martes, 15 de octubre de 2019

Censos históricos y padrones de población en la villa de Morata (III)

El Catastro de Ensenada, elaborado a mediados del siglo XVIII durante el reinado de Fernando VI, significó, sin ninguna duda, el mayor esfuerzo realizado hasta entonces por el reino de España para conocer la realidad estadística del territorio conocido en esos años como Corona de Castilla. Aunque el catastro tenía un fin básicamente fiscal, no se puede obviar la importancia de la ingente cantidad de documentación que generó para realizar el censo de las villas, lugares y ciudades. Para conocer cómo era el censo de nuestro pueblo en esa época publicamos, completo, el capitulo sobre la población de la villa que ya analizamos en el libro Morata de Tajuña, según el Catastro de Ensenada (1751.





La población de Morata: El libro de Familias
Una de las utilidades que los investigadores siempre han destacado de la documentación derivada de la elaboración del Catastro de Ensenada es su importancia como fuente de datos para averiguar los censos de población de la época, bien aplicados a nivel general de la Corona de Castilla o bien a unidades más reducidas como las intendencias –equivalentes a las provincias actuales- o a casos particulares de villas y ciudades.
La base para elaborar estos censos o vecindarios generales o parciales fueron los datos recabados en sus averiguaciones por los subdelegados enviados a cada villa, ciudad o aldea y que fueron recogidos en los llamados Libros de Familias.
Esta denominación no siempre fue uniforme y se utilizaron varios términos para definir estos censos de población: Libro Mayor de lo Personal, Libro de Vecinos, Libro Maestro de familias, Libro Registro de los vecinos. Pero al margen de la denominación, el objetivo siempre era el mismo: determinar el número de vecinos de cada lugar catastrado, pues no en vano uno de los problemas con el que siempre se encontró la hacienda castellana a la hora de recaudar los impuestos –o llamar a filas- fue la inexistencia de censos de población o la escasa fiabilidad de los mismos en el caso de que existieran.
El marqués de la Ensenada tuvo claro desde el principio esta carencia endémica de la hacienda pública española, además de las injusticias que provocaba cuando se trataba de repartir las cargas fiscales, y se ocupó de que en la orden real se recogiera la obligación de recabar datos sobre los habitantes de cada lugar, aldea, villa o ciudad. Estos datos aparecían específicamente en dos apartados fundamentales del Catastro: Las Respuestas Generales y el Libro de Familia, o cualquier otra denominación que decidiera el responsable de elaborarlo.
Sí que es cierto que, como sucedió en tantas otras de las operaciones del catastro, cada subdelegado aplicó un método propio a la hora de registrar documentalmente el recuento de vecinos y los miembros que integraban cada unidad familiar, lo que resta o añade fiabilidad y utilidad a cada uno de estos censos particulares en función de los datos aportados por los redactores.
En el decreto del rey Fernando VI se aclara que una de las averiguaciones a realizar era la realización de un formulario:
(...) del estado del número de individuos que existen en cada provincia que deben pagar lo personal, con distinción de oficios que ejercen, sus oficiales y aprendices, y expresión de lo que cada uno, según su oficio y arte, pueden ganar al día de su trabajo.
El Real Decreto insiste más adelante en los datos que se registraran en el catastro y señala que:
Se hará publicar y fijar (a mayor abundamiento) un bando o edicto mandando que dentro del término que pareciere competente todos los vecinos, cabezas de casa, estantes y habitantes, de cualquier estado, calidad y condición que sean, presenten una relación firmada (y si no supieren de un testigo) en la que se ponga su nombre y apellidos, si es caballero, hidalgo, ministro, abogado, procurador, mercader de por mayor o por menor, artista, o jornalero, o de cualquier otro arte u oficio que ejerza, número de personas de que se compone su familia de uno y otro sexo, sean hijos, hermanos, criados, oficiales u aprendices y sus edades( …).
En definitiva, se muestra el interés de las autoridades por conocer unos datos que reflejen la verdadera situación de la población del Reino de Castilla, un interés que en la práctica se plasmó en dos apartados del catastro, la pregunta veintiuno de las Respuestas Generales y el ya citado Libro de Familias.

Primera página del documento que recoge las averiguaciones del Catastro de Ensenada en Morata

En Morata, el subdelegado encargado del catastro, Juan Joseph de Leza Cesáreo, recabó la información de los peritos que se reflejó en la respuesta veintiuno del cuestionario:
(…) declararon que esta población se compondrá a juicio de los declarantes como de doscientos y noventa vecinos o trescientos de corta diferencia y que no hay alquerías ni casas de campo en el término ni más personas que las que habitan dentro del pueblo.
En la propia redacción de la respuesta se observa que no se da una cifra redonda, sino que ofrecen dos cantidades con una margen de diferencia de diez vecinos, lo que nos da una idea de las dificultades que encontraron los subdelegados del catastro para realizar su trabajo.
En otras respuestas a las preguntas treinta y ocho y treinta y nueve se ofrece información sobre los vecinos pertenecientes al estado:
(...) dijeron que sólo hay cuatro clérigos en el pueblo que son Don Andrés Ros, cura de esta Parroquial, el señor don Pedro Marchena, que se halla presente, don Pedro Castro de Rivera y don Miguel Ruiz de Orive.
Y en la otra pregunta respondieron que:
(...) dijeron que no hay convento alguno en esta villa, hay sólo casa de Labranza perteneciente al convento del Rosario de Religiosos Dominicos de Madrid y que en ella residen continuamente dos religiosos administradores con criados y ganado para la labor de su hacienda.
Mucho más útil a la hora de analizar la población de la villa de Morata a partir de los datos proporcionados por el catastro es el llamado Libro de Familias. Este libro respondió en el caso de Morata bastante fielmente a las instrucciones marcadas en el Real Decreto de Fernando VI. De hecho, el Libro de Familias de Morata ofrece los siguientes datos de todos los vecinos:
Nombre, apellido o apellidos (Lo más habitual es consignar uno), edad, estado civil, nombre del cónyuge, edad del cónyuge, nombre de hijos e hijas y edad de cada uno de ellos de mayor a menor y, por último, nombre de los criados o criadas que viven en el domicilio, así como su edad y en algunos casos su ocupación.
Al margen de estos datos, los vecinos se agrupan por grupos sociales y profesiones, es decir, el censo comienza por consignar los datos de los vecinos del estado noble y de profesión labrador. Continúa con los pobres y jornaleros de ambos estados y finaliza con los vecinos que ejercían otros oficios ajenos a la agricultura. Veamos algunos ejemplos de cómo se consignaban los habitantes de la villa en el Libro de Familias de Morata:
Don Tadeo Fominaya, de edad veintiocho años, de exercicio labrador, casado con Doña Josepha Moreno de veinte y cuatro años. Su familia: hijo, Francisco de seis años, Vicenta, de tres años y Theresa de un año.
Continúa con los labradores del estado general:
Manuel González de San Joseph, de edad cuarenta y nueve años, de exercicio labrador, casado con Antonia Ruiz, de cincuenta y un años. Su familia: hijo, Thomás de diez y nueve años, Joseph de trece años, hija María Antonia de dieciséis años. Criado, Eusebio Ruiz de Castañeda de quince años.
Sigue el censo con las viudas labradoras y pobres del estado noble:
Doña Xuana de Oliva, de edad de cincuenta y un años, de estado viuda, de exercicio labradora. Su familia: hijo Don Félix de Salcedo, de doce años, hija, Doña María de diez y seis años. Criado Mateo Fernández de veinte años.
Continúa con las viudas del estado general y las viudas pobres:
Inés de la Fuente, de edad cincuenta y ocho año. Viuda labradora.
Águeda Martínez, de edad de cincuenta y siete años. Viuda pobre.
Los jornaleros nobles y del estado general:
Don Manuel de Salcedo, de cuarenta y seis años, de exercicio jornalero, casado con Doña Josepha Ayuso de cuarenta y dos años. Su familia; hijo, Joseph de diez y seis años, Manuel de cinco años, hija Genara de diez y ocho años.
Joseph López, de veinte y seis años, jornalero, casado con Mariana de Huerta, de veinte y cinco: Su familia: hijo, Manuel de cuatro años.
La relación sigue con los vecinos que desempeñan un oficio distinto al de labrador o jornalero (hortelano, yesero, médico, maestro, zapatero, etc) y finaliza con los cuatro vecinos considerados como impedidos:
Esteban Arias, de edad treinta y seis años, jornalero, casado con Juana García, de treinta y un años. Su familia: hijo Raimundo de doce años y Manuel de siete años.
Manuel García de la Cueva, d edad treinta años, de facultad sangrador y barbero, casado con María Ramírez, de veinte y nueve años. Su familia: Hijo, Agustín de cinco años, hija, Benita de ocho años, Theresa, de tres años, hija, Simona de año y medio, y Ángela de cuatro meses.
Manuel Martínez, de sesenta y seis años, viudo. Su familia: hijo, Miguel de veinte años. Su oficial.
Juan García de la Puente, de sesenta años. Impedido por defecto personal. Casado con Juana Sánchez de sesenta años.
Además de agrupar a todos los vecinos en alguna de estas categorías, el libro incluye en algunos casos, otras situaciones personales que aparecían reflejadas en el Decreto Real. Así se indica cuando los censados son militares, caballeros de alguna orden militar o abogado de los Reales Consejos:
Don Joseph Orozco y Salcedo, abogado de los Reales Consejos, de edad cuarenta y ocho años, su oficio labrador, casado con Doña Josepha Monzón de treinta años. Su familia: hijo, Miguel de nueve años, hija, Michaela, de un año. Criado, Carlos Sevilla, de veinte y cinco años, criado de labranza. Criado, Juan Ximénez, de diez y seis años, criado chico. Criada, María Anguita de diez y ocho años. Criada, Antonia Peña, de quince años.
De las declaraciones de los morateños que se incluyen en el Libro de Familias se desprende que la villa contaba con 319 unidades familiares, a las que habría que añadir 4 clérigos y los dos frailes del convento de dominicos, como resultado de la suma del registro de 31 familias pertenecientes a la nobleza, 66 labradores casados, 7 labradores viudos, 9 labradoras viudas, 27 viudas pobres, 2 solteras pobres, 118 jornaleros, 55 trabajadores en distintos oficios y, por último, 4 impedidos.
Esta distribución por estados, oficios y nivel de renta que componía el censo de Morata cuando se elaboró el Catastro de Ensenada, fija la estructura social de la villa no en compartimentos estancos en función del apellido sino del patrimonio en propiedades rústicas o urbanas
Las familias encuadradas en el estado noble son, en todos los casos, apellidos de la pequeña nobleza –hidalgos- puesto que los dos representantes de la alta nobleza en Morata, el conde de Altamira y el marques de Espinardo, lógicamente no estaban avecindados en la villa. Como se ve en la relación, la pertenencia a este estado privilegiado no significaba, necesariamente, un estatus económico elevado. Sí bien es cierto que miembros de familias con apellidos como Ruiz de Castañeda, Salcedo o Fominaya aparecen posteriormente en las declaraciones individuales como grandes propietarios, entre estos hidalgos también hay vecinos que se declaran directamente pobres o jornaleros.
Igual sucede con la calificación de labradores del Estado General que incluye grandes propietarios de tierras de secano o regadío junto a otros labradores que, necesariamente, se veían obligados a arrendar tierras ajenas o compatibilizar el trabajo en la agricultura con otro oficio para completar los ingresos con los que alimentar a su familia.
El nivel económico de todos los vecinos que se pretende conocer en la averiguación fiscal que a la postre es el Catastro de Ensenada, tiene más interés para las autoridades que la clase social a la que pertenece cada individuo. Y estos datos económicos generales -más tarde cada vecino presentará su declaración particular- son los que se ofrecen por parte de los peritos en sus respuestas a la pregunta treinta y cinco:
(...) dijeron que habrá en esta villa como hasta ciento y cuarenta Jornaleros a corta diferencia y que el jornal que ganan está regulado unas temporadas con otras a cinco reales. Y que cada Labrador trabajando meramente en su oficio podrá regulársele al día según la costumbre del País cinco reales. Y lo mismo a los mozos de labranza y que habrá de aquellos como hasta ciento útiles y de estos como cincuenta.
También se refleja en el cuestionario, en la pregunta treinta y dos y treinta y tres las regulaciones económicas asignadas a otros oficios y profesionales (pastores, médicos, cerrajeros, albañiles, cerrajeros, molineros, mesoneros,...) y por último aquellos a quienes ni siquiera se les podía regular un salario, los pobres de los que:
(...) habrá en este pueblo como sesenta familias pobres de solemnidad poco más o menos.
Población total de Morata y evolución del censo
Con las respuestas ofrecidas al cuestionario general y los datos del Libro de Familias debería ser fácil determinar el número exacto de habitantes de Morata en 1.751. Aunque el objeto fiscal del catastro, como el de cualquier recuento, generaba casi siempre falseamiento de datos, y así lo expresan muchos especialistas, de la documentación del catastro se obtiene la cifra de 1.181 habitantes distribuidos en las 319 unidades familiares censadas y los cuatro clérigos (recordemos que en estas unidades se incluían los criados).
Esta población en el conjunto de la provincia de Toledo representaba el 0,37 por ciento del total provincial, 313.221 habitantes. En relación a otras etapas históricas, la población de Morata había contado con mayor población en el siglo XVI. En este periodo, Alfredo Alvar Ezquerra ofrece unas cifras de población para distintos años de la segunda mitad del siglo XVI sensiblemente superiores: 413 vecinos en 1.557 (1.548 habitantes, utilizando un coeficiente de conversión de 3,75 habitantes por vecino), 350 vecinos en 1.571 (1.312 habitantes), 498 vecinos en 1.574 (1.867 habitantes), 550 vecinos en 1.580 (2.062 habitantes), y 490 vecinos en 1.591 (1.837 habitantes. Estas cifras, que en el caso de 1.580 significan que en ese año la población prácticamente era el doble que la de 1.751, denotan un declive demográfico en la villa de Morata que se manifestó durante todo el siglo XVII y XVIII y que se reflejó en las cifras más bajas que recoge el Catastro de Ensenada.

Fuentes y bibliografía:

  • Morata de Tajuña, según el Catastro de Ensenada. Miranzo Sánchez-Bravo, Agustín-Bubok, 2011.
  • Archivo Histórico Provincial de Toledo. Sección Hacienda. Catastro de Ensenada. Libros maestros y Respuestas Particulares H 408 y H 410. Archivo General de Simancas. Respuestas Generales Toledo. Libros 611 a 627.
  • Alvar Ezquerra, Alfredo. Demografía rural y fuentes no parroquiales. El centro y el oriente madrileño en el reinado de Felipe II. (Cuadernos de Historia Moderna nº 10) Editorial Universidad Complutense Madrid, 1989-90.

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