martes, 24 de julio de 2018

La administración de la casa de Altamira en Morata (II)

La pasada semana veíamos como desde la administración central de la Casa de Altamira en Madrid se remitían sendas comunicaciones, rubricadas por el propio Vicente Joaquín Osorio de Moscoso, con instrucciones al administrador en Morata, Miguel Rojo, sobre el nombramiento de un guarda de El Bosque y, también, la orden de traslado de un jardinero desde Morata a Madrid para seguir trabajando en dependencias del conde. En la entrega de hoy veremos que el administrador de Morata también era el encargado de entregar las limosnas que entrega el conde de Altamira a distintas personas e instituciones.




En la sociedad estamental del siglo XIX, las instituciones de beneficencia y la caridad hacia las clases más desfavorecidas era una forma de atajar, sin conseguirlo, las desigualdades entre los distintos estamentos sociales. La nobleza, como clase privilegiada y poseedora de derechos y privilegios procedentes de periodos históricos pasados, no era ajena a este uso de la caridad como medio de limitar, sin conseguirlo, la situación de pobreza de gran parte de la población o, también, paliar mínimamente los escasos o nulos recursos que el Estado dedicaba, por ejemplo, a la educación.
En el caso del conde de Altamira, en el año 1806 que estamos analizando, existen varios ejemplos de esta utilización de la caridad como medio de minimizar las carencias que afectaban a parte de la población o, también, a grupos concretos como una congregación religiosa o al maestro de primeras letras que impartía sus enseñanzas en Morata.
En el mes de mayo de 1806 el administrado de la Casa de Altamira en Morata, Miguel Rojo, recibía una comunicación desde Aranjuez en la que el titular del condado le pedía que entregara una limosna a un convento de Colmenar de Oreja:
S. E. al administrador
Entregarás a la madre priora del convento de religiosas de Colmenar de Oreja quinientos reales de vellón que concedo de ayuda de costa por una vez para alivio de las necesidades que padece aquella comunidad, pues con el correspondiente recibo y esta orden se te [sic] abonarán en cuenta. Dios te guarde muchos años.
Aranjuez, 14 de mayo de 1806
El marqués conde duque
Don Miguel Rojo-Morata
La entrega de limosnas a instituciones de la iglesia, en este caso un convento de religiosas en el cercano pueblo de Colmenar de Oreja, también fue un gasto habitual de las familias de la nobleza española. Lo curioso de este orden del conde de Altamira a su administrador en Morata para que aporte quinientos reales, por una vez, al convento de Agustinas Recoletas de Colmenar es que, la Casa de Altamira, con el paso de los años, pasaría a ser deudora de este convento a consecuencia del impago reiterado de los intereses de un censo –crédito- de cien mil reales que los señores de Morata arrastraban desde que lo contratara el III marqués de Leganés en el siglo XVIII. En efecto, años después de que Vicente Joaquín Osorio de Moscoso entregara esta limosna a las religiosas de Colmenar, concretamente entre 1829 y 1834, la priora del convento reclamó reiteradamente el pago de los intereses anuales del censo, que ascendían a 2.500 reales, al sucesor del XII conde de Altamira, su hijo Vicente Isabel Osorio de Moscoso y Álvarez de Toledo.
Pagos al maestro de primeras letras de Morata
En la documentación del año 1806 de la administración del conde de Altamira en Morata también figura la ayuda económica que la casa concedió al maestro de primeras letras que ejercía por aquellos años en Morata. La profesión de maestro en aquellos años en torno a 1806, como sucedía en el siglo XVIII y sucedería durante el resto del siglo XIX y buena parte del XX, era un trabajo mal pagado que los profesionales desarrollaban en un ambiente de precariedad y necesidades mal cubiertas. Según uno de los documentos del siglo XVIII que recogen el salario del maestro de niños de Morata –el Catastro de Ensenada- la retribución anual del maestro en el año 1751 no pasaba de 2.000 reales de los que 850 los aportaba el Concejo de Morata (El resto, hasta completar el salario total, correspondía a los pagos de los alumnos). En el mes de junio de 1806 Vicente Joaquín Osorio de Moscoso ordena a su administrador que, en su nombre, se haga cargo del pago del alquiler de la casa del maestro:
Aranjuez, 1º de junio de 1806
S. E. [Su excelencia] al administrador
Que pague el alquiler de la casa al maestro de niños.
Que entregue de limosna 120 reales a Don Joseph Almazán y 100 a Rosa Santillana
Enterado de cuanto expone en su representación de 6 de mayo anterior, Severo Segovia, maestro de primeras letras en esa villa, y de lo que me informas en el particular, he resuelto que desde luego satisfagas de mi cuenta los alquileres de la casa que habita desde esta fecha en adelante, pero con la precisa circunstancia de que ha de atender muy particularmente a los niños pobres que acudan a su escuela, a cuyo fin le comunicarán esta gracia y tú cuidarás recoger los correspondientes recibos con citación de esta orden para su abono en cuenta.
Entregar a Don José Fominaya y Almazán ciento y veinte reales y cien reales a Rosa Santillana que les he concedido por limosna y una vez, pues con sus recibos te se [sic] abonarán igualmente en cuenta.
Dios te guarde muchos años
Aranjuez, 1º de junio de 1806
El marqués conde duque

Notificación firmada por el conde de Altamira para que se pague el alquiler de la casa del maestro de Morata

Por el contexto de la carta enviada por el conde a Miguel rojo, su administrador en Morata, se deduce que Severo Segovia, el maestro de niños de Morata, se puso en contacto con el conde de Altamira en el mes de mayo anterior, seguramente para exponer las difíciles condiciones en que trabajaba y solicitar la ayuda que, finalmente, le fue concedida por Vicente Joaquín Osorio. Hay que destacar que el marqués exige que, en compensación a esta ayuda económica, el maestro debe comprometerse a atender muy particularmente a los niños pobres que acudan a su escuela.
En la misma misiva en la que se le comunica a Miguel Rojo la concesión de la ayuda al maestro de la escuela de Morata, el conde de Altamira también le ordena a su administrador que entregue sendas limosnas de 120 y 100 reales a dos vecinos de la villa. Estas peticiones de auxilio económico eran muy frecuentes debido a las dificultades económicas propias de estos primeros años del siglo XIX en los que, como también veremos, no era extraño que los arrendatarios de las fincas rústicas del conde de Altamira en Morata no pudieran hacer frente a los pagos de las rentas anuales que, normalmente, debían abonarse para la Virgen de Agosto.
Como último ejemplo de como la nobleza se entendía la caridad como una obligación social lo encontramos en otra carta remitida por el conde de Altamira al administrador de sus bienes en Morata. En el mes de agosto, Miguel Rojo informa a su empleador que, en cumplimiento de sus órdenes, ha remitido a Madrid 72 cortinas de seda, posiblemente colgadas en el palacio señorial, y añade que con fecha de 26 [de junio] di cuenta de haberse repartido en zagalejos a los pobres las 42 de cotón [algodón].
Según el texto de esta comunicación, el conde aprovechó la retirada de las cortinas de algodón de su casa señorial en Morata para cumplir con el precepto de practicar la caridad con los más pobres (Los denominados zagalejos eran una prenda de vestir utilizada por las mujeres de la época similares a las sayas y confeccionadas, habitualmente, en colores vivos como el verde o el rojo. Curiosamente, estas prendas pasaron a formar parte de los trajes típicos de la meseta castellana)


Fuentes y bibliografía
  • Archivo Histórico de la Nobleza, BAENA, C-271, D.300-318
  • Periódicos y publicaciones citados en el texto


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