El II marqués de Morata de La Vega murió exiliado en Paris
Tras su muerte, el señorío de Morata pasó a la Casa de Altamira
En febrero de 1711 moría en París Diego Mesía Felípez de Guzmán, III
marqués de Leganés y II de Morata. Nacido en 1648 en Badajoz, en sus sesenta y
tres años de vida desarrolló una intensa actividad en la monarquía española,
durante los años convulsos que se sucedieron en los reinados de Felipe IV,
Carlos II y Felipe V. Su toma de partido por la causa austracista durante la
guerra de Sucesión española le costó la cárcel y el exilio. Con su muerte sin
descendencia, la Casa de Leganés y todos sus bienes pasaron a la Casa de
Altamira que, como tal, paso a ostentar el señorío de Morata.
Diego Mesía Felípez de Gúzman, hijo único de Gaspar Mesía Felípez de
Gúzman y Francisca de Rojas y Córdoba, nació en Badajoz y como primogénito de
la casa tenía asignado el titulo de II marqués de Morata de la Vega. Como en el caso de su abuelo -el I
marqués de Leganés, con el que compartía el nombre- y de su padre, desde muy
joven utilizó las influencias familiares para ocupar distintos cargos en la
administración de la monarquía española, tanto en puestos administrativos como
militares. De hecho, a la temprana edad de 18 años sustituyó a su padre, tras
la muerte de este en febrero de 1666, en el cargo de virrey de Valencia,
el mismo que también había ocupado su abuelo, y que fue el trampolín utilizado
para desarrollar una larga y controvertida carrera política que, a la postre,
le valdría la cárcel y el exilio en Paris.
Tras su estancia en Valencia, que concluyó en marzo de 1668, el III
marqués de Leganés fue ampliando su influencia en la corte con una sucesión de
cargos que, curiosamente, no eran ajenos al entorno familiar. Como su abuelo, el
I marqués, fue virrey en Cataluña entre 1684 y 1688 -nombrado por Juan José de
Austria, el hijo bastardo de Felipe IV-, maestre de campo y capitán general de caballería. Durante
su permanencia en Cataluña hubo de hacer frente a una situación política muy
compleja, con las reivindicaciones catalanas en pleno auge -lo que provocó su
enfrentamiento con la Generalitad- y empeorada por las míseras condiciones de
vida de los soldados a su cargo. A finales del siglo XVIII, fue nombrado,
también como su abuelo, gobernador y capitán general de Milán, Lombardía y el
Piamonte, cargo en el que permaneció entre 1691 y 1698.
Esta intensa labor administrativa y militar, que incluía su pertenencia
al consejo de Estado durante varias etapas, fue una constante en su vida. Cercano
siempre al poder, su boda con Jerónima de Benavides, hija del conde de
Santisteban del Puerto, tuvo lugar en la galería de retratos de palacio, donde
su mujer era dama de honor de la reina regente Mariana de Austria. En esta
faceta de su vida privada, el III marqués de Leganés, no descuidó la gestión de
su patrimonio familiar, en el que se incluía el señorío de Morata y sus
importantes bienes en la villa, ni los numerosos procesos judiciales en los que
estaba implicada su familia desde mediados del siglo XVI para acceder a los derechos
del ducado de San Lúcar la Mayor, herencia del conde duque de Olivares, que
finalmente fueron asignados a la casa de Leganés. Este victoria judicial, que
ampliaba notablemente el patrimonio de la Casa de Leganés, tuvo un escaso
recorrido pues el marqués no tuvo herederos –su mujer murió en 1673 sin
descendencia- y esos bienes y honores nobiliarios pasarían a la Casa de
Altamira.
El conflicto dinástico y la
guerra de Sucesión
El III marqués de Leganés se implico profundamente en el gran problema
de la monarquía española a finales del siglo XVII y principios del XVIII: la
sucesión de Carlos II. La ausencia de herederos del monarca al que la historia
también conoció como El Hechizado,
fue origen de conflictos familiares, enfrentamientos diplomáticos y,
finalmente, una guerra que significó el cambio de la familia reinante en el
decadente reino de España. En medio de este panorama incierto, que dividió a
todos los estamentos de la sociedad española de la época, Diego Mesía Felípez
de Guzmán siempre tuvo claro cual era su bando. En el enfrentamiento entre los
partidarios de los Borbones y los partidarios de la casa real austriaca, el
marqués permaneció siempre del lado de estos últimos ya desde los años en que
la falta de heredero, aún en vida de Carlos II, anunciaba el enfrentamiento que
finalmente se produjo. Siempre intrigante, su palacio de Madrid fue lugar de
reunión del bando austracista, en el que también militaban miembros de la
nobleza como el duque de Medinaceli y los condes de Benavente y Monterrey,
frente a los partidarios de los Borbones encabezados, entre otros por el conde
de Oropesa. Ya en 1699, con el rey todavía vivo pero sin ningún criterio
mínimamente lógico –llegó a redactar tres testamentos contradictorios respecto
a los intereses de los Borbones y los austracistas- fue instigador y partícipe
de un motín que tuvo lugar en abril de 1699 en Madrid y que finalmente fue
sofocado. Pero este afán conspirador a favor de los intereses de la casa de
Austria no terminó aquí. A pesar
de que fue el encargado de entregar las llaves del Retiro a la llegada de
Felipe V a Madrid como nuevo rey, el marqués de Leganés continuó defendiendo su
postura contraria a los Borbones. Con la guerra de Sucesión ya iniciada –se
desarrolló entre 1701 y 1714- un nuevo complot, este de mayor envergadura que
el de 1699, tuvo como protagonista a Diego Mesía Felípez de Guzmán considerado
culpable de participar en los sucesos provocados durante las celebraciones de
la fiesta del Corpus en Granada. Este levantamiento, junto a su antecedente
anteriores como contrario a los borbones y otros cargos, como el que le acusaba
de pasar información a las tropas del archiduque Carlos, provocaron la
detención del marques del Leganés el 11 de junio de 1705.
Tras su detención, junto a otros nobles como el duque de Medinaceli,
el marqués fue confinado en la ciudadela de Pamplona y, más tarde, para evitar
que su influencia en territorio español favoreciera a los partidarios de la Casa
de Austria, fue finalmente recluido en París donde era fácilmente controlado
por la monarquía borbónica. El marqués fue así apartado de los avatares de la
guerra de Sucesión que, como sucedió en todo el territorio español, también
afecto a su señorío de Morata. La villa sufrió la presencia de tropas
favorables a los austrias, comandadas por el marques de las Minas, con el
resultado de saqueos y tropelías contra la población, mientras que en la
cercana villa de San Martín de la Vega permanecían las tropas leales a los
borbones. La Gaceta de Madrid relataba así esta presencia de las tropas
favorables al archiduque Carlos en Morata:
El día 14 [de agosto de 1706]
salió su majestad [Felipe V] de Torrejón y llegó a San Martín de la Vega,
quedando el enemigo en Morata, ribera de Tajuña. Con estas cuidadosas marchas
se va disminuyendo el ejercito de los aliados, pues en estos cinco días, entre
prisioneros, muertos y desertores faltan cerca de dos mil … (Gaceta de Madrid, 17 de agosto de 1706).
Documento que refleja la muerte del III marqués de Leganés en París
El marqués de Leganés no llegaría a ver el final de la guerra. En 1711
moría París sin que todos sus esfuerzos y conspiraciones sirvieran para que se
cumpliera su deseo de ver a la Casa de Austria al frente de la monarquía española.
Además, su larga prisión y exilio en Francia, lejos de su país y de sus
posesiones, y sin un heredero que cuidara de su patrimonio provocó que a su
muerte dejara un reguero de deudas en España. Un documento del Archivo Histórico
Nacional revela el estado lamentable de sus cuentas;
Don Martín Solano, contador de
la Casa y Estados del Excelentísimo Señor Marqués de Leganés, Duque de San
Lúcar la Mayor, mi señor, certifico que por los libros y papeles de dicha
contaduría que están a mi cargo consta estar debiendo a los acreedores
censualistas que se expresarán en esta certificación las cantidades (…).
A don Juan Ruiz de Castañeda,
visitador general del partido de Alcalá [en el que estaba incluida la villa de
Morata, y en la que era administrador de los bienes del marqués], se le están
debiendo siete mil y quinientos reales de partida conocida, aunque se cree es
menor cantidad, lo cual es dinero que prestó a S. E. cuando pasó a Francia. (…)
Más de diferentes salarios que
están debiendo en Morata mil y quinientos reales. (…).
(Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional. Baena, C. 222,
D.75-82)
En este documento, del que sólo se reseñan las deudas del marqués
relacionadas con Morata, se consignaban débitos superiores a los 620.000 reales
acumulados fundamentalmente por los gastos ocasionados por su prisión y exilio
en París. Sobre este castigo, algún partidario de marqués se quejaba del trato
recibido por Diego Mesía Felípez de Guzmán en la capital francesa, resaltando
su lealtad a los Augsburgo. Así era desde luego, y el marqués de Leganés y de
Morata siempre mostró su obligado agradecimiento a los últimos monarcas de la
Casa de Austria, Felipe IV y Carlos II, quienes después de todo engrandecieron
con prebendas, privilegios y regalías a la Casa de Leganés y de Morata de la
Vega, de ahí que justificara su apoyo a los austrias frente a los borbones con
unas palabras que, a buen seguro, confirmarían todos sus antepasados:
(…) es cosa fuerte sacar la
espada contra la casa de Austria a quien tanto beneficios debía la suya.
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