Felipe III ordenó en 1610 la expulsión de sus reinos de los moriscos castellanos (III)
Cuando se decretó la deportación, 15 familias, con unos 50 miembros dedicados la mayoría a la agricultura, residían en Morata
En 1610 el rey Felipe III decretó la expulsión de unos 300.000 moriscos residentes en su reino. Tras la expulsión de los moriscos valencianos y aragoneses, los más numerosos, le toco el turno a los castellanos. Desde Morata y con dirección a Burgos salieron, según ls distintas fuentes, entre 50 y 58 personas pertenecientes a 15 familias de esta minoría social. Este contingente pertenecía al mismo colectivo llegado a la villa en 1571 cuando fueron expulsados de tierras granadinas.
Cuando se produce la llegada de más de ochenta moriscos a Morata en 1571 la villa vivía un momento de expansión de su población. En las Relaciones Topográficas de Felipe II, redactadas unos años después, se recoge que la población estaba creciendo, hasta los quinientos vecinos, aproximadamente, justo cuando el Concejo y sus vecinos estaban a punto de comprar su jurisdicción al arzobispado de Toledo para conseguir acceder a la condición de villa real, previo pago de 24.000 ducados a la Hacienda real.
En este contexto social de crecimiento demográfico -los quinientos vecinos pueden significar alrededor de 2.000 habitantes- cabe preguntarse, entre otros aspectos, dónde y cómo fueron alojados estos nuevos vecinos llegados a Morata por decisión real. Aunque lamentablemente no contamos con fuentes documentales que den respuesta a esta pregunta, sí que podemos acudir a las fuentes orales que hablan de una calle de la Morería en Morata, que todavía se conserva en el callejero. La cuestión es si esta calle, este barrio y las cuevas habitadas que existieron y aún existen en las proximidades de este espacio del trazado urbano de Morata fue el lugar donde se asentaron estos nuevos vecinos llegados a Morata a finales del siglo XVI.
Si bien no podemos resolver esta duda sí que hemos podido seguir el rastro documental que dejaron algunos de estos cristianos nuevos moros o moriscos, en la jerga de la época, llegados en el año 1571 a Morata y a otros lugares y villas de la comarca deportados desde Granada. Así, en los últimos meses de 1574 y en los primeros de 1575, cuando la villa de Morata había iniciado el proceso legal para separarse de la jurisdicción del arzobispado de Toledo, aparecen algunos de estos moriscos en los padrones de población que se realizaron para determinar cuántos vecinos, y en consecuencia, cuánto valor tenía la villa en este proceso de pasar a convertirse en villa real, Algunos de estos moriscos, como Alonso Elvira, Guillermo Ruíz o Agustín de Mingo, con sus nombres castellanizados, aparecen en el padrón que hemos consultado y que se realizó en diciembre de 1574.
Solicitud de permiso de cinco moriscos para trasladarse de Morata a Salamanca (PARES. AGS CCA-CE-260).
Asimilación de la minoría morisca en la villa de Morata
La consideración de los moriscos como miembros de una minoría integrada entre las clases sociales menos favorecidas, aunque siempre con matices, según veremos en algún caso, plantea otra cuestión referente a su integración en el mercado laboral de una villa como Morata, dependiente casi en su totalidad de las agricultura y con muy pocas opciones de trabajo fuera de este sector.
Hay que recordar que la recomendación real a los responsables concejiles de que trataran de integrar a los recién llegados en sus lugares de destino no aportaba ninguna garantía de que esta integración fuera efectiva. Morata contaba con la supuesta ventaja de contar con un sector productivo muy pujante en esos años, la agricultura que siempre se ha asociado precisamente con el trabajo primero con la población mudéjar y, a partir del bautizo obligatorio de comienzos del siglo XVI, con los propios moriscos.
Sin embargo, que estos moriscos fueran unos acreditados trabajadores del sector agrícola no garantizaba que todos los miembros de esta minoría encontraran fácilmente un acomodo laboral tras la deportación desde tierras granadinas. Para confirmar esta realidad contamos con un documento de la época que certifica que no todos los recién llegados a Morata consiguieron adoptarse a su su nuevo entorno. En una recopilación de cédulas reales de la época hemos localizado una orden de Felipe II, el monarca reinante en esos años, en la que se hace mención a estos problemas de adaptación de alguno de los moriscos llegados a Morata:
Alcaldes ordinarios de la villa de Morata, por parte de Miguel Hernández, Francisco Hernández, Íñigo de Rojas, Gabriel Hernández y Alonso de Padilla, cristianos nuevos [moriscos], nos ha sido hecha relación que ellos están avecindados en esa villa donde padecen mucha necesidad y por ser oficiales no se pueden sustentar con sus oficios suplicándonos fuésemos servidos de darles licencia para que se vayan a vivir a la ciudad de Salamanca, como la nuestra merced fuese, lo cual habemos tenido por bien y os mandamos que dando los susodichos fianzas que dentro de 25 días se presentarán en la dicha Salamanca ante el corregidor de ella para que los haga asentar en la lista y matrícula de los que allí hay y se tenga la cuenta que habemos mandado tener con los que se han llevado a aquella ciudad y que dentro de otros 30 días os enviarán testimonio de como lo hubiesen hecho les deis licencia para que se vayan a vivir a dicha ciudad de Salamanca con sus mujeres y hijos sin les poner embargo ni impedimento alguno hasta que otra cosa mandásemos (…). (Libros generales. CCA-CE-260. Página 272).
Como vemos por la fecha, había pasado poco más de un año desde la llegada de los moriscos a Morata y ya algunos de ellos habían comprobado que la adaptación a su nueva vida no iba a ser fácil. En la cédula se habla de moriscos con oficios, que no se citan y que, casi con seguridad, no podían ejercer, de ahí su petición para que les autorizaran a asentarse en una ciudad como Salamanca. Este problema no dejó de ser habitual entre los moriscos deportados y la repuesta de las autoridades siempre fue controlar y, en su caso, autorizar los posibles nuevos destinos de quienes no encontraron en el lugar asignado, en este caso Morata un medio de vida adecuado para sostener a sus familias.
Un caso similar se produjo en Perales de Tajuña según recoge Aurelio García López en La comunidad morisca de Alcalá de Henares (1570-1610). En la villa vecina los moriscos Luis Fresco y Luis Fernández de Perales, ambos agricultores, solicitaron licencia al consejo Real para desplazarse hasta Alcalá de Henares tras alegar que no tenían trabajo y para comer padecían mucha necesidad y en esa villa de Alcalá tenían parientes y deudos que les favorecían y podían ganar de qué comer (…).
Frente a estos moriscos que no encontraron acomodo, se plantea el caso contrario. El de aquellos que, según la documentación, sí que prosperaron y llegaron a mostrar signos de que lograron integrarse en la vida económica y social de Morata. Hay dos casos muy representativos de esta situación que hemos localizado en la documentación de la época correspondiente al año 1590.
Se trata de dos moriscos, Luis de Talavera y otro de nombre Sebastián -del que no hemos podido confirmar el apellido- que llegaron a convertirse en arrendadores del impuesto de las alcabalas de la tienda del pescado y de la tienda de la fruta, respectivamente. Para hacerse cargo de la gestión de estos impuestos ambos debieron de aportar, como fianza, unas cantidades que no eran pequeñas, 30.000 maravedíes, en el caso de Luis de Talavera, y que demostraban un cierto progreso social desde su llegada a Morata unos 20 años antes.
Frente a este caso de adaptación y asimilación también se produjeron situaciones de conflicto, en ocasiones relacionadas con la religión que estos moriscos había profesado hasta que fueron obligados a bautizarse y que, en no pocas ocasiones, podían seguir practicando en secreto. En un trabajo de Daniel Gil Benumeya, Madrid islámico-La historia recuperada, se cuenta cómo un morisco vecino de la cercana villa de Villarejo de Salvanés, Jorge de Peralta, fue detenido por utilizar una expresión como ay, Mahoma. Otro vecino de Villarejo, de oficio hilador de seda, fue detenido por la Inquisición cuando se había desplazado a Morata y donde había reprendido a unos vecinos cristianos viejos por proferir una maldición sobre Mahoma, lo que le costó un largo proceso por parte del Santo Oficio entre 1572 y 1575.
Por último, para constatar la situación de la comunidad morisca no solo en Morata, sino también en Alcalá y su tierra, contamos con la documentación existente en el archivo de la propia ciudad de Alcalá de Henares que aparece en el trabajo La comunidad morisca de Alcalá de Henares (1570-1610. Entre esta documentación destaca el repartimiento de impuestos que se hizo entre los moriscos de la comarca de la tierra de Alcalá. Ahí aparecen los moriscos que tenían los recursos económicos suficientes para afrontar este pago residentes en pueblos como Arganda, Orusco, Los Santos, Ambite o Morata. En el caso de Morata aparecen reflejados apellidos que ya han aparecido en estas páginas, como Gonzalo Elvira, que pagó 43 reales; Lorenzo Pérez, 32 reales; Fernando Elvira, 27 reales; Luís de Talavera, 20 reales; Francisco Mendoza, 11 reales; Joan Pérez el Viejo, 4 reales; Francisco Pérez, 4 reales; Luís Pérez el mozo, 6 reales; Joan Atino, 2 reales; Luís Enríquez, 4 reales, y Francisco de Talavera, 12 reales. (Archivo Municipal de Alcalá de Henares legajo 574/4)
Felipe III ordena la expulsión definitiva de los moriscos (1609-1610)
Algo más de cien años después de que en 1502 Isabel I decretara el bautizo obligatorio de los mudéjares y de que su biznieto, Felipe II, ordenara la deportación de los moriscos granadinos en tierras de Castilla, su tataranieto Felipe III decidió la expulsión de sus reinos en un proceso que se inició en 1609 con los decretos de expulsión de los moriscos valencianos y aragoneses y que culminó, en 1610, con la orden de expulsión de los moriscos castellanos, entre los que también se encontraban los que se habían instalado en Morata en 1571, hacía unos 40 años.
Cuando Felipe III decretó la expulsión se estimaba que esta minoría social la integraban unas 300.000 personas. La mayoría de estos moriscos residían en el reino de Valencia (alrededor del 45%), mientras que en el reino de Aragón vivían alrededor de 60.000 moriscos. El resto se avecindaba en territorio castellano. Estos moriscos conocieron el 10 de julio de 1610 el decreto de su expulsión:
Por cuanto habiendo yo mandado expeler todos los Cristianos nuevos, Moriscos, hombres, y mujeres habitantes en los mis Reinos de Valencia, Andalucía, Granada, Murcia, Cataluña, y Aragón, por las causas, y razones contenidas en los bandos que sobre ello mandé publicar: habiendo así mesmo permitido, y dado licencia, para que todos los de la dicha nación que habita en los Reinos de Castilla Vieja, y Nueva, Extremadura, y la Mancha, que quisieren salir destos mis Reinos y Señoríos de España a vivir fuera dellos, lo pudiesen hacer (…).
En base a este decreto, los moriscos nuevamente se convirtieron a su pesar en protagonistas de una decisión real que, ahora, ya directamente les expulsaba del reino. Quienes habían afrontado el bautismo obligatorio o las deportaciones desde Granada ahora se les expelía, según la expresión usada por Felipe III, con el agravante de que, según el decreto de expulsión, podían salir con bienes muebles o semovientes pero no podían llevar consigo moneda, oro, plata, ni joya, ni letras de cambio, mientras que sus bienes inmuebles pasaban al patrimonio real. En la práctica, antes de la expulsión, los moriscos castellanos se apresuraron a vender sus bienes inmuebles y también pudieron sacar bienes en metálico, con la condición de hacer frente a la imposición de ceder la mitad de su importe al rey.
La orden de expulsión implicaba que los afectados se desplazaran a distintos puntos de la costa o de las fronteras limítrofes para salir del reino, en un proceso controlado por las autoridades locales. Existen distintas fuentes para determinar cuántos de estos moriscos expulsados procedían de Morata. Sabemos que al producirse la deportación desde Granada llegaron a la villa al menos 80 personas. Según una antigua publicación a la que ya nos hemos referido anteriormente, Crónica de los moros de España, de Jaime Bleda, en Burgos, una de las ciudades desde donde se organizó la expulsión aparecen registrados varios moriscos procedentes de la comarca:
Chinchón, 86 casas, 373 personas.
Colmenar de Oreja 42 casas, 211 personas.
Ciempozuelos 4 casas, 21 personas.
Morata, 15 casas, 58 personas.
Villarejo de Salvanés, 53 casas, 247 personas.
En el Archivo General de Simancas, se conserva un documento que refrenda una cifra muy aproximada para el caso de Morata, 15 casas -familias´y 50 personas. Manuel Lomas Cortés, en su trabajo El conde de Salazar y la expulsión de los moriscos de la Mancha, indica que por Burgos pasaron 13.103 moriscos, de unas 3.000 casas, procedentes del reino de Toledo.
Algunos de estos moriscos hicieron el camino de vuelta años o meses después, incumpliendo la prohibición expresa de este regreso. En el Quijote se recoge alguno de estos casos de moriscos que como Ricote, el personaje cervantino, no pudo evitar la nostalgia de su tierra, según confesión a Sancho Panza:
(…) Bien sabes, o Sancho Panza, vecino y amigo mio, como el pregón y bando que su Magestad mandó publicar contra los de mi nación, puso terror y espanto en todos nosotros: a lo menos en mí lo puso, de suerte, que me parece que antes de tiempo que se nos concedía, para que hiciésemos ausencia de España, ya tenía el rigor de la pena executado en mi persona y en la de mis hijos.
Fuentes y bibliografía:
Decreto de expulsión de los moriscos que habitan en los reinos de Castilla remitido a la villa de Pastrana y diligencias de su cumplimiento. Archivo Histórico de la Nobleza, OSUNA,C.2709,D.54.
Moriscos expulsados de Granada y “avecindados” en Toledo. Rodríguez de Gracia, Hilario. Hispania Sacra, LXV. Enero-junio 2013.
Alarde del cardenal Cisneros en el arzobispado de Toledo. Archivo Histórico Nacional (ES. 28079. AHN//UNIVERSIDADES,710).
El conde de Salazar y la expulsión de los moriscos de La Mancha. Lomas Cortés, Manuel. (Universitad de Valencia. eHumanista/Conversos 3 (2015).
Crónica de los moros de España, dividida en ocho libros. Bleda, frai Jaime. Impresión de Felipe Aley. Valencia1618.
Madrid islámico. La historia recuperada. Gil Benumeya, Daniel. Madrid destino, cultura y negocio. Madrid, 2018.
La reconstrucción de una comunidad. Los moriscos en los reinos de Córdoba y Jaén (ss. XVI-XVII). Otero Mondéjar, Santiago. Tesis doctoral. Universidad de Córdoba. Facultad de Filosofía y Letras. Departamento de Historia Moderna, Contemporánea y de América. Córdoba, 2012.
A.G.S. Cámara de Castilla. Legajo 2163. Año 1571.
Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid. Estudio introductorio. Alvar Ezquerra, Alfredo. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.
Historia de la villa de Morata de Tajuña. Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999. (Transcripción de las respuestas al interrogatorio).
Algo más sobre los moriscos de Madrid. Moreno, Francisco J.. Universidad de Castilla-La Mancha. Revista Tiempos Modernos 34 (2017/1) ISSN:1699-7778.
El repartimiento del servicio y medio servicio de los mudéjares de Castilla en el último cuarto del siglo XV. Viñuales Ferreiro, Gonzalo. Al-Qantara. Revista de Estudios Árabes, 24/1.
Datos demográficos sobre los mudéjares de Granada y Castilla en el siglo XV. Ladero Quesada, Miguel Ángel. Anuario de Estudios Medievales, 8. 1972-73.
Archivo General de Simancas. Libros generales. CCA-CED-259.
La Comunidad morisca de Alcalá de Henares (1570-1610). García López, Aurelio. Historiador en GEA patrimonio. Institución de Estudios Complutenses.
Archivo Municipal de Alcalá de Henares. Legajo 574/4.
Archivo General de Simancas. Sección Estado. Legajo 228-2º.
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