La
desunión entre las fuerzas políticas que habían propiciado la
llegada al trono de España de Amadeo I, junto a la situación social
y política provocada por la guerra de Cuba y la tercera guerra
carlista, llevaron al país a una crisis que desembocó en la
renuncia del monarca. Con la abdicación, las diferencias entre los
partidos que sostenían al Gobierno estallaron entre los partidarios
de la República y los favorables a la Monarquía. Desde el Partido
Radical, en el que se integraba Rojo Arias, apostaban por la
realización de un referéndum para consultar al país la forma de
Gobierno. Finalmente se impuso la fórmula de constituir una Asamblea
Nacional, integrada por los miembros del Congreso y del Senado, que
el 11 de febrero de 1873 proclamó la República por una amplia
mayoría de 258 votos contra 32. Tras el final del periodo
republicano, Rojo Arias dejaría por unos años el Parlamento durante
los primeros años de la Restauración.
Como
miembro del Senado, Rojo Arias fue miembro de la Asamblea Nacional
que votó por la I República. Miembro del Partido Radical de Ruiz
Zorrilla, presidente del Consejo de Ministros en el momento de la
renuncia de Amadeo I, el senador por la provincia de Valladolid
–había accedido al cargo tras ser elegido en las elecciones
censitarias de septiembre de 1872- participó activamente en el
trabajo parlamentario que siguió a la proclamación de la República.
Ignacio
Rojo fue nombrado miembro del grupo de senadores que acompañó a
Amadeo I en su salida de España y también participó en la comisión
encargada de redactar el mensaje de despedida al rey. Días después,
en el mismo mes de febrero de 1872, intervino en los debates sobre la
amnistía y sobre la abolición de la esclavitud en las colonias.
La
amnistía, una vez aprobada la ley correspondiente, se aplicó a los
implicados en las insurrecciones republicanas previas a la abdicación
del rey y también a los condenados por lo que, en esos años, se
conocía como delitos
de imprenta
y que afectaban, como es lógico, a multitud de periodistas
implicados en la lucha ideológica que se planteó desde el primer
momento del triunfo de La
Gloriosa.
La
abolición de la esclavitud, por su parte, planteaba un debate moral
que contaba con el favor de la práctica totalidad de los partidos.
Pero había un problema que dificultaba la aprobación de una ley que
contaba con un amplio consenso: en el caso de Cuba, en opinión de
varios diputados, no podía liberarse a los esclavos en un periodo de
guerra como el que se vivía en la isla caribeña. Rojo Arias,
miembro de la comisión, así lo expresó en la sesión del 21 de
febrero, cuando recordó que la abolición se limitaba a Puerto Rico
y añadió frente a los diputados contrarios a la medida:
¿Qué
argumentos se han empleado en contra de la abolición inmediata de la
esclavitud en Puerto Rico? (…) Pues ya lo habéis oído, se han
invocado razones de intereses materiales, se han invocado los
perjuicios que se pueden seguir al comercio de Castilla (…), se han
invocado, por último razones de conveniencia. De interés material,
que está por bajo de las razones morales, y que nos tienen ante
nuestros propios ojos, como ante los ojos de Europa, deprimidos por
conservar ese borrón en el año 1873. (…). [Finalmente,
la
esclavitud se abolió en Puerto Rico el 22 de marzo de 1873. En la
isla de Cuba, debido a la guerra, se abolió el 7 de octubre de
1886].
Sesión de proclamación de la I República en el Congreso de los Diputados
Asuntos
como la abolición de la pena de muerte, aprobada bajo el mandato de
Nicolás Salmerón, aunque Castelar la recuperó posteriormente,
también fueron parte del trabajo parlamentario de Rojo Arias
mientras permaneció en el Senado y hasta que se celebraron las
elecciones constituyentes, convocadas para el mes de mayo de 1873. En
estas elecciones, convocadas ya por la República, el político
morateño no obtuvo acta de diputado y, por primera vez desde que se
iniciara el movimiento revolucionario en 1868, quedaba fuera del
Parlamento.
Rojo
Arias retoma su trabajo como periodista: La Bandera
Española
Desde
La
Gloriosa
habían pasado casi cinco años y Rojo Arias, en ese tiempo, había
vivido intensamente la vida política, siempre defendiendo las ideas
liberales, progresistas y de izquierda moderada. Como político había
ocupado escaños de diputado por Ciudad Real y Celanova y de senador
por Valladolid, además de otros cargos como gobernador civil de las
provincias de Cádiz y Madrid.
Tras
las elecciones constituyentes de mayo, por primera vez, Ignacio Rojo
no tenía representación parlamentaria ni ocupaba un cargo en la
administración. Pero esto no significaba que abandonara la política,
una actividad que con mayor o menor dedicación, siempre ocupó una
parte muy importante, sino la que más, de su biografía. Destacado
militante del Partido Radical, Rojo Arias dedicaría los meses y años
siguientes a sus otras dos pasiones: el periodismo y la abogacía.
Su
vuelta a periodismo se materializó el 15 de septiembre de 1873
cuando se publicó el primer número de un nuevo periódico, La
Bandera Española.
Rojo Arias, desde la década de los sesenta, había desarrollado su
carrera periodística, sobre todo en La
Iberia,
periódico liberal progresista que no había sido muy benevolente con
su antiguo redactor con motivo de su labor como diputado y gobernador
de Madrid en el periodo la monarquía de Amadeo I. Ahora, Rojo Arias
disponía de su propio periódico, puesto que él mismo aparecía
como propietario y, además, también ejercía como director.
En
un periodo en el que la prensa estaba ampliamente mediatizada por los
múltiples partidos políticos, aunque también empezaba a surgir y
obtener el favor de los lectores un tipo de periódico profesional
que representaban cabeceras como El
Imparcial o
La Correspondencia de España,
La
Bandera Española
optó por el primer modelo y se convirtió en órgano oficial del
Partido Radical presidido por un político, Cristino Martos, que
había ocupado distintos cargos como presidente de la Diputación de
Madrid, ministro de Estado, presidente del Congreso de los Diputados
y ministro de Gracia y Justicia durante la I República entre enero y
mayo de 1874.
El
nuevo periódico, que nunca pasaría de una pequeña tirada, salía
cada día a la calle con cuatro páginas en las que se distribuían
las notas oficiales de La
Gaceta,
los artículos de opinión y comentarios políticos, las noticias y
sueltos de actualidad, el inevitable y popular folletín por
capítulos y la escasa publicidad que ayudaba a sufragar los gastos.
Este formato, de cuatro páginas, era el más habitual en esos años
y pocos periódicos superaban por entonces esa extensión con la
excepción de La
Correspondencia de España,
diario que ya entonces alcanzó una muy estimable tirada que le
colocaba como el más vendido, y rentable, de todos los periódicos
editados en España en los años de la República y también en los
primeros años de la Restauración.
Pese
a su modestia, La
Bandera Española
no dejó de ejercer un periodismo militante y combatiente –lo que
le costaría no pocos problemas legales a su propietario y director,
como veremos- en defensa de su ideario favorable al liberalismo y
contrario al republicanismo federal, el cantonalismo y, por supuesto,
a las ideas conservadoras y a las más extremistas que representaban
los carlistas. Desde un liberalismo progresista, el periódico de
Rojo Arias se manifiesta heredero de la Constitución de Cádiz y de
La
Gloriosa,
defensor de la unidad nacional frente al federalismo republicano y
decididamente opuesto a la monarquía borbónica. Aunque el concepto
de centro político era extraño a esa época, el periódico de Rojo
y sus ideas, radicales, no hubieran desentonado con esa etiqueta en
el espectro político de esos años, lo que no impedía que,
formalmente, sus páginas estuvieran impregnadas de un periodismo
apasionado y muy ideologizado, algo por otra parte muy común en casi
todos diarios en esos años de fuertes contrastes políticos.
Desde
estos presupuestos ideológicos que impregnaban su línea editorial,
La
Bandera Española
también fue el medio de difusión del Partido Republicano
Democrático, una formación que unía a radicales y republicanos
moderados en el complejo panorama de partidos de la I República
española. Rojo Arias, era uno de los políticos firmantes del
manifiesto fundacional del partido del 13 de noviembre de 1873:
(…)
Salvemos entre todos la patria, que a todos interesa; salvemos con la
República la obra de Septiembre, que es interés supremo para
cuantos no han perdido la fe en la idea democrática; y unos y otros,
y todos juntos, calmando nuestras discordias, apaciguando nuestros
odios, aprovechando la
tristísima experiencia
de lo pasado, recomendemos a la nación española la paz y el trabajo
(…).
(…Asegurar
la .existencia hoy amenazada de nuestra España, y en ella el orden
social y el derecho democrático, son nuestras más ardientes
aspiraciones, y no hay sacrificio que nuestro partido no esté
dispuesto a consumar en aras de la patria (…).
Como
órgano político de los radicales, La
Bandera Española no fue
ajena ni dejó de participar en las habituales polémicas ideológicas
que enfrentaban a los distintos diarios en la época de la I
República. Como órganos de expresión de corrientes políticas, la
mayoría de los periódicos protagonizaron auténticas batallas
verbales y enfrentamientos entre sí. Por no faltar, en este ambiente
de guerra ideológica entre periódicos y periodistas, no faltaron ni
los duelos a pistola. Aunque los duelos fueron abolidos en la
legislación española desde 1870, Domingo Blanco, Felipe Ducazcal,
Antonio Santonja, Leopoldo Romeo o Andrés Romeo fueron sólo algunos
de las decenas de periodistas que fehacientemente consta que
participaron en estos duelos entre compañeros de profesión.
Rojo
Arias nunca fue protagonista de uno de estos duelos entre colegas
pero el periodismo que practicaba La
Bandera Española, nada
conformista, era propenso a favorecer las polémicas entre colegas.
De todas las que protagonizó el periódico de Rojo Arias en esos
años, que fueron muchas, sin duda fueron los enfrentamientos
dialécticos con La Iberia,
los que más se prodigaron en esos meses de la I República y previos
a la restauración borbónica. Aunque ideológicamente La
Iberia y
La Bandera Española no
estaban muy alejados, la tendencia radical del periódico de Rojo
Arias –y de Cristino Martos y su Partido Republicano Democrático
como político más cercano- chocaba con el liberalismo más
conservador
representado por La Iberia
y por el propio Sagasta y el Partido Constitucionalista.
Un
buen ejemplo de estas polémicas entre el periódico de Sagasta y el
de Rojo Arias es la que mantuvieron ambos periódicos en agosto de
1874. En ese mes, La Iberia,
publicaba el siguiente texto acusando de calumnias a La
Bandera Española:
El
órgano del señor Rojo Arias, siguiendo su habitual costumbre de
atacar calumniosa y traidoramente al señor Sagasta, al partido
constitucional y a nosotros, publicó ayer un líbelo infamatorio con
el único y exclusivo objeto de producir escándalo. Y aunque sus
tiros se vuelven contra quien los asesta, porque en el escrito
aludido se retrata fiel y cumplidamente el patrono de aquella
publicación, no podemos prescindir de exclamar con Iriarte: "Que
el grado de la ofensa tanto asciende, cuanto es más vil aquel que
ofende”. (La
Iberia, 1 de Agosto de
1874).
Como
consecuencia de estos enfrentamientos entre los antiguos aliados no
faltaron las multas administrativas amparadas en las leyes de
imprenta vigentes. También en agosto de 1874, La
Bandera Española fue
multada con 1.000 pesetas, cantidad nada despreciable por entonces,
por publicar un artículo titulado El
periódico libelo. Rojo
Arias, en su defensa, reconoció que el texto iba dirigido contra La
Iberia y el propio Práxedes
Mateo Sagasta, pero no
contra el orden público, ni contra nada que afecte a la guerra, al
crédito o a los intereses de la nación; por tanto no se halla
comprendido en aquellos asuntos vedados a la prensa por la circular
del mismo Sr. Sagasta y por el decreto que posteriormente se ha dado
sobre la materia. (El día
30 de agosto de 1874, El
Imparcial, informaba de que
Rojo Arias había pagado los
12.000 reales de multas acumuladas por La Bandera Española
y anunciaba que el lunes
seguirá publicándose nuestro colega).
Rojo
Arias, a prisión
Los
enfrentamientos dialecticos entre periódicos enfrentados por motivos
ideológicos o las multas administrativas eran, como hemos visto,
materia común en estos meses y a nadie sorprendían. Mucho menos, a
Ignacio Rojo Arias. El político, periodista y abogado morateño,
que ya había sufrido un serio encuentro con la ley años antes por
su enfrentamiento con el gobernador civil de Ciudad Real y por un
artículo publicado en ¡La
Iberia!, lo que le valió
en 1862 una condena por injurias y calumnias y 27 meses de cárcel,
que no cumplió gracias a que su recurso fue aceptado y declarado
inocente (ver I entrega de
la biografía de Rojo Arias),
afrontó, en noviembre de 1874, otro problema legal que le costaría,
ahora sí, ingresar en prisión.
Curiosamente,
la orden de entrada en prisiones militares de Ignacio Rojo Arias no
fue provocada por un artículo escrito por él mismo. En esta ocasión
Rojo Arias se limitó a reproducir en su periódico un suelto, sobre
las milicias provinciales, publicado inicialmente en La
Prensa, un periódico
ministerial [favorable al Gobierno] que, paradójicamente, era de
ideología liberal y partidario de Sagasta, con el que tanto se había
enfrentado La Bandera
Española.
Como
consecuencia de una denuncia de origen militar, tanto Ignacio Rojo
como Joaquín Bañón, director de La
Prensa, fueron detenidos en
las sedes de sus periódicos, en la mañana del 16 de noviembre, y
recluidos en las prisiones militares de San Francisco.
La
detención de los dos periodistas por parte de la jurisdicción
militar provocó, inmediatamente, la reacción del Gobierno presidido
por Sagasta. El mismo día de la detención, Sagasta se reunió con
el gobernador civil de Madrid y el capitán general del distrito para
analizar una situación embarazosa para un gobierno del que formaban
parte numerosos hombres de prensa, entre ellos el propio presidente.
Según
avanzaban las horas los movimientos para que se pusiera en libertad a
los periodistas detenidos se multiplicaron. Ahora, no sólo se pedía
la liberación de Rojo Arias y Joaquín Bañón sino que también se
exigía la salida de prisión de otro periodista, Bartolomé
Santamaría, director de La
Igualdad. En todos los
casos, la protesta generalizada de la práctica totalidad de los
periódicos contra la detención de los periodistas, se basaba en la
aplicación de la jurisdicción militar a los delitos relacionados
con la prensa y la apertura de consejos de guerra a los acusados en
prisión.
Mientras
se mantuvo du estancia en prisión Rojo Arias dirigió una emotiva
carta a sus compañeros de redacción:
Queridos
amigos míos: Debo tanta gratitud a
nuestros compañeros en
la prensa, a mi partido, entusiasta siempre por las ideas y siempre
generoso en premiar los servicios, siquiera sean pequeños, como los
míos, que le prestan sus hombres; a mis amigos particulares; al
infinito número de personas, sin distinción de matices políticos,
que ayer visitaron durante todas las horas reglamentarías el
pabellón que en esta casa ocupé, a Vds., en fin que en mí
forzada ausencia saben llenar con tal comedimiento, con tanta
dignidad y tanto tino esa difícil tarea que conmigo comparten desde
que fundé LA BANDERA ESPAÑOLA, que no quiero retrasar ni un
instante el enviar á todos este público testimonio de mi sincera y
eterna gratitud.
No
puedo formarme juicio exacto juicio del sesgo que, por la
intervención del gobierno, se dará en definitiva al proceso militar
a que estoy sometido, y por el cual fui desde el primer instante
constituido en prisión; pero sea el que fuere, lo espero tranquilo
en mi conciencia, y me mantendré en mi puesto sin soberbia, pero con
dignidad.
Reciban
Vds. otra vez las seguridades de mi entrañable amistad.- I. Rojo
Arias.
Habían
pasado pocas horas desde que Rojo escribiera esta carta cuando el
Gobierno propuso al presidente Serrano la promulgación del siguiente
decreto:
En
atención a las consideraciones expuestas por el Presidente del
Consejo de Ministros, y de acuerdo con este, vengo en decretar lo
siguiente:
Artículo
1º Se otorga amplia y general amnistía por todos los delitos y
faltas cometidos desde el 3 de enero último hasta la fecha por los
periódicos que se publican en la actualidad.
(…) (Gaceta de Madrid,
19 de noviembre de 1874).
En
aplicación de la amnistía, los tres periodistas fueron puestos en
libertad. Rojo Arias, aunque en prisión por unas horas, había
eludido otra vez una condena severa por sus trabajos periodísticos.
Unos
meses después de producirse este incidente que llevó a Rojo Arias a
la cárcel por unas horas la vida política española daría un nuevo
giro radical. El 29 de diciembre de 1874, tras el levantamiento del
general Martínez Campos en Sagunto, la primera experiencia
republicana en España llegó a su fin. En los 23 meses en que estuvo
vigente la I República pasaron por la presidencia 8 gobiernos, cinco
correspondientes a la República federal y tres a la conocida como
República unitaria, algunos tan efímeros como el primero, presidido
por Estanislao Figueras, autor de una lapidaria frase, dirigida a sus
compañeros del Consejo de Ministros: Señores,
ya no aguanto más. Voy a serles franco: estoy hasta los cojones de
todos nosotros.
La
I República hubo de afrontar golpes de Estado, insurrecciones
carlistas –la tercera guerra carlista ocupó todo el periodo
republicano- y la revuelta cantonal. Finalmente, el 29 de diciembre
de 1874 se produjo el pronunciamiento en Sagunto del general Martínez
Campos, al que se sumaron otros militares y el capitán general de
Madrid, Fernando Primo de Rivera, que al día siguiente, 30 de
diciembre, aceptó el pronunciamiento y en definitiva, la
restauración borbónica.
Pese
al cambio de régimen, el periódico de Rojo Arias, La
Bandera Española, siguió
su andadura durante los primeros meses de la Restauración, pero
siempre limitado en su trayectoria por su precaria situación
económica. Su propietario, como no podía ser menos, continuó con
su carrera política y profesional pero, al menos durante los
primeros años del reinado de Alfonso XII, fuera del Parlamento y,
desde 1880, desligado del antiguo Partido Radical, transformado por
Ruiz Zorrilla en una nueva formación, el Partido Republicano
Progresista.
Fuentes
y bibliografía:
- Archivo del Senado. Leg. 389. Nº 4 (2).
- Archivo del Senado. Leg. 389. Nº 4 (3).
- Oratoria y periodismo en la España del siglo XIX. Seoane, María Cruz. Editorial Castalia. Madrid, 1977.
- Periódicos y publicaciones citados en el texto.
- Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes. Dieron comienzo el día 11 de febrero de 1869 y terminaron el 2 de enero de 1871. Tomo XV. Índice y resumen. Imprenta de J. A. García, Corredera Baja de S. Pablo, 27. Madrid, 1871.
- Sumario 306/1870 sobre el atentado contra el general Prim.
- España trágica. (Episodios Nacionales, quinta serie, número 42) Pérez Galdós, Benito. Alianza editorial. Madrid, 2009.
- Las primeras cámaras de la regencia. Datos electorales, estadísticos y biográficos. Sánchez Ortiz Modesto y Berastegui, Fermín. Imprenta de Enrique Rubiños. Madrid, 1886.
- El periódico liberal La Bandera Española, un concepto nuevo de nacionalismo español. Orella Martínez, José Luis. Aportes: Revista de Historia Contemporánea. Año nº 19.Nº 54. 2004.
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