martes, 2 de julio de 2019

De Morata a Madrid, un viaje histórico por viejas carreteras (III)

Hundimiento del puente colgante y construcción del puente de hierro
Tras quince años de servicio, el Puente de Arganda, construido por la sociedad Los cuatro puentes, encabezada por el ingeniero francés Jules Seguin, sufrió en diciembre de 1858 las consecuencias de una nueva riada, tan frecuentes en el cauce del Jarama, y hubo de ser remodelado y finalmente reconstruido. No sería el último incidente que afecto a un puente que, a comienzos del siglo XX sería sustituido por el puente de hierro que prestó servicio hasta 1964.



Pese a que el puente colgante de Arganda se proyectó con  las más modernas técnicas de construcción de la época en que se construyó (1843), una serie de imprevistos en forma de riada provocaron su hundimiento. De nuevo, la Administración se vio obligada a buscar soluciones para que viajeros y mercancías pudieran cruzar el cauce del Jarama con garantías de seguridad después de que el puente colapsara en diciembre de 1858. Tras este accidente, se adjudicó la reconstrucción del puente a la empresa Falcó y Compañía que, a su vez, encargó el proyecto al ingeniero Eugenio Barrón.
El ingeniero encargado afrontó las obras de reconstrucción, sin modificar significativamente las características del puente y, cuando se cumplían casi dos años del hundimiento, se programaron las pruebas de carga para el día 28 de noviembre de 1860. Todo parecía ir bien pero un fallo en una de las columnas de hierro originales provocó un nuevo hundimiento. Así contaba la Revista de Obras Públicas el suceso:
(…) Este lamentable e inesperado suceso fue debido a la rotura de una columna de fundición. Hay que advertir que esta pieza era una de las que tenía el antiguo puente que había servido durante 15 años y que por consiguiente su resistencia estaba probada.
(…) como se ve, tan fatal resultado se debió únicamente a la rotura. (…), de qué manera y por qué causa o movimiento se haya verificado la rotura no es posible decirlo ahora, porque las extraordinarias crecidas del Jarama en estos días no permiten llegar a la pila, sobre la cual se ve la parte superior rota de la columna, hecho que prueba también de una manera incontestable que la rotura precedió y no fue consecuencia de la crecida (…).
Tras estos incidentes que ponían en cuestión la fiabilidad de los materiales empleados en 1843, la sociedad responsable de la reconstrucción encargó al mismo ingeniero, Eugenio Barrón, la construcción de un nuevo puente. La imagen de este proyecto de Barrón, uno de los primeros puentes colgantes de pilas de hierro construido en Europa, ha llegado hasta nosotros gracias al fotógrafo Laurent.

Puente colgante de Arganda  visto desde la orilla izquierda (1867)

Pero mientras se afrontaban las obras de reconstrucción, el hundimiento del puente colgante original y el perjuicio que esto causaba en las comunicaciones entre Madrid y la costa levantina –y que tanto afectaba también a los pueblos próximos como Morata- provocó una pregunta sobre este problema al ministro de Fomento, marqués de Corvera. El 2 de marzo de 1861, Carlos María de la Torre, diputado por la provincia de Cuenca, resumía la situación antes de plantear sus preguntas al ministro:
(…) En diciembre de 1858 el puente colgante de Arganda, por efecto de las avenidas, cayó al rio.
Pensó la empresa construir uno de palastro; hizo su propuesta que fue aprobada por la junta consultiva; pero no pudo llevarse a efecto la construcción del puente de palastro, porque el Gobierno no creyó conveniente abonar 1.300.000 rs. que creo importaba la diferencia de coste.
Todo este tiempo estuvo servida la comunicación del puente de Arganda por un puente malísimo, por el cual se pasaba constantemente con peligro de la vida. No habiendo podido llevarse a efecto, como he dicho antes, el puente de palastro, empezó a reconstruirse el colgante que había anteriormente; en noviembre último se cargó el primer tramo y hubo la fatalidad de que se rompiera una de las columnas, y de que tras de aquel tramo fueran al rio los otros tres, quedando de nuevo incomunicada la provincia de Cuenca.
Para el paso de las personas, a pesar de la mucha longitud del puente, se pusieron dos tablas, y por pasamanos se colocó un alambre con el que se cortaban las manos los que se apoyaban en él. Esta falta de seguridad produjo desgracias y puedo citar tres hechos que justifican lo que digo (…).
El diputado por Cuenca expuso ante el Congreso los casos de varias personas que fueron arrastradas por la corriente tras caer al río cuando intentaban cruzar a la otra orilla. La precaria instalación obligaba a la mayoría de los viajeros a desplazarse hasta Aranjuez para poder cruzar con seguridad el Tajo y continuar su viaje:
(…) Por todas estas razones creo yo que es de suma necesidad que se adopten las disposiciones necesarias para que contemos con un puente firme y fijo, y aun sería quizá necesario que se le diese nueva colocación, porque casualmente se halla establecido en donde continuamente sufre el impulso de las aguas. Si así no se hace, si las cabezas del puente se colocan de nuevo donde se hallaban, subsistirá durante dos o tres años; pero el día menos pensado volveremos al estado en que ahora nos hallamos. Ruego por tanto al señor Ministro de Fomento que fije su atención en este asunto, que haga que vaya un ingeniero a reconocer esta obra lo más pronto posible, para que desaparezca esta calamidad que redunda principalmente en perjuicio de una provincia tranquila que paga más de lo que tiene, y que desea siquiera que el Gobierno tenga con ella alguna consideración.
El marqués de Corbera obvió en su respuesta los casos de accidentes ocurridos en el paso del puente, alegando que estos sucesos acontecen ordinariamente cuando ocurren desgracias de esta naturaleza en las obras públicas: de consiguiente, no me ocupo de esa parte de su discurso. Luego, tras esta lamentable falta de asunción de responsabilidades por parte de la Administración que representaba, el marqués de Corbera continúo con su respuesta al diputado conquense:
(…) Respecto a la reconstrucción del puente, sabe muy bien S.S. que ha de hacerle la empresa constructora, que está encargado el material, y que se reconstruirá la obra conforme a las condiciones de la contrata y a la mayor brevedad posible. Esto es lo único que puedo decir al Sr. Latorre.
Por lo demás, deseoso el Gobierno de que el puente se haga cuanto antes, y de que responda a las necesidades que está llamado a satisfacer, ha cedido a la empresa constructora un ingeniero para que se puedan llevar las obras con más actividad, y sea más fácil a la empresa llenar cumplidamente sus deberes. Creo que con estas explicaciones debe S. S. quedar satisfecho.
Pero no fue así. El diputado por Cuenca incluso se atrevió a vaticinar nuevos accidentes de no cambiar la ubicación del puente:
(…) La empresa cumplirá sus compromisos, el ingeniero y los delegados del Gobierno cumplirán también sus deberes; pero esto no nos dará resultado ninguno, porque al poco tiempo, por el sitio donde está colocado casualmente el puente, volverán a ocurrir veinticinco avenidas, y si no a la primera, a la segunda se lo volverá a llevar. La empresa gastará su dinero, el Sr. Ministro tendrá mil reclamaciones, y los que hayan de pasar por allí perderán la paciencia (…).
Estas palabras de Carlos María de la Torre resultarían, de alguna manera, proféticas. El puente proyectado por Eugenio Barrón entró en funcionamiento en 1862 pero sólo habían de pasar veinticinco años para que se produjera un nuevo desplome: en 1887 una vigueta en mal estado provocó el colapso del puente y la búsqueda de nuevas soluciones técnicas que permitieran garantizar el paso con seguridad en los trayectos entre Madrid y el litoral levantino.
Unos años más tarde, el 7 de mayo de 1892 un nuevo fallo en el puente provocó la muerte de un carretero que transportaba material desde Madrid a la fábrica de papel de Morata. El diario El País relataba así el accidente:
En el gobierno civil se recibió ayer un parte de la guardia Civil de Arganda manifestando que se ha hundido el puente de aquel nombre sobre el Jarama, en la carretera de Madrid a Valencia, al pasar un carro con material para la fábrica de papel de Morata de Tajuña.
El carro, con las dos mulas y el cargamento, que cayeron en parte seca quedaron destrozados, y el carretero, Deogracias López, que iba subido en el carro, quedó muerto en el acto.
Se trabaja para la recomposición del puente. (El País, 9 de mayo de 1892).
Y en efecto, el puente que tantos problemas planteaba fue reparado mientras se estudiaba su sustitución por otro más seguro. En realidad, al menos desde 1884 ya se había planteado la viabilidad de un nuevo puente basado en la utilización de hierro. Este proyecto no llegó a materializarse y fue necesario esperar al cambio de siglo para que se aprobara la construcción del puente de hierro que, situado sobre el terreno del antiguo puente colgante, dio servicio hasta el año 1964.
Este icónico puente de hierro, testigo de la Batalla del Jarama en febrero de 1937, fue proyectado por el ingeniero Manuel Victoria de Lecea tras la subasta pública que la Dirección General de Obras Públicas convocó en el mes de febrero de 1905. Adjudicadas la obras, los trabajos se desarrollaron hasta el 12 de diciembre de 1910, fecha en la que fue inaugurado el nuevo paso sobre el cauce del Jarama y dejó de prestar servicio el precario puente de madera que, como solución provisional, se levantó mientras se ejecutó el proyecto.

Puente provisional de madera en servicio hasta que se inauguró el puente de hierro (1905)

Puente de hierro que prestó servicio hasta 1964 (Imagen de 1937)



Fuentes y bibliografía
  • La modernidad latente de la obra pública: primeras aplicaciones del hierro en los puentes españoles, (1815-1846) Tesis doctoral. Luján Díaz, Alfonso. Departamento de Historia del Arte II (Contemporáneo). Facultad de Geografía e Historia. Universidad Complutense de Madrid. Madrid, 2015.
  • Jules Seguin en España: prefabricación e innovación en los puentes colgantes de Fuentidueña, Arganda, Carandia y Zaragoza construidos por el empresario francés. Cárcamo Martínez, Joaquín. Actas del noveno Congreso Nacional y Primer Congreso Internacional Hispanoamericano de Historia de la Construcción. Segovia, octubre de 2015.
  • Revista de Obras Públicas, diciembre de 1860.
  • Resumen de las acciones virtuosas que ha de premiar la Sociedad Económica Matritense (…). Imprenta Nacional. Madrid, 1861.
  • Diario de las sesiones de Cortes. Congreso de los Diputados. Legislatura de 1860. Tomo IV. Imprenta Nacional, 1861.
  • Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar. Madoz, Pascual. Tomo X. Imprenta del Diccionario Geográfico, a cargo de D. José Rojas. Madrid, 1847.
  • Historia de la villa de Morata de Tajuña. Torre Briceño. Jesús Antonio de la. Ayuntamiento de Morata de Tajuña. Guadalajara, 1999.
  • Periódicos y publicaciones que se citan en el texto.




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