La
pasada semana veíamos como desde la administración central de la
Casa de Altamira en Madrid se remitían sendas comunicaciones,
rubricadas por el propio Vicente Joaquín Osorio de Moscoso, con
instrucciones al administrador en Morata, Miguel Rojo, sobre el
nombramiento de un guarda de El
Bosque
y, también, la orden de traslado de un jardinero desde Morata a
Madrid para seguir trabajando en dependencias del conde. En la
entrega de hoy veremos que el administrador de Morata también era
el encargado de entregar las limosnas que entrega el conde de
Altamira a distintas personas e instituciones.
En
la sociedad estamental del siglo XIX, las instituciones de
beneficencia y la caridad hacia las clases más desfavorecidas era
una forma de atajar, sin conseguirlo, las desigualdades entre los
distintos estamentos sociales. La nobleza, como clase privilegiada y
poseedora de derechos y privilegios procedentes de periodos
históricos pasados, no era ajena a este uso de la caridad como medio
de limitar, sin conseguirlo, la situación de pobreza de gran parte
de la población o, también, paliar mínimamente los escasos o nulos
recursos que el Estado dedicaba, por ejemplo, a la educación.
En
el caso del conde de Altamira, en el año 1806 que estamos
analizando, existen varios ejemplos de esta utilización de la
caridad como medio de minimizar las carencias que afectaban a parte
de la población o, también, a grupos concretos como una
congregación religiosa o al maestro
de primeras letras
que impartía sus enseñanzas en Morata.
En
el mes de mayo de 1806 el administrado de la Casa de Altamira en
Morata, Miguel Rojo, recibía una comunicación desde Aranjuez en la
que el titular del condado le pedía que entregara una limosna a un
convento de Colmenar de Oreja:
S.
E. al administrador
Entregarás
a la madre priora del convento de religiosas de Colmenar de Oreja
quinientos reales de vellón que concedo de ayuda de costa por una
vez para alivio de las necesidades que padece aquella comunidad, pues
con el correspondiente recibo y esta orden se te [sic] abonarán en
cuenta. Dios te guarde muchos años.
Aranjuez,
14 de mayo de 1806
El
marqués conde duque
Don
Miguel Rojo-Morata
La
entrega de limosnas a instituciones de la iglesia, en este caso un
convento de religiosas en el cercano pueblo de Colmenar de Oreja,
también fue un gasto habitual de las familias de la nobleza
española. Lo curioso de este orden del conde de Altamira a su
administrador en Morata para que aporte quinientos reales, por una
vez, al convento de Agustinas Recoletas de Colmenar es que, la Casa
de Altamira, con el paso de los años, pasaría a ser deudora de este
convento a consecuencia del impago reiterado de los intereses de un
censo –crédito- de cien mil reales que los señores de Morata
arrastraban desde que lo contratara el III marqués de Leganés en el
siglo XVIII. En efecto, años después de que Vicente Joaquín Osorio
de Moscoso entregara esta limosna a las religiosas de Colmenar,
concretamente entre 1829 y 1834, la priora del convento reclamó
reiteradamente el pago de los intereses anuales del censo, que
ascendían a 2.500 reales, al sucesor del XII conde de Altamira, su
hijo Vicente Isabel Osorio de Moscoso y Álvarez de Toledo.
Pagos
al maestro de primeras letras de Morata
En
la documentación del año 1806 de la administración del conde de
Altamira en Morata también figura la ayuda económica que la casa
concedió al maestro de primeras letras que ejercía por aquellos
años en Morata. La profesión de maestro en aquellos años en torno
a 1806, como sucedía en el siglo XVIII y sucedería durante el resto
del siglo XIX y buena parte del XX, era un trabajo mal pagado que los
profesionales desarrollaban en un ambiente de precariedad y
necesidades mal cubiertas. Según uno de los documentos del siglo
XVIII que recogen el salario del maestro de niños de Morata –el
Catastro de Ensenada- la retribución anual del maestro en el año
1751 no pasaba de 2.000 reales de los que 850 los aportaba el Concejo
de Morata (El resto, hasta completar el salario total, correspondía
a los pagos de los alumnos). En el mes de junio de 1806 Vicente
Joaquín Osorio de Moscoso ordena a su administrador que, en su
nombre, se haga cargo del pago del alquiler de la casa del maestro:
Aranjuez,
1º de junio de 1806
S.
E. [Su excelencia] al administrador
Que
pague el alquiler de la casa al maestro de niños.
Que
entregue de limosna 120 reales a Don Joseph Almazán y 100 a Rosa
Santillana
Enterado
de cuanto expone en su representación de 6 de mayo anterior, Severo
Segovia, maestro de primeras letras en esa villa, y de lo que me
informas en el particular, he resuelto que desde luego satisfagas de
mi cuenta los alquileres de la casa que habita desde esta fecha en
adelante, pero con la precisa circunstancia de que ha de atender muy
particularmente a los niños pobres que acudan a su escuela, a cuyo
fin le comunicarán esta gracia y tú cuidarás recoger los
correspondientes recibos con citación de esta orden para su abono en
cuenta.
Entregar
a Don José Fominaya y Almazán ciento y veinte reales y cien reales
a Rosa Santillana que les he concedido por limosna y una vez, pues
con sus recibos te se [sic] abonarán igualmente en cuenta.
Dios
te guarde muchos años
Aranjuez,
1º de junio de 1806
El
marqués conde duque
Notificación firmada por el conde de Altamira para que se pague el alquiler de la casa del maestro de Morata
Por
el contexto de la carta enviada por el conde a Miguel rojo, su
administrador en Morata, se deduce que Severo Segovia, el maestro de
niños de Morata, se puso en contacto con el conde de Altamira en el
mes de mayo anterior, seguramente para exponer las difíciles
condiciones en que trabajaba y solicitar la ayuda que, finalmente, le
fue concedida por Vicente Joaquín Osorio. Hay que destacar que el
marqués exige que, en compensación a esta ayuda económica, el
maestro debe comprometerse a atender muy particularmente a los niños
pobres que acudan a su escuela.
En
la misma misiva en la que se le comunica a Miguel Rojo la concesión
de la ayuda al maestro de la escuela de Morata, el conde de Altamira
también le ordena a su administrador que entregue sendas limosnas de
120 y 100 reales a dos vecinos de la villa. Estas peticiones de
auxilio económico eran muy frecuentes debido a las dificultades
económicas propias de estos primeros años del siglo XIX en los que,
como también veremos, no era extraño que los arrendatarios de las
fincas rústicas del conde de Altamira en Morata no pudieran hacer
frente a los pagos de las rentas anuales que, normalmente, debían
abonarse para la Virgen de Agosto.
Como
último ejemplo de como la nobleza se entendía la caridad como una
obligación social lo encontramos en otra carta remitida por el conde
de Altamira al administrador de sus bienes en Morata. En el mes de
agosto, Miguel Rojo informa a su empleador que, en cumplimiento de
sus órdenes, ha remitido a Madrid 72 cortinas de seda, posiblemente
colgadas en el palacio señorial, y añade que con fecha de 26 [de
junio] di
cuenta de haberse repartido en zagalejos a los pobres las 42 de cotón
[algodón].
Según
el texto de esta comunicación, el conde aprovechó la retirada de
las cortinas de algodón de su casa señorial en Morata para cumplir
con el precepto de practicar la caridad con los más pobres (Los
denominados zagalejos eran una prenda de vestir utilizada por las
mujeres de la época similares a las sayas y confeccionadas,
habitualmente, en colores vivos como el verde o el rojo.
Curiosamente, estas prendas pasaron a formar parte de los trajes
típicos de la meseta castellana)
Fuentes
y bibliografía
- Archivo Histórico de la Nobleza, BAENA, C-271, D.300-318
- Periódicos y publicaciones citados en el texto
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