La
existencia de los llamados gabinetes
de desnudos en las
mansiones y residencias de los miembros de la nobleza y la alta
burguesía es habitual desde, al menos, la segunda mitad del siglo
XVI. Antonio Pérez, el polémico secretario de Felipe II ya tenía
una sala de desnudos en su residencia de la calle de Atocha en
Madrid. El almirante de Castilla atesoraba en su casa del prado de
San Jerónimo varias obras de Rubens y otros artistas de la época.
Felipe IV, ya en el siglo XVII, y Godoy, en el siglo XVIII también
fueron coleccionistas de este tipo de obras. El I marqués de
Leganés, Diego Mesía Felípez de Guzmán, fue propietario de una
colección de cuadros de desnudos que, durante cerca de doscientos
años, se conservó en la llamada pieza
de las pinturas desnudas, de
su palacio morateño.
Salas
reservadas o
gabinetes de desnudos
fueron algunas de los denominaciones que aparecen en los inventarios
de pinturas para describir las estancias donde colgaban las obras de
contenido erótico que aparecen en las colecciones de la nobleza
española desde el siglo XVI hasta bien avanzado el siglo XIX. Que
los propios monarcas españoles fueran reconocidos propietarios de
este tipo de pinturas animó a los miembros de la corte a imitar las
costumbres de reyes como Felipe IV, Carlos II o Carlos III.
David
García Cueto -La pintura
erótica en las colecciones aristocráticas madrileñas de la segunda
mitad del siglo XVII- ha
estudiado el coleccionismo de pintura erótica entre los miembros de
la nobleza española en el siglo XVII. Según este especialista en
arte:
Pese
a las restricciones del ambiente español hacia la creación y
posesión de obras de arte de contenido erótico durante los
siglos XVI y XVII resulta un hecho constatado que ciertos sectores de
la alta aristocracia madrileña, emuladora de los usos y costumbres
de la propia corona, reunieron y disfrutaron en aquellas
centurias de pinacotecas con amplia presencia de desnudos, casi
siempre justificados por iconografías mitológicas o bíblicas
y raras veces como tema en sí mismo. Aquella circunstancia no se
debió probablemente solo a una cuestión de gusto de los poseedores
de tales colecciones, sino también a un deseo de mostrar los
privilegios que la cercanía de la corona les reportaba, entre los
que se encontraba el poder transgredir o desafiar ciertas
convenciones sociales, como suponía la posesión de pinturas de
desnudo.
Alejandra
Val Cubero también ha analizado esta cuestión de los gabinetes
privados en su memoria de doctorado sobre La
percepción social del desnudo femenino en el arte y
destaca como, a partir de la afición de los miembros de la nobleza
por el coleccionismo de arte, también proliferaron los gabinetes
privados a pesar del control social ejercido por la Iglesia católica
sobre estas expresiones artísticas:
El
Concilio de Trento sancionó el derecho de los Estados católicos a
controlar la moral del individuo, sometiéndolo al principio de
autoridad. La iglesia prohibió la exhibición de desnudos en los
lugares de culto y en los lugares públicos y de libre acceso, pero
no se entrometió -a excepción de algunos moralistas- en que se
pintasen o esculpiesen desnudos mitológicos cuyo destino fueran los
gabinetes privados a los que sólo podían acceder el dueño y sus
invitados.
Hace
unos años, el Museo del Prado, que contó hasta el año 1838 con una
sala reservada,
y que es depositario actualmente de muchas de las obras que se
colgaron en los gabinetes privados de reyes y miembros de la nobleza,
organizó en el año 2002 una exposición, La
Sala
Reservada
y el desnudo en el Museo del Prado, que
recreaba las estancias donde la clase privilegiada podía acceder a
la contemplación de obras de arte que la moral de la época impedía
ver al pueblo llano, obras, por ejemplo, de Tiziano, Rubens o Durero
que ocuparon, entre otras estancias, las paredes del llamado cuarto
bajo de verano
adonde se retiraba Felipe IV después de comer para contemplar sus
pinturas.
Cuadro de Guido Remi que representa la leyenda de Pomese y Atalante conservado en el Museo del Prado y similar al que poseyó marqués de Leganés en su palacio de Morata
La
pieza de las pinturas desnudas del palacio de Morata
De
esta corriente coleccionista propensa a contar con salas
privadas
también participó el I marques de Leganés, Diego Mesía Felípez
de Guzmán. Curiosamente, para colgar los cuadros de temática
erótica que estaban en su colección el marqués de Leganés escogió
su palacio de Morata, un lugar más discreto que su residencia
madrileña del palacio de la calle de San Bernardo.
García
Cueto cita a quien fuera señor de Morata a partir de la tercera
década del siglo XVII como uno de estos coleccionistas destacados
junto al VI conde de Monterrey quien, como el propio marqués de
Leganés, también aprovechó su trabajo como representante de la
Corona española en Italia y Flandes para alimentar su pasión por el
coleccionismo de obras de los mejores pintores de esos años. Sobre
El marqués de Leganés afirma:
Fue
también muy significativo el caso del marqués de Leganés, uno de
los más relevantes coleccionistas de toda la centuria, quien gracias
a sus años en Flandes consiguió reunir una pinacoteca de más de
1.100 lienzos, especialmente rica en pintura flamenca. Leganés, al
igual que hizo Felipe IV, también dedicó en una de sus residencias,
concretamente en su palacio de Morata de Tajuña, una sala a la
exhibición exclusiva de obras de desnudo. Casi un siglo después de
su muerte, en 1753, aún se encontraban allí instaladas las pinturas
como él las hubo de disponer. En el inventario del palacio redactado
ese último año se describe la «pieza de las pinturas desnudas»,
que contenía 16 lienzos de asuntos mitológicos.
El
inventario al que se refiere García Cueto se realizó en 1753,
cuando ya la colección de pinturas y todo el patrimonio de la Casa
de Leganés había pasado a los condes de Altamira. Mercedes Agulló,
en su libro Documentos
para la historia de la pintura española, transcribe
el inventario que se realizó en ese año del que destacamos las
obras de la estancia denominada Pieza
de las Pinturas desnudas que mira al patio y jardín:
Inventario
de las pinturas y demás alhajas de mayorazgo que se hallan en la
casa Palacio de la villa de Morata, hecho en 24 de septiembre de 1753
En
la villa de Morata en veinticuatro de septiembre de mil setecientos
cincuenta y tres, el señor Baltasar de rivera, por ante mi el
escribano dijo que don Diego de Almazán administrador de las
alcabalas y demás rentas que en esta villa tiene el excelentísimo
Sr. Conde de Altamira mi señor ha recibido una carta orden de la
excelentísima Sra. condesa de Oñate mi Sra. para efecto de hacer
inventario de los bienes y alhajas que existen en su casa Palacio y
obedeciendo dicha carta orden carta orden y poniendo en ejecución
dicho mandato de la referida excelentísima señora como madre
curadora del expresado excelentísimo señor conde de Altamira mi
señor se hizo inventario en la forma y manera sigue:
(…)
Pieza
de las Pinturas desnudas que mira al patio y jardín
191
Una Pintura de una historia con dos figuras del tamaño y natural de
hombre y mujer Píramo dando el agua a Tisbe con el morrión,
desmayada junto a una fuente de dos varas y media de alto y tres y
media de ancho que hace rincón.
192
Otra pintura de una mujer espulgándose sentada en la cama con un
paño en la cabeza a modo
de turbante y una vieja con
una luz en la mano y dos hombres acechando en uno con el dedo en
la boca de la misma altura
que el antecedente y dos varas y media de ancho.
193
Otra pintura de Venus de más de medio cuerpo del tamaño del natural
sentada sobre una piedra labrada y una vieja oliendo una rosa y un
Cupido volando de la misma caída que la antecedente y vara y media
de ancho de mano de Parines.
194
Otra pintura de un Cupido con el cetro de mercurio en la mano del
tamaño del natural de la misma caída y una vara de ancho.
195
Otra pintura historia de Marco Antonio y Cleopatra desmayado
limpiándole con su pelo.
196
Un Cupido vendados los ojos desnudo, de la misma caída y una vara de
ancho
197
Otra pintura de Pomese y Atalante, Pomese recogiendo bolas de oro y
Atalante va huyendo, figuras desnudas de la misma caída y cuatro
varas y media de ancho.
198
Otra pintura de Venus con un libro de sorfa [sic] y un hacha
encendida en las manos alumbrando a una armas y dos muchachos
desnudos tocando un pífano de la misma altura y dos vara y cuarta de
ancho
199
Otra pintura de un Cupido con el mundo en los hombros y el pie
izquierdo sobre otro mundo de una vara de ancho y de la misma caída.
200
Un país sobrepuerta de una mujer con un paño encarnado puesto y un
perro blanco de cinco cuartas de alto y dos varas menos cuarta de
ancho.
201-202
Dos sobreventanas que caen al patio con figuras de fabulas de una
cuarta de alto y dos varas de ancho cada una.
203
Una pintura sobrepuerta de todos los dioses presidiendo el Baco y el
dios Marte vuelto de espaldas de una vara de alto y una y media de
ancho.
204
Un país sobrepuerta con dos figuras pequeñitas que la una es Venus
que va corriendo y un sátiro en el suelo de vara y media casi en
cuadro.
205
Otro país sobrepuerta de la manera de Asquiler con figuras de
pastores de una vara de alto y siete cuartas de ancho.
206
Una sobreventana que mira al jardín con conejos, Venus y sátiro
recostados de tres cuartas de alto y dos varas de ancho.
Y
todos los dichos cuadros tienen sus marcos negros y perfiles
colorados
(…)
De
todos los cuales dichos bienes, a excepción de los de armería ha
nombrado su excelencia por guardarropa de todos ellos a Pedro de
Corpa y Antonia de Bustos su mujer quienes se han hallado presentes a
la formación de este inventario y después de repetir las más
expresivas gracias a su excelencia por la nueva honra que se ha
servido hacerles se dieron por entregados de los referidos bienes y
se obligan bajo de la licencia [de ] mancomunidad y demás
requisitos que de marido a mujer son necesarios a cuidarlos,
limpiarlos con las piezas, patios y demás oficinas de dicho palacio
sin dar lugar a que se experimente menoscabo en ellos y se obligan
bajo dicha mancomunidad con sus personas y bienes raíces habidos y
por haber a responder a dar cuenta de todos los que constan en este
documento con las llaves exteriores e interiores que se les han
entregado con las que gobiernan las fuentes de dicho palacio sin que
falte cosa alguna, a lo que se obligaron según dicho escribano.
(...). Morata, 11 de
octubre de 1753. (Archivo
Histórico de Protocolos. (AHP) Protocolo 30083, fol. 221-250).
Según
los especialistas esta distribución de los cuadros en el año 1753
en el palacio de Morata y, concretamente la obras de la pieza de los
desnudos, se mantenía casi inalterable desde que el I marques de
Leganés organizara la colección pictórica de su residencia
morateña. Este respeto a la voluntad del I marqués de Leganés se
mantuvo inalterable hasta que, ya a finales del siglo XVIII, los
problemas económicos obligaron a la enajenación de la mayoría de
los bienes de la casa de Altamira. Tan es así que actualmente,
muchos de los cuadros que colgaban de la pieza de los desnudos se
encuentran en paradero desconocido tras la dispersión de la
colección pictórica que atesorara Diego Mesía Felípez de Guzmán.
Fuentes
y bibliografía:
- Documentos para la historia de la pintura española. Agulló y Cobo, Mercedes. Ministerio de Cultura-Museo el Prado. Madrid, 1994.
- La pintura erótica en las colecciones aristocráticas madrileñas de la segunda mitad del siglo XVII. García Cueto, David. En Visiones de Pasión y perversidad. Fernando Villaverde, ediciones. Madrid, 2014.
- La percepción social del desnudo femenino en el arte. Siglos XVI-XIX. Pintura, mujer y sociedad. Val Cubero, Alejandra. Memoria para optar al grado de doctor. Universidad Complutense de Madrid. Facultad de Ciencias de la Información. Departamento de Sociología. Madrid, 2001.
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