Durante
las últimas semanas hemos tratado sobre las plagas que,
históricamente, han afectado a los cultivos agrícolas en los
municipios de la comarca del Bajo Tajuña. Las invasiones de
langosta, documentadas desde la Edad Media, acapararon los esfuerzos
de los agricultores para proteger sus cosechas. Más próxima en el
tiempo, la aparición de la filoxera en los cultivos de vid de la
comarca provocó, en las primeras décadas del pasado siglo, la
práctica desaparición de las más de veinte mil hectáreas de
viñedo que por entonces se cultivaban en los pueblos que por
entonces integraban el antiguo partido judicial de Chinchón. Para
concluir esta serie y como epílogo a la misma, trataremos en esta
semana sobre otras plagas agrícolas que han afectado a la producción
agrícola de la comarca.
En
la Contestación al interrogatorio sobre cultivo de cereales, olivo,
vid y agrios e industrias derivadas
una publicación que ya conocimos al tratar sobre la filoxera y el
cultivo de la vid en la provincia de Madrid, se interrogaba a los
agricultores por varias cuestiones relacionadas con las plagas que
afectaban a los cultivos más importantes del campo madrileño.
En
concreto, los autores del Interrogatorio
se referían al cálculo
aproximado de los daños sufridos en el último quinquenio por
sequías, heladas, langosta, pulgones y otras plagas del campo.
Aparte de las referencias a las plagas de langosta y la filoxera que
ya tratamos en entregas anteriores, los redactores de la publicación
que, recordemos, utilizaron como base de sus conclusiones las
informaciones proporcionadas en las localidades de la provincia por
las autoridades locales, citaban la presencia de insectos muy
perjudiciales para la agricultura como el conocido gusano blanco en
extremo abundante en la provincia de Madrid, y no hay pueblo de cuyas
tierras, al labrarlas, no se extraigan con los terrones levantados ya
con la azada o con la reja del arado, los gusanos blancos. Estos
insectos, durante su estado de larva que dura tres años, se
alimentan de las raíces de las plantas, ocasionando a los vegetales
los daños consiguientes a privarles de órganos tan importantes como
las raíces.
Sin
embargo, eran los insectos asociados a plagas relacionadas con la vid
los que más preocupaban a los agricultores de la comarca. Uno de
estos insectos era el piral o gusano
de la vid. A este insecto,
y los métodos para su eliminación, se refería José de Hidalgo
Tablada:
(…)
Los medios de destrucción
que, según el Sr. Hidalgo Tablada, han dado mejor resultado en dicho
punto, son dos. El primero, consiste en abrir el pie de la planta,
descortezar cuidadosamente la cepa y enterrar las cortezas en el hoyo
abierto, cubriendo después la cepa hasta los pulgares, comprimiendo
á la vez la tierra. Se comprende desde luego los buenos resultados
de este medio, que destruye al mismo tiempo gran número de insectos
que se cobijan en las grietas de la corteza. El segundo medio,
consiste en cubrir las cepas hasta los pulgares, dejándolas en este
estado hasta fin de Junio. Este medio es menos seguro, pero más
económico.
En
el Interrogatorio
también se citaban otros insectos considerados como plagas para la
vid, sin duda el cultivo más importante para la economía de todo el
sector a finales del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo
XX. Uno de ellos era el conocido vulgarmente como cuquillo,
un insecto muy abundante en las riberas del río Tajuña. Para
combatirlo se seguía un curioso método:
(…)
El sistema de destrucción
seguido en esta provincia, se reduce a recogerlos en sacos que
colocan al pié de la cepa, y que al moverla ligeramente reciben los
insectos que aquella contenía, enterrándolos después.
Pero
era el oídium la plaga que más preocupaba a los viticultores de la
comarca. En el Interrogatorio
se lamentaban de los estragos que causaba este hongo en la
producción de uva y citaban los métodos para su extinción:
(…)
El procedimiento de
extinción seguido en general es el azufrado; pero en algunos puntos
tanto del partido de Colmenar Viejo como de la Vega del Jarama,
aseguran les da mejor resultado cachipodar en Noviembre y cubrir la
cepa hasta la primavera; con lo que dicen que consiguen por completo
la destrucción de la plaga
(…).
Pese
a los esfuerzos para su extinción, el oídium
continuó ocupando las preocupaciones de los agricultores en el
antiguo partido judicial de Chinchón. En los primeros años del
siglo XX, justo cuando se declaró la plaga de filoxera, las
consecuencias de la propagación del oídium
no pasaron desapercibidas en las publicaciones de la época:
La neutralidad y el oídium
Nos
escriben desde Arganda dándonos cuenta de la aparición en los
viñedos de aquel término y en los de Morata y Chinchón de un
cierto hongo microscópico (el oídium) que, buscando su albergue en
las cortezas de las cepas, en donde se multiplica rauda y
progresivamente, va convirtiendo el frondoso arbusto en un tronco
seco y carcomido.
Se diría que sobre las fértiles
vegas del Tajuña, ricas en viñedos patriarcales como un paisaje del
Génesis, flota desde hace tiempo un soplo de tragedia y desolación.
Ya en el año anterior nos lamentábamos en estas mismas columnas de
la pérdida de la cosecha vitícola en dicha zona, a consecuencia de
las heladas de junio.
Y
ahora sale el nuevo cuadro de miseria que amenaza los hogares
labriegos, exclamamos melancólicamente con el poeta de los Salmo.
¿Ha olvidado Dios el tener
misericordia?
Porque
he aquí que entre las inclemencias atmosféricas y el abandono de
los gobernantes, vacila la fortuna de los pequeños colonos, dando
tumbos ante las olas de la desdicha como las naves de Ulises frente a
los escollos de Saila.
Por
esta vez, y en buena hora se diga, la tragedia no es todavía una
realidad, puesto que descocemos la importancia y trascendencia del
mal que se nos anuncia. Sin embargo, bueno será dar la voz de alarma
ante los poderes públicos, que son los llamados a informarse
metódicamente del asunto que nos ocupa y a poner el remedio
necesario para evitar daños mayores.
El
momento no puede ser más crítico para esas plantaciones a que nos
referimos que ahora comienzan a cuajar su futuro y que al ser tacadas
de tan peligrosa enfermedad están llamadas a sucumbir
lastimosamente.
Ignoramos si el ministro de Fomento
tiene noticia de este hecho que relatamos aunque ya viene la prensa
de estos días ocupándose de él con insistencia. De todos modos
convendría que por el ministerio aludido se dictasen las órdenes
oportunas para que el personal facultativo que tiene esta misión a
su cargo gire una visita a los viñedos de la vega del Tajuña. Con
lo cual, si la enfermedad del viñedo tiene la importancia que es de
temer, se pondrán los medios para combatirla, y si aquella no
alcanza más que a zonas aisladas, se llevaría la tranquilidad a
muchos hogares, en donde la amenaza de la catástrofe sembró el
espanto que lleva consigo el fantasma de la miseria.
Creemos
que lo que pedimos en nombre de los hermanos labriegos será bien
atendido por los poderes públicos, porque este problema no tiene
relación alguna con el de la neutralidad, que es en el que ahora se
funda el Gobierno para hacer oídos de mercader a todos los demás
problemas.
Miguel
de Castro.
(El
Liberal,
31 de julio de 1915).
Sobre
esta plaga, el mismo día que apareció este artículo en El
Liberal,
otro periódico informaba sobre el mismo tema:
(…)
El
ministro de Fomento facilitó hoy las siguientes noticias:
Que
en vista del desarrollo que adquiere en los viñedos la enfermedad
del oídium, especialmente en la provincia de Madrid, ha ordenado a
los ingenieros agrónomos que girten una visita a los pueblos de
Arganda, Chinchón y Morata al fin de proponer los medios de atajar
esta enfermedad de la vid.
(El
Globo,
31 de julio de 1915).
Ejemplar de una publicación sobre las enfermedades de la vid (BNE)
Otras
plagas de los frutales y hortalizas
No
solo la vid como cultivo más importante de la comarca sufrió las
consecuencias de las plagas asociadas a la agricultura. Más en
concreto, los árboles frutales, muy abundantes a comienzos del
pasado siglo en la vega del Tajuña también fueron afectados por
múltiples plagas como recogían algunas publicaciones de la época.
En El
Progreso Agrícola y Pecuario
se publicó en septiembre de 1918 un extenso artículo titulado
Plagas
que atacan al arbolado frutal en la vega de Morata de Tajuña que
trataba sobre este problema:
De
los datos y observaciones recogidos durante la visita de inspección
realizada en el mes de julio a dicho término municipal, resulta que,
de las diferencias especies arbóreas frutales que se explotan en
dicha vega, únicamente el manzano es el que sufre los perniciosos
efectos de las plagas producidas por el gran desarrollo de las
especies de insectos denominadas (…) arañuela y taladro. En las
demás especies frutales cultivadas, cirolero, peral, melocotonero,
etc, si bien se observan alteraciones producidas por la presencia de
algún parásito de origen animal o vegeta, no revisten el carácter
de verdaderas plagas y no son, por tanto, causa de la pérdida de la
cosecha del fruto
(…).
El
autor del artículo fue Ramón Rodríguez Martín, ingeniero jefe de
la Sección Agronómica de la Diputación Provincial de Madrid. En el
texto se trataba sobre los daños producidos por la arañuela en las
hojas de los árboles frutales lo que provocaba que al
destruirse y faltar los mencionados órganos del vegetal [hojas] los
escasos frutos que se observan son raquíticos y enfermos, no
llegando por tanto a su madurez
(…).
En
la publicación también se analizaban los daños producidos en las
huertas morateñas por el taladro,
una oruga que afectaba sobre todo a los manzanos. Las larvas se
alimentaban de dentro afuera del fruto provocando su caída:
(…)
Cuando la plaga es muy intensa, como ocurre en los manzanos de Morata
de Tajuña, se desprenden de los árboles en el mes de julio gran
número de frutos agusanados, y ya en el suelo, cuando estas orugas
alcanzan su máximo desarrollo, abandonan su primitiva vivienda y se
introducen en la tierra o se guarecen en las resquebrajaduras de las
cortezas del árbol, para tejer los capullos y crisalidar en la
primavera, en cuya época salen nuevas mariposas
(…).
Para
afrontar estas plagas el autor del artículo enumeraba los
procedimientos más adecuados para prevenir y enfrentarse a estas
plagas de los frutales consistentes en la eliminación de las ramas
secas y de las crisálidas en invierno y en la utilización de
lechadas de cal y sulfato de hierro para provocar su desaparición.
También se recomendaban tratamientos en la primavera con productos
como el arseniato de sosa. El ingeniero de la Diputación Provincial
concluía su trabajo aludiendo a la calidad de los frutales de la
vega del Tajuña:
(…)
La
justa y merecida fama que tienen en el mercado de Madrid las frutas
de la vega del Tajuña por la naturaleza de sus terrenos, abundancia
de aguas para el riego y clima apropiado para estos cultivos merece
que se defienda esa importante riqueza frutal con los planes de
extinción propuestos, siendo como son estas plagas causa principal
todos los años de la disminución de sus cosechas hasta dejar
completamente improductivos los árboles frutales. El coste de esta
defensa es bien pequeño si lo comparamos con el de la importante
riqueza que se pierde todos los años; y si para todo es necesaria la
asociación, en agricultura es indispensable cuando se trata de
defender la producción de tantas enfermedades que la invaden con
caracteres de plaga. (El Progreso Agrícola y Pecuario,
22 de noviembre de 1918).
En
estas primeras décadas del siglo XX el Servicio Agronómico
Nacional, con delegaciones en todas las provincias, era el encargado
de luchar contra la aparición y propagación de las distintas
plagas que afectaban a los cultivos agrícolas. Su actividad se
desarrollaba al amparo de la Ley
de plagas del campo,
del 21 de mayo de 1908, y de los decretos leyes que sobre este
problema se publicaron el 24 de junio de 1924 y el 4 de febrero de
1929.
La
sección agronómica de Madrid en su memoria del año 1934 publicó
el resumen de sus acciones en la provincia madrileña y, más
concretamente, en la zona del Bajo Tajuña. Según esta memoria en
ese año se detectaron varias zonas invadidas por el coquillo,
el mildiu
y el oídium
en los cultivos de vid. Además, los abundantes cultivos de frutales
de las vegas del Tajo y el Tajuña (unos 180.000 árboles censados)
también fueron afectados por plagas de pulgones; la patata fue
afectada por la arañuela,
la alfalfa por la cuca
y
la
gardama
y el trigo por el tizón.
La remolacha, un cultivo emergente desde comienzos de siglo en toda
la vega y fundamental en la economía de los agricultores de la
comarca, también resultó afectada por un insecto conocido
vulgarmente como pulguilla.
Para
hacer frente a estas plagas el Servicio Agronómico realizó varias
acciones en los cultivos de vid en Chinchón y Colmenar de Oreja.
Para eliminar estos insectos se utilizaron productos químicos como
el arseniato de plomo, el polvo nicotinado y, por supuesto, el
azufre. Otros cultivos sobre los que trabajaron los técnicos del
servicio Agronómico fueron los manzanos de Colmenar, Tielmes y
Morata, las hortalizas de Chinchón y los garbanzos de Colmenar de
Oreja.
Por
otra parte, los servicios agronómicos también tenían establecidos
varios depósitos en los que se facilitaban a los agricultores los
medios técnicos necesarios para combatir las plagas. En el partido
de Chinchón los pueblos que disponían de estos depósitos
antiplagas
eran el propio Chinchón además de Aranjuez, Arganda del Rey,
Carabaña, Colmenar de Oreja, Morata, Perales de Tajuña, Tielmes y
Villarejo de Salvanés. En estas instalaciones, además de
proporcionar los productos químicos, también facilitaban a los
agricultores pulverizadores de carretilla y de mochila, azufradoras
de mochila y de fuelle, aparatos de desinfección en seco de
semillas, lanzallamas, escarificadores, equipo de fumigación y otros
accesorios como guantes de malla metálica.
En
los últimos años, con la mejora de las investigaciones agronómicas
para enfrentarse a las plagas, parecería que este problema ha dejado
de preocupar a los agricultores, sin embargo, es evidente que no es
así. En el Bajo Tajuña tenemos experiencias que demuestran que el
peligro continúa latente: sucesivas plagas de mosca del olivo han
mermado en un porcentaje muy elevado las cosechas de aceitunas en
toda la comarca y, en los últimos años, la aparición de una
enfermedad asociada también a los olivos y a los cultivos leñosos,
la xilella
fastidiosa,
amenaza muy seriamente los cultivos del olivar en toda España.
Fuentes
y bibliografía:
- Contestación al interrogatorio sobre cultivo de cereales, olivo, vid y agrios e industrias derivadas. Ortiz Cañavate, Fernando. Madrid, 1881.
- Publicaciones y periódicos citados en el texto.
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