viernes, 7 de octubre de 2022

El cultivo del cáñamo en la ribera del Tajuña (IV)

A finales del siglo XVIII, la hilaza de cáñamo la tejían mujeres en telares para elaborar costales, sayos, tendales o costales

La promoción del cultivo del cáñamo y de otras plantas industriales como el lino, junto con el apoyo a las industrias transformadoras de estas fibras, se convirtió en una cuestión prioritaria para la Corona y las autoridades del reino durante buena parte del siglo XVIII y comienzos del XIX. En paralelo, las Sociedades Patrióticas y de Amigos del País, seguidoras y promotoras del espíritu y de las ideas reformistas de la Ilustración, también se implicaron en estos proyectos innovadores que buscaban implantar pequeñas industrias transformadoras con materias primas nacionales como el propio cáñamo, la planta sobre la que venimos tratando en las últimas semanas.


El trabajo artesanal desarrollado en torno a la hilaza de cáñamo, junto con las labores de transformación de otra fibra vegetal muy abundante en la comarca, el esparto, generaron un pequeño foco de actividad preindustrial en los pueblos de la comarca del bajo Tajuña en el siglo XVIII. Con mayor o menor intensidad, con más o menos trabajadores implicados, se trataba de trabajar las materias primas que se producían en las vegas, o que se recolectaban en el monte, y que proporcionaban mucha mano de obra tanto en el cultivo de la planta como en los trabajos de transformación de la cosecha*.

Esta actividad industrial en torno a fibras textiles tan modestas como el cáñamo y el propio esparto contó con el apoyo en forma de normativa legal emanada de la Corona con la que perseguía favorecer este sector. En el corto espacio de tiempo que va desde 1777 hasta 1787 se aprobaron decretos y pragmáticas que, por ejemplo, permitieron la libertad de establecimiento y fabricación de tejidos de seda y lienzos de lino y cáñamo. Un año después, en 1778, se autorizaba y liberaba la posibilidad de imitar tejidos de seda extranjeros y, por último, en 1787 se liberaba el número de telares por maestro que podían instalarse en una fábrica textil.

Naturalmente, esta legislación tenía un ámbito de aplicación que rebasaba el pequeño y modesto sector del cáñamo en Morata y otras localidades ribereñas del Tajuña pero, aún así, no dejaba de expresar la realidad de un periodo histórico en el que, gracias al espíritu de la Ilustración, se intentó acabar con la precariedad de las industrias ligadas al sector primario. La Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, también fue una de las instituciones que, inspirada por las ideas de la Ilustración, intentó favorecer cultivos como el cáñamo. En 1780, en su memoria anual de actividades, publicaba las medidas que se habían aprobado en este sentido:

(…) Con aprobación de la Real Sociedad, procuró excitar al cultivo del lino y cáñamo, anunciando premios anuales a los que justificasen haber cogido de cosecha propia mayor cantidad para que así se facilitase el acopio necesario de estas primeras materias, y se fomentase su cultivo (…)

(…) La Sociedad podrá velar en su buena enseñanza, y en promover los repuestos de lino, cáñamo, lana, seda , algodón, o esparto, y en que se establezcan maestros, o maestras que enseñen a preparar, hilar, y beneficiar estos materiales; y en que por virtud de ellos se establezcan las manufacturas mas sencillas y fáciles (…).

El modo natural de propagar la industria, y perpetuarla en el pueblo era enseñar metódica, y progresivamente a preparar las primeras materias. Para que fuese constante, y durable esta instrucción, pensó la Sociedad en establecer cuatro Escuelas patrióticas, que enseñasen gratuitamente a los pobres (…).

Para favorecer estas iniciativas, los miembros de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País no dudaron en solicitar al rey la adopción de medidas proteccionistas de la industria textil española frente a las importaciones del exterior. Esta iniciativa se materializó en una Real Cédula de 1778 por la que se prohibían las importaciones de tejidos extranjeros:

(…) prohibiendo introducir en estos reinos gorros, guantes, calcetas, fajas, y otras manufacturas de lino, cáñamo, lana, y algodón, dando un año de término para el despacho de los géneros de esta especie introducidos anteriormente en el Reino (…).

Como prueba de que estas iniciativas a favor de la promoción del cultivo del cáñamo y de las labores de transformación de su fibra prendieron de alguna manera en la comarca, en esa misma memoria se refleja la intención de algunos vecinos de la villa de Chinchón de crear una sociedad a nivel local que favoreciese estos proyectos ilustrados:

(…) Algunos patriotas de la Villa de Chinchón solicitan en el Consejo permiso para erigir otra Sociedad particular en este pueblo: es digna de atención aquella solicitud, por la grande aplicación de aquellos naturales al cultivo y a la industria que podría propagarse a las vegas de Jarama, y Tajuña y a los pueblos situados en ellas (…).

                                        Máquina de hilar de Hargreaves, 1768 (Wikipedia)

 

Telares y trabajos del cáñamo en los pueblos de la ribera del Tajuña

Para analizar cómo influyeron estas medidas en la pequeña industria textil de la comarca generada en torno al cultivo del cáñamo contamos con una serie de publicaciones anuales, editadas en el último cuarto del siglo XVIII, que recogen varias referencias a esta actividad económica en los pueblos en los que era habitual el cultivo del cáñamo y también, en menor medida, la recogida de esparto en sus montes.

Se trata de las Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fabricas y minas de España (…), elaboradas por Eugenio Larruga y que se editaron entre los años 1787 y 1800 en 45 tomos que agrupaban los datos de las distintas provincias, entre ellas las de Toledo, Madrid y Segovia, en las que se integraban en esos años los pueblos de la comarca de la vega baja del Tajuña.

En una de estas publicaciones, editada en 1788 y que recogía datos de la provincia de Madrid, se indicaba que los trabajos de hilado y tejido del cáñamo se encontraban en decadencia en relación con otras provincias lo que no impedía que se elaboraran, anualmente y en distintos tipos de tejidos, alrededor de 950.000 varas.

En la misa publicación, se daba cuenta de cómo, por ejemplo, en la localidad de Brea de Tajo se registraba alguna actividad en el sector del cáñamo y el tipo de prendas que se tejían en los escasos telares localizados en el pueblo:

(…) En Brea hay 4 telares, que texen lienzo casero delgado y gordo, cuyos lienzos sirven para la ropa interior de los vecinos del pueblo, costales y tendales y no otras cosas precisas para los labradores: dicho lienzo se hace del cáñamo que se coge en su término, que será al año como 50 arrobas. Los telares no están corrientes todo el año, y sus dueños se emplean en las labores del campo algunas temporadas.

En el volumen correspondiente a la provincia de Segovia, a la que pertenecían los pueblos del condado de Chinchón, aparecía la villa de Valdelaguna donde, según se reseñaba:

(…) se coge cáñamo; cuya cosecha asciende al año á 130 arrobas, de más que mediana calidad. Se venden las dos terceras partes en Madrid; y la otra se consume en el pueblo (…).

En el volumen correspondiente a la provincia de Toledo, a la que pertenecían a finales del siglo XVIII la mayoría de los pueblos de la comarca, se remarca la situación del cultivo del cáñamo a nivel provincial y en villas como Perales de Tajuña:

(…) Es muy poco el [cáñamo] que se coge; y están los de esta provincia persuadidos de que no hay tierras buenas para ello. Esta opinión no tiene fundamento pues Perales de Tajuña ha tenido y tiene cosecha (…).

Tras cuantificar en 20.000 arrobas la producción de cáñamo en la provincia de Toledo se justifica la prevención de los agricultores a aumentar la cosecha en el siguiente argumento:

(…) Proviene la escasez de lino y cáñamo del infundado recelo que tienen los pueblos de que esta cosecha no es sana, y de que deja las tierras exhaustas de miga para producir otras cosechas , pero la experiencia hace ver lo contrario, y son las mas aptas para judías y melones de invierno.

En casi todas las referencias que encontramos sobre los trabajos de hilado del cáñamo se cita que estas labores se realizaban en casas particulares donde se instalaban los telares. Así ocurría, por ejemplo, en la villa de Valdaracete:

(…) Se fabrican lienzos caseros en la villa de Valdaracete para el gasto del pueblo. Hay 3 telares que tejen un año con otro como 2.100 varas, y están parados por lo general en el rigor del invierno por falta de telas.

Una situación similar se apuntaba en el caso de Morata:

(…) En la villa de Morata hay 3 telares, donde se teje el cáñamo que sus vecinos echan en telas para el consumo de sus casas.

Hay que reseñar también que para el caso de Morata se cita el trabajo realizado en el batán de paños situado en la ribera del Tajuña, propiedad por entonces del conde de Altamira. En este ingenio hidráulico se elaboraban, según la publicación de Eugenio Larruga, entre otras prendas y tejidos los sayos que utilizaban los monjes capuchinos de Madrid:

(…) En la villa de Morata hay un batan de agua en su término y vega del rio Ta]uña, donde se batanan paños, mantas y sayales. Es propio del Excelentísimo Señor Marques de Astorga; y en él se ocupan dos personas que batanan de limosna los sayales de los Padres Capuchinos.

Lamentablemente, en esta cita no se aclara qué tipos de fibra utilizaban para tejer estas prendas las dos personas que según el mismo texto trabajaban en el batán.

Finalizaremos estas referencias a los trabajos de elaboración de la hilaza del cáñamo en la comarca con información que aparece sobre el caso de Perales de Tajuña, villa donde, según estos datos, el tejido del cáñamo estaría más extendido:

(…) En la villa de Perales de Tajuña hay un maestro, con un oficial y 13 mujeres dedicadas a tejer cáñamo, caunes [sic] (que es otra clase de cáñamo) y costales, que llaman de estopa y maleza del cáñamo, del que se cría en su jurisdicción. Puede tejer cada mujer al día 5 varas de cáñamo, y 7 de tela para costales; cuyos lienzos tienen de ancho 5 cuartas y media, y los costales 2 tercias, que todo se consume por los vecinos de este pueblo en sus usos propios, a excepción de la tela de costales, que se vende la mayor parte a forasteros (…).

Por este texto, que confirma la existencia de maestros tejedores en Perales, también se ratifica que eran las mujeres quienes se responsabilizaban de las labores de tejer el cáñamo y que la producción, cuyos excedentes se vendían fuera de la localidad, se dedicaba preferentemente, como en otros pueblos, a la elaboración de costales y tendales para su uso en tareas agrícolas y de almacenaje, además de lienzos de tela para confeccionar modestas prendas de ropa.

Por estas informaciones también parece evidente que los trabajos de tejido y manipulación de la hilaza del cáñamo que se cultivaba en la vega baja del Tajuña nunca pasó de ser una sencilla y modesta actividad secundaria, más artesanal que industrial, y que su limitada importancia económica no dejó de disminuir hasta desaparecer, como el propio cultivo del cáñamo, tal como veremos en el epílogo de esta serie de entregas del blog.


*Aunque escapa a la intención y contenido de estas entregas del blog en torno al cáñamo -su cultivo y la elaboración de hilaza-, también recordaremos que en el siglo XVIII se pusieron en marcha en la comarca otras iniciativas de mayor calado y más ambiciosas en torno a la industria textil y papelera, casi todas ellas ligadas al proyecto impulsado por Juan de Goyeneche en Nuevo Baztán. En Morata, también se puso en marcha una pequeña industria textil promovida por dos hermanos procedentes de Cataluña, José y Mariano March, de la que trataremos la próxima semana en el epílogo de esta serie de entregas.

En cuanto a la explotación de las plantas de esparto que se recolectaban en los montes de la comarca hay que reseñar que también generaron a su alrededor una pequeña actividad artesanal que se mantuvo con cierta importancia económica hasta, más o menos, mediados del siglo pasado. En el caso de Morata, al menos en dos propiedades de gran extensión, se subastaba anualmente la explotación y cota del esparto que crecía en estos montes.

Una de estas propiedades en las que crecía el esparto era El Bosque propiedad del conde de Altamira. En el año 1856, cuando los bienes de la casa de Altamira en Morata habían disminuido muy significativamente en relación con periodos anteriores, aún se subastaba la explotación del esparto de El bosque, en un acto que se celebraba en la casa del administrador de los bienes de la casa de Altamira en la villa (Diario Oficial de Avisos de Madrid, 1 de junio de 1856).

En otra finca del término de Morata, propiedad en este caso del Ayuntamiento, la dehesa carnicera, también crecía gran cantidad de esparto cuya explotacíón se subastaba anualmente. Según los anuncios oficiales de estas subastas, publicados en el Boletín Oficial de la Provincia de Madrid, las pujas partían, a mediados del siglo XIX, de una cantidad inicial en torno a los 700 reales en que se valoraba la mitad del esparto de las 200 fanegas de la dehesa carnicera (En el año 1860, por ejemplo, el esparto de la dehesa se adjudicó a Julián García Padrón por un importe de 722 reales).

No obstante, en algunas campañas, como la de 1857 fue necesario realizar hasta tres subastas para poder adjudicar el esparto de ese año, ante la falta de postores en las dos subastas iniciales.

Aparte de estas subastas de las mayores fincas del término municipal, en los montes concejiles de Morata se podía también cosechar el esparto por parte de los particulares. Con esta fibra vegetal, los pequeños artesanos elaboraban utensilios para el campo (serones, espuertas o cuerdas) o también para el uso domestico (valeos, felpudos…).

La utilización del esparto para estos trabajos artesanales favoreció que fuera un material muy buscado y objeto, en ocasiones, de noticias como la que publicaba un periódico a finales del siglo XIX:

(…) Habiendo tenido noticia el cabo Hermógenes Fernández, comandante del puesto de Morata en esta provincia, de que se proyectaba cometer un robo en el monte de Vallequillas, propiedad de doña Ana quesada, dispuso lo conveniente para que se capturara a los delincuentes (…) que conducían cuatro caballerías cargadas de esparto en cantidad de 22 arrobas, extraído de dicho monte (…). (El Correo Militar, l 11 de mayo de 1886).


Fuentes y documentación:

  • Ordenanzas para el buen régimen y gobierno de la muy noble y muy leal e imperial ciudad de Toledo. Imprenta de José de Cea. Toledo 1858.

  • Modelos de diversidad: crecimiento económico y crisis en los reinos hispanos en la Baja Edad Media. Rodríguez, Ana. Vínculos de Historia, nº 2. Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales. CSIC, Madrid. 2013.

  • Archivo General de Simancas, RGS, legajo, 149905,149.

  • Archivo General de Simancas, RGS, legajo, 149904,30.

  • Descripción y cosmografía de España. Colón, Hernando de. Boletín de la Real Sociedad Geográfica. Tomo L. imprenta de Eduardo Arias. Madrid, 1908.

  • Historia de la villa de Morata de Tajuña-Torre Briceño, Jesús Antonio. Ayuntamiento de Morata de Tajuña, 1999 (transcripción de las respuestas de las Relaciones Topográficas de Felipe II).

  • Relaciones Topográficas de los Pueblos de España. Ortega y Rubio, Juan. Sociedad Española de Artes Gráficas. Madrid, 1919.

  • Alcabalas y diezmos de Morata. Archivo General de Simancas. Expedientes de Hacienda, legajo 131.

  • Diccionario Enciclopédico de agricultura, ganadería e industrias rurales. Tomos I y III. Madrid, Viuda e hijos de J. Cuesta editores. Madrid, 1886.

  • Tratado de las abejas, su multiplicación y productos en España. Hidalgo Tablada, José de. Librería Cuesta. Madrid, 1875.

  • Archivo General de Simancas. Catastro de Ensenada. Respuestas Generales. Toledo. Volumen 408. Información hecha sobre el contenido de los artículos del interrogatorio impreso. Pieza 2. Catastro de Ensenada. (Para las Respuestas Generales de Morata).

  • Archivo General de Simancas, Dirección General de Rentas, 1ª remesa. Catastro de Ensenada. Respuestas Generales. (para las respuestas del resto de municipios).

  • Ejecución de transcripciones literales de los manuscritos de las respuestas al cuestionario enviado por el cardenal Lorenzana (…). Martín Galán, M. M. y Sánchez Belén, J. A. Diputación Provincial de Madrid. Madrid, 1983. (Copia mecanografiada).

  • Guía práctica de labradores, hortelanos, jardineros y arbolistas. García Sanz, José. Tercera edición. Librería e imprenta de León Pablo Villaverde. Madrid, 1865.

  • Arte de cultivar el cáñamo, lino y algodón, de sus preparaciones hasta hilarlo. Imprenta de D. Manuel Romeral. Madrid, 1844. Manual del cultivador del lino y cáñamo con el nuevo método para preparar estas plantas. Cortés, Balbino. Imprenta de T. Fortanet. Madrid, 1852.

  • Copia de las Ordenanzas de la villa de Morata. Biblioteca Nacional de España. Ms. 4.508. (Copia de 1803 del escribano Ramón García Nieto).

  • La industria textil lanera en Toledo y Provincia. Santos Vaquero, Ángel. Diputación Provincial de Toledo. Toledo, 2011.

  • Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País. Memorias de la Sociedad Económica. Memorias de Industrias, Artes y Oficios. Antonio de Sancha. Madrid, 1780.

  • Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fabricas y minas de España, con inclusión de los reales decretos, ordenes, cedulas, aranceles y ordenanzas expedidas para su gobierno y fomento. Emilio Larruga. Imprenta de Antonio Espinosa. Volúmenes II, V, IX y XI. Madrid, 1787, 1789, 1790 y 1791.














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