El trabajo en un batán se basa en el golpeo con mazos de fibras
textiles para elaborar los paños. Y así, golpe a golpe, ha sido la larga
historia del batán de Morata. Desde su primer uso, posiblemente como molino
harinero, el complejo fabril de Isla Taray ha tenido muchos y variados usos. La
que sin duda es una de las construcciones más antiguas de Morata –después de
pasar a lo largo de los siglos por numerosas reformas-, se ha utilizado como
batán de paños, fábrica de papel y de borras, fábrica de luz y, ya en la
actualidad, como residencia de ancianos. Son más de quinientos años de historia
de unas instalaciones que dieron trabajo a cientos de vecinos de Morata, que pasaron
por periodos difíciles, como el incendio del siglo XIX, o las sucesivas quiebras
de las empresas propietarias que dieron paso a periodos de abandono que casi
provocaron su ruina definitiva. Por fortuna, el edificio todavía se mantiene en
pie como testigo de un pasado muy ligado a Morata y a los morateños.
Vista del camino de acceso al batán con el edificio al fondo
La existencia de molinos y batanes en las riberas del Tajuña está
documentada, al menos, desde el siglo XI, pero incluso antes, durante la
presencia de los árabes ya consta la existencia de aceñas en las riberas del
Tajuña. En 1168, la Orden de San Juan obtuvo la donación de molinos y tierras
entre los términos de Morata y Chinchón y es posible que la construcción
original del batán se remonte a estos años con un uso de molino harinero. Según
Jesús Antonio de la Torre Briceño, en su Historia
de la Villa de Morata, el edificio, que desde su construcción se dedicó a
molino a harinero, pasó a reconvertirse en batan en el siglo XVII, cuando ya
era propiedad del marqués de Leganés. En el Catastro de Ensenada se refleja
documentalmente la existencia del batan de paños, tal como aparece en las Respuestas
al Interrogatorio General donde se dice, textualmente, que declararon que de lo que
enuncia sólo hay en este término un Batán de Paños propio del señor de esta
villa [en estos años el conde de Altamira] con cuatro pilas. En este siglo XVIII
las referencias a las instalaciones del batán son muy abundantes y, de hecho,
en 1758 un protocolo notarial señala cómo Ventura Osorio de Moscoso había
arrendado el batán al Real Hospicio de Pobres de Madrid, por un periodo de
cuatro años, a cambio de 1.000 reales anuales de renta. La escritura de arrendamiento también recoge que
cada año se han de batanar 60 piezas de sayal para donarlas al convento de la
Paciencia de Madrid, de los frailes capuchinos, a los que el conde tenía
concedida esta limosna. La escritura de arrendamiento está firmada por la madre
del conde, Ventura Fernández de Córdoba, como curadora de su hijo que por
entonces era menor de 25 años y, por lo tanto, legalmente menor de edad.
La fabricación de paños continuó con la instalación de una planta de
elaboración de tejidos tras el alquiler que la familia March hizo de los edificios pertenecientes a la casa de Altamira. Torre Briceño indica que
los March, de origen catalán, alquilaron el batán por 1.100 reales al año, e
iniciaron las inversiones necesarias para poner en funcionamiento la fabricación
de tejidos que incluía instalaciones en una casa que compraron en la villa, en
la calle que durante muchos años se conoció como calle de La Fábrica, para completar el proceso de producción. La
mano de obra era, lógicamente, de Morata pero los bajos salarios, un real,
provocan el descontento de las operarias, normalmente niñas, y sus familias.
Los propietarios no entendían las
protestas de sus trabajadores y la producción, a pesar de la calidad de los
acabados, declinó hasta que en los primeros años del siglo XIX los March
abandonaron Morata.
Tras esta primera experiencia en los albores de la industrialización,
el antiguo batán de paños permaneció en la propiedad del conde de Altamira,
pero sin que se registren documentalmente actividades fabriles en las
instalaciones que habían utilizado los March. Será ya en la década de 1830
cuando las aguas del Tajuña den de nuevo vida a una actividad manufacturera en el
batán. En esos años se registra como un industrial llegado a Morata, Juan
Marrot, vislumbra posibilidades en la propiedad del conde de Altamira, aunque
en la documentación analizada no consta si el inversor llegó a adquirir en
propiedad el batán o si, como había sucedido desde el siglo XVIII, las
instalaciones continuaron en la propiedad del conde de Altamira. Lo que sí esta
documentado es que Juan Marrot se acogió en 1833 a las subvenciones propiciadas
por el gobierno de Fernando VII para introducir las novedosas máquinas de vapor
en España. Al amparo de estas ayudas, Juan Marrot obtuvo 15.000 duros para
fabricar lienzos y papel pintado en Morata. Con estas ayudas el
industrial puso en marcha de nuevo el batán, ahora ya con las más avanzadas
máquinas del momento. De esta época es el grabado que reproduce las
instalaciones y el entorno del río Tajuña, realizado a partir de una obra del
pintor Palmaroli que se conserva en la Academia de las Bellas Artes de San
Fernando. Este grabado, que en el catálogo se fecha en la década de 1830, es la
reproducción gráfica más antigua de un edificio de Morata.
Lo cierto es que Juan Marrot ya tenía experiencia en la fabricación de
papel pintado y tejidos de calidad. En 1831 había sido premiado el mérito e importancia de sus productos:
Aunque nueva esta fábrica rivaliza
con la anterior, y da pruebas de la inteligencia, gusto y variedad con que sin
duda quedarán satisfechos los consumidores. Marrot ha sido ya premiado en las Exposiciones
anteriores por objetos de otra clase, y cree la Junta que siendo estos
diferentes estaría en el caso de ser premiado como si fuese persona distinta.
El mismo D. Juan Marrot, de que se
acaba de hacer mención, ha presentado gran cantidad de hules, con variedad de
fondos y dibujos para varios usos, como son para alfombrar salas, cubrir mesas,
poner botellas, vasos, velones, candeleros, y otros muchos a que quieran
destinarse. Aunque todo era digno de aprecio se distinguió en particular una
alfombra de 324 pies superficiales, colocada al frente del primer tramo de la
escalera. Todo ello es obra de un establecimiento que en su infancia da frutos
sazonados y abundantes, y ofrece á su dueño las utilidades que han de
consolidarlo. Otros varios objetos reúne Marrot en su establecimiento que
prueban su inteligencia y laboriosidad, debiendo aquí hacerse mención del papel
vegetal para el calcado de dibujos de que podrá usarse en lugar del extranjero.
El batán de paños según un grabado realizado en torno a 1830
El buen recibimiento de sus productos animó sin duda a ampliar su inversión
en Morata en estos primeros años de la década de los 30 del siglo XIX. Sin
embargo, como sucedió con el proyecto de la familia March, la buena fama de los
productos elaborados en el batán de Morata no garantizó, a la larga, la
continuidad del proyecto. Las dificultades económicas lastraron el
funcionamiento de la empresa y
provocaron su declive y el de las instalaciones de Morata. Si en 1835, pocos
años después de ponerse en funcionamiento, el Ministerio de Hacienda exigía a
Juan Marrot la devolución de 325.890 reales, unos años después, en agosto de
1839, el Diario de Avisos de Madrid
informaba sobre la Junta de Acreedores del empresario que por aquella época veía como se venía abajo su
inversión junto al río Tajuña.
Un nuevo intento de explotar el batán
En los años
siguientes aparece, de nuevo un vacio documental en la historia del batán de
Morata. Sólo a partir de la década de 1850 hay, de nuevo, referencias a la convulsa historia de estas
instalaciones que, ya por entonces, estaban fuera del patrimonio del conde de
Altamira quien, acuciado por las deudas que lastraban su economía, hacía varios
años que había comenzado a desprenderse de sus propiedades en Morata (En torno
a 1820 se vendió el molino de la Huerta de Angulo y la mayoría de sus
propiedades rústicas).
En 1850, el 9 de octubre, los periódicos de la época recogen la
inauguración –reinauguración habría de decirse con más propiedad- de un nuevo
proyecto localizado en el batán de Morata. El más extenso en su reseña sobre
las instalaciones es el Heraldo de Madrid
que publica:
Inmediato al pueblo de Morata,
sobre el río Tajuña y a cuatro leguas de esta corte, se ha montado una fábrica
de papel, cartón y producto químicos por un procedimiento nuevo. En menos de
cuatro meses, fecha de la adquisición del magnífico edificio en el sitio indicado,
se han practicado las reparaciones y obras necesarias al objeto, se han
colocado las máquinas y adquirido los operarios y materiales de fabricación,
hasta el punto de alcanzar el día de su inauguración, dando principio los
trabajos fabriles, este día señalado y feliz es el del cumpleaños de nuestra
augusta reina. La iniciativa lisonjea a la empresa, por cuanto no es dudosa la
protección que podrá merecer del gobierno de su majestad cuando vea una mejora
considerable y baratura en los objetos expresados; que en el radio de algunas
leguas de Morata, comprendiendo seis u ocho pueblos, se hacen acopios de
material para la fabricación y otras circunstancias, a la par de que sea
ventajoso para la empresa habrá de construir mucho provecho para el país. El
cloruro de sal, cuya elaboración es uno de los artículos consignados también en
la fábrica, creo con fundamento que la empresa excitará el interés del
gobierno, cuando es un artículo de que la nación se surte en el extranjero.
Unos meses después, en 1851, ya se mostraban muestras del cartón
fabricado en Morata en exposiciones. El
Popular, en su edición del 22 de febrero de 1851, señalaba que:
Los señores Combé y compañía
presentaron en la última exposición de la industria muestras de cartón de su
fábrica, situada en las inmediaciones de Morata de Tajuña. Por medio de un
nuevo procedimiento están elaborando ahora cartones impermeables y cubiertos,
con los cuales harán una porción de objetos del mayor gusto, como sillerías
muqueadas, tapetes y alfombras para verano a precios sumamente económicos: ya se
les han hecho grandes pedidos y antes de terminar la primavera próxima
presentaran muestras de todos estos objetos en su depósito situado en la
galería de San Felipe Neri. Auguramos a dichos señores un éxito lisonjero en su
especulación.
Pero de nuevo, las dificultades económicas fueron insalvables para el
empresario. En algo más de 2 años, el 23 de julio de 1853, el Diario de Avisos de Madrid publicaba la
subasta del mobiliario de la fábrica de Morata de la familia Combé:
De orden del Excmo. Señor
capitán general de esta provincia, se saca a segundo remate el mobiliario de la
fábrica de papel de cartón de Morata de Tajuña, propio del concurso de
acreedores de la testamentaria de don Félix Combé, debiendo tener lugar dicha
subasta el día veintisiete del corriente a las dos en punto de la tarde, en la
auditoria de guerra, sita en el exconvento de Santo Tomás, calle de Atocha.
Unos meses después, el mismo periódico publicaba, el 1 de noviembre de
1853, el anuncio de una nueva subasta, en esta ocasión de la maquinaria pero
también del terreno donde se asentaban las instalaciones:
Una casa situada en el centro
de dicha posesión, destinada en su origen a fábrica de tejidos, compuesta de
piso bajo, principal y segundo, en un área de 7.320 pies superficiales, tasada
en 238.163 reales.
Varios edificios contiguos a la
misma, comprendidos en 7.949 ½ pies superficiales, tasados en 86.719 rs.
Una rueda hidráulica de la
fuerza de 16 caballos, de 18 pies y dos pulgadas de diámetro y 8 pies de ancho,
compuesta de un eje de hierro colado, dos cubos de id. Para los brazos de
madera y cojinetes de hierro y bronce, brazos, aros y cajones de madera, todo
de buena construcción, con sus tornillos de hierro y su compuerta para el agua,
tasada dicha rueda en 15.000 rs.
Una rueda de engranaje de
hierro colado, fija sobre la rueda de agua, de 16 pies de diámetro y los
dientes de 7 pulgadas de ancho, en 5.000 reales.
Así mismo se rematan en el
propio acto varios movimientos compuestos de 48 pies de ejes de hierro de 3
pulgadas de diámetro, 6 mangas para su unión, otros 65 ejes de 2 174 de
pulgadas de diámetro, siguiendo la misma línea con 6 mangas, 12 soportes de
hierro sobre los pies derechos del edificio, tasados en 9.195 rs.
Varias ruedas rectangulares
sobre estos mismos ejes, con su manga, tambor de madera y 3 soportes colgados
para cada eje, colocación de los mismos, tornillos, etc., tasados en 12.325 rs.
Y la maquinaria del molino
compuesta de una rueda de 8 pies de diámetro, con sus ejes de hierro, dos
ruedas de hierro colado sin colocar y 4 pares de piedras de molino, tasado todo
en 8.800 reales.
Quien quisiere mejorar la
referida postura o hacerlo a los efectos comprendidos en las tres últimas
partidas, acuda al indicado juzgado, donde se admitirán siendo arregladas.
Madrid, 29 de octubre de 1853.
Felipe José de Ibabe.
El total de los bienes subastados ascendía a 423.308 rs. y la subasta
se fijaba para el día 10 de noviembre. El adjudicatario debería abonar el
precio de la subasta en cuatro plazos, el primero de ellos fijado en 100.000
reales y el resto en otros tres bonos anuales.
Finalizaba así un capítulo más de la convulsa historia del batán de
paños. Pero no sería el último.
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