El
Catastro de Ensenada, elaborado a mediados del siglo XVIII durante el
reinado de Fernando VI, significó, sin ninguna duda, el mayor
esfuerzo realizado hasta entonces por el reino de España para
conocer la realidad estadística del territorio conocido en esos años
como Corona de Castilla. Aunque el catastro tenía un fin básicamente
fiscal, no se puede obviar la importancia de la ingente cantidad de
documentación que generó para realizar el censo de las villas,
lugares y ciudades. Para conocer cómo era el censo de nuestro pueblo
en esa época publicamos, completo, el capitulo sobre la población
de la villa que ya analizamos en el libro Morata
de Tajuña, según el Catastro de Ensenada (1751.
La
población de Morata: El
libro de Familias
Una
de las utilidades que los investigadores siempre han destacado de la
documentación derivada de la elaboración del Catastro de Ensenada
es su importancia como fuente de datos para averiguar los censos de
población de la época, bien aplicados a nivel general de la Corona
de Castilla o bien a unidades más reducidas como las intendencias
–equivalentes a las provincias actuales- o a casos particulares de
villas y ciudades.
La
base para elaborar estos censos o vecindarios generales o parciales
fueron los datos recabados en sus averiguaciones por los subdelegados
enviados a cada villa, ciudad o aldea y que fueron recogidos en los
llamados Libros
de Familias.
Esta
denominación no siempre fue uniforme y se utilizaron varios términos
para definir estos censos de población: Libro
Mayor de lo Personal, Libro de Vecinos, Libro Maestro de familias,
Libro Registro de los vecinos.
Pero al margen de la denominación, el objetivo siempre era el mismo:
determinar el número de vecinos de cada lugar catastrado, pues no en
vano uno de los problemas con el que siempre se encontró la hacienda
castellana a la hora de recaudar los impuestos –o llamar a filas-
fue la inexistencia de censos de población o la escasa fiabilidad de
los mismos en el caso de que existieran.
El
marqués de la Ensenada tuvo claro desde el principio esta carencia
endémica de la hacienda pública española, además de las
injusticias que provocaba cuando se trataba de repartir las cargas
fiscales, y se ocupó de que en la orden real se recogiera la
obligación de recabar datos sobre los habitantes de cada lugar,
aldea, villa o ciudad. Estos datos aparecían específicamente en dos
apartados fundamentales del Catastro: Las
Respuestas Generales y
el
Libro de Familia,
o cualquier otra denominación que decidiera el responsable de
elaborarlo.
Sí
que es cierto que, como sucedió en tantas otras de las operaciones
del catastro, cada subdelegado aplicó un método propio a la hora de
registrar documentalmente el recuento de vecinos y los miembros que
integraban cada unidad familiar, lo que resta o añade fiabilidad y
utilidad a cada uno de estos censos particulares en función de los
datos aportados por los redactores.
En
el decreto del rey Fernando VI se aclara que una de las
averiguaciones a realizar era la realización de un formulario:
(...)
del estado del número de individuos que existen en cada provincia
que deben pagar lo personal, con distinción de oficios que ejercen,
sus oficiales y aprendices, y expresión de lo que cada uno, según
su oficio y arte, pueden ganar al día de su trabajo.
El
Real Decreto insiste más adelante en los datos que se registraran en
el catastro y señala que:
Se
hará publicar y fijar (a mayor abundamiento) un bando o edicto
mandando que dentro del término que pareciere competente todos los
vecinos, cabezas de casa, estantes y habitantes, de cualquier estado,
calidad y condición que sean, presenten una relación firmada (y si
no supieren de un testigo) en la que se ponga su nombre y apellidos,
si es caballero, hidalgo, ministro, abogado, procurador, mercader de
por mayor o por menor, artista, o jornalero, o de cualquier otro arte
u oficio que ejerza, número de personas de que se compone su familia
de uno y otro sexo, sean hijos, hermanos, criados, oficiales u
aprendices y sus edades( …).
En
definitiva, se muestra el interés de las autoridades por conocer
unos datos que reflejen la verdadera situación de la población del
Reino de Castilla, un interés que en la práctica se plasmó en dos
apartados del catastro, la pregunta veintiuno de las Respuestas
Generales
y el ya citado Libro
de Familias.
Primera página del documento que recoge las averiguaciones del Catastro de Ensenada en Morata
En
Morata, el subdelegado encargado del catastro, Juan Joseph de Leza
Cesáreo, recabó la información de los peritos que se reflejó en
la respuesta veintiuno del cuestionario:
(…)
declararon que esta población se compondrá a juicio de los
declarantes como de doscientos y noventa vecinos o trescientos de
corta diferencia y que no hay alquerías ni casas de campo en el
término ni más personas que las que habitan dentro del pueblo.
En
la propia redacción de la respuesta se observa que no se da una
cifra redonda, sino que ofrecen dos cantidades con una margen de
diferencia de diez vecinos, lo que nos da una idea de las
dificultades que encontraron los subdelegados del catastro para
realizar su trabajo.
En
otras respuestas a las preguntas treinta y ocho y treinta y nueve se
ofrece información sobre los vecinos pertenecientes al estado:
(...)
dijeron que sólo hay cuatro clérigos en el pueblo que son Don
Andrés Ros, cura de esta Parroquial, el señor don Pedro Marchena,
que se halla presente, don Pedro Castro de Rivera y don Miguel Ruiz
de Orive.
Y
en la otra pregunta respondieron que:
(...)
dijeron que no hay convento alguno en esta villa, hay sólo casa de
Labranza perteneciente al convento del Rosario de Religiosos
Dominicos de Madrid y que en ella residen continuamente dos
religiosos administradores con criados y ganado para la labor de su
hacienda.
Mucho
más útil a la hora de analizar la población de la villa de Morata
a partir de los datos proporcionados por el catastro es el llamado
Libro
de Familias.
Este libro respondió en el caso de Morata bastante fielmente a las
instrucciones marcadas en el Real Decreto de Fernando VI. De hecho,
el Libro
de Familias
de Morata ofrece los siguientes datos de todos los vecinos:
Nombre,
apellido o apellidos (Lo más habitual es consignar uno), edad,
estado civil, nombre del cónyuge, edad del cónyuge, nombre de hijos
e hijas y edad de cada uno de ellos de mayor a menor y, por último,
nombre de los criados o criadas que viven en el domicilio, así como
su edad y en algunos casos su ocupación.
Al
margen de estos datos, los vecinos se agrupan por grupos sociales y
profesiones, es decir, el censo comienza por consignar los datos de
los vecinos del estado noble y de profesión labrador. Continúa con
los pobres y jornaleros de ambos estados y finaliza con los vecinos
que ejercían otros oficios ajenos a la agricultura. Veamos algunos
ejemplos de cómo se consignaban los habitantes de la villa en el
Libro
de Familias
de Morata:
Don
Tadeo Fominaya, de edad veintiocho años, de exercicio labrador,
casado con Doña Josepha Moreno de veinte y cuatro años. Su familia:
hijo, Francisco de seis años, Vicenta, de tres años y Theresa de un
año.
Continúa
con los labradores del estado general:
Manuel
González de San Joseph, de edad cuarenta y nueve años, de exercicio
labrador, casado con Antonia Ruiz, de cincuenta y un años. Su
familia: hijo, Thomás de diez y nueve años, Joseph de trece años,
hija María Antonia de dieciséis años. Criado, Eusebio Ruiz de
Castañeda de quince años.
Sigue
el censo con las viudas labradoras y pobres del estado noble:
Doña
Xuana de Oliva, de edad de cincuenta y un años, de estado viuda, de
exercicio labradora. Su familia: hijo Don Félix de Salcedo, de doce
años, hija, Doña María de diez y seis años. Criado Mateo
Fernández de veinte años.
Continúa
con las viudas del estado general y las viudas pobres:
Inés
de la Fuente, de edad cincuenta y ocho año. Viuda labradora.
Águeda
Martínez, de edad de cincuenta y siete años. Viuda pobre.
Los
jornaleros nobles y del estado general:
Don
Manuel de Salcedo, de cuarenta y seis años, de exercicio jornalero,
casado con Doña Josepha Ayuso de cuarenta y dos años. Su familia;
hijo, Joseph de diez y seis años, Manuel de cinco años, hija Genara
de diez y ocho años.
Joseph
López, de veinte y seis años, jornalero, casado con Mariana de
Huerta, de veinte y cinco: Su familia: hijo, Manuel de cuatro años.
La
relación sigue con los vecinos que desempeñan un oficio distinto al
de labrador o jornalero (hortelano, yesero, médico, maestro,
zapatero, etc) y finaliza con los cuatro vecinos considerados como
impedidos:
Esteban
Arias, de edad treinta y seis años, jornalero, casado con Juana
García, de treinta y un años. Su familia: hijo Raimundo de doce
años y Manuel de siete años.
Manuel
García de la Cueva, d edad treinta años, de facultad sangrador y
barbero, casado con María Ramírez, de veinte y nueve años. Su
familia: Hijo, Agustín de cinco años, hija, Benita de ocho años,
Theresa, de tres años, hija, Simona de año y medio, y Ángela de
cuatro meses.
Manuel
Martínez, de sesenta y seis años, viudo. Su familia: hijo, Miguel
de veinte años. Su oficial.
Juan
García de la Puente, de sesenta años. Impedido por defecto
personal. Casado con Juana Sánchez de sesenta años.
Además
de agrupar a todos los vecinos en alguna de estas categorías, el
libro incluye en algunos casos, otras situaciones personales que
aparecían reflejadas en el Decreto Real. Así se indica cuando los
censados son militares, caballeros de alguna orden militar o abogado
de los Reales Consejos:
Don
Joseph Orozco y Salcedo, abogado de los Reales Consejos, de edad
cuarenta y ocho años, su oficio labrador, casado con Doña Josepha
Monzón de treinta años. Su familia: hijo, Miguel de nueve años,
hija, Michaela, de un año. Criado, Carlos Sevilla, de veinte y cinco
años, criado de labranza. Criado, Juan Ximénez, de diez y seis
años, criado chico. Criada, María
Anguita de diez y ocho años. Criada, Antonia Peña, de quince años.
De
las declaraciones de los morateños que se incluyen en el Libro
de Familias
se desprende que la villa contaba con 319 unidades familiares, a las
que habría que añadir 4 clérigos y los dos frailes del convento de
dominicos, como resultado de la suma del registro de 31 familias
pertenecientes a la nobleza, 66 labradores casados, 7 labradores
viudos, 9 labradoras viudas, 27 viudas pobres, 2 solteras pobres, 118
jornaleros, 55 trabajadores en distintos oficios y, por último, 4
impedidos.
Esta
distribución por estados, oficios y nivel de renta que componía el
censo de Morata cuando se elaboró el Catastro de Ensenada, fija la
estructura social de la villa no en compartimentos estancos en
función del apellido sino del patrimonio en propiedades rústicas o
urbanas
Las
familias encuadradas en el estado noble son, en todos los casos,
apellidos de la pequeña nobleza –hidalgos- puesto que los dos
representantes de la alta nobleza en Morata, el conde de Altamira y
el marques de Espinardo, lógicamente no estaban avecindados en la
villa. Como se ve en la relación, la pertenencia a este estado
privilegiado no significaba, necesariamente, un estatus económico
elevado. Sí bien es cierto que miembros de familias con apellidos
como Ruiz de Castañeda, Salcedo o Fominaya aparecen posteriormente
en las declaraciones individuales como grandes propietarios, entre
estos hidalgos también hay vecinos que se declaran directamente
pobres o jornaleros.
Igual
sucede con la calificación de labradores del Estado General que
incluye grandes propietarios de tierras de secano o regadío junto a
otros labradores que, necesariamente, se veían obligados a arrendar
tierras ajenas o compatibilizar el trabajo en la agricultura con otro
oficio para completar los ingresos con los que alimentar a su
familia.
El
nivel económico de todos los vecinos que se pretende conocer en la
averiguación fiscal que a la postre es el Catastro de Ensenada,
tiene más interés para las autoridades que la clase social a la que
pertenece cada individuo. Y estos datos económicos generales -más
tarde cada vecino presentará su declaración particular- son los que
se ofrecen por parte de los peritos en sus respuestas a la pregunta
treinta y cinco:
(...)
dijeron que habrá en esta villa como hasta ciento y cuarenta
Jornaleros a corta diferencia y que el jornal que ganan está
regulado unas temporadas con otras a cinco reales. Y que cada
Labrador trabajando meramente en su oficio podrá regulársele al día
según la costumbre del País cinco reales. Y lo mismo a los mozos de
labranza y que habrá de aquellos como hasta ciento útiles y de
estos como cincuenta.
También
se refleja en el cuestionario, en la pregunta treinta y dos y treinta
y tres las regulaciones económicas asignadas a otros oficios y
profesionales (pastores, médicos, cerrajeros, albañiles,
cerrajeros, molineros, mesoneros,...) y por último aquellos a
quienes ni siquiera se les podía regular un salario, los pobres de
los que:
(...)
habrá en este pueblo como sesenta familias pobres de solemnidad poco
más o menos.
Población
total de Morata y evolución del censo
Con
las respuestas ofrecidas al cuestionario general y los datos del
Libro
de Familias
debería ser fácil determinar el número exacto de habitantes de
Morata en 1.751. Aunque el objeto fiscal del catastro, como el de
cualquier recuento, generaba casi siempre falseamiento de datos, y
así lo expresan muchos especialistas, de la documentación del
catastro se obtiene la cifra de 1.181 habitantes distribuidos en las
319 unidades familiares censadas y los cuatro clérigos (recordemos
que en estas unidades se incluían los criados).
Esta
población en el conjunto de la provincia de Toledo representaba el
0,37 por ciento del total provincial, 313.221 habitantes. En relación
a otras etapas históricas, la población de Morata había contado
con mayor población en el siglo XVI. En este periodo, Alfredo Alvar
Ezquerra ofrece unas cifras de población para distintos años de la
segunda mitad del siglo XVI sensiblemente superiores: 413 vecinos en
1.557 (1.548 habitantes, utilizando un coeficiente de conversión de
3,75 habitantes por vecino), 350 vecinos en 1.571 (1.312 habitantes),
498 vecinos en 1.574 (1.867 habitantes), 550 vecinos en 1.580 (2.062
habitantes), y 490 vecinos en 1.591 (1.837 habitantes. Estas cifras,
que en el caso de 1.580 significan que en ese año la población
prácticamente era el doble que la de 1.751, denotan un declive
demográfico en la villa de Morata que se manifestó durante todo el
siglo XVII y XVIII y que se reflejó en las cifras más bajas que
recoge el Catastro de Ensenada.
Fuentes
y bibliografía:
- Morata de Tajuña, según el Catastro de Ensenada. Miranzo Sánchez-Bravo, Agustín-Bubok, 2011.
- Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y Respuestas Particulares H 408 y H 410. Archivo General de Simancas. Respuestas Generales Toledo. Libros 611 a 627.
- Alvar Ezquerra, Alfredo. Demografía rural y fuentes no parroquiales. El centro y el oriente madrileño en el reinado de Felipe II. (Cuadernos de Historia Moderna nº 10) Editorial Universidad Complutense Madrid, 1989-90.
No hay comentarios:
Publicar un comentario