jueves, 24 de junio de 2021

 

El cultivo de remolacha en la vega del Tajuña y la azucarera (II)

La instalación de la fábrica de La Poveda alentó las nuevas plantaciones

En los años previos al momento económico que propició el crecimiento exponencial de las fábricas de azúcar instaladas en territorio nacional, iniciado como ya vimos en la anterior entrega a raíz de la pérdida de los territorios de Cuba y Puerto Rico, el cultivo de remolacha en los municipios aledaños al río Tajuña en la provincia de Madrid era meramente testimonial, ligado al consumo del ganado de labor y tan reducido y escaso que prácticamente no aparecía en las estadísticas agrarias de los años finales del siglo XIX.

En un trabajo emblemático sobre la agricultura en la provincia madrileña Memoria sobre el estado de la agricultura en la provincia de Madrid, obra de Eduardo Abela y Carlos A. de Castro, se afirmaba que (…) en cuanto a las raíces alimenticias, tan frecuentemente asociadas con el cultivo anterior [de huerta], en las estadísticas no aparecen notas más que del producto de patatas, asegurándosenos que es sumamente escaso el cultivo de remolachas, zanahorias, etc (…).

Este texto confirma que la remolacha, en estos años de finales de siglo, estaba lejos de significar un cultivo con peso en la vega del Tajuña por lo que la instalación de la fábrica de la Azucarera Madrileña fue determinante en el auge del mismo: la azucarera de La Poveda había generado una demanda que los agricultores ribereños del Tajuña no dudaron en atender. Podría afirmarse que el cultivo remolachero era inviable sin la azucarera y, por supuesto, que la fábrica de Azucarera Madrileña tampoco era posible sin el trabajo de los agricultores de la comarca. Y como nexo de unión de ambos intereses: el Ferrocarril del Tajuña.

En este sentido, resulta significativo el contenido de una publicación muy atenta a las iniciativas industriales que surgían en España en torno al año 1900, la Revista ilustrada de Banca, Ferrocarriles, Industria y Seguros, que analizaba en sus páginas el papel fundamental que tenían en el proyecto azucarero los agricultores que vivían y trabajaban en el entorno de la fábrica argandeña:

(…) Cuenta La Azucarera Madrileña para el desarrollo de la fabricación que va a emprender, con el valioso elemento que representa el concurso que han de prestarla todos los propietarios y agricultores de las cuencas de los ríos Tajuña y Jarama, convencidos de la utilidad que más inmediatamente para ellos ha de reportar, por cuanto está dispuesta a prestarles semilla de remolacha y el abono indispensable para la mayor abundancia y mejor calidad de la producción, a más de instruirles acerca de su cultivo y establecer en su favor, si es preciso, un Banco Agrícola, en el que por un módico interés puedan hallar el capital necesario en épocas de apuro, aparte de que con ella tienen segura la venta del producto de sus labores de todo el año.

(…) Tal resultado nos evita hacer cálculos en demostración de cuan útil y ventajosa para esta comarca es la implantación de esta industria, pues a nadie se oculta que el número de obreros cuyas familias han de obtener la subsistencia en esa fábrica, y el de agricultores que en ella han de hallar segura colocación de sus productos es incalculable, así como tampoco ofrece duda que la línea férrea de Madrid a Arganda cobrará nueva vida con el continuo transporte de mercancías, y que, por consiguiente, este nuevo elemento de vida para el país constituye un gran paso hacia el mejoramiento de su situación económica (…).

El texto periodístico resume acertadamente las líneas maestras que marcaron la llegada de la empresa azucarera a la comarca y lo que significó su instalación para las vegas del Tajuña y del Jarama, aunque a nosotros, lógicamente nos importa especialmente el impacto en las localidades de la primera de ellas: venta garantizada de la producción de remolacha a la empresa azucarera, aportación y adelanto a los agricultores de la semilla y abonos necesarios para el laboreo, formación en las prácticas agrícolas más apropiadas para mejorar la producción y la disponibilidad en todos los pueblos, conforme avanzaba el siglo XX, de las estaciones del ferrocarril para trasladar la cosecha anual a La Poveda.

Mejora de las técnicas de cultivo de la remolacha

Como ya se ha señalado, la experiencia de los agricultores de la vega del Tajuña en el cultivo de la remolacha era escasa y limitada a la siembra de pequeñas parcelas para el cultivo de remolacha forrajera destinada, sobre todo, a la alimentación del ganado de labor. Estas prácticas, desde luego, difícilmente podían competir en productividad con otras zonas agrícolas españolas –especialmente Andalucía y más concretamente la provincia de Granada- por lo que fue necesario afrontar desde la propia empresa azucarera una política de formación de los agricultores en el nuevo cultivo y, también y no menos importante, en la practica de poner a disposición de estos mejores semillas y mejores abonos para aumentar la producción en las tierras regadas por el Tajuña y el Jarama.

En esta labor de formación y asesoramiento de los agricultores dedicados a la remolacha azucarera jugó un papel destacado Guillermo Quintanilla, director de cultivos de la empresa azucarera de La Poveda y, como tal, responsable de las extensas fincas situadas en las riberas del Jarama e incluso del Manzanares. Este investigador agrícola, nacido en Puerto Rico en 1867, se trasladó a España al independizarse la isla y comenzó una intensa labor profesional y docente en las vegas y en la Escuela de Ingenieros Agrónomos de Madrid, donde ejerció como catedrático de Química Agrícola. Su labor investigadora, realizada sobre todo en el centro especializado de la Estación Agronómica de Moncloa, se centró en los cultivos oleícolas y en los de la remolacha azucarera.

Alrededor de esta planta industrial desarrolló gran parte de su carrera durante los diez años que ejerció como director técnico de los cultivos en las tierras dependientes de la Azucarera Madrileña *. Preocupado por cooperar con los agricultores remolacheros, también los de la comarca de la Vega del Tajuña, Quintanilla fue autor de un sencillo texto de carácter teórico-practico destinado a estos labradores, Instrucciones para el cultivo de la remolacha azucarera en regadío, publicado y reeditado en sucesivas ocasiones por la propia empresa y por el Ministerio de Fomento de la época.

Esta publicación resume, en escasamente 16 páginas, las nociones básicas sobre la remolacha, las labores que exige a los agricultores y sencillas normas para la siembra, el cultivo y la recolección de la planta. Quintanilla, entre las ideas que expone en su trabajo, también anima a los agricultores a destinar parte de sus tierras a este cultivo que, no hay que olvidarlo, era básico para el funcionamiento de la empresa que le había contratado para trabajar en la comarca. Destacamos, y reiteramos también que Quintanilla pertenecía a la nómina de Azucarera Madrileña:

  • La remolacha azucarera lleva la prosperidad donde se cultiva.

  • El precio es conocido de antemano.

  • Valor de la rastrojera y de las hojas y cuellos de la raíz para el ganado.

  • (…) el cultivo de la remolacha (…) acostumbra a los cultivadores al cuidado de las tierras, al uso de los abonos, al de nuevos útiles y máquinas, a las labores profundas y superficiales, guardando cierta relación muy instructiva para el que trabaja la tierra.

  • Para terminar, la remolacha azucarera regulariza, por la época en que se cultiva, el empleo de los brazos, pues invierte jornales cuando los otros cultivos no los emplean, con lo cual la Agricultura comarcana se beneficia grandemente, por quedar libre de la influencia de emigración de obreros que no encuentran medios de subsistencia.

  • La tierra no conviene que sean excesivamente calizas ni arcillosas.

  • La planta es resistente a la helada y al granizo.

  • En esta comarca, y en los tiempos actuales, si se trata de tierras fértiles y se dispone de abonos, la mejor alternativa es la del trigo remolacha, que no puede ser más sencilla: un año, trigo; al siguiente, remolacha; al otro, trigo, y así sucesivamente. En determinadas circunstancias, puede ser trigo-remolacha, cebada-remolacha.

     

    Cartilla editada por el Ministerio de Fomento para formar a los agricultores remolacheros

Todas estas medidas y consejos no dejaban de ser una especie de hoja de ruta para conseguir aumentar la productividad hectárea/tonelada en las tierras regadas por el Jarama y el Tajuña. En otra publicación, en la que también participó el propio Quintanilla, se hacia hincapié en el aumento experimentado en la productividad de los cultivos remolacheros que surtían a la fabrica argandeña, al pasar de las 30 toneladas/hectárea de los primeros años de siglo a las 40 toneladas/hectárea del año 1911, fecha en que apareció la publicación a la que nos referimos Memoria sobre la remolacha azucarera que publicó el Instituto Agrícola Alfonso XII del Ministerio de Fomento.

En la memoria también se trataba un tema impotante como las semillas, la distancia entre plantas o los abonos utilizados para favorecer el aumento de las cosechas. Estos tres últimos aspectos, (semillas, abonos y distancia entre plantas) eran fundamentales para los técnicos y sus características siempre aparecían en los contratos agricultores/azucarera que marcaban las relaciones entre ambas partes -que trataremos más adelante- y que no dejaron de ser fuente de conflicto durante los setenta años que se mantuvo el cultivo de remolacha azucarera en la comarca de la vega del Tajuña.

El denominador común de estas publicaciones, tan relacionado con el cultivo remolachero, es su afán divulgador y su interés en fijar detenidamente todo el ciclo de cultivo de la remolacha y así servir de guía a los agricultores que firmaban los contratos con la azucarera. En concreto, en la primera de las obras de Guillermo Quintanilla citadas, Instrucciones para el cultivo de la remolacha azucarera en regadío, se marca este calendario de trabajo que exigía la remolacha desde la preparación del terreno previa a la siembra hasta la recolección.

Resumidas, estas eran las labores de todo el ciclo de la planta del nuevo cultivo. Esta relación demuestra, que tal como afirmaba el ingeniero, la remolacha exigía, y ofrecía, gran número de jornales, sobre todo si tenemos en cuenta que era un cultivo mínimamente mecanizado en unas parcelas de escasa extensión y poco favorables al uso de maquinaria.

Preparación del terreno: primera labor para remover la tierra y permitir que penetre en la tierra las lluvias otoñales. Se podía añadir una segunda labor cruzada para evitar la desecación del terreno.

Labores de otoño: primera labor profunda y paso de rastra para deshacer los terrones y una segunda labor menos profunda seguida, si es necesario, de un pase de grada.

Siembra: era conveniente buscar fechas en las que se prevea que a continuación de la siembra se produjeran lluvias. En esta comarca -según Quintanilla-, debe sembrarse entre mediados de febrero y fin de marzo; cuanto más temprano (dentro de este plazo), mejor. Si por necesidades de la explotación, o por circunstancias extraordinarias, hubiera de sembrarse después, convendría en la mayoría de los casos, regar la tierra de antemano y dar una labor de arado antes de sembrar (…).

Modo de sembrar: la siembra se realizada por líneas y golpes con varias semillas por cada uno para asegurar la germinación. Se calculaba, aproximadamente, que cada hectárea requería 25 a 30 kilos de semilla. Con la siembra se debía preparar la parcela para el riego con los caballetes y los reguerones.

Cuidados del cultivo: en caso de crearse una costra superficial era necesario romperla, para favorecer la germinación y, a continuación, proceder al desmate para que la distancia entre mata y mata no fueramayor de 28 o 30 centímetros. Paralelamente al desmate se podía labrar superficialmente el terreno.

Escardas: después de cada riego o, como poco, cada dos riegos para romper la costra.

Cavas: se debían dar antes de que las hojas de las remolachas cubrieran toda la superficie de la parcela, aprovechando en su caso para eliminar las posibles matas dobles.

Bina: esta labor solo era necesaria en las zonas con marras o con las plantas poco desarrolladas y donde podían crecer malas hierbas.

Riegos: era aconsejable que antes del desmate no se realizara ningún riego.

Riegos de primavera: era habitual dar dos riegos y no era aconsejable dar más para forzar a la planta a profundizar la raíz, lo que proporcionaba unas cosechas más abundantes.

Riegos de verano: durante el verano se daban alrededor de cinco o seis riegos hasta septiembre, aproximadamente cada quince días.

Recolección: La recolección de la remolacha se extendía desde octubre hasta diciembre en función de las condiciones en que se había desarrollada la temporada.

Forma de arranque: Quintanilla afirmaba literalmente sobre esta labor:

(…) Operación fácil es la de recolectar la remolacha azucarera: consiste en arrancar la planta haciendo uso de un pico bidente muy conocido en las regiones remolacheras, en las que ya se ha proscripto el azadón; en separar, además, con una espátula o un cuchillo, la tierra que lleva adherida y en descollarla o descularla (según la expresión vulgar). Después se dejan a un lado, formando montones, las raíces, lo más limpias posibles, y a otro los cuellos y las hojas, que, como se ha dicho, constituyen un precioso alimento para el ganado.

Descollado: esta labor era propia, mayoritariamente, de mujeres y niños y consistía en cortar la parte superior de la raíz para retirar las hojas desde su nacimiento ya que, en caso contrario, la azucarera podía descontar una parte del peso total.


*La empresa Azucarera explotaba directamente una enorme extensión de terreno en la vega del Jarama en fincas como El Piul y otras similares en las que la empresa también podía contar con otros ingresos económicos procedentes de la ganadería y otros cultivos. Para transportar hasta la fábrica azucarera la producción de remolacha de estas fincas, y la que se cultivaba en las fincas que estaban situadas aguas arriba de La Poveda, también regadas por las aguas del Jarama, la propia empresa se convirtió en promotora de la construcción de un ferrocarril industrial cuya autorización le fue concedida por la administración. El famoso puente de Pindoque, destruido en la guerra civil, formaba parte de este ferrocarril que, en la temporada de recolección de la remolacha, acercaba la cosecha a La Poveda. Naturalmente, para el transporte de la remolacha de la vega del Tajuña ya se contaba con el Ferrocarril del Tajuña. Esta nueva infraestructura ferroviaria construida ad hoc – y que se escapa del contenido de estas entregas del blog-, da una idea de la importancia que llegó a alcanzar la remolacha en estos años ya que se calcula que la factoría de Azucarera Madrileña llegó a procesar la remolacha que se podía sembrar, potencialmente, en unas 30.000 hectáreas de las vegas del Jarama, Tajuña y Manzanares en las que, como es lógico, se alternaba anualmente con otros cultivos de cereales o de huerta.


Fuentes y bibliografía:

  • Periódicos citados en el texto.

  • Álbum de La Poveda. 1900-200 La Poveda Centenario. Colección Archivo Municipal de Arganda.

  • La economía española y la articulación de su mercado (1890-1914): Los orígenes de la vía nacionalista del capitalismo español. Memoria presentada para optar al grado de doctor por Juan Martín Fernández. Facultad de CC Políticas y Sociología. Departamento de Economía Aplicada V. Madrid, 2002.

  • Memoria sobre el estado de la agricultura en la provincia de Madrid. Abela, Eduardo y Castro, Carlos A de. Estereotipia y Galvanoplastia de Aribau y Cia. Madrid, 1876.

  • Instrucciones para el cultivo de la remolacha azucarera en regadío. Quintanilla Guillermo. Hojas divulgativas. Ministerio de Agricultura. Madrid, 1932

  • Memoria sobre la remolacha azucarera. Estación Agronómica del instituto Agrícola de Alfonso XII. Ministerio de Fomento. Dirección General de Agricultura. Madrid, 1911.

  • El Ochocientos. De las profundidades a las altura. Tomo II. Manuel Silva Suárez, editor. Real Academia de Ingeniería. Institución Fernando El Católico. Prensa de la Universidad de Zaragoza. Zaragoza.

  • El trabajo infantil en España 1700-1950. Aprender trabajando. La actividad de niñas y niños en tierras de regadío. (La vega del Tajuña a comienzos del siglo XX). Borras Llop, José María. Universidad Complutense.

  • Memoria que comprende los trabajos reunidos, trabajos practicados y proyecto de Ley formulados por la comisión para el estudio de la concentración parcelaria. Dirección General de Agricultura, Industria y Comercio del Ministerio de Fomento. Imprenta de los hijos de M. G. Hernández. Madrid, 1908.



No hay comentarios:

Publicar un comentario