El Cuestionario del cardenal Lorenzana
Unos
años después de que se recogieran los datos que aparecen en la
documentación del Catastro de Ensenada, que incluían como vimos la
pasada semana un detallado censo de los habitantes de Morata, se
realizaron en paralelo dos nuevos trabajos que trataban de averiguar
los habitantes de la villa. El primero de ellos fue conocido en el
momento de su elaboración, 1786, como el Cuestionario
de Lorenzana, una relación
de catorce preguntas que, a modo de los interrogatorios realizados
por Felipe II en el siglo XVI, buscaba describir la realidad
económica y social de las villas y ciudades que integraban por
entonces el territorio del arzobispado de Toledo. Prácticamente en
paralelo, entre los años 1785 y 1787, la Corona promovió un nuevo
censo de población impulsado por el conde de Floridablanca que
analizaremos la próxima semana.
La
sociedad morateña en el XVIII
Pocos
años después de realizarse el Catastro de Ensenada, a mediados del
siglo XVIII, se trabaja en un nuevo censo, en realidad un
cuestionario de catorce preguntas, que nos permite cotejar los datos
y obtener una nueva radiografía de la situación de la villa de
Morata en esos años. Se trata en este caso del cuestionario que
ordenó elaborar el cardenal Lorenzana como arzobispo de Toledo, la
sede primada de España.
La
Iglesia, como en tantas otras ocasiones hicieran los ministros de la
Corona, está interesada en conocer la realidad del territorio sobre
el que ejerce la acción pastoral y en el que posee importantes
propiedades. Para el trabajo de campo del cuestionario, Lorenzana
encarga a los párrocos que elaboren las contestaciones al
cuestionario enviado desde la sede arzobispal.
El
método utilizado es muy parecido al de las Relaciones de Felipe II
del siglo XVI. A la hora de realizar este cuestionario los sacerdotes
de cada pueblo tuvieron una participación muy importante: después
de todo es la Iglesia, o mejor el arzobispado de Toledo, es el mayor
interesado en disponer de los datos económicos y sociales de las
parroquias que integran la archidiócesis.
Cardenal Lorenzana, arzobispo de Toledo e impulsor del cuestionario que lleva su nombre
El
resumen de las respuestas al cuestionario, redactadas por el entonces
párroco de Morata, Francisco Flores, con fecha del año 1786, es el
siguiente:
En
cumplimiento a la orden comunicada por el Excelentísimo señor
arzobispo de Toledo, mi señor, para evacuar los particulares que
comprende el interrogatorio que se me ha remitido, dirigido por
vereda del señor vicario general de la ciudad de Alcalá, digo:
1º-
Que este pueblo es villa con el nombre de Morata; que es de la
vicaría general de Alcalá de Henares; que es de señorío. Que lo
es de este pueblo el Excelentísimo señor marqués de Astorga, conde
de Altamira; que se compone todo su vecindario de cuatrocientos
vecinos.
2º-
No es cabeza de vicaría ni de partido; no es anejo de ninguna
parroquia; que no tiene convento alguno, si no es una casa de labor
que tienen los padres del convento del Rosario de la villa de Madrid.
Hay cuatro ermitas extramuros de este pueblo: la una de Nuestra
Señora de la Concepción; otra, de Nuestra Señora de la Soledad;
otra, de Nuestra Señora del Rosario; y otra, de Nuestra Señora de
la Antigua, la que se tiene por patrona y de la mayor devoción y
celebridad en el día de la Natividad de Nuestra Señora, de la que
ha recibido este pueblo singulares beneficios por medio de esta
imagen; cuyas cuatro ermitas están muy inmediatas al pueblo y,
dentro de él, hay otra del Santísimo Cristo de la Sala.
La
advocación de la parroquia lo es Nuestra Señora de la Concepción.
3º-
Dista este pueblo de la metrópoli de Toledo once leguas y de la
vicaría de Alcalá de Henares cinco leguas. Los lugares
circunvecinos son: al Oriente, la villa de Perales de Tajuña, que
dista cuatro cuartos de legua; a Mediodía, la villa de Chinchón, a
distancia de cinco o seis cuartos de legua; a el Poniente, villa de
San Martín de la Vega, que dista cinco cuartos de legua; y al norte,
la villa de Arganda, que dista cuatro cuartos de legua. El término y
jurisdicción de esta villa de Morata ocupa, de Oriente a Poniente,
cuatro cuartos de legua y, de Norte a Mediodía, cuatro cuartos de
legua, y de circunferencia, seis cuartos de legua.
4º-
Que este pueblo se halla en la ribera del río Tajuña (a distancia
de él como dos tiros de fusil), al Norte y el río corre del Oriente
al Poniente y nace, según dicen, en las Alcarrias. Este río,
llamado de Tajuña, tiene un puente de piedra que se llama la Puente
Grande, que sirve de tránsito para las villas de Chinchón y
Valdelaguna.
5º-
Que no hay sierras ni nada de lo que contiene la 5ª pregunta.
6º-
Que no tiene montes y sólo hay un bosque, que pertenece a el señor
del pueblo, en el que hay, en las arroyadas y manantiales, alamedas y
álamo negro y blanco y, en los demás sitios, olivas, carrascas,
encinas, almendros y espartales, y en él hay una fuente y otros
manantiales; cuyo bosque mira al mediodía y su circunferencia será
de un cuarto de legua.
7º-
Se ignora la fundación y armas del pueblo. Sólo hay en la plaza un
rollo de piedra del país con cuatro gradas al pie y su altura, diez
varas, y no se sabe cuando se puso ni con qué motivo. Sólo se
denota mucha antigüedad. No hay castillo ni edificio de los que
expresa este capítulo.
8º-
Los frutos más singulares que produce este pueblo son trigo, cebada,
aceite y vino y, en la vega, varios esquilmos de ajos, melones,
cebollas, cáñamo y otras verduras que se benefician con los caces
que salen del río Tajuña, y en ella hay una huerta propia del señor
del pueblo, de frutales, que la rodea el río, cercada de álamos
negros y blancos.
9º-
No hay en este pueblo manufacturas ni fábricas. Sólo hay dos
molinos de pan [y] un batán de paños.
10º-
Que no hay mercados ni ferias ni nada de lo que expresa el 10
capítulo.
11º-
No hay más estudios que un maestro de primeras letras que enseña a
los niños del pueblo.
12º-
En este pueblo hay un alcalde mayor*, que le nombra el señor de él,
dos alcaldes ordinarios**, cuatro regidores, un procurador síndico,
dos alcaldes de la Hermandad y dos diputados del común, cuyos
oficios disfrutan la mitad el estado noble, y la otra mitad, el
general. No hay nada de lo que expresa esta pregunta del
interrogatorio.
13º-
Las enfermedades comunes que se padecen sólo es de tercianas,
tabardillos, dolor de costado y demás achaques comunes, para lo que
hay un médico, un cirujano y boticario. Anualmente nacen unos
sesenta a setenta y mueren de cuarenta a cincuenta.
14º-
En este pueblo no hay más que las aguas comunes, que son de fuentes
y arroyos, pero, entre ellas, las hay muy buenas y saludables.
Que
es cuanto se puede informar sobre todos los particulares del
interrogatorio.
Morata,
marzo, 22, de 1786
Firma:
don Francisco Flores.
Interpretación
de las respuestas al cuestionario
En
las respuestas al cuestionario del cardenal Lorenzana y las propias
preguntas nos indican que, además del interés por los datos
económicos de la villa, también se muestra cierta inquietud sobre
problemas como la sanidad, la historia, la geografía e incluso la
enseñanza en la villa junto, naturalmente, a los datos meramente
religiosos. Hay aspectos novedosos pero otros se repiten en relación
a otros censos: la actividad laboral de los vecinos, la organización
del concejo de la villa y, por supuesto, la presencia del señorío
de la casa de Altamira y Astorga.
En
cuanto a los habitantes que por entonces vivían en Morata, el
párroco se muestra ciertamente conciso en su respuesta, se
compone todo su vecindario
de cuatrocientos vecinos.
Esta cifra, pese a su ambigüedad, podríamos entender que supone un
incremento importante respecto a la población censada en el Catastro
de Ensenada, casi cuatro décadas antes, cuando se afirmaba que en
Morata se cuantificaban 319 unidades familiares que equivalían a
1181 vecinos. Sin embargo, como veremos la próxima semana con el
censo de Floridablanca, mucho más fiable, en realidad la población
de Morata había disminuido ligeramente en los años que habían
transcurrido desde que se realizara el citado Catastro de Ensenada a
mediados del siglo XVIII.
El
cuestionario nos permite comprobar cómo en el apartado religioso
aparece ya citada como patrona de la villa la Virgen de la Antigua
con lo que desaparece así la referencia a la Virgen de la Vega
(mencionada en las Relaciones de Felipe II). Además se citan las
ermitas existentes, entre ellas la del Rosario y la del Cristo de la
Sala.
Muy
significativo es el apartado dedicado a la organización del
consistorio de Morata. Se deja muy claro que el señor de la villa es
el responsable del nombramiento del alcalde mayor (recordemos que es
el responsable de presidir el concejo y administrar justicia),
mientras que los alcaldes ordinarios y de Hermandad –encargados de
la seguridad y la vigilancia en el campo- representan a los nobles y
pecheros. Los regidores se pueden asimilar al cargo actual de
concejal mientras que el procurador síndico responde a la figura del
encargado de promover los intereses y los derechos de la villa. El
síndico del común, figura administrativa de reciente creación
entonces, respondía a la necesidad de que las villas y lugares de
señorío contaran con representantes que defendieran sus intereses
frente al creciente poder del señor. Estos cargos se crean a raíz
de los motines generalizados que se producen en 1766 a consecuencia
de la carestía de la vida. En esa fecha, el rígido control de los
municipios por la oligarquía impedía una correcta administración
de los pósitos como principales organismos con los que hacer frente
a los movimientos alcistas en los precios de productos esenciales
como el trigo y la harina.
La
omnipresencia del conde de Altamira se manifiesta también cuando se
citan dos de sus posesiones: la huerta de Angulo y El
Bosque. Naturalmente, estas
dos propiedades hacen referencia a la huerta de Angulo, con el
molino, y al Bosque, aunque no como lo conocemos actualmente: el
lugar que ahora ocupan los pinos entonces lo ocupaban encinas y
matorrales. En estas referencias al titular del señorío de Morata,
sorprende que el redactor de las contestaciones no dé noticia sobre
el motivo de la presencia del rollo en la plaza del pueblo. Y es que
en las villas de señorío todos los vecinos sabían perfectamente
el motivo de la presencia del rollo y para qué se utilizaba:
demostrar la existencia de un señorío y la correspondiente
jurisdicción señorial así como su utilización como picota para
exponer la cabeza de los condenados.
Sí
que tiene muy claro el cura de la parroquia de Morata los principales
medios de vida de sus feligreses. Como en anteriores relaciones y
censos los cereales y el vino, junto con los productos de la huerta,
el cáñamo y el aceite son los productos que se cultivan en el campo
morateño. En este sentido hay que apuntar que el aceite aparece
reflejado por el párroco entre los más importantes (recordemos que
en otros censos de siglos anteriores no aparece) mientras que
continúa la referencia al cáñamo, tan presente en todas las citas
referentes a Morata desde el ya lejano siglo XVI.
Este
cultivo, desde hace tantos años ausente de la vega morateña, debió
de generar un importante movimiento económico en Morata durante
muchos años: de ahí la cita, también habitual, de un batán en la
ribera del Tajuña como elemento imprescindible para la
transformación y manufactura de la cosecha que, a falta de otros
datos más concretos, podemos considerar como importante a lo largo
de los siglos. En este sentido, aunque el párroco de Morata se
muestra muy escueto, podemos hacernos una idea de la importancia del
cultivo del cáñamo si acudimos a la respuesta que sobre el mismo
tema da el párroco de la población vecina de Perales. Este, en la
contestación a la pregunta número 9 del cuestionario y donde su
colega de Morata se limita a señalar la existencia de un batán de
paños, se extiende en los detalles y señala que las manufacturas
que hay son de hilazas de
cáñamo, en lo que se emplean las mujeres, para texer lienzos que
son los que comúnmente gastan los vecinos, y la de tejer costales,
de los cuales, además de los que se necesitan para el pueblo, se
venderán anualmente para otros mil y doscientos a precio, cada uno,
de nueve a diez reales de vellón; y todos
ellos, o los más, se texen
por las mujeres del pueblo, en el que no hay máquinas ni inventos
nuevos.
Además,
en una respuesta anterior, el párroco peraleño hace referencia a
una producción anual de 5.000 arrobas de cáñamo. Si extrapolamos
estas cifras a Morata, es fácil llegar a la conclusión de que en
nuestra villa, con una extensión mayor de tierras de regadío y la
existencia de un batán, la actividad en torno al cultivo y
manufactura del cáñamo debía ser muy importante.
Hay
otro dato que destacar también en la respuestas al cuestionario del
cardenal Lorenzana que también aparece en el Catastro de Ensenada:
se hace referencia a la presencia en la villa de un maestro
de primeras letras que
enseña a los niños del pueblo, lo que indica que frente al
desinterés de siglos anteriores, las ideas de la Ilustración, de
alguna forma y en pequeña medida, empiezan a imponer la necesidad de
atender la formación de los niños, aunque, desafortunadamente, no
tenemos noticia sobre quién es la instancia responsable de pagar los
honorarios de la persona encargada de la escuela (En el caso de
Perales, que citamos otra vez, su cura párroco informa que la
dotación del maestro se abona con cargo a los bienes de propios del
concejo).
Indicadora
de la realidad sanitaria de la época es la respuesta respecto a las
enfermedades más comunes en la villa. Tomemos en consideración que
estamos en una etapa histórica en la que los métodos curativos
estaban ciertamente muy alejados no ya de los actuales sino de los
avances de la medicina en el siglo posterior. Incluso la denominación
de las enfermedades, ahora en desuso, y los métodos terapéuticos de
la época nos resultan necesariamente chocantes desde una perspectiva
actual. Así conviene, en primer lugar, situar en qué consisten las
enfermedades señaladas por el párroco.
Las
tercianas (calenturas intermitentes que se repiten cada tres días),
el tabardillo, que esconde bajo esa denominación el tifus
(enfermedad infecciosa muy grave en la época, que provocaba altas
fiebres y manchas punteadas en la piel), el dolor de costado (también
acompañado de fiebres), son en todos los casos enfermedades ahora
perfectamente controlables pero en aquellos años ciertamente
peligrosas y mortales en muchas ocasiones. A finales del reinado de
Carlos III una epidemia de tercianas costó muchas vidas ante la
falta de medidas terapéuticas con las que afrontar una enfermedad
(también se cita como habitual en la villa vecina de Perales) ante
la que el remedio más utilizado por los facultativos de entonces era
la quina. Este desamparo ante la enfermedad y las epidemias
provocaban una mortalidad muy alta, acompañada de un índice de
natalidad muy elevado en relación con las cifras actuales.
*
Alcalde Mayor de Morata en 1786: Pedro Pasarín y Quindo.
**Alcaldes
ordinarios de Morata en 1786: Juan González de Pereda y Juan de
Almazán.
Fuentes
y bibliografía:
- Archivo Diocesano de Toledo. BPT ms. 85, f. 295 vto. (También existe una copia con la transcripción del cuestionario del cardenal Lorenzana en la Consejería de Economía de la Comunidad de Madrid).
- Morata de Tajuña, según el Catastro de Ensenada. Miranzo Sánchez-Bravo, Agustín-Bubok, 2011.
- Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y Respuestas Particulares H 408 y H 410. Archivo General de Simancas. Respuestas Generales Toledo. Libros 611 a 627.
- Historia de la villa de Morata de Tajuña. Torre Briceño. Jesús Antonio de la. Ayuntamiento de Morata de Tajuña. Guadalajara, 1999.
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