los cereales, y particularmente el trigo, entre los cultivos más destacados y, también en este caso, aprovechando las aguas del Tajuña para hacer frente a sequías y, por lo tanto, asegurar en la medida de lo posible las cosechas anuales:

20. (…) pasa un río que se dice Tajuña, que es río pequeño, que siempre tiene agua en su tanto, y se riega con el cantidad de tierras, donde se coge cantidad de cáñamo y trigo y otras semillas (…).

23. (…) respondieron que la dicha villa de Morata tiene tierra de labranza y lo que en ella se labra fuera de lo que es vega es estéril y de poco llevar, y lo que en ella más se coge es cáñamo y pan.

Las contestaciones a este primer cuestionario real, realizadas por Juan Ramírez Ladrón de Ocariz y Bautista Sánchez Paz, en diciembre de 1569, fueron ratificadas en un segundo cuestionario de similares características que se redactó por parte del doctor Mejía, cura de la parroquial de Morata, en agosto de 1580:

20. (…) tiene a un lado y a otro el dicho río una ribera, con cuya agua se riegan tres mil fanegas de pan en sembradura poco más o menos, adonde se cogen muchos frutos de cáñamo y pan, en la cual hay algunas huertas

23 (…) en cuanto al veinte tres capítulo dijo que la dicha villa es tierra de labranza, y se cogen en ella trigo y cebada y avena y cáñamo y vino moderadamente (…).

35. A los treinta y cinco dijo que la gente de la dicha villa viven de labor y granjería y de coger trigo, cebada, centeno, avena (…).

Ambas declaraciones y las respuestas sobre los cultivos de Morata en el momento de su elaboración resultan muy similares en su contenido. Ambas coinciden a la hora de resaltar la absoluta dependencia de los cereales y el trigo para la economía de la villa y cómo estos cultivos eran los que prácticamente monopolizaban, con la excepción del cáñamo y algunas huertas, las mejores tierras de labor.

Aparte de estas Relaciones Topográficas, tan útiles para encontrar referencias y datos correspondientes al periodo histórico del reinado de Felipe II, hoy contamos con otras fuentes que también nos sirven para documentar la importancia, si quiera de forma indirecta, del cultivo de cereales en Morata desde mediados del siglo XVI en adelante. Estamos hablando de un proceso histórico, las perpetuaciones de baldíos que ya tratamos cuando analizamos, hace unas semanas, el incremento de los viñedos en el término de Morata a partir de la proclamación de la villa de Madrid como capital de la corona de Castilla.

En el caso de los cereales, y por el mismo motivo que provocó el incremento del consumo del vino, la creciente población de la villa de Madrid al amparo de su nueva condición de capital del reino, generó la inmediata necesidad de incrementar el abastecimiento de trigo, y harina, para alimentar a los nuevos habitantes que, si obligaron a aumentar el mercado vinícola, en mayor medida alentaron en el entorno madrileño la necesidad de contar con nuevas tierras de cultivo que ayudaran a cubrir el abasto de alimentos y productos básicos.

La perpetuación de baldíos, un proceso legal que cubría, a la vez, la necesidad de la Corona de contar con nuevos ingresos procedentes de esas ventas de tierras de su propiedad con la obligación de asegurar el abastecimiento de la capital, con la puesta en cultivo de tierras hasta entonces incultas, encontró en Morata una de las villas que más acudieron a estas compras de tierras por parte de sus vecinos.

En el trabajo de Alfredo Alvar Ezquerra, que ya hemos tratado en varias ocasiones en el blog, se recoge la documentación sobre la venta de unas tierras que, en el caso de Morata, llegaron a contabilizar 444 fanegas de secano para el cultivo específico de cereales a las que habría que añadir nada menos que 3.944 fanegas en las que no se especificaban si se destinaban a cereal o viñedo.

En cualquier caso, estas casi 4.500 fanegas, por las que se pagaron un precio medio de 221 maravedíes por fanega, significan que, a diferencia de periodos anteriores, el secano ya sí que se consideraba rentable para los campesinos que sembraban cereales en estas tierras de menos calidad que las de regadío y con rendimientos menores pero que, en ese preciso momento histórico, cubrieron la necesidad de mejorar el abastecimiento de cereal de la cercana capital.

Esta implicación de Morata, y también del resto de villas que se encontraban en los alrededores de la capital, en el abastecimiento de Madrid ha sido una constante histórica que se mantuvo hasta hace unas décadas. Tan importante fue para Madrid que las poblaciones de su entorno no fueran ajenas al abastecimiento de sus habitantes que, en determinados periodos históricos, como veremos en próximas entregas del blog, se llegó a obligar a estas poblaciones a enviar a la capital determinadas cantidades de trigo para asegurar, en la medida de lo posible, ese abasto diario de alimentos básicos.



Fuentes y documentación:



  • El reino de Castilla en la Edad Media. Valdeón, Julio. Ediciones Moretón. Bilbao, 1968.

  • Agrosistemas hispanocristianos: el secano (Corona de Castilla, (siglos X-XV). Clemente Ramos, Julián. Universidad de Extremadura. Cristiandad e Islam en la Edad Media. Logroño, 2008.

  • La descripción y cosmografía de España: el mapa que nunca existió. Antonio Crespo Sanz. Dirección General del Catastro. Abril, 2012.

  • Transcripción del texto de Descripción y cosmografía de España- Boletín de la Real Sociedad Geográfica-Tomo L-Imprenta de Eduardo Arias-Madrid, 1908.

  • Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid. Estudio introductorio. Alfredo Alvar Ezquerra. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.

  • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999. (Transcripción de las respuestas al interrogatorio de las Relaciones Topográficas de Felipe II).

  • Hacienda real y mundo campesino con Felipe II. Las perpetuaciones de tierras baldías en Madrid. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid-Consejería de Agricultura. Madrid, 1990.



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