viernes, 22 de octubre de 2021

 

El III marqués de Leganés y el cambio de dinastía en España (II)

Acusado de conspirar contra Felipe V, fue detenido y encarcelado sin pruebas en 1705

Murió en una cárcel de París en 1711

Como vimos la pasada semana el 1 de noviembre fallecía Carlos II y 15 días después, el 16 de noviembre, Felipe de Anjou, nieto del Luis XIV, el rey de Francia, se convertía en el primer rey Borbón de España con el nombre de Felipe V. Diego Dávila Messía de Guzmán, el III marqués de Leganés y señor de Morata y Perales, que tanto había luchado por la causa del archiduque Carlos, aspirante austriaco a la corona española, lejos de desaparecer de la escena política continúo en primera línea. En su faceta militar, fue designado capitán general vicario general de las costas de Andalucía.



Este cargo de nueva creación por parte del Felipe V venía a reconocer la fragilidad de las defensas españolas en las costas andaluzas, especialmente cuando España se enfrentaba en su guerra de Sucesión a coalición internacional liderada por Holanda e Inglaterra, países que basaron su expansión en el poderío de sus fuerzas navales.

El 26 de abril de 1701, Leganés accedía a un cargo que le permitía ejercer el mando directo sobre la Cancillería de Granada y la Audiencia de Sevilla pero también sobre todos los corregidores andaluces y los gobernadores de los puertos marítimos. Entregar tanto poder a un militar y político que, hasta unos meses antes, había dedicado todos sus esfuerzos a impedir la ascensión al trono del monarca que le nombró para tan alto cargo significaba, primero, que Felipe V confiaba, y mucho, en la valía militar del marqués– tan decisiva en sus años como gobernador de Milán, los más importantes de su paso por la milicia- y, no menos importante, que el monarca Borbón confiaba en la lealtad del señor de Morata en el ejercicio de sus responsabilidades, algo de lo que ni los enemigos más acérrimos de Leganés jamás dudaron.

En agosto de 1701, solo tres meses después de acceder al cargo y a menos de un mes de que se declarara la guerra de Sucesión, Leganés hubo de hacer frente a la primera crisis: frente a las costas de Cádiz una flota anglo-holandesa amenazaba a la población que, por decisión del marqués de Leganés, fue surtida de leña, tocino y aceite ante el temor de un sitio que se prolongara en el tiempo.

El nombramiento de Leganés, con sus antecedentes de destacado austracista, para que fuera responsable del flanco más débil de las defensas españolas frente a ingleses y holandeses, no fue ajeno a la influencia ante el rey del cardenal Portocarrero, seguro de que Leganés tenía un compromiso con el honor que le impediría anteponer sus simpatías por el archiduque Carlos a su deber como militar.

Con todo, las intrigas palaciegas, que no dejaban de ver en Leganés un posible infiltrado de los ejércitos que amenazaban a la monarquía borbónica en España, consiguieron que Felipe V le relevara de su cargo y el 6 de marzo de 1702 fue sustituido como capitán general de Andalucía y vicario de sus costas por Francisco del Castillo Fajardo, marqués de Villadarias. Esta decisión, desde luego, no empaña su labor durante cerca de un año en defensa de las costas andaluzas, particularmente el tramo comprendido entre Gibraltar y Cádiz. Así lo atestigua un destacado ingeniero y militar francés, Bernard Renau d´Eliçagaray, encargado de supervisar las defensas costeras españolas durante la guerra de Sucesión:

(…) Durante nuestra estancia el año pasado en Cádiz, [1701] el señor marqués de Leganés, tenía excelentes ideas… para la defensa de España. Como sé que ha sido sospechoso e incluso relevado de su empleo por eso, estoy obligado a hacerle justicia habiéndolo visto de cerca más que nadie y deciros que todo lo que he visto en él ha sido de mucha fidelidad y rectitud… Como él va a Francia, si se le da lugar a justificarse, estoy persuadido que lo hará, y si yo estuviera me tomaría la libertad de hablar con el rey, porque creo que la verdad al respecto no sería inútil para el servicio del rey de España, siendo un hombre en edad de bien servir y de ofrecer al rey los conocimientos de este país, que no serán inútiles… Yo le he visto penetrado de dolor y desesperación por la desconfianza que se le ha demostrado (…)

Palacio del Buen retiro en el que ejerció como alcaide el III marqués de Leganés
 

Vuelta a la corte madrileña y al gobierno del Buen Retiro

Con una trayectoria política y militar tan destacada, pero también polémica en tanto que el marqués de Leganés seguía defendiendo abiertamente sus posicionamiento a favor de la Casa de Austria, sorprende que a su vuelta a Madrid, lejos de aislarse en su palacio de San Bernardo, o incluso en su residencia morateña, Diego Dávila Messía siguió moviéndose por los ambientes más influyentes del entorno palaciego. Es más, ante la sorpresa de sus rivales, Leganés mantuvo distintas e importantes responsabilidades cerca del monarca.

Un buen ejemplo de esta situación se produce en el año 1703. Desde el mes de marzo de ese año, el marqués de Leganés era parte integrante de la junta que supervisaba el abastecimiento de víveres y el contingente de tropas al servicio de Felipe V. En un periodo de guerra frente a potencias extranjeras, de nuevo el monarca le situaba en un cargo importante junto al marqués de San Vicente y Jean Orry, el todopoderoso ministro francés, encargado de asuntos tan importantes como la reforma de la administración que desembocaría en la centralización política y la derogación de los fueros y derechos históricos de regiones como Cataluña o Aragón.

La presencia de Leganés en dicha Junta no pasó desapercibida para la princesa de Ursinos, rival persistente e insistente frente al marqués de Leganés de quien no dudó en aconsejar su destitución también como general de artillería, además de reiterar que, como a toda la nobleza, se le exigiera el juramento de fidelidad a Felipe V. Nunca lo consiguió.

Los rivales del señor de Morata tampoco pudieron evitar que, en estos meses de su vuelta a la corte madrileña, Dávila Messía ejerciera su cargo de alcaide del Buen Retiro, empleo asociado desde hacía décadas a su familia paterna desde que Felipe IV, monarca que dio el impulso definitivo a este Real Sitio, se lo adjudicara al conde duque de Olivares, primo del I marqués de Leganés.

Como alcaide del Buen Retiro, un complejo real en el que desde su creación habían colgado pinturas pertenecientes al I marqués y que éste había disfrutado previamente en sus palacios de San Bernardo, en Madrid, o en el de Morata, Diego Dávila Messía tenía no sólo el privilegio de estar situado en el entorno más cercano del nuevo monarca, sino que era el encargado del día a día y de la seguridad de este espacio de ocio y reunión de la corte madrileña.

Como responsable del gobierno del Buen Retiro, el III marqués de Leganés también tomó algunas decisiones que aumentaron, aún más, la animadversión hacia su persona de los cortesanos que acompañaron a Felipe V desde Francia. A Diego Dávila Messía, como tantos otros nobles, nunca le perdonaron que se opusiera a admitir la presencia de mosqueteros en la corte madrileña para encargarse de la custodia y seguridad del monarca: consideraba que esta decisión real significaba un menosprecio al papel tradicional de la nobleza española junto al monarca.

La oposición que mostró el marqués de Leganés a que estas compañías de mosqueteros se alojasen en el Buen Retiro, con lo que obligaba a que se alojaran en pleno casco urbano de Madrid, no dejaba de ser una jugada estratégica del marqués para que la población mostrara su rechazo a estas fuerzas extranjeras presentes en el corazón de la capital del reino.

Este tipo de decisiones, junto con la labor de desprestigio que los cortesanos franceses no dejaron de practicar frente a la figura del marqués de Leganés, alcanzaron su punto álgido y definitivo cuando Diego Dávila Messía fue detenido acusado de organizar y encabezar una conspiración, otra más, que tenía como objetivo apoderarse del matrimonio real cuando estos acudieran al Buen Retiro.

La conspiración, cierta o imaginaria, estaría previsto que se desencadenara el día del Corpus, cuando el marqués de Leganés debería detener a los soberanos al tiempo que, en otros lugares y ciudades de España, como Cádiz, Granada, Sevilla, Badajoz o en el mismo Madrid, se producirían levantamientos populares y militares para derrocar a Felipe V y proclamar nuevo rey al archiduque Carlos.

Por decisión del embajador francés Amelot, recién llegado a la corte de Madrid, se procedió a la detención de Leganés el 11 de junio de 1705 en el Buen Retiro. Según la versión que circuló por la corte y que sirvió para destituir a Leganés y acabar, definitivamente, con su presencia en Madrid, en la conspiración también estaban implicados prisioneros de guerra de origen inglés, alemán y holandés socorridos y alentados por el propio Diego Dávila.

También se justificó la detención de Leganés y de otros nobles y personajes implicados en el complot en el hecho de que los conspiradores tenían órdenes de asesinar a cuantos se opusieran a una insurrección que también contemplaba el traslado de los monarcas a Lisboa y, en caso de negativa, su propio asesinato.

Como consecuencia de las intrigas y conspiraciones contrarias a Felipe V, la justicia real no vaciló en ejercer una dura represión contra los implicados, entre ellos miembros del clero, de la nobleza –sobre todo el conde de Cifuentes habitual como Leganés en su oposición a Felipe V- y de las clases populares, con el resultado de más de cien ajusticiados en la horca.

Traslado a Pamplona y expatriación a Francia del marqués de Leganés

Pese a su detención, nunca se presentaron pruebas sólidas que justificaran el arresto y prisión de Diego Dávila Messía. De hecho gran parte de la nobleza con tendencias austracistas, aunque se mostrara más tibia y acomodaticia que Leganés, denunciaron que la detención se basó en simples y vagas sospechas que no probaban ningún tipo de implicación en conspiración alguna.

Los partidarios de Felipe V tampoco es que aportaran ninguna prueba contra el marqués pero, en sus manifestaciones sobre su detención, mostraron su animadversión tradicional contra quien siempre mostró su oposición a los Borbones y nunca ocultó sus simpatías por archiduque Carlos. Entre estos enemigos declarados del marqués de Leganés destacaba la princesa de Ursinos. En una carta a su compatriota madmoiselle de Maintenon, clamaba contra quienes dudaban de la culpabilidad de Leganés:

(…) ¡Por amor de Dios! que no se mire a este hombre como inocente; yo lo tengo por muy criminal: si no se han encontrado pruebas de ello en sus papeles, es porque han sido inventariados por partidarios decididos de nuestros enemigos.

Hasta el propio rey Felipe V, a quien no le faltarían medios para encontrar esas supuestas pruebas caso de existir, dudaba de la responsabilidad del marqués en los hechos de los que se le acusaba. En una comunicación con su abuelo, Luis XIV, le planteaba los rumores que circulaban sobre la inocencia de Leganés. El monarca francés, se limitó a responderle:

(…) Desearía que pudieran cesar los discursos de los que V.M. se queja; pero es imposible arrebatar al público la libertad de hablar: se la ha atribuido [la culpabilidad] en todos los tiempos, en todos los países, y en Francia más que otros lugares. Hay que intentar no darle más que asuntos que aprobar y que alabar.

Luis XIX, en conversaciones privadas con su embajador Amelot, reconocía sin embargo la existencia de pruebas pero, según cita Marcelo Luzzi en su memoria de doctorado La Monarquía de Felipe V, la casa del rey, resultaba más provechoso para ambas monarquías mantener la prisión de Leganés ya que chocaría más el mal efecto que produciría al presente la liberación del marqués de Leganés que el que hubiera podido producir el de su prisión y aun no encontrándose nada contra él no debería tratarse de su libertad antes de la paz (…).

La detención de Leganés y las circunstancias en las que se produjo no dejó de tener su interés en todas las cortes europeas*: En la relación del traslado de Leganés a Pamplona, como primer destino en su condición de detenido y culpable de traición a Felipe V, se cuenta como, en primer lugar, fue trasladado a Alcalá de Henares y a continuación a Guadalajara. Simultáneamente, dos enviados de la justicia real requisaron toda la documentación que encontraron en su palacio de San Bernardo al tiempo que detenían y encarcelaban a toda su servidumbre.

Tras su estancia en Pamplona, donde compartió prisión con otros supuestos implicados en la conspiración, el marqués de Leganés fue trasladado a territorio francés. Se materializaba así su expatriación con una primera estancia en el château de Trompette, en Burdeos, desde donde sería trasladado, un año después, en agosto de 1706, a París, concretamente al castillo de Vicennes.

Mientras cumplía con la orden de prisión decretada por Felipe V, hubo un último intento de suavizar la situación personal, legal e incluso económica y familiar** que sufría el marqués de Leganés fuera de su país sin que ningún proceso legal ni por supuesto cualquier tipo de prueba lo justificara. El mariscal Tesse, embajador de Francia en la corte de Felipe V, intentó en 1710 mediar ante el monarca Borbón para obtener el perdón real del noble español. El diplomático francés planteó incluso el matrimonio de su propia hija, viuda del marqués de Maulevrier, con el marqués de Leganés que permanecía viudo y sin descendencia desde la muerte en 1673, a la edad de 31 años, de su primera mujer, Jerónima de Benavides, con la que había contraído matrimonio en el Palacio Real de Madrid el 22 de septiembre de 1668.

El III marqués de Leganés fallecería unos meses después, el 27 de enero de 1711 en el castillo de Vicennes a la edad de 63 años. Su cuerpo fue enterrado en el convento de los Mínimos de la plaza Royale de París.




*Las publicaciones editadas en Francia lógicamente apoyaban la culpabilidad de Leganés en la conspiración para derrocar a Felipe V. La Gazzette de París acusaba a Leganés de mantener correspondencia con el enemigo y de la confiscación de sus papeles, donde supuestamente se encontrarían las pruebas.

Por parte de las publicaciones austriacas, como la Gaceta de Viena o Wiennerigge Diarium, informaban sobre la intención de los amotinados de ponerse a las órdenes del archiduque y del temor borbónico a nuevos motines.

Tras el traslado a la ciudadela de Pamplona de Diego Dávila, las publicaciones europeas siguieron informando de la situación de Leganés, su posible traslado a Burdeos e incluso de su mala salud que algunos medios calificaban como grave.


**La prisión en París y en otras cárceles del III marqués de Leganés significó la aparición de deudas y de problemas económicos en un marquesado que, con su titular lejos de España, difícilmente podía resolver el gobierno de su patrimonio, encomendado a distintos administradores que, durante seis años, prácticamente no tenían a quien presentar cuentas. A esta situación de precariedad se unió la ausencia de un heredero directo, con lo que la Casa de Leganés, el señorío de Morata y Perales, llegó al año 1711 con la necesidad de encontrar quien asumiera el patrimonio y los mayorazgos que quedaron sin sucesión. Sobre estos asuntos trataremos la próxima semana.



Fuentes y bibliografía:

  • La derrota del partido austracista y los votos del Consejo de Estado de julio de 1700 ante la conflictiva sucesión de Carlos II. Rafael Cantero Bonilla. Director Antonio Álvarez-Ossorio Alvariño. Codirectora Marina Torres Arce. Curso 2016 / 2017.

  • Boletín de la Academia de la Historia. Tomo XCVIII. Cuaderno I. Enero-marzo de 1931. Documentos referentes a las postrimerías de la Casa de Austria en España.

  • Historia de las guerras civiles de España. Biblioteca de escritores aragoneses, Tomo IV. López de Mendoza y Pons, conde de Robres. Imprenta del Hospicio Provincial. Zaragoza, 1862.

  • Instauración dinástica y reformismo administrativo: la implantación del sistema ministerial. María Victoria López-Cordón. Universidad Complutense de Madrid. Departamento de Historia Moderna. Ciudad Universitaria. 28040 Madrid.

  • La guerra de sucesión de España, 1700-1714. Alvareda Salvado, Joaquím. Crítica. Madrid, 1968.

  • Historia general de España desde los tiempos más remotos hasta nuestros días. Modesto Lafuente. Tomo VI. Parte III. Dominación de la Casa Borbón. (Libros VI, VII y VIII. Editado por Javier Martínez. Madrid, 1857-58

  • Luis Manuel Fernández, Cardenal Portocarrero (1635-1709). Regente de España. Manuel Muñoz Rojo. Programa de Doctorado: Historia e Historia del Arte y Territorio. Director: Don José Manuel de Bernardo Ares. Codirector: Don Juan Antonio Sánchez Belén. Uned, 2017.

  • Las bases políticas de la guerra de Sucesión en Andalucía: el alcalde mayor Rodrigo Caballero Illanes (1701-1740). Julio Martínez López. Erebea, Revista de Humanidades y Ciencias Sociales, nº 9-2019.

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  • Entre la conveniencia y la convicción. La construcción de redes de oposición en la Guerra de Sucesión Española. González Mezquita, María Luz (2009). XII Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia, Facultad de Humanidades y Centro Regional Universitario Bariloche. Universidad Nacional del Comahue, San Carlos de Bariloche.

  • Bernard Renau d’Éliçagaray en España durante la Guerra de Sucesión. Manuel-Reyes García Hurtado. Vegueta. Anuario de la Facultad de Geografía e Historia. Universidade da Coruña, 2021.

  • Poder e influencia política de una reina de España durante la Guerra de Sucesión: María Luisa Gabriela de Saboya, primera esposa de Felipe V. Memoria para optar al grado de doctor presentada por José Antonio López Anguita. Directora-Carmen Sanz Ayán. Universidad Complutense de Madrid-Facultad de Geografía e Historia. Madrid, 2016.

  • España bajo el reinado de los Borbones. Guillermo Coxe. Tomo I. Establecimiento tipográfico de D. F. de P. Mellado, editor. Madrid, 1846.

  • El conde de Ursell la financiación de la reforma de la Guardia Real (Siglo XVIII)- Thomas Glesener. Chronica Nova, 40. 2014.

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  • La España de los Borbones, desde antes de la muerte de Carlos II hasta la abdicación de María Cristina en Valencia. González de Carvajal, José. Tomo Primero. Sociedad Poligráfica. Madrid, 1842.

  • La invención de las noticias. Las relaciones de sucesos entre la literatura y la información (siglos XVI-XVIII). Ciappelli, Giovanni y Nider, Valentina (eds). Università degli Studi di Trento-Dipartimento di Lettere e Filosofia.

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