martes, 6 de junio de 2017

Morata en los tiempos del cólera (I)


Oír hablar del cólera nos puede parecer extemporáneo pero, todavía hoy, es una enfermedad que azota periódicamente a los países subdesarrollados. En el siglo XIX España padeció numerosos brotes epidémicos de cólera-morbo, una enfermedad a la que difícilmente se podía hacer frente con los limitados medios sanitarios de la época. Durante toda la centuria, la población asistió, prácticamente impotente, a las periódicas epidemias de cólera que se declararon en 1834, en 1855 y, el último pero no menos importante, en 1885. Hay constancia documental de que estas epidemias afectaron seriamente a los vecinos de Morata causando numerosos muertos entre ellos.

El cólera de 1834 en Morata y el doctor Seoane
Este primer brote de cólera epidémico, que afectó a todo el territorio nacional, ya había sido detectado en 1833 en la ciudad de Vigo. En el verano de ese año, Andalucía fue la región más afectada y tras una tregua invernal, la enfermedad llegó a la provincia de Madrid en el verano de 1834. En los primeros días del mes de julio -en medio de una complicada situación política provocada por la crisis dinástica, que enfrentaba a los partidarios de Isabel II con los de su tío el Infante D. Carlos en la primera de las guerras carlistas- se manifestaron los primeros casos en la capital. Pese al intento de restar importancia a la aparición de la enfermedad, la epidemia comenzó a manifestarse, al mismo tiempo que unos rumores falsos responsabilizaban a los frailes de haber envenenado las aguas de Madrid. La manipulación y la mentira provocaron, el 17 de julio, el asalto a algunos conventos y la matanza de frailes. 
 
Es justo el día 17 de julio cuando aparecen las primeras referencias a la enfermedad en Morata. El Eco del Comercio publicaba el día 21 una pequeña nota en la que daba cuenta de los casos de cólera declarados en algunas poblaciones de la provincia de Madrid. Según el diario, entre los días 16 y 18 de julio, en Arganda ya se contabilizaban 171 enfermos y 9 fallecidos; en Morata, 74 enfermos y 6 fallecidos y en Vallecas, 34 enfermos y 10 fallecidos.
Estos primeros fallecimientos en Morata no serían, desgraciadamente, los últimos que provocaría el cólera en la epidemia de 1834. En esos años, el censo de Morata, aunque las distintas fuentes difieren en las cifras, se situaba entre los 495 vecinos registrados en 1825 y los 673 que se contabilizaban en 1836, es decir, una cifra de habitantes entre 2.000 y 2.500. En la alcaldía estaba Gregorio Catalina Becerril, que debía hacer frente a una grave emergencia sanitaria con los escasos medios de esos años: recordemos que la asistencia médica estaba a cargo en las pequeñas poblaciones como Morata de uno o dos médicos, un barbero cirujano y los hospitales de caridad que, en el caso de Morata, atendían, con escasos medios, a los pobres de la villa y a los pobres transeúntes (Hospital de Vallejo y hospital de Antonio López). Son de imaginar las dificultades que esta escasez de medios significaban para las autoridades civiles y sanitarias de Morata y la situación de miedo y pánico entre la población. Sin embargo, por motivos que la documentación de la época consultada no nos permiten aclarar, Morata contó en aquellos trágicos meses de julio y agosto de 1834 con la asistencia sanitaria de uno de los mejores especialistas españoles, sino el mejor, en el tratamiento del cólera: el doctor Mateo Seoane. 
Publicación del doctor Seoane con indicaciones para combatir el cólera (1934)
 
Este médico, radical en sus ideas avanzadas, había participado en los movimientos liberales de la década de los año 20 del siglo XIX y en los años anteriores a la epidemia de 1834 se encontraba exiliado en Londres. Unos meses antes, cuando aún permanecía en la capital del Reino Unido, Seoane ya había sido requerido, a través del embajador y por indicación del conde de Alcudia, para que asesorase a las autoridades sanitarias españolas en el tratamiento del cólera que ya se había manifestado en algunas localidades costeras. Con esta petición, el doctor Seoane trabajó en numerosos informes sobre el tratamiento y las medidas para combatir a la enfermedad que se remitieron a España antes de que el especialista viajara a Madrid, donde se encontraba cuando se manifestaron los primeros casos de la epidemia.

Con la aparición de estos primeros casos en la entonces villa de Vallecas, Seoane, a instancias del conde de Altamira y marques de Morata, José María de Moscoso, fue enviado a esta población donde se estableció un cordón sanitario –medida de la que no era muy partidario el especialista en la epidemia-. Al parecer, el médico únicamente puso como condición para aceptar el encargo de las autoridades que si tengo la desgracia y gloria de perecer, espero que el Gobierno mirará por mi familia para que no sea una completa víctima de mi desprendimiento.

En Vallecas Mateo Seoane hizo frente a distintos infundios y rumores que indicaban que, junto con el boticario del pueblo, damos buenas medicinas a los ricos y malas a los pobres. Enfrentado también al militar responsable del cordón sanitario Seoane se desplazó a Morata en una fecha próxima a la aparición de los primeros enfermos en la villa.
En una biografía sobre el médico, publicada en 1849, se indica que el gobierno dio al Sr. Seoane la comisión de que pasara a los pueblos de aquel valle [del Jarama y el Tajuña], donde reinaba el mayor desorden, dándole las más amplias facultades para tomar cuantas medidas creyese convenientes a fin de establecer en ellos un servicio regular sanitario. (Desconocemos si la influencia del conde de Altamira tuvo algo que ver en la decisión de enviar a Mateo Seoane a Morata y Vallecas o si, por el contrario, esta comisión se realizó al entender las autoridades que estos pueblos eran los más afectados por la epidemia y, por tanto, los que más ayuda especializada necesitaban).

Aunque las autoridades civiles y sanitarias ya habían emitido un decreto de ámbito nacional para que se constituyeran las juntas locales de sanidad que estaban presididas por el alcalde de cada municipio y compuesta por un jefe militar, un eclesiástico, un concejal, un procurador síndico, un vocal de la junta de comercio o un comerciante, un hacendado y uno o más facultativos del arte de curar, -asi se realizó en el cercano ueblo de chinchón también muy afectado por la epidemia- es de suponer que al llegar a Morata el doctor Seoane se haría con el control de la situación y tomaría las decisiones que le dictaran sus investigaciones y conocimiento de la enfermedad y los mejores tratamientos para enfrentarse a ella.

Durante su estancia en Morata se confirmaron sus temores previos y resultó infectado por el cólera. Sobre el contagio del médico, el alcalde de Morata informaba al gobernador de la provincia de Madrid. De sus palabras, se deduce que en el pueblo no había otro médico encargado de atender a los enfermos:

Le acabo de ver, y después de muchísimos vómitos como si se hubiese ya muerto; y lo peor es que no hay facultativo ninguno que le vea, y solo el mismo, cuando vuelve en sí, se hace dar medicinas por el barbero que he puesto a su lado para que le cuide.
Aunque el cólera no le afectó tan gravemente como para provocarle la muerte, Mateo Seoane salió con graves secuelas de la enfermedad. Fue trasladado desde Morata a Vallecas y desde esta villa, definitivamente a Madrid. Una parálisis fue la consecuencia de su implicación con los vecinos de Morata y de la comarca. El gobierno, atendió a una de las condiciones que había puesto el doctor Seoane antes de ser enviado como comisionado Vallecas y a Morata y le concedió una pensión para recompensar sus esfuerzos en la lucha contra el cólera:

El gobernador civil de esa provincia hizo presente a S. M. la Reina gobernadora los extraordinarios servicios prestados por el profesor de medicina doctor D. Mateo Seoane en beneficio de varios pueblos de aquella en los cuales se padeció el cólera; servicios tanto más recomendables, cuanto que habiendo volcado este facultativo a la primera indicación del gobierno a asistir a los enfermos en Vallecas, Morata y otras poblaciones, y contraído en su comisión dicha enfermedad, estando a las puertas de la muerte, ninguna recompensa, ni aún ayuda de costa se le ha dado, llegando su desprendimiento hasta el punto de no haberla tampoco solicitado.

Fuentes y bibliografía

  • La epidemia de cólera de 1834 en Madrid. Asistencia y represión a las clases populares-Vidal Galache, Florentina. Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, Historia Contemporánea, n.° 2, 1989, págs. 271-279. Madrid, 1989.
  • Biografía del Excmo. Sr. Mateo Seoane, por el doctor en Medicina Don Manuel Albistur. Escenas contemporáneas. Revista biográfica, y necrológica, científica, literaria y artística. Imprenta de Luis Beltrán. Madrid, 1862. Segunda edición.
  • La epidemia de cólera de 1834 en Madrid. Aspectos sanitarios y socioeconómicos. Puerto, F. Javier. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Estudios de Historia Social. 1980, nº 15, p. 9-61. Universidad Carlos III de Madrid-Repositorio institucional e-Archivo http://e-archivo.uc3m.es. Departamento de Economía-Artículos de Revistas, 1980-
  • El cólera epidémico. Consejos a los pueblos y los médicos para evitar esta enfermedad. Manuel Codorniu. Imprenta de Alejandro Gómez. Madrid, 1849.
  • Instrucciones generales sobre el modo de preservarse del cólera-morbo epidémico, con indicaciones acerca de su método curativo, por el doctor Mateo Seoane. Imprenta de D. M. Calero. Madrid, 1834
  • Epidemias de Cólera en Chinchón durante el siglo XIX. Panadero García, Raúl. Ayuntamiento de Chinchón. Año 2007. Premio de Historia.
  • Periódicos y publicaciones citados en el texto.


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