jueves, 16 de septiembre de 2021

 

Los Angulo, una familia de comerciantes madrileños en Morata (I)

Ramón de Angulo adquirió a los Altamira el Molino de la Huerta en 1821

En las primeras décadas del siglo XIX, pero sobre todo a partir del final de la Guerra de la Independencia, profundos cambios afectaron a la sociedad española. En Morata estos cambios se manifestaron con la llegada a la villa de comerciantes madrileños que aprovecharían la crisis financiera de los condes de Altamira, y posteriormente las desamortizaciones eclesiásticas, para hacerse con un importante patrimonio. Aunque no fue la única, los Angulo, que darían nombre al Molino de la Huerta o de Abajo, adquirido en 1821 Por Ramón de Angulo Guardamino, fue una de esas familias de comerciantes y financieros con gran influencia en Morata y sobre las que trataremos en las próximas entregas del blog.


Ramón de Angulo Guardamino (1756), comprador como veremos del Molino de Angulo y de varias propiedades rústicas y urbanas a partir de 1820, inició la presencia de esta familia en Morata hasta enlazar, ya a finales de siglo XIX, con la familia Mac Crohon Jarava.

Ramón de Angulo pertenecía a una familia originaria del valle vizcaíno de Carranza y asentada desde comienzos del siglo XVIII en la ciudad de Madrid. Heredero directo de su tío materno, Francisco de Guardamino Sainz de Rozas, Ramón continúo la tradición de la familia, dedicada desde su llegada a Madrid a comienzos del siglo XVIII al comercio textil, actividad que luego ampliarían a un incipiente sector financiero y bancario.

Su dedicación al sector textil les permitió formar parte de los denominados Cinco Gremios Mayores, una asociación de empresarios que no solo controlaba el tráfico comercial de Madrid sino que también, gracias a la acumulación de beneficios, ejercieron como prestamistas de particulares y también de la propia Corona española. Antonio Martinez Borrallo, autor de una tesis doctoral sobre las Élites ilustradas al servicio de la Monarquía española: las redes de comerciantes vascos y navarros en Madrid, 1700- 1830, analizó en su investigación la trayectoria comercial y financiera de estas familias de comerciantes, procedentes en su mayoría del País Vasco y Navarra, además de la región de Cantabria. En este trabajo se cita a Ramón de Angulo Guardamino como uno de los directores de la Compañía General de los Cinco Gremios Mayores de Madrid entre 1799 y 1802. En 1808, además de sus establecimientos de venta de lienzos, situados en la céntrica y comercial calle Postas de Madrid, Ramón de Angulo era un importante prestamista introducido en el sector financiero con un capital estimado de 2.000.000 millones de reales.

Tras la invasión francesa, Ramón de Ángulo fue nombrado por el gobierno de José Bonaparte procurador del común en el consistorio madrileño, cargo que desempeñó hasta 1811. Posteriormente, en 1813 fue designado regidor del Ayuntamiento de la capital.

De la capacidad financiera de la familia de Ramón de Angulo da una idea su inclusión entre los impositores del crédito de 20 millones de reales que decretó José I para hacer frente a los gastos del ejército francés en sus campañas en España, según explica Mariano Caballero Espericueta en su trabajo presentado en la Universidad complutense Comercio e industria madrileños en la transición del Antiguo régimen al sistema liberal (1788-1833). Ramón de Angulo, como miembro destacado de los Cinco Gremios Mayores, formaba parte como hemos visto de una élite comercial y financiera con negocios que les reportaba grandes beneficios y excedentes. En el caso de Ramón de Angulo, le permitiría, entre otros bienes, acceder y adquirir el importante patrimonio que llegó a acumular en Morata.

Enrique Martínez Ruiz, citado por Mariano Caballero, afirmaba en La sociedad madrileña del siglo XVIII sobre estas familias madrileñas entre las que se encontraban los Angulo:

(…) Actuaban [los grandes comerciantes madrileños] como prestamistas, descontaban, avalaban y giraban efectos a corto plazo, y comercializaban con monedas de diferentes países, pero además vendían género de lencería, en unos casos, como el de Vercruyse y hermanos, importadores de tales mercaderías de Flandes, o quincalla, en otros, como Galarza y Goicoechea, quienes acudían a diversas ferias… en definitiva, había al menos en un sector, confluencia de dedicaciones al crédito y al comercio, al abrigo del importante mercado de bienes de consumo que era la capital del Reino (...).

Crisis económica de la Casa de Altamira y venta de bienes en Morata

Al finalizar la Guerra de la Independencia varios miembros de la nobleza española se enfrentaron a dificultades económicas que les obligaron a desprenderse de gran parte de su patrimonio. En el trabajo Madrid en la Sociedad del siglo XIX, Ángel Bahamonde Magro, autor del capítulo Crisis de la nobleza de cuna y consolidación burguesa (1840-1880), resalta estas dificultades financieras de varias casas nobiliarias, entre ellas la Casa de Altamira:

(…) se trata de una espiral de deudas generalmente contraídas con banqueros madrileños en íntima relación con los procesos de saneamiento patrimonial. Además el elevado nivel de las cargas censuales actualizadas, heredadas del Antiguo Régimen, sobre todo del siglo XVIII son indicios evidentes del bloqueo patrimonial que sufren las fortunas nobiliarias en la crisis final del Antiguo Régimen (…).

La guerra contra los franceses no fue, sin embargo, la única causa que justificaba el pésimo estado de las cuentas de los condes de Altamira. En 1807, por ejemplo, el entonces jefe de la casa, Vicente Joaquín Osorio de Moscoso, había hipotecado todas las tierras que poseía en Galicia y Asturias, de donde procedía la familia, por una cantidad de 3.710.000 reales. Andrés Caballero*, otro integrante destacado de los Cinco Gremios de Madrid, fue el prestamista al que acudió Joaquín Osorio de Moscoso para intentar hacer frente a las deudas que arrastraba de décadas anteriores. Por si fuera poco, los ingresos procedentes de los derechos señoriales de los condes de Altamira, también estaban en cuestión en estas fechas de la segunda década del siglo XIX. En muchos lugares y villas, y Morata entre ellas, se había llegado a pleitear por el pago de estos derechos, puestos en cuestión tras la aprobación de la Constitución de 1812, lo que originaba mermas en los ingresos y cuantiosos gastos para intentar defender ante los tribunales su vigencia.

La situación llegó a ser tan acuciante para el conde de Altamira que en 1820 obtuvo permiso real para sacar a la venta una gran parte de sus bienes patrimoniales en Morata -y en otras muchas villas y lugares repartidos por toda España-, vinculados al mayorazgo familiar desde el siglo XVII.



Apuntes contables de la Casa de Altamira de la venta de 796 fanegas de tierra y el molino de la Huerta a Ramón de Angulo (Archivo Histórico de la Nobleza, BAENA,C.274,D.22)

Durante varios días, a partir del 14 de julio el Diario de Madrid, publicación oficial en esos años, publicó la relación de fincas que salían a la venta y que se remataron a partir del 29 de agosto de ese mismo año. Cuando finalizó el proceso de enajenación de estas fincas de regadío del conde de Altamira en Morata (el palacio condal, el molino aceitero, el batan de paños y otras propiedades urbanas como las posadas y la mayoría de las fincas de secano no salieron al mercado en esos meses), Ramón de Angulo se convirtió en propietario de 784 fanegas de regadío (Alrededor del 30 por ciento del total de las fincas de riego en Morata), procedentes prácticamente en su totalidad de los bienes heredados por la Casa de Altamira cuando accedió al señorío de Morata tras fallecer sin descendencia directa el III marqués de Leganés, Diego Mexía Felípez de Guzmán y Rojas. Según se reflejó en la escritura de compraventa que se emitió el 31 de octubre de 1820, el comerciante madrileño pagó por esta hacienda 1.542.800 reales de vellón, cantidad bastante inferior a los 2.314.181 reales en que había sido tasada.

Tras estas primeras adquisiciones, la familia Ángulo continúo con su política de compras en el término de Morata aprovechando la oferta de venta del conde de Altamira de otras propiedades. No había pasado ni un año de las primeras adquisiciones cuando Ramón de Angulo añadió el molino harinero y la huerta aledaña a su patrimonio. El 16 de julio de 1821 se escrituraban a su favor ambas propiedades por las que el comerciante y banquero madrileño desembolsó prácticamente un millón de reales, 1.010.000 exactamente, pagando un sobreprecio de 125.000 reales sobre la tasación inicial de ambas fincas.

A partir de esta compra, el conocido como Molino de la Huerta, o Molino de Abajo, junto con la huerta aledaña**, pasó a conocerse como Molino de Angulo para distinguirlo del otro molino existente por entonces en el término de Morata, el Molino de Arriba, que pasó por varios propietarios, entre ellos el obispo de Almería en el siglo XVIII, Claudio Sanz, o el mismo consistorio morateño, propietario de una tercera parte del mismo, y que tras su ruina arquitectónica pasó a conocerse como Molino Hundido.

Tras estas primeras adquisiciones y su llegada a Morata, la familia Angulo no sólo mantuvo su status de grandes propietarios en la vega sino que lo amplió con nuevas operaciones, tanto en el casco urbano como en otras zonas del término municipal. Ramón de Angulo, en los años siguientes a estas compras efectuadas al conde de Altamira***, mantuvo su papel destacado en los ambientes comerciales y financieros de Madrid. En 1827 fue designado prior del denominado Real Consulado de Comercio de Madrid, antecedente inmediato de lo que más adelante sería la Cámara de Comercio.

Este cargo lo ocupará durante un corto espacio de tiempo ya que, al año siguiente, el 26 de febrero de 1828 Ramón de Angulo fallecía en Madrid a los 72 años siendo inhumados sus restos en el cementerio de San Isidro. Su cargo como prior del Real Consulado sería ocupado por Andrés Caballero, muy relacionado con la familia desde hacía varias décadas, mientras que su único hijo, Manuel de Angulo y Cano, se hacía cargo de los negocios familiares y de su patrimonio en la villa de Morata como máximo responsable de la gestión de la compañía Ramón Angulo e hijo, fundada junto con su padre antes de morir éste.



*Andrés Caballero, perteneciente a una familia originaria de Cantabria, falleció en 1812 pero sus sucesores crearon la compañía Viuda de Caballero e hijos, también dedicada a las actividades financieras y poseedora de créditos contra la casa de Altamira. Precisamente, un descendiente de Andrés Caballero, Francisco Caballero y Rozas, marqués de Torneros, llegaría a ser a finales del siglo XIX propietario del palacio de los condes de Altamira en Morata.

 

**El Molino de Abajo junto con la huerta pertenecieron al primer señor de Morata, el marqués de Leganés que lo adquirió pocos años después de comprar el señorío de la villa:

(…) Mas novecientos y cuarenta y un mil cuatrocientos y sesenta maravedíes que costó a su excelencia el molino nuevo, ansí en la compra que hizo de Pedro de Humanes de rueda y media como consta de la escritura otorgada a cuatro de julio de mil y seiscientos y cuarenta por ante el dicho escribano que fueron seis mil y novecientos reales media rueda que compró de Mateo de Tordesillas, vecino de Getafe en dos mil y ochenta y ocho reales, como consta de la escritura otorgada el mes de diciembre del dicho año de cuarenta por ante dichos Izquierdo, escribano de número de Madrid, más otra rueda de doña Antonia de Angulo en cuatrocientos ducados como consta de escritura que otorgó el padre Francisco de Angulo en virtud del poder de la susodicha en veinte y siete de noviembre del año de cuarenta por ante Rodrigo Hidalgo. Más catorce mil trescientos y dos reales que costó de levantar el dicho molino como consta de las cuentas que dio Felipe de Reynaldos, mayordomo de su excelencia que las dichas partida montan los dichos (941.460 anotado en el margen).

La huerta situada junto al molino también se describe en el Catastro de Ensenada:

Clase 2ª. Una tierra plantada de frutales de cincuenta y cuatro fanegas, de buena calidad y riego, con mil y cien árboles de diferentes géneros y doscientos y setenta y cinco nuevos, cuya tierra la circunda el río Tajuña, y tiene una caseta para la recolección de la fruta, distante de esta Villa como doscientos pasos.

 

***Pese a la política de ventas del conde de Altamira, que permitió que la familia Angulo se convirtiera en la mayor propietaria de la villa de Morata, la situación financiera de la Casa Condal no mejoró, sino que más bien fue deteriorándose con el paso de los años. Un informe elaborado en 1823 por sus administradores determinaba que, en ese año, el XII conde de Altamira, Vicente Isabel Osorio de Moscoso, tenía una deuda que ascendía a 77.315.638 reales, superior a su activo de 70.483.370 reales.





Fuentes y bibliografía:

  • Élites ilustradas al servicio de la Monarquía española: las redes de comerciantes vascos y navarros en Madrid, 1700- 1830. Antonio Martínez Borrallo. Memoria para optar al grado de doctor. Universidad Complutense de Madrid-Facultad de Geografía e Historia. Madrid, 2021.

  • Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y Respuestas Particulares H 408 y H 410.

  • Comercio e industria madrileños en la transición del Antiguo régimen al sistema liberal (1788-1833). Mariano caballero Espericueta. Memoria para optar al grado de doctor. Universidad Complutense de Madrid. Departamento de Historia Contemporánea. Madrid, 2006.

  • La sociedad madrileña del siglo XVIII. Martínez Ruiz, Enrique. En Fernández García Antonio (dir) Historia de Madrid, Complutense. Madrid, 1993.

  • Madrid en la Sociedad del siglo XIX. (Vol1) La Ciudad y su entorno. Madrid, centro de poder político, poder económico y élites sociales. Edición a cargo de Luis E. Otero Carvajal y Angel Bahamonde. Consejería de Educación. Madrid, 1986.

  • Archivo Histórico de la Nobleza, BAENA,C.275,D.161-401.

  • Archivo Histórico de la Nobleza, BAENA,C.274,D.22.

  • Periódicos y publicaciones citadas en el texto.




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