miércoles, 20 de enero de 2016

El batán de paños, más de trescientos años de historia (I)


El trabajo en un batán se basa en el golpeo con mazos de fibras textiles para elaborar los paños. Y así, golpe a golpe, ha sido la larga historia del batán de Morata. Desde su primer uso, posiblemente como molino harinero, el complejo fabril de Isla Taray ha tenido muchos y variados usos. La que sin duda es una de las construcciones más antiguas de Morata –después de pasar a lo largo de los siglos por numerosas reformas-, se ha utilizado como batán de paños, fábrica de papel y de borras, fábrica de luz y, ya en la actualidad, como residencia de ancianos. Son más de quinientos años de historia de unas instalaciones que dieron trabajo a cientos de vecinos de Morata, que pasaron por periodos difíciles, como el incendio del siglo XIX, o las sucesivas quiebras de las empresas propietarias que dieron paso a periodos de abandono que casi provocaron su ruina definitiva. Por fortuna, el edificio todavía se mantiene en pie como testigo de un pasado muy ligado a Morata y a los morateños.


Vista del camino de acceso al batán con el edificio al fondo
La existencia de molinos y batanes en las riberas del Tajuña está documentada, al menos, desde el siglo XI, pero incluso antes, durante la presencia de los árabes ya consta la existencia de aceñas en las riberas del Tajuña. En 1168, la Orden de San Juan obtuvo la donación de molinos y tierras entre los términos de Morata y Chinchón y es posible que la construcción original del batán se remonte a estos años con un uso de molino harinero. Según Jesús Antonio de la Torre Briceño, en su Historia de la Villa de Morata, el edificio, que desde su construcción se dedicó a molino a harinero, pasó a reconvertirse en batan en el siglo XVII, cuando ya era propiedad del marqués de Leganés. En el Catastro de Ensenada se refleja documentalmente la existencia del batan de paños, tal como aparece en las Respuestas al Interrogatorio General donde se dice, textualmente, que declararon que de lo que enuncia sólo hay en este término un Batán de Paños propio del señor de esta villa [en estos años el conde de Altamira] con cuatro pilas. En este siglo XVIII las referencias a las instalaciones del batán son muy abundantes y, de hecho, en 1758 un protocolo notarial señala cómo Ventura Osorio de Moscoso había arrendado el batán al Real Hospicio de Pobres de Madrid, por un periodo de cuatro años, a cambio de 1.000 reales anuales de renta. La escritura  de arrendamiento también recoge que cada año se han de batanar 60 piezas de sayal para donarlas al convento de la Paciencia de Madrid, de los frailes capuchinos, a los que el conde tenía concedida esta limosna. La escritura de arrendamiento está firmada por la madre del conde, Ventura Fernández de Córdoba, como curadora de su hijo que por entonces era menor de 25 años y, por lo tanto, legalmente menor de edad.
La fabricación de paños continuó con la instalación de una planta de elaboración de tejidos tras el alquiler que la familia March hizo de los edificios pertenecientes a la casa de Altamira. Torre Briceño indica que los March, de origen catalán, alquilaron el batán por 1.100 reales al año, e iniciaron las inversiones necesarias para poner en funcionamiento la fabricación de tejidos que incluía instalaciones en una casa que compraron en la villa, en la calle que durante muchos años se conoció como calle de La Fábrica, para completar el proceso de producción. La mano de obra era, lógicamente, de Morata pero los bajos salarios, un real, provocan el descontento de las operarias, normalmente niñas, y sus familias. Los propietarios no entendían las protestas de sus trabajadores y la producción, a pesar de la calidad de los acabados, declinó hasta que en los primeros años del siglo XIX los March abandonaron Morata.
Tras esta primera experiencia en los albores de la industrialización, el antiguo batán de paños permaneció en la propiedad del conde de Altamira, pero sin que se registren documentalmente actividades fabriles en las instalaciones que habían utilizado los March. Será ya en la década de 1830 cuando las aguas del Tajuña den de nuevo vida a una actividad manufacturera en el batán. En esos años se registra como un industrial llegado a Morata, Juan Marrot, vislumbra posibilidades en la propiedad del conde de Altamira, aunque en la documentación analizada no consta si el inversor llegó a adquirir en propiedad el batán o si, como había sucedido desde el siglo XVIII, las instalaciones continuaron en la propiedad del conde de Altamira. Lo que sí esta documentado es que Juan Marrot se acogió en 1833 a las subvenciones propiciadas por el gobierno de Fernando VII para introducir las novedosas máquinas de vapor en España. Al amparo de estas ayudas, Juan Marrot obtuvo 15.000 duros para  fabricar lienzos y papel pintado en Morata. Con estas ayudas el industrial puso en marcha de nuevo el batán, ahora ya con las más avanzadas máquinas del momento. De esta época es el grabado que reproduce las instalaciones y el entorno del río Tajuña, realizado a partir de una obra del pintor Palmaroli que se conserva en la Academia de las Bellas Artes de San Fernando. Este grabado, que en el catálogo se fecha en la década de 1830, es la reproducción gráfica más antigua de un edificio de Morata.
Lo cierto es que Juan Marrot ya tenía experiencia en la fabricación de papel pintado y tejidos de calidad. En 1831 había sido premiado el mérito e importancia de sus productos:
Aunque nueva esta fábrica rivaliza con la anterior, y da pruebas de la inteligencia, gusto y variedad con que sin duda quedarán satisfechos los consumidores. Marrot ha sido ya premiado en las Exposiciones anteriores por objetos de otra clase, y cree la Junta que siendo estos diferentes estaría en el caso de ser premiado como si fuese persona distinta.
El mismo D. Juan Marrot, de que se acaba de hacer mención, ha presentado gran cantidad de hules, con variedad de fondos y dibujos para varios usos, como son para alfombrar salas, cubrir mesas, poner botellas, vasos, velones, candeleros, y otros muchos a que quieran destinarse. Aunque todo era digno de aprecio se distinguió en particular una alfombra de 324 pies superficiales, colocada al frente del primer tramo de la escalera. Todo ello es obra de un establecimiento que en su infancia da frutos sazonados y abundantes, y ofrece á su dueño las utilidades que han de consolidarlo. Otros varios objetos reúne Marrot en su establecimiento que prueban su inteligencia y laboriosidad, debiendo aquí hacerse mención del papel vegetal para el calcado de dibujos de que podrá usarse en lugar del extranjero.
El batán de paños según un grabado realizado en torno a 1830 

El buen recibimiento de sus productos animó sin duda a ampliar su inversión en Morata en estos primeros años de la década de los 30 del siglo XIX. Sin embargo, como sucedió con el proyecto de la familia March, la buena fama de los productos elaborados en el batán de Morata no garantizó, a la larga, la continuidad del proyecto. Las dificultades económicas lastraron el funcionamiento de la empresa y provocaron su declive y el de las instalaciones de Morata. Si en 1835, pocos años después de ponerse en funcionamiento, el Ministerio de Hacienda exigía a Juan Marrot la devolución de 325.890 reales, unos años después, en agosto de 1839, el Diario de Avisos de Madrid informaba sobre la Junta de Acreedores del empresario que por aquella época veía como se venía abajo su inversión junto al río Tajuña.
Un nuevo intento de explotar el batán 
En los años siguientes aparece, de nuevo un vacio documental en la historia del batán de Morata. Sólo a partir de la década de 1850  hay, de nuevo, referencias a la convulsa historia de estas instalaciones que, ya por entonces, estaban fuera del patrimonio del conde de Altamira quien, acuciado por las deudas que lastraban su economía, hacía varios años que había comenzado a desprenderse de sus propiedades en Morata (En torno a 1820 se vendió el molino de la Huerta de Angulo y la mayoría de sus propiedades rústicas).
En 1850, el 9 de octubre, los periódicos de la época recogen la inauguración –reinauguración habría de decirse con más propiedad- de un nuevo proyecto localizado en el batán de Morata. El más extenso en su reseña sobre las instalaciones es el Heraldo de Madrid que  publica:
Inmediato al pueblo de Morata, sobre el río Tajuña y a cuatro leguas de esta corte, se ha montado una fábrica de papel, cartón y producto químicos por un procedimiento nuevo. En menos de cuatro meses, fecha de la adquisición del magnífico edificio en el sitio indicado, se han practicado las reparaciones y obras necesarias al objeto, se han colocado las máquinas y adquirido los operarios y materiales de fabricación, hasta el punto de alcanzar el día de su inauguración, dando principio los trabajos fabriles, este día señalado y feliz es el del cumpleaños de nuestra augusta reina. La iniciativa lisonjea a la empresa, por cuanto no es dudosa la protección que podrá merecer del gobierno de su majestad cuando vea una mejora considerable y baratura en los objetos expresados; que en el radio de algunas leguas de Morata, comprendiendo seis u ocho pueblos, se hacen acopios de material para la fabricación y otras circunstancias, a la par de que sea ventajoso para la empresa habrá de construir mucho provecho para el país. El cloruro de sal, cuya elaboración es uno de los artículos consignados también en la fábrica, creo con fundamento que la empresa excitará el interés del gobierno, cuando es un artículo de que la nación se surte en el extranjero.
Unos meses después, en 1851, ya se mostraban muestras del cartón fabricado en Morata en exposiciones. El Popular, en su edición del 22 de febrero de 1851, señalaba que:
Los señores Combé y compañía presentaron en la última exposición de la industria muestras de cartón de su fábrica, situada en las inmediaciones de Morata de Tajuña. Por medio de un nuevo procedimiento están elaborando ahora cartones impermeables y cubiertos, con los cuales harán una porción de objetos del mayor gusto, como sillerías muqueadas, tapetes y alfombras para verano a precios sumamente económicos: ya se les han hecho grandes pedidos y antes de terminar la primavera próxima presentaran muestras de todos estos objetos en su depósito situado en la galería de San Felipe Neri. Auguramos a dichos señores un éxito lisonjero en su especulación.
Pero de nuevo, las dificultades económicas fueron insalvables para el empresario. En algo más de 2 años, el 23 de julio de 1853, el Diario de Avisos de Madrid publicaba la subasta del mobiliario de la fábrica de Morata de la familia Combé:
De orden del Excmo. Señor capitán general de esta provincia, se saca a segundo remate el mobiliario de la fábrica de papel de cartón de Morata de Tajuña, propio del concurso de acreedores de la testamentaria de don Félix Combé, debiendo tener lugar dicha subasta el día veintisiete del corriente a las dos en punto de la tarde, en la auditoria de guerra, sita en el exconvento de Santo Tomás, calle de Atocha.
Unos meses después, el mismo periódico publicaba, el 1 de noviembre de 1853, el anuncio de una nueva subasta, en esta ocasión de la maquinaria pero también del terreno donde se asentaban las instalaciones:
Una posesión en la villa de Morata, situada sobre el río Tajuña, de caber 3 fanegas, 6 celemines y dos estadales, destinada su mayor parte a huerta cercada por una arboleda poblada de árboles frutales, tasada en 20.273 rs.
Una casa situada en el centro de dicha posesión, destinada en su origen a fábrica de tejidos, compuesta de piso bajo, principal y segundo, en un área de 7.320 pies superficiales, tasada en 238.163 reales.
Varios edificios contiguos a la misma, comprendidos en 7.949 ½ pies superficiales, tasados en 86.719 rs.
Una rueda hidráulica de la fuerza de 16 caballos, de 18 pies y dos pulgadas de diámetro y 8 pies de ancho, compuesta de un eje de hierro colado, dos cubos de id. Para los brazos de madera y cojinetes de hierro y bronce, brazos, aros y cajones de madera, todo de buena construcción, con sus tornillos de hierro y su compuerta para el agua, tasada dicha rueda en 15.000 rs.
Una rueda de engranaje de hierro colado, fija sobre la rueda de agua, de 16 pies de diámetro y los dientes de 7 pulgadas de ancho, en 5.000 reales.
Así mismo se rematan en el propio acto varios movimientos compuestos de 48 pies de ejes de hierro de 3 pulgadas de diámetro, 6 mangas para su unión, otros 65 ejes de 2 174 de pulgadas de diámetro, siguiendo la misma línea con 6 mangas, 12 soportes de hierro sobre los pies derechos del edificio, tasados en 9.195 rs.
Varias ruedas rectangulares sobre estos mismos ejes, con su manga, tambor de madera y 3 soportes colgados para cada eje, colocación de los mismos, tornillos, etc., tasados en 12.325 rs.
Y la maquinaria del molino compuesta de una rueda de 8 pies de diámetro, con sus ejes de hierro, dos ruedas de hierro colado sin colocar y 4 pares de piedras de molino, tasado todo en 8.800 reales.
Quien quisiere mejorar la referida postura o hacerlo a los efectos comprendidos en las tres últimas partidas, acuda al indicado juzgado, donde se admitirán siendo arregladas.
Madrid, 29 de octubre de 1853. Felipe José de Ibabe.
El total de los bienes subastados ascendía a 423.308 rs. y la subasta se fijaba para el día 10 de noviembre. El adjudicatario debería abonar el precio de la subasta en cuatro plazos, el primero de ellos fijado en 100.000 reales y el resto en otros tres bonos anuales.
Finalizaba así un capítulo más de la convulsa historia del batán de paños. Pero no sería el último.

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