miércoles, 27 de enero de 2016

El batán de paños, más de trescientos años de historia (II)


En 1878, un incendio provocó la destrucción de las instalaciones

La fábrica de papel abasteció en esos años a los principales periódicos de Madrid

En la primera parte de la historia del batán de Morata ya vimos como, a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, tres empresarios habían intentado rentabilizar sus instalaciones con más o menos continuidad. En los documentos se refleja la buena calidad de los tejidos y los papeles que se producían junto al río Tajuña pero ni la familia March, ni Juan Marrot, ni la empresa Combé pudieron extender su actividad en el batán más allá de unos cuantos años antes de que las dificultades económicas provocaran el final de sus proyectos. Sin embargo, una nueva iniciativa iba a forjarse en torno a la década de 1860. Ya en el año de 1862, el 21 de febrero, el Diario Oficial de Avisos de Madrid publicaba un texto en el que se buscaban personas interesadas en hacerse cargo del transporte del carbón necesario para las máquinas de vapor con las que se producía el papel:
Fábrica de papel continuo de Morata de Tajuña
El que quiera interesarse en el arrastre de 2.000 quintales de carbón piedra, desde esta corte a la fábrica expresada, total o parcialmente, se puede presentar de 10 a 2 de la tarde, en su dirección, sita en la calle Fuencarral, numero 39 y 41, cuarto tercero izquierda.
Este consumo de carbón destinado a las máquinas de vapor de la papelera originó un conflicto entre los propietarios y el Ayuntamiento de Morata. El consistorio había aprobado un arbitrio, impuesto, sobre el consumo de carbón que fue recurrido por la empresa papelera. Después de distintos recursos ante las autoridades provinciales y estatales, el Consejo de Estado emitió un informe en el que daba la razón el Ayuntamiento, desestimando el hecho aducido por los propietarios de que el arbitrio se hubiera aprobado, en principio, solo para el consumo de carbón doméstico. En consecuencia, este dictamen del mes de enero de 1874, autorizaba al Ayuntamiento, dirigido en esas fechas por Benito Sánchez-Bravo, a seguir cobrando el impuesto sobre el consumo del carbón de la papelera que, según el propio informe del Consejo de Estado, ascendía anualmente a 90.000 arrobas.
Por otra parte, el anuncio publicado en la prensa confirma que en esos años se había reanudado la elaboración de papel en el antiguo batán. Una nueva publicación, que apareció el 6 de julio de 1865 en La Correspondencia de España, ratifica la actividad industrial a orillas del Tajuña en esa fecha:
Gran fábrica de Papel
Hemos tenido ocasión de visitar el nuevo depósito de papel continuo que los señores Hijos de Velasco, dueños de la fábrica de Morata, situada a muy pocos kilómetros de distancia de esta corte, han establecido en la magnífica casa que el capitalista don Antonio Murga ha construido en la calle del Caballero de Gracia, números 14 y 16, y donde además de tener un buen surtido de diferentes clases de papeles de impresión y de rollos para las fábricas de papel pintado, sabemos que los expresados señores se encargan de hacer fabricaciones determinadas que pueden servir a domicilio a los dos o tres días de haberles hecho el pedido, pues cuentan con un considerable y constante motor hidráulico y una completa y escogida maquinaria (…).
La fábrica de papel,  propiedad ahora de la sociedad Velasco, Romillo y Cia, volvía a funcionar en Morata pero ahora con un matiz importante. Ya no se trataba sólo de hacer cartones o diversos tipos de papel para distintos usos, sino de centrarse en la producción de papel continuo, es decir, rollos de grandes dimensiones con un destinatario principal: las empresas periodísticas.
En la década de los sesenta del siglo XIX, al progreso de las artes gráficas se une una situación política muy convulsa que genera un enorme interés entre la población que, sobre todo en Madrid pero también el resto de capitales, buscan información en las decenas de periódicos que se imprimen en la época. Cada partido político, cada corriente ideológica, dispone de sus propios medios de información pero también surgen periódicos más profesionales que aprovechan la mejora de las comunicaciones para llegar a un mercado muy numeroso e interesado por la actualidad.
De este auge de las empresas periodísticas se benefició la empresa morateña que logró convertirse en proveedora de alguno de los periódicos más importantes de esos años, como era el caso de El Imparcial o La Correspondencia de España. Este último periódico, el de mayor tirada de todo el país, el 29 de diciembre de 1867 anunciaba en su cabecera que se imprimía en papel de la fábrica de Morata. En cuanto a El Imparcial, cuando se cumplía el cincuentenario de su fundación y en uno de los reportajes conmemorativos de esta efemérides se recordaban los frecuentes viajes que juntos tuvieron que hacer [Eduardo Gasset, el fundador y un mecánico francés] en un cochecillo a la fábrica de Morata de Tajuña, dominados por la tristeza del fracaso, llenos de zozobra y de ansiedad, hasta conseguir papel que no se rompiera, que no hiciera inútiles tanto dinero gastado y tantas noches en vela.
Naturalmente, este auge de la prensa fue el incentivo que algunos empresarios necesitaban para invertir en la fabricación de papel nacional que ya podía entrar  en competencia con el que venía del exterior. De ahí que el debate ideológico se trasladara, durante muchos años, a la conveniencia, o no, de crear aranceles con los que proteger a la industria papelera nacional de las importaciones. Y en estos años, la producción de la papelera de Morata estuvo, durante muchos años, presente en este debate. Así se manifiesta en una información del periódico La Época, del 16 de junio de 1867, en la que la discusión sobre los aranceles al papel prensa pone de manifiesto la calidad del papel elaborado en Morata:
(…) El Diario Español elogia el estado de muchas de nuestras fábricas, y en verdad que nos causa satisfacción oír que en Tolosa, Irún, en Burgos, en Pamplona, en Manzanares, Rascafría, Villagordo y Morata de Tajuña, se fabrican papeles con la perfección que en las naciones más adelantadas y con tanta prontitud que en Morata, por ejemplo, se sirven los pedidos a las cuarenta y ocho horas de hechos(…).
Consolidación de la fábrica
La entrada en la década de 1870 significo la consolidación de la fábrica de papel de Morata. La producción tenía garantizada su venta a los principales periódicos y al público en general en los depósitos que la empresa poseía en la ciudad de Madrid, primero en la calle de la Madera y, posteriormente en la calle de la Florida. Algunas incidencias, como la guerra carlista, que influía en la continuidad de los suministros, o la propia inseguridad de las comunicaciones provocaban algunas dificultades. Por ejemplo, La Correspondencia de España, el 20 de marzo de 1873, recogía una noticia sobre el asalto a un convoy de la papelera:
Anoche a las ocho fueron sorprendidos y atados dos carreteros de la fábrica de papel de Morata, en el sitio denominado Cueva de los Migueles, cerca de Vallecas, por una partida de hombres armados, a pie unos y otros a caballo, robando cuatro de las doce mulas de los carros y una corta cantidad de dinero a uno de los carreteros.
Sobre la fabricación de papel en España, durante la uno de los periodos de guerra carlista, el periódico La Discusión señalaba el 1 de enero de 1874 que de España en estos momentos no hay que hablar; sus fábricas se hallan paralizadas a causa de la guerra carlista y la interrupción de las comunicaciones. Milagrosamente puede decirse que trabaja La Navarra. También en Morata de Tajuña, otra bien montada fábrica de papel lucha con la escasez de aguas, y en Madrid da algunos productos la del señor Canalejas, establecida con arreglo a los últimos adelantos (…).
Pero pese a estas dificultades, la empresa papelera, ya en manos únicamente de la familia Martínez de Velasco, afrontaba el futuro con mejoras como la que supuso el arreglo de la carretera que conectaba sus instalaciones con su mercado madrileño. En 1877, la carretera entre Morata y Perales se arregló con fondos de la Diputación y un reportaje de La Época, del 4 de diciembre de 1877, con motivo de la inauguración trataba en profundidad las características de la fábrica de papel:
La industria de Madrid
Pocos días hace se ha recibido provisionalmente el camino vecinal que subvencionado por los fondos provinciales, une a los pueblos de Morata y Perales de Tajuña.
Este camino, que empalma con la carretera de Madrid a Chinchón y con la general de Castellón y Valencia, atraviesa una de las comarcas más pintorescas y feraces de la provincia, la renombrada vega del Tajuña, rica en cereales, vinos y aceites, y ha venido a satisfacer una necesidad reclamada imperiosamente hace varios años, a la que la escasez de fondos, unida a otras causas, hizo imposible atender, y que afortunadamente para los indicados pueblos, ha tenido cumplida realización.
Con motivo de esta solemnidad, que sin duda alguna lo es inaugurar una vía de comunicación, elemento seguro de riqueza, bienestar y cultura, hemos tenido el  gusto de ver la gran fábrica de papel denominada de Nuestra Señora del Rosario, que en el término de Morata, posee el acaudalado industrial D. Emilio Martínez de Velasco (…).
Seguimos a nuestro distinguido guía, y penetramos en un gran patio, que más bien parece propio de una granja modelo o de una quinta de recreo, a juzgar por sus grandes proporciones, por la fuente que hay en el centro y los muchos y corpulentos árboles que le hermosean, que de un establecimiento manufacturero, en los que, y más en nuestro país, es frecuente amontonar las edificaciones, hasta el punto de dificultar ciertos servicios que reclaman amplitud y desahogo, con perjuicio también de la higiene, tan necesaria en todos casos, y más en este, por las condiciones especiales de fabricación, es de primera necesidad (…).
Se emplean en la mencionada fábrica, en la que el trabajo es permanente, y produce un día con otro 4.500  kilogramos de papel blanco para impresiones satinado y sin satinar, papeles de colores, estrazas para envolver en rollos y resmas y rollos de varias clases para empapelar, 130 operarios entre hombres, mujeres y niños y niñas, con la especial circunstancia, que habla muy alto a favor de los sentimientos que animan al señor Velasco para proteger la localidad, de que los maquinistas y carpinteros son todos del país, instruidos por mecánicos extranjeros traídos al efecto.
Los motores son: dos turbinas sistema Pontaín, perfeccionadas, de 35 caballos de fuerza y una de 40 del mismo sistema, una máquina de vapor inglesa, de alta y baja presión, de condensación, con la fuerza de 35 caballos y otra de 40, con iguales condiciones, procedentes de los primeros constructores de esta clase de artefactos en Londres. La máquina de hacer papel es de siete secadores de 1 metro 20 centímetros de ancho. Los cilindros son seis de refino e igual número de desfilo, y además hay cuatro grandes blanqueadores.
Los tanques para recibir las aguas son todos de piedra en sillares, y sus fondos de placas cerámicas perforadas procedentes de Inglaterra. Hay además cuatro calderas generadoras de vapor, una de 40 caballos, dos de 25 y otra de 18. La sala de apresto tiene su prensa hidráulica de 700.000 kilogramos de presión, una buena satinadora de vaivén y una guillotina; las dos primeras proceden de la casa Planas, Junoy y Compañía de Gerona, lo mismo que cuatro de los cilindros de retino, todo perfectamente construido.
El taller de reparación de máquinas consta de tornos, máquina de cepillar y herrajes de varias clases necesarios al efecto; en los de herrería y carpintería hay todos los útiles y herramientas que puedan necesitarse en dependencias de esta clase, así como en el almacén de piezas de repuesto que se halla también provisto de todas las que están sujetas a deterioro inmediato. La elevación de aguas caras para la fabricación. Que se extrae de unos pozos de 91 pies de profundidad, se hace con tres bombas del sistema Montenegro, distinguido ingeniero mecánico español. Cada una de estas tres bombas eleva 23 metros cúbicos de agua por hora, existiendo otras repartidas por los departamentos para llevar de una a otra parte las aguas cloruradas, alumbres, colas, etc. (…).
Al frente de la fábrica se halla un hermano del propietario, el Sr. Fructuoso [Martínez] de Velasco, que educado en Inglaterra y penetrado del espíritu emprendedor de esta nación, que en nuestra vieja Europa marcha a la cabeza de las demás en todo lo que se refiere a los adelantos industriales, no ha vacilado en trocar la toga del abogado por los útiles del mecánico, imprimiendo un sello de actividad y precisión en los trabajos digno de ser imitado.
Lamentablemente, la buena marcha de la fábrica de papel que se plasmaba en este reportaje periodístico, se truncó al año siguiente. Un incendio, que se propagó en la madrugada del 15 de agosto de 1878, significó un duro golpe para la papelera. Así lo contaba La Correspondencia de España en su edición del 23 de agosto de 1878:
Hoy tenemos más detalles del incendio ocurrido en la fábrica de papel de Morata de Tajuña. El siniestro tuvo lugar en la madrugada del día 15 y no en la noche del 13 al 14. Los vecinos, autoridades y guardia civil de los pueblos de Morata y Perales, acudieron en cuanto sintieron las campanas de la iglesia de la fábrica, y contribuyeron de un modo eficaz a que el fuego no se propagara al resto de los edificios. A las seis horas de apercibido, era ya un montón de ruinas el edificio principal, donde se hallaba instalada la mayor parte de la maquinaria y un gran depósito de trapos escogidos para la fabricación. La causa del incendio se atribuye a alguna chispa de cigarro o fósforo de los que el día anterior habían estado entregando trapo. Felizmente no ha habido que lamentar ninguna desgracia personal, debido a la serenidad e inteligencia con que desde los primeros momentos dirigió los trabajos el mismo dueño de la fábrica. Las pérdidas sufridas se regulan en más de dos millones de reales.
Fuera a consecuencia de estas pérdidas ocasionadas por el incendio, o por otros motivos empresariales, la fábrica de papel cambió de nuevo de propietarios y sería la familia Canalejas, uno de cuyos miembros ocupó la presidencia del gobierno, la que dirigiría las instalaciones, tal como veremos en la tercera parte de la historia del batán.
Imagen, completa, del grabado que reproduce el batán de paños alrededor de 1830




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