Los frailes fueron propietarios de una extensa y próspera hacienda
En el siglo XVIII se documenta la presencia en Morata de una casa de
labor de los frailes dominicos del Rosario. Junto a la casa, los dominicos
poseyeron una extensa hacienda dedicada, sobre todo, a elaborar vino y aceite.
De aquella casa y hacienda, sólo queda el testimonio de la casa Mac Crohon,
levantada sobre el solar de los dominicos, y que hoy cumple las funciones de la
Casa Cultural. Esta es la historia de la presencia de los frailes en Morata, de
las actividades que desarrollaron y de cómo su hacienda, tras la
desamortización, pasó a otras manos.
La primera referencia documental que hemos localizado de los dominicos
en Morata la encontramos en el Catastro de Ensenada. Es ahí, hacia mediados del
siglo XVIII, cuando se describen la casa y
las instalaciones anexas. Pese a lo que pudiera pensarse, esta propiedad
de los dominicos nunca fue lo que se entiende por un convento. En realidad sus
propietarios siempre le dieron un uso agrícola y como tal, era el centro
neurálgico de la extensa hacienda que poseían en Morata. En el catastro, de hecho,
nunca habla de convento y al enumerar sus bienes en la villa la describe simplemente
como casa:
Primeramente una casa en la
población de esta villa que tiene de fachada sesenta y seis varas y de fondo
sesenta y cuatro, su habitación consiste en bajo y entresuelo con diferentes
oficinas, dos lagares con dos vigas cada uno, una almazara de aceite con diez y
siete tinajas de caber mil setecientas arrobas, bodega con diez cubas, su caber
cinco mil arrobas, cueva con ochenta tinajas de caber cuatro mil arrobas, y un
cocedero de vino con nueve tinajas, su cabida novecientas arrobas.
Linda mediodía con calle que va
a al camino de San Martín y norte casa de Don Julián Correa, vecino de Madrid,
y se ha regulado su alquiler en cada un año en dos mil y seiscientos reales de
vellón.
De acuerdo con estas medidas, la casa ocupaba una superficie de
alrededor de 3.000 metros cuadrados y la descripción de los linderos al mediodía
(sur) y al norte indica que ya entonces ocupaba el espacio entre la actual
avenida de la Constitución y la calle Iglesia (donde ahora se encuentran las caballerizas). Además de la descripción
de la existencia de dos lagares y una almazara, con sus correspondientes
tinajas, y un cocedero de vino, los
apuntes del catastro nos indican que la finalidad de la construcción era la
transformación y elaboración del vino y el aceite que los frailes dominicos
obtenían de sus números propiedades rústicas en Morata. Las casi 10.000 arrobas
de capacidad de almacenamiento de vino y más de 2.000 de aceite dan una idea de
la importancia de sus propiedades.
Otras propiedades de los
dominicos en Morata
Aparte de la casa, los frailes dominicos contaban en Morata con una extensa hacienda claramente
dirigida a la producción de vino y aceite. La mayor parte de sus parcelas eran
viñas y olivares, de ahí la existencia de los lagares, la almazara y el molino
aceitero. Este molino no estaba en
la casa, sino en la zona de la llamada calle de Los Huertos (actual calle del Carmen), justo donde se
localizaban en esa época la mayoría
de los molinos de aceite entonces existentes en Morata. En el catastro se
describe someramente:
Un molino aceitero con dos
vigas y sus trojes correspondientes y veinte y seis tinajas para aceite que
cabrán ochocientas arrobas y regulado por quinquenio en cada un año en mil y
cien reales.
Las propiedades rústicas de los dominicos se desglosaban en:
- 81 fanegas de tierras de riego en la vega
- 44 fanegas de secano en el llano
- 104 fanegas de viña (incluidas 3 fanegas de viñas de riego en la vega) con 36.863 cepas
- 91 fanegas de olivares con 3.458 olivas (incluidas las 1.230 olivas que se cultivaban en las viñas)
- Una era de trillar de dos fanegas, la tercera parte empedrada
- Una poza para el cáñamo junto a la ermita de la Soledad
Registro de la casa de labor y el molino de los dominicos en el Catastro de Ensenada
Esta relación de bienes convertía a los dominicos en los mayores propietarios de la villa, si exceptuamos al Conde de Altamira, pero con el matiz de que el propietario del señorío no explotaba directamente su hacienda y los frailes sí que realizaban todo el proceso productivo desde el cultivo de viñas y olivares -y otros cultivos de secano o regadío como el trigo o el cáñamo-, hasta la elaboración del vino y el aceite y el traslado para su venta a Madrid.
Que los frailes tenían su
casa de Morata como el centro de una gran explotación agrícola lo demuestra el
hecho de que, para llevar a cabo los trabajos necesarios a lo largo del año,
también eran poseedores de cinco pares de mulas y dos pollinos para la
labranza. Ningún propietario en Morata contaba en aquella época –recordamos,
mediados del siglo XVIII- con tantas caballerías de labor ni, por supuesto, con
tantos trabajadores a su cargo. En la relación de personal del catastro figuran
como criados de los dominicos cinco
vecinos de la villa que aparecen reflejados con su nombre y edad:
- Bernardo Gutiérrez, de treinta años, criado de la labor
- Manuel Campanero, de veinte y ocho años
- Francisco Alonso, de treinta y dos años
- Matheo Blas, de treinta años
- Nicolás Gutiérrez ,de veinte año
- Francisco Xavie,r de diez y siete años
A estos trabajadores, había que unir a Josepha de Cuenca, de cincuenta
y cuatro años ,y a Florencia Ruiz de diez y seis años, ambas catalogadas también
como criadas.
Aparte de estos trabajadores, la relación también incluye a Gregorio
de Mingo, de veinte y nueve años y arriero, que sería el encargado con los tres
machos propiedad de la casa de transportar los productos del campo a Madrid.
Naturalmente, los frailes tenían a un responsable directo de toda la
explotación residiendo en Morata. Este papel lo ejercitaba el padre fray
Bernardo García, administrador de la casa
y hacienda que en esta villa pertenece al convento del Rosario de dominicos
de Madrid, tal como se refleja en los legajos del catastro. Junto a este
administrador, fray Francisco López, lego, ejercía las funciones de ayudante.
Este fraile administrador, además, sería el responsable de velar por el cobro
de los intereses que rentaban los censos del convento que habían tomado algunos vecinos de Morata, concretamente dos censos a favor del convento de 200
ducados de principal y otros dos de cien ducados cada uno, todos ellos al 3 por
ciento de interés.
Desamortización de la hacienda
de los dominicos
Esta explotación agrícola de los frailes dominicos que, sin duda, en
las épocas de recolección necesitaría del trabajo de numerosos jornaleros de la
villa, se mantuvo en activo hasta las primeras décadas del siglo XIX. En esos
años, con la guerra de la Independencia y las desamortizaciones eclesiásticas,
comienza el proceso que acabará con la presencia de los dominicos en Morata.
El Diario de Madrid, que en
esos años de comienzos del siglo XIX cumplía la función que hoy desempeña el
BOE, recogió en distintos ejemplares el proceso de desamortización y subasta de
los bienes de los dominicos, no solo en Morata sino también en las villas
vecinas de Arganda, Perales y Chinchón.
El 18 de noviembre de 1809, en plena guerra de la Independencia, ya
aparece el anuncio de la subasta de la casa y hacienda de los dominicos. Medio
año después, el 8 de junio de 1810, el mismo periódico reitera el anuncio de
subasta, ahora ya con la valoración de los bienes: 306.904 reales, una
auténtica fortuna para la época.
Estas subastas, o bien no llegaron a realizarse en su totalidad o
fueron anuladas al acabar la guerra. De hecho, en el inicio del reinado de
Fernando VII se anularon algunas de estas ventas realizadas bajo el dominio
francés y la hacienda quedó en un limbo jurídico, de ahí que en los años
siguientes, en lugar de salir a subasta la propiedad de las tierras y los edificios
de los dominicos, lo que se subastó fue el producto de la hacienda. En
concreto, el 8 de octubre de 1813
el Diario de Madrid publica el
anuncio de subasta de la producción de las viñas, por 39.020 reales, y meses
después, el 12 de diciembre, son las aceitunas las que se subastan
públicamente. Hay constancia de otra subasta convocada años mas tarde, el 23 de
septiembre de 1821, cuando no sólo se subastan las uvas de las viñas sino
también el cocedero de vino y las cuevas de almacenamiento.
La de 1821 sería la última vez que se saca a subasta la producción de
la hacienda de los dominicos en Morata. A partir de entonces ya sí, con el
proceso desamortizador de los bienes eclesiásticos en pleno auge durante el
gobierno liberal, será la propiedad de las tierras, casas, molinos y lagares
las que salgan al mercado en busca de comprador. En el Diario de Madrid se publicaron dos de estas subastas, lo que indica
la dificultad de encontrar compradores. En la primera ocasión, el 20 de abril
de 1822, se subasta la casa con sus
almacenes y enseres correspondientes tasados en 274.044 reales. En esta
subasta el molino aceitero se tasa en 92.555 reales y también se ponen en venta
distintas tierras y olivares en varios parajes del término de Morata. Esta
primera subasta no tuvo ningún éxito pues unas semanas después el anuncio se
repite, el 10 de julio, con una bajada sensible en la tasación de los bienes:
la casa se valoró en 259.843 reales y el molino de aceite en 85.181.
Anuncio en el Diario de Madrid de una de las subastas de los bienes de los dominicos
No se ha encontrado en la documentación cuándo se adjudicó definitivamente la casa de labor ni en cuanto se valoró la misma. Por las fechas, muy cercanas a la de la venta del Molino de la Huerta a la familia Angulo, podría ser que esta misma familia adquiriera por entonces la propiedad de la casa de labor de los dominicos y que tras sucesivos matrimonios pasara finalmente a la familia Mac Crohon. Sí que hay constancia de que muchas de las tierras que fueron propiedad de los dominicos en Morata fueron adjudicadas, en los años 1837 y 1838, a Gonzalo Robles que abonó en sendas subastas 130.000 reales por 39 fanegas de viña de secano (con 6.240 cepas), 5 fanegas de tierra de vega y 1.238 olivas repartidas en 20 olivares.
Estas ventas, que serían las últimas de la hacienda original de los
dominicos, pondrían punto final a su presencia en Morata. De ella solo ha
quedado el recuerdo. La ermita del
Rosario, levantada junto a las posesiones que tenían los frailes en la
salida hacia Madrid desapareció
también hace muchas décadas y ya pocos morateños denominan a la actual calle
Mac Crohon, como la Calle de los frailes,
como se hacia hasta hace unos años. La casa de labor dio paso al palacete de la
familia Mac Crohon, finalizado en 1882, que es el que ha llegado hasta
nosotros, convenientemente restaurado, después de servir también como hospital
de sangre en la guerra civil o escuelas públicas desde la inmediata postguerra
hasta finales de la década de los sesenta en el siglo pasado. En la parcela,
donde se levantaban los lagares y las bodegas, también se edificaron las viviendas municipales para los maestros
en 1946. El edificio principal, tras unos años de abandono, fue restaurado por
CajaMadrid y así llegó hasta su actual utilización como Casa de Cultura
municipal. Por el camino, los patios y jardines, antaño lugar de ocio y juegos
infantiles e incluso mercado, lamentablemente han devenido en un árido,
duro y asfaltado aparcamiento que
desmerece y no hace honor a la historia de todo el entorno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario