El
año 1875 trajo importantes cambios a la vida política y social en
España. La I República, después de una efímera y complicada
existencia, dio paso a la Restauración borbónica en la persona de
Alfonso XII. El cambio de régimen significó también modificaciones
importantes en la trayectoria profesional y personal de Ignacio Rojo
Arias: después de varios años, dejó el Parlamento y tras el cierre
de su periódico, La
Bandera Española,
se centró en su carrera profesional pero, eso sí, sin abandonar su
trabajo político.
Con
la Restauración Rojo Arias dejó, momentáneamente, la vida
parlamentaria, lo que no significaba, en absoluto, que abandonara la
vida política, tanto en su faceta de propietario y director del
periódico La
Bandera Española
como en su trabajo de dirigente del Partido Radical.
En
su labor de periodista, el cambio de régimen, el fin del periodo
republicano y la restauración de la monarquía borbónica, trajo
nuevos problemas al periódico de Rojo Arias. Su trayectoria
empresarial, lastrada por las dificultades económicas, y los
bandazos ideológicos de los partidos radical-progresistas afectaron
negativamente a La
Bandera Española.
El periódico era pasto de rumores sobre modificaciones en su
estructura empresarial y posibles cambios en la propiedad, que en
esos momentos era compartida al cincuenta por ciento entre Rojo Arias
y el empresario Luis Santana. Además, habría que añadir que en los
primeros meses de 1875 sufrió, al menos, dos cierres temporales
provocados por unas leyes más restrictivas en materia de libertad de
prensa.
En
un artículo publicado en febrero de 1875 y recogido por el periódico
El
Popular,
el diario de Rojo Arias reiteraba su compromiso con la constitución
de 1869 y su postura contraria al gobierno conservador de Cánovas
del Castillo. Y añadía:
La
Bandera Española no es órgano de ninguna persona ni de ninguna
fracción: desea y espera lograr la representación de su partido, no
por credenciales más o menos eficaces, sino por el acierto en la
defensa de sus ideas y aspiraciones (…). (El
Popular, 26
de febrero de 1875).
Los
rumores sobre la venta del diario propiedad de Rojo Arias no cesaron
en las primeras semanas de 1875, pero lo que de verdad se convirtió
en motivo de preocupación para su propietario fue la presentación
de una nueva acusación contra su persona por un presunto delito de
injurias. El político y periodista morateño, que ya había pasado
en dos ocasiones por el juzgado y también por unas horas de prisión
debido a su trabajo como informador, volvía a tener que enfrentarse
a una petición de condena, en esta ocasión a instancias del
diputado y escritor Gaspar Núñez de Arce, que pedía para Rojo
Arias una pena de cuatro años de destierro de Madrid y una multa de
1.200 pesetas. El motivo de la denuncia fue la información ofrecida
por Rojo Arias el año anterior, 1874, sobre una supuesta reunión
entre el dirigente radical Ruiz Zorrilla y el propio Núñez de Arce
en la localidad madrileña de El Escorial. Para empeorar las cosas,
la aceptación de la denuncia por el juzgado coincidió en el tiempo
con dos momentos personales muy delicados para Ignacio Rojo Arias.
El
primero ocurrió el 21 de junio de 1875 con la muerte, tras una larga
enfermedad, de uno de sus cinco hijos, Luis, a la temprana edad de
once años. Al mismo tiempo que Rojo Arias asistía a los últimos
días de vida de su hijo, la situación de su periódico no dejaba de
empeorar: Luis Santana, el copropietario, anunciaba a su socio que ya
no estaba dispuesto a seguir soportando el pago de los sueldos y que
ponía fin a la relación contractual que le ligaba a La
Bandera Española.
Según el periódico La
Correspondencia de España,
esta notificación la recibió Rojo Arias el 13 de junio, en los días
en que su hijo recibió la extremaunción. Naturalmente, la salida de
Santana de la propiedad colocó en una difícil situación económica
al periódico que, durante unos días, dejó de publicarse.
En
medio de esta precaria situación personal y profesional Rojo Arias
tuvo que asistir en el mes de agosto siguiente, el día 29, a la
vista del juicio por injurias en el que se le procesó a instancias
del consejero de Estado Gaspar Núñez de Arce. Como ya había
sucedido en los casos anteriores en que se vio en el banquillo, Rojo
Arias, todo un experto en temas relacionados con los delitos de
prensa y que tenía amplia experiencia en este tipo de delitos,
asumió su propia defensa ante el tribunal.
Lamentablemente
para el periodista morateño, la sentencia, dictada el 30 de
septiembre, le declaró culpable del delito de injurias y se le
condenó a una pena de dos años, cuatro meses y un día de destierro
de Madrid, a una multa de 230 pesetas y a publicar la decisión del
juzgado en el periódico La
Bandera Española
una vez que la sentencia fuera firme (Esta parte de la sentencia
nunca pudo cumplirse puesto que, en el mes de abril de 1876, La
Bandera Española
dejó definitivamente de publicarse).
Pese
a la apelación interpuesta por Rojo Arias, la Sala de lo criminal de
la Audiencia de Madrid confirmó el fallo, emitido en primera
instancia de dos años y cuatro meses de destierro, que fue de nuevo
recurrido por el periodista en un recurso de casación interpuesto
ante el Tribunal Supremo que, sin embargo, confirmó la sentencia de
destierro en el mes de junio de 1877.
Sobre
el proceso que le costó esta sentencia de destierro, que Rojo Arias
cumpliría en Albacete o Granada, según los rumores inmediatos a su
publicación, el periodista y abogado se pronunció públicamente aún
antes de que la sentencia fuera firme. En una carta enviada al
periódico La
Época,
Rojo Arias, tras justificar su desconocimiento de un suelto publicado
por el propio periódico de La
Época
por su notorio
alejamiento de la política activa
defiende su trayectoria como periodista y afirma:
(…)
Estando
con esa redacción conforme en que se contarán pocos en el
periodismo a quienes no se les haya corrido alguna vez la pluma mas
de lo conveniente, afirmo que (…) no puede considerarse mi juicio
extraviado por la pasión, que no creo que caí entonces en ningún
exceso como periodista; que escribí aquel artículo cumpliendo con
un deber como hombre de partido; que estoy satisfecho por haberlo
cumplido, y que eso seguiré pensando siempre, sean las que fueren
las consecuencias que tenga que sufrir por aquel acto mío
(…).
Una
vez que se publicó la sentencia, y aunque el denunciante, Núñez de
Arce, anunció públicamente su disposición a perdonar a Rojo Arias,
lo cierto es que existe un vació en la biografía del político
morateño de aproximadamente dos años, entre octubre de 1877 y más
o menos el mismo mes de 1879, en el que prácticamente no existe
ninguna referencia a sus actividades políticas o profesionales.
Cánovas del Castillo y Sagasta, los políticos que protagonizaron la Restauración
Vuelta
a la actividad política
Lamentablemente,
una de estas escasas noticias sobre Rojo Arias afectó trágicamente,
de nuevo a su familia. El día de 6 de noviembre de 1877, cuando sólo
habían pasado algo más de dos años de la muerte de su hijo Luis,
Ignacio Rojo sufrió la pérdida de otro hijo, en esta ocasión
Ignacio, que falleció a los 18 años de edad.
Ya
en el año 1879 Rojo Arias vuelve de nuevo a desarrollar cierta
actividad política. Desde su posición como destacado miembro del
Partido Progresista-Democrático presidido por Cristino Martos,
asiste y participa en las reuniones donde se decide si este partido
participará en las elecciones al Congreso convocadas en el año
1879. En una de estas reuniones de los miembros más destacados del
partido, celebrada el 27 de marzo, Rojo Arias interviene para apoyar
la participación del partido en las elecciones evitando el
retraimiento
[boicot a las elecciones] que él mismo había defendido en ocasiones
anteriores. Finalmente, se impuso la opción a favor de participar en
las elecciones por 115 votos a favor frente a 75 en contra.
Aparte
de abogar por la participación de su partido en las elecciones,
evitando el boicot a las mismas que predicaban algunos compañeros,
Rojo Arias intentó recuperar su condición de diputado a Cortes que
había perdido desde el inicio del periodo de la Restauración y el
final de la experiencia de la I República. En esta ocasión, Rojo
acudió como candidato a un distrito que conocía bien, el distrito
de Chinchón, el mismo que el político morateño había considerado
que era su territorio
natural*
por cuestión de nacimiento. Sin embargo, Rojo Arias, aunque obtuvo
unos buenos resultados para lo que era habitual en el distrito,
tradicionalmente un feudo electoral de los candidatos conservadores,
no puedo obtener el acta de diputado con sus 406 votos, insuficientes
para derrotar a Juez Sarmiento, ganador con una mayoría de 756
votos. (Aunque pueda sorprender los pocos votos que sirvieron al
candidato conservador para vencer en estas elecciones de 1879 en el
distrito de Chinchón, hay que tener en cuenta que la Constitución
de 1876, que sustituyó a la legislación republicana, y la ley
electoral de 1878, significaron un evidente retroceso en derechos y
libertades ya que, entre otras modificaciones, se volvió al sistema
censitario, en el que sólo tenían derecho a voto quienes alcanzaban
un cierto nivel económico según el pago de las contribuciones, en
detrimento del sufragio universal, lo que reducía sensiblemente el
cuerpo electoral de todos los pueblos que integraban el distrito y
mermaba las posibilidades de las fuerzas progresistas).
Tras
fracasar en su intento de obtener el acta de diputado Rojo Arias iba
a adoptar una difícil decisión. En los primeros meses de 1880 el
viejo Partido Radical –denominado desde 1873 Partido
Republicano Democrático- sufriría
un golpe definitivo cuando su líder, Ruiz Zorrilla, decidió crear
una nueva formación política, el Partido Republicano Progresista y
el político morateño decidió no seguir a su antiguo líder. Esta
decisión la justificaba Rojo Arias en una carta publicada en el
periódico El
Globo,
un diario que desde su creación en 1875 siempre había acogido en
sus páginas las comunicaciones del político, ahora carente de una
plataforma pública en la que expresar sus ideas desde que se produjo
el cierre de La
Bandera Española.
En la carta, Rojo recordaba el compromiso del Partido Radical, con
sus distintos nombres, con los principios de la Revolución de 1868 y
añadía:
(…)
El antiguo
Partido Radical deja de ser y de existir por la iniciativa de su
junta directiva y por la voluntad y expresa declaración de muchos de
sus hombres, para formar con otros hombres no menos importantes que
hasta el día han figurado en otras fracciones políticas, el nuevo
partido, que hoy da al viento su nombre y su bandera.
Respeto
los móviles de semejante decisión, y no desconozco que puede ser
fructuosa en bienes para la patria, para la libertad y para la
democracia.
El
manifiesto que hoy ve la luz viene a deslindar los campos dentro de
la democracia española; y aunque no produjera mas beneficio, título
legítimo era ya este para que la opinión y los partidos políticos
todos le recibieran con aplauso.
Pese
al reconocimiento de la decisión de dar fin a la trayectoria de
Partido Radical, Rojo Arias expresa su intención de mantenerse fiel
a las ideas de su antiguo partido y de trabajar en el futuro por las
mismas ideas que representaba desde su creación:
(…)
quedándome donde estaba respecto a ideas y principios políticos,
iré a confundirme con aquellos demócratas, iré a formar en aquel
partido que ostente y que mantenga la Constitución de 1869. No como
bandera transitoria,
sino como bandera
definitiva;
y a
cuya inmediata organización debe procederse sin tardanza,
proclamando ante el país esa unión que, descansando no en cábalas
ni en artificios, sino en la conformidad absoluta de ideas y de
procedimientos existe de hecho tiempo ha, y cuya oportunidad ha
venido a determinar por completo, ha concluido de determinarla y de
imponerla, el manifiesto del nuevo partido democrático-progresista.
Ignacio Rojo Arias,
Madrid 6 de Abril de
1880.
(El
Globo,
9 de abril de 1880)
En
los meses siguientes, el político morateño forzosamente vio
disminuir su actividad política pero no su trabajo profesional como
abogado penalista** y especializado también en asuntos relacionados
con la libertad de prensa. Podía parecer que su dedicación al
parlamentarismo había llegado a su fin pero no fue así: la
Constitución de 1876 que había acabado con muchas de las conquistas
políticas por las que luchó Rojo Arias también, paradójicamente,
permitió su vuelta al Senado al contemplar el nombramiento de
senadores vitalicios, una figura que permitió al político morateño
regresar a su trabajo como parlamentario en la Cámara alta.
*
En próximas entregas trataremos en profundidad la relación de Rojo
Arias en materia política con el distrito de Chinchón y su
participación como candidato del mismo en distintas elecciones. En
cualquier caso, en estas elecciones de 1879 Rojo Arias obtuvo 54
votos en Morata, Felipe Juez logró 53 votos y Emilio Castelar un
único voto. El censo de Morata en estas elecciones los formaban 138
personas con derecho a voto. (Datos tomados del acta de las
elecciones, firmada el 20 de abril de 1879 por el presidente de la
sección de Morata, Paulino Sánchez, y los interventores Dionisio
Díaz, Tiburcio Ramírez, Leandro Sánchez Medel y Alejandro
Serrano).
**
El trabajo como abogado de Ignacio Rojo Arias le ocupó prácticamente
toda su vida, compatibilizándola con su actividad política durante
muchos años. Como veremos en próximas semanas, Rojo Arias alcanzó
especial notoriedad como abogado defensor en un célebre caso que
acaparó la atención de la opinión pública durante meses: el
crimen de la calle de Fuencarral.
Fuentes
y bibliografía:
- Archivo del Senado. Leg. 389. Nº 4 (2).
- Archivo del Senado. Leg. 389. Nº 4 (3).
- Oratoria y periodismo en la España del siglo XIX. Seoane, María Cruz. Editorial Castalia. Madrid, 1977.
- Periódicos y publicaciones citados en el texto.
- Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes. Dieron comienzo el día 11 de febrero de 1869 y terminaron el 2 de enero de 1871. Tomo XV. Índice y resumen. Imprenta de J. A. García, Corredera Baja de S. Pablo, 27. Madrid, 1871.
- Sumario 306/1870 sobre el atentado contra el general Prim.
- España trágica. (Episodios Nacionales, quinta serie, número 42) Pérez Galdós, Benito. Alianza editorial. Madrid, 2009.
- Las primeras cámaras de la regencia. Datos electorales, estadísticos y biográficos. Sánchez Ortiz Modesto y Berastegui, Fermín. Imprenta de Enrique Rubiños. Madrid, 1886.
- El periódico liberal La Bandera Española, un concepto nuevo de nacionalismo español. Orella Martínez, José Luis. Aportes: Revista de Historia Contemporánea. Año nº 19.Nº 54. 2004.
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