miércoles, 27 de marzo de 2019

El gabinete de desnudos del palacio de Morata

La existencia de los llamados gabinetes de desnudos en las mansiones y residencias de los miembros de la nobleza y la alta burguesía es habitual desde, al menos, la segunda mitad del siglo XVI. Antonio Pérez, el polémico secretario de Felipe II ya tenía una sala de desnudos en su residencia de la calle de Atocha en Madrid. El almirante de Castilla atesoraba en su casa del prado de San Jerónimo varias obras de Rubens y otros artistas de la época. Felipe IV, ya en el siglo XVII, y Godoy, en el siglo XVIII también fueron coleccionistas de este tipo de obras. El I marqués de Leganés, Diego Mesía Felípez de Guzmán, fue propietario de una colección de cuadros de desnudos que, durante cerca de doscientos años, se conservó en la llamada pieza de las pinturas desnudas, de su palacio morateño.



Salas reservadas o gabinetes de desnudos fueron algunas de los denominaciones que aparecen en los inventarios de pinturas para describir las estancias donde colgaban las obras de contenido erótico que aparecen en las colecciones de la nobleza española desde el siglo XVI hasta bien avanzado el siglo XIX. Que los propios monarcas españoles fueran reconocidos propietarios de este tipo de pinturas animó a los miembros de la corte a imitar las costumbres de reyes como Felipe IV, Carlos II o Carlos III.
David García Cueto -La pintura erótica en las colecciones aristocráticas madrileñas de la segunda mitad del siglo XVII- ha estudiado el coleccionismo de pintura erótica entre los miembros de la nobleza española en el siglo XVII. Según este especialista en arte:
Pese a las restricciones del ambiente español hacia la crea­ción y posesión de obras de arte de contenido erótico du­rante los siglos XVI y XVII resulta un hecho constatado que ciertos sectores de la alta aristocracia madrileña, emuladora de los usos y costumbres de la propia corona, reunieron y disfruta­ron en aquellas centurias de pinacotecas con amplia presencia de desnudos, casi siempre justificados por iconografías mitoló­gicas o bíblicas y raras veces como tema en sí mismo. Aquella circunstancia no se debió probablemente solo a una cuestión de gusto de los poseedores de tales colecciones, sino también a un deseo de mostrar los privilegios que la cercanía de la corona les reportaba, entre los que se encontraba el poder transgredir o desafiar ciertas convenciones sociales, como suponía la posesión de pinturas de desnudo.
Alejandra Val Cubero también ha analizado esta cuestión de los gabinetes privados en su memoria de doctorado sobre La percepción social del desnudo femenino en el arte y destaca como, a partir de la afición de los miembros de la nobleza por el coleccionismo de arte, también proliferaron los gabinetes privados a pesar del control social ejercido por la Iglesia católica sobre estas expresiones artísticas:
El Concilio de Trento sancionó el derecho de los Estados católicos a controlar la moral del individuo, sometiéndolo al principio de autoridad. La iglesia prohibió la exhibición de desnudos en los lugares de culto y en los lugares públicos y de libre acceso, pero no se entrometió -a excepción de algunos moralistas- en que se pintasen o esculpiesen desnudos mitológicos cuyo destino fueran los gabinetes privados a los que sólo podían acceder el dueño y sus invitados.
Hace unos años, el Museo del Prado, que contó hasta el año 1838 con una sala reservada, y que es depositario actualmente de muchas de las obras que se colgaron en los gabinetes privados de reyes y miembros de la nobleza, organizó en el año 2002 una exposición, La Sala Reservada y el desnudo en el Museo del Prado, que recreaba las estancias donde la clase privilegiada podía acceder a la contemplación de obras de arte que la moral de la época impedía ver al pueblo llano, obras, por ejemplo, de Tiziano, Rubens o Durero que ocuparon, entre otras estancias, las paredes del llamado cuarto bajo de verano adonde se retiraba Felipe IV después de comer para contemplar sus pinturas.

Cuadro de Guido Remi que representa la leyenda de Pomese y Atalante conservado en el Museo del Prado y similar al que poseyó marqués de Leganés en su palacio  de Morata

La pieza de las pinturas desnudas del palacio de Morata
De esta corriente coleccionista propensa a contar con salas privadas también participó el I marques de Leganés, Diego Mesía Felípez de Guzmán. Curiosamente, para colgar los cuadros de temática erótica que estaban en su colección el marqués de Leganés escogió su palacio de Morata, un lugar más discreto que su residencia madrileña del palacio de la calle de San Bernardo.
García Cueto cita a quien fuera señor de Morata a partir de la tercera década del siglo XVII como uno de estos coleccionistas destacados junto al VI conde de Monterrey quien, como el propio marqués de Leganés, también aprovechó su trabajo como representante de la Corona española en Italia y Flandes para alimentar su pasión por el coleccionismo de obras de los mejores pintores de esos años. Sobre El marqués de Leganés afirma:
Fue también muy significativo el caso del marqués de Leganés, uno de los más relevantes coleccionistas de toda la centuria, quien gracias a sus años en Flandes consiguió reunir una pinacoteca de más de 1.100 lienzos, especialmente rica en pintura flamenca. Leganés, al igual que hizo Felipe IV, también dedicó en una de sus residencias, concretamente en su palacio de Morata de Tajuña, una sala a la exhibición exclusiva de obras de desnudo. Casi un siglo después de su muerte, en 1753, aún se encontraban allí instaladas las pinturas como él las hubo de disponer. En el inventario del palacio redactado ese último año se describe la «pieza de las pinturas desnudas», que contenía 16 lienzos de asuntos mitológicos.
El inventario al que se refiere García Cueto se realizó en 1753, cuando ya la colección de pinturas y todo el patrimonio de la Casa de Leganés había pasado a los condes de Altamira. Mercedes Agulló, en su libro Documentos para la historia de la pintura española, transcribe el inventario que se realizó en ese año del que destacamos las obras de la estancia denominada Pieza de las Pinturas desnudas que mira al patio y jardín:
Inventario de las pinturas y demás alhajas de mayorazgo que se hallan en la casa Palacio de la villa de Morata, hecho en 24 de septiembre de 1753
En la villa de Morata en veinticuatro de septiembre de mil setecientos cincuenta y tres, el señor Baltasar de rivera, por ante mi el escribano dijo que don Diego de Almazán administrador de las alcabalas y demás rentas que en esta villa tiene el excelentísimo Sr. Conde de Altamira mi señor ha recibido una carta orden de la excelentísima Sra. condesa de Oñate mi Sra. para efecto de hacer inventario de los bienes y alhajas que existen en su casa Palacio y obedeciendo dicha carta orden carta orden y poniendo en ejecución dicho mandato de la referida excelentísima señora como madre curadora del expresado excelentísimo señor conde de Altamira mi señor se hizo inventario en la forma y manera sigue:
(…)
Pieza de las Pinturas desnudas que mira al patio y jardín
191 Una Pintura de una historia con dos figuras del tamaño y natural de hombre y mujer Píramo dando el agua a Tisbe con el morrión, desmayada junto a una fuente de dos varas y media de alto y tres y media de ancho que hace rincón.
192 Otra pintura de una mujer espulgándose sentada en la cama con un paño en la cabeza a modo de turbante y una vieja con una luz en la mano y dos hombres acechando en uno con el dedo en la boca de la misma altura que el antecedente y dos varas y media de ancho.
193 Otra pintura de Venus de más de medio cuerpo del tamaño del natural sentada sobre una piedra labrada y una vieja oliendo una rosa y un Cupido volando de la misma caída que la antecedente y vara y media de ancho de mano de Parines.
194 Otra pintura de un Cupido con el cetro de mercurio en la mano del tamaño del natural de la misma caída y una vara de ancho.
195 Otra pintura historia de Marco Antonio y Cleopatra desmayado limpiándole con su pelo.
196 Un Cupido vendados los ojos desnudo, de la misma caída y una vara de ancho
197 Otra pintura de Pomese y Atalante, Pomese recogiendo bolas de oro y Atalante va huyendo, figuras desnudas de la misma caída y cuatro varas y media de ancho.
198 Otra pintura de Venus con un libro de sorfa [sic] y un hacha encendida en las manos alumbrando a una armas y dos muchachos desnudos tocando un pífano de la misma altura y dos vara y cuarta de ancho
199 Otra pintura de un Cupido con el mundo en los hombros y el pie izquierdo sobre otro mundo de una vara de ancho y de la misma caída.
200 Un país sobrepuerta de una mujer con un paño encarnado puesto y un perro blanco de cinco cuartas de alto y dos varas menos cuarta de ancho.
201-202 Dos sobreventanas que caen al patio con figuras de fabulas de una cuarta de alto y dos varas de ancho cada una.
203 Una pintura sobrepuerta de todos los dioses presidiendo el Baco y el dios Marte vuelto de espaldas de una vara de alto y una y media de ancho.
204 Un país sobrepuerta con dos figuras pequeñitas que la una es Venus que va corriendo y un sátiro en el suelo de vara y media casi en cuadro.
205 Otro país sobrepuerta de la manera de Asquiler con figuras de pastores de una vara de alto y siete cuartas de ancho.
206 Una sobreventana que mira al jardín con conejos, Venus y sátiro recostados de tres cuartas de alto y dos varas de ancho.
Y todos los dichos cuadros tienen sus marcos negros y perfiles colorados
(…)
De todos los cuales dichos bienes, a excepción de los de armería ha nombrado su excelencia por guardarropa de todos ellos a Pedro de Corpa y Antonia de Bustos su mujer quienes se han hallado presentes a la formación de este inventario y después de repetir las más expresivas gracias a su excelencia por la nueva honra que se ha servido hacerles se dieron por entregados de los referidos bienes y se obligan bajo de la licencia [de ] mancomunidad y demás requisitos que de marido a mujer son necesarios a cuidarlos, limpiarlos con las piezas, patios y demás oficinas de dicho palacio sin dar lugar a que se experimente menoscabo en ellos y se obligan bajo dicha mancomunidad con sus personas y bienes raíces habidos y por haber a responder a dar cuenta de todos los que constan en este documento con las llaves exteriores e interiores que se les han entregado con las que gobiernan las fuentes de dicho palacio sin que falte cosa alguna, a lo que se obligaron según dicho escribano. (...). Morata, 11 de octubre de 1753. (Archivo Histórico de Protocolos. (AHP) Protocolo 30083, fol. 221-250).
Según los especialistas esta distribución de los cuadros en el año 1753 en el palacio de Morata y, concretamente la obras de la pieza de los desnudos, se mantenía casi inalterable desde que el I marques de Leganés organizara la colección pictórica de su residencia morateña. Este respeto a la voluntad del I marqués de Leganés se mantuvo inalterable hasta que, ya a finales del siglo XVIII, los problemas económicos obligaron a la enajenación de la mayoría de los bienes de la casa de Altamira. Tan es así que actualmente, muchos de los cuadros que colgaban de la pieza de los desnudos se encuentran en paradero desconocido tras la dispersión de la colección pictórica que atesorara Diego Mesía Felípez de Guzmán.



Fuentes y bibliografía:

  • Documentos para la historia de la pintura española. Agulló y Cobo, Mercedes. Ministerio de Cultura-Museo el Prado. Madrid, 1994.
  • La pintura erótica en las colecciones aristocráticas madrileñas de la segunda mitad del siglo XVII. García Cueto, David. En Visiones de Pasión y perversidad. Fernando Villaverde, ediciones. Madrid, 2014.
  • La percepción social del desnudo femenino en el arte. Siglos XVI-XIX. Pintura, mujer y sociedad. Val Cubero, Alejandra. Memoria para optar al grado de doctor. Universidad Complutense de Madrid. Facultad de Ciencias de la Información. Departamento de Sociología. Madrid, 2001.

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