jueves, 2 de septiembre de 2021

 Morata de Tajuña, en busca del origen y significado de su nombre (II)

El nombre podría derivarse de morar, permanecer en el lugar sus antiguos pobladores

Los repobladores aragoneses, tras la reconquista de la comarca, también podrán haber dado dieran el nombre de sus lugares de origen a la nueva población

La pasada semana ya vimos como el topónimo Morata, en opinión de varios expertos, vendría derivado de la existencia de restos de muros o piedras, lo que exigiría la presencia previa de una población, más o menos importante, que habría que defender.

Fernando Jiménez de Gregorio, uno de los autores que más trabajó en la investigación de la toponimia castellana en las provincias de Toledo y Madrid, apunta también a esta tesis y en Madrid y su Comunidad. Territorio, historia, economía, sociedad, reitera la posibilidad -también plantea otra que analizaremos posteriormente- de que Morata tomara su nombre a partir de muro, esto es, ruinas en donde se establece una nueva población, tomando el nombre de unos muros residuales. Estos podían ser los del castillo, ya ruinoso en el 1580.

La tesis de la existencia de un castillo previo a la repoblación cristiana que cita Jiménez de Gregorio tiene un origen claro en las respuestas que ofreció el doctor Mejía, cura de la parroquial de Morata, al cuestionario de las Relaciones Topográficas de Felipe II. En la respuesta a la primera pregunta señala que a la parte de oriente de la dicha villa [Morata] muy cerca de ella hay ruinas de haber habido un castillo con cuatro torres de tierra, y media legua la vega abajo, que es la poniente, en un despoblado que llaman Heza, término de la villa de Chinchón, hay otras ruinas y señales de otro castillo casi de la misma manera (…).

En la contestación a la pregunta veintinueve, el mismo informante reitera una idea similar e indica la existencia junto a la dicha villa a la parte del oriente de ella un castillo viejo arruinado que era de tierra.

Destaquemos que estas referencias a las ruinas de un castillo viejo arruinado, nunca aparecen en la primera relación elaborada por Juan Ramírez y Bautista Sánchez, los primeros encargados por el Concejo para responder al cuestionario de Felipe II, lo que nos lleva a pensar que las ruinas no eran tan relevantes y que, más bien, podría tratarse de los restos de una antigua torre de vigilancia situada, en efecto, al oriente de la población para controlar unos de sus accesos.

Torres o atalayas de vigilancia

La presencia de estas atalayas en territorio fronterizo y en épocas, siglos más bien, de frecuentes escaramuzas entre musulmanes y cristianos está ampliamente documentada y estudiada. Iñaki Martín Viso, investigador al que ya hemos citado, en su trabajo Castillos, poder feudal y reorganización de la Transierra madrileña (siglo XII-XIII) se refiere a la construcción de un sistema de atalayas orientado hacia el norte y que delimitaba el espacio bajo control andalusí.

Otro autor que también ha estudiado el Madrid islámico, Daniel Gil-Benumeya, menciona igualmente la presencia de torres de vigilancia en la región en un periodo, el previo a la reconquista y el posterior a la misma, en el que eran frecuentes las incursiones enemigas en unas décadas de poder inestable en torno a los siglos XII y XIII. Este investigador, también constata la construcción de castillos en Talamanca, Canales y Olmos, durante los siglos previos de dominio musulmán, y añade:

(…) Más adelante, la región se llenaría de atalayas, como las que aún se pueden ver en Torrelodones en el camino de Somosierra, que entonces se llamaba faŷŷ Táriq o faŷŷ al- Sherrat, o sea «paso de Táriq» o «paso de las sierras», además de en los montes de Guadalajara, Soria y otros muchos lugares (…).

La construcción de atalayas, torres de vigilancia o torreones no era, por tanto, un hecho extraño en una zona de frontera como era la situada al sur de la sierra de Guadarrama según avanzaban las tropas cristianas. Otra cosa es que hasta nosotros, hasta nuestra época, en el caso de la atalaya o torre de Morata, al oriente de la población, sólo nos hayan llegado las referencias documentales que hemos citado de las Relaciones Topográficas de Felipe II y, apuntamos también como posibilidad, un topónimo en forma de nombre de calle del casco urbano de Morata. Se trata de la calle de los Mazacotes, una denominación que, suponemos, puede hacer referencia a estos restos murados que habrían dado origen al nombre de Morata.

Respecto a su situación al oriente de estos restos murados, señalemos que aún se mantiene en el callejero de Morata y, efectivamente, al este del casco urbano la señalada calle Mazacotes*

Otras posibilidades respecto al topónimo Morata

Ya hemos visto hasta ahora que la mayoría de los investigadores, historiadores y expertos en toponimia se decantan por asociar el topónimo de Morata a la existencia de restos de muros, de castillos o de torres de vigilancia procedentes del periodo en el que los musulmanes permanecieron en la comarca y en las tierras que delimitan la cordillera central de la sierra del Guadarrama y el norte del río Tajo.

Al llegar las tropas de los reyes cristianos y conquistar estas tierras a los musulmanes se encontrarían con núcleos de población que, más o menos importantes, tendrían una denominación un nombre que, necesariamente, había que cristianizar, valga el término.

Y es aquí, con la llegada de nuevos pobladores cuando se plantean otras posibilidades que para algunos expertos explican y añaden distintas opciones sobre la elección del topónimo Morata para denominar el territorio recién conquistado. La primera de estas nuevas teorías es la de asimilar el nombre de Morata al termino, morar, nada que ver con moros ni muros, sino con el hecho de que los antiguos pobladores habrían permanecido en la población tras la conquista, siendo asimilados por los nuevos pobladores. Fernando Jiménez de Gregorio, en la obra ya citada, Madrid y su Comunidad. Territorio, historia, economía, sociedad, defiende esta opción que el resume en una frase, morar, permanecer, quedarse, tan habitual por otra parte en tantos territorios de la península que, al ser reconquistados, vieron como parte de la población musulmana, los mudéjares, permanecía en su lugar de nacimiento.

La asociación del topónimo Morata con la idea de permanecer o morar también aparece en un trabajo sobre toponimia madrileña, Estudios sobre la toponimia visigótica del centro de la península, de S. Pérez Orozco, que incluye el nombre de Morata entre los términos de origen mozárabe, o romance primitivo, relacionados con la explotación del terreno, y en este grupo cita Brea de Tajo, vereda; Gredos, grados, y Morata, môrata, morada.

Pobladores aragoneses de Morata de Jalón o de Jiloca

Frente o, o mejor, junto a estos viejos pobladores que podrían haber permanecido en Morata pese al retroceso y derrota de los musulmanes –recordemos que aún se conserva en el callejero una calle de la Morería-, también se plantea la posibilidad que el nombre, el topónimo de Morata, fuera una traslación directa del lugar de origen de los nuevos vecinos que llegaron a repoblar un territorio que, aquí sí que coinciden todos los investigadores, sufría un déficit importante de población debido a décadas y décadas de enfrentamientos entre las dos culturas.

Serían por tanto estos nuevos vecinos, llegados a la comarca al amparo de las ventajas fiscales que se les ofrecían -y que dieron lugar a leyes repobladoras como el Fuero de Oreja o el Fuero de Alcalá-, quienes trajeron con ellos el nombre de sus tierras aragonesas: Morata de Jalón y Morata de Jiloca. Esta costumbre de denominar a las zonas recuperadas con el nombre del lugar de origen de los nuevos pobladores, que se cumplió en tantos lugares al amparo de la reconquista, cierto es que podría estar en el nombre de Morata aunque, y no es cuestión menor, hay que tener en cuenta que tanto Morata de Jalón como Morata de Jiloca fueron reconquistadas, por Alfonso I el Batallador, en un periodo histórico muy próximo o simultáneo a la conquista de las tierras de la ribera del Tajuña, lo que apunta a que sería muy aventurado afirmar que estuvieran en disposición de repoblar otras tierras, sino más bien al contrario. También esos territorios fueron repoblados con nuevos vecinos, francos, concretamente, procedentes del norte de los Pirineos.

En cualquier caso, dejamos apuntado que, según el investigador aragonés Agustín Ubieto, el término Morat se documenta en el año 1178, en referencia a Morata de Jalón y que, según los estudios de toponimia aragonesa, el nombre de ambas localidades de la provincia de Zaragoza, tendría un origen similar al que se adjudica al topónimo de Morata de Tajuña: murat, muro, castillo, morar.

Llegados aquí, y vista la abundancia de propuestas que tratan de justificar o explicar el origen del nombre de Morata, lo que nos puede llevar a confusión ante la falta o ausencia de una propuesta definitiva e indiscutible –algo muy difícil de conseguir en el caso de Morata y tantos otros-, bueno será que citemos al profesor de la Universidad de Alcalá Jairo Javier García Sánchez, autor de un trabajo titulado En torno a la toponimia madrileña. Este investigador afirma en el texto citado:

(…) resulta bastante sintomático que un territorio tan densamente poblado y tan relevante, en la actualidad y en el pasado, configurado hoy como la Comunidad Autónoma de Madrid, no haya sido objeto de un interés mayor por parte de los lingüistas y toponimistas, ya que los trabajos realizados no pasan de ocuparse del análisis de este o aquel nombre.

(…) está claro –continúa- que queda mucho por hacer en el estudio de la toponimia de la Comunidad de Madrid. La abundancia de estudios y materiales en referencia a la ciudad de Madrid, ya sea por su nombre mismo o por el de sus calles, contrasta con lo relativamente poco que se ha hecho más allá de sus límites municipales.

(…) Asimismo, se echa de menos un verdadero corpus o repertorio de topónimos, exhaustivo y fiable, que permita dar a conocer la auténtica realidad de la toponimia madrileña y que, sin duda, facilitaría en muy alto grado la primera tarea.

A la espera de que lleguen esos estudios definitivos de los investigadores y especialistas, nosotros terminamos estas entregas sobre el origen del topónimo Morata con unos últimos apuntes:

  • Efectivamente, no hemos incluido ninguna referencia al término Licinia** ya que, en este caso sí, está suficientemente probado que este término se refiere a una familia romana que habitó en el término o proximidades de la actual Morata.

  • Durante la mayor parte de su historia, al menos desde el siglo XIIl la actual Morata de Tajuña se ha denominado simplemente Morata. Hemos encontrado algunas excepciones, lo que no significa que no existan más, como un texto de que incluía el término del arzobispo, Morata del Arzobispo***, aparecido en un documento fechado en Toledo en julio de 1462 sobre el reparto de un donativo de pedidos y monedas para la guerra contra los moros: (…) a vos el concejo de Morata del arzobispo tres mili e ciento e tres maravedis, a vos el concejo de Pinto, lugar de doña Juana de Orozco, veinte e cinco mil e ochocientos y setenta e cinco maravedís (…). Esta denominación responde a un periodo histórico en el que Morata pertenecía a los bienes del Arzobispado de Toledo. Otras localidades de España, como Villanueva, en la provincia de Jaén, o Albalate, en Teruel, también tiene esta denominación del Arzobispo.

  • La denominación de Morata de Tajuña aparece ya normalizada en los documentos de mediados del siglo XIX y hasta la actualidad.

  • El término Morata de la Vega únicamente se refiere al marquesado concedido por Felipe IV a los primogénitos de los marqueses de Leganés y nunca ha tenido relación con el topónimo de la villa de Morata, a pesar de que los marqueses de Leganés poseían el señorío de la misma.



Para finalizar esta serie de entradas del blog sobre toponimia morateña, la próxima semana publicaremos una relación de los parajes y términos de Morata de Tajuña elaborada a partir de la extensa documentación del Catastro de Ensenada.






*Mazacote: en construcción mezcla de piedras menudas, cemento y arena. En trabajos sobre investigaciones arqueológicas es habitual el uso de este término referido a cimentaciones de edificios o, o incluso, amalgama de restos de piedras y arena.



**Leonard Curchin, un investigador canadiense de la universidad de Watrloo, ha estudiado las lápidas con epigrafía latina encontradas en Morata y sus proximidades. En una de ellas aparece la inscripción

D (es) [M(anibus) s (acrum)?]

Licinia [-].

El profesor Curchin al analizar esta inscripción indica que Licinia se trata e un gentilicio muy abundante en toda la península ibérica y, más concretamente, en la actual Comunidad de Madrid (En la vecina localidad de Titulcia también se ha documentado este termino de Licinia en una pieza de alfarería). El especialista concluye que el texto, que llegó hasta nosotros gracias a la transcripción del doctor Mejía en el siglo XVI, aparecía en una lápida funeraria, similar a otros dos ejemplares con el mismo gentilicio aparecidos en Alcalá de Henares.



*** Enrique III donó la villa de Morata, junto con Valdemoro, al arzobispado de Toledo en diciembre de 1393.





Fuentes y bibliografía:

  • Relaciones Topográficas de Felipe II. Madrid. Estudio introductorio. Alfredo Alvar Ezquerra. Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Imprenta de la Comunidad. Madrid, 1993.

  • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999. (Transcripción de las respuestas al interrogatorio).

  • Sobre la continuación de unidades de organización islámica en la Mancha en la Baja Edad Media: el caso de Moratalaz (Ciudad Real). Clara Almagro Real y Luis Rafael Villegas Díaz. Revista Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016).

  • El árabe Fahs en la toponimia española. Dolores Oliver Pérez. Universidad de Valladolid. Revista Al-qantara. Consejo Superior de Investigaciones Científicas Volumen 18 nº1 (1997).

  • Madrid islámico. El gigante y el cadí. Los primeros madrileños. La Historia recuperada. Daniel Gil Benumeya. Madrid destino cultura, turismo y negocio, S.A. Madrid, 2018.

  • Capere vel populare. Formación y desarrollo de una frontera feudal entre el Duero y el Tajo (siglos XI-XII). Iñaki Martín Viso.

  • Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y Respuestas Particulares H 408 y H 410.

  • Madrid y su Comunidad. Territorio, historia, economía, sociedad. Fernando Jiménez de Gregorio. Avapiés. Madrid, 1986.

  • Materiales para una toponimia de la provincia de Madrid (VIII). Fernando Jiménez de Gregorio. En Anales del Instituto de Estudios Madrileños. Tomo XLIX. CSIC. Madrid, 2009.

  • Castillos, poder feudal y reorganización de la Transierra madrileña (siglo XII-XIII). Iñaki Martín Viso. Espacio, Tiempo y Forma. Serie III: Historia Medieval. T. 13. 2000.

  • Madrid, topónimo visigótico. Estudios sobre la toponimia visigótica del centro de la península. S. Pérez Orozco. ELEA, 19. 2020.

  • Jairo Javier García Sánchez. En torno a la toponimia madrileña. Universidad de Alcalá.

  • Documentos de Casbas. Agustín Ubieto Arteta. Textos medievales).

  • The forgotten inscripcions of Morata de Tajuña. (Las inscripciones olvidadas de Morata de Tajuña). Curchín, Leonard. Athenaeum 83, serie Nuova. Vol. LXXXIII. Fascicolo II. Universita de Pavía. Como Edicioni News Press. 1995.

  • Revista de la Biblioteca y Archivo y Museo del Ayuntamiento de Madrid. Documentos reales en el Archivo de la Villa. Números 7 y 8. Artes Gráficas Municipales. Madrid, 1980.



No hay comentarios:

Publicar un comentario