Morata en tiempos del cólera
Como
señalábamos en el post anterior, la epidemia de 1855 costó la vida
a 44 vecinos de Morata de los 127 infectados por la enfermedad. Sin
embargo, aunque es cierto que las cifras son menores, no por ello
estos fallecimientos dejaban de ser un síntoma de las precarias
condiciones sanitarias que padecía la población española bien
entrado el siglo XIX. En una publicación del mismo año de 1855, La
Crónica de los Hospitales,
se recogía la prescripción médica que se le aplicó a un enfermo
de cólera cuando ingresó en el Hospital General de Madrid:
Los
síntomas que presentaba y que caracterizaban su enfermedad, eran los
siguientes: vómitos y diarrea abundantes de un líquido inodoro
parecido al suero no clarificado, frialdad en todo el cuerpo, voz
apagada y calambres. —Prescripción.
Dieta absoluta;
cocimiento de arroz gomoso, tres libras para bebida usual; cocimiento
blanco gomoso, seis libras, para tomar un cortadillo de dos en dos
horas; agua de melisa, tres onzas; éter sulfúrico, una dracma;
láudano liquido, un escrúpulo; jarabe de corteza de cidra, una
onza; mézclese para tomar una cucharada cada media hora: raíz de
ipecacuana pulverizada, una dracma; azúcar dos; mézclese y divídase
en seis papeles iguales, para tomar uno de hora en hora: cataplasma
emoliente laudanizada al vientre; sinapismos bajos ambulantes;
ladrillos calientes á los pies. Además se le ordenaron los auxilios
espirituales.
Remedios
muy similares a los que se aplicaban veintiún años antes, en 1834,
para atajar una enfermedad que, según la misma publicación, tenía
tendencia a aclimatarse en
nuestro suelo a causa tal vez del desuso en que han caído las
disposiciones sanitarias encaminadas a aislar y destruir los focos de
infección.
Esta
denuncia de la falta de condiciones higiénicas y de la ausencia de
una política sanitaria apropiada a los tiempos –que se unía a la
pobreza de la mayor parte de la población-, crearon en 1855 las
bases de este nuevo brote y la repetición de situaciones extremas ya
conocidas de años anteriores: médicos y familias que abandonan sus
domicilios y cadáveres enterrados sin cumplir las mínimas medidas
sanitarias en los cascos urbanos junto a las iglesias. En Morata no
hay constancia de que se produjera la huida de familias ni del médico
del pueblo. Unos meses antes de declararse la epidemia el
Ayuntamiento, en enero del año anterior, había convocado la plaza
para cubrir el puesto de médico-cirujano:
Ayuntamiento
Constitucional de la villa de Morata de Tajuña
Se
halla vacante la plaza de médico cirujano titula para la asistencia
de la clase proletaria de la villa de Morata de Tajuña: su población
es de 550 vecinos y entre ellos 70 pobres de solemnidad, se halla
dotada por dicho concepto de asistir únicamente a la referida clase
proletaria en la cantidad de 2.000 reales de vellón anuales, pagados
por el depositario del ayuntamiento por trimestres vencidos
quedándose la libertad de poderse contratar con los demás vecinos
particularmente (…) .(Boletín Oficial de la Provincia, enero
de 1854).
En
Morata tampoco se producía la situación de algunos pueblos de la
provincia que, con el siglo tan avanzado, aún no disponían de
cementerio municipal. En Valdemoro, por ejemplo, uno de los pueblos
más afectados la población huía y en la prensa se aseguraba que:
(…
) Lo peor de todo es que no hay allí cementerio, y se entierran a
los cadáveres alrededor de la iglesia, de modo que a pesar de
hacerse los hoyos bastante profundos y tomarse la precaución de
echarlos cal, como los enterrados en estos días se acercan a
sesenta, es muy de temer una descomposición que vicie la atmósfera
y aflija aún más a aquel desgraciado vecindario (…). (La Época,
10 de agosto de 1855).
Morata
sí que contaba con cementerio municipal y ya se habían suprimido
los enterramientos en los llamados cementerios
sacramentales, situados en
el interior y en el entorno a las iglesias. Desde 1814, Morata
contaba con cementerio en las afueras de la población. El periódico
El Universal
(24 de enero de 1814), publicaba que Morata era uno de los escasos
pueblos que había atendido a la circular del gobierno ordenando el
establecimiento de cementerios en toda la provincia, en cumplimiento
de lo mandado por el Congreso nacional.
Juan
Diego Arribas, unos años después,
aseguraba que
en uno de sus ángulos, al Norte, hay una pequeña capilla destinada
a depósito de los que mueren de enfermedad contagiosa. Su situación
está de tal manera, que no ofrece ningún peligro a la salud
pública de la población (…).
Una de las muchas publicaciones que se editaron durante la epidemia de 1855
Fin
de la epidemia
Aunque
el brote de 1855 aún dejaba algún enfermo de cólera en los meses
de invierno de ese año, a finales de agosto la epidemia había
remitido bastante. El 14 de
septiembre el periódico La
España publicaba un suelto
en el que señalaba que:
Como
se ve por los partes sanitarios, el cólera ha disminuido algo en
Madrid estos últimos días, y además parece empiezan a presentarse
otras enfermedades propias de la estación. Esto, aunque no puede dar
seguridad completa, hace esperar, sin embargo, que pronto nos veamos
libres de tan temible calamidad.
En
Morata, el último dato contrastado de contagio de la enfermedad se
registro, como ya se ha dicho, el 13 de septiembre. Lamentablemente,
en medio de las penurias causadas por la epidemia de cólera en la
mayoría de los pueblos de la vega baja del Tajuña, una tormenta que
se desencadenó la noche del 30 de agosto vino a empeorar las
condiciones de vida de los vecinos. El 3 de septiembre de 1855, el
diario La Esperanza
publicaba una comunicación de un vecino de Perales de Tajuña que
daba noticia de la tormenta:
Perales
de Tajuña, 31 de agosto
Cuando
íbamos respirando un poco del pánico que se había apoderado de
estos infelices habitantes en el triste periodo de mes y medio que ha
reinado en el pueblo el cólera, llevándose entre pequeños y
grandes 82 personas, y que por la misericordia de Dios nos
encontramos enteramente libres de esta terrible calamidad, en la
noche de ayer 30 ha venido a aumentar su aflicción y desconsuelo
otra no menos lastimosa cual es una fuerte y terrible avenida del
Tajuña, no conocida hace más de un siglo, que ha inundado y perdido
por completo todos los frutos y legumbres de su hermosa vega,
ocasionando la ruina de muchas familias, de casi todo el pueblo, que
no cuentan para su subsistencia con otros arbitrios y recurso que sus
pobres esquilmos, como dicen ellos, encontrándose en idéntico y
triste caso los pueblos de Carabaña, Tielmes, Morata y Bayona de
Tajuña. (La Esperanza, 3
de septiembre de 1855).
La
epidemia acabó con el final del verano y unos meses después el
Boletín Oficial de la
Provincia de Madrid, del 2
de abril de 1856, emitía una circular en la que el gobernador de la
provincia de Madrid, en cumplimiento de una Real Orden del Ministerio
de la Gobernación, daba las gracias en nombre de la reina a
las personas que se mencionan en la siguiente relación, por los
especiales y
humanitarios servicios
que han prestado en varios pueblos de esta provincia, durante la
última invasión de la epidemia colérica
(…).
En
esta relación figuraban entre otras autoridades de los pueblos de la
provincia, el alcalde de Morata, Benito Sánchez-Bravo y los dos
médicos cirujanos del municipio Francisco Calera y José Contesini.
Fuentes
y bibliografía
- La epidemia de cólera de 1834 en Madrid. Asistencia y represión a las clases populares-Vidal Galache, Florentina. Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, Historia Contemporánea, n.° 2, 1989, págs. 271-279. Madrid, 1989.
- Biografía del Excmo. Sr. Mateo Seoane, por el doctor en Medicina Don Manuel Albistur. Escenas contemporáneas. Revista biográfica, y necrológica, científica, literaria y artística. Imprenta de Luis Beltrán. Madrid, 1862. Segunda edición.
- La epidemia de cólera de 1834 en Madrid. Aspectos sanitarios y socioeconómicos. Puerto, F. Javier. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Estudios de Historia Social. 1980, nº 15, p. 9-61. Universidad Carlos III de Madrid-Repositorio institucional e-Archivo http://e-archivo.uc3m.es. Departamento de Economía-Artículos de Revistas, 1980-
- El cólera epidémico. Consejos a los pueblos y los médicos para evitar esta enfermedad. Manuel Codorniu. Imprenta de Alejandro Gómez. Madrid, 1849.
- Instrucciones generales sobre el modo de preservarse del cólera-morbo epidémico, con indicaciones acerca de su método curativo, por el doctor Mateo Seoane. Imprenta de D. M. Calero. Madrid, 1834
- Epidemias de Cólera en Chinchón durante el siglo XIX. Panadero García, Raúl. Ayuntamiento de Chinchón. Año 2007. Premio de Historia.
- La crónica de los hospitales. Periódico oficial de la Facultad de Medicina, Cirugía y farmacia del General de Madrid. Año Tercero-tomo III. Imprenta de Manuel de Rojas. Madrid
- Periódicos y publicaciones citados en el texto.
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