La
carretera del Puente de Arganda a Colmenar y el ramal a Morata
Ya
hemos visto como la inauguración en 1843 del puente colgante de
Arganda mejoró notablemente las comunicaciones de Morata con Madrid.
Sin embargo, para llegar al puente desde Morata aún se seguía
utilizando el viejo camino de Madrid que hacía muy difícil y
complicado para viajeros y mercancías enlazar con la carretera que
llegaba hasta la capital de España. La construcción de un nuevo
camino hasta el Puente de Arganda era, por tanto, una vieja
aspiración de Morata y algunos pueblos vecinos pero definir el
trazado de esta nueva vía de comunicación no iba a ser, ni mucho
menos, una tarea fácil. Las divergencias entre los municipios
implicados, Morata, Chinchón y Colmenar de Oreja, e incluso alguno
más como Arganda, retrasaron complicaron este proyecto a pesar de
que era considerado vital por los vecinos de Morata y del resto de
municipios implicados.
(…)
Este [el camino de Morata
hasta el Puente de Arganda]
no es propiamente un camino carretero, sino una zanja abierta en el
terreno, por donde con mucha dificultad y peligro pasa algún que
otro carruaje sin carga o de vacío
(…) Así de tajante se mostraba la comisión designada por el
Gobierno para trazar una nueva vía de comunicación entre Morata,
Colmenar y Chinchón a la hora de definir el camino que hasta
entonces usaban los morateños para llegar hasta el Puente de
Arganda: una zanja peligrosa por la que sólo era posible transitar
sin carga o de vacio.
El
mal estado de este camino impedía a los vecinos de Morata una
comunicación fácil y segura con Madrid y, además, impedía que los
productos de la vega y el llano de Morata fueran competitivos con los
de otras localidades mejor comunicadas con la capital de España.
Como ejemplo de esta penosa situación de las comunicaciones de
Morata con su mercado natural, los miembros de la comisión encargada
de delimitar el trazado del nuevo camino explicaban las diferencias
de precio en el transporte hasta Madrid entre la villa de Tarancón,
situada en la carretera de Levante, y Morata, prácticamente aislada
por la penosa situación de los caminos de los que se servñia para
llegar a Madrid:
(…)
desde Tarancón a Madrid,
por ejemplo, cuesta un real y medio el porte de una arroba de peso, y
tres y medio o cuatro desde Morata al mismo punto, siendo así que el
primero dista catorce leguas de la corte, y cinco solamente el
segundo: lo que manifiesta mas que suficientemente la utilidad de los
buenos caminos (…).
Naturalmente,
estos gastos elevados eran una rémora para la economía de Morata, y
también para la del vecino pueblo de Chinchón. Ya en 1947, cuatro
años después de que entrara en servicio el puente colgante de
Arganda que, como hemos visto en pasadas semanas, tanto significó en
la mejora de la seguridad en el paso del Jarama, eran muchas las
voces que clamaban por una carretera que mejorara los precarios
caminos que se veían obligados a utilizar los habitantes de Morata y
pueblos vecinos. En el Diccionario
Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de
ultramar,
obra de Pascual Madoz publicada en 1847, se informaba ya de la
apertura del camino
municipal
(…) llamado
de Morata:
(…)
El primero parte del puente
colgado de Arganda y va al pueblo de Morata pasando por el barranco
de Valdeperdices, por la vereda del Chirrión y dejando el camino
viejo a la derecha.
El
diccionario de Madoz también incluía la longitud y el presupuesto
inicial de las obras previstas:
Su
longitud es de 46.131 varas, o sean 21 leguas y 2,799 varas, y su
presupuesto asciende a 527.623 rs. 47 mrs. Tiene este camino por
objeto dar salida a los frutos de los pueblos de Morata, Chinchón y
Colmenar de Oreja, y necesita 5 alcantarillas (…).
En
este texto aparece explícitamente una de las razones que empujaron a
los responsables del Ministerio de Comercio, instrucción y Obras
Públicas a aprobar el proyecto de la nueva carretera por aquellos
años Madrid experimentaba un importante incremento demográfico que
exigía, cada día, mayor cantidad de abastos para su población y
tanto Morata, como Chinchón eran centros de producción agrícola
muy importantes y necesarios para abastecer los mercados de la
capital.
A
estas alturas, 1847, había acuerdo sobre la necesidad de la nueva
carretera o camino hasta el Puente de Arganda, pero lo que aún
estaba lejos de estar claro era el trazado que debía seguir el
nuevo camino y menos aún qué pueblos y en que medida debían de
contribuir a la financiación de las obras.
Plano de 1882 el inicio de la carretera en el Puente de Arganda (Servicio Geográfico del Ejército). En la imagen todavía se refleja un tramo del Camino Viejo de Morata a Madrid.
Elección
del trazado del camino de Chinchón y Morata a Madrid
En
octubre de 1848 el Boletín Oficial del
Ministerio de Comercio, Instrucción y Obras Públicas publicaba una
orden del 15 de septiembre del mismo año por la que se nombraban los
miembros de la comisión encargada de informar
acerca del camino que ha de conducir de los pueblos de Chinchón y
Morata a esta capital.
Sólo
habían pasado seis días del nombramiento de los comisionados,
Ignacio de Castilla,
jefe del negociado de caminos vecinales, y el arquitecto José Acebo,
para que estos elaboraran un informe que se entregó al ministro,
Juan Bravo Murillo, el 21 de septiembre.
En
este informe se resumen todas las cortapisas y faltas de
entendimiento entre los pueblos afectados que retrasaron el proyecto
y que se pusieron de manifiesto en las dificultades que afrontaron
los responsables políticos del ministerio a la hora de decidir el
trayecto elegido para el nuevo camino que tanto habría de mejorar
las comunicaciones con Madrid.
La
comisión inició el reconocimiento del terreno el 16 de septiembre
y, tras atravesar el puente sobre el río Jarama, se encamino hacia
Morata por el viejo camino que, tal como señalamos al principio,
definieron como una zanja
abierta en el terreno.
Aunque oficialmente la comisión se había nombrado para informar
sobre el camino de Chinchón y Morata a Madrid, lo cierto es que ya
en el texto de su informe los comisionados incluyen a otros
municipios, Colmenar de Oreja y Valdelaguna, como parte interesada en
la nueva vía de comunicación.
Ignacio
de Castilla y José Acebo describen el camino desde el Puenete de
Arganda hasta Morata:
(…)
pasado el Jarama, yendo a Morata (…) se llega a otra cordillera
cuya base es también el yeso, que corre en la misma dirección
próximamente que la anterior, y cuya cumbre divide las aguas entre
el Jarama y el Tajuña. Desde que se entra por las gargantas de esta
nueva cordillera, se observa que el terreno está en parte cubierto
por una caliza moderna y alguna arenisca, circunstancia que no
solamente hace cambiar el aspecto del terreno, sino que da más vigor
a la vegetación, acaso porque la descomposición de la caliza y de
la arcilla forman un suelo más a propósito para las plantas que la
de los yesos y la arcilla.
El
informe continúa:
(…)
Tampoco puede llamarse con propiedad camino, la abertura que hay en
esta cordillera hasta llegar a la cumbre, pues además de infinitas
desigualdades hay una cuesta rápida y pesada, y por último, después
de cruzada esta, se llega más o menos trabajosamente a Morata,
bajando al valle de Tajuña, donde esta situada, por una pendiente
áspera y de mal camino, que llaman la Cañada (…).
Los
comisionados alaban la vista del valle del Tajuña, que
tiene en este paraje cerca de media legua de ancho,
y reiteran las dificultades de un camino que les costó cubrir seis
horas con un carruaje de cuatro mulas. Tras acudir al Ayuntamiento,
los comisionados deciden recorrer con las autoridades locales el
camino entre Morata y El Puente de Arganda diseñado por el ingeniero
Pedro Sierra. Como conclusión de este viaje, se determina que:
(…)
el trozo de camino trazado
por el ingeniero Sierra, comprendido entre Morata y el puente de
Vaciamadrid, llena los deseos y satisface los intereses locales del
vecindario de aquel pueblo, tanto para la fácil exportación de sus
productos sobrantes, cuanto para la comodidad de su cultivo rural
(…).
Al
día siguiente se afronto la inspección del trazado del nuevo camino
entre Morata y Chinchón. Del contenido que aparece en esta parte del
informe se deduce que el proyecto inicial del trazado entre Morata
Madrid utilizaría, en parte, el trazado del viejo camino que
transcurría paralelo al río y a los barrancos de Matagrama y
Valdelorente. Evidentemente esta opción, que preveía utilizar el
Puente Grande de Morata para cruzar el Tajuña, fue desechada en el
proyecto final que buscaba, y así lo reconocían los miembros de la
comisión, dar salida y servicio a la producción de los numerosos
molinos situados en el cauce del río.
Por
otra parte, más allá de las posibles divergencias sobre el trazado
que debía de seguir el nuevo camino, lo que queda de manifiesto en
el informe de la comisión es que tanto Morata como Chinchón veían
en este proyecto una vía de salida fundamental para que el producto
de sus cultivos llegaran a Madrid en menos tiempo y resultaran más
competitivos frente a los de otras localidades. Y para que se hiciera
realidad el nuevo camino, tanto el Ayuntamiento de Morata como el de
Chinchón ya habían previsto cómo financiar la parte del
presupuesto de las obras que les correspondían en unos años en que
este tipo de obras, de interés local, no eran financiadas
directamente por el Estado. En el caso de Morata, las autoridades
habían confirmado a Ignacio de Castilla y José de Acebo que entre
los contribuyentes subsistía el ánimo de destinar al camino lo
recursos económicos ya votados y aprobados en el Consistorio, y en
igual situación se encontraba Chinchón que, según el informe tenía
ya recaudada ya con este objeto una cantidad que no bajara de ocho
mil duros.
Los
comisionados, para reiterar el interés de Morata y Chinchón por
afrontar ya unas obras que tan necesarias veían para el desarrollo
futuro de los dos pueblos, insistieron en esta buena disposición de
los dos ayuntamientos:
(…)
Los pueblos de Morata y Chinchón están dispuestos a sufragar los
gastos del camino de que se trata, aun sin el auxilio de Colmenar de
la Oreja; los arbitrios están votados legalmente años hace,
aprobados por el Gobierno y recaudados en parte; y de consiguiente
cree la comisión que no hay causa ninguna para retardar la
realización de la obra, y que es un deber imperioso de la
administración promoverla y activarla con toda la energía posible
(…).
En
el contenido de este último párrafo aparece, sin embargo, una de
las dificultades que se presentaban para sacar adelante las obras:
las reticencias de Colmenar de Oreja a formar parte del consorcio que
debía de financiar el proyecto. Estas objeciones de Colmenar de
Oreja, las analizaremos la próxima semana junto con otros problemas
que retrasaron la ejecución de las obras y vinieron a modificar el
trayecto inicialmente previsto para sustituirlo por el que todavía
sirve de trazado a la actual carretera.
Fuentes
y bibliografía:
- Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar. Madoz, Pascual. Madrid, 1847.
- Boletín Oficial del Ministerio de Comercio, Instrucción y Obras Públicas. Tomo IV. Imprenta de La Publicidad, a cargo de M. Rivadeneira. Madrid, 1848. Número 43, publicado el 26 de octubre de 1848.
- Periódicos y publicaciones que se citan en el texto.
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